viernes, 22 de julio de 2022

Malas ideas, mala fe

Malas ideas, no porque haya unas que sean mejores y otras peores, sino porque no hay ninguna buena: todas son intrínsecamente perversas. 
 
Esa idea que tienes no es una buena idea, porque en rigor no hay buenas ideas, ya que no responden a la realidad, son espejos cóncavos como los de las ferias que la distorsionan: abstracciones.
 
Las únicas ideas buenas son las que no se tienen, las que no te tienen: aquellas de las que te has desembarazado. 
 
 
Todas las ideas son delirantes, porque todas ellas tienen la vocación de locura de las ideas fijas y obsesiones, que es lo que están llamadas a ser para alterar el proceso del pensamiento, que es la razón raciocinante. 
 
Locas ideas, no porque las haya locas y cuerdas, sino porque todas son esencialmente descabelladas abstracciones de las cosas concretas y palpables. 
 
Todas las ideas son falsas sin que por ello dejen de ser reales e irreductibles al razonamiento argumental; falsa es también la realidad, sin que por ello pierda un ápice de realismo, como una novela de Galdós. 
 
Decir que tenemos las ideas claras es una incongruencia: no puede tenerse claro lo que de por sí es opaco; clara sólo es el agua clara; las ideas son siempre oscuras por muy luminosas que se quieran. 
 
Una idea luminosa nos ciega con la luz sombría que desprende.
 

 
No hagas nunca, amigo, de tripas corazón: lo que tengas que tragar por obligación, que no por la devoción del gusto, eso que se llaman los malos tragos de la vida, trágatelo cuanto antes, a ser posible de un solo sorbo, no intentes saborearlos y degustarlos como si se tratara del placer. Pero no digas que te gusta hacerlo porque tienes que hacerlo, y que ya que lo tienes que hacer lo haces con gusto. No, no digas que eso es lo que tú querías. No confundas el corazón con la tragadera de las tripas. No te engañes. 
 
Dicen que hablar no es actuar, que hay que dejar la reflexión teórica y pasar a la acción, para evitar la barbarie. Yo cuando oigo esta frase de que hace falta algo "más que palabras" pienso, instintivamente, en que cuando hay algo más que eso suele haber "hostias". Entonces me digo a mí mismo que es preferible que haya palabras a que corra la sangre y llegue al río, que es lo que suele pasar cuando ya no vale las razón de las palabras. 
 
Nunca se dirá lo suficiente que hablar también es hacer, o mejor dicho, deshacer. Hablar es deshacer algo, y no un algo cualquiera, sino precisamente el algo más necesario que se puede deshacer en la lucha contra el poder en cualquiera de sus formas, el entuerto de la fe, porque el poder se sustenta en la fe, y contra la fe sólo se lucha hablando, pensando, preguntando, discutiendo, poniendo en tela de juicio sus palabras, sus ideas. 
 
No te enamores de las ideas porque son amores baldíos, platónicos, que nunca van a corresponderte.  No colecciones ideas, despréndete de ellas para que no te prendan a ti.
 

En la viñeta de El Roto “¡Qué curioso! Pongo la tele y se me van las ideas”, debería decir, según usamos aquí el término ¡Qué curioso! Pongo la tele y me vienen ideas (que no me dejan pensar ni razonar).

 
Y es que hay que tener las ideas muy claras, hay que estar muy convencido, para dedicarse a bombardear enemigos a diestro y siniestro, y es a la claridad de esas ideas a la que hay que atacar frontalmente si se quiere hacer algo contra las acciones que sobre ellas se sustentan. 
 
Dicho de otra manera, las cosas dejan de ser como son cuando nos libramos de la convicción de que sólo pueden ser así y que no hay más cáscaras. 
 
Es curioso que el símbolo de la idea sea una bombilla de luz que se enciende, y que lejos de iluminarnos nos ciega y nos deslumbra.
 
No se puede obrar de buena fe. La fe es intrínsecamente pervera. Por eso siempre se obra de mala fe.

jueves, 21 de julio de 2022

Muertos bien informados

    Los cementerios, escribe Elías Canetti, ejercen una fuerte atracción; se les visita por una morbosa curiosidad, aunque no se tengan parientes sepultados en ellos. Y uno experimenta en estas visitas un estado de ánimo muy peculiar: la contrición que se siente y se muestra ante la presencia de tantos muertos encubre en realidad la secreta satisfacción del superviviente que va y viene entre las tumbas y que mira esta o aquella lápida, leyendo los nombres y las fechas para saberse vivo y sentirse como tal. Uno se alegra de no encontrar allí su propia nicho con su nombre y apellidos, con la fecha de su nacimiento y de su muerte.

    En una reciente visita mía a uno, he sido testigo de una curiosa escena. Solo estábamos dos personas, un hombre mayor que yo, aunque sólo pude verlo de espaldas, inmóvil como estaba frente a la tumba de lo que supongo era uno de sus seres queridos, y yo.


     El tipo, que no me había visto llegar, no iba a poner flores ni ningún otro adorno funerario, sino que parecía que estaba rezando o hablando en silencio con sus muertos, es decir, consigo mismo. Al cabo de unos instantes sacó del bolsillo... un móvil, como si fuera a hacer una fotografía.

    Pero al poco rato, comienza a oírse lo que me parece, al menos por lo que puedo escuchar en la distancia, una señal horaria y el boletín informativo de Radio Nacional de España, el famoso parte, de guerra, como decía mi padre.

    No puedo dar crédito a lo que oigo. Al instante, me viene a la cabeza una confesión de Hegel que había leído recientemente en alguna parte y me había llamado la atención: "Leer el periódico es mi oración de la mañana". Pero en este caso la plegaria matutina no era para los vivos sino, por así decir, para los muertos, si es que no éramos los mismos unos y otros destinatarios de información.

