El
prefijo griego bio- se impone por doquier. Hablan de biopolítica, bioeconomía, bioseguridad y biocapitalismo, por ejemplo, sin que se sepa
muy bien a ciencia cierta qué matiz le añade el prefijo bio- al
significado de la palabra siguiente, ya sea política, economía, seguridad,
capitalismo...
Pero el compuesto más antiguo es, sin duda, biología: la
ciencia de la vida. Probablemente no haya ninguna otra ciencia que verse sobre un objeto tan escurridizo como este y que sea incapaz de definir. ¿Qué es, en efecto, la vida?
Estudio para telescopio, Gabriel Pérez-Juana (2022)
El robot explorador y armatoste de la Nasa Curiosity lanzado al espacio en noviembre de 2011, quetardó 8 meses en llegar a Marte, completando un viaje de 567 millones de quilómetros, iba precisamente en busca de
pruebas de vida en el planeta rojo.
Llamaba la atención el nombre que le habían puesto al engendro aquel: curiosity en la lengua del Imperio, como dando a entender a los marcianos que íbamos a su planeta por mera curiosidad: una palabra procedente del latín "curiositatem", la lengua de otro Imperio
muy parecido al actual, de la que quedan restos en castellano
“curiosidad”, italiano “curiosità”, portugués “curiosidade”, francés “curiosité” y hasta en rumano
“curiozitate”.
El origen de la palabra es muy curioso, si vale la redundancia:
deriva del sustantivo “cura” que significa “preocupación, cuidado, interés”. Y
en ese sentido la curiosidad sería el deseo de conocer, el interés que
uno pone en informarse de algo.
Pero así como hay una curiosidad muy sana, que
hay que despertar y cuidar, hay otra que no es buena, la que como dice la gente “mató al gato”. Y es que en la curiosidad
hay mucho también de indiscreción, un deseo de saber lo que no nos
incumbe, un malsano o insano afán de entrometernos en la vida privada de
los
demás y en desentendernos de la nuestra propia y distraernos de lo
principal, de lo que nos concierne a todos, de lo más urgente e inmediato.
El entonces habitante de la Casa Blanca llegó a
regurgitar: "Hoy, en el planeta Marte, Estados Unidos ha hecho Historia".
Celebraba así el citado inquilino que el armatoste de la Nasa culminase
con éxito su misión: su largo viaje de tantísimos
millones de quilómetros, con
todos los esfuerzos y dineros que esa proeza de ingeniería espacial
había costado a las arcas del Imperio y que no son pocos, para dedicarse
a la tarea de buscar pruebas de vida en el planeta marciano y a
retransmitírnoslas.
Todo
sea por
el progreso de la Ciencia
-un gran paso para el futuro de la investigación espacial- y de la
Humanidad,
con mayúsculas, pero no de los hombres y mujeres de a pie, con minúscula
como corresponde a los nombres comunes, corrientes y molientes, que
andamos y sobrevivimos por aquí abajo, a
los que una curiosidad aún mayor nos empuja a preguntarnos qué es eso de
la
vida que andan buscando algunos por ahí afuera lanzándose al espacio
intergaláctico en una loca
carrera sideral.
La
curiosidad por saber si pudo existir vida en Marte en alguna ocasión o
si el planeta
rojo, cuyo nombre debe al dios de la guerra por sinécdoque del color
que lo caracteriza y que es epíteto de la sangre derramada en todas las
batallas, puede
llegar a ser habitable y albergar las condiciones idóneas para la
actividad humana en
un futuro siempre inalcanzable por definición ha llevado a los
ingenieros del Imperio y de
la NASA a emprender esta heroica proeza espacial con la que pretenden,
además, mantenernos entretenidos y distraídos, alienados, como se decía
antes, desviando nuestra atención de lo que realmente nos interesa: ¿Por
qué en lugar de curiosear si hay vida en el espacio exterior no nos
preocupamos de investigar si hay vida aquí en la Tierra? ¿Hay
condiciones idóneas para que se desarrolle la vida, nuestra vida, en el planeta azul, o
sea, aquí y ahora mismo sin ir más lejos por ejemplo?
No
deberíamos preguntarnos, como hacen algunas almas piadosas, si hay vida
después de la muerte (o si la hay en otros planetas y galaxias),
deberíamos preguntarnos si hay vida aquí en la Tierra antes de la muerte
que nos tienen y tenemos prometida. Cuando hacemos uso de razón nos inculcan la
idea de que somos mortales, y eso significa que moriremos, que hemos de
morir, que vamos a morir, pero eso no significa que estemos viviendo, que
estemos vivos. Todos experimentaremos la muerte, pero solo unos pocos,
muy pocos, experimentan la vida a la sazón.
