martes, 18 de enero de 2022

Se mata lo que se ama

    La actriz Jeanne Moreau cantaba en la película Querelle (1982) de Reiner Wender Fassbinder, basada en la novela homónima de Jean Genet, un fragmento de la Balada de la cárcel del Reading del genial Oscar Wilde. Eran estas tres estrofas:


Yet each man kills the thing he loves,
By each let this be heard;
Some do it with a bitter look,
Some with a flattering word;
The coward does it with a kiss,
The brave man with a sword!

Some kill their love when they are young,
And some when they are old;
Some strangle with the hands of Lust,
Some with the hands of Gold:
The kindest use a knife because
The dead so soon grow cold.

Some love too little, some too long,
Some sell, and others buy;
Some do the deed with many tears,
And some without a sigh:
For each man kills the thing he loves,
Yet each man does not die.


Que dicen más o menos esto:

Y todos matan lo que aman,
que lo oiga todo el mundo;
unos con la mirada
amarga,
otros con un piropo,
lo hace el cobarde con
un beso,
y el que es valiente a espada.

Su amor lo matan mozos unos
y cuando viejos otros:
con manos unos de lujuria
lo ahogan, y otros de oro;
usa el mejor la daga, pues
se enfría el muerto pronto.

Mucho aman unos, otros poco,
vende uno y compra otro;
 
con mucho llanto matan unos
y otros sin un sollozo:
y aunque lo que aman matan todos,
no dan la muerte a todos.


    El tío Oscar, en efecto, nos narra en la larga
Balada de la cárcel del Reading (1896) cómo un hombre tenía sangre y vino en sus manos: había asesinado a la mujer que amaba. Este hombre había sido condenado a la horca por asesinato, por lo que hoy llamaríamos violencia de género con una simplificación estúpida. “Matado había lo que amaba / e iba a morir por eso”. Sin embargo, como razona la balada, todos los hombres hacen, hacemos, lo mismo de alguna forma y no somos condenados a muerte por ello. Este es el mensaje: Cada hombre mata la cosa que ama: Cada uno mata el objeto de su amor, sea cosa o sea persona: Cada hombre mata el amor que siente cuando reconoce el amor que siente, cuando declara solemnemente que lo que siente es amor y pronuncia la fórmula sacramental "te quiero", y le pone nombre, una etiqueta, a sus sentimientos nunca antes experimentados con tanta intensidad. 


    Para mí es la reflexión más importante que inspira la balada: algo que va más allá del tópico "la maté porque era mía", pero que profundiza en él: matamos todo aquello que amamos porque somos incapaces de quererlo en libertad. No podemos gozar de aquello que poseemos: la posesión mata el goce. 

    Como dicen que le dijo Rousseau a Madame de Houdetot: "Si vos llegáis a ser mía, voy a perderos, precisamente porque luego os poseeré a vos, a quien adoro".

    La declaración solemne de un sentimiento mata el sentimiento. Tal vez era eso lo que quería decir la mítica canción de Joy Division: "Love will tear us apart" (El amor nos desgarrará) Que concluía con aquella reflexión: Love, love will tear us apart again. El amor nos separará de nuevo. No es la muerte lo que va a separarnos, sino el amor.

  

lunes, 17 de enero de 2022

De los nombres de Dios (gramática periodística terrorista)

(Última hora) Los hombres matan, la poli abate. (Rafael Sánchez Ferlosio)
Estos eran algunos de los titulares de la prensa electrónica que recogí allá por el 20 de agosto de 2018 sobre la noticia de la muerte de un presunto terrorista:

A) Con el verbo “abatir”, como sinónimo y eufemismo de “matar”:
-Por activa:
Los Mossos abaten a un hombre que entró armado en una comisaría gritando “Allahu Akbar” (El diario.es)
Abaten a un hombre al intentar acceder a comisaría Mossos al grito «Alá es grande» (La Razón)
Los Mossos abaten a un atacante que gritaba "¡Alá es grande!" en la comisaría de Cornellà (El español)

-Por pasiva:
El hombre abatido en la comisaría de Cornellà es de origen argelino y gritó con un cuchillo en la mano 'Alá es grande' (Infolibre) 
Abatido un hombre en una comisaria de Cornellá, al intentar asaltarla al grito de “Alá es grande” (Diario16)
Abatido tras intentar asaltar la comisaría de Cornellà al grito de «Alá es grande» (ABC)  
Abatido un argelino que entró en una comisaría de Barcelona al grito de “Alá es grande”. (El Diario Montañés)

B) Con el verbo, más propio, “matar” en activa:
Los Mossos matan a un hombre que entró en una comisaría al grito de “Alá es grande”. (El Mundo y Público coinciden)
Los Mossos matan a un hombre que entró en una comisaría con un cuchillo y gritó: “Dios es grande” (El País).


