«El pesimismo no ha creado ni un solo puesto de trabajo», pontificó una vez un presidente del gobierno del rey-no de las Españas. Se suponía que de esa afirmación se desprendía que el optimismo bobalicón que él predicaba con el ejemplo de su sonrisa no poco hipócrita crearía muchos puestos de trabajo, sobre todo en el sector servicios del oficio más viejo del mundo, en las aceras de las esquinas, bajo las farolas.
Los que no somos ni optimistas ni tampoco pesimistas –que son los optimistas bien informados, como se sabe- creemos que el trabajo no es algo de por sí bueno, no es una bendición de Dios, como dijo una vez un papa, sino todo lo contrario, una maldición bíblica que nos hace libres esclavizándonos como decía el lema germánico del campo de exterminio nazi: 'Arbeit macht frei': el trabajo te hace libre.
Cuando decía el bobo aquel del jefe del Ejecutivo del rey-no de las Españas que «sólo navegaría en un barco en el que el capitán diga que tiene plena confianza», olvidaba que todos íbamos en el mismo barco, la nave del Estado, que decían los clásicos, un barco que pese a la marejada y el oleaje y la borrasca todavía no se va a pique. Olvidaba, sin embargo, que él no era el capitán, ni siquiera el timonel de esa nave del Estado que se llamaba el rey-no de las Españas, ni tampoco lo es el Rey, sino Su Majestad el Dinero, que es el auténtico monarca absoluto y dios verdadero.
Y olvidaba que el optimismo nunca ha salvado a nadie que no supiera y pudiera nadar de morir ahogado en las procelosas aguas del océano sobre el que bogamos en la nave del Estado.
En lo que sí estamos de acuerdo con él es en que no hay crisis económica, ni climática, ni energética ni sanitaria ni Cristo que la fundó ni en España ni en el mundo: puede que haya una situación difícil para la gente, pero el capital sigue siendo el ciego dios omnipotente, el becerro de oro al que subordinamos la política y nuestras vidas en aras del consumismo. Sólo hace falta ver lo bien que prosperan algunos usureros, es decir, algunas entidades bancarias. Así que ¿de qué se ríe, señor presidente del Gobierno? ¿de qué se ríe?