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jueves, 21 de agosto de 2025

Algo huele a chamusquina

    Escribía Mencken que el objetivo fundamental de la política práctica era mantener a la población en estado constante de alarma (y, como consecuencia de ello, clamando por ser salvaguardada) mediante una serie interminable de imaginarios duendecillos (hobgoblins, decía él). La práctica política consiste en inventar o redimensionar presuntas crisis o emergencias: sanitarias, ecológicas, climáticas... cada vez más abstractas y, por lo tanto, más difíciles de concretar, para declarar, en consecuencia, de hecho o de derecho el Estado de Emergencia. 
 
    Cada vez se amplía más el espectro de dichas emergencias. Hemos visto recientemente, por ejemplo, como el presidente del Gobierno  español a propósito de los incendios veraniegos responsabilizó de ellos a la Emergencia Climática, y no a los pirómanos interesados -las personas 'encargadas'(?), dijo él, de provocar esos incendios, cometiendo un lapsus imperdonable pero revelador sin duda de la existencia de incendiarios interesados en reconvertir los bosques y montes comunales en parques temáticos naturales, eólicos, fotovoltaicos, terrenos recalificados... 
 

     Los responsables de dicha Emergencia Climática seríamos todos y cada uno de nosotros, y especialmente los que no aceptamos dicha afirmación, los negacionistas. En su alocución atropellada de poco más de diez minutos, el presidente del gobierno español repitió de hecho once veces la expresión “Emergencia Climática”. Dicha emergencia tantas veces reiterada, dijo, asolaba el mundo en general según la Ciencia y particularmente aquí y ahora  la península ibérica,  y era la causante de catástrofes naturales vinculadas con el clima como la DANA pasada o los incendios hoy, como si el calentamiento global fruto del cambio climático de origen antropogénico fuera la mecha que hace que se quemen los bosques, y no la gasolina que echan los pirómanos. Algo, en efecto, huele a chamusquina en la alocución del atildado y acelerado primer ministro.
 
    Pero lo más revelador de esa comparecencia fue la afirmación de que el Gobierno de España "siempre ha reivindicado que el Estado somos todos" (y todas, olvido imperdonable por su parte no mencionar a las mujeres, según el asesoramiento del curso rápido de retórica pseudoprogresista que sigue el presidente). La reflexión de fondo que según el debíamos hacer le llevaba a proponer como solución para septiembre un irrisorio Pacto de Estado. 
  
Efectivos de la UME (Unidad Militar de Emergencias) apagando un incendio.
 
    Los políticos para justificar su gestión echan mano de problemas reales como los incendios ahora mismo y los inflan con la complicidad de la prensa hasta convertirlos en amenazas existenciales. Un titular de un periódico afín (pero lo mismo podría haber sido la Radio Televisión Española o las demás cadenas emisoras que nos aherrojan a la realidad) abre su primera página diciendo: 2025 es ya el peor año de incendios del siglo XXI y registra los fuegos más voraces de la historia
 
     Las emergencias que se suceden nos acostumbran a vivir bajo un clima, nunca mejor dicho, permanente de alarma y alerta: pasamos de la Sanitaria, a la Bélica (el rearme) y ahora le toca el turno a la Climática, de índole parecida a la primera. No en vano la Médica y Madre, Ministra de Sanidad del Gobierno progresista, ha expresado que la Emergencia Climática es una emergencia sanitaria porque en ambos casos peligra la vida humana, por lo que hay que tratar, desde las altas instancias, de salvar y de proteger vidas que están en peligro. 
 
    Una periodista presente en la sala se desmayó durante la comparecencia del Jefe del Ejecutivo, que enseguida diagnosticó "Es un golpe de calor", lo que supuso la interrupción de su discurso y el fin de la rueda de prensa. 
 

     El estado policial (el adjetivo es redundante, porque policía viene de polis, nombre griego, uno de los primeros del Estado) siempre necesitará fabricar una nueva crisis creándola de la nada o redimensionando con amplificación otra existente para imponerse la tarea de tener que gestionarla. El gobierno idea así nuevas formas de justificarse y establecerse como la “solución” a todos nuestros problemas, para lo que intentará por todos los medios a su alcance clasificar y etiquetar como extremismo radical y terrorismo interno cualquier punto de vista que desafíe su relato narrativo: los bulos y mentiras, la desinformación, los discursos de odio, o la crítica negacionista de la evidencia científica. 
 
    Lo que el gobierno no dice es que los terroristas internos son una creación suya, y que el Estado, que según él somos todos, no es el pueblo, sino todo lo contrario.  Nosotros, el pueblo, la gente, no somos el Estado, ni tenemos ninguna pretensión de serlo. 
 

sábado, 7 de diciembre de 2024

Cabaré de variedades (III)

El Gobierno abrirá nueve unidades de salud mental para atender a los afectados por las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales caídas en Valencia. 

 El objetivo, según el Ministerio de Sanidad, es “mitigar los problemas que en este campo (en el de la salud mental) puedan tener las personas afectadas”. 

 

Y se quiere, asimismo, según la afásica prosa ministerial, “sentar las bases de un sistema de intervención psicosocial que responda de forma ágil a los mismos”. 

 En tiempos menos seculares enviaban sacerdotes, ahora “profesionales de salud mental” (psicólogos, psicólogos clínicos, enfermeras, trabajadores sociales...). 

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Somos malas personas porque, en vez de dejar de respirar por salvar el planeta, seguimos haciéndolo y emitiendo así CO2, y no una, sino varias veces por minuto.

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El Gobierno decide incorporar a veintidós científicos, seleccionados entre mil seiscientos un candidatos, para asesorar a cada uno de sus veintidós ministerios. 

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Un estudio recién publicado y revisado por pares revela que los estudios no revelan nada importante que no se supiera antes de realizar el estudio susodicho. 

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Gracias a la estadística, se falsea la realidad y se 'elimina' la clase social: Si yo zampo dos pollos y tú ninguno, estadísticamente hemos comido uno cada uno. 

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Esta cuadrilla que alza sus puños adornados con relojes de lujo y pulseras de oro entona un himno proletario que en sus bocas resulta poco menos que sarcástico. 

 

¿Arriba parias de la tierra (o 'los pobres del mundo'), en pie famélica legión (o 'los esclavos sin pan'), atruena la razón en marcha, es el fin de la opresión? 

Así culminaba el congreso federal del PSOE, que perdía dos letras de sus siglas (S de Socialista y O de Obrero) para reducirse a lo esencial: Partido y Español. 

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Al vivir en permanente emergencia climática de alertas de calor en verano y de frío en invierno, corremos el peligro de no hacer caso cuando haya una de verdad. 

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Instalados en la Nueva Normalidad, prosperan las industrias sanitarias y de armas, cuyos fabricantes se frotan las manos por sus pingües beneficios económicos. 

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El capo de la taifa de Al-Ándalus dice sentirse “orgulloso de ser andaluz”, como si el hecho de serlo fuera mérito propio, en un acto de exaltación identitaria. 

El exalcalde de Sevilla sentenció literalmente “yo no hablo castellano, hablo andaluz”, en la firma del protocolo para proteger el habla y las hablas andaluzas. 

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Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme de quién son esos cien mil olivos que os expropian y arrasan para construir una megaloplanta solar fotovoltaica.