lunes, 14 de junio de 2021

De la covidiotez como covidiotismo

No estoy de acuerdo yo con la docta Academia que adapta el anglicismo covidiot a la lengua de Cervantes como covidiota y lo define así: [Persona] Que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio de la covid. Y se queda tan ancha y tan pancha. No estoy de acuerdo con la definición. Es verdad que el terminacho fue inventado por periodistas norteamericanos como insulto para ofender a la gente que no se creía el relato oficial de la pandemia, pero puede volver como el bumerán hacia quien lo lanzó, y es lo que modestamente aquí voy a proponer.
 
El palabro es un calco estructural del inglés covidiot, voz atestiguada en la lengua de Shakespeare desde el año pasado en la prensa del Régimen, y consignada ya en el Oxford Advanced Learner's Dictionary (2020), lo que no extraña nada por la rapidez de los acontecimientos que se suceden de la noche a la mañana. Está fabricado como resultado de la suma de covid y de idiot. Y no hay que perder de vista que covid, a su vez, está creado ex nihilo a partir de la soldadura de tres términos corona, virus y disease, nombre este último de la enfermedad, por lo que significa "enfermedad del coronavirus" o, como preferimos algunos, "...del virus coronado". 
 
Parece que la palabra les viene como anillo al dedo a las autoridades académicas para describir en sintonía con las sanitarias a aquel que no cree en la declaración de la pandemia universal que proclamó solemnemente urbi et orbi la OMS y, como consecuencia, no practica -o se niega a cumplir como dice la docta institución- las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio. 
 
Es decir se aplica el vocablo a los no creyentes y no practicantes, cuando lo lógico sería utilizarlo para describir a los creyentes y practicantes, porque no hay que perder de vista el significado del griego ἰδιώτης idiṓtēs, que es mucho más que un insulto similar a tonto o estúpido y el apelativo del que padece idiocia, que como término médico define la docta Academia del siguiente modo: Trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida
 
Si consultamos un diccionario de griego, veremos que su significado original es “particular”. Debe compararse, para entenderlo bien, con el término emparentado “idioma”, y los famosos idioms ingleses, o expresiones peculiares de una lengua que no se dan en las demás: un idioma en castellano era también en principio una particularidad de estilo y una locución de sentido especial, uso del que derivó el actual de “lenguaje propio de una nación”. 
 
Además en griego también significaba “privado” como opuesto a “público”, y “propio” contrapuesto a “común”, por ejemplo en Heraclito aparece la locución idíe phrónesis -pensamiento particular o ideas propias, diríamos nosotros- opuesto al logos xynós o razón común. Pero no perdamos de vista el significado popular de “tonto, necio, ignorante”, que es como habitualmente se usa el término, y preguntémonos quién es el tonto, si el que cree que las normas sanitarias que se han dictado son para evitar el contagio de la covid, como dice la docta Academia, o el que duda de su eficacia y las critica abiertamente e incluso se niega a cumplirlas.
 
Pongamos un ejemplo: el hecho de llevar mascarilla nasobucal en plena naturaleza, por ejemplo en la playa cuando uno no está aquejado de ningún síntoma que delate una enfermedad que pueda contagiar a los demás poniendo en peligro su vida. En este caso vemos enseguida que la covidiotez o el covidiotismo consiste más bien, dando la vuelta a la definición académica, en [Persona] Que cumple las normas sanitarias dictadas, que no aconsejadas, para evitar el contagio de la covid
 
La duda, y de ahí el escepticismo y la incredulidad, nace de dentro y de abajo, mientras que la creencia es algo que se nos impone (y nos imponemos) desde fuera y desde arriba, es decir, desde las Altas Instancias tanto del Poder como de uno mismo, por la necesidad que tenemos de creer en algo, da igual que sea en los Reyes Magos que en la socialdemocracia. 
 
¿Quién es más covidiota, por lo tanto? ¿Este hombre que se echa una siesta solo, en plena naturaleza, embozado con la mascarilla nasobucal, como las autoridades sanitarias mandan, aquellas que tienen la autoridad del gobierno pero no la del conocimiento?
 
 
¿O esta mujer, que hace lo mismo, pero desoyendo las normas sanitarias vigentes, como aconseja el sentido común?



domingo, 13 de junio de 2021

Iglesia Sanitaria de la Salvación

Como cualquier culto, el sanitario tiene su liturgia: abluciones rituales, interposición de distancia física y la mascarilla que delata a sus fieles feligreses.

 
Nuevo y terrible totalitarismo caracterizado por el higienismo a ultranza y la tanatofobia, muy difícil de desenmascarar, siendo la máscara como es obligatoria.
 
La mascarilla es durante estos malos tiempos para la lírica que corren todavía el niqab nasobucal reglamentario de sumisión islámica a la mascarada sanitaria. 
 
La Sombra unidireccional de la Cruz
 
Muchos adictos al culto sanitario, cuando la máscara deje de ser obligatoria, si alguna vez deja de serlo, confiesan que seguirán usándola por propia voluntad. 
 
