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miércoles, 3 de agosto de 2022

Mitología comparada: Heraclés y Cristo.

    En cuanto al mito de Cristo, se puede hacer mitología comparada y establecer algún paralelismo con  la figura heroica de Hércules, al que los griegos denominaron Heraclés, un personaje hoy en día totalmente desacreditado en el sentido de que no es objeto, que yo sepa, de ninguna fe ni culto, y que sólo en la historia del arte (literatura, pintura y escultura básicamente) encuentra  lugar en nuestro mundo.  

    Hijo de Dios. Tanto Hércules o Heraclés como el Cristo son hijos de un dios todopoderoso: hijo de Zeus, en el caso del héroe griego, y por lo tanto semidiós,  hijo de Jehová, Yahvé o Dios en el de Cristo. Ambos son, además, hijos de una virgen: Alcmena en el primer caso y María en el segundo. Ambas mujeres llegaron vírgenes a la procreación de sus primogénitos. En el caso de María se trataría de una unión espiritual, mientras que en el caso de Alcmena, que todavía no había consumado su matrimonio con su esposo Anfitrión,  de una unión carnal: Zeus se presentó ante ella bajo el aspecto de Anfitrión, simulando que era su marido que volvía de la guerra. 

 Hércules Farnesio, copia romana en mármol del original de bronce de Lisipo (320 a. C.).


    Ascensión a los cielos: Tras su muerte, tanto Heraclés como Jesús fueron ascendidos al Olimpo y al Reino de los Cielos, respectivamente. La apoteosis de ambos es, obviamente, favorecida por su condición heroica, es decir, de hijos de un dios y de una mortal.  En el caso del griego, su glorificación se produjo cuando el héroe iba a ser incinerado pero Zeus decidió salvarlo de sus llamas y ascenderlo al Olimpo en un carro de caballos. Por su parte, la ascensión de Jesucristo se produce tras su resurrección del reino de los muertos al tercer día de su óbito. 

martes, 5 de julio de 2022

San Jorge y el dragón

      En la leyenda cristiana de san Jorge y el dragón, confluyen varios mitos griegos: Apolo, que mató a flechazos a la serpiente Pitón, y Perseo, que tras cortarle la cabeza a Medusa, se enfrenta a Ceto, un monstruo marino, que exigía el sacrificio propiciatorio de la princesa Andrómeda, que el héroe acabará liberando y convirtiendo en su esposa, sin olvidar a Belerofonte, que a lomos de Pégaso, el caballo alado, derrotó a la Quimera, otro de los muchos  nombres del monstruo multiforme que parece que sólo existe para justificar la existencia del héroe que lo crea para destruirlo.


Basándose en estos mitos clásicos,  se inventó en la Edad Media, no más allá del siglo XII, la leyenda de Jorge, que acabará santificado y convertido en san Jorge,  y el dragón. Asigna así esta leyenda a la figura histórica o pseudohistórica más bien de Jorge el papel del héroe luchador que se enfrenta al monstruo que encarna el mal y lo derrota. La existencia en la realidad del héroe no está demostrada, pero eso no impide que su relato cumpla su función en el subconsciente de nuestro imagianrio colectivo.

 
  San Jorge y el dragón, Paolo Uccello (1470)

Los primeros documentos que hablan de Jorge se remontan como mucho al siglo VI y no mencionan para nada el encuentro con el monstruo. El ámbito geográfico de su leyenda coincide con el de Perseo y Andrómeda: Capadocia, Palestina o Libia. Se habla de un dragón enorme de aliento flamígero que ataca a hombres y ganados. Según la Leyenda Dorada sería Dios quien envía este monstruo a la ciudad porque era pagana y se perseguía allí a los cristianos. Había que ofrecer a este dragón dos ovejas al día, hasta que comenzó a escasear el ganado, por lo que a partir de entonces se ofrecía una sola oveja y un ser humano joven, hasta que la suerte designó a la hija del rey como chivo expiatorio, que, al igual que le sucedió a la princesa Andrómeda en la leyenda de Perseo, tuvo que ser ofrecida en sacrificio al monstruo.  
 