Cabe
preguntarse, después de lo que hemos vivido durante dos años
consecutivos de matraca sanitaria, si las autoridades de ese gremio del
Estado no nos han matado, considerándonos a todos enfermos en potencia aristotélica, es decir, enfermos imaginarios, convirtiéndonos en muertos en vida, con
encierros, confinamientos, hospitalizaciones, cuarentenas, toques de queda, imposición de
mascarillas y distanciamientos sociales, prohibición de reunión y de
movimiento, soledad forzosa para muchos y campañas de inoculación
experimental para todos a fin de obtener un salvoconducto que permitiera
desplazamientos, y un sinfín de medidas irracionales como la prohibición de besos y abrazos, tendente todo ello a no dejarnos morir en paz.
Escuchemos, si podemos, mejor que leamos este fragmento del diálogo entre Argán y Beraldo, dos personajes de la escena 3ª del acto III de El Enfermo Imaginario de Molière:
ARGAN. -(...) pero tú dirás qué es lo que debe hacer uno cuando está enfermo.
BERALDO. -Nada.
ARGAN. -¿Nada?
BERALDO. -Nada...
Guardar reposo y dejar que la misma naturaleza, paulatinamente, se
desembarace de los trastornos que la han prendido. Nuestra inquietud,
nuestra impaciencia es lo que lo echa todo a perder; y puede decirse que
la mayoría de las criaturas mueren de los remedios que les han
suministrado y no de las enfermedades.
OoO
Un aforismo de Lichtenberg: Hay enfermedades mortales; hay otras que no matan
pero provocan padecimientos y se diagnostican sin mucho análisis;
por último, hay otras que sólo se conocen por el microscopio y se
manifiestan espantosamente después de ser diagnosticadas. El
microscopio es una suerte de hipocondría. Si los hombres se dedicaran
a estudiar a fondo las enfermedades microscópicas, tendrían la
satisfacción de enfermarse a diario.
Donde Lichtenberg dice 'microscopio' debemos sobreentender hoy no sólo 'electrónico', que todavía no se había inventado en su época, que era el siglo XVIII, sino 'pruebas de Reacción en Cadena de la Polimerasa de Transcripción Inversa' (rtPCR en la lengua del Imperio), dado que algunos víruses, como el SARS COV2 que causa el síndrome de la COVID 19, están formados por ARN que debe transformarse en ADN antes de crecer y multiplicarse por sucesivas amplificaciones.
La PCR, diríamos actualizando a Lichtenberg, es una suerte de hipocondría, que la docta Academia española define como: Afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con tristeza habitual y preocupación constante y angustiosa por la salud. Y la enfermedad hipondríaca se manifestará espantosamente después de ser diagnosticada con dicha técnica y arte fraudulenta.
Gracias al estudio de las enfermedades microscópicas, como dice Lichtenberg, tendremos la satisfacción de enfermarnos a diario, e incluso de considerarnos y que se nos considere enfermos y consecuentemente, si somos trabajadores asalariados, se nos dé la baja laboral.
Soprende, leyendo el poema épico e histórico La Farsalia de
Lucano, también conocido como prefieren otros por La Guerra Civil, la arenga que el autor pone en boca del tribuno militar Vulteyo,
partidario de César en la larga contienda sostenida entre este y Pompeyo (IV, 465-581), dirigida a sus soldados que se
encuentran sin escapatoria
en la costa de Iliria, rodeados por sus enemigos (que son sus conciudadanos o
compatriotas). Tras una breve lucha y siendo ya inminente sin ninguna posibilidad de victoria
la derrota de los suyos, Vulteyo no exhorta a sus hombres a conseguir la gloria de morir heroicamente luchando
hasta el final y dejándose la vida en el empeño, sino a quitarse ellos
mismos personalmente la vida mediante un suicidio colectivo antes de
permitir que se la arrebate el enemigo, evitando así la esclavitud y la deshonra de rendirse.
'ignorantne datos ne quisquam seruiat enses?'
