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lunes, 18 de agosto de 2025

Desalojos y confinamientos incendiarios

    El pueblo cacereño de Oliva de Plasencia (292 habitantes), a medio camino entre el idílico Valle del Jerte y la ciudad de Plasencia, fundada para placer a Dios y a los hombres, no fue “confinado por el fuego”, como miente el titular de El Periódico Global(ista) sino por la Junta de Extremadura, que tomó esa decisión draconiana “ante los riesgos de inhalación de humo y para evitar desplazamientos peligrosos”. Durante 32 horas estuvo este pueblo extremeño confinado  “con sus vecinos dentro”, quienes recibieron un alarmante mensaje ES Alert, a las 6,14 horas de la mañana, “ordenando el confinamiento de todos los vecinos por la amenaza del incendio”, un fuego que tras cuatro días aciagos había arrasado casi cinco mil hectáreas.  No es raro que algunos hayan declarado, como recoge el mencionado periódico que les vino enseguida a la memoria el recuerdo de la pandemia. 
 
Incendio de Jarilla (Cáceres)
 
   Un vecino sintió algo parecido al pánico: la situación alarmante le resultaba familiar, conocía el mensaje de alarma por la Dana de Valencia. Se juntaban en su recuerdo las inundaciones, el agua, con los incendios, el fuego, dos de los cuatro elementos primordiales que amenazaban la supervivencia. 
 
    El incendio de Jarilla -a tres quilómetros- provocó el desalojo de los vecinos de ese municipio, de Villar y de Cabellabezosa. Uno de los diecinueve residentes de este último se resistió en un primer momento a ser desalojado y tuvo que ser evacuado, a la fuerza y de madrugada, por los agentes, y recuerda: “Nos llevaron medio esposados”.
 
    Vemos cómo el Estado a través de sus instituciones centrales o autonómicas, que vienen a ser lo mismo, utiliza ambos procedimientos coercitivos -confinamientos y desalojos- a propósito de los incendios, justificando su acción por el interés del bien común que se impone al de la gente.
 
    La orden llegó a través de los móviles, esos apéndices ya imprescindibles de la anatomía humana, pero se extendió enseguida por el boca a boca: había que permanecer en el municipio. No se podía salir ni entrar. Y en un primer momento, la recomendación era mantenerse, a poder ser, dentro de las viviendas con las ventanas y puertas cerradas. Todos los accesos al pueblo, por diversas carreteras comarcales, estuvieron desde la mañana del jueves acordonados y controlados por agentes de la Guardia Civil, aunque hubo quienes consiguieron burlar la vigilancia y escapar, e incluso regresar de nuevo, dando rodeos por caminos escondidos. 
 
Oliva de Plasencia, Plaza del Llano
 
          La piscina del pueblo de Oliva de Plasencia, entre tanto, donde podrían aliviarse a remojo los vecinos, se mantuvo cerrada “por precaución”. La Guardia Civil se vio obligada a sancionar a quienes se saltaron las restricciones impuestas por el incendio con multas de hasta tres mil euros. Había bastante nerviosismo bajo un sol de justicia, mientras el humo que asediaba el municipio de Jarilla, volvía a reactivarse y un vecino se preguntaba: “A ver ahora cuándo nos desconfinan”.
 
    Los vecinos se encierran en casa bajo arresto domiciliario. Los que pueden con ventilador, y todos siguiendo las noticias de la televisión cuyos informativos, da igual la cadena pública o privada que vean, informan, vaya novedad en pleno agosto, del calor que hace, por si no nos habíamos enterado. Salen dos o tres víctimas en paños menores diciendo que hay que ver qué calor hace, o bebiendo agua a morros de una botella de plástico, o duchándose en una piadosa fuente pública. Luego, una locutriz dice que vaya calor tan tremendo que hace y da algunas cifras de temperaturas alarmantes. A lo que sigue otro montón de víctimas diciendo que qué barbaridad el calor que hace, que nunca se ha visto una cosa igual, que no hay quien lo aguante. Y así llenan un espacio vacío, porque no hay más noticias. Pasamos, acto seguido, a otra cosa: los incendios que año tras año han calcinado media península durante el mes de agosto. Arruinan a muchos agricultores, ganaderos y propietarios de primeras y segundas residencias. Se cobran también unas cuantas víctimas, pero eso, al parecer, no le importa a nadie entre quienes mandan. Ningún gobierno se ha preocupado de averiguar quiénes son los incendiarios ni cuáles son sus motivos. Como mucho, culpabilizan al Cambio Climático, que mata. Hay víctimas mortales. Al menos tres. El presidente del Gobierno ha dicho numerosas veces y lo han coreado sus ministros y ministras, que actúan como voceros altavoces y portavoces, que el Cambio Climático mata, y que por lo tanto sería el responsable de esas muertes en último extremo, que podrían haberse evitado si no se hubiera negado el fenómeno climático. 
 
