El teólogo, poeta y sacerdote católico brasileño, además de profesor de psicología y filosofía, Daniel Lima (1916-2012) es autor del precioso soneto "Nao existas -te peço. -Nao existas" incluido en sus "Sonetos quase sidos", publicados al año de su muerte en 2013.
Compuesto en perfectos hendecasílabos, carece de rima. Se trata, sin embargo de un poema redondo que culmina con el mismo verso con el que empieza y ofrece una profunda reflexión sobre la vida y la existencia.
-¡No existas! -te
suplico. -¡Tú no existas!
Mas siempre aléjate de
mí, en el sueño;
lejos de lo que fueras, si
existieses:
que el existir degrada al
ser más puro.
Hasta el fin, consérvate
soñada
criatura, inexistente
cuanto puedas,
si sin querer existes, si
tocada
de presencia real ya
tienes vida.
Así y todo existiendo,
sé soñada,
no te dejes tocar por la
existencia
que impurifica todo y
todo mancha
y te pone más lejos,
más te aparta
de tu ser verdadero,
inexistente.
¡No existas -te suplico-,
tú no existas!
Me enteré de la existencia, nunca mejor dicho, de este poeta casi póstumo por la foto lisboeta de un amigo que me comentó que la frase "Penso mas nâo existo"se le atribuía a él. No he encontrado en lo que he podido leer de su obra la formulación exacta, pero sí esta refutación del famoso "Pienso, luego existo" de Descartes en su poema breve titulado Anticartesiana (2001), que dice en versión original:O Filósofo acordou / e vendo-se ao espelho disse: / "Eu penso: eu sou". / E ao afastar-se / ouviou nâo sei de onde / uma parece voz: / "Mas nâo existo!", y en castellano sería algo así:El Filósofo despertó / y mirándose al espejo dijo: / "Pienso: soy". / Y al alejarse / oyó de no sé dónde / una como voz: / "¡Pero no existo!".
De Daniel Lima, cuya obra a mi entender no ha sido traducida a ninguna otra lengua todavía, presento aquí el poema "Réquiem por los filósofos", en versión original portuguesa y en traducción propia, con una introducción sobre este autor que para mí ha supuesto todo un descubrimiento.
26.-
Un individuo encontró un día una lámpara caminando por el
desierto. La frotó y salió un genio encerrado en ella: -Pídeme
un deseo. -Le dijo éste, contento de haber sido liberado al fin de
la maldición que pesaba sobre él. -¡Lo que quieras! -Añadió. -¡Ojalá
que se borre de mi vida todo lo que me impide ser feliz! -Dijo el
individuo. El
genio caviló un momento frotándose la barbilla. Y, acto seguido,
asintió e hizo con su varita mágica que el individuo desapareciera
de la faz de la tierra para siempre.
27.- Suele
llamarse “diálogo” a un intercambio de palabras, pareceres u
opiniones personales necias entre personas que tienen los oídos
impermeables. A palabras tontas (o idiotas, es decir, particulares),
oídos sordos. Recuérdese lo que reza el refrán: que no hay peor
sordo que el que no quiere oír. No oímos las palabras del otro
porque sólo oímos las que salen de nuestra boca, nuestro propio
eco, las que creemos que son nuestras. “Tú tienes tu opinión y yo
la mía”, así suelen zanjarse, es decir, abortarse muchas
discusiones. El diálogo se convierte, de esta guisa, en una suma de
dos monólogos sordos. ¿Para qué vamos a discutir nuestros puntos
de vista si cada uno es como es y cada cual tiene el suyo propio y
todos son igualmente respetables?
Pero no es cierto: no somos
nosotros los que tenemos una opinión personal o una ideología, es
la ideología u opinión personal la que nos tiene a nosotros, la que
se encarna en nosotros para desbancar a la razón y al sentido
comunes. Lo mejor que podríamos hacer con las opiniones personales
es desembarazarnos de ellas, pero el hecho de considerarlas
respetables hace que nos mantengamos firmes en nuestras posiciones,
enrocados en nuestras defensas previas, atrincherados en su respeto, lo
que constituye una falta de respeto hacia el sentido y la razón
comunes. El auténtico diálogo modifica a los interlocutores, que
podrán ser los mismos pero no idénticos a sí mismos, porque los
libera de la carga de ideas y opiniones personales preconcebidas que
albergaban antes de empezar a hablar: han cambiado sus pareceres, han
destruido sus certezas, han caído, ídolos de barro, sus ideas u
opiniones personales: el diálogo nos hace un poco más libres.
28.-Deberíamos
más que intentar ser nosotros mismos, que eso ya lo somos sin querer
ni poner demasiado empeño en ello, tratar de ser libres, libres
sobre todo de ser lo que somos, libres incluso de la obligación de
ser nosotros mismos y de ser fieles a nosotros mismos. En este
sentido, no deberíamos buscar ningún paraíso perdido o por
encontrar, sino simplemente huir de este infierno, como el jinete de
Kafka cuya meta es, simplemente, huir. No sabe a dónde irá, pero si
sabe de dónde se va.
