martes, 26 de agosto de 2025

Ilusiones fotográficas

    Un artículo de Todd Hayen sobre las ilusiones fotográficas, publicado el 23 de agosto en Off-Guardian titulado Photo Illusion (La ilusión fotográfica), pone de relieve que estamos a punto de volver gracias a la IA a la era pre-fotográfica, es decir a la época anterior a la invención de la fotografía, cuyo descubrimiento probablemente data de 1822 por el francés Nicéphore Niépce, por lo que no hay documentación fotográfica del mundo anterior a esa fecha. Antes de la invención de la fotografía, la humanidad vivió sin representación fotográfica fidedigna de la realidad objetiva, suponiendo, lo que es mucho suponer, que alguna vez la fotografía haya sido algo más que lo que dice la palabra: escritura de la luz.
 
    Hayen afirma literalmente: “Nunca hemos podido determinar con certeza si una fotografía representaba la realidad”. Esta afirmación no se refiere solo a los obvios retoques fotográficos, cuando había que revelar las fotos en el cuarto oscuro con productos químicos, sino también al encuadre fotográfico, que, reflejando un fragmento de la realidad, no nos deja ver y oculta lo demás. 
   
 
    Antes de la fotografía disponíamos de la pintura, que era otro intento de captar la realidad -la luz y el color-, y disponíamos también del espejo que nos ofrecía, al rebote de la luz y vuelta a nuestros ojos, una imagen de nosotros mismos que no éramos, sin embargo, nosotros mismos, sino una imagen virtual que interpretamos como nosotros mismos. La pintura, los espejos y las fotografías tenían en común ser representaciones y, por lo tanto, falsificaciones de la realidad, todas ellas falsas habida cuenta de su pretensión de ser verdaderas pero reales ellas mismas. Con el tiempo y la aceleración del progreso se ha logrado mayor fidelidad a la realidad, pasando de la high fidelity, la alta fidelidad, a la wireless fidelity, la fidelidad inalámbrica, pero eso se traduce no en más veracidad, sino en todo lo contrario: "(Las imágenes fotográficas son) mucho más mortíferas cada vez, mucho más falsas cuanto más fieles a la realidad", como escribe A. García Calvo en ¡Adiós, fotografías, mentirosas!, incluido en "37 Adioses al Mundo" (Edit. Lucina, Zamora, 2000).
      
    Por no hablar de las falsificaciones puras y duras, que ha habido muchas, como el caso que menciona Hayen de las hadas de Cottingley, de lo que hay información en la inevitable Güiquipedia: ocurrió en 1917 y afecta al famoso escritor Arthur Conan Doyle, autor de Sherlock Holmes, que creyó, pero muchos otros también lo hicieron, que las dos niñas tuvieron encuentros con hadas reales y les tomaron fotos. Entonces se consideraba que la fotografía era la prueba irrefutable de la existencia de algo, tan fiable como el hecho de ver algo con los propios ojos: había que ver para creer, había que ver para creer y la televisión nos hizo televidentes y, a la vez, telecreyentes. Hoy en día nadie lo creería. Las fotos de Cottingley son hadas recortadas en papel, pero los que las vieron creyeron que eran hadas de verdad y que, por lo tanto, las hadas existían.
  
 Las hadas de Cottingley (1917)
 
    Al caso de las hadas que menciona Hayen puede también añadirse el del monstruo del lago Ness, conocido cariñosamente como Nessie, con la fotografía del cirujano de 1934, la supuesta foto más famosa de la criatura, y la primera en mostrar su cabeza y cuello que, se sabe ahora, fue un engaño atribuido a R. K. Wilson. El Daily Mail publicó la foto en exclusiva y una entrevista a Wilson, que declaró que estaba mirando al lago cuando vio al monstruo, tomó su cámara y le sacó las fotos.
 
    Todo esto demuestra que la gente confiaba en la fotografía y aún más en las imágenes en movimiento que surgieron enseguida con la aparición del cinematógrafo de los hermanos Lumière. En general, estos dos medios, fotografía y cinematografía, eran fiables, a menos que se presentaran intencionadamente como falsos o como magia cinematográfica para entretener a las masas. Y todo el mundo tenía su álbum de fotos y sus vídeos familiares para recuerdo. Pero eso se acabó.
 
  Fotografía de Nessie, R.K. Wilson (1934)
 
    Con la irrupción de la IA (Inteligencia Artificial) es casi imposible para el espectador actual discernir la precisión de una foto o película en su intento de representar la realidad. La IA es el punto de inflexión que ha hecho que volvamos a la era pre-fotográfica de 1822. Escribe Hayen: “En este gran truco de ilusionismo llamado progreso, la IA no solo difumina las líneas, sino que las borra por completo, dejándonos navegar por un mundo donde cada imagen es un cuento de hadas a la espera de ser desmentido”.
 
    A estas alturas todos hemos visto fotos del pasado manipuladas mediante IA, añadiendo movimiento a fotos fijas o simplemente imágenes fotográficas de eventos y objetos que nunca existieron. Nuestro pasado, gracias a esta tecnología, tal como fue documentado por la fotografía, será destruido, al igual que nuestro presente.
 
    Cuando se inventó, la tecnología de la fotografía resultó útil para documentar el presente (al menos esa era su intención), permitiéndonos guardar registro del pasado. Ahora ha perdido esa función. No solo deja de ser una fuente fiable para presentar la realidad del presente, sino que también resultará inútil para documentar el presente a los ojos de futuras generaciones.
La mesa puesta, primera fotografía de Niépce (1822)
 
    Es posible, apunta al final de su artículo Todd Hayen, que todas las fotografías tomadas durante los últimos doscientos años, una vez digitalizadas previamente, sean manipuladas por IA, lo que le quitará autenticidad a su intención original de documentar la realidad en el momento en que fueron tomadas.
 