De los diez titulares 7 utilizan el verbo “abatir” tanto en activa (3, con el sujeto los Mossos: los Mossos abaten) como en pasiva (4). Los siete titulares se han inclinado por un eufemismo, que en las tres primeras acepciones del Diccionario de la Real Academia significa “derribar, hacer caer, tumbar”, y sólo en la cuarta “hacer caer sin vida a una persona o animal”). 

Los cuatro titulares que utilizan el participio de perfecto pasivo “abatido” omiten y por lo tanto ocultan el complemento agente “por los Mossos” que debe sobreentenderse y deducirse de la mención que hacen del lugar donde se ha producido el suceso: “una comisaría de Cornellá (tres titulares) y de Barcelona (un titular). Podemos concluir que un setenta por ciento presentan la noticia ocultando el hecho de que la policía de la Generalitat, los Mossos d'Esquadra, ha matado a un hombre (7 titulares), a un atacante (1 titular), a un argelino (1 titular) a un “sustantivo animado masculino singular” (1 titular). La voz pasiva periodística se emplea, precisamente, para ocultar el complemento agente, bien porque se sobreentiende, bien porque se desconoce, bien porque no se quiere resaltar, sino ocultar bajo un tupido velo de silencio.

Sólo tres titulares de los diez, un treinta por ciento, usan el verbo apropiado “matar” y lo hacen en voz activa: “Los Mossos matan”. Impecablemente correctos los tres titulares, que corresponden a El Mundo, Público y El País. Los tres coinciden en que el muerto -en alguna cadena televisiva que no recuerdo escuché el eufemismo "neutralizado"- es “un hombre”, sin especificar su origen argelino. Los tres coinciden en que el hombre “entró en una comisaría”. El País puntualiza “con un cuchillo”.

Todos los titulares dicen que la víctima, que algunos se atreven ya a considerar el presunto terrorista, gritó algo: “Alá es grande” (8 titulares), “Allahu Akbar” (1 titular) y “Dios es grande” (1 titular).

 Medallón de Santa Sofía, Estambul, con la inscripción "Allahu Akbar"

Hay que destacar que el grito debió de ser en lengua árabe, como dice el titular de Eldiario.es “Allahu Akbar”, en árabe y leído de derecha a izquierda الله أكبر, donde Allāhu es el nominativo de Alá (Dios), y la forma akbar el superlativo del adjetivo Kabir «grande», es decir «más grande», por lo que la traducción correcta no sería “Alá es grande” sino “Dios es el más grande”.

Sí, hay que traducir "Alá" por Dios, que es lo que significa. El País es el único que traduce "Alá" por Dios, pero lo hace sólo en la portada, porque en la página interior se arrepiente y lo modifica: Los Mossos abaten a un hombre que entró en la comisaría de Cornellà al grito de “Alá es grande”.

Indudablemente, el mejor titular desde un punto de vista informativo es el de El País, pero el de la portada, porque traduce el grito perfectamente al castellano: “Dios es grande”. 

Esto me recuerda a una aguda consideración que hacía Maurizio Bettini en su Elogio del politeísmo (publicado entre nosotros por Alianza editorial en 2016): “En éstas, en efecto, (se refiere a las religiones monoteístas) la divinidad no se distingue por un nombre propio, sino por un nombre común”. Lo que sucede es que un nombre común “dios” asume en las religiones monoteístas del libro el papel de nombre propio, porque al haber sólo uno en absoluto, exclusivo y excluyente, se escribe con mayúscula: Dios, anulándose la oposición nombre común/nombre propio.

Ya lo decía Minucio Felix en latín allá por los siglos II o III de nuestra era: “Nec Deo nomen quaeras; Deus nomen est: no le busques un nombre a “dios”: su nombre es “dios”. Y como nombre común que es, aunque ascendido a la categoría de nombre propio,  puede traducirse a otras lenguas: así decimos God en inglés, Bog en ruso, Dío en italiano, Dieu en francés... y Alá en árabe. 

Considera Bettini que dado que tanto en el cristianismo como en el islam la divinidad monoteísta lleva el nombre de “Dios” parece “obvio concluir que ambas religiones adoran, en realidad, al mismo dios”. Aunque reconoce que “cuesta trabajo admitir que la divinidad llamada por los musulmanes Alá, es decir, “el Dios”, sea la misma que los cristianos llaman “Dios”, aun cuando se le asigne de hecho el mismo nombre.” Pero así son las cosas.

domingo, 16 de enero de 2022

Hemos entrado en el invierno


Entró en funciones el invierno destemplado,

y hemos entrado de cabeza en él nosotros

con sus ventajas y sus inconvenientes largos:

es oficial, porque lo dice el calendario.

En esta temporada vuelven los catarros,

y los resfriados, los trancazos, la vieja gripe

que había desaparecido, aseguraban,

de la faz del mundo gracias a las mascarillas

y los confinamientos que ordenó el Gobierno...