En ese contexto hay que
interpretar el verso tantas veces mal entendido con que les anima a
quitarse la vida: (Bellum Ciuile, IV 579) ignorantquedatos ne quisquam seruiat ensesque sir Edward Ridley tradujo al
inglés como: ...The sword / was given for this: that none
need live a slave, lo que viene a decir que los hombres ignoran que el propósito de la espada es salvar al hombre de esclavitud.Fue
grabado, según leo, en los sables de la guadia nacional de París
durante la Revolución Francesa, con el sentido de que las armas
servían para utilizarlas contra el opresor, dando muerte a los tiranos.
Pero en el discurso de Vulteyo, el
verso no está exhortando a sus soldados a usarlas desesperadamente
contra el enemigo que los tiene acorralados para lograr una muerte
heroica, sino a usarlas contra sí mismos, dándose muerte
voluntariamente, una muerte que les librará de caer en la
esclavitud. Es una defensa del suicidio. La espada sirve para elegir
la muerte antes que la esclavitud, como si fuera uno mismo quien le
impide a uno mismo ser libre y tuviera que matarlo, es decir, matar a
su enemigo: matar al otro, a su alter ego, matarse a sí mismo.
Escuadrón de suicidio del Frente del Pueblo Judaico (La vida de Brian, 1977)
Hay
en el discurso de Vulteyo, que es una defensa en toda regla de la
muerte voluntaria, unos versos muy sugerentes pero que no dicen verdad alguna (IV, 517-520):
...agnoscere solis / permissum est, quos iam tangit uicinia fati,
/ uicturosque dei celant, ut uiuere durent, / felix esse mori: ...Solo
saberlo / es dado a quienes ya roza su sino de cerca, y a quienes
/ van a vivir se lo ocultan los dioses, a fin de que vivan:/ que es
una dicha morir.
Pueden relacionarse con el mítico canto del cisne: los cisnes, consagrados como estaban al dios Apolo que
les había concedido el don de la adivinación, cuando barruntan que
van a morir, vislumbran que la muerte es un bien y mueren
plácidamente entonando su cántico más hermoso con el que se
despiden de la vida.
El discurso de Vulteyo culminan con el argumento de la
felicidad de morir: el felix esse mori: es una dicha morir, el
secreto que los dioses sólo revelan a los moribundos que están cerca ya del
final de los días que les ha dispuesto la Parca, y que no manifiestan
antes porque si lo hicieran nadie querría seguir viviendo y todos adelantarían su hora, la hora como dice a veces la gente con solemnidad,
de la verdad.
La locura del suicidio colectivo
instigado por Vulteyo refleja la imagen de una Roma víctima de sí
misma.Pero no se trata
exactamente de un
suicidio dado que los soldados de Vulteyo no se matan a sí mismos
sino entre sí, de modo que prolongan con la vesania de sus actos la agonía de la
guerra civil -todas las guerras son civiles, entre ciudadanos del
mundo-, y la agonía de la guerra sin más, de cualquier guerra, ya que no dejan de ser todas ellas contiendas fratricidas.
Aunque la imposición de las máscar(ill)as en la curtida piel del toro ibérico
ha sido levantada en espacios exteriores y pronto lo será, por fin, también
en los interiores, muchísima gente,
traumatizada como está en su inmensa mayoría por la propaganda terrorífica,
persiste en embozársela en todos los espacios públicos permanentemente
porque así se siente más segura de no contagiar(se), tal es el
poder de la publicidad machacona del Régimen vigente.
Este miedo a la muerte que le hemos cogido es
estúpido, por dos razones, porque, primera, el peligro de morir del
síndrome coronavírico es prácticamente nulo: 0,2 por ciento o 2
por mil; y, segunda, porque la muerte es algo natural a lo que no hay
que temer ni tener ni más ni menos miedo que a la vida.
Pero, claro, las máscar(ill)as y todas las
restricciones sociales que han impuesto los gobiernos so pretexto de la pandemia nos han
enloquecido de forma que a fuerza de inculcarnos el pánico al virus,
hemos acabado viralizándolo y olvidando lo esencial: nos hemos
olvidado de vivir, como decía la canción.
La evidencia acumulada hasta la fecha sobre la eficacia de las máscar(ill)as, incluidas las asfixiantes FFP2, proveniente
tanto de ensayos controlados como de estudios basados en la
observación directa, indica que el uso extendido a la
población general, incluyendo niños, tiene un impacto nulo a la hora de evitar la
propagación de virus respiratorios como la influenza (vulgo
gripe) y el coronavirus.