    Algo bueno, sin embargo, puede depararnos, escribe Hayen, esta situación: redescubrir el antiguo arte del escepticismo, ese fiel compañero de la época en que los cuentos se tejían a la luz del fuego y las palabras se verificaban de boca en boca.  Al perder el sostén de nuestras muletas fotográficas ('photographic crutches'), podríamos descubrir algo mucho más encantador: “el asombro sin filtro de nuestros propios ojos poco fiables, demostrando una vez más que la realidad siempre ha sido el mayor engaño de todos ('reality has always been the greatest hoax of all')”.

lunes, 25 de agosto de 2025

Atropellos

    Para los viajes y desplazamientos no demasiado largos soy de los que toma siempre la línea de San Fernando, que va un rato a pie y otro andando, porque es la más natural y respetuosa con la naturaleza, la menos ruidosa, contaminante y avasalladora, y sobre todo la más barata y más saludable para el cuerpo y para el alma.
 
    No estoy seguro de que san Fernando sea el patrón de los caminantes. Es más, lo dudo mucho. Sospecho que esa rima que acabo de formular es una de tantas fáciles, infantiles y repetidas rimas que nos vienen enseguida a la cabeza. Consulto a propósito  el diccionario de la docta Academia, que recoge la expresión “en el coche de san Fernando (o san Francisco)” como locución adverbial coloquial equivalente a “andando o caminando”.
 
    Bien pensado, parece que el patrón de los viandantes sería, más bien, san Francisco que no san Fernando, ya que los franciscanos eran amigos de dar largas caminatas, al modo de los antiguos filósofos peripatéticos, y el pueblo, acostumbrado a las idas y venidas de los frailes andariegos solía decir que iban "en el coche de san Francisco", por lo que la expresión se haría proverbial y sinónima de ir a pie, obligados como se veían los devotos, por su voto de pobreza, a hacer sus trayectos caminando.   
 

     Leyendo un artículo de don Julián Manuel de Sabando y Alcalde, muy instructivo por otra parte, publicado en el semanario La Ilustración Española y Americana el 15 de septiembre de 1895, titulado “Lo que cuestan los vicios”, donde pasa revista a los vicios de su época que tanto contribuían “a sostener el organismo social, y son la grasa que suaviza las asperezas y facilita el juego de las ruedas y complicado engranaje de la máquina gubernamental”, me encuentro con la expresión "el caballo de san Francisco", que no hay que interpretar al pie de la letra, sino irónicamente en todo caso, porque el santo de Asís no fue que se sepa caballero. 
 
    Enumeraba allí el literato y periodista los siguientes vicios españoles: el tabaco, cuyo consumo generalizado no prueba su excelencia; la lotería, que establecieron las Cortes de Cádiz “no... para repartir dinero sino para recogerlo”; el café y las fondasque sirven a la gula y sibarítico refinamiento de los ociosos ricos y de los glotones”; la emigración veraniegala modernísima exhibición de la vanidad, que se pretende cohonestar con el deseo de recobrar la salud y obtener algún descanso”; las corridas de toros, convertidas en la fiesta nacional; los enterramientos, en los que la vanidad de los vivos se exhibe hasta en el último paseo y morada de los muertos”; y, dejado para el final porque es el que ahora más me interesa, los tranvías, refinamiento de la molicie que se había implantado recientemente en las principales ciudades españolas. 
 
      El autor critica el vicio de que quienes recorrían antaño las distancias “a pie, sin cansancio y sin fatiga, ni imaginar siquiera que hubiesen de necesitar, sin haber llegado a la vejez ni perdido su vigor muscular valerse de ningún medio de locomoción público ni privado, se sirvieran ahora del tranvía para cualquier desplazamiento por mínimo que fuera, y no utilizaran, he aquí mi humilde hallazgo, “el antiguo caballo de San Francisco”, es decir sus propias extremidades inferiores. 
 
    Es una expresión irónica, dado que el santo de Asís había prohibido expresamente a los frailes de su orden cabalgar si no era en caso de extrema necesidad o de enfermedad. El caballo o la mula, como se oye a veces, del fraile no son más que sus piernas o el bastón en el que se apoya al caminar, y no un signo de ostentación de riqueza como en el caso del caballero, un hidalgo de reconocida nobleza, o, entre los antiguos romanos, el ciudadano de la clase intermedia entre los patricios y los plebeyos que servía en el ejército a caballo, frente a los soldados de infantería, que servían a pie. 
 
      ¿Qué diría hoy don Julián Manuel de Sabando si levantara la cabeza y viera que la mayoría de la gente en las ciudades toma no ya el transporte público, sea el metro, el autobús o el propio tranvía donde todavía circulan, sino el utilitario privado para ir a comprar el pan o el periódico a la vuelta de la esquina? 
 
    Me entero por otra parte por la prensa, como aquel presidente del gobierno de la nación de cuyo nombre no quiero acordarme, de que España es el país con la mayor tasa de atropellos mortales de Europa. Según el rotativo, la culpa es de los peatones, que cruzamos la calzada “incorrectamente”, por donde no debiéramos, porque no utilizamos los pasos habilitados para viandantes… El otro día recordábamos aquí mismo, precisamente, la celebración de El Día Internacional del Peatón, consignando el nombre propio de la primera víctima de accidente automovilístico, la irlandesa que murió atropellada.
 
     Nadie discute en pleno siglo XXI los derechos de los automovilistas, cuyos utilitarios pueden arrasar impunemente campos y ciudades, cada vez ocupan más espacios, invadiendo aceras y calzadas, autovías y autopistas con peaje y sin peaje, y son peores que el caballo de Atila: por allá por donde pasan y pisan no vuelve a crecer la hierba jamás de los jamases. Nadie discute sus derechos, pero cada vez se restringen más los derechos de los peatones, ampliándose los de los coches, da igual la etiqueta ecológica que tengan. 
 
