viernes, 29 de julio de 2022

Bulimia en Zampalatraga

    Se ha celebrado en la pequeña localidad cántabra de Ambrosero (que a partir de ahora podría llamarse Zampalatraga) y en el marco de las fiestas locales de Santa Ana el pasado 26 de julio un insólito concurso: el I Campeonato Mundial (sic, pero quizá hubiera estado más in haber dicho 'global') de Comedores (mejor Devoradores, o Tragones) de Sobaos, que figurará ya, supongo yo, en el libro Guinness de los récords.

    El evento ha sido presidido, cómo no, no podía ser menos, por su majestad el mediático gerifalte de la taifa cántabra, entregado devotamente a la promoción de los productos de la tierruca, made in Cantabria (anchoas con las que obsequia a todos sus visitantes, quesadas artesanas y sobaos pasiegos básicamente), al que se le caía la baba contemplando la proeza gastronómica que exhibían los concursantes del evento.

    En este ridículo a más de patético campeonato inspirado en los concursos televisivos norteamericanos y japoneses se trataba de premiar al tragaldabas, o mejor dicho, zampabollos, que engullera más sobaos lo más rápido posible. Premiaba así la Junta Vecinal de dicha localidad, junto con una empresa fabricante de los bizcochos elaborados con harina azucarada amasada con huevos y mantequilla a la que se añade ralladura de limón y se cuece al horno, al concursante que mostrase mayores y más raudas tragaderas a la hora de engullir el producto.

  Los 30 zampasobaos participantes, 25 varones y 5 mujeres, podían engullir los típicos dulces pasiegos con la ingesta de agua a discreción para permitir la más fácil asimilación del bolo alimenticio, evitando el reflujo de desagradables eructos, atragantamientos y vómitos muy frecuentes en estas exhibiciones de bulímicas proezas. 

I campeonatu mundial de comedoris de sobaos de Ambroseru

    Sólo faltó en este concurso el traje regional y la ejecución de la ancestral baila de Ibio al son del tambor y la caracola, danza políticamente correcta si incluye a las mujeres, para exaltar el color y el sabor folclórico local, culminando con el tradicional ¡Viva la Montaña! o, el más actual y autonómico, ¡Viva Cantabria!

     Es una lástima que el ganador absoluto de esta primera edición y, por tanto, el primer campeón del mundo de esta nueva especialidad regional, que embuchó la decena de sobaos en tan solo 6 minutos, recibiendo un premio en metálico de 300 euros, haya sido un madrileño y no un cántabro. Quizá ha faltado la placa conmemorativa escrita en cántabru: Campeón nel primer cuncursu de tragonis y comilonis de sobaos pasiegos del mundu. Ha habido también un premio de 100 euros, no faltaba más, para la primera de las participantes femeninas.

jueves, 28 de julio de 2022

Trabajo asalariado y esclavitud

    Una cita de David Graeber sobre la relación que puede haber entre el trabajo asalariado y la esclavitud pone las cosas para que las entendamos en su sitio: Los primeros contratos salariales que se conocen fueron en realidad los de los esclavos. ¿Qué os parece un modelo de capitalismo surgido de la esclavitud? Donde algunos antropólogos como Jonathan Friedman afirman que la esclavitud no era más que una versión antigua del capitalismo, nosotros podríamos argumentar fácilmente, de hecho con mucha más facilidad, que el capitalismo moderno es en realidad una versión renovada de la esclavitud. Ya no es necesario un grupo de personas que se dedique a vender o alquilar a otros seres humanos, nos vendemos nosotros mismos. Pero en definitiva no existe una gran diferencia. ('Fragmentos de antropología anarquista', edit. Virus, Barcelona 2017).

    La idea subrayada por mí en negrita de que "nos vendemos nosotros mismos" se agrava con la autoexplotación, como la define Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio (edit. Herder, 2015): El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. 
 
    Nada más engañoso, en efecto, y autocomplaciente que ese sentimiento de libertad que acompaña según el coreano a la autoexplotación porque uno se engaña a sí mismo creyéndose erróneamente libre al no ser explotado por los otros.

    El hombre depresivo -escribe Han- es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber, voluntariamente, sin coacción externa.
 
Del homo faber al animal (tele)laborans
 

    En La agonía de Eros (edit. Herder 2015) desarrolla Byung-Chul Han esta teoría: El sujeto actual del rendimiento se parece al esclavo hegeliano, si bien con el detalle de que no trabaja para el amo, sino que se explota de manera voluntaria a sí mismo. Como empresario de sí mismo es amo y esclavo a la vez. Se trata de una unidad funesta que Hegel no pensó en su dialéctica. El sujeto de la propia explotación está privado de libertad en idéntico grado que el sujeto de la explotación ajena. Si entendemos la dialéctica de amo y esclavo como historia de la libertad, no se puede hablar del final de la historia, pues todavía estamos muy lejos de ser realmente libres. Bajo esa hipótesis, hoy nos encontramos en un estadio histórico en que el amo y el esclavo forman una unidad. Somos amos del esclavo o esclavos del amo, pero no hombres libres, cosa que habría de hacerse realidad, justo al final de la historia. Y según lo dicho, la historia, entendida como historia de la libertad, no ha llegado al final. Sólo llegaría al final cuando nosotros fuéramos libres de hecho, cuando no fuéramos ni amos ni esclavos, ni esclavos del amo, ni amos del esclavo.