    El informativo debió de durar unos diez minutos. La noticia estrella del día que dejaba helados a todos los oyentes era que la ola de calor extremo que nos invadía había provocado 360 muertes en España en los primeros seis días, a más de haber los incendios calcinado miles de hectáreas forestales en toda la curtida piel de toro...


'El infierno era esto'

      Acabado el noticiario, el hombre apaga la radio, guarda el móvil y se dirige a la puerta del cementerio. Entonces me ve y, sin ningún rebozo, me dedica una amable sonrisa, con la que me da a entender que, aparentemente, está muy contento consigo mismo, porque se sabe, como yo, un superviviente. 

    Una vez que se ha marchado y me he quedado solo, no puedo resistirme a la tentación de -curiosidad malsana- ir a ver la misteriosa tumba delante de la que había escuchado su plegaria matutina, que diría Hegel. Es la de una mujer (¿su madre?) que murió en 1979 y que se llamaba Teresa. No hay foto, ni epígrafe, ni flores, ni signo religioso alguno. 

    ¿Estaba loco, o, por el contrario, muy cuerdo oyendo en medio de aquel silencio sepulcral -nunca mejor dicho lo de sepulcral- las noticias del boletín informativo con aquella misteriosa Teresa? ¿Creía este hombre que mantenía un poco viva a su madre o a su abuela o a quien fuera aquella misteriosa mujer compartiendo ante su tumba los sucesos que siguen afectando al mundo de los vivos?

    No sé qué pensar. Los muertos no oyen, pero quizá los vivos tampoco. No queremos oír que la noticia es que la amenaza de muerte pende sobre nosotros como la vieja espada de Damoclés, y contamos los vivos que caen muertos como moscas, como esos 360 muertos exactamente bien informados, ni más ni menos, que han perecido víctimas del golpe de calor... 

    La noticia define la causa de la muerte, para que el Estado protector, al que sacrificamos nuestra libertad -y nuestra vida, por lo tanto- en aras de nuestra supuesta seguridad, se encargue de luchar baldíamente contra dicha ola de calor, justificando su existencia so capa de protegernos de futuras y por lo tanto inexistentes por ahora oleadas de calor. 


     La noticia es que la gente se muere, sea por una razón o por otra, pero siempre por una causa definida que hay que justificar, como era esta de las altas temperaturas, o como había sido antes la pandemia que se había llevado seis millones de almas al Más Allá, o los bombardeos de la guerra de Ucrania... Es decir que es natural el hecho de morirse, y de hacerlo de muerte natural, aunque resulte incomprensible y uno se subleve contra la idea de que la muerte es algo natural que le pasa a uno. No, eso nunca.  A uno no le pasa nunca, les pasa a los demás, la muerte. Sólo hace falta definir la causa de la muerte. No hace falta que sea la causa efectiva porque, según apuntan los expertos -especialistas en todo, especialistas en nada-, las temperaturas extremas, sin ser la causa directa, provocan descompensaciones en las personas vulnerables. Y todos lo somos un poco. Vulnerables. 

    El Estado, como organización suprema, se dedica a administrar esa muerte, de la que nos da cuenta estadística- y puntualmente a través por ejemplo de los boletines informativos horarios de Radio Nacional, no vayamos a creernos inmortales como las ideas de Platón. En ese sentido, todos estamos ya condenados a muerte, aunque no encontremos todavía nuestro sitio en el cementerio -hasta aquí el tiempo, desde aquí la eternidad, decía la inscripción de la entrada-, como aquellos que descansan efectivamente en paz, una paz solo perturbada por las noticias de sucesos del reino de los vivos que oyen como el que oye llover.

    Vienen a mí unos versos antiguos de la Odisea de Homero (XI,  488-491). Cuando el sufrido Odiseo desciende a los infiernos, se encuentra allí con el alma en pena de Aquiles, el héroe que había preferido una vida breve pero intensa y llena de gloria, que una larga pero anodina y anónima, que le dice ahora, arrepentido: “No a consolar de la muerte me vengas, noble Odiseo. / Preferiría servir a jornal o a destajo, labriego / de amo indigente que no poseyera mucho sustento, / que sobre todos los muertos reinar que ya fallecieron”.

miércoles, 20 de julio de 2022

Un crucero por el Mediterráneo

    ALARGA EL VERANO. Decía antaño el eslogan o grito de guerra de una agencia de viajes que patrocinaba un crucero por el Mediterráneo. HASTA NOVIEMBRE. CRUCEROS POR EL MEDITERRÁNEO. La equiparación “verano” y “viaje” es tan notoria que para proponernos un viaje de otoño, se nos dice que prolonguemos el verano, como si en nuestras manos estuviera hacer una cosa así... 

    La agencia de viajes está pensando en un determinado público, en aquellos que están en el otoño, precisamente, de la vida, por así llamarlo, es decir, en la tercera edad como se dice con horripilante eufemismo, dado que “los mayores de 65 años recibirán una maleta” como obsequio de viaje. Evidentemente, son los jubilados, es decir aquellos que han concluido con júbilo su vida laboral y viven en unas perpetuas vacaciones, apartados de la servidumbre laboral del trabajo asalariado, los destinatarios de estos cruceros por el Mare Nostrum, porque son los que pueden permitirse el lujo de viajar en esas fechas al no estar sujetos como los funcionarios del Estado y empleados públicos a vacaciones en agosto, en plena temporada alta. 

    Los precios de los diversos cruceros no se especifican con exactitud, como cabría esperar: sólo se nos da el importe mínimo: “desde 1000 euros”, por ocho días de crucero en régimen de Pensión Completa (sic, por las mayúsculas iniciales). 
 