29.- Diógenes con
un candil a plena luz del día. -¿Qué andas buscando,
Diógenes? ¿No vas a decirme como hace dos mil años que vas en pos
del hombre, eh? A lo que el filósofo contestó:-No,
ya no busco al ser humano en abstracto; ahora te voy buscando a ti
mismo, a ti y sólo a ti. Pero como no te veo, llevo el candil en la
mano.
30.-
Aunque diga que quiero disolver el “ego”, estoy con el mismo
acto de decirlo, ipso
facto,
fortaleciéndolo, porque estoy diciendo: “(yo) quiero”. Al decir
que quiero desintegrar el átomo de mi personalidad, resulta que
estoy paradójicamente potenciándolo, inflando el globo de la
identidad: el “yo” es un callejón sin salida. No sé lo que
haría sin mí. Sería, acaso, feliz. El Yo, aunque yo no quiera, es
egoísta, egocéntrico y ególatra por esencia. A veces yo
desaparezco y me vuelvo invisible como por arte de magia e
inexistente: sólo en esos momentos es, por cierto, cuando me
encuentro conmigo mismo. ¡Muera, pues, el Yo, a fin de que yo pueda
vivir! ¡Muera el Ego, para que yo viva!
Estados Unidos lanzó la
bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Su explosión
fue para muchos norteamericanos una hermosa sesión de fuegos
artificiales que traía la paz al mundo.
La narrativa oficial dominante
en torno a la energía atómica en los primeros años era que esta fuerza endemoniada, si se contenía
adecuadamente y se sometía a la autoridad del tío Sam,
podía ponerse al servicio de la humanidad y construir una América más
fuerte. Aprovechada positivamente para el combustible, el
transporte y la atención sanitaria, la tecnología atómica podría
sentar las bases de un nuevo orden mundial resplandeciente...
Resulta fascinante,
vista desde hoy, la ingenuidad con la que los norteamericanos se enfrentaban
al peligro atómico, una mezcla de atracción y de pánico a la vez, que
se proyectó enseguida, como no podía ser menos, sobre el cuerpo
femenino.
Ya antes de la Gran Explosión las mujeres atractivas, en efecto, eran
descritas como "explosivas", “pura dinamita”, “bombas”, “radiactivas”... Durante la Segunda Guerra Mundial las imágenes de
las chicas pin-up, que
decoraban calendarios y pósteres
con pose provocativa, adornaban
los morros de algunos aviones de bombardeo relacionando la sexualidad y la muerte, Eros y Thánatos.
(Detalle
de la bomba "Able", apodada Gilda y decorada con una foto
de Rita Hayworth, utilizada en la Operación Crossroads, 1946)
De
hecho, la primera detonación durante la serie de pruebas atómicas
de 1946 recibió el nombre de "Gilda", en honor del
personaje que encarnó Rita Hayworth en la clásica película en la que Glenn Ford le da a la actriz una memorable bofetada. Una imagen de la seductora pelirroja,
prototipo de femme fatale,
fue incluso estampada en la propia bomba. Una mujer sexualmente
provocativa e incluso promiscua, liberada del hogar y las tareas
domésticas era una auténtica bomba de relojería, capaz de seducir
y destruir al incauto que caía en la red bajo su hechizo.
La
conexión entre la feminidad y la destrucción nuclear encontró
quizás su expresión más evidente en la forma del moderno traje de
baño femenino de dos piezas, que no es tan moderno sin embargo como parece porque lo hallamos ya en la
antigua Roma, como muestran los mosaicos de la villa siciliana del Casale
de Piazza Armerina.
Mosaicos romanos del Casale de Piazza Armerina (Sicilia)
En 1946 un diseñador francés descubría América y el
Mediterráneo a la vez sacando al mercado un bañador femenino de dos piezas,
cuyo poderío sexual era tan explosivo que bautizó la
prenda con el nombre de "el bikini", porque Bikini era el nombre de un
atolón del pacífico, hoy deshabitado, en las islas Marshall, donde
Estados Unidos había detonado potentes explosiones atómicas unos
días antes.
El término “biquini” -que en principio era un
nombre propio sin significado alguno- se reinterpretó enseguida como nombre común
que contenía el prefijo bi(s)-, que significa como bien se sabe dos
en latín, igual que bivalente -como la famosa 'vacuna'-, o bisexual, y se crearon a su amparo nuevos términos como
monoquini, para el top-less -si se admite este anglicismo que evita
la expresión y la imagen de “con las tetas al aire”- o incluso
triquini, que no se sabe muy bien cómo es.
La bomba era el símbolo
del poderío yanqui, pero cuatro años después de Hiroshima y Nagasaki la Unión
Soviética, que no se quedaba manca, fabricó y detonó su propio artefacto nuclear, lo que hizo que cundiera el
pánico ante una confrontación que podía poner fin no solo a los dos bloques en pugna sino a todo el mundo
conocido.
Atómico se había
convertido en un adjetivo que podía ser sinónimo de “excepcional”,
“grandioso”, “extraordinario”, capaz de destruir, pero
también de suministrar una energía barata y poderosa, como queda dicho. El cuerpo
femenino era el lugar del deseo y la destrucción, la metáfora perfecta; podía dar placer
y prosperidad, como la energía nuclear, pero sin control, su
potencial explosivo era mortal.