    ¿Para qué sirven, preguntémonos, los autos? Sirven, igual que los tranvías de don Julián Manuel, para atropellarnos, arrollando –lo primero de todo- al peatón que llevan al volante, convirtiéndolo en su chófer, y lo segundo a eventuales copiloto y pasajeros, a los que privan del uso de sus piernas, y, last but not least, a todos los demás peatones y ciclistas que a su paso puedan llevarse por delante.
 

     Indignación, precisamente, es lo que me produjo el otro día el caso de un ciclista atropellado y muerto en Haro, la Rioja. El conductor que lo atropelló y mató reclamaba veinte mil euros para reparación de los daños materiales que sufrió su vehículo: y es que el culpable era la víctima, en este caso el ciclista, para que luego digan que las víctimas son siempre inocentes. 
 
    Vergüenza debería de darle a aquel automovilista, peatón atropellado él mismo y arrollador de ciclistas, reclamar ese dineral para reparar un vehículo que ha matado a un hombre, a fin, sin duda alguna, de que siga atropellando peatones y ciclistas impunemente, y matando a todo el que se interponga en su fúnebre camino, porque todo coche es en último extremo un coche funerario.

domingo, 24 de agosto de 2025

Clásico

    Puede que resulte provechoso recurrir a la etimología de la palabra “clásico”, que se aplica, por ejemplo, como adjetivo que califica al sustantivo Cultura en la denominación "Cultura Clásica", nombre de una asignatura o materia del segundo ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria del sistema educativo español. En algunas comunidades autónomas como en Castilla y León, según tengo entendido, es una materia obligatoria para todo el alumnado en 3º de ESO. En Cantabria, sin embargo, es una asignatura optativa que en algunos institutos como por ejemplo en el que yo trabajaba no se impartía porque los alumnos no la elegían, o lo hacían tan pocos que no se consideraba oportuno 'ofertarla' y se les invitaba a optar por otra materia. 


    Se emplea también en expresiones como filología clásica, música clásica, estilo clásico... donde parece que se opone al adjetivo moderno, al modo hodierno, contraponiéndose de alguna manera, además, con ello lo nuevo a lo viejo, lo vivo a lo muerto. Recordemos que la palabra clásico procede de clase y aparece en expresiones como primera clase y también en es la primera de la clase; se dice asimismo tener o no tener clase, donde el término es sinónimo de prestigio, categoría, y en este sentido se habla también de clase obrera, clase media o clases pasivas por ejemplo, como división de la sociedad, pareciendo este significado el más antiguo.

    Conviene pues tener en cuenta que clase procede a su vez del latín classem, que es como llamaban los romanos a la ciudadanía susceptible de ser llamada a incorporarse a filas para servir a las armas en general, como si dijéramos la clase de tropa, y a la armada, flota o infantería de marina en particular cuando la palabras exercitus se especializó en ejército de tierra, por lo que el término en su primera acepción hace referencia a la organización, esto es, a la clasificación de los niños en escuadras, batallones o cohortes para recibir la instrucción. 

 Cariátide vista por detrás, Museo de la Acrópolis (Atenas)

    Algunos pedagogos modernos, por cierto, han resucitado este ominoso término militar de la legión romana de "cohortes" para referirse a los estudiantes con una metáfora que sugiere la militarización difusa, pero real, del sistema educativo, ese nuevo servicio militar obligatorio para ambos sexos, basado en la jerarquía y en la homogeneidad, en el adoctrinamiento y uniformidad cultural que impone la transmisión vertical de unos saberes programados y, sobre todo, la imposición del tiempo, horario y calendario escolar, como programa.

    En relación con esta clasificación de los niños como conjunto de los que reciben un mismo grado de enseñanza o cursan una misma asignatura se explican los usos de clase como lección o asignatura e incluso como aula donde se imparte. 

    Clásicos eran en Roma los ciudadanos de la primera clase que poseían una renta al menos de 120000 ases y en ese sentido la expresión de scriptores classici designará a los clásicos de la literatura, es decir, a los escritores de primera fila, como se dice a veces, para cuyo reconocimiento es preciso, entre otras cosas, el requisito imprescindible de que estén muertos y bien enterrados. 

    Esto mismo les sucede a las llamadas lenguas clásicas, al latín y al griego antiguo, a las que a veces se llama descaradamente lenguas muertas, pues parece que una de las condiciones del prestigio de lo clásico es la necrofilia, el amor por lo que no está vivo: que sean lenguas que no se hablan o escritores consagrados que no se leen.

    ¡Qué triste que para la inmensa mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes españoles lo más clásico que hay, el Clásico español por excelencia, conocido entre los medios de formación de masas y los fanáticos aficionados sea el partido de balompié que enfrenta al Real Madrid Club de Fútbol y al Fútbol Club Barcelona!   Panem et ποδόσφαιρο (podósfero), o lo que es lo mismo: pan y fúzbol con zeta de rebuzno para el pueblo. 

sábado, 23 de agosto de 2025

¿Crisis? ¿Qué crisis?

    «El pesimismo no ha creado ni un solo puesto de trabajo», pontificó una vez un presidente del gobierno del rey-no de las Españas. Se suponía que de esa afirmación se desprendía que el optimismo bobalicón que él predicaba con el ejemplo de su sonrisa no poco hipócrita crearía muchos puestos de trabajo, sobre todo en el sector servicios del oficio más viejo del mundo, en las aceras de las esquinas, bajo las farolas. 
 