miércoles, 27 de julio de 2022

Los expertos nos meten miedo

    Los expertos especialistas en todo y, por lo tanto, en nada- quieren panicarnos o paniquearnos, términos estos que se entienden aunque no estén recogidos todavía por la docta academia en el diccionario de la lengua española, que no tardará en hacerlo, habida cuenta de que sus precedentes ya están en la lengua del Imperio to panic desde 1827 y en la del antiguo régimen, el francés paniquer, desde 1936 con el significado de “llenarnos de pánico, angustiarnos, enloquecernos, meternos un susto de muerte”.

    En español tenemos desde mediados del siglo XVII el nombre 'pánico' como miedo grande. Es un préstamo griego de δεῖμα πανικóν (deîma panikón) 'terror o espanto causado por Pan', divinidad silvestre a quien se atribuían los ruidos de causa desconocida oídos por montes y valles, es decir, se trata de un adjetivo que en principio sólo significa 'relativo o concerniente al dios Pan', y que de tanto usarse acompañando a sustantivos como 'miedo, terror', acabó sustantivándose él mismo.

    Esto sucedió en francés, donde el adjetivo se sustantiva y adquiere género gramatical femenino, dado que los nombres terreur -terror- y peur -miedo- son femeninos en la lengua de Molière, por lo que se dice: la panique. Como tal nombre está atestiguado en 1835 con la connotación de terror extremo y repentino, a menudo colectivo, ante un peligro real o solamente imaginado. Cien años después, en 1937, se registra el verbo 'paniquer' con el sentido transitivo de infligir pánico a alguien pero también intransitivo de ser presa de pánico.

 El dios Pan

     Este fenómeno se ha visto también en inglés, donde el adjetivo 'panic', tomado del francés panique (c. 1600), y aplicado a sustantivos como panic (fear, terror), acabó también sustantivándose y convirtiéndose en nombre hacia 1708. No acabó ahí el proceso, ya que hacia 1827 el primitivo adjetivo sustantivado se convierte en verbo en la lengua de Chéspir con una doble valencia, como en francés: transitivo (infundir miedo a alguien) e intransitivo (entrarle el pánico a uno).

    Quieren panicarnos o paniquearnos, pues, con la venia de la docta Academia, como decía al principio, panicatacándonos, es decir, provocándonos un ataque de pánico como ya hicieron con el virus coronado de la cosecha 2019, y como hacen ahora con el cambio climático y la ola de calor infernal, para lo que meten mucho ruido. 

    No quieren que sepamos que los coronavirus mutan siempre y con las mutaciones se vuelven más contagiosos pero más inofensivos y menos peligroso. Tampoco quieren que sepamos que no hay vacunas que puedan erradicar estos virus, como el de la gripe, porque siempre están cambiando y nunca, como se dice vulgarmente, se paran quietos, y cuando llega la vacuna, si llega, ya es demasiado tarde porque el virus como Proteo, el Viejo del Mar, no se deja atrapar y ya ha mutado:  posee el poder de metamorfosearse para escapar de sus adversarios, adoptando diversas y numerosas formas, simbolizando de este modo la fluidez del agua. 


     Su plan es agregar, suma y sigue, más amenazas como la viruela del mono, recientemente incluida entre las alarmas internacionales, la Polio, la guerra de Ucrania, el desabastecimiento, el apagón, la crisis alimentaria y un interminable etcétera que la prensa orgánica del sistema renueva cada dos por tres para mantenernos temerosos y fácilmente manipulables, metiéndonos el miedo en el alma, que es la conciencia del cuerpo, que es el pánico fundamental a la muerte, y así nos dicen que podemos morirnos por el calor extremo en verano y por los víruses coronados o no en el gélido invierno ruso que se avecina por el horizonte, según las estadísticas falaces. Lo importante es que podemos morir, y la única forma de salvar nuestras vidas es permaneciendo dóciles a las pantallas: obedeciendo los dictados autoritarios de los expertos -especialistas en todo y, por lo tanto en nada-, encargados de secuestrarnos con sus datos la razón y el libre pensamiento.

    Si queremos ser racionales (es decir, no movernos ​​por una ideología), debemos sentarnos sin miedo y ver pasar a los ideólogos, cuyo objetivo parece ser implementar, como ellos dicen, un Estado Policial Global instalando un gobierno o gobernanza mundial que reemplace a los viejos estados nacionales, diciéndoles adiós mientras cabalgan hacia el atardecer en sus monturas deslumbrantes.

martes, 26 de julio de 2022

Cuando despertó ...

