Se ha celebrado en la pequeña localidad cántabra de Ambrosero (que a partir de ahora podría llamarse Zampalatraga) y en el marco de las fiestas locales de Santa Ana el pasado 26 de julio un insólito concurso: el I Campeonato Mundial (sic, pero quizá hubiera estado más in haber dicho 'global') de Comedores (mejor Devoradores, o Tragones) de Sobaos, que figurará ya, supongo yo, en el libro Guinness de los récords.
El evento ha sido presidido, cómo no, no podía ser menos, por su majestad el mediático gerifalte de la taifa cántabra, entregado devotamente a la promoción de los productos de la tierruca, made in Cantabria (anchoas con las que obsequia a todos sus visitantes, quesadas artesanas y sobaos pasiegos básicamente), al que se le caía la baba contemplando la proeza gastronómica que exhibían los concursantes del evento.
En este ridículo a más de patético campeonato inspirado en los concursos televisivos norteamericanos y japoneses se trataba de premiar al tragaldabas, o mejor dicho, zampabollos, que engullera más sobaos lo más rápido posible. Premiaba así la Junta Vecinal de dicha localidad, junto con una empresa fabricante de los bizcochos elaborados con harina azucarada amasada con huevos y mantequilla a la que se añade ralladura de limón y se cuece al horno, al concursante que mostrase mayores y más raudas tragaderas a la hora de engullir el producto.
Los 30 zampasobaos participantes, 25 varones y 5 mujeres, podían engullir los típicos dulces pasiegos con la ingesta de agua a discreción para permitir la más fácil asimilación del bolo alimenticio, evitando el reflujo de desagradables eructos, atragantamientos y vómitos muy frecuentes en estas exhibiciones de bulímicas proezas.
Sólo faltó en este concurso el traje regional y la ejecución de la ancestral baila de Ibio al son del tambor y la caracola, danza políticamente correcta si incluye a las mujeres, para exaltar el color y el sabor folclórico local, culminando con el tradicional ¡Viva la Montaña! o, el más actual y autonómico, ¡Viva Cantabria!
Es una lástima que el ganador absoluto de esta primera edición y, por tanto, el primer campeón del mundo de esta nueva especialidad regional, que embuchó la decena de sobaos en tan solo 6 minutos, recibiendo un premio en metálico de 300 euros, haya sido un madrileño y no un cántabro. Quizá ha faltado la placa conmemorativa escrita en cántabru: Campeón nel primer cuncursu de tragonis y comilonis de sobaos pasiegos del mundu. Ha habido también un premio de 100 euros, no faltaba más, para la primera de las participantes femeninas.