No se sabe quién es el Pontífice Máximo de esta nueva religión. Ahí radica su éxito. No hay una única cabeza visible que pueda en la guillotina ser decapitada. 
 
El objeto venerado del nuevo culto científico es la vacuna, la única vía para salvarnos de la muerte y reconquistar el paraíso del que hemos sido despojados. 
 
La inoculación es el principal sacramento de la nueva religión, el bautismo y la comunión que imprime carácter de adepto a la iglesia sanitaria de la salvación. 
 
Estudio para la Nueva Iglesia, Gabriel Pérez-Juana (2021)
 
Las personalidades que se someten a la vacunación ante las cámaras son los nuevos santurrones y beatos meapilas que muestran el camino que tenemos que seguir. 
 
La vacuna es hostia consagrada, cuerpo de Cristo y pan angélico con el que los feligreses comulgan como Dios manda en la celebración de la eucaristía sanitaria.
 
Entre los ingredientes de esta nueva religión, cuyos apóstoles son los medios de masas, no podían faltar el rancio dogmatismo aderezado con el viejo fanatismo. 
 
Un nuevo tribunal de la Santa Inquisición decide cual Torquemada lo que es verdad y lo que no, castigando con la excomunión a los que no comulgan con el dogma. 
 
 
Los incrédulos y los escépticos de este nuevo culto son considerados herejes y apóstatas demonizados que se han apartado de la verdad de la ciencia revelada. 
 
No tardarán, al ritmo progresivamente acelerado que van los acontecimientos, en empezar las persecuciones y la caza de brujas y quema de infieles en la hoguera. 
 
Síntoma de buena salud: No adaptarse a esta sociedad higinenista y, paradójicamente, gravemente enferma a la que nos ha empujado la neurosis viral tanatofóbica. 
 
oOo
 Cuando no sean obligatorias las mascarillas...

Cuando no sean obligatorias las mascarillas en las Españas, si alguna vez llega el momento, habrá quienes seguirán llevándolas sin embargo por propia voluntad,

porque se han acostumbrado tanto a ellas después de un año y pico que se sentirían como bichos raros si no las llevan, como si anduviesen desnudos por la calle,

porque se sienten más seguros, porque están convencidos de que se respira mejor, porque en boca cerrada, como dice el refrán, no entran las moscas ni los virus,

infinitamente diminutos, muchísimo más que mosquitos, tanto que son invisibles y hace falta microscopio electrónico y fe macroscópica de carbonero para verlos,

porque son prenda imprescindible ya de nuestro armario ropero que, lejos de despersonalizarnos, personifica la idiosincrasia, idiocia e idiotez de sus usuarios.

sábado, 12 de junio de 2021

Cosas del doctor Escardó

 



De ¡Oh! La escuela: Cuando chico me dijeron que la escuela era el templo del saber. Después me enseñaron que en un templo no hay nada que saber. Porque todo está sabido. Y que eso se llama dogma de la fe. De modo que todos saben lo mismo. Lo que es democratiquísimo... Lo mejor de la escuela son las vacaciones... 

 

 De ¡Oh! La TV: La TV es el opio de los pueblos. Con reparto a domicilio. De ahí que los directores de televisión se conduzcan como traficantes de drogas. Produciendo primero la adicción... El rating es la sustitución de la calidad por la cantidad. Y el último refugio de la democracia... Las autoridades han instituido el horario de protección del menor. Que sirve para que la ñoñez se llame moral. Lo que urge es establecer el horario de protección del adulto. Que cubra las 24 horas del día.  

 


 El aforismo de Florencio Escardó contra la medicina profiláctica: “La única medicina es la que cura, provenga de académicos, santones, curanderos o abuelitas.” 

oOo 


Yo estoy escri­biendo un artículo para La Nación, aparece mañana y la mitad de los lectores no lo leen, a la mitad de los que lo leen, no les importa, y de los que quedan, la mitad no lo entiende. 

oOo

 Si hay algo que me repugna son los dogmas. Creo que los dogmas han hecho mucho mal a la humanidad, porque han impedido al hombre pensar libremente.

oOo


¿Usted quiere algo más horrible que las computadoras?, ¿o más espantoso que la televisión? Yo a las madres les pregunto cuántas horas ve su hijo de televisión por día, y el promedio es de cinco horas. Es decir que a esos chicos no les queda tiempo para jugar, para revolcarse, para ser un niño. Pero frente a la televisión hay un peligro mucho mayor, que es la computadora: el chico ha dejado de pensar, ha perdido el poder creati­vo porque obtiene todas las respuestas apre­tando unos botones. Así estamos creando una generación de idiotas.


oOo

Sí (soy vegetariano) y no creo que sea una virtud especial. Dígame: si usted tuviera que matar al pollo que se va a comer, ¿lo comería? No. No se lo comería. Si usted tuviera que ir al matadero y ver cómo a la vaca le pegan un mazazo en la cabeza, ¿se comería el bife? No, seguramente no.

viernes, 11 de junio de 2021

"Nisi video non credo"

    Una escultura llamada “Io sono” (yo soy, en italiano) del artista plástico Salvatore Garau fue subastada en Milán el pasado 18 de mayo en la Galería Art-Rite por 14.820 euros exactamente. Hasta aquí nada raro que se aleje de lo habitual, salvo cuando se nos dice que la obra escultórica en cuestión es inmaterial. 
 