La vuelta al cole precipita a los chavales

enmascarados e inoculados a las aulas

a recibir la confirmación del dogmatismo.

Se ha apoderado de la gente la morbosa

necesidad de hacerse pruebas y testarse.

Y se someten voluntarios a cribados,

a análisis, radiografías y chequeos

para saber si están acaso sanos, libres

de enfermedades contagiosas y letales,

víctimas que son de un puritanismo sanitario.

Y viven bajo un régimen terrorista, viven

acongojados por el miedo de la peste,

del bicho, del cáncer; son conscientes de su cuerpo,

son los enfermos imaginarios, sometidos

a prevenciones, profilaxis y controles.

¡Cuánta tristeza y cuánto enojo da ver filas

larguísimas, interminables en farmacias,

en los llamados vacunódromos, hospitales,

y laboratorios de gente sana a simple vista

que necesitan una prueba fehaciente:

saber si tienen virus coronado, el bicho,

que dicen, y que recibirán la confirmación

no sin sobresalto de la tremenda enfermedad,

que es la conciencia, mala, de su propio cuerpo!

Y se confinan, y se aislan y marchitan. 

Renuncian a vivir para salvar su vida

en aras de futura tierra prometida

en la que nunca entrarán. El fanatismo

científico y religioso se ha apoderado

de todo el mundo sometido a los dictados

del invierno que ha irrumpido en nuestras almas muertas.

 ¿Cómo saldremos de este atolladero? ¿Cómo

nos libraremos de este miedo de la Parca

que nos han metido e inculcado hasta las trancas,

que nos está matando en todos los sentidos

y no nos deja ya vivir? Nos han hurtado

las autoridades sanitarias la salud, 

que era la vida, la desnuda y pura vida,

con el pretexto de imponernos la futura

sanidad, enfermos todos en potencia siempre.

¡No se chequee, caballero; señorita,

no se haga pruebas, niéguese a cuidarse tanto,

no se preocupe, líbrese de toda cuita,

descuídese, abandónese un momento y viva,

que la salud no es otra cosa más que olvido!

 

sábado, 15 de enero de 2022

De tertulias y tertulianos

    No está muy claro el origen de la palabra tertulia, si fue antes la tertulia o lo fueron los tertulianos. Lo que sí parece claro es que sería el nombre propio de Tertuliano, el Padre de la Iglesia que vivió a caballo entre el siglo II y III de nuestra era, el que,  sin querer, presta su nombre propio a los nombres comunes  tertulia, contertulio y tertuliano, que aparecieron en el siglo XVII y enriquecieron el idioma de Cervantes, y que ahora acaparan los platós televisivos y las emisoras de radio sustituyendo a los antiguos intelectuales. Resulta curioso que la palabra sólo exista en castellano, donde parece que se originó, extendiéndose posteriormente a gallego, catalán y portugués, que la tomaron prestada.

    En castellano tertulia era el nombre de una parte del teatro, concretamente la parte alta del corral de comedias, y tertulianos serían los que se acomodaban en dichos palcos. En el corral de comedias de Almagro, por ejemplo, corresponde al desván, a los aposentos más altos, debajo del tejado, reservados casi siempre a eclesiásticos y críticos literarios alejados del pueblo, por encima de él como correspondía a su elevada condición sociocultural. El público general estaba en el patio casi siempre de pie.

    En las tertulias discutían los clérigos sobre la moralidad de la obra representada y los críticos literarios sobre las infracciones a las reglas de las poéticas renacentistas al uso, por lo que parece que entre el variopinto público que acudía a las representaciones teatrales de Lope de Vega o de Calderón del siglo XVII, además del pueblo llano, los tertulianos, situados cómodamente en la parte superior, serían los entendidos, los modernos 'expertos'. De aquí vendría que, andando el tiempo, se denominaran tertulias a los cenáculos más o menos eruditos que se organizaban en salones privados, casinos o cafés, fuera ya de teatros y corrales de comedias populares.

 Tertuliano, representación del siglo XVI

    Para san Jerónimo, Tertuliano era la “biblioteca (o la cultura, si se prefiere) universal de su siglo” (cunta saeculi disciplina). Tanto las ciencias, como la gramática, la retórica, la lógica, la medicina, la ética, la historia, la filosofía, la jurisprudencia, la teología encontraban sostén en la figura de este padre de la Iglesia.

    Según la inevitable Güiquipedia, el rey Felipe II en su lucha contra el protestantismo y la herejía sintió auténtica devoción por las obras del autor cristiano Quinto Septimio Tertuliano, considerado como terrible martillo de herejes y acérrimo defensor del cristianismo, por lo que cortesanos y académicos discutirían con el rey sobre sus textos y, supongo yo, sobre la Trinidad, una de las principales aportaciones del Padre de la Iglesia a la dogmática cristiana; de ahí que tertulia sería sinónimo también de discusión.

