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martes, 8 de junio de 2021

Del sacrificio de Isaac

    Leía yo el viernes pasado un titular del BOE (me refiero a El País, el sedicente “Periódico Global” ) que decía: “Sanidad quiere vacunar contra la covid a los adolescentes antes de iniciar el curso escolar”. El subtítulo aclaraba que la EMA, la agencia farmacológica europea, daba luz verde -o sea, la orden- a la vacunación  de los menores comprendidos entre 12 y 15 años, es decir, a los que están cursando, entre nosotros, la ESO o Educación Secundaria Obligatoria, que es el nuevo servicio militar instaurado en España igualitariamente para ambos sexos. No leí nada más. La vacunación, obligatoria como en la mili, pensé. Y los adolescentes, carne de cañón.
 
    La noticia, no me pillaba por sorpresa. Es el sacrificio de Isaac en manos de su padre Abraham, que se somete así a la voluntad de Dios, que es la cuestión central de las religiones monoteístas tanto para el judaísmo como para el cristianismo, y también para el islam, que como se sabe, significa “sumisión a Alá, o lo que es lo mismo, a Dios”. Y la voluntad de Dios, en este caso, es el sacrificio de los jóvenes, cuya inoculación en dos cómodas dosis sólo puede justificarse no para librarlos a ellos de una enfermedad que sufren muy poco o nada, sino para que no se la transmitan a sus mayores, aunque no esté demostrado que sean contagiadores. Se lucra así un poco más la sinvergonzonería de los traficantes de drogas internacionales. Su inmolación se lleva a cabo en nombre del beneficio que obtendrá la casta de la gerontocracia gobernante, lo que revela el carácter totalitario del Régimen que padecemos. 
 
 
La ESO amordaza.
 
    Pero vacunar a los adolescentes no es algo inocuo, sino que tiene un riesgo que no corren si no se les inyecta. Hay, en efecto, una estadística que no le preocupa mucho a la Agencia Europea de Fármacos; en Israel, donde se viene practicando impunemente la vacunación adolescente, se ha observado que uno de cada 5.000 pinchazos desarrolla una miocarditis que requiere hospitalización... Estas miocarditis no son mortales, pero sí graves. En otras palabras, si se vacuna a 500.000 adolescentes en España, ya sabemos que 100 padecerán esta enfermedad tan dolorosa. A pesar de ello, las autoridades sanitarias europeas, animadas por la luz verde de la Agencia farmacológica, predican que el beneficio es mayor que el riesgo. Claro está que no se refieren al beneficio de los adolescentes, que ya vemos que corren cierto peligro a corto plazo -no sabemos a largo plazo-, sino al supuesto beneficio del resto de la comunidad y sobre todo al beneficio económico de los laboratorios farmacológicos que trafican con dichas sustancias químicas.  (La palabra "beneficio" ya sólo tiene sentido económico en nuestro mundo. ¿Por qué será?) Digo “supuesto” porque, insisto, no está demostrado que contagien. Y si lo hacen, la enfermedad que transmiten no es tan fiera como nos la pintan los pájaros de mal agüero. 
 
    En otras palabras, estamos sacrificando a nuestra juventud por el bien de los mayores. Los padres inmolan a sus hijos. Nihil nouom sub Sole. El bien común lo justifica todo, hasta el mal necesario o mal menor. Es el sello del totalitarismo.
 
El sacrificio de Isaac, Mariotto Albertinelli (c.1509-1513)
 
     Leyendo prensa norteamericana, veo que allí muchos centros escolares han rechazado las pruebas rutinarias de detección del virus para los niños y adolescentes, ya que rara vez se enferman gravemente y una prueba positiva puede desencadenar cuarentenas perturbadoras. Sin embargo, aquí en las Españas, se siguen haciendo en los centros “educativos” de enseñanza primara y secundaria obligatorias estas pruebas de rutina todos los días, se les sigue obligando a a guardar las distancias entre ellos y a portar mascarillas (¡la ministra del ramo dice orgullosa que los niños se sienten héroes que salvan vidas llevando el bozal en la boca y asfixiándose!), y se les sigue adoctrinando en el terror y declarando “cuarentenas perturbadoras”, pese a la evidencia “científica” de que rara o ninguna vez contraen gravemente la enfermedad maldita. 
 
    Pero aquí es donde se ve que se trata de mantener el relato dominante y su mentira a toda costa, y para eso es necesario declarar cuarentenas “disruptivas”, cerrar aulas a cal y canto, no vaya a ser que se descubra que el rey estaba desnudo, y que la dichosa enfermedad maldita no era una Nueva Enfermedad, sino que, como sospechábamos algunos desde el principio, era la vieja gripe enloquecida con una enfermedad mental inducida por la OMS, basada en la prueba PCR + del virólogo de cabecera de la canciller alemana y alimentada por los medios de comunicación a medio camino entre la psicosis colectiva y la histeria paranoica, como el cuento aquel del SIDA que nos contaron una vez para meternos el miedo en el cuerpo y en las entretelas de las almas.