Lee Merlin, Miss Bomba Atómica 1957
Hay algo, por ejemplo,
en la imagen de Lee Merlin, miss bomba atómica 1957, que relaciona
la recién descubierta bomba atómica con la feminidad destructiva.
No solo la nube en forma de hongo de la legendaria foto, que sube de
su entrepierna y se expande con forma de hongo al llegar a sus
pechos. La emblemática Lee Merlin irradiaba belleza en lugar de
partículas atómicas, y era la chica que todos querían que sobreviviera a un ataque nuclear.
La ciudad de Las
Vegas, que ya era un destino obligado para los amantes del placer y
del dinero donde se arruinaban y enriquecían los jugadores
empedernidos, se convirtió en una atracción turística más por su
proximidad a los campos de pruebas nucleares. A comienzos de la
década de los años 50, los turistas se agolpaban en los balcones de
algunos hoteles para ver embelesados a lo lejos cómo
las explosiones iluminaban el cielo y creaban una inmensa
nube de algodón con forma de hongo espectacular.
La amenaza de la bomba
atómica que emerge del sótano convertido en refugio antinuclear
está de moda otra vez en el siglo XXI. Hasta la Unión Europea ha calificado la
energía atómica obtenida de las centrales nucleares como energía natural, ecológica o verde, siempre y cuando se eliminen los residuos radiactivos, claro.
La llamada guerra de Ucrania dispara todas las alarmas. Estamos a la expectativa, atentos a nuestras pantallas, de ver quién
se tira antes el pedo atómico más descomunal.
Ese
conflicto, que alimentó la Guerra Fría, ha resucitado ahora,
en esta Paz Caliente en la que nos dicen que vayamos preparándonos
para la Tercera y Definitiva Guerra Mundial, que según Su Santidad el Papa estamos ya viviendo, que pondrá fin a todas
las guerras habidas y por haber. Los expertos aconsejan que vayamos adquiriendo en las
farmacias, y haciendo acopio, pastillas de yodo, en concreto de yoduro potásico -la nueva 'vacuna' salvavidas- contra
la radiación nuclear, el nuevo enemigo que se hace viral, yodo que ya produce en las fábricas de Vulcano
nuestro Ministerio de Defensa de la Guerra (así llamado porque
pretende defendernos de una guerra que él mismo provoca para
justificar su existencia enviando armas al frente). Según la Ministra del ramo que regenta
dicho contubernio estamos ante la “amenaza real” de un ataque
nuclear por parte del malvado Zar de todas las Rusias herederas de la
Unión Soviética, que quiere destruir el mundo como el mítico Fu
Manchú, que odia la civilización occidental.
No soy enemigo yo de
extranjerismos que siempre enriquecerán las lenguas nacionales, lo mismo que los extranjeros vienen a curarnos de nuestros nacionalismos, pero
muchos de los anglicismos son superfluos e innecesarios, y sólo responden al
postureo de presunción de modernidad. Seguimos enumerando algunos.
¡Mándame
un e-mail (pronunciado
i-meil) cuando me podías mandar un 'correo-electrónico', o si
queremos abreviar lo de electrónico, que es lo que hacen los
ingleses porque es un palabro muy largo, un 'correo-e'!
Lo
de fitness no sé muy
bien lo que es, pero creo que se usa como 'ejercicio físico' para
estar en forma, algo propio del engendro de la educación física que
tanto horrorizaba a Marinea, que se definía a sí mismo como
“profesor de gimnasia”, con palabra de más rancio abolengo, por
lo que un centro de fitness
supongo que es un gimnasio.
Si
hay un deporte rey, ese es el football,
que entre nosotros se escribió 'fútbol', pero bien se pudo traducir
y haber quedado como 'balompié', que es traducción de
“ball” y “foot”, respectivamente. De ese ámbito deportivo
nos vino 'chutar', que es anglicismo ya muy arraigado entre
nosotros, adaptación del verbo toshoot,
con el doble sentido de disparar un arma o un balón, pero también
inyectarse una sustancia, ya sea una droga o un experimento genético. Del balompié nos vino también el “gol”, que es la
adaptación de “goal” que es 'meta, objetivo', tan cacareado
por nuestros locutores deportivos: “hemos metido un goooooool”.
Recientemente el presidente del Gobierno de las Españas intervino en la
conferencia organizada por la Fundación Bill y Melinda Gates llamada
“Goalkeepers”, que en el deporte rey es el nombre de los
guardametas, pero aquí se refiere a los conseguidores de los objetivos, en este caso de la agenda 2030, que ya ni siquiera leemos "dos mil treinta", sino Britannico more "veinte treinta". Estos goalkeepers son los que nos meten los goles, nunca mejor dicho,
que otros, como la fundación susodicha, determinan.
Dices
que eres gay,
cuando toda la vida se dijo en román paladino 'marica' o 'maricón',
pero como parece que son insultos prefieres el anglicismo que está
de moda. Entre nosotros siempre se dijo gayo,
con el sentido de 'alegre y vistoso' y así se hablaba de la 'gaya
ciencia', que era la ciencia alegre de la poesía, o como dijo
Machado “gay trinar”, para decir que no era un ave de esas que
cantan alegremente.
¡Dame
un like (pronunciado
laik), cuando podríamos decir tranquilamente “me gusta”!