    Lo más curioso de todo es que al final de su vida, el propio Tertuliano, según Antonio Piñero, gran conocedor de la historia del cristianismo, “abandonó la Iglesia católica y se pasó a la secta montanista, que no tenía en su época jerarquía, sino que era gobernada por el Espíritu; una secta que era asamblearia, y ante todo pobre, en extremo ascética, y tendiente a aproximarse en lo posible al mensaje primitivo de Jesús”. 
 
    Pero a esas alturas Tertuliano había influido decisivamente ya en la Iglesia impregnándola de juridicismo y de términos procedentes del derecho como “ley, norma, decreto prescripción, cumplimiento o incumplimiento, disciplina, mérito, formalidad, condena, pena, regla, así como orden, canon, jurisdicción, constitución, tribunal y un larguísimo etcétera”. Esta influencia explicaría que para la Iglesia hayan primado más los argumentos jurídicos que los filosóficos a la hora de abordar los grandes problemas del ser humano.

    Al prestigio del nombre de Tertuliano debió de contribuir también, como señala Corominas, la reinterpretación, etimológicamente falsa, de su nombre propio como derivado de un supuesto adjetivo latino *tertullius –a -um que nunca existió en latín, pero que algunos se empeñaron en darle carta de naturaleza y darle incluso una traducción a todas luces falsa, como veremos enseguida. El error vendría de un texto de De la ciudad de Dios, donde Agustín de Hipona, san Agustín, refiriéndose a su admirado Marco Tulio Cicerón, lo definía como “philosophaster Tullius”, sin que la palabra “philosophaster” tuviera todavía el matiz despectivo que adquiriría después su derivado filosofastro: la expresión significaría “el aficionado a la filosofía Tulio”.


    Pero los editores, más que los lectores, de san Agustín, no comprendiendo como podía referirse el santo a su reverenciado, aunque pagano, Cicerón, como “filosofastro”, con la carga de injuria poco piadosa y despectiva que adquirieron pronto los sustantivos acabados en –astro como medicastro, musicastro, poetastro, politicastro cuando se aplicaban a una profesión, corrigieron el texto del manuscrito sustituyendo la expresión original “philosophaster Tullius” por “philosophus tertullius”, como aparecía ya en algunos códices por error, y traduciéndola por “filósofo grande, bueno, excelso”, lo que no está acreditado ni documentado en latín en absoluto. Buscándole una etimología a este singular adjetivo se les ocurría a algunos que podría ser: ter–Tullius, es decir 'tres veces Tulio', o, lo que es lo mismo, 'tres-veces-Cicerón'. Un philosophus tertullius sería, por lo tanto, un reconocido o muy reputado o bien considerado filósofo. De ahí que si le añadiéramos el sufijo -anus, obtendríamos Ter-tulli-anus, el nombre propio del revernedo Padre de la Iglesia que acabó abdicando de ella, como queda apuntado. 
 
    De ahí nos ha venido, ni más ni menos, la plaga inmunda de tertulianos que padecemos ahora, también llamados expertos e incluso periodistas científicos, por no hablar de los sedicentes fact-checkers o verificadores de hechos dedicados a la ingente tarea de demostrar que la realidad, falsa como es cuando pretende ser verdad, es sin embargo verdadera, todos con grandes conflictos de intereses, es decir, a sueldo de los medios de formación de masas que preteden entretener al público con sus monsergas mientras le llega la hora de la muerte, y que acaparan impunemente los platós de televisión y las emisoras de radio, y se dedican a propagar sus opiniones personales, a ver quién lanza más gordas sus auténticas flatulencias hediondas, a troche y moche.
 
    No hace falta dar nombres propios. Están en la mente de todos esos opinadores profesionales que tienen sus opiniones, y que al expresarlas sin ninguna contención demuestran que lo que les falta es el sentido de la razón común. A todos ellos habría que recordarles aquellas palabras de uno de los Proverbios y Cantares de don Antonio Machado: ¿Tu verdad? No, la verdad; /  y ven conmgio a buscarla; /  la tuya, guárdatela. 

viernes, 14 de enero de 2022

De la manipulación política o el caso de la OTAN

 Los sondeos de opinión no revelan lo que la gente opina, sino lo que el gobierno quiere que opine, lo políticamente correcto. Las respuestas de los encuestados dependen de la pregunta que se les formule, del modo en que se haga, y de quién se la formule. La gente interrogada a veces no se atreve a decir y reconocer honestamente que no sabe, y entonces contesta lo primero que se le ocurre sin reflexionar mucho en ello, dando una respuesta cualquiera para salir del brete, por lo que las opiniones de este tipo no tienen mucha fiabilidad y están expuestas a todo tipo de cambios. 