    ...la pandemia seguía allí. Vuelve el pandemonio de la pandemia, aflorando miles de casos por doquier. Pero en realidad no vuelve porque no se había ido nunca del todo. Es como el dinosaurio del microrrelato de Augusto Monterroso. Una perfecta metáfora y alegoría de algo que ya no existe, una especie extinguida, pero que sigue habiéndola en nuestra percepción de la realidad. Ha estado, de hecho, velando nuestro sueño.

    No importa, además, donde esté uno. Mutatur ne uarietur: cambia para seguir siendo lo mismo y no variar. Donde quiera que uno esté, allá está la nueva variante, la nueva mutación, llámese a lo científico y técnico BA.2.75 o Centaurus a lo humanístico. Da igual. Sigue siendo lo mismo. 


     Poco importa que este aumento de la casuística y los casos sólo sea la lógica consecuencia del aumento de las pruebas de autodiagnóstico al alcance de cualquiera en farmacias a las que hay que entrar convenientemente enmascarado, y que estos casos sólo signifiquen 'resultados positivos', por lo que es una estadística falsa que se usa con fines exclusivamente propagandísticos. Es la serpiente que se muerde la cola, el uróboro perfecto. Hazte una prueba, y otra y todas las que haga falta hasta que resultes tú también positivo, no vas a ser menos que los demás.

    La enésima y nueva ola lo que viene a decirnos es que la pandemia está muy lejos todavía de acabar, que continúa propagándose. El oráculo, o sea la OMS, ya lo dijo. También están cambiando los síntomas, que ahora incluyen, por ejemplo, novedades como irritación y dolor de garganta y voz ronca, además de sudores nocturnos y problemas en la conciliación del sueño, en medio todo ello, qué casualidad, de una ola de calor canicular en el hemisferio norte. Cambian los síntomas, pero no nos engañemos: sigue la pandemia.


    Es no probable, sino seguro a ciencia cierta, que los casos seguirán aumentando a medida que se sigan realizando más y más pruebas. A más pruebas, más casos, o sea más posibilidades de que tú también resultes positivo.

    La variante actual, Centauro, aparentemente más infecciosa y menos grave, tiene además la curiosa peculiaridad de ayudar al virus a escapar de los anticuerpos provocados por los sueros actuales ya inoculados, es decir, de sustraerse a sus efectos, como le ha sucedido al demente senil que preside los Estados Unidos de América, vacunado hasta la saciedad.

    Resulta paradójico, como escribe Kit Knightly, el editor de Off-Guardian, pero es así: “Por un lado, necesitan que las "vacunas" funcionen para convencer a los no vacunados de recibir la inyección... pero por el otro, necesitan que las "vacunas" no funcionen, para convencer a los vacunados de que reciban sus refuerzos.”


     De lo que tratan, por decirlo de una forma general, es de normalizar la pandemia o Nueva Normalidad haciéndola persistente y endémica. El proceso fue el siguiente: la OMS declaró que una epidemia era una pandemia. Dijeron que había venido para quedarse y ahora la consideran endemia, un mal endémico: en eso consistía la Nueva Normalidad, en no volver a la normalidad de toda la vida.

    Se ha ido viendo, según trascurrían los días, que la viruela del mono era una tontería, aunque la llamen a lo culto viruela símica, del simio, y la declaren emergencia sanitaria internacional, una tontería que no cala en la gente; se ha visto que la polio ya estaba muerta cuando llegó, la ola de calor e incendios provocados en el hemisferio norte parece que ya pasó y la gente ya está bastante cansada con el culebrón de lo de Ucrania. Tienen que volver a la pandemia que tantos éxitos les había deparado.

   

lunes, 25 de julio de 2022

Porque yo lo digo, porque yo lo valgo

    For all of these reasons, I have decided that the global monkeypox outbreak represents a Public Health Emergency of International Concern. Lo ha dicho en la lengua del Imperio el señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de (las enfermedades que afectan a) la Salud, lo que viene a ser traducido al román paladino: "Por todas estas razones, YO he decidido que el brote mundial de viruela del mono constituye una Emergencia de Salud Pública de Incumbencia Internacional".

    La decisión de conceder a la viruela del pangolín, perdón, del mono, quería decir, el estatuto de Emergencia Sanitaria Pública de Incumbencia Internacional se basa en la decisión personal del gerifalte de la mentada Organización, en contra de la opinión discrepante de la mayoría de sus consejeros: nueve estaban en contra y seis a favor. El Director General de la OMS está obligado a tener en cuenta su opinión, pero no a seguirla. De hecho no la ha seguido. Se trata, por lo tanto, de la imposición de una decisión personal que puede acarrear graves consecuencias para el resto del planeta. Cuando se tiene muy claro lo que se quiere hacer y se siguen al pie de la letra la voz y las instrucciones del Amo, da igual que el comité asesor no esté de acuerdo. Había que declarar, porque estaba mandado, otra emergencia internacional, otra pandemia, porque la primera, al cabo de dos exitosos años, parecía que estaba ya desactivándose. Era urgente, además, declarar la urgencia, valga la redundancia, sanitaria ahora que los beneficios de la industria farmacéutica caían a la baja.