    El artista italiano explica que ya hace años que trabaja con esculturas invisibles pero que sólo ahora ha decidido "exponerlas" porque son la perfecta metáfora de los tiempos que estamos viviendo. El catálogo de la casa de subastas presentaba así la obra de de este artista contemporáneo: «"Io Sono" es una escultura inmaterial para instalar en una habitación privada, en un espacio libre de obstáculos». Las dimensiones son de aproximadamente un metro y medio por un metro y medio, detalle importante para que el comprador sepa dónde puede caberle y colocarla. 
 
 
    La pieza sólo puede ser vista por el artista en su cabeza, que explica, por su parte: «El vacío no es más que un espacio lleno de energía, y aunque lo vaciemos y no quede nada, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, esa nada tiene un peso. Por tanto, tiene energía que se condensa y se transforma en partículas, es decir, en nosotros»   
 
    ¿Qué ha comprado el comprador de esta obra invisible con dinero bien visible, contante y sonante digitalmente hablando? Ha adquirido el concepto de "obra de arte", de la que posee un certificado de autenticidad, y un título que le hará pensar: Io sono, yo soy... ¿qué soy yo? ¿quién soy yo? Y podrá imaginar a su gusto la respuesta.
 
    En febrero pasado, Salvatore Garau había realizado ya otra obra invisible llamada “Buda en contemplación". Podemos imaginarnos, por ejemplo, un Buda sentado en la postura del loto... Para los que no lo creen si no lo ven, he aquí la prueba irrefutable del vídeo (palabra latina que precisamente significa “yo veo”). Y ¿qué es lo que vemos? Que la escultura de Buda es invisible. O sea que su presencia brilla por su ausencia, pero no porque no exista, que sí existe y de hecho cotiza como obra de arte, sino porque sólo existe, como el amigo imaginario de la infancia, en nuestra fantasía.
 
     
 
    En el vídeo yutubiano sólo se ve un cuadrado blanco dibujado en el suelo que señala el emplazamiento exacto de la obra fantasmagórica, delante del mítico teatro Scala de Milán.  
 
    Salvatore Garau, el artista invisible, ha presentado también otra obra inmaterial que no se puede ver pero sí imaginar en Nueva York, titulada "Afrodita llora" en frente del Federal Hall y no muy lejos del New York Stock Exchange, donde permanecerá para siempre. Nos preguntamos por qué llora esta Afrodita labrada y cincelada en la mente del artista. Llora, quizá, por la muerte de su querido Adonis, y podemos "ver" la escena que representa esta obra de arte abstracto y contemporáneo, cuyo título necesitamos conocer, como el de tantísimas otras obras modernas, para saber qué demonios representa y comprenderla.   
 
    Pero los proyectos de este genial escultor que trabaja con la materia plástica de sus sueños en el terreno de nuestra imaginación no se acaban ahí. Ya ha recibido propuestas de otras ciudades del mundo. Confiesa que quiere exponer siete esculturas invisibles en otras tantas ciudades, habida cuenta del simbolismo significativo del número siete.
 
 
    Mamma mia, se non lo vedo non ci credo!

jueves, 10 de junio de 2021

De los médicos, según el doctor Escardó

*Lo primero que nos pregunta el médico es qué nos pasa. Si lo supiéramos no iríamos a preguntárselo a él... En el fondo todo paciente es un médico. Como lo demuestra el hecho de que el galeno le pregunta qué le pasa. A ver si el paciente lo ayuda. Como colega. 

*La medicina es una carrera muy dura. Comienza poniendo en contacto con un cadáver a un hombre destinado a preservar la vida. Para que aprenda adónde irá a parar. Luego de largos y penosos estudios hace lo que le indican los folletos de los traficantes de drogas. Que son el curso de postgrado de la mayoría de los médicos. Gran parte del saber médico consiste en negar lo que dicen los otros médicos. 

  
*Los médicos se dividen en generales y especialistas. Los primeros son especialistas en todo. Los segundos son los que saben cada vez más de cada vez menos. Se evalúan por lo que no saben. Que es todo lo demás. De modo que la especialidad es lo de menos. 

*El médico es el chamán de la era de la técnica. 

*Lo grave de los médicos son los enfermos. Que sólo van a verlo cuando se sienten mal. Ignorando que la salud es un estado patológico. Contra el cual hay que vacunarse. Fumando para tener cáncer. O trabajando para tener infartos. Tampoco saben que la felicidad es un estado agudo. Que no deja inmunidad. El resultado es que el médico está convencido de que la humanidad está compuesta por enfermos. A punto que no cree en la salud. Sino como un momento entre dos afecciones... 