    Los buques, que zarparán de Venecia o de Barcelona, harán escala en lugares tan emblemáticos como Estambul, navegarán por el estrecho de los Dardanelos, anclarán en Atenas, y arribarán a las islas griegas, evocándonos en parte la Odisea del divino Homero y la peripecia de su héroe Ulises. Islas como Rodas, Miconos o Santorini, sin olvidar Corfú, o los puertos de Marsella y Civitavechia, que permitirá llegar a Roma y recibir las bendiciones del jefe de la cristiandad. O Palermo o Siracusa o Taormina, en la isla de las tres puntas, o Túnez en el norte de África, donde se irguió la legendaria Cartago,  o ya entre nosotros Palma de Mallorca. 

    Pero nada, en realidad, más alejado que estos cruceros de los viajes y peripecias de Odiseo: se trata de viajes programados: ya se sabe lo que hay que ver y lo que hay que hacer antes de haberlo visto en cada ciudad. Un viaje programado es un viaje que ya está realizado antes de hacerlo y que por lo tanto, desengañémonos, que bastante engañados estamos, no merece la pena. Apenas tendrá tiempo el viajero de perderse por las calles de esa vasta geografía mediterránea tan llena de resonancias y sugerencias, y de descubrir algo que le sorprenda, algo inesperado, algo que no esté en la oferta de las excursiones optativas.

     Si hacemos escala en el Pireo, por ejemplo, que es como se sabe el puerto de Atenas, hay que ir a ver corriendo las ruinas del Partenón, y fotografiarlo rápidamente y hacerse retratar delante de él con la estúpida sonrisa turística para mostrar y demostrar a nuestros contactos de feisbu o de cualquier otra red social que uno ha estado allí en la mismísima acrópolis ateniense y ha visto lo que tenía que ver... 

    Se nos advierte finalmente que las plazas están limitadas, como si se tratara de un lujo exclusivo de unos pocos: la fotografía de uno de los buques, sin embargo, deja ver que, lujo o no, se trata de un barco enorme y de un viaje masificado: pueden ser varios miles, no pocos, los viajeros alojados en un único barco-lata de sardinas, con los consabidos problemas de embarque y desembarcarque -todos a la misma hora- y las aglomeraciones en los momentos del desayuno, almuerzo y cena. 


    Para lo que hay que ver, que ya está más visto que el TBO, mejor quedarse en casa, que resulta más barato, y no encolerizar al divino Posidón,  o sea a Neptuno, que puede provocar agitando las olas con su tridente la irritación de los mares y no pocos mareos: repárese en la relación etimológica entre el mar y el mareo, así como entre la náusea y la “nauis” o el “nauta” que eran los nombres que los romanos daban a la nave y al navegante respectivamente. Etimológicamente todo está relacionado también con el naufragio.

    No olvidemos, además, si decidimos hacer este viaje de placer, que el Mare Nostrum está sembrado de cadáveres de refugidados sirios y libaneses, que es una enorme fosa común y anónima de subsaharianos que intentaron desesperadamente llegar a la otra orilla a nado o en patera, arribar a otras costas huyendo de las guerras y politicas de sus países, igual que hicieron en la antigüedad Eneas y los troyanos supervivientes del desastre de Troya, o la reina Didó, que escapó de Tiro y Sidón y de la crueldad de la dictadura del tirano Pigmalión y buscó y encontró asilo político en el norte de África, donde fundó Cartago... Si eso no nos amarga el crucero desde el ojo de buey de nuestro camarote o desde la barandilla de la cubierta donde tomamos el sol ajenos a lo que pasa delante de nosotros mismos y enajenados, que venga Dios y lo vea.

martes, 19 de julio de 2022

Y más aldabonazos todavía

Genéricos 

El Señor de los Anillos es una magnífica novela de Tolkien y una de las mejores películas de la historia de Jólivuz, que con ella nos da muy válidas lecciones.

 El fanatismo religioso se ha reconvertido en nuestros días, promovido por la corrupción institucional general, en integrismo fanático de índole cientificista.
 
 Los higienistas tanatófobos, tontos del culo, vuelven doblemente enmascarados a la carga y aojan a todos aquellos que no llevan como ellos puesto el tapabocas.
 
 Para salvar al mundo libre es justo y necesario imponer sanciones a Rusia y armar a Ucrania, medidas que, por efecto bumerán, asfixiarán la libertad occidental.

El ser humano, convertido ya en homo oeconomicus o dinero como el rey Midas, es a la vez el centro y señor de la creación, o lo que es igual, de destrucción.

 
Es un coñazo estar cuestionándose siempre las cosas porque al ponerlas en tela de juicio nos embarga la duda, que es muchísimo más puñetera sin duda que la fe.
 
 No por dar más cuerda al perro, dejará de estar atado. Algunos sólo quieren tener la correa un poco más larga y menos tensa, pero no quieren estar desamarrados.
 
 El término cospiracionista es un fraude semántico que demoniza a quienes denucian la gestión gubernamental, como si el denunciante fomentara las cospiraciones.
 
Se admite generalmente que el asesinato de Julio César, hecho histórico como fue, es una cospiración, pero no que haya en el siglo veintiuno más cospiraciones.
 

La mayoría sigue los acordes del flautista de Hamelín, que arrastró a las ratas al río y a los niños, acompasados, hasta la cueva de donde ya nunca regresaron.

 
Trasgenéricos
  Orgullo de ser, decía la pancarta en la fiesta folclórica madrileña, la más multitudinaria de Europa, reclamando la soberbia ontológica de ser lo que se cree. 
 
Si cisgénero es quien se identifica con su sexo anatómico, transgénero no es exactamente quien no se identifica con él, sino quien se identifica con el otro. 
 
El Gobierno impulsa la autodeterminación de género mediante la ley Trans, “un derecho constitucional”, según la ministra, que consiste en ser lo que se cree. 
 
Transexualismo y transhumanismo comparten prefijo trans- y propugnan la superación de limitaciones actuales físicas y psíquicas, mediante avances tecnológicos. 
 