Vivimos, por cierto, en una dictadura virtual de los likes,
buscando la aprobación constante de los demás, y resucitando los
signos obsoletos del pulgar hacia arriba y el pulgar hacia abajo para
los dis-likes!
¿Por
qué dices que practicas mountain bike cuando
puedes decir 'bici de montaña'? ¿Hay acaso alguna diferencia entre
lo uno y lo otro?
¿Te
mola hacerte un selfie, narciso
impenitente,cuando
toda la vida se dijo 'autofoto' o, a lo culto, 'autorretrato', si no
fuera tan ridículo eso de posar para uno mismo, sacarse una foto a
ti mismo?
¿Por
qué le decimos a alguien que no nos haga spoil cuando
toda la vida hemos dicho 'no me cuentes la película, que entonces
pierdo el interés por ella y ya no la veo porque ¿para qué voy a
verla si ya sé de qué va??
No
hay nada peor que formar parte de un think tank o
'laboratorio de ideas', o, traducido más literalmente, 'tanque de
pensamiento', expresión que sugiere la existencia de un pensamiento
estancado, propio de una mentalidad esclerótica, cuando lo propio de
la razón es desembarazarse de ideas y dejar que el pensamiento fluya
y no se estanque como los ríos.
¿Por
qué hablamos de moda vintage cuando tenemos un viejo y
precioso prefijo latino que es 'retro', que nos retrotrae y hace
retroceder a épocas pasadas?
(continuará, porque es el cuento de nunca acabar).
La Hidra, hija de Tifón y Equidna, vivía en las ciénagas
pantanosas de Lerna, no lejos de Argos en el Peloponeso. Era un enorme dragón policéfalo, cuyo solo aliento mataba a todo ser viviente que se le acercara. Según la mayor parte de las leyendas
tenía nueve cabezas, siendo ocho de ellas mortales, e inmortal la central. Se
diría que este monstruo estaba destinado a la eternidad, como escribió Borges
en su Libro de los Seres Imaginarios. Si se le cortaba una cabeza, enseguida le
brotaban dos en el mismo lugar, duplicándose su número.
Se
cuenta que Hera, la acérrima enemiga del héroe que lleva sin embargo su
nombre, Heraclés, que significa paradójicamente "Gloria de Hera",
la crió para que el hijo que ella tanto hubiera deseado y que no tuvo de
su marido se
midiera con la monstruosa criatura. De hecho, fue el objeto del segundo
de los doce hercúleos
trabajos.
Hidra de Lerna, The Greek Monsters, Beetroot (2014)
El
semidiós, hijo como era de Zeus y de una mortal, Alcmena, logró
vencerla
no sin la ayuda de su sobrino Yolao. El héroe cortaba las cabezas y su
ayudante
le quemaba los muñones con una antorcha, evitando así al cauterizarlas
que se reprodujesen. Heraclés enterró la última cabeza bajo
una enorme losa a modo de lápida fúnebre impidiendo que se multiplicara,
sepultando al monstruo. El héroe untó victorioso sus flechas en la hiel
de la hidra, razón
por la que las heridas de sus dardos serían incurables y mortales de
necesidad.
A pesar de que Heraclés acabó con el monstruo, este renace y sobrevive en la mitología medieval sin embargo como dragón
de múltiples cabezas y llega así hasta nosotros en la actualidad, que no somos semidioses precisamente ni
héroes, sino simples
mortales que queremos emular a los ídolos de nuestra infancia creando endriagos con los que enfrentarnos.
La
imagen de esta hidra de múltiples cabezas se ha convertido en
nuestro imaginario actual colectivo en el símbolo de un problema
polifacético y sin solución. Este monstruo encarna como ningún otro los
muchos
problemas que cuando se intentan resolver se multiplican hasta el
infinito con
numerosas complicaciones, por lo que resultan así irresolubles. La
perspectiva
de un monstruo policéfalo que se replica a perpetuidad parece el fruto
de una horrible pesadilla. La imposibilidad de destruir por completo al
endriago hace que corramos el riesgo de provocar nuestra propia
destrucción en
el intento. Lo mejor sería aceptarlo como tal, porque es imposible
destruirlo
sin que acabe él con nosotros en ese empeño. A fin de
cuentas, nosotros no somos Heraclés.
Examinemos
por un instante la etimología de la palabra "problema", que es
griega como la propia hidra de Lerna y es lo que ella representa con sus
múltiples ramificaciones: está formado por el prefijo pro- que
quiere decir “hacia delante”, la raíz verbal -ble- que significa
"lanzar" y que
comparte con otras palabras como bala, balón y discóbolo, y el sufijo
-ma, que
indica "resultado de la acción". Un problema es aquello inalcanzable que
se proyecta y pone por delante como la zanahoria atada al palo del borrico, para que ande y sólo vea eso en el reducido campo visual que delimitan sus orejeras.
Hércules lucha contra la hidra de Lerna, Zurbarán (1634)
Cuando
queremos resolver los problemas que nos plantean los demás y que nos
planteamos nosotros mismos, sólo con pensar en ellos se
acrecientan, y se van añadiendo a la madeja, que se enreda fatalmente y
se hace cada vez
más gruesa y complicada. Los problemas no existen: no hay problemas: los
crea
nuestra mente. Nuestra obsesión por resolverlos los acrecienta, los
alimenta,
los multiplica.
