A veces los periodistas,
aunque pueda parecerle mentira a alguien, dicen más verdad de la que
pretenden cuando se les escapa algo que a lo mejor no querían decir
pero que resulta razonable e incluso contradice a veces la narrativa
oficial que habitualmente suelen predicar. Me dio la sensación de
que pasaba algo de esto y se les había escapado algo a su pesar
cuando leía distraídamente lo que habían escrito las periodistas Mónica
Zas Martos y Marta Borraz coautoras del artículo “El
miedo por los vulnerables y la presión de las farmacéuticas avivan
la fiebre por la tercera dosis en los países ricos” que
publicaba el deleznable Diario.es el otro día.
No me refiero al título
citado del artículo, bastante claro por cierto, ni a la explicación
subsiguiente, que era esta: Estados Unidos, Alemania, Francia y
Austria se han sumado a la decisión de Israel de inyectar una dosis
de refuerzo a los más vulnerables, una estrategia puesta encima de
la mesa por las empresas, según los expertos, reforzada por la idea
de atajar los contagios entre los mayores;
ni me refiero tampoco a la constatación que hacían de que: Solo el 1%
de la población empobrecida ha recibido alguna dosis anti-COVID
mientras crece la presión para el tercer pinchazo, sino a las
siguientes frases que no me pasaron desapercibidas, tratándose de
una reflexión aparentemente trivial pero muy significativa y no de una información como las dadas previamente:
Los virus no son lo único que se transmite a gran velocidad
por el mundo. Hay polémicas o debates que comienzan
de forma residual y se propagan hasta dar lugar a
una fiebre colectiva como el caso de la tercera
dosis en Occidente (subrayado
mío).

Ya
intuíamos que los virus se viralizaban, valga la
redundancia, como demostraba el uso del adjetivo 'viral' antes ya de
que se declarara el SARS COV-2. La docta Academia además de recoger
la esperada acepción de “concerniente o relativo a los
virus” incluye:
Dicho de un mensaje o de un contenido: Que se difunde con gran
rapidez en las redes sociales a través de internet. Lo que aprendemos ahora es que los virus son información, genética o productiva, si se quiere matizar más, pero información al fin y al cabo que modifica nuestro
comportamiento una vez que nuestrras células la alojan o procesan, o como dice la
FDA: A virus is a small collection of genetic code, either
DNA or RNA, surrounded by a protein coat.
En
ese sentido resulta interesante la constatación que hacen las
citadas periodistas de que los virus “no son lo único que se
transmite a gran velocidad por el mundo”, porque también hay
“polémicas o debates” es decir, ideas u opiniones, que se
transmiten como los virus haciéndose virales, a gran velocidad por la Red, propagándose
hasta dar lugar a una fiebre colectiva, es decir, a generar síntomas
como este de la fiebre. La información es el auténtico virus. No se
olvide que el virus es un código informatizado. Información, es por
ejemplo, la necesidad o conveniencia al menos de la susodicha
“tercera dosis”. Ya en el titular reconocían las autoras del
artículo que la fiebre (muy interesante la sintomática metáfora
clínica que cuando la utilizamos dice más cosas que las que
queríamos decir y de alguna manera habla y obra por nosotros) de la
tercera dosis estaba avivada por el miedo (fundado porque ya está sucediendo) a que los vulnerables, que
ya están vacunados (y presuntamente inmunizados), contraigan el
virus, así como por la presión de las farmacéuticas; en resumen,
pánico y presión.