Galicia en vilo, fotografía de Miguel Riopa (2021)
El uso de
la máscar(ill)a se recomienda a los profesionales sanitarios durante actuaciones en las que el riesgo de contaminación es alto como,
por ejemplo, procedimientos dentales, cirugías y otros tratamientos invasivos como la intubación orotraqueal, etc.
También se recomienda a estos profesionales durante el cuidado o la
asistencia de pacientes inmunodeprimidos. Y se aconseja finalmente
a los enfermos sintomáticos -los enfermos asintomáticos, por definición, no
contagian y no son enfermos, sino personas en perfecto estado de salud- cuando estén en lugares cerrados y muy concurridos por personas infectadas. Nunca
debió recomendarse -y menos imponerse- a personas sanas como se
hizo, habida cuenta de que la evidencia científica era reconocidamente nula o de calidad baja o muy muy baja. Pero era una medida política más que sanitaria.
Los
trastornos que provoca, en cambio, el uso generalizado de la máscar(ill)a no son pocos, máxime en los niños: dificultades
en la adquisición del lenguaje y en el desarrollo de la afectividad, bajo
rendimiento intelectual y asfixia por hipoxia: la máscar(ill)a no sólo no impide la entrada de gérmenes patógenos actuando como barrera, sino
también la adecuada eliminación del dióxido de
carbono (o CO2), sustancia de desecho que expulsamos con cada
espiración y que, ante la presencia del tapabocas, es reinhalada
durante la inspiración impidiendo de esta forma la adecuada
oxigenación del organismo.
Los defensores de la reducción de la huella
personal de C02 que originamos individualmente en nuestra vida
cotidiana pueden estar contentos: la pandemia -no hay mal que para bien no venga- ha provocado la mayor reducción de CO2 de la que tengamos registro de la historia. El uso de máscar(ill)as ha
colaborado, queriendo o sin querer, modestamente con el objetivo de desarrollo sostenible de la ONU para la
salvación del planeta. Al tragarnos nuestro propio dióxido de
carbono hemos rebajado nuestras emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran el cambio
climático.
Hay quien estima que cada habitante del planeta
genera una media de casi cuatro toneladas anuales de CO2,
media que se cuadruplica en algunos países como los
Estados Unidos por año y por persona.
Nuestros gobernantes, atentos a este fenómeno,
creyeron que encerrándonos y tragándonos nuestras propias emisiones
reduciríamos los gases de efecto invernadero: es verdad. Si dejamos
de respirar, la palmamos. Y si la palmamos ya no nos desplazamos, no
consumimos compulsivamente, no nos alimentamos y no utilizamos los
recursos energéticos, por lo que no contaminamos y salvamos el planeta dejando de habitarlo, dejando de vivir.
Antes de que acuñara Séneca la máxima stultitia est timore mortis mori (Epístolas a Lucilio, 70.8): es tontería morir por temor a la muerte, Lucrecio había escrito (De rerum natura: III, vv. 79-82): et
saepe usque adeo mortis formidine uitae / percipit humanos odium
lucisque uidendae, / ut sibi consciscant maerenti pectore letum, /
obliti fontem curarum hunc esse timorem: ...y hasta a las veces
por miedo a la muerte un asco tan hondo / de vida a los hombres les
entra y de ver el cielo tal odio, / que en negra congoja la muerte se
dan, olvidados del todo / que de sus penas aquel miedo era la fuente y
el pozo... : O lo que viene a ser lo mismo, pero en prosa:
El temor a la muerte suscita en los humanos tanto odio a la vida, y a
la visión de la luz, que, con pecho afligido, se dan muerte a sí mismos,
olvidando que este temor es la fuente de tales cuitas.
El poeta Ovidio, por su parte, sentenció (Metamorfosis, IV 115), timidi est optare necem: Es de cobardes desear la muerte, a propósito del suicidio de Píramo, que clava la espada en sus ijares creyendo muerta a su amada Tisbe, de lo que se siente culpable.
Mosaico de Píramo y Tisbe, Casa de Dioniso (Pafo, Chipre, siglo III d. C.)
Así glosa este mote ovidiano don Sebastián de Covarrubias Orozco en hendecasílabos rimados en sus emblemas morales: No se tiene por mucha valentía / el darse un hombre a sí propio la muerte. / Antes juzgan ser miedo, y cobardía, / por no esperar en la dudosa suerte: / que se puede trocar en solo un día / y en una hora, al menos el que es fuerte, / no vuelve el rostro al riguroso hado, / ni muere como vil, desesperado.