    Los que no somos ni optimistas ni tampoco pesimistas –que son los optimistas bien informados, como se sabe- creemos que el trabajo no es algo de por sí bueno, no es una bendición de Dios, como dijo una vez un papa, sino todo lo contrario, una maldición bíblica que nos hace libres esclavizándonos como decía el lema germánico del campo de exterminio nazi: 'Arbeit macht frei': el trabajo te hace libre
 
    Cuando decía el bobo aquel del jefe del Ejecutivo del rey-no de las Españas que «sólo navegaría en un barco en el que el capitán diga que tiene plena confianza», olvidaba que todos íbamos en el mismo barco, la nave del Estado, que decían los clásicos, un barco que pese a la marejada y el oleaje y la borrasca todavía no se va a pique. Olvidaba, sin embargo, que él no era el capitán, ni siquiera el timonel de esa nave del Estado que se llamaba el rey-no de las Españas, ni tampoco lo es el Rey, sino Su Majestad el Dinero, que es el auténtico monarca absoluto y dios verdadero. 
 
Crisis? What crisis? (Portada del cuarto album de Supertramp, 1975)
 
    Y olvidaba que el optimismo nunca ha salvado a nadie que no supiera y pudiera nadar de morir ahogado en las procelosas aguas del océano sobre el que bogamos en la nave del Estado. En lo que sí estamos de acuerdo con él es en que no hay crisis económica, ni climática, ni energética ni sanitaria ni Cristo que la fundó ni en España ni en el mundo: puede que haya una situación difícil para la gente, pero el capital sigue siendo el ciego dios omnipotente, el becerro de oro al que subordinamos la política y nuestras vidas en aras del consumismo. Sólo hace falta ver lo bien que prosperan algunos usureros, es decir, algunas entidades bancarias. Así que ¿de qué se ríe, señor presidente del Gobierno? ¿de qué se ríe?

viernes, 22 de agosto de 2025

De monarquías, oligarquías y democracias.

    Decía Plutarco que había tres regímenes políticos o formas de gobierno de los pueblos, que eran, a saber, la monarquía (μοναρχία), como entre los persas, la oligarquía (ὀλιγαρχία), como en Esparta, y la democracia (δημοκρατία), como se dio en Atenas, cuyas perversiones engendraban tiranías, dinastías y oclocracias respectivamente, coincidiendo grosso modo con la teoría política de Platón y Aristóteles. 


    Bien conocidas las degeneraciones de monarquías y oligarquías a lo largo de la historia, veamos qué es eso de la oclocracia, que es la perversión de la democracia, la forma de gobierno vigente hoy en casi todo el mundo bajo la atenta vigilancia imperial de los Estados Unidos de América y sus aliados. 


    ¿Qué es el gobierno del oclos en el que degenera según Plutarco el demosOclos es el pueblo convertido en multitud, chusma, muchedumbre, plebe, mayoría o vulgo no carente de educación, sino maleducado, es decir,  adoctrinado, prácticamente analfabeto a fuerza de alfabetización y manipulación mediática, porque hoy no se libra ni Dios de la Educación, que es obligatoria como antaño lo fue el servicio militar para los varones. Así pues, la oclocracia no es una enfermedad degenerativa de la democracia, sino la realización de su esencia misma.
 
     Yerra Plutarco también cuando añade que la  democracia extrema engendra anarquía, equiparando esta última con la oclocracia, el desgobierno con el malgobierno,  pues la anarquía, por definición, es la ausencia de gobierno sobre el pueblo, mientras que la oclocracia, como queda dicho, no deja de ser una forma de gobierno apoyada por el voto mayoritario de un número conforme y manipulado que se impone de modo totalitario a la totalidad de la población. Si el oclos es el pueblo convertido en electorado que delega su voto irresponsablemente en sus presuntos representantes, la democracia de verdad no engendraría anarquía, sería la auténtica anarquía, acracia o ausencia de un gobierno, que sería innecesario.
 
  

jueves, 21 de agosto de 2025

Algo huele a chamusquina

    Escribía Mencken que el objetivo fundamental de la política práctica era mantener a la población en estado constante de alarma (y, como consecuencia de ello, clamando por ser salvaguardada) mediante una serie interminable de imaginarios duendecillos (hobgoblins, decía él). La práctica política consiste en inventar o redimensionar presuntas crisis o emergencias: sanitarias, ecológicas, climáticas... cada vez más abstractas y, por lo tanto, más difíciles de concretar, para declarar, en consecuencia, de hecho o de derecho el Estado de Emergencia. 
 
    Cada vez se amplía más el espectro de dichas emergencias. Hemos visto recientemente, por ejemplo, como el presidente del Gobierno  español a propósito de los incendios veraniegos responsabilizó de ellos a la Emergencia Climática, y no a los pirómanos interesados -las personas 'encargadas'(?), dijo él, de provocar esos incendios, cometiendo un lapsus imperdonable pero revelador sin duda de la existencia de incendiarios interesados en reconvertir los bosques y montes comunales en parques temáticos naturales, eólicos, fotovoltaicos, terrenos recalificados... 
 

     Los responsables de dicha Emergencia Climática seríamos todos y cada uno de nosotros, y especialmente los que no aceptamos dicha afirmación, los negacionistas. En su alocución atropellada de poco más de diez minutos, el presidente del gobierno español repitió de hecho once veces la expresión “Emergencia Climática”. Dicha emergencia tantas veces reiterada, dijo, asolaba el mundo en general según la Ciencia y particularmente aquí y ahora  la península ibérica,  y era la causante de catástrofes naturales vinculadas con el clima como la DANA pasada o los incendios hoy, como si el calentamiento global fruto del cambio climático de origen antropogénico fuera la mecha que hace que se quemen los bosques, y no la gasolina que echan los pirómanos. Algo, en efecto, huele a chamusquina en la alocución del atildado y acelerado primer ministro.
 
    Pero lo más revelador de esa comparecencia fue la afirmación de que el Gobierno de España "siempre ha reivindicado que el Estado somos todos" (y todas, olvido imperdonable por su parte no mencionar a las mujeres, según el asesoramiento del curso rápido de retórica pseudoprogresista que sigue el presidente). La reflexión de fondo que según el debíamos hacer le llevaba a proponer como solución para septiembre un irrisorio Pacto de Estado. 
  