    En una comparecencia en el congreso el 27 de noviembre del año pasado dijo el Puto Amo: “Hay algo más peligroso que el Cambio Climático: los gobiernos negacionistas que niegan los efectos devastadores del Cambio Climático. Si el Cambio Climático mata, como dice él, poco importa que haya gobiernos como el suyo, que es el Central, que lo reconozcan, y otros que, negacionistas o renegacionistas, no lo hagan. Afirmarlo o negarlo no sirve de nada, cuando de lo que se trata es de evitar que se produzca el fuego y, en su caso, proceder a apagarlo lo antes posible. 
 
    Vemos aquí algo que ya vimos durante la pandemia, la delegación o dejación de responsabilidades: el gobierno central les pasa la pelota a los autonómicos, y a su vez estos al central. Nadie quiere la culpa (o la responsabilidad, en su versión laica), que se queda soltera al repudiarla todo el mundo. No se sabe muy bien a quién le corresponde tomar las medidas oportunas ni quién ha hecho dejadez de sus funciones. Unos y otros se echan la culpa mutuamente, y la casa, entre tanto, sin barrer. Si quieren ayuda, que la pidan. Ni unos ni otros, ni el central ni los autonómicos se preocupan por comenzar obras de desactivación ígnea que requieren muchos recursos que prefieren destinar a otros menesteres. 
 
El "milagro"
 
    Sin embargo, en la televisión los vecinos de Oliva de Plasencia y de todas las Españas veíamos y oíamos algo que llamaba nuestra atención. Correspondía al incendio de Tres Cantos, en Madrid. En palabras de la locutriz televisiva: Nos encontramos ante "un círculo en el que están descansando unas 'vaquitas' (sic) que han conseguido salvarse. Parece un auténtico milagro. Es un círculo milagroso debajo del 'arbolito' (sic, por el ridículo diminutivo) están descansando plácidamente rodeadas (sc. las 'vaquitas') de destrucción, de la destrucción que causó anoche el fuego". Pero no se trata de ningún auténtico milagro. El árbol verde y a su sombra el rebaño de vacas rodeadas por terreno calcinado no son ningún milagro. Dicen, decimos, los televidentes/telecreyentes que ese árbol, el único de la zona que se ha salvado por lo que se ve, daba sombra al ganado que de tanto refugiarse en él ha dejado el suelo limpio de pasto, lo que ha servido de cortafuegos natural. Si las autoridades incompetentes permitiesen el pastoreo de ganado y la limpieza tradicional de los montes, habría muchos menos incendios, por no decir casi ninguno. Los auténticos milagros no existen, el sentido común de la gente puede que sí.

lunes, 14 de julio de 2025

Pareceres LXXXI

396.- Confinamientos: Resulta curioso cómo a propósito de los incendios forestales que se reproducen en verano vuelven las autoridades y los periodistas a conjugar el sospechoso verbo “confinar”. La docta Academia lo define en su segunda acepción, que desde la pandemia ha pasado a ser ya la primera, como: Encerrar o recluir algo o a alguien en un lugar determinado o dentro de unos límites. U(sado) t(ambién) c(omo) pr(o)n(omina)l: 'Se confinó en su casa'. Se quema el bosque y el incendio ya no es noticia en sí mismo, por lo que no se nos informa de su extensión, duración, altura de las llamas o los esfuerzos que hacen bomberos y lugareños para confinarlo a él y poder reducirlo y apagarlo. Se nos informa de las alertas que han emitido las autoridades al efecto y de los municipios y número de personas que han "confinado". De este modo contribuyen periodistas y autoridades tanto teórica- como prácticamente a normalizar el verbo para poder usarlo en muy diversos y otros contextos y que nos parezca lo normal permanecer en casa bajo arresto domiciliario y manteniendo la respiración a ser posible todo lo que podamos, para no contaminar el planeta con el dióxido de carbono, CO2 o anhídrido carbónico que exhalamos. Y todo por nuestro propio bien incomprensible. 
 
  
397.- Mass media. Esta expresión inglesa suele traducirse por “medios de información” o “conjunto de medios de comunicación”, cuando literalmente significaría medios de masas, medios masivos, medios para las masas. Agustín García Calvo acuñó para traducirlo la fórmula “Medios de formación de masas”, que responde muy bien al original inglés, formado sobre el plural latino de “medium”, que es “media”, y mass, que llegó al inglés a través del francés procedente del latín “massa” (masa, amontonamiento, pasta) que probablemente le venga del griego μάζα, que era el nombre de la masa y de la torta de cebada, relacionada probablemente con el verbo μάσσειν (amasar), que, por su parte, remonta a una raíz protoindoeuropea *mag- que significaría algo así como “dar forma, ajustar, amasar”. En griego moderno se conserva esta palabra que se traduce como “plebe”. Los mass media no son meros medios de información o de comunicación, sería una ingenuidad imperdonable creerlo y pensar una cosa así, ya que se han convertido en un amasijo al servicio del poder de instrumentos de formación, uniformación y uniformización de masas de individuos personales. 
 
