Como cualquier culto, el
sanitario tiene su liturgia: abluciones rituales, interposición de
distancia física y la mascarilla que delata a sus fieles feligreses.
Nuevo y terrible totalitarismo caracterizado por el higienismo a ultranza y la tanatofobia, muy difícil de desenmascarar, siendo la máscara como es obligatoria.
La mascarilla es durante estos malos tiempos para la lírica que corren todavía el niqab nasobucal reglamentario de sumisión islámica a la mascarada sanitaria.
La Sombra unidireccional de la Cruz
Muchos adictos al culto sanitario, cuando la máscara deje de ser obligatoria, si alguna vez deja de serlo, confiesan que seguirán usándola por propia voluntad.
No se sabe quién es el Pontífice Máximo de esta nueva religión. Ahí radica su éxito. No hay una única cabeza visible que pueda en la guillotina ser decapitada.
El objeto venerado del nuevo culto científico es la vacuna, la única vía para salvarnos de la muerte y reconquistar el paraíso del que hemos sido despojados.
La inoculación es el principal sacramento de la nueva religión, el bautismo y la comunión que imprime carácter de adepto a la iglesia sanitaria de la salvación.
Estudio para la Nueva Iglesia, Gabriel Pérez-Juana (2021)
Las personalidades que se someten a la vacunación ante las cámaras son los nuevos santurrones y beatos meapilas que muestran el camino que tenemos que seguir.
La vacuna es hostia consagrada, cuerpo de Cristo y pan angélico con el que los feligreses comulgan como Dios manda en la celebración de la eucaristía sanitaria.
Entre los ingredientes de esta nueva religión, cuyos apóstoles son los medios de masas, no podían faltar el rancio dogmatismo aderezado con el viejo fanatismo.
Un nuevo tribunal de la Santa Inquisición decide cual Torquemada lo que es verdad y lo que no, castigando con la excomunión a los que no comulgan con el dogma.
Los incrédulos y los escépticos de este nuevo culto son considerados herejes y apóstatas demonizados que se han apartado de la verdad de la ciencia revelada.
No tardarán, al ritmo progresivamente acelerado que van los acontecimientos, en empezar las persecuciones y la caza de brujas y quema de infieles en la hoguera.
Síntoma de buena salud: No adaptarse a esta sociedad higinenista y, paradójicamente, gravemente enferma a la que nos ha empujado la neurosis viral tanatofóbica.
oOo
Cuando no sean obligatorias las mascarillas...
Cuando
no sean obligatorias las mascarillas en las Españas, si alguna vez
llega el momento, habrá quienes seguirán llevándolas sin embargo
por propia voluntad,
porque
se han acostumbrado tanto a ellas después de un año y pico que se
sentirían como bichos raros si no las llevan, como si anduviesen
desnudos por la calle,
porque
se sienten más seguros, porque están convencidos de que se respira
mejor, porque en boca cerrada, como dice el refrán, no entran las
moscas ni los virus,
infinitamente diminutos, muchísimo más que mosquitos, tanto
que son invisibles y hace falta microscopio electrónico y fe macroscópica de
carbonero para verlos,
porque son prenda imprescindible ya de nuestro armario ropero que, lejos
de despersonalizarnos, personifica la idiosincrasia, idiocia e idiotez de
sus usuarios.