*Lo terrible de los médicos es su lenguaje. “Hablan como gendarmes que supiesen griego” (Bezançon). Cuando a la infección la llaman sepsis. Al ahogo anoxia. A la calvicie falacrosis. Y a los recuerdos de la infancia complejos. Uno no se da cuenta de que es un arte antiguo. Que no se moderniza. Porque gran parte del progreso científico consiste en dar nombres nuevos a fenómenos viejos.

*Los médicos son profesionales mal empleados. Se les pide que curen enfermedades. Que es lo que no pueden hacer. Porque o se curan solas. Y entonces no hay que curarlas. O no se curan. Y entonces tampoco hay que curarlas. La misión del médico es enseñar al paciente a convivir con la enfermedad. Los médicos solo pueden ser útiles evitando que los enfermos se contagien. No de la enfermedad que padecen. Sino de la que no saben que padecen... 


 *Los médicos son un mal necesario. Porque las enfermedades son un mal necesario. 

 (De ¡Oh! Los médicos I y II, Florencio Escardó)

 

El médico de hoy no puede hacer nada sin pedir exámenes, radiografías, ecografías… Ha perdido el hábito de estar al lado de su paciente, de tocarlo, de mirarlo y escucharlo. Y eso no significa una pérdida de tiempo ni una tortura para el paciente. Al contrario.

(De la entrevista con Mónica Sabbatiello a sus ochenta y cinco años). 

miércoles, 9 de junio de 2021

Mitridatismo

    Hay una creencia muy antigua de que la ingesta de un producto tóxico en mínimas dosis brindaría al organismo una supuesta resistencia al mismo que en grandes cantidades podría ocasionarle la muerte. A esta creencia se denomina mitridatismo, y guarda cierta relación, desde mi punto de vista, con la homeopatía, que se basa en el principio de similia similibus curentur (cúrense las cosas semejantes con sus semejantes), que fue el lema de Samuel Hahnemann, fundador de la homeopatía moderna, quien en 1806 escribía que los fármacos debían suministrarse en pequeñas dosis sobre la base de la semejanza con los síntomas de los pacientes.
 
    El origen del término está en el rey Mitridates VI (120-63 a. C.), también llamado Mitradates, el más famoso rey del Ponto, y el más peligroso enemigo de Roma durante el siglo primero antes de nuestra era. A medio camino entre un civilizado filoheleno admirador de Alejandro Magno y un monarca oriental, intentó fusionar Oriente y Occidente, pero como dice de él el Diccionario Clásico de Oxford no acertó a calibrar bien ni a superar el poder de Roma al que se enfrentó. El caso es que como temía por su vida y tenía miedo de ser envenenado en cualquier momento, ingería regularmente pequeñas dosis de veneno a fin de desarrollar inmunidad. 
 

Busto de Mitridates VI caracterizado como Heraclés.
 
     Tras ser derrotado por Pompeyo, su hijo Farnaces provocó una revuelta contra él, y Mitridates trató entonces de suicidarse aumentando la dosis de veneno, pero no logró, al parecer, quitarse la vida de ese modo a causa de la supuesta inmunidad que habría adquirido, por lo que tuvo que recurrir a un fiel guardaespaldas para que lo atravesase con la espada. 
 
    A finales del siglo XIX se comerciaban en los Estados Unidos unas pastillas cuya propaganda aseguraba que hacían desaparecer de la piel de la cara las pecas, granos y manchas faciales. Estas pastillas contenían veneno, pero era un secreto a voces, ya que en la misma etiqueta se podía leer: "Arsenic Complexion Waffers" ("Píldoras con Arsénico para la Complexión"). 
 
 
     Ya en época victoriana se sabía que el arsénico era venenoso, pero se pensaba que en mínimas dosis no perjudicaba. Bien es verdad que el cuerpo humano puede tolerarlo, pero no deja de ser un serio riesgo para la salud. No es raro que muchas damas victorianas alcanzaran una extremada palidez cuasicadavérica a cuenta de la ingesta de arsénico. 
 
    Cada vez, viniendo a lo de hoy, hay más estudios científicos que apuntan a que las denominadas vacunas de ARN y ADN que están inyectando a la población contra la Covid-19 son un fenómeno de mitridatismo o ingesta de un producto tóxico para adquirir una supuesta resistencia al mismo. 
 
    Las vacunas clásicas inyectaban el "tóxico" atenuado o muerto, pero ahora se inyecta activo, vivo. De ahí los numerosísimos efectos secundarios, a veces mortales, como nunca se habían visto en los fármacos autorizados hasta la fecha. Parece que la proteína spike o de espícula que inoculan es la sustancia tóxica. No hace falta más que ver los datos de vigilancia farmacológica tanto europeos como norteamericanos para comprender que las denominadas “vacunas” contra la covid-19 aplicadas como remedios de una enfermedad potencial provocan tantos riesgos de muerte como la enfermedad misma que pretenden combatir. 
 