 
De hecho, el monstruo que va a devorar a Andrómeda, Ceto, es un demonio de la muerte que como Plutón/Hades exige una esposa. Andrómeda es encadenada a una roca y ataviada como una novia de la Muerte, que en griego es una divinidad masculina: Thánatos. En un fragmento de la perdida tragedia Andrómeda de Eurípides, la heroína se lamentaba de que era asistida por plañideras y cánticos fúnebres en vez de por los cantos festivos y danzas del cortejo nupcial de su supuesta boda. Hay, además, vasijas griegas que representan a Andrómeda vestida como una novia cuando va a ser sacrificada.

              San Jorge y el dragón, Rafael Sanzio (1504-1506)

 Jorge era joven y atractivo, como fiel trasunto de Apolo, cuando luchó con el dragón, como vio enseguida la princesa. Dios había enviado a Jorge para que matara al dragón y para que la ciudad, liberada de su amenaza, pudiera convertirse al cristianismo, desterrando el paganismo. Jorge se convierte en un guerrero, armado de espada, lanza y escudo, montado a caballo: un caballero medieval, por lo que aquí viene a ser un trasunto de Belerofonte. En los cuentos y canciones populares mata al dragón de un lanzazo enseguida, pero en la leyenda cristiana, el santo domina al monstruo haciendo el signo de la cruz, sin derramamiento de sangre, rogando a Dios que aplaque a la fiera y la vuelva sumisa. 

Más tarde, cortará la cabeza al dragón, y el pueblo en agradecimiento construirá un santuario a san Jorge y establecerá una fiesta en su honor. Hay una diferencia notable, sin embargo, entre el héroe griego Perseo y su cristianización como Jorge: el santo no puede casarse con la princesa rescatada como hace el héroe griego, porque la santidad conlleva castidad y excluye el matrimonio. La ciudad, agradecida sin embargo por la liberación, le da enormes riquezas a Jorge, que él, como buen cristiano, reparte entre los pobres. 

 San Jorge y el dragón, Wassily Kandinsky (1927)

Llega  así a ser san Jorge el más conocido de los santos cristianos que luchan contra el dragón, incardinándose su leyenda en el mito del combate, que estudia magistralmente Joseph Fontenrose en su libro “Python”, donde hace un concienzudo repaso del enfrentamiento del héroe contra el enemigo, que generalmente es un monstruo que personifica el caos y el mal. Pero el libro no se queda en un estudio de mitología clásica griega, sino que haciendo un concienzudo trabajo comparativo aborda otras mitologías como la hitita, babilonia, egipcia, india, china, japonesa, indígena de América del Norte, hallando el arquetipo común a todos estos mitos y leyendas, cuyas coincidencias, a pesar de los diferentes ámbitos geográficos, culturales y temporales, revelan el patrón de un mismo origen común. 

  Los héroes a fuerza de luchar contra los monstruos para liberarse y a la vez liberarnos a los demás de su maléfico influjo acaban pareciéndose a los propios endriagos contra los que combatían, como el perro que en curiosa simbiosis termina asemejándose a su dueño. Hay héroes que acaban convirtiéndose en auténticos endriagos. Así pues, los legendarios caballeros andantes acaban pareciéndose, tal es la íntima relación que los une, a los fabulosos dragones y basiliscos de los romances antiguos de los libros de caballerías contra los que lidiaban, como si se reencarnaran en los monstruos que ellos mismos crearon a fin de combatirlos.
 
Hay héroes, además, como Heraclés, que en su afán por resolver los problemas los multiplican como en su enfrentamiento con la hidra de Lerna, el monstruo policefálico. Por cada cabeza que le cortaba el héroe le salían dos más al cefalópodo. La resolución de un problema crea dos más.