Efectivos de la UME (Unidad Militar de Emergencias) apagando un incendio.
 
    Los políticos para justificar su gestión echan mano de problemas reales como los incendios ahora mismo y los inflan con la complicidad de la prensa hasta convertirlos en amenazas existenciales. Un titular de un periódico afín (pero lo mismo podría haber sido la Radio Televisión Española o las demás cadenas emisoras que nos aherrojan a la realidad) abre su primera página diciendo: 2025 es ya el peor año de incendios del siglo XXI y registra los fuegos más voraces de la historia
 
     Las emergencias que se suceden nos acostumbran a vivir bajo un clima, nunca mejor dicho, permanente de alarma y alerta: pasamos de la Sanitaria, a la Bélica (el rearme) y ahora le toca el turno a la Climática, de índole parecida a la primera. No en vano la Médica y Madre, Ministra de Sanidad del Gobierno progresista, ha expresado que la Emergencia Climática es una emergencia sanitaria porque en ambos casos peligra la vida humana, por lo que hay que tratar, desde las altas instancias, de salvar y de proteger vidas que están en peligro. 
 
    Una periodista presente en la sala se desmayó durante la comparecencia del Jefe del Ejecutivo, que enseguida diagnosticó "Es un golpe de calor", lo que supuso la interrupción de su discurso y el fin de la rueda de prensa. 
 

     El estado policial (el adjetivo es redundante, porque policía viene de polis, nombre griego, uno de los primeros del Estado) siempre necesitará fabricar una nueva crisis creándola de la nada o redimensionando con amplificación otra existente para imponerse la tarea de tener que gestionarla. El gobierno idea así nuevas formas de justificarse y establecerse como la “solución” a todos nuestros problemas, para lo que intentará por todos los medios a su alcance clasificar y etiquetar como extremismo radical y terrorismo interno cualquier punto de vista que desafíe su relato narrativo: los bulos y mentiras, la desinformación, los discursos de odio, o la crítica negacionista de la evidencia científica. 
 
    Lo que el gobierno no dice es que los terroristas internos son una creación suya, y que el Estado, que según él somos todos, no es el pueblo, sino todo lo contrario.  Nosotros, el pueblo, la gente, no somos el Estado, ni tenemos ninguna pretensión de serlo. 
 

miércoles, 20 de agosto de 2025

Versos sueltos

A la sombra del tilo, / junto al estanque, / la tarde de verano, / ráfaga de aire.
 
OoO
 (Reflexión para un lunes cualquiera) 
Despierta, hijo, que tienes que ir a trabajar  / como un esclavo, para así poder ganar / el pan de tu sustento y malgastar así / tu vida y juventud a cambio de un jornal. 
 
 

Decidme qué sería de esta sociedad / sin la cocaína y antidepresivos varios, / sin drogas ya legales o ilegalizadas; / se vendría abajo el orden que hay establecido: / la democracia occidental globalizada.

 

oOo
Humilde gorrión, / vas callejeando en pos / de migas de pan. 
 
Ya salió la luna / llena tras de las montañas / donde el lobo aúlla.
 
 Por delante tiene / tanto como por detrás / futuro a rabiar.
 
 ¿Un pacto de Estado / que resuelva la emergencia / climática que hay? 
 
Una nueva ley, / que no hace ninguna falta, / entrará en vigor.
 
 Arde todo, todo / salvo lo que debería, / desde luego, arder.
 
 Lo destruirán todo / para reconstruirlo luego / a su conveniencia. 


La estrella polar, L-R. Falero (1885)  
 
OoO
Ya llegó el verano. / Hora es de dejar el nido / y emprender el vuelo. / ¡Golondrinos, a volar / y a surcar volando el cielo!
 
 Pobre, se murió / por un golpe de calor, / ay, de sopetón, / sin aire acondicionado / ni un triste ventilador.
 
 “Ni un paso atrás” / dijo al borde del abismo / el señor ministro / y a continuación dio un paso / al frente y siguió avanzando. 
 
 Si sales de casa, / con la alerta roja que hay, / te da un patatús: / el infierno ya ha llegado, / cambio climático al canto
 
 
oOo 
Infernales, / tropicales / las temperaturas son; / tan extremas, / que te quemas / dada la torrefacción. 
 
El planeta / se encasqueta / y le da una insolación; / cambia el clima / que da grima, / porque sufre un calentón. 
 
Por lo visto, / vive Cristo, / y es artículo de fe. / Bien que creo / lo que veo / mas no sé a santo de qué. 
 
Solo existe / lo que viste / que echan por televisión; / causa espanto, / cielo santo, / que esa sea su función.  

martes, 19 de agosto de 2025

Pareceres LXXXII

401.- Literatura y ficción. Chesterton escribió: Literature is a luxury; fiction is a necessity. Lo que en román paladino en el cual suele el pueblo fablar a su vecino, que diría Berceo, viene a ser: «La literatura es un lujo; la ficción es una necesidad». La literatura es un lujo, algo precioso, pero se puede vivir sin literatura. En cambio, sin ficción no se puede habitar en este mundo. Ni el más iletrado de los pocos analfabetos que queden en el mundo carece de ficciones o fabulaciones. Pero la frase hay que entenderla en el sentido de contraponer lengua escrita y lengua hablada. La literatura, en el sentido de lengua escrita, es un lujo, algo precioso y valioso, pero de lo que se podría prescindir sin mayor problema. De hecho, antes de la invención de la escritura, había una mal llamada literatura -el término ya implica escritura, letra escrita- oral, una oralidad que se trasmitía de boca en boca. La ficción es una narración, una historia, un cuento inventado. Sin eso no se puede vivir o, mejor dicho, no se puede existir, porque ficción es la realidad. 