 
    La proteína de espícula sería el veneno tóxico activo, no atenuado ni muerto, en este caso. Ahora bien, estos fármacos tampoco introducen directamente la proteína en nuestro cuerpo, sino que en el colmo de la sofisticación inducen a nuestro organismo a fabricarla, lo cual puede provocar efectos genéticos desconocidos hasta la fecha.
 
    Resultaría gracioso, si no fuera sarcástico, que los científicos que tanto han denostado y prohibido la homeopatía, tachándola de pseudociencia, estuvieran ahora reivindicando su principio fundamental, y que la ciencia que profesan estuviera recayendo en la superchería paracientífica. 

martes, 8 de junio de 2021

Del sacrificio de Isaac

    Leía yo el viernes pasado un titular del BOE (me refiero a El País, el sedicente “Periódico Global” ) que decía: “Sanidad quiere vacunar contra la covid a los adolescentes antes de iniciar el curso escolar”. El subtítulo aclaraba que la EMA, la agencia farmacológica europea, daba luz verde -o sea, la orden- a la vacunación  de los menores comprendidos entre 12 y 15 años, es decir, a los que están cursando, entre nosotros, la ESO o Educación Secundaria Obligatoria, que es el nuevo servicio militar instaurado en España igualitariamente para ambos sexos. No leí nada más. La vacunación, obligatoria como en la mili, pensé. Y los adolescentes, carne de cañón.
 
    La noticia, no me pillaba por sorpresa. Es el sacrificio de Isaac en manos de su padre Abraham, que se somete así a la voluntad de Dios, que es la cuestión central de las religiones monoteístas tanto para el judaísmo como para el cristianismo, y también para el islam, que como se sabe, significa “sumisión a Alá, o lo que es lo mismo, a Dios”. Y la voluntad de Dios, en este caso, es el sacrificio de los jóvenes, cuya inoculación en dos cómodas dosis sólo puede justificarse no para librarlos a ellos de una enfermedad que sufren muy poco o nada, sino para que no se la transmitan a sus mayores, aunque no esté demostrado que sean contagiadores. Se lucra así un poco más la sinvergonzonería de los traficantes de drogas internacionales. Su inmolación se lleva a cabo en nombre del beneficio que obtendrá la casta de la gerontocracia gobernante, lo que revela el carácter totalitario del Régimen que padecemos. 
 
 
La ESO amordaza.
 
    Pero vacunar a los adolescentes no es algo inocuo, sino que tiene un riesgo que no corren si no se les inyecta. Hay, en efecto, una estadística que no le preocupa mucho a la Agencia Europea de Fármacos; en Israel, donde se viene practicando impunemente la vacunación adolescente, se ha observado que uno de cada 5.000 pinchazos desarrolla una miocarditis que requiere hospitalización... Estas miocarditis no son mortales, pero sí graves. En otras palabras, si se vacuna a 500.000 adolescentes en España, ya sabemos que 100 padecerán esta enfermedad tan dolorosa. A pesar de ello, las autoridades sanitarias europeas, animadas por la luz verde de la Agencia farmacológica, predican que el beneficio es mayor que el riesgo. Claro está que no se refieren al beneficio de los adolescentes, que ya vemos que corren cierto peligro a corto plazo -no sabemos a largo plazo-, sino al supuesto beneficio del resto de la comunidad y sobre todo al beneficio económico de los laboratorios farmacológicos que trafican con dichas sustancias químicas.  (La palabra "beneficio" ya sólo tiene sentido económico en nuestro mundo. ¿Por qué será?) Digo “supuesto” porque, insisto, no está demostrado que contagien. Y si lo hacen, la enfermedad que transmiten no es tan fiera como nos la pintan los pájaros de mal agüero. 
 
    En otras palabras, estamos sacrificando a nuestra juventud por el bien de los mayores. Los padres inmolan a sus hijos. Nihil nouom sub Sole. El bien común lo justifica todo, hasta el mal necesario o mal menor. Es el sello del totalitarismo.
 
El sacrificio de Isaac, Mariotto Albertinelli (c.1509-1513)
 
     Leyendo prensa norteamericana, veo que allí muchos centros escolares han rechazado las pruebas rutinarias de detección del virus para los niños y adolescentes, ya que rara vez se enferman gravemente y una prueba positiva puede desencadenar cuarentenas perturbadoras. Sin embargo, aquí en las Españas, se siguen haciendo en los centros “educativos” de enseñanza primara y secundaria obligatorias estas pruebas de rutina todos los días, se les sigue obligando a a guardar las distancias entre ellos y a portar mascarillas (¡la ministra del ramo dice orgullosa que los niños se sienten héroes que salvan vidas llevando el bozal en la boca y asfixiándose!), y se les sigue adoctrinando en el terror y declarando “cuarentenas perturbadoras”, pese a la evidencia “científica” de que rara o ninguna vez contraen gravemente la enfermedad maldita. 
 