Desde
pequeños nos enseñan en la escuela a
plantear y a resolver problemas que no tienen solución. Sin ellos no
sabríamos vivir ni qué hacer, estaríamos perdidos. Si no los tenemos,
los
inventamos, los creamos. Al resolver uno, ya hay dos: uno menos y otro
más.
Dice en una entrevista concedida a raíz de la publicación de su
libro “El año de la pandemia”, subtitulado “Del estado de
alarma al inicio de la vacunación”, el que fuera ministro de
Sanidad de las Españas durante el primer mandato pandémico, cuyo
nombre propio omito por la delicadeza de no hacer ningún chiste fácil con él, que su mayor
preocupación en aquel entonces fueron “los terraplanistas de la
vacunación”.
La
pregunta capciosa que le hacía el periodista era: “¿Qué bulo
difundido por la derecha recuerda con especial preocupación?” A lo
que el señor exministro responde literalmente: "Lo que más nos
preocupaba, aunque teníamos datos históricos positivos, era durante
la campaña de vacunación todo lo relativo a los terraplanistas de
la vacunación; eso sí que nos preocupó. Nuestros índices de
vacunación siempre han sido muy altos y creo que se debe a la
credibilidad del sistema, pero tuvimos que combatirlo y salir con
claridad al respecto".
Se daba
a entender que negar la seguridad y eficacia de los fármacos era
“un bulo difundido por la derecha”. Y no sólo la negación sino
la simple puesta en tela de juicio: dudar de su seguridad, habida
cuenta de su aprobación por vía de urgencia y su carácter
experimental, era algo propio de la derecha y, además, un bulo,
porque las vacunas -todas, incluidas hasta las que no son vacunas en
el sentido tradicional- son seguras y efectivas.
"Los medios de comunicación tuvieron un papel relevante
y entendieron lo que había. Nos esforzamos por comunicar y por
reconocer qué no sabíamos. Cuando cambiábamos de posición lo
explicábamos y creo que la labor de los medios fue muy profesional."
Resulta conmovedor, si no fuera patético, el agradecimiento que hace el que regentó el Ministerio de Sanidad a la labor de complicidad y al papel relevante de los medios de comunicación "que entendieron lo que había."
Daba
a entender, en resumidas cuentas, el exministro con el término de “terraplanismo”
que los que se oponían a la inoculación de fármacos experimentales eran defensores de que la superficie de la Tierra era, contra
toda evidencia científica, plana en lugar de
esférica, según
la observación desde el espacio y la
experiencia de los que como Magallanes y Elcano circunnavegaron los
mares del planeta haciendo redondo el mundo "como manda Ptolomeo".
Pero con el término de "vacunación" no estamos hablando de la vacunación en
general, ni de todas las tradicionalmente llamadas vacunas, sino solo de
las inoculaciones experimentales de ARN mensajero y de vectores
virales aprobadas por razones de una emergencia que se
declaró adrede para dar salida a dichos tratamientos que no eran otra cosa sino productos comerciales. El león no era tan
fiero como nos lo pintaban, pero nos lo pintaron así de fiero para que,
amedrentados, nos sometiéramos al experimento voluntariamente.
Pero lo que nos ha demostrado la experiencia, pasado el
tiempo, es que la duda era bastante razonable, y lo que resulta a
estas alturas irracional es la pretensión propia de encefalogramas planos de que los sueros
inyectados hayan salvado vidas.
Habida
cuenta de ello, los auténticos terraplanistas de la vacunación que
deberían preocuparnos son los que, como el señor exministro y los medios de comunicación "que entendieron lo que había",
defienden a capa y espada que la susodicha inoculación ha sido la
panacea que nos ha librado de la pandemia y ha salvado millones de
vidas humanas de la muerte.
Que se lo pregunten a
las víctimas del experimento que yacen en los cementerios, y a las
que, vivas, sufren sus secuelas quizás irreparables.
Agustín García Calvo es el autor de la letra de la canción "Atrás, a contratiempo", que compuso basándose en una ocurrencia de su amigo el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, que le ofreció los dos primeros versos (Carabelas de Colón, / todavía estáis a tiempo) y que canta Chicho Sánchez Ferlosio, animando a las carabelas de Cristóbal Colón a que como monjitas arrepentidas den marcha atrás y vuelvan al puerto del que partieron sin descubrir América, un alegato contra la Historia, y contra lo que se pretende celebrar el día 12 de octubre, que se ha convertido entre nosotros en el Día de la Hispanidad (o de la españolez, como decía don Rafael) y en la Fiesta Nacional.