Se acompañan sus versos de la figura mitológica de Ayax Telamonio o si se prefiere Ayante, el hijo de Telamón, conocido como el Grande, que enloqueció cuando fue Odiseo y no él quien recibió la herencia de la armadura de Aquiles, mató a un rebaño de ovejas creyéndolas sus enemigos, y acabó quitándose la vida derrocándose sobre su propia espada.
El reino de Flora, Nicolas Poussin (1631)
En El reino de Flora, de Nicolas Poussin, se refleja, entre otros detalles, el suicidio de Ayante clavándose la espada a la izquierda del lienzo.
Frente a estos ejemplos mitológicos y legendarios de Píramo y Ayante de Telamón, Marcial, por su parte, pondera la barbaridad de un tal Fanio -personaje ficticio o quizá real pero oculto tras ese pseudónimo- y otros semejantes que se mataron ellos mismos porque no los matasen sus contrarios y contrariedades: Así dice el epigrama latino:
Hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. /
Hic, rogo, non furor est, ne moriare mori? Don Manuel Salinas hizo esta sucinta pero elegante traducción del epigrama:
Fannio, ansioso por huir / del que su muerte procura, / se mató: ¿no es gran locura / matarse por no morir?
Quevedo, en cuatro octosílabos, traducía así el epigrama de Marcial:
"Matóse Fanio al huir / de su enemigo el rigor. /
Pregunto yo: ¿No es furor /
matarse por no morir?"
Comentaba en una entrevista Eduardo Carraso, cantautor chileno fundador del legendario grupo Quilapayún entre otras muchas cosas, que cuando publicó en su primer disco como solista “La tercera no me la pierdo”
(1996) mucha gente no captó la esencia humorística y de fina ironía de esta canción contra el
belicismo y contra la guerra. Algunos llegaron incluso a acusarlo de estar promoviendo nada
más y nada menos que la tercera guerra mundial, esa misma guerra que
según el presidente del Ejecutivo español, el doctor Sánchez, ya la
estamos (vi)viendo ahora mismito. La ironía, declaraba Carrasco,
exige una cierta inteligencia. Y no todo el mundo tiene el sentido del humor inteligente para captarla. Aquel disco, titulado "Carrasco" pasó sin mucha pena ni gloria, pero merece la pena escuchar esta canción, a la luz de los acontecimientos actuales que estamos (vi)viendo.
Entre las 'guerras insulsas' que nos ofrecían en los ochenta y los noventa (contra el alcoholismo, contra el SIDA) tenemos que añadir las que han surgido después, una vez entrados en el milenio: la guerra contra la violencia de género, contra el virus asesino, contra el cambio climático... Y finalmente: la Tercera Gran Guerra Mundial, la tercera que es la definitiva por aquello de que a la tercera va la vencida, la que ya estamos (vi)viendo en todas nuestrs pantallas: La tercera no me la pierdo, letra y música del compositor chileno Eduardo Carrasco (1996):
La III Guerra Mundial es la que estamos (vi)viendo
Me
perdí la del catorce / por no haber aún nacido: / el festín de los
cañones, / la fiesta del estallido. / Me los perdí, mala suerte, /
las bombas con sus silbidos, / las trincheras en el frente, / el
fusil, los alaridos.
Después vino la segunda / y fue mejor
todavía, / pero como yo era un niño / no fui de la artillería. /
Me regalaban fusiles, / pistolas de fantasía, / pero no causaban
daño: / eran pura porquería.
Podré perderme disputas, /
peleas sin atractivo, / jaleos en el Estadio, / divorcios
consecutivos. / Podré perderme una rosca / en algún día festivo, /
pero la próxima guerra, / esa, por ningún motivo.
Hubo aquí
muy buenas guerras / con occisos* eminentes, / murió hasta Pedro'e
Valdivia** / y muchísima más gente. / Murieron conquistadores, / los
indios altivamente, / pero yo me las perdí / porque no estaba
presente.
Y una guerra muy mentada / fue la de la
Independencia: / se mataron españoles / con patriótica licencia; /
con la pólvora y la espada / se les hizo resistencia, / pero yo me
quedé afuera: / ¡me la perdí por ausencia!
Me perdí las
guerras santas, / las diecisiete cruzadas. / Jamás corté una
cabeza, / ni una sola rebanada. / Apenas alguna vez / he dado una
bofetada / y a lo más, en los sesenta / construí una barricada.