  
398.- La fluidez. De cómo los más avispados se aprovechan de la divulgación de la pseudofilosofía barata heraclitana del panta rhei, cambio continuo o perpetuum mobile, asociándola con algunos ribetes baratos de espiritualismo oriental, tales como el taoísmo y el anicca, impermanencia o naturaleza transitoria de las cosas del budismo, poniendo estos conceptos al servicio de la lógica económica dominante y de la adaptación al principio de realidad. En su perversa reinterpretación actual y occidental, a través de la Nueva Era, se reducen a una justificación de la inestabilidad laboral. Se siembran consignas como «abraza el cambio», «sé flexible», «re-invéntate continuamente», «fluye»... que invitan a adaptarse a la realidad cambiante y a las exigencias del mercado laboral. La meditación, por ejemplo, se vende como solución al problema del estrés laboral. El “si quieres, puedes” y el “tú creas tu propia realidad” ponen el énfasis en la responsabilidad individual, desviando la atención del sistema. Cada cual labra su propio porvenir y, por lo tanto, es responsable de él y de su 'burn out', el síndrome del trabajador quemado en sus propias ascuas. Los promotores de estas filosofías son los mismos que acumulan dinero y poder, que les da una identidad y una estabilidad envidiables y que cambian de opinión como el que cambia de calzoncillos. 
 
399.- Ola de Calor: Arranca el verano con los primeros avisos de los meteorólogos televisivos, los populares hombres y mujeres del tiempo: La primera ola de calor arranca con el 75% de los municipios en niveles de riesgo para la salud. Clima extremo a finales de junio. La 'cúpula de calor' abrasa España. Y los inevitables consejos paternalistas: Muchísima precaución con las altas temperaturas extremas que además serán duraderas. El Estado Terapéutico -ese ogro filantrópico, que decía el poeta Octavio Paz- ha logrado que vivamos en un estado clínico, sometiéndonos a una perpetua y constante hospitalización. Hay muchas metáforas del Estado. Una de ella es el Estado-hospital. Uno puede acudir al Estado cuando necesita ayuda, pero a menudo es el Estado el que acude a uno metiéndosenos en casa, en nuestra vida, porque necesita nuestra ayuda para autojustificar su existencia. Antes no había Seguridad Social, ni un Papá-Estado protector, pero al menos la gente vivía como quería... Ahora ni siquiera se vive, se sobrevive. Y este calor del que tanto nos hablan, siempre futuro, se parece mucho a aquel virus, con sus numerosos casos y sus muertos cotidianos... Quizá algún día se descubra que era fabricación de algún malévolo laboratorio chino del que se había escapado. De todas formas, este no va a ser el verano más caluroso desde que hay registros. El día más caluroso de nuestra historia, según parece, ya se registró una vez, antes del cambio climático provocado por la acción humana: fue en el año del Señor de 1876 a finales de julio, cuando Sevilla registró 51 grados y Madrid llegó a rebasar los 44.
 
  
400.- Sentido común. Hay alguien que tiene más inteligencia que los genios más grandes que en el mundo son y han sido, ese alguien es... todo el mundo. La frase se le atribuye a grandes hombres como Napoleón o Voltaire, pero no está atestiguada en ninguno de los textos de estos personajes. Muchas veces, para darle autoridad a un pensamiento, se le atribuye a un maestro: magister dixit. Si lo ha dicho un personaje, la frase cobra más enjundia no solo por lo que dice, con lo que podemos estar de acuerdo todos, sino por el relumbrón de la relevancia de quien lo dice. No obstante, es interesante porque pone de manifiesto la importancia de la inteligencia colectiva frente a la individual, por muy alto que sea el cociente intelectual del individuo en cuestión. Pone de relieve la importancia del “lógos xunós” la razón común, que decía Heraclito, o el discurso común que todos compartimos, por encima de lo individual. Más modestamente, sin recurrir a la filosofía presocrática, podemos hablar del sentido común que, paradójicamente, es el menos común de todos los sentidos, según el conocido dictamen que se le atribuye a Voltaire, por la pretensión que tenemos todos y cada uno de nosotros de albergar opiniones personales, y por el derecho reconocido a la libertad de expresión y opinión.
 


lunes, 28 de agosto de 2023

Tres documentos contra la amnesia histórica reciente

    Esto sucedió aquí mismo, en algún punto de nuestra sufrida geografía no hace tanto tiempo. Y merece la pena recordarlo para que no se nos olvide. Este vídeo, visto a comienzos de la pandemia, en marzo o abril de 2020, refleja muy bien lo que es brutalidad y abuso de poder. Juzguen ustedes mismos si hacía falta tanta presencia policial y tanta violencia para 'reducir' a este pobre hombre.
 
