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domingo, 9 de octubre de 2022

Apostillas a dos tuites de Edgar Morin

    En dos tuites del 3 de octubre, Edgar Morin (1921-...), el sociólogo francés, activo en las redes sociales, escribe lo siguiente: 
 
 
    Por la mañana quiero quedarme en la cama donde se está calentito, tan bien como allí donde estaba yo antes de nacer hace 101 años y de donde fui expulsado por una fuerza exterior. Y cada mañana vuelve la fuerza exterior, que arranca la manta y me catapulta al frío mundo. 
   
    Estamos entre dos fuerzas: la exterior que nos catapulta al mundo, y la interior, que nos empuja a volver al claustro materno. Una fuerza nos obliga a levantarnos y ponernos en funcionamiento por la mañana, y otra, por la noche, a volver a la nada primigenia.

Alegoría de la Noche, Hans Sebald Beham (1548) 
("La noche, el amor y el vino no aconsejan nada moderado")

  oOo
 
    La batalla de las palabras es esencial en política porque es con palabras con lo que se conquistan territorios ideológicos. 
 
    Solo un ejemplo: Cuando a unos tratamientos farmacológicos nuevos como las inyecciones de adenovirus y de ARN mensajero contra el COVID-19, nunca antes experimentados y por lo tanto experimentales, se los denomina "vacunas" y no "quimioterapia", por ejemplo, se está favoreciendo una aceptación  mayoritaria, casi totalitaria, aunque afortunadamente la mayoría no somos todos, que de otro modo no habrían conseguido.
 
oOo 
 

 
      En el brevísimo preámbulo de su último libro “Lecciones de un siglo de vida” (2021), Edgar Morin, que actualmente cuenta 101 años de edad, escribe: Entiéndase que no doy lecciones a nadie. Intento sacar lecciones de una experiencia secular y seglar de vida, y deseo que sean útiles a alguien, no solo para interrogarse por su propia vida, sino también para encontrar su propia Vía.

    Entre sus muchas breves e incisivas reflexiones de este libro, que puede considerarse su testamento, destaco estos dos "mementos", como él los denomina:
 

    Para envejecer bien, uno tiene que guardar en sí las curiosidades de la infancia, las aspiraciones de la adolescencia, las responsabilidades del adulto, y en la vejez intentar extraer la experiencia de las edades precedentes. 

    Deberíamos buscar una vacuna contra la rabia específicamente humana, pues estamos en plena epidemia.

     

domingo, 2 de octubre de 2022

Imaginerías de la muerte en Sebald Beham

    La representación personificada más común de la Muerte en los grabados de Hans Sebald Beham (1500-1550) es un esqueleto alado. El ángel de la muerte suele venir acompañado siempre de un reloj de arena, como en este grabado fechado en 1542 y firmado con el monograma de las iniciales del autor HSB, en el que sorprende a una mujer que duerme reclinada sobre su brazo derecho plácida- y completamente desnuda mostrándonos en el centro de la composición su vulva desprovista de vello, con un pie en el suelo y otro sobre el lecho. Una frase en alemán “Die Stund ist aus” (Se acabó la hora, es decir, tu tiempo) figura en el margen inferior derecho al lado del orinal.  
 
 
    En un grabado anterior de 1541 la Muerte aparece disfrazada de bufón con el inconfundible reloj de arena que señala que la hora ha llegado, y  acompaña a una anciana ricamente vestida y ataviada bajo la inscripción latina en letras capitales de OMNEM IN HOMINE VENVSTATEM MORS ABOLET (La Muerte destruye toda la belleza humana).
 
 
    Con ese mismo lema latino, otro grabado vuelve a representar al ángel alado de la muerte, que esta vez no es un esqueleto, sino un varón cuya cabeza es una calavera, que sorprende por detrás a una mujer desnuda en la plenitud de su vida sujetándola por las manos. La representación del ser humano en ambos grabados es una mujer, porque 'humanidad' en alemán, como en castellano, tiene gramaticalmente el género femenino (die Menschlichkeit). Vuelve a aparecer, como símbolo inevitable, el reloj de arena, esta vez, en el suelo. El grabado está fechado en 1547.
 
 
    Pero quizá el grabado más impresionante de las representaciones que Sebald Beham hizo sobre la muerte sea el que se conoce como Der Tod und das unzüchtige Paar ("La muerte y la impúdica pareja"), que nos sorprende porque representa a una pareja que se masturba mutuamente en presencia de un niño y de la propia Muerte.  Obra de juventud, está fechada en 1529 (y firmada con el monograma "HSP" por la pronunciación de su apellido Peham en Nuremberg, tras su establecimiento en Frankfurt se convierte en "HSB", porque allí se pronuncia Beham) y ha sorprendido siempre por su crudeza sexual. Hay cuatro figuras humanas entrelazadas. El grabado representa a una pareja desnuda, que, podemos suponer, son Adán y Eva, que están masturbándose recíprocamente. Pero fuera ya del paraíso, una vez expulsados de él, porque han perdido la inocencia. La mujer agarra firmemente el pene del hombre, que se encuentra en el centro de la composición, y el hombre acaricia la vulva de la mujer.
 

 
    Lleva el lema de Horacio: MORS VLTIMA LINEA RERUM. Se cita la parte final de un hexámetro de Horacio, concretamente el último (79) de la epístola 16 del libro I de las Espístolas: mors ultima linea rerum. “La muerte es la meta final de todas las cosas”, donde hallamos una metáfora de las carreras circenses, pues la palabra “linea”, que etimológicamente era 'hilo o cuerda de lino', alude aquí a la raya de cal al final de la carrera, es decir, a la meta.
 
    El niño es el contrapunto de la Muerte que se halla en su mismo eje. Se encuentra detrás del hombre, y apoya su mano en un saco repleto de monedas. La presencia del dinero, metáfora del paso del tiempo que acumula capital, es precisamente uno de los detalles que revela que estamos lejos del estado original paradisíaco. 
 
    La Muerte empuja al hombre hacia la mujer: Thánatos, según el nombre griego de la muerte, empuja al ser humano hacia Eros. La pulsión erótica es una pulsión tanática, de la que nacerá una criatura abocada a la muerte, como el niño sobre el que se apoya el padre Adán. Se pone en marcha el inicio de la procreación y el nacimiento, pero con ello también, la carrera hacia la ultima linea rerum, que es la meta según el verso del poeta que figura como lema de la composición. 
 
    Un detalle que sólo se aprecia a segunda vista porque está hábilmente disimulado detrás de la mano del hombre que se apoya sobre la cabeza del niño es que la Muerte, carente aquí de alas y de reloj de arena, tiene una erección de su miembro viril, en contraste con el hombre, para quien los esfuerzos de la mujer aún no han dado sus frutos, lo que sugiere que, según el artista, Thánatos es más potente que el hombre. Se ha señalado que ambos miembros, el de la Muerte y el de Adán, no están circuncidados, por lo que no corresponden ni a judíos ni a musulmanes, sino a cristianos.
 
    No debe extrañarnos que Hans Sebald Beham represente a la Muerte como un varón porque en su lengua, que es el alemán, la palabra “muerte” tiene género gramatical masculino (der Tod), igual que lo tenía en griego (ho thánatos), a diferencia de lo que sucede en latín y en las lenguas romances derivadas donde mors tiene género gramatical femenino, y por eso se la ha representado muchas veces como la Señora de la Guadaña.