    El señor Adhanom, ni corto ni perezoso, ha establecido, por lo tanto, una PHEIC (Public Health Emergency of International Concern, en la lengua del Imperio), esto es: una ESPII Emergencia de Salud Pública de Incumbencia Internacional en la nuestra para tratar de frenar el aumento de casos de viruela del simio que ha afectado a casi diecisiete mil personas en setenta y cuatro países. Y la prensa orgánica nacional, por cierto, se apresura a tocar las campanas a rebato informando de que España ya es “líder mundial en contagio de viruela del mono con más de 3.000 casos” detectados. 


    Estamos asistiendo otra vez a la creación de una emergencia sanitaria, que no de salud, donde no la hay, donde solo hay una enfermedad generalmente inofensiva. La noticia no dejaría de ser una irrelevante serpiente de verano con la que los periódicos y los informativos de radiotelevisión llenarían sus espacios por esta época para distraer a la población, si no fuera por el poder que tiene la citada Organización No Gubernamental a la hora de hacer sonar las alarmas terroristas de implicar a las autoridades sanitarias de los distintos gobiernos.

    El señor Adhanom, como cabeza visible de la Organización Mundial de (las enfermedades que afectan a) la Salud ha creado un problema para, acto seguido, vendernos sus soluciones dando pábulo a los medios de conformación de masas y a los gobiernos para justificar su existencia e incrementar el control de sus poblaciones, así como para aumentar las ganancias de los laboratorios de la Gran Farmacopea. 

    ¿Qué es lo que falta y lo que puede venir y cabe esperar tras esta campanuda declaración del "Estado de Emergencia Internacional"? Pues se lo puede imaginar cualquiera: que se proponga en este contexto la vacunación general -global como dicen ahora- contra la viruela humana, con el peligro que conlleva, porque se trata al parecer de una vacuna tradicional de virus atenuado que en personas que han debilitado su sistema inmunitario merced a los continuados tratamientos experimentales recibidos tanto en la pauta completa como en sus refuerzos podría conllevar que les ocasione precisamente la enfermedad que pretendía evitar, lo que sería lo mismo que, por buscar una imagen análoga, intentar apagar un incendio echando gasolina. 
 
 
Así empezó todo en el planeta de los simios...

    La razón de la nueva "emergencia de la viruela del mono" es que la oligarquía farmacéutica necesita mantener la pornografía del miedo a la salud pública cuando  los telespectadores están cansados de la narración constante de las hazañas bélicas de la Guerra de Ucrania, que nos queda demasiado lejos todavía, pese al esfuerzo mediático por acercárnosla día a día, a todas horas, a nuestra vida cotidiana. Además, parece que Rusia -el malo de la película- está ganando la partida. También hay otras preocupaciones más inmediatas, como las económicas, o el cambio climático y la ola de calor por él inducida, que ha hecho que suban las temperaturas y provocado que tras las fiestas del orgullo gay la viruela del mono estalle en todo su esplendor estigmatizando a este promiscuo colectivo. 

    Ha dicho el señor Adhanom que este brote se concentra en hombres que tienen sexo con hombres, y especialmente en aquellos que tienen múltiples parejas. Esta enfermedad que afecta a los homosexuales ¿no nos recuerda a otra?  

    Habrá más pestes, habrá más guerras, más histeria colectiva, más pánico ante tanta pornografía sanitaria. Los gobiernos, por su parte, impondrán al unísono más mandatos, más advertencias, más vigilancia, más control, más vacunaciones.

    Lo que está muy claro es que la Organización Mundial de (las enfermedades que afectan a) la Salud no va a reconocer nunca que la única emergencia internacional que hay de verdad en estos momentos se debe más bien al síndrome de las inoculaciones experimentales generales que han arruinado el sistema común inmunitario, fruto que son de la anterior emergencia sanitaria que declaró hace ya algo más de dos años su mismo director.

domingo, 24 de julio de 2022

En algún lugar de la Mancha...

    En cuanto alguien ha publicado en las redes y se ha viralizado esta vieja portada de la revista El Español, el sedicente 'semanario de los españoles para todos los españoles', ya desaparecido, correspondiente a la semana del 11 al 17 de agosto de 1957 bajo el título “El verano más caluroso del siglo”, refiriéndose, claro está, al pasado siglo XX, con una foto en blanco y negro de chicos y chicas de la época refrescando sus pies en una fuente, los fact-checkers del Ministerio de la Verdad carpetovetónicos (Maldita.es y demás prensa orgánica) han corrido a sentenciar que es un bulo. La portada de El Español afirma “Temperaturas de 50 grados en algún lugar de la Mancha”. No parece un titular muy serio, sino algo sensacionalista y, desde luego, literario que enseguida evoca en nosotros el comienzo de El Quijote con su impreciso lugar de la Mancha de cuyo nombre no queremos acordarnos.


     Quien ha subido la imagen a las redes ha aprovechado para poner en solfa la doctrina políticamente correcta del Cambio Climático argumentando lo siguiente: A mediados de agosto de 1957, en plena canícula, con menos de la mitad de habitantes en el planeta y sin apenas autos ni fábricas ya se alcanzaban los 50 grados centígrados en algún termómetro de algún lugar de La Mancha en algún momento central del día, y aprovechaba para decir que durante los veranos se superaban los 45 grados sin hacer una tragedia alarmista de este dato. Pero este alguien ha sido tachado en seguida de negacionista. 