Me
ofrecen guerras insulsas / que no están a mi medida: / guerra contra
el alcoholismo, / guerra también contra el SIDA. / Yo quiero una
buena guerra / para mi furia homicida / y esta tercera que viene / me
la tengo prometida.
Guerras con gases malignos, / con sablazos
y escopetas, / guerras de grueso calibre / con tanques y bayonetas. /
Y si nos quedamos cortos / pongamos más altas metas: / ¡Hagamos
esta tercera / pa' acabar con el planeta!
*occiso: (del latínoccisus, matado) muerto violentamente.
**Pedro de Valdivia (1497-1553): conquistador extremeño que acompañó a Pizarro a América, dirigió la conquista de Chile, y fundó las ciudades más antiguas del país, entre ellas su capital Santiago. Emprendió la guerra del Arauco contra el pueblo mapuche y murió en la batalla de Tucapel.
Incluyo esta otra versión del mismo tema, habida cuenta de lo poco que duran algunos vídeos en esta plataforma.
La industria militar crea empleo: España entra en el top ten ocupando el noveno lugar del ranking mundial de principales vendedores y traficantes de armamento.
La opinión pública puede aceptarlo todo, o sea cualquier cosa que se le ponga por delante, con tal de que se le presente adecuadamente y sea además conmovedora.
La guerra sirve para engordar a la industria armamentista, así como la pandemia declarada del virus coronado sirvió para engordar a la industria farmacéutica.
Dice el presidente del gobierno que estamos (vi)viendo
una guerra real, no una película, y que hay que aumentar el presupuesto
de defensa: más para la guerra.
Los esclavos modernos no están encadenados a grilletes de hierro en pies y manos, sino endeudados económicamente a entidades bancarias de dinero y de futuro.
Véame, dice la tele: Yo le engaño, le robo su tiempo, le impido razonar, le hago ilusionarse con chorradas, desvío su mirada de lo que importa y le adormezco.
Antes había poca información, ahora demasiada, tanta sobreinformación que nos satura y oculta más que muestra, y no sólo resulta excesiva, sino tóxica también.
Primavera en flor.
Hasta nuestros días se confiaba en los periódicos como los portavoces de la opinión pública. Mas ya no son en absoluto los voceros, sino creadores e impostores.
El que acata no entiende que su sometimiento es más cobarde que la desobediencia civil, convencido como está de que su sumisión es de veras un acto de heroísmo.
Los reyes de España presidirán el Congreso Internacional
'Ganarse la vida. Género y trabajo a través de los siglos', que
tendrá lugar en la Alpujarra granadina.
Di
la orden de ir a buscar mi caballo al establo. El criado no me
comprendió. Fui yo mismo al establo, ensillé el caballo y lo monté. A lo
lejos oí sonar una trompeta; le pregunté qué significaba. No sabía nada
y no había oído nada. Junto al portón me detuvo y preguntó:
–¿Adónde vas con el caballo, señor?
–No lo sé –dije yo–, sólo fuera de aquí, sólo fuera de aquí. Continuamente fuera de aquí, sólo así puedo alcanzar mi meta.
–¿Luego conoces tu meta?
–Sí –respondí yo–, lo acabo de decir: “Fuera-de-aquí”, ésa es mi meta.
Fuera de aquí
(De La Partida de Kafka).
A
veces uno, como el jinete kafkiano, no sabe adónde ir, sólo sabe que
quiere dirigirse hacia lo desconocido, que su meta es una terra incógnita
en la que nunca ha estado, y que no hay camino señalado que lleve a
ella, que el camino lo tiene que hacer e inventar uno mismo sobre la marcha.
Estudio para avión de papel, Gabriel Pérez-Juana
"No sabemos
lo que queremos, pero sí lo que no queremos" decía una pintada parisina
de mayo del 68.
Pintada en cubo de basura del poeta neorrabioso.
Un impulso irrefrenable como corcel alazán al galope nos
empuja fuera y lejos de aquí. En esos momentos sólo sabemos que tenemos
que huir a toda costa y sin más contemplaciones de la vieja mansión que
está ardiendo -es la parábola budista de la casa en llamas-, de lo
malo conocido, porque lo que conocemos es lo malo, en busca de lo bueno
que está por conocer y que es lo desconocido que nos aguarda a la vuelta de la esquina y es
muchísimo mejor, porque peor que esto no puede ser.