Específicos víricos
 
 La propaganda oficial alega haber salvado veinte millones de vidas en el mundo, y llama ciencia cierta a lo que en realidad es publicidad engañosa farmacéutica. 
 
Tras desaparecer subrepticiamente durante el bienio de la pandemia, la gripe de toda la vida recuperó su protagonismo a la par del conflicto bélico ucraniano.
 
Los medios denuncian varias ideas 'falsas' o bulos que circulan sobre el virus, dando así por verdadero el propio bicho, que es más falso que Judas Iscariote.
 
Si el proceso de vacunación contra la enfermedad letal del virus coronado nos ha enseñado algo, es que "voluntario" no siempre significa realmente voluntario. 
 
El honesto epidemiólogo declaró que estábamos ante una epidemia masiva de fraudulentas pruebas diagnósticas, no ante una infección causada por virus definido. 
 
Detectado el primer caso de contagio de BA.2.75 alias Centauro, la nueva amenaza del coronavirus, la subvariante de Ómicron que podría extenderse por el mundo. 
 
 
 
Se teme una nueva ola generalizada de covid-19 en toda la Unión Europea, pese a (o gracias a)l éxito de las vacunaciones y las intervenciones-no-farmacéuticas.
 
El 11 de julio la UE recomendó oficialmente la cuarta dosis (o segundo refuerzo, según la prensa orgánica) de la vacuna anti-Covid para los mayores de sesenta.
 
La comisaria europea de Sanidad hace un llamamiento a todos los mayores de sesenta y vulnerables para que se presenten motu proprio a la vacunación innecesaria.
 
 
 
Las ambulancias que aúllan día y noche, ya no transportan víctimas de la ficticia enfermedad pandémica que nos acojonó, sino de infartos y derrames cerebrales.
 

lunes, 18 de julio de 2022

El puto amo

    El viejo chocho del tío Sam ha venido a pasar revista cual señor feudal a las huestes de sus vasallos europeos, a comprobar que, dóciles como Dios manda al juramento feudovasallático, ninguno se desmanda. Viene a cobrar el diezmo del impuesto revolucionario de la industria de las armas, obligando a que cada país aliado destine parte del presupuesto a tales menesteres, tratando de mantener la hegemonía del Imperio americano, o de Occidente, sobre el resto del planeta. 
 
    Y viene en el peor momento, en el peor de los escenarios teatrales, como dicen los políticos, conscientes como son de que el mundo de la política es un espectáculo mediático, que es el del colapso económico tras la falsa pandemia y la falsa guerra -catástrofe humanitaria- de Ucrania que nos invade.
 

 
    El problema es que el tío Sam quiere seguir siendo el puto amo del mundo a toda costa, cueste lo que cueste, el guardia de la porra global que proclama sus intenciones de intervenir en favor de sus "intereses, seguridad y valores" en cualquier parte, y los intereses, no lo olvidemos, y los beneficios son siempre económicos. No quiere darle el relevo al gendarme chino todavía.
 
    Todo gasto es un despilfarro destructivo como nos revela la curiosa etimología del término 'gastar', palabra que viene del latín uastare que significa destruir como su cultismo devastar. Es curioso cómo en castellano se inventó 'malgastar', con el prefijo delante mal-, como si hubiera un gasto bueno y otro malo, pero en el Quijote se emplea todavía con el significado de 'echar a perder', como en los ejemplos que cita Corominas: “me parece que ha de ser tiempo gastado el que ocupare en darte a entender tu simplicidad” o “gasta mucho la faz de las mugeres, andar siempre al campo, al sol, al aire”. No hay que perder de vista otro compuesto que inventó el castellano, 'desgastar'. 
 

     La curiosidad que revela la etimología de la palabra es que del significado inicial de «destruir» evolucionó al de  «emplear el dinero en algo» (antes que deteriorar con el uso), que es el primer significado que da hoy el diccionario de la RAE, que recoge además expresiones coloquiales como 'gastarlas' o 'gastárselas',  que aluden a tener habitualmente mal humor. 
 
    El gobierno de las Españas, a raíz de la visita del tío Sam, y la cumbre de la OTAN celebrada en la capital del Reino, aumenta una partida de gasto -destrucción- militar de mil millones  extraordinarios. Al parecer la derecha y la ultraderecha del arco parlamentario están encantadas con el aumento del gasto militar, y aun suben la apuesta. No sólo están de acuerdo en destinar el 2% del PIB a la industria militar, como manda el tío Sam, sino que se preguntan que por qué no el 5%, o el 27% o, ya puestos, por qué no el 100% del producto interior bruto del Estado nacional.  ¿Qué mejor que destinar todo el PIB del Estado a la defensa nacional del propio Estado, es decir, a la guerra? 
 
 
    El gobierno progresista, por su parte, y sus aliados dicen que gastarse la pasta en armas no impide gastársela, además, en sanidad pública, educación pública o pensiones públicas, pero lo que parece que está muy claro es que lo que va a un sitio no va a otro (y esto vale para todo y, claro está, también para el dinero). No obstante, intentan convencer a la audiencia de su electorado de que el aumento del gasto militar redundará en la salvaguarda de los servicios públicos y en el progreso. 
 
    ¿De dónde va a salir el diezmo que se exige? ¿De dónde va a ser si no es de nuestros bolsillos esquilmados? Para convencernos de la urgencia del gasto extraordinario se difunde el discurso del pánico y doctrina del choque de que los bárbaros pretenden invadirnos, si no nos están invadiendo sin darnos cuenta. Nos hablan de nuevos y como siempre potenciales enemigos: Rusia, China -abocada a recoger el testigo del declive del Imperio americano- y los países emergentes como llaman al Brasil, Sudáfrica o la India, por ejemplo. 
 