    Pero aquí es donde se ve que se trata de mantener el relato dominante y su mentira a toda costa, y para eso es necesario declarar cuarentenas “disruptivas”, cerrar aulas a cal y canto, no vaya a ser que se descubra que el rey estaba desnudo, y que la dichosa enfermedad maldita no era una Nueva Enfermedad, sino que, como sospechábamos algunos desde el principio, era la vieja gripe enloquecida con una enfermedad mental inducida por la OMS, basada en la prueba PCR + del virólogo de cabecera de la canciller alemana y alimentada por los medios de comunicación a medio camino entre la psicosis colectiva y la histeria paranoica, como el cuento aquel del SIDA que nos contaron una vez para meternos el miedo en el cuerpo y en las entretelas de las almas. 

lunes, 7 de junio de 2021

Se la meten y exclama: ¡Qué maravilla!

    Una conocidísima presentadora de la televisión española se presta sin ningún pudor por su parte a que lo que debería ser un acto privado perteneciente a su intimidad como es la inoculación en directo de una supuesta vacuna contra la enfermedad del virus coronado se convierta en un espectáculo público y mediático al hacerlo ante las cámaras de la tele para dar ejemplo animando a la ciudadanía a que, como ella, se la deje meter. 

    Como se trata de un "momento histórico", será retransmitido en vivo y en directo por la cadena para la que trabaja, y al día siguiente aparecerá en todos los periódicos y redes sociales. La presentadora tenía cita para las 11,30 horas en el Hospital Zendal de los madriles. Ha llegado diez minutos antes y, como no hay cola, no tiene que esperar. La locutriz que presenta el glorioso evento desde el estudio comenta que ha sido "llegar y besar el santo".  Después de identificarse y de confirmar que "ella es la persona que tiene que ser", le dan a elegir el brazo que prefiere, que se aconseja que sea aquel "sobre el que no se apoya", para recibir el jeringuillazo. 

 

     La presentadora, embozada con la mascarilla de rigor, no mira a la aguja que le inyecta la enfermera porque le da algo de impresión. Tiene, confiesa, cierta tirria a las agujas por lo que no puede mirar el pinchazo. Mira, claro está, a la cámara. Cuando le dicen que "eso -nunca mejor dicho porque no se sabe lo que es- ya está dentro", ella exclama: ¡Qué maravilla! ¡No me he enterado de nada! Y entonces se oye el Aleluya de Haendel como glorioso colofón del acto. 

    Aleluya es un término que, según la docta Academia, procede del latín tardío halleluia y este, a su vez, del hebrero hallĕlū yăh y significa nada más y nada menos que  'alabad a Dios'.

Elvis Presley se vacuna de la polio
 

    Una puesta en escena religiosa de predicación con el ejemplo y de utilización de la imagen como adoctrinamiento la de esta presentadora, que nos recuerda, salvando las insalvables distancias, claro está, a aquella otra lamentable puesta en escena del Rey del Rock, Elvis Presley, prestándose a la misma manipulación cuando se dejó vacunar de la polio ante las cámaras en los años cincuenta del pasado siglo. 

domingo, 6 de junio de 2021

Del suicidio

    La palabra "suicidio" proviene del latín suicidium, pero, paradójicamente, no figura en ningún diccionario de latín clásico. Su creación suele explicarse como compuesto del sufijo -cidium, matanza, derivado de caedere matar, de donde homicidio, genocidio, etc. y el pronombre reflexivo sui de sí mismo. De haber existido este palabro en latín clásico, se hubiera entendido  como matanza de un cerdo (de sus suis, cerdo, de donde nuestro suido), habida cuenta de que son los nombres y no los pronombres los que suelen utilizarse como prefijos en la lengua del Lacio. 

    La primera mención del término neolatino suicida fue registrada por Gauthier de Saint-Victor en el siglo XII y es la única hasta el siglo XVII, por lo que podríamos decir que en la Edad Media, propiamente, no hay suicidas, sino "sui homicidae" homicidas de si mismos o "desperati" desesperados, que es como se denominaba, un tanto imprecisamente, a los que se infligían una muerte voluntaria.

    En latín clásico, en efecto, se prefiere la expresión mors uoluntaria, o se dice que alguien propria se manu interfecit, como dice san Jerónimo que hizo el poeta Lucrecio a la edad de 44 años.

    En la antigüedad el suicidio nunca fue condenado ni estuvo mal visto, como en nuestra época donde el llamado “suicidio asistido” está penado por las leyes en la mayoría de los países.

    El ejemplo clásico digno de muerte voluntaria sería Sócrates que, condenado a morir mediante ingesta de cicuta, tal como la presenta Platón en el Fedón, fue visto como un suicidio por algunos de sus seguidores, ya que pudiendo huir de la prisión no quiso hacerlo. Este modelo socrático de aceptación voluntaria de la muerte fue el que siguieron en Roma estoicamente Marco Porcio Catón, que no quiso el perdón de César, y Lucio Anneo Séneca, al que Nerón le ordenó que se diera muerte, y se abrió las venas en el baño. 