He aquí la letra de la canción que interpreta Chicho: Carabelas
de Colón, / todavía estáis a tiempo. / Antes que el día os coja, /
virad en redondo presto, / presto. / Tirad de escotas y velas, / pegadle
al timón un vuelco, / y de cara a la mañana / desandad el derrotero. /
Atrás, ¡a contratiempo! / Mirad que ya os lo aviso, / mirad que os lo
prevengo: / que vais a dar con un mundo / que se llama el Mundo Nuevo, /
nuevo; / que va a hacer redondo el mundo, / como manda Tolomeo, / para
que girando siga / desde lo mismo a lo mesmo. / Atrás, ¡a contratiempo! /
Por delante de la costa / cuelga un muro de silencio; / si lo rompéis,
chocaréis / con terremotos de hierro, / hierro. / Agua irisada de grasas
/ y rompeolas de huesos, / de fruta, de cabecitas / veréis los árboles
llenos. / Atrás, ¡a contratiempo! / ¡A orza, a orza, palomas!, / huid a
vela y a remo. / El mundo que vais a hacer, / más os valiera no verlo, /
verlo. / Hay montes de cartón-piedra, / ríos calientes de sebo, /
arañas de veinte codos, / sierpes que vomitan fuego. / Atrás, ¡a
contratiempo! / Llueve azufre y llueve tinta, / sobre selvas de cemento,
/ chillan colgadas en jaulas / crías de monos sin pelo, / pelo. /
Los
indios pata-de-goma, / acorazados de acero, / por caminos de betún /
ruedan rápidos y serios. / Atrás, ¡a contratiempo! / Por las calles
trepidantes / ruge el león del desierto. / Por bóvedas de luz blanca /
revuelan pájaros ciegos, / ciegos. / Hay un plátano gigante / en medio
del cementerio / que echa por hojas papeles / marcados de cifra y sello.
/ Atrás, ¡a contratiempo! / Sobre pirámides rotas / alzan altares de
hielo / y adoran a un dios de plomo / con dientes de oro negros, / negros. /
Con sacrificios humanos / aplacan al dios del miedo, / corazoncitos
azules / sacan vivos de los pechos. / Atrás, ¡a contratiempo! / Trazan a
tiros los barrios, / a escuadra parten los pueblos. / Se juntan para
estar solos, / se mueven para estar quietos, / quietos. / Al avanzar a
la muerte / allí lo llaman progreso. / Por túneles y cañones / sopla
enloquecido el Tiempo. / Atrás, ¡a contratiempo! /
Por eso, carabelitas,
/ oíd, si podéis, consejo: / No hagáis historia, que sólo / lo que está
escrito está hecho, / hecho. / Con rumbo al sol que os nace, / id el
mapa recogiendo, / por el Mar de los Sargazos / tornad a Palos, el
puerto. / Atrás, ¡a contratiempo! / Monjitas arrepentidas, / entrad en
el astillero. / Os desguacen armadores, / os coman salitre y muergos, /
muergos. / Dormid de velas caídas / al son de los salineros / y un día
de peregrinas, / id a la sierra subiendo. / Atrás, ¡a contratiempo! /
Volved en Sierra de Gata / a crecer pinos y abetos, / criar hojas y
resina / y hacerles burla a los vientos, vientos. / Allí el aire huele a
vida, / se siente rodar el cielo, / y en las noches de verano / cantan grillos y jilgueros. / Atrás, ¡a contratiempo!
Pero no sólo es el día de la Fiesta Nacional, la Iglesia celebra el día de la Virgen del Pilar, en el que la virgen María se le apareció al apóstol Santiago a la orilluca del Ebro a su paso por Zaragoza.
Y es también el día de las Fuerzas Armadas, "un día de orgullo, de satisfacción, de sentirnos más unidos que nunca, teniendo en cuenta que somos miembros de un gran país como es España", según la ministra de la Guerra, que en su alocución envía un recuerdo cariñoso "a las familias que han perdido a sus familiares este año. Siempre estarán en nuestros corazones. Su acto de servicio no lo olvidaremos nunca". Considera significativamente la señora ministra que la muerte es un acto de servicio. Y, más adelante, en su breve y atropellada alocución afirma que "es un día muy importante para España y es un día importante para las fuerzas armadas, esas fuerzas armadas generosas, esas fuerzas armadas que están siempre en todos los lugares más difíciles y más complicados en el extranjero y en España; (...) los hombres y mujeres de las fuerzas armadas están siempre presentes con voluntad de servicio y de amor a España".
"Su acto de servicio no lo olvidaremos nunca"
La ministra, delante de la bandera rojigualda española, se encuentra flanqueada por la de la Unión Europea, azul con sus doce estrellas marianas, y la de la OTAN, aquella organización a la que de entrada le habíamos dicho que no y en la que acabamos entrando de cabeza con todas las consecuencias, de color también azul marino como el Océano Atlántico y con la rosa de los vientos que es la brújula que nos marca el Norte.
La ministra de la Guerra, en otras recientes declaraciones, afirmaba que había que "trabajar pensando en la industria de Defensa" porque esa industria creaba "puestos de trabajo". Y citaba a modo de ejemplo las fragatas F-110, los submarinos S-80, los vehículos 8 por 8 y un largo etcétera que es clave para la modernidad de las Fuerzas Armadas y la modernización de la industria de Defensa "porque crea muchos puestos de trabajo". Ese mismo argumento podría llevarnos a la defensa de la prostitución porque, al igual que la industria de Defensa, genera muchos puestos de trabajo.
