Mostrando entradas con la etiqueta mitridatismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mitridatismo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 9 de junio de 2021

Mitridatismo

    Hay una creencia muy antigua de que la ingesta de un producto tóxico en mínimas dosis brindaría al organismo una supuesta resistencia al mismo que en grandes cantidades podría ocasionarle la muerte. A esta creencia se denomina mitridatismo, y guarda cierta relación, desde mi punto de vista, con la homeopatía, que se basa en el principio de similia similibus curentur (cúrense las cosas semejantes con sus semejantes), que fue el lema de Samuel Hahnemann, fundador de la homeopatía moderna, quien en 1806 escribía que los fármacos debían suministrarse en pequeñas dosis sobre la base de la semejanza con los síntomas de los pacientes.
 
    El origen del término está en el rey Mitridates VI (120-63 a. C.), también llamado Mitradates, el más famoso rey del Ponto, y el más peligroso enemigo de Roma durante el siglo primero antes de nuestra era. A medio camino entre un civilizado filoheleno admirador de Alejandro Magno y un monarca oriental, intentó fusionar Oriente y Occidente, pero como dice de él el Diccionario Clásico de Oxford no acertó a calibrar bien ni a superar el poder de Roma al que se enfrentó. El caso es que como temía por su vida y tenía miedo de ser envenenado en cualquier momento, ingería regularmente pequeñas dosis de veneno a fin de desarrollar inmunidad. 
 

Busto de Mitridates VI caracterizado como Heraclés.
 
     Tras ser derrotado por Pompeyo, su hijo Farnaces provocó una revuelta contra él, y Mitridates trató entonces de suicidarse aumentando la dosis de veneno, pero no logró, al parecer, quitarse la vida de ese modo a causa de la supuesta inmunidad que habría adquirido, por lo que tuvo que recurrir a un fiel guardaespaldas para que lo atravesase con la espada. 
 
    A finales del siglo XIX se comerciaban en los Estados Unidos unas pastillas cuya propaganda aseguraba que hacían desaparecer de la piel de la cara las pecas, granos y manchas faciales. Estas pastillas contenían veneno, pero era un secreto a voces, ya que en la misma etiqueta se podía leer: "Arsenic Complexion Waffers" ("Píldoras con Arsénico para la Complexión"). 
 
 
     Ya en época victoriana se sabía que el arsénico era venenoso, pero se pensaba que en mínimas dosis no perjudicaba. Bien es verdad que el cuerpo humano puede tolerarlo, pero no deja de ser un serio riesgo para la salud. No es raro que muchas damas victorianas alcanzaran una extremada palidez cuasicadavérica a cuenta de la ingesta de arsénico. 
 
    Cada vez, viniendo a lo de hoy, hay más estudios científicos que apuntan a que las denominadas vacunas de ARN y ADN que están inyectando a la población contra la Covid-19 son un fenómeno de mitridatismo o ingesta de un producto tóxico para adquirir una supuesta resistencia al mismo. 
 
    Las vacunas clásicas inyectaban el "tóxico" atenuado o muerto, pero ahora se inyecta activo, vivo. De ahí los numerosísimos efectos secundarios, a veces mortales, como nunca se habían visto en los fármacos autorizados hasta la fecha. Parece que la proteína spike o de espícula que inoculan es la sustancia tóxica. No hace falta más que ver los datos de vigilancia farmacológica tanto europeos como norteamericanos para comprender que las denominadas “vacunas” contra la covid-19 aplicadas como remedios de una enfermedad potencial provocan tantos riesgos de muerte como la enfermedad misma que pretenden combatir. 
 

 
    La proteína de espícula sería el veneno tóxico activo, no atenuado ni muerto, en este caso. Ahora bien, estos fármacos tampoco introducen directamente la proteína en nuestro cuerpo, sino que en el colmo de la sofisticación inducen a nuestro organismo a fabricarla, lo cual puede provocar efectos genéticos desconocidos hasta la fecha.
 
    Resultaría gracioso, si no fuera sarcástico, que los científicos que tanto han denostado y prohibido la homeopatía, tachándola de pseudociencia, estuvieran ahora reivindicando su principio fundamental, y que la ciencia que profesan estuviera recayendo en la superchería paracientífica.