Ayante (también llamado Ayax) prepara su suicidio

    ¿Qué nos dice el epicúreo Lucrecio del suicidio? Que paradójicamente es lo que empuja a algunos a darse la muerte, porque revela que lo que hay por detrás del deseo de quitarse la vida es el miedo a la Muerte, o sea el Miedo por antonomasia, que es lo que promueve, todos los crímenes y asesinatos, hasta que en el último término, como dice Agustín García Calvo, "obliga a darse uno mismo la muerte, olvidado de que aquello hacia lo que va era aquello de lo que huía”. 

    Es lo que con otras palabras decían aquellos hexámetros del libro III de De Rerum Natura, 79-82 de Lucrecio: et saepe usque adeo, mortis formidine, uitae /  percipit humanos odium lucisque uidendae, / ut sibi consciscant maerenti pectore letum  /  obliti fontem curarum hunc esse timorem (y hasta a veces, por miedo a la muerte, tal odio a la vida / entra a los seres humanos y a ver la luz de los días, /  que ellos mismos la muerte se dan con alma afligida, / olvidando que es ese temor la raíz de sus cuitas)

 Muerte voluntaria de Ayante

    Recordemos también aquel breve epigrama de hexámetro y pentámetro dactílico de nuestro Marcial criticando el suicidio estoico: hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. / hic, rogo, non furor est, ne moriare, mori? Así lo tradujo don Manuel de Salinas con una afortunada redondilla donde reprueba la muerte voluntaria de Fanio, que fue acusado por Tiberio y condenado por haber conspirado contra Augusto: Fanio, ansioso por huir, / del que su muerte procura / se mató. ¿No es gran locura /  matarse por no morir?  
 
    Algo de esa locura, sin embargo, consistente en "matarse para no morir", como dice el poeta, es lo que de siempre nos piden el Estado y el Capital: que nos matemos ahora a trabajar o a hacer planes, por ejemplo, para vivir después en la tierra de nadie prometida de un futuro inalcanzable por esencia, lo que en la coyuntura sanitaria actual en la que llevamos inmersos un año ya bastante largo se le ha pedido a la gente de mil y una maneras desde las altas instancias: renuncia a lo que consideras que es vivir para poder hacerlo en el porvenir, es decir, acepta tu muerte voluntariamente.
 
 

 

sábado, 5 de junio de 2021

La ley del instrumento o El martillo de Maslow

    A. Kaplan formuló en 1964 lo que llamó la ley de la herramienta: Si le das a un niño un martillo, le parecerá que todo lo que encuentra necesita un golpe. Me identifico de alguna manera personalmente con esta afirmación, ya que creo que tengo algún recuerdo infantil en mi memoria de haber hecho precisamente algo parecido la primera vez que manejé el martillo que guardaba mi padre en la caja de herramientas. 
 
 
 
    A. Maslow lo reformuló en su libro "The Psychology of Science" (1966): A un hombre que sólo tiene un martillo, todo lo que encuentra empieza a parecérsele a un clavo” ("To a man who only has a hammer, everything he encounters begins to look like a nail").
 
    La frase se le ha atribuido erróneamente a la pluma de Mark Twain, como tantas otras ocurrencias ingeniosas, para darle cierto empaque literario, y corre por la Red como tantas otras citas espurias atribuyéndole su prestigio al autor de Las aventuras de Tom Sawyer.
 
Cita espuria de Mark Twain
 
    El martillo de Maslow condiciona tanto nuestro comportamiento y nuestra percepción de la realidad que hace que imaginemos todas las cosas que hay a nuestro alrededor como si fueran clavos, y el martillo como si fuera la herramienta dorada que sirve para todo.
 
    Esta llamada ley del instrumento establece la tendencia natural que tenemos a depender en exceso de los medios de que disponemos. Pero también es preciso verlo al revés: Los instrumentos nos condicionan e instrumentalizan a nosotros, sus usuarios, o dicho con otro símil, el utilitario nos utiliza, porque las herramientas llevan inscritos en sí los fines a que están destinadas.
 
    
    Un martillo nunca podrá, obviamente, ser la herramienta adecuada para cualquier propósito, pero si sólo tenemos eso a mano nos forzará a utilizarlo a toda costa provocando algún inconveniente o desastre, sin considerar otras opciones como la de no utilizar ese medio, que sería la mejor solución.
 
    Como el martillo, pues, de Maslow que hace que todo nos parezca un clavo, una pistola en la mano convierte todo lo que tenemos a nuestro alrededor en la diana de un objetivo de tiro al blanco. El gatillo llama al dedo. Es como la hoja de la catana del samurái japonés: una vez desenvainada ella sola como solución de un altercado, guiando a la mano que la maneja, atravesará la carne hasta el derramamiento de la sangre.

viernes, 4 de junio de 2021

De la leche que mamamos y la OMS

    El doctor Florencio Escardó (1904-1992), pediatra argentino, fue un buen discípulo de Hipócrates. Solía aconsejar a las madres, según se cuenta, “lleve a su hijo a la plaza y a los cumpleaños”, y cuando éstas le replicaban “Pero está lleno de bacterias y virus”, respondía con buen criterio médico: “Por eso mismo, señora, es que debe llevarlo”. 