 
    Pero lo más grave no es solo la actuación de las fuerzas del orden, sino el aplauso desde las ventanas y los balcones de la gente que permanecía encerrada en sus hogares por mandato gubernamental y que, por orden televisiva, se asomaba a las ocho a aplaudir a los sanitarios y a las fuerzas de orden público que estaban luchando contra un virus invisible, "arriesgando su vida y dando lo mejor de sí mismos", que decían. Y lo hacían debido al miedo inducido por la política y sus cómplices, los medios de comunicación. 
 
    Esto sucedió aquí mismo, y es digno de una de las estampas goyescas de la España negra, y me duele que haya sido aquí, porque me duele, como decía el otro, por no decir que me jode, y mucho, España, un país en el que la mayoría idiotizada de la población no sólo bendice, sino que incluso aplaude tal brutalidad policial, en nombre de una nueva subnormalidad que se imponía por la fuerza. 
    

    Pero esto mismo sucedía allende nuestras fronteras, como demuestra esta fotografía publicada por el semanario alemán Der Spiegel el 5 de septiembre de 2020, pronto hará tres años, tomada en Melbourne (Australia). Una imagen como esta vale más que mil palabras para que las generaciones venideras tengan un testimonio de lo que consentimos que pasara en aquellos días oprobiosos. Cinco agentes detienen a un hombre y le ponen a la fuerza el bozal reglamentario que ellos llevan y que él había decidido no llevar.

 

    De nada servía que se razonara que la mascarilla, esa des-medida político-sanitaria, nunca ha servido para frenar a un virus respiratorio (?), ya que lo que hace es dificultar nuestra respiración haciendo que volvamos a inhalar, en lugar de oxígeno, el anhídrido carbónico, ahora llamado CO2 con más propiedad, que hemos exhalado, como demostraba la sensación de ahogo (sobre todo con las mascarillas más 'eficaces' y recomendadas), y los dolores de cabeza producidos por la hipoxia, que es el término médico para la deficiente oxigenación. La mascareta, si acaso, puede ser útil frente a la penetración de las bacterias, como las de la tuberculosis, pero nunca de los virus respiratorios que entran y salen por sus poros sin ninguna dificultad. Sin embargo había que imponerla, porque era el signo visible de la obediencia sumisa, y había que hacerlo por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar, como dijo un presidente de una taifa hispánica a propósito de la inoculación. Nos hicieron creer que si no lo hacíamos íbamos a matar a alguien, como si nosotros mismos fuésemos el virus asesino al que habían declarado la guerra, lo que vuelve a repetirse con el dióxido de carbono, anhídrido carbónico o simplemente carbono, que ahora también somos nosotros, pobres de nosotros, que quieren reducir.

    Pero uno de los responsables de este desaguisado mundial, el doctor Anthony Fauci, ese burócrata gubernamental recientemente retirado, acaba de salir de sus catacumbas y participar en un evento virtual titulado “Lecciones sobre una pandemia y papel de los profesores en la preparación de una pandemia”.

    Hay un vídeo en youtube, del que doy el enlace, donde se recogen las declaraciones de este impresentable, pero le ahorro al lector los cuarenta minutos que dura y le resumo los aspectos más destacados de la entrevista. La entrevistadora, en primer lugar, la doctora Teena Chopra, presenta al entrevistado como “one in the greatest minds in medicine”. Y dice que este es el rostro (la cara dura, más bien) de la salud pública y la política pública en el mundo:

 

     Fauci declara durante la entrevista que los confinamientos estaban "absolutamente justificados" y sugiere que deberían utilizarse nuevamente para forzar la vacunación (suponemos que de cara a la temporada otoño-invierno que se avecina). Dice literalmente en la lengua del Imperio: lockdowns are a great tool to forcibly “vaccinate” people, ("los confinamientos son una gran herramienta para 'vacunar' a la gente por la fuerza").  E insiste en la defensa a ultranza de los encierros: "Había que tener algo para detener inmediatamente el tsunami de infección", afirma, y ​​añade, "ese confinamiento estaba absolutamente justificado".
 
    La conversación continúa y el veterano jefe del NIAID (National Institute of Allergy and Infectious Diseases) declara, haciendo encaje retórico de bolillos, que el “cambio climático” está “desempeñando un papel” en la causa de los rebrotes o repuntes del virus. Luego pide un “compromiso internacional para disminuir la huella de carbono en la sociedad”, y continúa culpando de la tragedia de Maui, la isla volcánica que forma parte del archipiélago jaguayano, al cambio climático.