Se ha hecho viral recientemente un vídeo de 2019 titulado, #AMATUCHOCHO, que alguien subió a las redes atribuyéndoselo falsamente al Ministerio de Igualdad del Gobierno de las Españas, cosa que las agencias de verificación progubernamentales han desmentido enseguida. En realidad se trata de un challenge (sic, por el anglicismo), es decir, un reto o desafío o quizá provocación de la cantante Mónica Naranjo, que presentaba un programa de divulgación sexual llamado "Mónica y el Sexo" en una cadena de televisión privada que se emitió durante 2019 y 2020.
Bajo el susodicho lema amoroso, aparecen dieciséis de los nombres vulgares del coño como este mismo de "chocho", incurriendo en el 'caca, culo, pedo, pis' escatológico e infantil, y dieciséis mujeres distintas abocinando su boca como si fuera su vulva. Finalmente la propia Mónica hace lo mismo sacando la lengua a modo de burla dentro de lo que parece una campaña dirigida al empoderamiento de las mujeres que se declaran amantes de su coño, del que se sienten dueñas y señoras, porque es esencialmente "suyo" y de nadie más. La voz de Mónica nos dice que hay muchas formas vulgares de llamarlo pero solo una de liberarlo, que es amarlo: un mensaje insulso e insustancial si no fuera, además, falso. El amor a lo sometido, si no quiere convertirse en amor a la sumisión misma, debe conllevar la denuncia de aquello que lo somete.
¿Qué diríamos si saliera un tipo diciendo #AMATUPOLLA y haciendo un gesto fálico como levantar el dedo corazón o medio doblando los dedos de cada lado, o dándonos un corte de mangas? ¿No nos parecería, además de grosero y políticamente poco correcto, un mensaje intolerablemente machista?
Me ha parecido, sinceramente, de pésimo gusto y bastante ordinario, pero me ha traído enseguida a la memoria el soneto con estrambote de Belli "La Madre de las Santas", mucho más inteligente y gracioso que el challenge de Mónica, donde se mezclan los nombres cultos y los vulgares, que traduje, o hice una versión, mejor dicho de él, porque la traducción en sentido estricto es en cualquier caso muy difícil, y en este imposible. En él aparecen cuarenta formas diferentes de referirse a lo mismo. Algunos de los términos del soneto han quedado obsoletos en el italiano actual, y se echa de menos uno moderno, que es la "gnocca". Fue escrito en dialecto italiano romanesco por Giuseppe-Gioachino Belli el 6 de diciembre de 1832 en Roma, y se lo dedicó al coño, como complemento del
dedicado a la picha, "El padre de los Santos", .
Quien quiera mentar lo de Catalina
para hacerse entender de docta gente
tendrá que decir vulva o vagina
o sexo femenino mismamente.
Pero la chusma normal y corriente
decimos coño, chocho o pesetina,
concha, hucha, hachazo, capilla ardiente,
chirla, chirri, raja y almeja y mina,
el chichi o el conejo o la raposa,
la higa, el parrús, el toto y el michino,
el potorro, el fandango, o bien la-cosa
o asunto, breva, mondongo y chumino,
felpudo, loncha, grieta cavernosa,
castaña, bollo o jaula del pepino.
Y hay en materia tan pecaminosa
quien dice parte pudenda, hendidura,
perdición del hombre y sepultura.
El origen del mundo, Gustave Courbet (1866)
Chi vvò cchiede la monna a Ccaterina
Pe ffasse intenne da la ggente dotta
Je toccherebbe a ddì vvurva, vaccina,
E ddà ggiù co la cunna e cco la potta.
Ma nnoantri fijjacci de miggnotta
Dimo scella, patacca, passerina,
Fessa, spacco, fissura, bbuscia, grotta,
Freggna, fica, sciavatta, chitarrina,
El infantilismo del norteamericano medio no tiene
límite como demuestra el hecho de que Pfizer-BioNTech, el gigante farmacéutico
estadounidense, se haya asociado con la factoría Marvel -¿cómo me las maravillaría yo?- para crear
un cómic propagandístico destinado a retrasados mentales instando al público de los infames productos de esa casa a someterse a un pinchazo contra las
últimas subvariantes de la última variante del virus coronado, un
virus semper mutabile que evoluciona tanto que cuando pronunciamos su nombre ya ha adquirido
otra identidad y otro nombre, y a convertirse de este modo en ‘héroes sanitarios de la vida cotidiana
corriente y moliente’.
El argumento, si puede llamarse así,
de este despropósito e historia infantiloide, es que un abuelo y su familia,
convenientemente enmascarados, aguardan en la sala de espera de
una clínica yanqui contemplando como espectadores pasivos -hecho muy significativo este- la televisión.
Salta entonces la noticia
de última hora en la pantalla de que se ha producido un ataque terrorista de Ultrón,
el supervillano -ficticio, insisto en el adjetivo- de los cómix de
la Marvel, un robot malísimo cuyo objetivo es destruir a la
humanidad, y que evoluciona constantemente y se hace cada vez más
fuerte, y muta cual Proteo como el terrible virus en nuevas cepas no dejándose
atrapar.
El abuelo explica a sus hijos y
nietos que el villano Ultrón es el virus coronado Omicrón, que
“sigue cambiando”, por lo que los Vengadores -que son los héroes
de la maravillosa Marvel y representan -maravíllate- las inoculaciones letales de Pfizer-
“siguen adaptándose y reestructurando sus estrategias” para
combatirlo, no sin pocas dificultades, porque sigue
“evolucionando” como demuestran las últimas subvariantes
adoptadas BA.4 y BA.5 .