En
cuanto a lo primero, parece que es un miedo bastante razonable dentro
de lo razonable que puede ser el miedo irracional, si tenemos en
cuenta que los vacunados, pese a lo que digan los periodistas a
veces, no están inmunizados y de hecho pueden contraer el virus. Por
poner un ejemplo leído en la prensa local de Cantabria de anteayer: En
los últimos 14 días ha habido 70 ingresos hospitalarios en
Cantabria que tenían la pauta completa, lo que supone un 42% de
pacientes covid que ha registrado la región.
Lo que implica que esas personas, que no son simples casos
farmacológicos asintomáticos que han resultado positivos tras una prueba de
laboratorio, sino casos clínicos que han necesitado hospitalización,
disponían, habida cuenta de la “pauta completa” o doble dosis de
vacunación, ya de un teórico pasaporte sanitario que les
permitiría, por ejemplo, viajar por la Unión Europea sin ninguna
restricción e incluso entrar en el Reino Unido exhibir una PCR
realizada como mínimo 72 horas antes como condición imprescindible
ni tener que guardar cuarentena después y realizar otras dos PCR,s.
algo que resulta por lo menos paradójico y por lo más
incomprensible. Tienen un salvoconducto que acredita que están
inmunizados y como consecuencia de ello pueden viajar y desplazarse
sin restricciones pero sin embargo están contagiados -y, se deduce
de ello, son contagiosos, por lo que se desmorona la coartada de la
inmunización colectiva o de rebaño. ¿Cómo es posible que dispongan de tal salvoconducto
con licencia para contagiar una enfermedad que ha matado a tantísimas
personas? ¿No se revela aquí la falsedad de dicho documento que no
merece por lo tanto el adjetivo de “sanitario”, ni siquiera el
metafórico de “verde”, aludiendo a la luz del semáforo que nos
da vía libre?
Resulta
curioso cómo la libre circulación de las personas carente de
salvoconducto o papeles (vamos a decirlo así aunque nos refiramos a
un ridículo código QR que nos remite a una página web donde
aparece nuestro nombre propio y apellidos registrado como vacunado)
recibe un serio golpe del Estado como es la prohibición, mientras que la de los capitales,
tan campantes, no encuentra ningún obstáculo que se
interponga en su camino a los denominados paraísos fiscales. Se suprimieron las antiguas fronteras en la Unión
Europea pero se han creado ahora mismo otras nuevas más
segregacionistas e infranqueables. La movilidad numérica sanitaria
de la vieja Europa se parece cada vez más al universo matricial
digital con libertad restringida y condicionada que a un espacio de
libertad y de apertura.

Alguien, un diablejo que
parece un ángel, me susurra al oído que es por el bien común, por
nuestra seguridad, que la vacuna nos hace libres, como el trabajo en
los campos de exterminio nazis según aquella divisa en la lengua de
Goethe de ARBEIT MACHT FREI, que ahora podíamos sustituir por
IMPFUNG MACHT FREI, o sea la inyección nos hace libres, como cacareó con otras palabras el atolondrado
presidente del gobierno español, que en el fondo es un tontaina muy
listillo, al calor de un mitin en plena campaña
electoral madrileña, soltando la siguiente ecuación, que era una
perla: Libertad hoy es vacunar, vacunar y
vacunar. Nos proporcionaba así el doctor en
economía la definición seguramente más original por lo
estrambótica y rocambolesca que haya dado nunca alguien de libertad. Y no contento con decirlo una vez, repitió hasta tres veces el verbo “vacunar”, como si
quisiera inocularnos verbalmente de ese modo el sacrosanto suero libertario en
tres dosis sucesivas.
En
cuanto a lo segundo, que era la presión de la industria
farmacéutica, cuya codicia es insaciable... poco o nada puedo yo
decir que no se haya dicho ya.

Volviendo,
pues, sobre el artículo de las dos periodistas que venían a decir
que el virus no era lo único que se viralizaba, habría que añadir
que, en efecto, la información a través de todos sus medios
tradicionales y sobre todo digitales ya en nuestra era es lo único
que se transmite a mayor velocidad que los virus y las bacterias y
demás gérmenes o microbios entre la gente por el mundo. Y
recordando la paradoja de McLuhan de que “el medio es el mensaje”,
podemos afirmar que la Red Informática Mundial, la World Wide Web
que abreviamos WWW, es el auténtico virus que se viraliza a gran
velocidad, y el que mueve ahora a los gobiernos de Occidente
(empezando por el pueblo elegido de Israel, y siguiendo por sus
aliados de Estados Unidos, Alemania, Francia y Austria, como señala
el artículo de las citadas periodistas) a plantearse ya la
tercera dosis vacunal para evitar que se propague la fiebre
colectiva, movidos, no se olvide, por el miedo y por la presión
farmacológica.