  
402.- IA. La Inteligencia Artificial se ha convertido en el moderno oráculo de Delfos que puede decir a la vez una cosa y la contraria, como cuando a través de su sucursal de Cumas, la Sibila le dijo sibilinamente a aquel soldado que iba a ir a la guerra y preguntó por su suerte: “Ibis... redibis... numquam... in bello morieris”. Lo que tanto valía por “Irás, volverás nunca, morirás en la guerra” como por “Irás, volverás, nunca morirás en la guerra” dependiendo de las pausas que se hicieran en la pronunciación de la solemne respuesta. Recuerdo que cuando, niño, yo iba a misa, antes de la primera comunión, el sacerdote decía: “Palabra de Dios”, y los feligreses, niños y mujeres delante, hombres detrás, contestábamos al unísono: “Te alabamos, Señor”. Hoy podríamos cambiar lo de palabra de Dios por la de  IA, la Divina Providencia. Lo que diga la IA va a misa. Los algoritmos nos gobiernan. Y el éxito de su gobierno es que la gente no sepa muy bien quiénes son esos señores, que a veces confunden con los logaritmos. Su éxito se debe a que ignoramos quiénes son, pero el planeta ha pasado a ser de estos señores de la IA. Ahora somos inquilinos en su finca, y los alquileres no dejan de subir. Hay que pagar por vivir porque la vida tiene un precio. Quien no pague su huella de carbono (el alquiler) será desahuciado. Fue Órgüel quien acuñó el neologismo doublethink, que podemos traducir por pensamiento doble en el sentido de contradictorio, en su profética novela que, redactada en el año del ¨Señor de 1948, bailando los dos últimos números, tituló: 1984. Es un buen hallazgo semántico que expresa la facultad que tienen los que mandan para sostener dos opiniones contradictorias y contrarias simultáneamente, igual que la IA. La mentira ha existido siempre, lo novedoso del doble pensamiento es que el que gobierna consigue imponer un lenguaje que dice a la vez lo mismo y lo contrario, lo que significa y lo que él quiere que signifique, así se le ocurra llamar a la guerra paz, o a la esclavitud libertad, o a lo blanco negro, a la verdad mentira, y a la vida muerte, pero también lo que él quiere, como le dijo Humpty Dumpty a la Alicia de Lewis Carrol: Las palabras significan lo que se le antoja al que manda. Para eso es el Puto Amo.
 
 
403.- El dicho y el hecho. Entre el dicho y el hecho hay un trecho, el enorme trecho que separa las cosas de las palabras o ideas que nos hacemos, abstrayéndolas, de las cosas. Los italianos dicen “tra il dire e il fare c´è il mare”: entre el decir y el hacer está el mar. Podemos imaginar que se abre un mar tan vasto como el Mediterráneo o, más aún, como el maremágnum del océano: una distancia inabarcable. Todo lo que se cuente es, por lo tanto, por el mero hecho de contarlo un cuento, o sea una mentira, real, como la propia realidad, pero falsa; sin embargo, lo que no se cuenta, lo que uno se calla porque no puede contarlo, eso es lo interesante, lo verdadero. Siempre ha sido lo mejor: lo que se sugiere, lo que no se dice, lo que no se reduce a palabras, porque no se deja etiquetar ni simplificar, lo que se calla porque hay detrás algo más, mucho más que palabras. Eso es lo verdadero, aunque no sea real. Del dicho al hecho hay en realidad mucho más que un trecho, un profundísimo abismo infranqueable. 
  
404.- Ni caso. Durante mucho tiempo la información escaseaba y era un bien más difícil de conseguir que el oro, pero hoy día hay un apabullante superávit. En la Red, desde luego, es lo que más abunda: información, de hecho es casi lo único que hay: informaciones que son publicidad y propaganda para las masas. Hay quien dice que con el aire y con el agua es lo que más abunda en el planeta: información, informaciones. Y dicen que como el agua y el aire es algo necesario. ¿Para qué? Me pregunto yo. Las informaciones son necesarias para meternos el miedo en el cuerpo y en el alma, que es lo mismo, y para distraernos. Lo mismo que el aire y que el agua, que están cada vez más contaminados en el planeta azul, la información también está polucionada, manipulada, sesgada; por lo que su abundancia se convierte en asfixiante: no es una riqueza de la que podamos sentirnos orgullosos, sino un motivo grave de preocupación: la información es un un tumor cancerígeno que pretende aniquilarnos insensibilizándonos ante lo que pasa, porque la información logra que nos desinteresemos precisamente de “lo que pasa” y nos preocupemos por cosas que no nos interesan, que ni nos van ni nos vienen, para que así seamos incapaces de ver lo que tenemos delante de nuestras propias narices, pues vemos, en lugar de lo que hay, las pantallas que nos ponen a modo de aquellas orejeras que les plantaban a los asnos para que caminaran siempre adelante en la misma y prefijada dirección. ¿Es bueno, pues, estar informado? Para nada. No sólo no es bueno, es perjudicial para la salud física y mental. Nuestra tarea, por lo tanto, es librarnos de la información, desinformarnos, no hacer caso de lo que nos cuentan. 
 