Ahora que tanto se habla de Ucrania,
conviene rescatar la memoria del ucraniano Néstor Ivanovicth (o sea hijo de Iván) Majnó (1888-1934), y denunciar la manipulación que se hace de su legado y su memoria. Creó, junto a sus camaradas campesinos, un espacio libre y antiautoritario e hizo realidad el comunismo libertario. Se trata del llamado Territorio
Libre de Ucrania (1919-1921).
El nombre de Majnochina dado al movimiento majnovista se lo puso León Trotsky, su enemigo
autoritario, y está formado sobre el nombre de Majnó y el sufijo
-china, que tiene valor despectivo y peyorativo en ruso. El programa
de Néstor Majnó era sencillo: ni Dios, ni patria, ni patrón: Ni
imperialistas europeos, ni bolcheviques rusos, ni, por supuesto tampoco, nacionalistas ucranianos que reivindican ahora su figura de héroe nacional.
Néstor Ivanovitch Majnó (1888-1934)
Néstor Majnó fue, a su pesar, el cabecilla del Ejército Negro que combatió contra el
Ejército Blanco y contra el Ejército Rojo. Decimos que dirigió un
ejército a su pesar porque como dejó dicho: El ideal de vida
anarquista no puede ser defendido por ningún ejército, sea cual sea. Pero las circunstancias lo obligaron a luchar contra la invasión alemana y finalmente contra el ejército rojo.
La estatua de Majnó sustituye a la de Lenin en su ciudad natal
Su figura se ha idealizado y una estatua suya, galvanizada
y dorada, ha sustituido a la de Lenin en su ciudad natal Guliai Pole
(ciudad libre en
ucraniano). Ucrania quiere asimilar así al mayor líder anarquista convirtiéndolo en un héroe militar y símbolo de la resistencia a la invasión rusa, además de objeto de consumo del
'merchandising'. De hecho a él, que fue un internacionalista o, mejor, antinacionalista, las autoriades de Kiev, la capital de Ucrania, y de
su ciudad natal lo quieren presentar ahora como un nacionalista
ucraniano. Pero a la vez que se idolatra, se distorsiona su figura con
fines tan espurios y capciosos como atraer turismo a Guliai Pole. Sus descendientes vivos han autorizado el traslado de sus restos del
cementerio Père Lachaise de París donde está enterrado a su ciudad
natal.
Placa dedicada a Majnó en la fachada del ayuntamiento de Guliai Polé
El compositor francés de letras de canciones E. Roda Gil, hijo de un exiliado anarquista español,
escribió la letra en 1968 de esta Majnovchina, la música es la del himno de los partisanos bolcheviques, interpretada aquí a cargo de Nigra Safo. La traduzco
un poco libremente alterando en una ocasión el orden de sucesión de dos versos para
conservar la rima asonante romanceada. En la ejecución de la canción se repiten siempre los dos últimos versos de cada cuarteta asonantada.
Makhnovtchina, Makhnovtchina, / Tes drapeaux sont noirs dans le
vent; / Ils sont noirs de notre peine, / Ils sont rouges de notre sang.
Majnochina, Majnochina / negra bandera ondeante, / negra está
de nuestra pena / y roja de nuestra sangre.
Par les monts et par les plaines, / Dans la neige et dans le vent, /
A travers toute l’Ukraine / Se levaient nos partisans.
En la nieve y en el viento / por los montes y los llanos / a
través de toda Ucrania / se alzaban los partisanos.
Au printemps les traités de Lénine / Ont livré l’Ukraine aux
allemands, / A l’automne la Makhnovtchina / Les avait jetés au vent.
En mayo a los alemanes / entregó Lenin Ucrania, / la
Majnochina en otoño / al viento los arrojaba.
L’armée blanche de Denikine / Est entrée en Ukraine en
chantant, / Mais bientôt la Makhnovtchina / L’a dispersée dans le
vent.
Ruso el Ejército Blanco / cantando en Ucrania entró, / mas
pronto la Majnochina / al viento lo dispersó.
Makhnovtchina, Makhnovtchina,/ Armée noire de nos partisans / Qui
combattait en Ukraine / Contre les rouges et les blancs.
Majnochina, Majnochina, / ejército partisano / que combatía
en Ucrania / a los rojos y a los blancos.
Makhnovtchina, Makhnovtchina, / Armée noire de nos partisans / Qui
voulait chasser d’Ukraine / A jamais tous les tyrans.