    Daba a entender así este predicador del sentido común que la mejor manera de inmunizarse contra virus y bacterias es exponiéndose a ellas, como siempre se había pensado. Consideraba también el ilustre pediatra argentino que el miedo y el abandono enfermaban mucho más que los virus y las bacterias, y que el juego era una función tan vital para los niños como la respiración y la nutrición.

    No sé si llegó a decirlo alguna vez, pero si no lo dijo seguramente que hubiera hecho suyo el célebre verso de Wordsworth de que “el niño es el padre del hombre”. 

El doctor Florencio Escardó y un niño
 

    Lo que sí nos ha dejado escrito, bajo su pseudónimo literario de Macramé de Piolín es una serie de artículos periodísticos titulados “¡Oh!”. Entresaco de allí algunas de sus ocurrencias, es decir algunas de las cosas que le han salido al paso sobre el particular de la lactancia materna:

    De ¡Oh! Los niños: Los niños son un producto de la sociedad de consumo. Cuando nace un niño, nace un consumidor... Los niños son anarquistas. Y por lo tanto antisociales. Practican un individualismo atroz. Exigen una madre para cada uno... Algunos agitadores profesionales exigen para ellos leche barata. Pero a los chicos de la leche lo que más les interesa es el envase. Por eso prefieren la humana

Publicidad de Nestlé
 

     De ¡Oh! Los envases: Desde que el hombre viene al mundo lo asedian los envases. Si tiene suerte le ofrecen el alimento en el más natural de todos. Si no la tiene se lo dan en mamadera. La mamadera es un seno no conyugal. Impar. Y con usufructuario único. El biberón es el envase del complejo de Edipo. Que se llama mamadera si el bebé es pobre. Y biberón si es rico. La mamadera la puede administrar "una chica". Pero el biberón siempre lo da una "nurse". Se llama nursery al zoológico de los recién nacidos. Son habitaciones de vidrio. Que sirven para separar al bebé de su mamá. A la que tuvo para él solito durante nueve meses. No hay que dejarlo abusar. La nursery es el envase de la crueldad. Inventado por los parteros que cuando hablan del niño lo denominan "el proyectil”.

    El boticario suizo Henry Nestlé había inventado en 1867 la leche en polvo para bebés, elaborada con leche de vaca deshidratada y cereales, pero el auténtico 'boom' de este producto vendría casi cien años después, tras la Segunda Guerra Mundial, merced a una campaña de publicidad agresiva y mentirosa. Al parecer, en los años cincuenta y sesenta la OMS y muchas asociaciones médicas y de enfermería lanzaron una alerta sanitaria criticando la lactancia materna alegando que las aréolas de los pezones de las madres contenían gérmenes y bacterias que infectaban a los bebés lactantes. La industria de la alimentación infantil convenció así a medio mundo de las excelencias de su producto, con el argumento de que la leche en polvo era mejor que la materna, lo que luego se demostró que era falso. Al mismo tiempo que aquella alerta sanitaria aparecía en el mercado el producto salvador: la leche en polvo S 26, “nutritiva y saludable” detrás de la que se encontraba la Empresa Nestlé.

    No pocas madres, que siempre quieren lo mejor para sus hijos, alarmadas, dejaron de amamantar, destetando a las tiernas criaturas antes de tiempo. Detrás de este bulo se escondía, no cabe duda, Nestlé, que había pagado a dichas asociaciones, para lanzar al mercado la leche maternizada que liberaba a las mujeres de tener que amamantar a los bebés. La publicidad de Nestlé rezaba:  "When the Stork has brought the Baby, Nestlé's Food will keep the Baby" (Cuando la Cigüeña ha traído al Bebé, la Comida de Nestlé mantendrá al Bebé).

 

    La doctrina de la OMS es hoy en día muy otra, acérrima defensora como es en la actualidad de la lactancia materna durante los seis primeros meses de vida. No encuentro ninguna huella que pueda rastrearse en internet de que en aquellos años la OMS desaconsejara la lactancia materna. Sin embargo, aunque no puedo atestiguarlo, no me extrañaría mucho que haya sido esa su postura, que hoy no lo es, habida cuenta del doble discurso que practica constantemente esta organización, capaz de afirmar una cosa y, acto seguido, la contraria.  

    La OMS, en efecto, ha rechazado en la actualidad, según declaraciones de su Director General, el señor Tedros Adhanom, la estrategia de la inmunidad colectiva frente al virus coronado porque sería poco ética y produciría muertes innecesarias (sic), afirmando torticeramente que la inmunidad colectiva se logra protegiendo a las personas de un virus, no exponiéndolas a él.   Y a la pregunta del millón de cómo se protege a todas las personas y no sólo a las más vulnerables de un virus sin exponerlas a él, ya se pueden imaginar ustedes la respuesta grata a los laboratorios farmacéuticos: alcanzando un umbral óptimo de... vacunación.