    La prensa orgánica dice que “La Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) desmiente a los negacionistas que no se creen el cambio climático”. ¿Qué dice la Aemet? Que lo más seguro es que ese termómetro no fuera muy fiable. Pero ¿de quién vamos a fiarnos más, de la revista de hace sesenta y tantos años o de la Aemet de ahora? La propia Aemet afirma que la temperatura más alta registrada en agosto en España ese año fue de 44 grados en Jaén, según los datos de los servicios meteorológicos de la época.

    Sin entrar en la cuestión de fondo que se debate, que es la existencia del Cambio Climático, que es una cuestión de fe, y allá cada cual con sus sacrosantas creencias, lo que sí resulta curioso es que están tratando de alarmarnos con las altas e infernales temperaturas y con los muertos que caen víctimas de ellas. 


    Un solo ejemplo gráfico: comparemos al ya veterano en las pantallas Hombre del Tiempo ante dos mapa de temperaturas estivales de dos veranos distintos, uno de antes y otro de ahora: en el primero, cuya coloración recuerda al semáforo automovilístico,  se presentan como temperaturas normales o sin riesgo, coloreadas de verde, las iguales o inferiores a la temperatura del cuerpo humano, que se sitúa en los 36,7 grados, como se sabe, y se colorean de amarillo y de marrón, como el ámbar de los semáforos, que indica precaución, las de riesgo de cierta importancia, y en rojo las de riesgo extremo, vamos las de peligro de muerte; en el mapa de abajo, que es el actual, no hay ningún color verde: todo es ámbar y rosa fucsia o rojo. Son temperaturas alarmantes, peligrosas, infernales... ¿A qué se debe ese cambio de perspectiva? ¿No estarán tratando los gobiernos del mundo -pregunta retórica- con la complicidad de los periodistas, esos terroristas, de convertir la crisis climática en otro asunto de salud pública, para generalizar los poderes extraordinarios adquiridos gracias a la reciente crisis sanitaria que fue la pandemia que decretó la OMS?

 

 

sábado, 23 de julio de 2022

Hace calor

    ¡Cuánta calor! Hace mucha, bastante calor en muchos lugares del hemisferio norte, como suele ocurrir en el verano. Por ejemplo en España. E incluso en la Gran Bretaña, que ha declarado su primera emergencia nacional debida al calor y que aconseja a sus súbditos que se autoconfinen o, por si no lo entienden, que no salgan de casa. Recuerden: stay home, save lives.  
 
    Los expertos, esos especialistas en todo o lo que es lo mismo en nada, están de regreso en todas las pantallas, emisoras de radio y tabloides, advirtiéndonos de que “miles de personas podrían morir” bajo la ola extrema de calor, y advierten de que podrían colapsarse los hospitales cuando los termómetros están a punto de estallar.
 
 
    ¡Cuanto miedo están generando, otra vez, a su alrededor! Ni siquiera podemos estar seguros en las playas porque las altas temperaturas atraen a las medusas y a los tiburones, que podrían atacar a los bañistas. Cualquier pretexto sirve para que las autoridades sanitarias declaren el estado de emergencia o de alarma o de excepción o de sitio o como quiera llamarse. La ola de calor dará paso a la emergencia del cambio climático. 
 
    Fructífera y exitosa está resultando la metáfora de las olas aterradoras. Olas que vienen y van, olas que van y vienen. Como canta la Rianxeira: “Ondiñas veñen e van”. Vienen y van las olas epidémicas, y también las olas de calor provocadas por el calentamiento global del planeta a raíz del cambio climático antropogénico, hasta el punto de que los mapas meteorológicos del hemisferio norte se han teñido de rojo fuego y diríase infernal. Véase este del Reino Unido por ejemplo y compárese lo que decía antes a su modo la imagen de la izquierda con sus amables solecitos veraniegos y lo que dice ahora la imagen de la derecha con las mismas temperaturas más o menos y con el color rojo del peligro:
 

 
    La segunda ola de calor desata en España los peores incendios en 10 años: "Eran evitables". Claro para eso está el Estado: para evitar los incendios, no para sofocarlos, que eso es cosa de la gente y de los sufridos bomberos que se ponen a apagar el fuego como pueden. El Estado lo que quiere hacer es evitar que se produzcan, luchar contra las gigantescas abstracciones como esa del cambio climático, por ejemplo.
 

 
    Frente a eso, la vieja Iglesia proponía otras soluciones, por ejemplo esta rogativa y cántico para pedir la lluvia sacando en procesión a la Virgen María, bajo la advocación por ejemplo de Nuestra Señora de los Remedios: Danos el agua, / virgen bendita, / que nuestros campos / se nos marchitan. / Danos la lluvia, / Nuestra Señora, / y haz que las nubes / lloren ahora. / En nuestra mesa / tendremos pan / y muchas flores / para tu altar.
     