 
 
405.- Estatua ecuestre del Generalísimo. El 17 de diciembre de 2008 fue retirada la estatua ecuestre de bronce de Franco que formaba parte del paisaje de Santander después de cuarenta y cuatro años en la plaza del Ayuntamiento. Era obra del escultor José Capuz. El ínclito Generalísimo no galopa ni sigue cabalgando a lomos de su caballo; era Francisco Franco pésimo jinete al parecer. No pueden las palomas ya condecorar, ellas que son las mensajeras de la paz, al victorioso general tras mil batallas haciendo sus deposiciones naturales encima de él, en su calvicie o su uniforme. No pasa ya ningún chiquillo que de pronto le entren urgentes ganas de orinar, y se haga pis en el pedestal de la estatua del caudillo, con toda la inocencia de los niños propia, vengando así a los hijos huérfanos de padres, a las madres todas que odian guerras y batallas, y a las víctimas de guerra que en el mundo han sido. No pasa ya ningún borracho por la noche tambaleándose a la luz de la luna, que se apoye, y le eche encima el largo vómito de su amarga borrachera, ya que ellos, los borrachos sólo y los niños dicen a las claras la verdad. Tampoco pasan los amantes ni se besan a la sombra de esa vieja estatua, ni se enfada el viejo carcamal del mílite glorioso indignado porque le hacen burla y el pecado del amor delante, impunemente, de sus narices; y el vejestorio de él, que firmó sentencias de muerte sin que le temblara el pulso y que de eso del amor no sabe casi nada, que sólo amó a la patria, idea descarnada, maldita sea, ya no siente el desdén indiferente de las palomas, los niños, los borrachos y los enamorados. Ya no galopa el militronche sobre el caballo percherón en Santander; le han quitado y retirado, lástima, su estatua ecuestre so pretexto de remodelación de la plaza.
 
 

lunes, 18 de agosto de 2025

Desalojos y confinamientos incendiarios

    El pueblo cacereño de Oliva de Plasencia (292 habitantes), a medio camino entre el idílico Valle del Jerte y la ciudad de Plasencia, fundada para placer a Dios y a los hombres, no fue “confinado por el fuego”, como miente el titular de El Periódico Global(ista) sino por la Junta de Extremadura, que tomó esa decisión draconiana “ante los riesgos de inhalación de humo y para evitar desplazamientos peligrosos”. Durante 32 horas estuvo este pueblo extremeño confinado  “con sus vecinos dentro”, quienes recibieron un alarmante mensaje ES Alert, a las 6,14 horas de la mañana, “ordenando el confinamiento de todos los vecinos por la amenaza del incendio”, un fuego que tras cuatro días aciagos había arrasado casi cinco mil hectáreas.  No es raro que algunos hayan declarado, como recoge el mencionado periódico que les vino enseguida a la memoria el recuerdo de la pandemia. 
 
Incendio de Jarilla (Cáceres)
 
   Un vecino sintió algo parecido al pánico: la situación alarmante le resultaba familiar, conocía el mensaje de alarma por la Dana de Valencia. Se juntaban en su recuerdo las inundaciones, el agua, con los incendios, el fuego, dos de los cuatro elementos primordiales que amenazaban la supervivencia. 
 
    El incendio de Jarilla -a tres quilómetros- provocó el desalojo de los vecinos de ese municipio, de Villar y de Cabellabezosa. Uno de los diecinueve residentes de este último se resistió en un primer momento a ser desalojado y tuvo que ser evacuado, a la fuerza y de madrugada, por los agentes, y recuerda: “Nos llevaron medio esposados”.
 
    Vemos cómo el Estado a través de sus instituciones centrales o autonómicas, que vienen a ser lo mismo, utiliza ambos procedimientos coercitivos -confinamientos y desalojos- a propósito de los incendios, justificando su acción por el interés del bien común que se impone al de la gente.
 
    La orden llegó a través de los móviles, esos apéndices ya imprescindibles de la anatomía humana, pero se extendió enseguida por el boca a boca: había que permanecer en el municipio. No se podía salir ni entrar. Y en un primer momento, la recomendación era mantenerse, a poder ser, dentro de las viviendas con las ventanas y puertas cerradas. Todos los accesos al pueblo, por diversas carreteras comarcales, estuvieron desde la mañana del jueves acordonados y controlados por agentes de la Guardia Civil, aunque hubo quienes consiguieron burlar la vigilancia y escapar, e incluso regresar de nuevo, dando rodeos por caminos escondidos. 
 
Oliva de Plasencia, Plaza del Llano
 
          La piscina del pueblo de Oliva de Plasencia, entre tanto, donde podrían aliviarse a remojo los vecinos, se mantuvo cerrada “por precaución”. La Guardia Civil se vio obligada a sancionar a quienes se saltaron las restricciones impuestas por el incendio con multas de hasta tres mil euros. Había bastante nerviosismo bajo un sol de justicia, mientras el humo que asediaba el municipio de Jarilla, volvía a reactivarse y un vecino se preguntaba: “A ver ahora cuándo nos desconfinan”.
 
    Los vecinos se encierran en casa bajo arresto domiciliario. Los que pueden con ventilador, y todos siguiendo las noticias de la televisión cuyos informativos, da igual la cadena pública o privada que vean, informan, vaya novedad en pleno agosto, del calor que hace, por si no nos habíamos enterado. Salen dos o tres víctimas en paños menores diciendo que hay que ver qué calor hace, o bebiendo agua a morros de una botella de plástico, o duchándose en una piadosa fuente pública. Luego, una locutriz dice que vaya calor tan tremendo que hace y da algunas cifras de temperaturas alarmantes. A lo que sigue otro montón de víctimas diciendo que qué barbaridad el calor que hace, que nunca se ha visto una cosa igual, que no hay quien lo aguante. Y así llenan un espacio vacío, porque no hay más noticias. Pasamos, acto seguido, a otra cosa: los incendios que año tras año han calcinado media península durante el mes de agosto. Arruinan a muchos agricultores, ganaderos y propietarios de primeras y segundas residencias. Se cobran también unas cuantas víctimas, pero eso, al parecer, no le importa a nadie entre quienes mandan. Ningún gobierno se ha preocupado de averiguar quiénes son los incendiarios ni cuáles son sus motivos. Como mucho, culpabilizan al Cambio Climático, que mata. Hay víctimas mortales. Al menos tres. El presidente del Gobierno ha dicho numerosas veces y lo han coreado sus ministros y ministras, que actúan como voceros altavoces y portavoces, que el Cambio Climático mata, y que por lo tanto sería el responsable de esas muertes en último extremo, que podrían haberse evitado si no se hubiera negado el fenómeno climático. 
 