 
    Y no se especifica para qué van destinados esos fondos, se dice, en general, que van para Defensa, lo que quiere decir para el Ministerio de Defensa, pero la gente se pregunta, escéptica, de qué y de quién pretende defendernos ese Ministerio, ya que no ve ningún peligro a su alrededor salvo los que inventan los medios de conformación de masas: de Rusia, de Putin, de los subsaharianos ilegales, de los okupas, del virus del sida, la corona o la viruela del mono y el mandril... 
 
    Son todos ellos peligros indefinidos, porque de lo que se trata en el fondo es de defenderse de un peligro desconocido que nos infunde miedo, que se dice que es peor que lo conocido, y cómo nos defendemos de ese peligro: definiéndolo, poniéndole nombre y apellidos.

domingo, 17 de julio de 2022

¿Por qué corres, Ulises?*

    Las ocho de la mañana de un día cualquiera en la estación de Abando, Bilbao. El tiempo apremia. Ni un minuto más ni un minuto menos para empezar la jornada laboral con la rutinaria mansedumbre cotidiana de unas vidas que, subordinadas al imperativo laboral, se rigen por las manecillas del reloj. Todos bailan al ritmo del tictac que marca el tirano, que es el instrumento indispensable de la dominación tecnodemocrática del siglo XXI que padecemos: todos al compás del Capital y su corazón mecánico que determina los tiempos de ocio y trabajo asalariado, la nueva forma de esclavitud imperante aquí y ahora que convierte nuestra vida en tiempo esencialmente futuro y ahora mismo inexistente, es decir, en alienación remunerada.


 

    Suenan los móviles. Los portátiles se agolpan en la zona güifi de la estación. Allí se matan los tiempos de espera chateando en cualquier página güeb o guasapeándose con lejanas amistades -contactos sin tacto- del otro lado del mundo. A nadie se le ocurre entablar conversación con los vecinos usuarios de las nuevas tecnologías que tiene al lado. Bienvenidos al mundo de la telecomunicación virtual que tanto nos venden y que sirve, ya se ve, para lo contrario de lo que predican: para incomunicarnos: smartphones de última generación supuestamente inteligentes que tienen la virtud de entontecer a sus propietarios, ordenadores portátiles y tabletas que llevan a todas partes al usuario que está siempre a su disposición, vuelos de avión cada vez más económicos, coches con GPS para no perderte en el espacio y no malgastar tu tan valioso tiempo, que es dinero, y trenes de alta velocidad (TAV, rebautizados entre nosotros como AVE) con los que la distancia dejará de ser un obstáculo para los inversores del futuro, que truecan el día de hoy por el incierto de mañana.

 

    Todo ello responde a la filosofía, por llamarla así, fast-life, inspirada en el fast-food o comida rápida, que lo invade todo: hay que vivir deprisa, ir corriendo a todas partes, comer deprisa, defecar deprisa, viajar deprisa, vivir deprisa, y hasta follar deprisa, que por eso se dice echar un quiqui, o sea, un polvo rápido, castellanización del término anglosajón quicky/quickie, y todo a toda velocidad y mal.

    Frente a este modus vivendi frenético que genera ansiedad, depresión y estrés, vamos a sugerir aquí lo contrario: la filosofía slow-life, por así decir, caracterizada por el slow-food de la comida lenta, el vivir despacio, el ir parsimoniosamente por la vida, pausadamente, a todos los sitios... Ya lo dicen los italianos: Chi va piano va sano e lontano: el que va despacio va sano y lejos.

    Nos inspiramos en el paradójico oximoro latino festina lente que une a la expresión “date prisa, apresúrate” (festina), exigencia de la vida moderna, el adverbio “lentamente” (lente), y que según Suetonio utilizaba el emperador Augusto en su forma griega a la hora de ordenar hacer algo: σπεῦδε βραδέως (speude bradéos). 

 
    En ese sentido, vamos a hacerle a nuestro sedicente gobierno progresista una petición que no atenderá, una reivindicación que no va a considerar, porque atenta contra el progreso que él predica y nos arrolla y, que, como las ciencias, adelanta que es una barbaridad. Pero allá va: Sería interesante, señores del gobierno democrático de la nación, que nos pusieran en vez de TAV o Trenes de Alta Velocidad como nos imponen ahora, TBV, Trenes de Baja Velocidad, que fueran muy despacito, que tardaran en llegar a su destino, que se fueran demorando en todas las estaciones olvidadas, como hacían antes cuando se oía la voz de "¡pasajeros al tren!" y sonaba el silbato del jefe de estación, que nos permitieran asomarnos a las ventanillas y regodearnos disfrutando del paisaje y del aire en la cara y no del acondicionado y enlatado, no poco perjudicial para la salud que nos enchufan ahora, trenes en los que el destino no se comiera el viaje, porque sabemos desde la Odisea de Homero y la reinterpretación que hace Cavafis en su memorable poema Ítaca,  que lo importante no es llegar al destino, a Ítaca, o sea, a la meta cuanto antes, sino el viaje en sí. 

    Es una lata que ahora no se pueda abrir la ventanilla de un vagón, por ejemplo, y no te dejen asomarte. Lástima. No digamos ya que te obliguen a llevar el bozal en la boca, como obligan todavía en el reino de las Españas a los usuarios de los trasportes públicos (RENFE, la Red Nacional de Ferrocarriles de España, te recuerda lo que debes hacer "para protegerte y proteger a los demás": utiliza mascarilla siempre que viajes, aunque podrías quitártela -y perjudicarte a ti y a los demás- en el vagón cafetería para tomarte un sangüis y un refresco, o un café y un delicioso cruasán con parsimonia).    Además no te da tiempo a degustar el paisaje de lo rápido que va el tren: te ponen, en cambio, una pantalla y si te descuidas te echan una película para que no veas lo que te rodea y sí, en su lugar, lo que te ponen.