El Capitán América, por
ejemplo, que está claro lo que representa, entra en escena y es
empujado al borde de la derrota, pero entonces aparece el refuerzo de
Ironmán que llega con una potente arma de destrucción masiva: un
flamante cañón de energía ionizada que hará saltar a Ultrón por
los aires expulsándolo al espacio exterior.
La lección del abuelo es que la actualización de
los sueros de Pfizer pueden como Ironmán con el refuerzo de su
potente cañón de iones neutralizar a Ultrón, o sea a Omicrón, que
es el último nombre de la amenaza.
Algo falla y mucho en este relato tan simplón del
abuelete. Efectivamente, las inyecciones se adaptan a las nuevas formas que toma el
enemigo, pero cuando ya se han adaptado a él, el enemigo, que no es tonto, como queda dicho, va y muta adoptando otra forma,
por lo que no pueden destruirlo, entrando en un bucle que no tiene
fin, y probando así su ineficacia. Pero no solo eso, porque tampoco son seguras, dado que han hecho enloquecer al sistema inmunitario defendiéndose quijotescamente de un enemigo fantasma sin ninguna necesidad. Por eso, cuando el abuelo le pregunta a Ironmán si
los Vengadores se retirarán, el heroico hombre de acero le responde:
“Solo estamos empezando”.
Finalmente, el abuelo y toda su recua recibirán la
inoculación, que a eso habían ido y no a otra cosa a la clínica,
y nos mostrarán orgullosos y sonrientes la tirita en el deltoides de su brazo
izquierdo o derecho como si fuera la cicatriz de guerra por donde ha recibido la proteína de la espícula.
La guinda del pastel la ponen los albañiles, enfermeras, limpiadores de ventanas,
estudiantes y una abuela con el lema: “¡Los héroes cotidianos no
llevan capas!” Pero sí llevan todos y cada uno una tirita en el
deltoides, la señal de que han recibido la última inoculación, porque
los héroes de cada día se preocupan tanto por la causa sanitaria que dan su
vida por ella heroicamente.
Y así el abuelo ahora se ha convertido en Pfizer-bioNTechmán,
un vengador más, como el Capitán América, como el mismísimo
Ironmán, por el simple hecho de haberse sometido a una inoculación innecesaria. Pero no olvidemos una de las características definitivas del héroe: la muerte heroica. En efecto, todos los héroes, cotidianos o no, deben ofrecer su vida por una causa que le dé sentido y la ennoblezca. Esa causa por la que deben estar dispuestos a morir es la sanidad, el higienismo a ultranza, que no la salud. Son héroes sanitarios, lo que no beneficia a la salud de nadie, sino solo a los laboratorios de productos tóxicos con ánimo de lucro.
En dos tuites del 3 de octubre, Edgar Morin (1921-...), el sociólogo francés, activo en las redes sociales, escribe lo siguiente:
Por la mañana quiero quedarme en la cama donde se está calentito, tan bien como allí donde estaba yo antes de nacer hace 101 años y de donde fui expulsado por una fuerza exterior. Y cada mañana vuelve la fuerza exterior, que arranca la manta y me catapulta al frío mundo.
Estamos entre dos fuerzas: la exterior que nos catapulta al mundo, y la interior, que nos empuja a volver al claustro materno. Una fuerza nos obliga a levantarnos y ponernos en funcionamiento por la mañana, y otra, por la noche, a volver a la nada primigenia.
Alegoría de la Noche, Hans Sebald Beham (1548)
("La noche, el amor y el vino no aconsejan nada moderado")
oOo
La batalla de las palabras es esencial en política porque es con palabras con lo que se conquistan territorios ideológicos.
Solo un ejemplo: Cuando a unos tratamientos farmacológicos nuevos como las inyecciones de adenovirus y de ARN mensajero contra el COVID-19, nunca antes experimentados y por lo tanto experimentales, se los denomina "vacunas" y no "quimioterapia", por ejemplo, se está favoreciendo una aceptación mayoritaria, casi totalitaria, aunque afortunadamente la mayoría no somos todos, que de otro modo no habrían conseguido.
oOo
En el brevísimo preámbulo de su último
libro “Lecciones de un siglo de vida” (2021), Edgar Morin, que
actualmente cuenta 101 años de edad, escribe: Entiéndase que no doy
lecciones a nadie. Intento sacar lecciones de una experiencia secular y
seglar de vida, y deseo que sean útiles a alguien, no solo para
interrogarse por su propia vida, sino también para encontrar su propia
Vía.
Entre sus muchas breves e incisivas reflexiones de este libro, que puede considerarse su testamento, destaco estos dos "mementos", como él los denomina:
Para envejecer bien, uno
tiene que guardar en sí las curiosidades de la infancia, las
aspiraciones de la adolescencia, las responsabilidades del adulto, y
en la vejez intentar extraer la experiencia de las edades
precedentes.
Deberíamos buscar una
vacuna contra la rabia específicamente humana, pues estamos en plena
epidemia.