 

viernes, 22 de julio de 2022

Malas ideas, mala fe

Malas ideas, no porque haya unas que sean mejores y otras peores, sino porque no hay ninguna buena: todas son intrínsecamente perversas. 
 
Esa idea que tienes no es una buena idea, porque en rigor no hay buenas ideas, ya que no responden a la realidad, son espejos cóncavos como los de las ferias que la distorsionan: abstracciones.
 
Las únicas ideas buenas son las que no se tienen, las que no te tienen: aquellas de las que te has desembarazado. 
 
 
Todas las ideas son delirantes, porque todas ellas tienen la vocación de locura de las ideas fijas y obsesiones, que es lo que están llamadas a ser para alterar el proceso del pensamiento, que es la razón raciocinante. 
 
Locas ideas, no porque las haya locas y cuerdas, sino porque todas son esencialmente descabelladas abstracciones de las cosas concretas y palpables. 
 
Todas las ideas son falsas sin que por ello dejen de ser reales e irreductibles al razonamiento argumental; falsa es también la realidad, sin que por ello pierda un ápice de realismo, como una novela de Galdós. 
 
Decir que tenemos las ideas claras es una incongruencia: no puede tenerse claro lo que de por sí es opaco; clara sólo es el agua clara; las ideas son siempre oscuras por muy luminosas que se quieran. 
 
Una idea luminosa nos ciega con la luz sombría que desprende.
 

 
No hagas nunca, amigo, de tripas corazón: lo que tengas que tragar por obligación, que no por la devoción del gusto, eso que se llaman los malos tragos de la vida, trágatelo cuanto antes, a ser posible de un solo sorbo, no intentes saborearlos y degustarlos como si se tratara del placer. Pero no digas que te gusta hacerlo porque tienes que hacerlo, y que ya que lo tienes que hacer lo haces con gusto. No, no digas que eso es lo que tú querías. No confundas el corazón con la tragadera de las tripas. No te engañes. 
 
Dicen que hablar no es actuar, que hay que dejar la reflexión teórica y pasar a la acción, para evitar la barbarie. Yo cuando oigo esta frase de que hace falta algo "más que palabras" pienso, instintivamente, en que cuando hay algo más que eso suele haber "hostias". Entonces me digo a mí mismo que es preferible que haya palabras a que corra la sangre y llegue al río, que es lo que suele pasar cuando ya no vale las razón de las palabras. 
 
Nunca se dirá lo suficiente que hablar también es hacer, o mejor dicho, deshacer. Hablar es deshacer algo, y no un algo cualquiera, sino precisamente el algo más necesario que se puede deshacer en la lucha contra el poder en cualquiera de sus formas, el entuerto de la fe, porque el poder se sustenta en la fe, y contra la fe sólo se lucha hablando, pensando, preguntando, discutiendo, poniendo en tela de juicio sus palabras, sus ideas. 
 
No te enamores de las ideas porque son amores baldíos, platónicos, que nunca van a corresponderte.  No colecciones ideas, despréndete de ellas para que no te prendan a ti.
 

En la viñeta de El Roto “¡Qué curioso! Pongo la tele y se me van las ideas”, debería decir, según usamos aquí el término ¡Qué curioso! Pongo la tele y me vienen ideas (que no me dejan pensar ni razonar).

 
Y es que hay que tener las ideas muy claras, hay que estar muy convencido, para dedicarse a bombardear enemigos a diestro y siniestro, y es a la claridad de esas ideas a la que hay que atacar frontalmente si se quiere hacer algo contra las acciones que sobre ellas se sustentan. 
 
Dicho de otra manera, las cosas dejan de ser como son cuando nos libramos de la convicción de que sólo pueden ser así y que no hay más cáscaras. 
 
Es curioso que el símbolo de la idea sea una bombilla de luz que se enciende, y que lejos de iluminarnos nos ciega y nos deslumbra.
 
No se puede obrar de buena fe. La fe es intrínsecamente pervera. Por eso siempre se obra de mala fe.

jueves, 21 de julio de 2022

Muertos bien informados

    Los cementerios, escribe Elías Canetti, ejercen una fuerte atracción; se les visita por una morbosa curiosidad, aunque no se tengan parientes sepultados en ellos. Y uno experimenta en estas visitas un estado de ánimo muy peculiar: la contrición que se siente y se muestra ante la presencia de tantos muertos encubre en realidad la secreta satisfacción del superviviente que va y viene entre las tumbas y que mira esta o aquella lápida, leyendo los nombres y las fechas para saberse vivo y sentirse como tal. Uno se alegra de no encontrar allí su propia nicho con su nombre y apellidos, con la fecha de su nacimiento y de su muerte.

    En una reciente visita mía a uno, he sido testigo de una curiosa escena. Solo estábamos dos personas, un hombre mayor que yo, aunque sólo pude verlo de espaldas, inmóvil como estaba frente a la tumba de lo que supongo era uno de sus seres queridos, y yo.