Majnochina, Majnochina, / ejército partisano / que quería
echar de Ucrania / para siempre a los tiranos.
oOo
Cuelgo esta otra versión, con una traducción más literal al español, habida cuenta de lo efímeros que son algunos vídeos en esta plataforma.
Acuso
recibo de un artículo titulado The
casualties of Empire (Las
víctimas del Imperio)
escrito por el periodista norteamericano Patrick Lawrence y publicado
el 8 de marzo en Consortium
News. Según su análisis, la intención
de Washington fue provocar la intervención de Moscú e instigar un
conflicto de larga duración que atasque a las fuerzas rusas y deje
solos a los ucranianos para librar una resistencia que posiblemente
no tenga éxito. No hay otra forma de explicar los miles de millones
de dólares en armas y material que Estados Unidos y sus aliados
europeos vierten ahora en Ucrania. La estrategia estadounidense
requiere, necesariamente, la destrucción de una Ucrania puesta al
servicio de las ambiciones imperiales de Estados Unidos, como ha
venido y viene sucediendo en los últimos tiempos en Afganistán,
Iraq, Libia y Siria por ejemplo.
Más allá de este análisis, con el que podemos
estar de acuerdo, el artículo plantea que los estadounidenses -y sus
vasallos europeos también, diríamos nosotros-, nos
estamos destruyendo a nosotros mismos. ¿Cómo? ¿En qué sentido? En el de
que nosotros también somos víctimas de esta guerra en la que es nuestra mentalidad el campo donde se libra la batalla.
Empire State Building iluminado con los colores de la bandera ucraniana.
El artículo de Lawrenceenriquece bastante el debate sobre la actualidad de la guerra, porque propone
analizar la situación en Ucrania a través de un documento de la
OTAN de 45 páginas titulado La guerra cognitiva
(Cognitive
Warfare), que no tiene desperdicio, en donde se asegura que la mente
humana se considera ahora como el nuevo dominio de la guerra (the
human mind is now being considered as a new domain of war).
La intención de este estudio es explorar hasta dónde podemos
manipular las mentes de los demás y las nuestras, más allá de todo
lo que se haya intentado hasta la fecha: “El cerebro será el campo de
batalla del siglo XXI”, afirma el documento. “Los humanos son el
dominio en disputa. El objetivo de la guerra cognitiva es convertir a
cada ser humano en un arma”.
Guerra en tierra, mar y aire, y en nuestra mente.
En una subsección titulada Las
vulnerabilidades del cerebro humano, (página 13) el informe
dice lo siguiente: “En particular, el cerebro es incapaz de
distinguir [sic] si la información es correcta o
incorrecta; (…) es llevado a creer afirmaciones o mensajes que ya
ha escuchado como verdaderos, aunque estos puedan ser falsos; acepta
declaraciones como verdaderas, si están respaldadas por evidencia,
sin tener en cuenta [sic] la autenticidad de esa evidencia.”
Y se añade esto, especialmente perverso: “A
nivel político y estratégico, sería un error subestimar el impacto
de las emociones… Las emociones (esperanza, miedo,
humillación) dan forma al mundo y a las relaciones internacionales,
y actúan como cámara de eco de las redes sociales.”
La guerra cognitiva es una ventana que nos
permite acceder a métodos diabólicos de propaganda y a poder
gestionar la percepción humana de una manera que no tiene
precedentes. Estamos ante una manera nueva de librar una guerra,
tanto contra las poblaciones nacionales como contra las extranjeras
declaradas enemigas.
El objetivo de la guerra cognitiva son nuestras neuronas.
A propósito de esto, cita Lawrence un fragmento
del libro de C. G. Jung Presente y Futuro (1957): La argumentación razonada sólo es
factible y fecunda mientras la carga emocional de una situación
dada no rebase un determinado punto crítico; en cuanto la
temperatura afectiva exceda de dicho punto, la razón se
torna inoperante y cede el paso al eslogan y al anhelo quimérico,
esto es, a una suerte de estado obsesivo colectivo, el cual,
conforme se va acentuando, degenera en epidemia psíquica.
Lo que viene a decir, en términos más sencillos,
que cuando nuestras emociones nos superan, ya no podemos pensar
racionalmente o hablar de manera provechosa entre nosotros.
Parece que la guerra cognitiva funciona, sea o no
sea este informe de la OTAN el manual de los propagandistas, y está
funcionando en todo su esplendor en el conflicto que ahora ocupa a todos los medios de la guerra de Ucrania para la mayoría de los
estadounidenses y europeos.