 Sandringham at home, M. Root (2016)
 
    Me encanta el tren, el viaje pausado que se recrea en los paisajes y en las paradas en las estaciones donde deja y recoge pasajeros que suben y bajan, gente que se puede tratar y con la que se puede charlar, entablando una conversación que puede durar un segundo o lo que dure el viaje o que puede continuarse una vez en destino tomando un café en la cantina... El tren ya no para en ninguna estación. Muchas han sido clausuradas a cal y canto por su baja rentabilidad, al igual que muchos ferrocarriles. Han quitado revisores y han puesto máquinas y cámaras de vigilancia centralizadas. Nadie charla con nadie. Todos van a lo mismo y cada cual a lo suyo, que es lo mismo de todos. Unos llevan auriculares para oír sólo lo que quieren oír y otros llevan ya no libros o periódicos, cada vez más raros de ver, sino tabletas o sofisticados e-books para leer lo que quieren leer. Todos van progresivamente acelerados, con muchísimas prisas. Llegas a tu destino sin enterarte del viaje, lo que te has perdido por el camino. Lástima. 


    Volvamos a la estación de Abando, Bilbao. Una docena de personas se manifiesta caminando despacio contra la rapidez vertiginosa que allí se respira. El contraste con la aceleración imperante es muy grande, tanto que algunas personas frenan sorprendidas, o se enfadan porque tienen prisa. Los manifestantes reparten octavillas en las que se puede leer un simpático panfleto titulado: RECUPEREMOS LA LENTITUD EN UN MUNDO QUE VA CADA VEZ MÁS RÁPIDO... A NINGUNA PARTE, que nadie va a detenerse a leer. Y llevan en pecho y espalda unos rótulos con leyendas como "Que no te empujen", "Frena" ó "¿Por qué corres?”,  despertando algunas suspicacias y simpatías de complicidad, en el fondo no pocas, de la gente del pueblo. 

    Finalmente aparece la policía autonómica vasca -la policía, da igual su denominación de origen, es la misma en todas partes- que, tras identificar a los manifestantes, los invita a disolverse porque al parecer es un delito ir despacio por la vida, sin prisa, sin atropellar ni avasallar a nadie, entorpeciendo el apresurado ritmo de los que creen saber a dónde van y creen que van efectivamente a alguna parte. 

    A lo mejor alguno de los poquísimos que hayan leído esto hasta aquí se queda pensando que aquella docena de chalados que abogaban, como hago yo aquí inútilmente ahora,  por la lentitud,  expulsados por las fuerzas de orden público,  tal vez tratan de decirnos algo a todos con su ejemplo y sus palabras, en lo que tienen no poca sino por el contrario muchísima razón.

(*) El título de esta entrada está tomado de una comedia de Antonio Gala estrenada en 1974. 

sábado, 16 de julio de 2022

Flipante

 

En la playa con 37 grados bajo el ardor de justicia canicular de don Lorenzo, tomando el sol en traje de baño y con mascarilla quirúrgica en los morros. 

Uno no sabe si echarse a reír o a llorar desconsolado. Al final del verano el tomador de baños de sol, como se decía antaño, tendrá un bronceado cuasiperfecto si no fuera por las marcas blancas del bañador y del tapabocas. 

¿Cómo sobrevivir a la falsa pandemia de un virus mundial letal?

Hablando de mascarillas. ¿Es posible hacerse no ya una limpieza de boca en la clínica dental sino una simple revisión bucal sin quitarse el bozal? Según la Ley, no: Hay que llevar mascarilla en los centros, servicios y establecimientos sanitarios. En este apartado están incluidos los hospitales, centros de salud, farmacias, consultas médicas, centros de diálisis, diagnóstico, obstetricia, ginecología, banco de semen, ópticas o farmacias, clínicas  dentales y un largo etcétera.

  No digamos ya si alguien estuviera en cueros en una playa nudista con el barbijo, cosa que también se ha visto que de todo hay en la viña del Señor, aunque no se haya fotografiado, porque en las playas naturalistas están prohibidas las cámaras de los mirones. 

Que la mascarilla, hablando en serio, es ineficaz e incluso nefasta, es algo que salta a la vista, dado que su uso generalizado no ha permitido controlar los víruses, que entran y salen por sus diminutos poros, que para ellos son gigantescos, a su antojo, por lo que no ha tenido ningún efecto positivo a la hora de evitar la propagación del virus coronado, y sí a la hora de aumentar, por el contrario, los problemas psicológicos y las patologías respiratorias. Pero además de saltar a la vista, como siente cualquiera, lo corroboran decenas de estudios y artículos científicos.

Se me objetará que no todos ellos tendrán la misma validez, por supuesto, que los habrá buenos y menos buenos. Claro. Y se me objetará que también hay muchísimos más estudios, sufragados por la industria farmacéutica y de fabricación de mascarillas made in China que avalan lo contrario, aunque, por supuesto, no todos ellos tendrán tampoco la misma calidad. 


 Como demostró John P. A. Ioannidis en un estudio publicado en 2005 que hizo historia, como suele decirse, quince años antes de la falsa pandemia, la mayoría de los resultados de los estudios científicos de investigación publicados en las revistas especializadas son fraudulentos, subvencionados como están por las industrias correspondientes.

Dos ejemplos clásicos: el tabaco y la leche maternizada. En los años sesenta se publicaron numerosos estudios sobre las bondades del tabaco, hasta el punto de que la mayoría de los médicos eran adictos a la nicotina, y se aconsejaba fumar hasta a las embarazadas... Nestlé, por su parte, pagó muchos estudios sobre las bondades de la leche en polvo maternizada en el sentido de que liberaba a las mujeres de la obligación de la lactancia, permitía a los varones lactar a los infantes, y poseía numerosas virtudes... ocultando la buena ciencia de que la leche materna trasmite al infante la inmunidad.

viernes, 15 de julio de 2022

El mito de las edades y el progreso

 Edad de Oro:


    En el libro primero de las Metamorfosis, versos 89-150, recoge Ovidio el mito de las edades, que había tomado del poeta griego Hesíodo, según el cual la historia de la humanidad no avanza en un sentido de progreso hacia mejoría, sino en una degeneración caracterizada por su progresivo, nunca mejor dicho, empeoramiento.
 