No es lo mismo preguntar en un referéndum si se está a favor de despenalizar el aborto o de legalizarlo, dos caras de la misma moneda. Según se formule la pregunta de una u otra forma puede hacer que se incline la balanza en uno u otro sentido. Los sondeos previos a las elecciones o a la celebración de un referéndum pueden cambiar el resultado de dichas consultas en cuanto que marcan la tendencia general. Por consiguiente, los sondeos no son un instrumento para conocer la vox pópuli, la voz que el pueblo tiene, sino la que el gobierno quiere que adopte la mayoría del pueblo para conformar una opinión pública favorable a su propósito. 

Recuerdo como caso paradigmático de la manipulación política sufrida en las Españas, y caso ilustrativo para los mileniales más jóvenes, que todavía no habían nacido, y que carecen de la cacareada memoria histórica,  el referéndum de la OTAN que organizó el gobierno de Felipe González en 1986, y que ya es historia. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Felipe González se había manifestado en contra de la pertenencia de España a la Organización del Tratado del Atlántico Norte con el lema: OTAN, de entrada NO. Una vez en el gobierno, Felipe González organizó un referéndum sobre el tema postulando el SÍ a la permanencia, ya que de hecho estábamos dentro de dicha organización armada de la que ya formábamos parte desde 1982. 



La redacción de la pregunta era bastante torticera, es decir no se consultaba directamente al electorado si estaba a favor o en contra de la permanencia, sino (cito literalmente): 

El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos: 
1.º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada. 
2.º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español. 
3.º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España. 

Tras esta introducción venía la pregunta a la que había que contestar con un SÍ o un NO. 

 ¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación? 



La participación del electorado en dicho referéndum fue muy baja: del censo de 29 millones de votantes mayores de 18 años que había entonces sólo votaron el 59%, poco más de 17 millones. El resultado del referéndum fue el triunfo del SÍ, aunque de los diecisiete millones de españoles que participaron en la consulta sólo votaron a favor, siguiendo la consigna del Gobierno, nueve millones de votantes.​  

La evolución posterior de los acontecimientos contradijo los términos acordados por el Gobierno y refrendados por la mayoría del electorado que votó: en 1997 España se incorporó a la estructura militar integrada de la OTAN con lo que se contravenía la primera condición acordada. En segundo lugar, Estados Unidos, previa autorización del Gobierno de España, puede introducir armas nucleares en territorio español, lo que se contradice con la segunda condición. Y no hay constancia a fecha de hoy de que haya disminuido la presencia militar de los Estados Unidos en las bases compartidas de Rota y de Morón, sino más bien todo lo contrario.
 
Tres ejércitos de ocupación en el territorio: en realidad son el mismo ejército.
 
 
El 29 y el 30 de junio del año en curso se celebrará en Madrid, a petición de nuestro presidente del Gobierno actual, el doctor Sánchez, el más progresista de la historia, una cumbre de esa organización armada. La capital del reino se llenará de mandatarios, militronchos, policías y un larguísimo etcétera para diseñar  el "Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN". No es extraño que el Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español abrace como ha hecho históricamente el militarismo más rancio e imperialista. 
 
El cantante ya fallecido Javier Krahe compuso una canción satírica  titulada “Cuervo ingenuo” que fue censurada en la televisión porque estaba dedicada al presidente del gobierno socialista Felipe González de entonces. La letra decía: Tú decir que si te votan / tú sacarnos de la OTAN. / Tú convencer mucha gente / Hombre blanco hablar / con lengua de serpiente. Efectivamente el presidente del gobierno tenía lengua de serpiente, es decir, bífida o de doble filo... 
 
 

OTAN (NATO, EN LA LENGUA DEL IMPERIO). DE ENTRADA DECÍAN QUE NO ÍBAMOS A SEGUIR PERTENECIENDO A DICHA ORGANIZACIÓN ARMADA, Y NOS METIERON "DEMOCRÁTICAMENTE" DE CABEZA.

jueves, 13 de enero de 2022

Breve mensajería y villancico ferlosiano

Un hombre irrumpió con una pistola en un bar y descerrajó cuatro tiros al televisor. No era un desequilibrado mental, era alguien cuerdo que sabía lo que hacía. 
 
Se ha hecho proverbial entre nosotros el estúpido dicho de que hay que hacer algo “sí o sí”, en lugar de “sí o no”, con lo que se anula la disyuntiva negativa. 
 
Según una macroencuesta, el setenta y siete por ciento de los españolitos estaría dispuesto a vacunarse tantas veces como les digan las autoridades sanitarias. 
 
El nuevo juguete navideño de venta en farmacias, el predictor de Papá Noel, poco importa si falso o verdadero, ha reforzado las medidas sanitarias totalitarias. 
 
 El villancico más hermoso que escribió Ferlosio: Nazca el niño negativo: / nadie, nunca, nada, no. Su estribillo resuena en mis oídos como alegre campanilla. 
 
