En la leyenda cristiana de san Jorge y el dragón, confluyen varios mitos griegos: Apolo, que mató a flechazos a la serpiente Pitón, y Perseo, que tras cortarle la cabeza a Medusa, se enfrenta a Ceto, un monstruo marino, que exigía el sacrificio propiciatorio de la princesa Andrómeda, que el héroe acabará liberando y convirtiendo en su esposa, sin olvidar a Belerofonte, que a lomos de Pégaso, el caballo alado, derrotó a la Quimera, otro de los muchos nombres del monstruo multiforme que parece que sólo existe para justificar la existencia del héroe que lo crea para destruirlo.
Basándose en estos mitos clásicos, se inventó en la Edad
Media, no más allá del siglo XII, la leyenda de Jorge, que acabará santificado
y convertido en san Jorge, y el dragón. Asigna
así esta leyenda a la figura histórica o pseudohistórica más bien de Jorge el papel
del héroe luchador que se enfrenta al monstruo que encarna el mal y lo derrota.
La existencia en la realidad del héroe no está demostrada, pero eso no impide
que su relato cumpla su función en el subconsciente de nuestro imagianrio colectivo.
San Jorge y el dragón, Paolo Uccello (1470)
Los
primeros
documentos que hablan de Jorge se remontan como mucho al siglo VI y no
mencionan para nada el encuentro con el monstruo. El ámbito geográfico
de su
leyenda coincide con el de Perseo y
Andrómeda: Capadocia, Palestina o Libia. Se habla de un dragón enorme de
aliento flamígero que ataca a hombres y ganados. Según la Leyenda Dorada
sería Dios quien envía este monstruo a la ciudad porque era pagana y se
perseguía
allí a los cristianos. Había que ofrecer a este dragón dos ovejas al
día, hasta
que comenzó a escasear el ganado, por lo que a partir de entonces se
ofrecía
una sola oveja y un ser humano joven, hasta que la suerte designó a la
hija del rey como chivo expiatorio,
que, al igual que le sucedió a la princesa Andrómeda en la leyenda de
Perseo, tuvo
que ser ofrecida en sacrificio al monstruo.
De hecho, el
monstruo que va a devorar a Andrómeda, Ceto, es un demonio de la muerte que como
Plutón/Hades exige una esposa. Andrómeda es encadenada a una roca y ataviada
como una novia de la Muerte, que en griego es una divinidad masculina: Thánatos. En un
fragmento de la perdida tragedia Andrómeda
de Eurípides, la heroína se lamentaba de que era asistida por plañideras y
cánticos fúnebres en vez de por los cantos festivos y danzas del cortejo
nupcial de su supuesta boda. Hay, además, vasijas griegas que representan a
Andrómeda vestida como una novia cuando va a ser sacrificada.
San Jorge y el dragón, Rafael Sanzio (1504-1506)
Jorge
era
joven y atractivo, como fiel trasunto de Apolo, cuando luchó con el
dragón,
como vio enseguida la princesa. Dios había enviado a Jorge para que
matara al
dragón y para que la ciudad, liberada de su amenaza, pudiera convertirse
al
cristianismo, desterrando el paganismo. Jorge se convierte en un
guerrero,
armado de espada, lanza y escudo, montado a caballo: un caballero
medieval, por lo que aquí viene a ser un trasunto de Belerofonte. En
los cuentos y canciones populares mata al dragón de un lanzazo
enseguida, pero
en la leyenda cristiana, el santo domina al monstruo haciendo el signo
de la cruz, sin
derramamiento de sangre, rogando a Dios que aplaque a la fiera y la
vuelva sumisa.
Más tarde,
cortará la cabeza al dragón, y el pueblo en agradecimiento construirá un santuario
a san Jorge y establecerá una fiesta en su honor. Hay una diferencia notable,
sin embargo, entre el héroe griego Perseo y su cristianización como Jorge: el
santo no puede casarse con la princesa rescatada como hace el héroe griego,
porque la santidad conlleva castidad y excluye el matrimonio. La ciudad,
agradecida sin embargo por la liberación, le da enormes riquezas
a Jorge, que él, como buen cristiano, reparte entre los
pobres.
San Jorge y el dragón, Wassily Kandinsky (1927)
Llega así a ser san Jorge el más conocido de los santos cristianos que luchan contra el
dragón, incardinándose su leyenda en el mito del combate, que estudia
magistralmente Joseph Fontenrose en su libro “Python”, donde hace un
concienzudo repaso del enfrentamiento del héroe contra el enemigo, que
generalmente es un monstruo que personifica el caos y el mal. Pero el libro no se
queda en un estudio de mitología clásica griega, sino que haciendo un concienzudo
trabajo comparativo aborda otras mitologías como la hitita, babilonia, egipcia,
india, china, japonesa, indígena de América del Norte, hallando el arquetipo
común a todos estos mitos y leyendas, cuyas coincidencias, a pesar de los
diferentes ámbitos geográficos, culturales y temporales, revelan el patrón de un mismo origen
común.
Los héroes a fuerza de luchar contra los monstruos para
liberarse y a la vez liberarnos a los demás de su maléfico influjo
acaban pareciéndose a los propios endriagos contra los que
combatían, como el perro que en curiosa simbiosis termina
asemejándose a su dueño. Hay héroes que acaban convirtiéndose en auténticos endriagos. Así pues, los legendarios caballeros
andantes acaban pareciéndose, tal es la íntima relación que los une, a los fabulosos dragones y
basiliscos de los romances antiguos de los libros de caballerías
contra los que lidiaban, como si se reencarnaran en los monstruos que
ellos mismos crearon a fin de combatirlos.
Hay héroes, además, como Heraclés, que en su afán por resolver los problemas los multiplican como en su enfrentamiento con la hidra de Lerna, el monstruo policefálico. Por cada cabeza que le cortaba el héroe le salían dos más al cefalópodo. La resolución de un problema crea dos más.
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