     El tipo, que no me había visto llegar, no iba a poner flores ni ningún otro adorno funerario, sino que parecía que estaba rezando o hablando en silencio con sus muertos, es decir, consigo mismo. Al cabo de unos instantes sacó del bolsillo... un móvil, como si fuera a hacer una fotografía.

    Pero al poco rato, comienza a oírse lo que me parece, al menos por lo que puedo escuchar en la distancia, una señal horaria y el boletín informativo de Radio Nacional de España, el famoso parte, de guerra, como decía mi padre.

    No puedo dar crédito a lo que oigo. Al instante, me viene a la cabeza una confesión de Hegel que había leído recientemente en alguna parte y me había llamado la atención: "Leer el periódico es mi oración de la mañana". Pero en este caso la plegaria matutina no era para los vivos sino, por así decir, para los muertos, si es que no éramos los mismos unos y otros destinatarios de información.

    El informativo debió de durar unos diez minutos. La noticia estrella del día que dejaba helados a todos los oyentes era que la ola de calor extremo que nos invadía había provocado 360 muertes en España en los primeros seis días, a más de haber los incendios calcinado miles de hectáreas forestales en toda la curtida piel de toro...


'El infierno era esto'

      Acabado el noticiario, el hombre apaga la radio, guarda el móvil y se dirige a la puerta del cementerio. Entonces me ve y, sin ningún rebozo, me dedica una amable sonrisa, con la que me da a entender que, aparentemente, está muy contento consigo mismo, porque se sabe, como yo, un superviviente. 

    Una vez que se ha marchado y me he quedado solo, no puedo resistirme a la tentación de -curiosidad malsana- ir a ver la misteriosa tumba delante de la que había escuchado su plegaria matutina, que diría Hegel. Es la de una mujer (¿su madre?) que murió en 1979 y que se llamaba Teresa. No hay foto, ni epígrafe, ni flores, ni signo religioso alguno. 

    ¿Estaba loco, o, por el contrario, muy cuerdo oyendo en medio de aquel silencio sepulcral -nunca mejor dicho lo de sepulcral- las noticias del boletín informativo con aquella misteriosa Teresa? ¿Creía este hombre que mantenía un poco viva a su madre o a su abuela o a quien fuera aquella misteriosa mujer compartiendo ante su tumba los sucesos que siguen afectando al mundo de los vivos?

    No sé qué pensar. Los muertos no oyen, pero quizá los vivos tampoco. No queremos oír que la noticia es que la amenaza de muerte pende sobre nosotros como la vieja espada de Damoclés, y contamos los vivos que caen muertos como moscas, como esos 360 muertos exactamente bien informados, ni más ni menos, que han perecido víctimas del golpe de calor... 

    La noticia define la causa de la muerte, para que el Estado protector, al que sacrificamos nuestra libertad -y nuestra vida, por lo tanto- en aras de nuestra supuesta seguridad, se encargue de luchar baldíamente contra dicha ola de calor, justificando su existencia so capa de protegernos de futuras y por lo tanto inexistentes por ahora oleadas de calor. 


     La noticia es que la gente se muere, sea por una razón o por otra, pero siempre por una causa definida que hay que justificar, como era esta de las altas temperaturas, o como había sido antes la pandemia que se había llevado seis millones de almas al Más Allá, o los bombardeos de la guerra de Ucrania... Es decir que es natural el hecho de morirse, y de hacerlo de muerte natural, aunque resulte incomprensible y uno se subleve contra la idea de que la muerte es algo natural que le pasa a uno. No, eso nunca.  A uno no le pasa nunca, les pasa a los demás, la muerte. Sólo hace falta definir la causa de la muerte. No hace falta que sea la causa efectiva porque, según apuntan los expertos -especialistas en todo, especialistas en nada-, las temperaturas extremas, sin ser la causa directa, provocan descompensaciones en las personas vulnerables. Y todos lo somos un poco. Vulnerables. 

    El Estado, como organización suprema, se dedica a administrar esa muerte, de la que nos da cuenta estadística- y puntualmente a través por ejemplo de los boletines informativos horarios de Radio Nacional, no vayamos a creernos inmortales como las ideas de Platón. En ese sentido, todos estamos ya condenados a muerte, aunque no encontremos todavía nuestro sitio en el cementerio -hasta aquí el tiempo, desde aquí la eternidad, decía la inscripción de la entrada-, como aquellos que descansan efectivamente en paz, una paz solo perturbada por las noticias de sucesos del reino de los vivos que oyen como el que oye llover.

    Vienen a mí unos versos antiguos de la Odisea de Homero (XI,  488-491). Cuando el sufrido Odiseo desciende a los infiernos, se encuentra allí con el alma en pena de Aquiles, el héroe que había preferido una vida breve pero intensa y llena de gloria, que una larga pero anodina y anónima, que le dice ahora, arrepentido: “No a consolar de la muerte me vengas, noble Odiseo. / Preferiría servir a jornal o a destajo, labriego / de amo indigente que no poseyera mucho sustento, / que sobre todos los muertos reinar que ya fallecieron”.

miércoles, 20 de julio de 2022

Un crucero por el Mediterráneo

    ALARGA EL VERANO. Decía antaño el eslogan o grito de guerra de una agencia de viajes que patrocinaba un crucero por el Mediterráneo. HASTA NOVIEMBRE. CRUCEROS POR EL MEDITERRÁNEO. La equiparación “verano” y “viaje” es tan notoria que para proponernos un viaje de otoño, se nos dice que prolonguemos el verano, como si en nuestras manos estuviera hacer una cosa así... 