Los no vacunados de 60 a 79 años tienen 20 veces más riesgo de fallecer que los vacunados, según la Ministra de Sanidad, inexperta en cuestiones sanitarias. 
 
El presidente del gobierno celebra el logro del objetivo: noventa por ciento de inoculados con pauta completa, y crece vertiginosamente el número de contagios. 
 
 Ni oro ni incienso ni mirra. El don más precioso de los Reyes Magos al Niño fue la revelación de que no existe la Sagrada Familia, que es la verdadera epifanía. 
 
 El oficiante con su equipo impoluto de protección individual hurga con el palitroque ritual en la nariz del paciente: le da la comunión de la hostia consagrada. 
 
Hazte tu propia prueba todas las veces que quieras y participa de la paranoia colectiva. Vaya negocio que se han inventado, me cago en el dios de las farmacias. 
 
Los niños vuelven a la escuela con mascarilla tras la pausa navideña a aprender las lecciones que les servirán para nada en la vida con rutinaria mansedumbre. 
 
Los libros de caballerías que sorbieron los sesos a don Quijote son los artículos científicos que dan cuento y cuenta de una realidad falsa como pérfida moneda. 
 
 Sócrates sólo albergó por lo que se sabe una sola creencia positiva: el daimon, un espíritu o genio divino que cuando se manifestaba siempre resultaba negativo. 
 
oOo
 
Rafael Sánchez Ferlosio

 
Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si amanece la arrogancia
de la fuerza y el valor,
niño débil y cobarde,
niño noche y deserción.

Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si relumbran los fusiles
de la blanca afirmación,
niño oscuro, niño inerme,
niño niebla y evasión.

Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si los médicos prescriben
la alegría y la salud,
niño triste, niño enfermo,
sin niñez ni juventud.

Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si en el quicio de la carne
la palabra se escindió,
niño niño, niño niña,
niño luna, niño sol.

Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si a la luz de la justicia
toda culpa se aclaró,
niño bueno, niño malo,
sembrador de confusión.

Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si la lógica decide
de la verdad y el error,
niño cierto, niño falso,
blanco de contradicción.

Nazca el niño negativo,
nadie, nunca, nada, no.

Si entre la carne y el verbo
imposible fue el amor,
niño nadie, niño nunca,
niño nada, niño no.

miércoles, 12 de enero de 2022

Notas (in)hospitalarias

El mito siempre se ha adelantado a la explicación racional o lógica. Ahí está el lecho de Procusto, instalado en el imaginario colectivo occidental en el Hos(pi)tal Coridalós, no lejos del centro de Atenas. Se trata, en efecto, de un establecimiento que hospeda a los viajeros y transeúntes. El dueño de este sanatorio/tanatorio se encarga de recostar al paciente en el lecho y de medirle los parámetros biológicos que considera normales: tensión, saturación, sangría, pulso, fiebre, al objeto de regulárselos para equipararlo al patrón ideal. Pretende hacer así de él, con la mejor intención del mundo, un ciudadano estandarizado. La alegoría de este catre procusteano representa el triunfo de la mediocridad y de la uniformidad, la imposición del ideal abstracto sobre la vida.


Imagen de una UCI.
 

 He hecho un juego de palabras que no es inocente y que equipara el término sanatorio con el de tanatorio. El cambio de la letra inicial desencadena una tormenta de sugerencias: en la España rural se han cerrado los consultorios médicos, centros de atención primaria, sanatorios (ahora le atienden a uno telefónicamente en el mejor de los casos; pulse uno si quiere hablar con un especialista...), y en su lugar se han abierto numerosos tanatorios. Una sola letra nos sugiere que donde nos sanan nos matan.

 

El Hos(pi)tal Coridalós, aunque era un establecimiento privado, se presentaba en principio como un espacio policlínico de servicio público, donde el prefijo poli- aludía a la pólis griega, a la ciudad-estado: es decir el Hos(pi)tal era una ciudad repleta de lechos de Procusto. El lecho clínico -el término griego klíne, de donde deriva el adjetivo clínico, significa precisamente “lecho”- se convertía así en la auténtica cara del Estado, de la Polis. Sin embargo, modernamente, habida cuenta de los muchos especialistas que atienden estos establecimientos, se toma el término Policlínica como clínica atendida por varios expertos o Procustos, como si fuese un compuesto no ya de 'pólis' ciudad, que es lo que era en principio, sino de 'polýs' 'mucho'.


Foucault estudió la relación que hay entre la institución clínica y la presidiaria remarcando sus similitudes, y su afán totalitario de 'igualar' a los clientes, como si fuéramos todos ecuaciones matemáticas. Agamben, una de las mentes más lúcidas, ya ha advertido de ello: “la biopolítica se convierte en tanatopolítica”.