    La Edad de Oro no se caracteriza porque haya maravillas que ahora no hay, sino porque no hay todavía en el mundo las realidades que mueven a espanto, como la economía de los mercados –curiosamente en la Edad de Oro el oro no era un valor de cambio, porque no existe el dinero todavía-, las guerras y las políticas que las justifican, los gobiernos ni los Estados. Tampoco existen los jueces ni las leyes, porque hay Justicia y no hace falta por lo tanto que existan tribunales que dictaminen lo que es justo y lo que no... Es decir, la Edad de Oro es una Arcadia idílica donde no existen gobiernos, ejércitos ni trabajo asalariado. No se ha inventado la navegación, por lo que no se ha iniciado el comercio. Se trata de un paraíso terrenal en el que reina Saturno, es decir, la anarquía.
 
  De oro la edad se creó la primera, la cual, sin mandarlo
nadie, sin ley, cultivaba el deber y el bien de su grado. 
Miedo y castigo no había ni en bronce decretos grabados
se promulgaban tremendos ni el pueblo temía, postrado
voz de su juez, sino que eran a salvo sin un mandatario.
Pino talado no había aún de sus montes bajado
ni uno a las olas marinas a ver el mundo a lo largo, 
ni otras costas ajenas sabían los seres humanos. 
No todavía ceñía ciudades un foso escarpado, 
no broncirrecto clarín ni corneta de bronce curvado
hubo, no cascos ni espadas: sin necesidad de soldados
iban las gentes viviendo la cómoda paz a resguardo.
Todo lo daba la tierra también de balde, y sin rastro
de un azadón, por sí misma, ni herida de reja de arado, 
y es que, pagados con frutos nacidos sin nadie plantarlos,
bayas de arbusto cogían y fresas silvestres del campo,
guindas y moras en los espinosos zarzales colgando, 
y las bellotas caídas del árbol de Júpiter ancho. 
Era sin fin primavera y mecían los céfiros plácidos
flores nacidas sin siembra con brisas de aire templado; 
luego la tierra ofrecía su fruto además sin trabajo, 
y encanecía la mies sin barbecho de espigas y granos: 
ríos ya iban de leche, de néctar ya ríos manando, 
e iba en verde encina la rubia miel chorreando.

Edad de Plata

 
    La Edad de Plata es la edad de Júpiter, que se ha hecho con el poder destronando a Saturno, es una degeneración de la edad anterior que se caracteriza por la aparición de las cuatro estaciones. Se acabó la primavera idílica inicial y comienza su andadura el tiempo cronometrado de los ciclos de la naturaleza. Los seres humanos comienzan a resguardarse del cambio climático adquiriendo conciencia del clima en viviendas que en principio fueron grutas. Del mismo modo, comienza el trabajo con el desarrollo de la agricultura y de la ganadería que no eran necesarias en la etapa anterior.

Luego que el mundo, echando a Saturno al lóbrego Tártaro,
era de Júpiter, hubo la raza de plata llegado
que era más vil que la de oro, más noble que el bronce arrubiado.
Jove restó duración al vernal buen tiempo de antaño, 
y entre inviernos y estíos y otoños desigualados
y una fugaz primavera, partió en cuatro tramos el año.
Pronto entonces el aire ardió, del fuego abrasado, 
tórrido, y hielo quedó congelado del viento en carámbanos:
pronto entonces entraron en casas: fueron los antros
casas, matas espesas, follaje a corteza enlazado; 
fueron pronto entonces semillas de Ceres en largos
surcos sembradas, y uncidos al yugo los bueyes bramaron. 

 Edades de Bronce y de Hierro


La Edad de Bronce se caracteriza por la aparición de las armas, y, por lo tanto, de la guerra hasta entonces inexistente.

Vino al cabo después, la tercera, la raza bronceña, 
más de carácter atroz y pronta a las armas horrendas,
 no aún criminal:

    Finalmente hace su aparición la Edad de Hierro, que es la peor de todas y que es, huelga decirlo, la nuestra. Aparecen ahora todos los males que conocemos: la propiedad privada, la sangre, la mentira, el arte de la navegación y el comercio, la división de la tierra, y el dinero que lo pone todo en venta, a las cosas y a las personas, cosificándolas. Como consecuencia de la aparición del dinero, la Justicia, representada como una doncella que hasta entonces había reinado en la Tierra, huye de este mundo y se convierte mediante un catasterismo en una constelación sideral: Virgo.

...de hierro durísimo es la postrera. 
Pronto irrumpió en la edad más vil de la férrea vena
 todo mal, y huyeron deber, verdad y vergüenza;
 y en su lugar surgieron engaños, estratagemas, 
trampas, sangre y afán criminal de bienes y hacienda. 
Velas echaban al viento, sin que el marinero supiera
 de él, y las quillas que habían crecido siempre en cimeras
 cumbres saltaron en olas de desconocidas mareas.
 Y, antes común como luz del sol y el aire, la tierra
 la dividió agrimensor sagaz con larga lindera.
 No le exigían tan sólo al rico terruño cosecha
 y el merecido alimento, sino que en su entraña se adentran
 y esos tesoros que había guardado y metido en sus negras
 minas profundas, botín de malvados, ya desentierran;
 y hubo surgido el vil hierro, y peor, el oro, que en venta
 pone: surgió la que lucha con uno y con otro, la guerra,
 y hace blandir las armas fragosas con mano sangrienta.
 Viven a saco: ni fía el huésped de aquél que lo hospeda,
 ni suegro de yerno, y es rara también la avenencia fraterna.
 Trama el fin de su esposa el marido, del cónyuge aquella:
 mezclan venenos amortajadores madrastras siniestras; 
antes de tiempo el hijo la edad pregunta paterna.
 Yace vencida Piedad, y abandona la Virgen, postrera
 diosa, la tierra manchada de sangre, y se vuelve sidérea.