    La agencia de viajes está pensando en un determinado público, en aquellos que están en el otoño, precisamente, de la vida, por así llamarlo, es decir, en la tercera edad como se dice con horripilante eufemismo, dado que “los mayores de 65 años recibirán una maleta” como obsequio de viaje. Evidentemente, son los jubilados, es decir aquellos que han concluido con júbilo su vida laboral y viven en unas perpetuas vacaciones, apartados de la servidumbre laboral del trabajo asalariado, los destinatarios de estos cruceros por el Mare Nostrum, porque son los que pueden permitirse el lujo de viajar en esas fechas al no estar sujetos como los funcionarios del Estado y empleados públicos a vacaciones en agosto, en plena temporada alta. 

    Los precios de los diversos cruceros no se especifican con exactitud, como cabría esperar: sólo se nos da el importe mínimo: “desde 1000 euros”, por ocho días de crucero en régimen de Pensión Completa (sic, por las mayúsculas iniciales). 
 

    Los buques, que zarparán de Venecia o de Barcelona, harán escala en lugares tan emblemáticos como Estambul, navegarán por el estrecho de los Dardanelos, anclarán en Atenas, y arribarán a las islas griegas, evocándonos en parte la Odisea del divino Homero y la peripecia de su héroe Ulises. Islas como Rodas, Miconos o Santorini, sin olvidar Corfú, o los puertos de Marsella y Civitavechia, que permitirá llegar a Roma y recibir las bendiciones del jefe de la cristiandad. O Palermo o Siracusa o Taormina, en la isla de las tres puntas, o Túnez en el norte de África, donde se irguió la legendaria Cartago,  o ya entre nosotros Palma de Mallorca. 

    Pero nada, en realidad, más alejado que estos cruceros de los viajes y peripecias de Odiseo: se trata de viajes programados: ya se sabe lo que hay que ver y lo que hay que hacer antes de haberlo visto en cada ciudad. Un viaje programado es un viaje que ya está realizado antes de hacerlo y que por lo tanto, desengañémonos, que bastante engañados estamos, no merece la pena. Apenas tendrá tiempo el viajero de perderse por las calles de esa vasta geografía mediterránea tan llena de resonancias y sugerencias, y de descubrir algo que le sorprenda, algo inesperado, algo que no esté en la oferta de las excursiones optativas.

     Si hacemos escala en el Pireo, por ejemplo, que es como se sabe el puerto de Atenas, hay que ir a ver corriendo las ruinas del Partenón, y fotografiarlo rápidamente y hacerse retratar delante de él con la estúpida sonrisa turística para mostrar y demostrar a nuestros contactos de feisbu o de cualquier otra red social que uno ha estado allí en la mismísima acrópolis ateniense y ha visto lo que tenía que ver... 

    Se nos advierte finalmente que las plazas están limitadas, como si se tratara de un lujo exclusivo de unos pocos: la fotografía de uno de los buques, sin embargo, deja ver que, lujo o no, se trata de un barco enorme y de un viaje masificado: pueden ser varios miles, no pocos, los viajeros alojados en un único barco-lata de sardinas, con los consabidos problemas de embarque y desembarcarque -todos a la misma hora- y las aglomeraciones en los momentos del desayuno, almuerzo y cena. 


    Para lo que hay que ver, que ya está más visto que el TBO, mejor quedarse en casa, que resulta más barato, y no encolerizar al divino Posidón,  o sea a Neptuno, que puede provocar agitando las olas con su tridente la irritación de los mares y no pocos mareos: repárese en la relación etimológica entre el mar y el mareo, así como entre la náusea y la “nauis” o el “nauta” que eran los nombres que los romanos daban a la nave y al navegante respectivamente. Etimológicamente todo está relacionado también con el naufragio.

    No olvidemos, además, si decidimos hacer este viaje de placer, que el Mare Nostrum está sembrado de cadáveres de refugidados sirios y libaneses, que es una enorme fosa común y anónima de subsaharianos que intentaron desesperadamente llegar a la otra orilla a nado o en patera, arribar a otras costas huyendo de las guerras y politicas de sus países, igual que hicieron en la antigüedad Eneas y los troyanos supervivientes del desastre de Troya, o la reina Didó, que escapó de Tiro y Sidón y de la crueldad de la dictadura del tirano Pigmalión y buscó y encontró asilo político en el norte de África, donde fundó Cartago... Si eso no nos amarga el crucero desde el ojo de buey de nuestro camarote o desde la barandilla de la cubierta donde tomamos el sol ajenos a lo que pasa delante de nosotros mismos y enajenados, que venga Dios y lo vea.