En frente del lecho clínico de Procusto se halla una pantalla laica, oblonga, negra que, previa monetización, arroja imágenes y palabras que llenan el vacío del templo y del tiempo entreteniendo la agonía de los clientes. Durante la noche, una pequeña lucecita roja resplandece y parpadea llamando nuestra atención, reclamando el pago. Esa pantalla indigna ni siquiera está colocada sobre la cabecera de la cama como los Cristos y Vírgenes dolientes de antaño, sino enfrente de los incrédulos ojos del paciente, a fin de ofrecerle distracción.


El miedo que corroe a los pacientes durante su ingreso semivoluntario es recaer en la temible Unidad de Cuidados Intensivos, donde se halla el último, más elaborado y pluscuamperfecto modelo del Lecho de Procusto. Algunos conjuran ese terror pánico intentando huir con la imaginación de ese descenso a los infiernos, y sueñan con una Unidad de Descuidados Intensivos (y Extensivos): porque la salud no consiste en cuidarse, sino en descuidarse. La salud es olvidarse del cuerpo, porque lo contrario, la Sanidad, no nos lo permite: ella es la enfermedad y la enfermedad es la conciencia del cuerpo que no nos deja vivir. 

 


No hay nada más inhóspito, menos hospitalario, que el Hospital. Uno quiere olvidarse de su cuerpo, pero el personal sanitario que entra y sale a cualquier hora, con los instrumentos rituales del culto, y con preguntas (im)pertinentes cómo si uno ha depositado ya sus heces en el inodoro, hacen imposible ese bendito olvido de uno mismo y de todo, y esa vuelta a donde se halla la belleza, que es obviamente fuera y lejos de allí.


No hay ningún erotismo hospitalario. Las enfermeras son todas iguales, clónicas, todas van plastificadas como si fueran astronautas. Sólo asoman sus ojos detrás de una pantalla y de dos o tres mascarillas buconasales, nunca unas piernas, unas manos desnudas, una sonrisa... En el pabellón de infecciosos sólo hay voces, cuerpos sin almas.


El Sumo Sacerdote, llámese Procusto, lleva guantes de plástico con los que a veces se permite tocar el hombro o la pierna de algún paciente, con un gesto que pretende inspirar cierta confianza disfrazada de ternura.  Siempre que entra en el habitáculo insiste en que el paciente debe ponerse una mascarilla buconasal. En la planta de infecciosos los pacientes no llevan mascarilla, pero cada vez que entra algún sanitario les advierte de que deben embozársela a fin de respirar con dificultad. ¿Qué tal respira? Pregunta Procusto. "Si le soy sincero, muy mal cuando me pongo la mascarilla, y muchísimo mejor cuando puedo desprenderme de ella".  Procusto dice que lo entiende. Sin embargo, no va a liberar a nadie de esa obligación de asfixiarse.


En alguna ocasión los pacientes rechazan la comida que les ofrece el hostelero. Algunos, llevados por motivos humanitarios, le han rogado que se la den a un comedor caritativo. Pero no puede ser. En la Corte del Rey de los Altos Protocolos, la comida que no es ingerida, aunque no se haya tocado para nada, bien envuelta y plastificada como sale de la cocina, debe ser eliminada: se destruye todo. Una lástima que se desaproveche tanta comida con el hambre que hay en el mundo... Pero son... ¡los protocolos! los que mandan. ¡Cuánto despilfarro!


Del lecho de Procusto instalado en el Hos(pi)tal Coridalós nos liberó, volviendo al mito primigenio, un héroe, Teseo, que acabó con su creador, sometiéndolo a él a la misma tortura que él imponía a sus huéspedes. ¿Quién nos librará ahora, en pleno siglo XXI, del Estado Terapéutico, esa bestia inmunda que se dice filantrópica y que hace lo que hace, es decir, el mal por nuestro bien? ¿Ha nacido ese héroe? Probablemente no esté muy lejos, quizá dentro de nosotros mismos, aguardando agazapado.

martes, 11 de enero de 2022

Sanidad contra salud, salud contra Sanidad

¡GOCE USTED DE SALUD PERFECTA!.- No tiene desperdicio la siguiente leyenda, que leí una vez al dorso de una estampita.

Era una forma de publicidad arcaica, un tanto ingenua todavía, no tan agresiva como las posmodernas actuales, basada fundamentalmente en el uso del lenguaje escrito y destinada a dar a conocer las “píldoras de vida del Doctor X” (Dr. X´ life pills en la lengua del Imperio).
 
 
Dice así: "Si está usted (repárese en el tratamiento ya anticuado del usted, frente al tuteo irrespetuoso generalizado hoy en día) medio enfermo (sic) o medio incapacitado (sic) por existir en su organismo algún mal que mina su vitalidad, de ningún modo podrá usted experimentar plenamente el gozo de vivir. Jamás podrá proporcionarse, bajo esta circunstancia, el completo disfrute de la salud rebosante y la energía briosa que hacen aun del trabajo más duro un placer. Es, pues, el deber de usted mejorar su condición". (Note el lector cómo se nos inculca imperativa- y capciosamente que la salud "es nuestro deber y salvación", como se decía creo recordar en la oración del prefacio litúrgico de la misa católica, aunque sólo sea para rendir más en el trabajo)".