   Desaparece la justicia de la faz del mundo cuando se impone paradójicamente la Justicia, es decir el poder judicial con sus tribunales  que dictaminan lo que es justo y lo que no, y con sus penas de privación de libertad que nos hacen creer a los que estamos fuera de los centros penitenciarios que, por contraposición a los reclusos, somos libres.
 
      Que este paraíso no exista ni haya existido nunca en la realidad no significa que no pueda haberlo. La Edad de Oro no se da en ningún lugar concreto como Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates (pero puede darse en cualquiera, sin embargo, por ejemplo aquí mismo, no importa dónde) ni en ningún tiempo (ni pasado, como creen los primitivistas y los antropólogos, que siempre encuentran alguna tribu que se había librado del progreso hasta el momento de su descubrimiento, y como sugiere el propio mito, que parece situarse en una idílica pre-historia y se desarrolla cronológicamente, ni futuro, como el Cielo de los cristianos o el edén islámico de las virginales huríes, ni presente tampoco (pero sí puede darse ahora mismo; aquí y ahora, por lo tanto, es posible que se dé con tal de que haya olvido de la realidad, que es lo que existe). 
     
 
Tomo como ilustración de los versos de Ovidio tres imágenes del artista alemán del siglo XVII, Johann Wilhelm Bauer, que dibujó 150 escenas de las Metamorfosis, con una breve descripción en latín y en alemán cada una. 

jueves, 14 de julio de 2022

¿Qué dice la señá Ema?

    La señá EMA (la comisaria política de la Agencia Europea del Medicamento, según sus siglas en inglés, que es la lengua del Imperio) ha recomendado comenzar ya, en pleno verano, el suministro y administración de la segunda dosis de refuerzo de la vacuna contra la COVID-19, es decir, la cuarta dosis o cuarto pinchazo, en mayores de 60 años y personas vulnerables de cualquier edad, así como continuar con una quinta dosis en otoño "siempre que haya transcurrido el tiempo suficiente desde la administración de la dosis de refuerzo anterior", no vaya a ser que se junten la cuarta y quinta inyección y provoquen una muerte súbita por sobredosis. 
 
 
    ¿En qué se basa la señá EMA para hacer tal recomendación? En una sugerencia (sic) de los modelos matemáticos (resic). Según sus propias palabras: Los modelos matemáticos sugieren claros beneficios de una segunda dosis de refuerzo para proteger a las personas mayores de 60 años
 
    Los 'claros beneficios' que sugieren los modelos matemáticos, esos nuevos expertos que no tienen nombre y apellidos porque nadie en su sano juicio quiere cargar con el muerto y los muertos, no están tan claros ni se verán nunca en el mundo real, a diferencia del virtual o metaverso paranormal, porque son hipótesis contrafactuales o contrafácticas. 
 
 
    
     ¿Qué habría pasado si... ? Nadie, ni dios omnisciente, puede saberlo. Si los sexagenarios, septuagenarios, octogenarios, nonagenarios, y etcétera si queda alguno todavía por ahí, que se pinchen por cuarta vez consecutiva no contraen la enfermedad, dirán que ha sido gracias a haber seguido las prudentes recomendaciones de madame EMA, pero nunca sabremos qué hubiera pasado en caso contrario. 
 
    ¿Qué habría pasado si...? Pero si contraen, sin embargo, la enfermedad, que es lo más probable porque es lo que está sucediendo a todo el mundo, vacunados y no vacunados, que caen como moscas víctimas de un vulgar catarro o proceso gripal veraniego, y porque todo el mundo reconoce que las nuevas variantes escapan, proteicas que son, de la definición que establecen los modelos matemáticos,  dirán que podría haber sido peor, es decir, mucho más grave, de no haberse pinchado, cosa que tampoco hay manera de saberla porque no tenemos la certidumbre contraria. 
 
 
    Recuerdo, a propósito de esto, un caso de una septuagenaria conocida que antes de la pandemia se puso literalmente a morir, según confesó ella misma,  después de una vulgar vacuna de la gripe. Sufrió un trancazo como nunca en su vida había padecido. Sin embargo, nunca estableció una relación entre la prevención y el gripazo que vino después. Al contrario, se dijo a sí misma y a los demás, dejándonos estupefactos: Menos mal que me vacuné, que si no, hubiera sido muchísimo peor. ¡Ay! ¿Qué habría sido de mí, Dios mío, si no me hubiese vacunado? 
 
    No reconocía la gilipollas* -omito su nombre propio por delicadeza- que no podía saber lo que hubiera sido de ella de no haberse inoculado porque ese caso hipotético no se ha dado, y al no haberse dado no hay posibilidad de comparación. Lo que se ha dado y lo que sabía, sin embargo, cualquiera menos ella es lo que le había pasado: que se había vacunado para no pillar la gripe, y había pillado una que no se la llevó al otro barrio de milagro. Ella dice, terca como una mula, que el milagro fue obra de la salvífica vacuna. 
 
     
     Y volviendo a las hipótesis factuales: si después de contraer la enfermedad tras inocularse, los viejos palman, se achacará el éxitus (letalis) -muerte en la jerga médica- a su avanzada edad y nunca a los efectos quien sabe ya si primarios o secundarios -llaman enrevesadamente 'beneficiosos' a los adversos- de los pinchazos. Y mientras tanto, los magnates de los laboratorios se frotan las manos y se forran. 
 
    *Se utiliza el término no como insulto, sino en el sentido de 'persona que asume como propio lo que le ha sido impuesto', o, dicho de otra manera, 'que hace, dice o piensa lo que le mandan creyendo que lo hace, dice y piensa no porque se lo manden, sino porque le sale espontáneamente' .