viernes, 22 de julio de 2022

Malas ideas, mala fe

Malas ideas, no porque haya unas que sean mejores y otras peores, sino porque no hay ninguna buena: todas son intrínsecamente perversas. 
 
Esa idea que tienes no es una buena idea, porque en rigor no hay buenas ideas, ya que no responden a la realidad, son espejos cóncavos como los de las ferias que la distorsionan: abstracciones.
 
Las únicas ideas buenas son las que no se tienen, las que no te tienen: aquellas de las que te has desembarazado. 
 
 
Todas las ideas son delirantes, porque todas ellas tienen la vocación de locura de las ideas fijas y obsesiones, que es lo que están llamadas a ser para alterar el proceso del pensamiento, que es la razón raciocinante. 
 
Locas ideas, no porque las haya locas y cuerdas, sino porque todas son esencialmente descabelladas abstracciones de las cosas concretas y palpables. 
 
Todas las ideas son falsas sin que por ello dejen de ser reales e irreductibles al razonamiento argumental; falsa es también la realidad, sin que por ello pierda un ápice de realismo, como una novela de Galdós. 
 
Decir que tenemos las ideas claras es una incongruencia: no puede tenerse claro lo que de por sí es opaco; clara sólo es el agua clara; las ideas son siempre oscuras por muy luminosas que se quieran. 
 
Una idea luminosa nos ciega con la luz sombría que desprende.
 

 
No hagas nunca, amigo, de tripas corazón: lo que tengas que tragar por obligación, que no por la devoción del gusto, eso que se llaman los malos tragos de la vida, trágatelo cuanto antes, a ser posible de un solo sorbo, no intentes saborearlos y degustarlos como si se tratara del placer. Pero no digas que te gusta hacerlo porque tienes que hacerlo, y que ya que lo tienes que hacer lo haces con gusto. No, no digas que eso es lo que tú querías. No confundas el corazón con la tragadera de las tripas. No te engañes. 
 
Dicen que hablar no es actuar, que hay que dejar la reflexión teórica y pasar a la acción, para evitar la barbarie. Yo cuando oigo esta frase de que hace falta algo "más que palabras" pienso, instintivamente, en que cuando hay algo más que eso suele haber "hostias". Entonces me digo a mí mismo que es preferible que haya palabras a que corra la sangre y llegue al río, que es lo que suele pasar cuando ya no vale las razón de las palabras. 
 
Nunca se dirá lo suficiente que hablar también es hacer, o mejor dicho, deshacer. Hablar es deshacer algo, y no un algo cualquiera, sino precisamente el algo más necesario que se puede deshacer en la lucha contra el poder en cualquiera de sus formas, el entuerto de la fe, porque el poder se sustenta en la fe, y contra la fe sólo se lucha hablando, pensando, preguntando, discutiendo, poniendo en tela de juicio sus palabras, sus ideas. 
 
No te enamores de las ideas porque son amores baldíos, platónicos, que nunca van a corresponderte.  No colecciones ideas, despréndete de ellas para que no te prendan a ti.
 

En la viñeta de El Roto “¡Qué curioso! Pongo la tele y se me van las ideas”, debería decir, según usamos aquí el término ¡Qué curioso! Pongo la tele y me vienen ideas (que no me dejan pensar ni razonar).

 
Y es que hay que tener las ideas muy claras, hay que estar muy convencido, para dedicarse a bombardear enemigos a diestro y siniestro, y es a la claridad de esas ideas a la que hay que atacar frontalmente si se quiere hacer algo contra las acciones que sobre ellas se sustentan. 
 
Dicho de otra manera, las cosas dejan de ser como son cuando nos libramos de la convicción de que sólo pueden ser así y que no hay más cáscaras. 
 
Es curioso que el símbolo de la idea sea una bombilla de luz que se enciende, y que lejos de iluminarnos nos ciega y nos deslumbra.
 
No se puede obrar de buena fe. La fe es intrínsecamente pervera. Por eso siempre se obra de mala fe.

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