ALARGA EL VERANO. Decía antaño el eslogan o grito de guerra de una agencia de
viajes que patrocinaba un crucero por el Mediterráneo. HASTA NOVIEMBRE.
CRUCEROS POR EL MEDITERRÁNEO. La equiparación “verano” y “viaje” es tan
notoria que para proponernos un viaje de otoño, se nos dice que
prolonguemos el verano, como si en nuestras manos estuviera hacer una
cosa así...
La agencia de viajes está pensando en un determinado público, en
aquellos que están en el otoño, precisamente, de la vida, por así
llamarlo, es decir, en la tercera edad como se dice con horripilante
eufemismo, dado que “los mayores de 65 años recibirán una maleta” como
obsequio de viaje. Evidentemente, son los jubilados, es decir aquellos
que han concluido con júbilo su vida laboral y viven en unas perpetuas
vacaciones, apartados de la servidumbre laboral del trabajo asalariado,
los destinatarios de estos cruceros por el Mare Nostrum, porque son los
que pueden permitirse el lujo de viajar en esas fechas al no estar
sujetos como los funcionarios del Estado y empleados públicos a
vacaciones en agosto, en plena temporada alta.
Los precios de los diversos cruceros no se especifican con exactitud,
como cabría esperar: sólo se nos da el importe mínimo: “desde 1000
euros”, por ocho días de crucero en régimen de Pensión Completa (sic,
por las mayúsculas iniciales).
Los buques, que zarparán de Venecia o de Barcelona, harán escala en
lugares tan emblemáticos como Estambul, navegarán por el estrecho de los
Dardanelos, anclarán en Atenas, y arribarán a las islas griegas,
evocándonos en parte la Odisea del divino Homero y la peripecia de su
héroe Ulises. Islas como Rodas, Miconos o Santorini, sin olvidar Corfú, o
los puertos de Marsella y Civitavechia, que permitirá llegar a Roma y
recibir las bendiciones del jefe de la cristiandad. O Palermo o Siracusa
o Taormina, en la isla de las tres puntas, o Túnez en el norte de
África, donde se irguió la legendaria Cartago, o ya entre nosotros
Palma de Mallorca.
Pero nada, en realidad, más alejado que estos cruceros de los viajes y
peripecias de Odiseo: se trata de viajes programados: ya se sabe lo que
hay que ver y lo que hay que hacer antes de haberlo visto en cada
ciudad. Un viaje programado es un viaje que ya está realizado antes de
hacerlo y que por lo tanto, desengañémonos, que bastante engañados
estamos, no merece la pena. Apenas tendrá tiempo el viajero de perderse
por las calles de esa vasta geografía mediterránea tan llena de
resonancias y sugerencias, y de descubrir algo que le sorprenda, algo
inesperado, algo que no esté en la oferta de las excursiones optativas.
Si hacemos escala en el Pireo, por ejemplo, que es como se sabe el
puerto de Atenas, hay que ir a ver corriendo las ruinas del Partenón, y
fotografiarlo rápidamente y hacerse retratar delante de él con la
estúpida sonrisa turística para mostrar y demostrar a nuestros contactos
de feisbu o de cualquier otra red social que uno ha estado allí en la mismísima acrópolis ateniense y ha visto lo que tenía que ver...
Se nos advierte finalmente que las plazas están limitadas, como si se
tratara de un lujo exclusivo de unos pocos: la fotografía de uno de los
buques, sin embargo, deja ver que, lujo o no, se trata de un barco
enorme y de un viaje masificado: pueden ser varios miles, no pocos, los
viajeros alojados en un único barco-lata de sardinas, con los consabidos
problemas de embarque y desembarcarque -todos a la misma hora- y las
aglomeraciones en los momentos del desayuno, almuerzo y cena.
Para lo que hay que ver, que ya está más visto que el TBO, mejor
quedarse en casa, que resulta más barato, y no encolerizar al divino
Posidón, o sea a Neptuno, que puede provocar agitando las olas con su
tridente la irritación de los mares y no pocos mareos: repárese en la
relación etimológica entre el mar y el mareo, así como entre la náusea y
la “nauis” o el “nauta” que eran los nombres que los romanos daban a la
nave y al navegante respectivamente. Etimológicamente todo está
relacionado también con el naufragio.
No olvidemos, además, si decidimos hacer este viaje de placer, que el Mare Nostrum está sembrado de cadáveres de refugidados sirios y libaneses, que es una enorme fosa común y anónima de subsaharianos que intentaron desesperadamente llegar a la otra orilla a nado o en patera, arribar a otras costas huyendo de las guerras y politicas de sus países, igual que hicieron en la antigüedad Eneas y los troyanos supervivientes del desastre de Troya, o la reina Didó, que escapó de Tiro y Sidón y de la crueldad de la dictadura del tirano Pigmalión y buscó y encontró asilo político en el norte de África, donde fundó Cartago... Si eso no nos amarga el crucero desde el ojo de buey de nuestro camarote o desde la barandilla de la cubierta donde tomamos el sol ajenos a lo que pasa delante de nosotros mismos y enajenados, que venga Dios y lo vea.
No olvidemos, además, si decidimos hacer este viaje de placer, que el Mare Nostrum está sembrado de cadáveres de refugidados sirios y libaneses, que es una enorme fosa común y anónima de subsaharianos que intentaron desesperadamente llegar a la otra orilla a nado o en patera, arribar a otras costas huyendo de las guerras y politicas de sus países, igual que hicieron en la antigüedad Eneas y los troyanos supervivientes del desastre de Troya, o la reina Didó, que escapó de Tiro y Sidón y de la crueldad de la dictadura del tirano Pigmalión y buscó y encontró asilo político en el norte de África, donde fundó Cartago... Si eso no nos amarga el crucero desde el ojo de buey de nuestro camarote o desde la barandilla de la cubierta donde tomamos el sol ajenos a lo que pasa delante de nosotros mismos y enajenados, que venga Dios y lo vea.
Tal cuak
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