    En una comparecencia en el congreso el 27 de noviembre del año pasado dijo el Puto Amo: “Hay algo más peligroso que el Cambio Climático: los gobiernos negacionistas que niegan los efectos devastadores del Cambio Climático. Si el Cambio Climático mata, como dice él, poco importa que haya gobiernos como el suyo, que es el Central, que lo reconozcan, y otros que, negacionistas o renegacionistas, no lo hagan. Afirmarlo o negarlo no sirve de nada, cuando de lo que se trata es de evitar que se produzca el fuego y, en su caso, proceder a apagarlo lo antes posible. 
 
    Vemos aquí algo que ya vimos durante la pandemia, la delegación o dejación de responsabilidades: el gobierno central les pasa la pelota a los autonómicos, y a su vez estos al central. Nadie quiere la culpa (o la responsabilidad, en su versión laica), que se queda soltera al repudiarla todo el mundo. No se sabe muy bien a quién le corresponde tomar las medidas oportunas ni quién ha hecho dejadez de sus funciones. Unos y otros se echan la culpa mutuamente, y la casa, entre tanto, sin barrer. Si quieren ayuda, que la pidan. Ni unos ni otros, ni el central ni los autonómicos se preocupan por comenzar obras de desactivación ígnea que requieren muchos recursos que prefieren destinar a otros menesteres. 
 
El "milagro"
 
    Sin embargo, en la televisión los vecinos de Oliva de Plasencia y de todas las Españas veíamos y oíamos algo que llamaba nuestra atención. Correspondía al incendio de Tres Cantos, en Madrid. En palabras de la locutriz televisiva: Nos encontramos ante "un círculo en el que están descansando unas 'vaquitas' (sic) que han conseguido salvarse. Parece un auténtico milagro. Es un círculo milagroso debajo del 'arbolito' (sic, por el ridículo diminutivo) están descansando plácidamente rodeadas (sc. las 'vaquitas') de destrucción, de la destrucción que causó anoche el fuego". Pero no se trata de ningún auténtico milagro. El árbol verde y a su sombra el rebaño de vacas rodeadas por terreno calcinado no son ningún milagro. Dicen, decimos, los televidentes/telecreyentes que ese árbol, el único de la zona que se ha salvado por lo que se ve, daba sombra al ganado que de tanto refugiarse en él ha dejado el suelo limpio de pasto, lo que ha servido de cortafuegos natural. Si las autoridades incompetentes permitiesen el pastoreo de ganado y la limpieza tradicional de los montes, habría muchos menos incendios, por no decir casi ninguno. Los auténticos milagros no existen, el sentido común de la gente puede que sí.

domingo, 17 de agosto de 2025

Día Internacional del Peatón

El Día Internacional del Peatón se conmemora cada 17 de agosto, fecha en que se registró la muerte de la primera víctima del automovilismo, una mujer en Reino Unido. La irlandesa Bridget Driscoll fue atropellada por un automóvil con motor de combustión interna un día como hoy, 17 de agosto, del año del Señor de 1896 en la ciudad de Croydon; este primer caso de muerte de un viandante fue juzgado como muerte accidental, aunque se sabía que el conductor conducía con exceso de velocidad. 

 Imagen de Bridget Driscoll tomada de la Güiquipedia
 
Tres años después, el 13 de septiembre del año del Señor de 1899, Henry H. Bliss se convirtió en el primer muerto al otro lado del charco, en los Estados Unidos, a causa de la embestida de un coche. Cuando descendía, junto a una mujer, de un tranvía en la ciudad de Nueva York, el conductor de un taxi lo atropelló lesionándole cabeza y pecho; murió a la mañana siguiente. 

 Henry H. Bliss (1873), primera víctima mortal en el continente americano.

Justo un siglo después, se le dedicó una placa en el lugar donde sucedió. A la ceremonia asistió su bisnieta, que depositó un ramo de rosas en el lugar donde atropellaron a su bisabuelo. La placa dice así: “Aquí en la calle 74ª oeste y en el oeste de Central Park, Henry H. Bliss se apeó de un tranvía y fue atropellado y dejado inconsciente la noche del 13 de septiembre de 1899. El lugar del accidente era conocido en ese momento por los conductores de tranvías como "Tramo peligroso". Cuando el señor Bliss, un agente inmobiliario de Nueva York, murió a la mañana siguiente, se convirtió en el primer accidente fatal de coche registrado en los Estados Unidos. Se erigió esta placa para recordar al señor Bliss en el centenario de su muerte prematura y para promover la seguridad en nuestras calles y carreteras”. 



No debería favorecerse el uso del automóvil personal en las ciudades y sí el de vehículos más inocuos como las bicicletas, o mejor aún, como nuestras propias extremidades inferiores y camineras, ni dedicarse más recursos públicos a autopistas, autovías y carreteras, sino que habría que tener en cuenta que el peatón tiene siempre preferencia en todas las vías públicas. Tengamos en cuenta, sin retroceder tanto en el tiempo y sin ir tan lejos, que el año pasado mismamente murieron en estas sufridas Españas nuestras la friolera de 1154 personas víctimas de accidentes de tráfico, según datos de la Dirección General de Tráfico, y que hubo 4634 heridos graves ingresados en hospitales, quedando algunos con graves secuelas de por vida. 
 
Lo llaman siniestralidad y echan la culpa a los conductores que a veces conducen drogados, borrachos o distraídos; lo que es siniestro es el automóvil personal mismo, coche fúnebre en potencia, que, como el caballo de Atila, no deja que crezca la yerba allá por donde pasa, y la industria que lo favorece que no tiene empacho en reconvertirse y pasar de los motores de combustión a los eléctricos o hibridados del capital privado subvencionado por el Estado.