"Una buena digestión, un sano apetito y una salud envidiable siguen al uso regular de las píldoras de vida del Doctor X. Una píldora tomada a la hora de acostarse le conservará en estado excelente de salud. Este remedio alivia prontamente la Biliosidad, el Estreñimiento -curiosas mayúsculas- y las irregularidades de las vías intestinales."
 
Al final se demuestra que todo era un problema de obstrucción de las tripas, que nos hacían sentir medio enfermos o medio incapacitados, cuya solución consistiría en unas píldoras que permitan disolver las heces y defecar a continuación bien a gusto.
 
Estas formas antiguas de publicidad no tienen nada que ver con la agresividad actual de la propaganda de las autoridades sanitarias. Resultan hasta cierto punto por eso mismo conmovedoras. 
 
 
Cuando los grandes medios de información masiva y de propaganda actuales, que vienen a ser los mismos, reflexionan abiertamente sobre la virtud de la prisión permanente, el arresto domiciliario y la distancia social, 
 
cuando los presuntos 'expertos' nos inculcan subrepticiamente que la vida no es más que el miedo persistente a la enfermedad siempre latente y nunca patente, 
 
cuando so pretexto de 'salvar vidas' minan nuestra vitalidad de forma que no podamos experimentar de ningún modo el gozo de vivir,
 
cuando los publicistas insisten en que nuestro deber más sagrado es sacrificarnos en beneficio de la industria farmacéutica y la comunidad,
 
cuando nos cambian la mucha o poca salud que teníamos por la Sanidad, ese asqueroso invento del Gobierno que dice velar por nosotros y que nos da el cambiazo de lo malo -la Sanidad- por lo bueno -la salud, que todavía es palabra popular y nombre común, 
 
cuando las personas que rechazan un medicamento experimental disfrazado de “vacuna” negándose a ser conejillos de Indias que ofrecen gratuita- y amorosamente su cuerpo a la Ciencia, experimento sufragado y pagado con dinero de los sufridos contribuyentes y votantes, son alegremente calificadas como riesgos potenciales para la salud pública y puestas en la picota mediática como chivos expiatorios, 
 
...ya pueden hacer lo que quieran con todos y cada uno de nosotros, que no vamos a decir ni pío.  

lunes, 10 de enero de 2022

Una madre desahuciada


María, una madre alemana que decidió no mandar a sus hijos a la escuela porque mantiene una actitud crítica frente a los protocolos irracionales escolares de ese país, sufrió una redada  en su propio apartamento y vio cómo la policía y los servicios de protección de la infancia se llevaban violentamente a sus hijos.

María, que quería proteger a sus vástagos de las irracionales medidas coronavíricas, ha sido castigada por el Estado alemán.

Una de sus hijas, aunque estaba asintomática, resultó positiva, y se le impuso una cuarentena hasta el 31 de diciembre pasado. Cada vez que hablaba por teléfono con su madre, la niña lloraba.

La situación me ha traído a la memoria la bellísima canción de Lou Reed The Kids, de su álbum más siniestramente bello que es Berlín (1973), un auténtico descenso a los infiernos. Lou canta con cierta contención, la guitarra no permite presagiar la tragedia explosiva del último tramo del tema, con el llanto real de los niños.

Cuenta la historia de una madre a la que le quitan la custodia de sus hijos porque decían que no era una buena madre, que era una prostituta y una drogadicta a quienes los servicios sociales del Estado le quitan la custodia de los hijos. Desgarrador final con el llanto de los niños llamando a gritos a la madre.


 

domingo, 9 de enero de 2022

Mentirosas mentes

 Escribíamos en Algo in mente,  a propósito de la etimología de “mente”,  que el derivado más chocante a primera vista era el verbo mentir, que ya existía en latín MENTIRI, y que en principio significaba inventar, imaginar, derivando después a su significado actual y más conocido de no decir la verdad y, por lo tanto, engañar.



    Sobre esta curiosa relación escribía Juan Manuel de Prada en XLSemanal (núm. 1577 de 14 de enero de 2018) un artículo muy acertado titulado Mentes mentirosas, aliteración que revela el parentesco etimológico, en el que hace una interesantísima reflexión sobre la relación entre la “mente” y la “mentira”. 

 Juan Manuel de Prada
 
Dice así: “La etimología de las palabras esconde sabidurías muy hondas y provechosas. A nadie se le ocurriría pensar que “mente” y “mentira” comparten la misma etimología, pues nuestra orgullosa condición nos induce a creer que nuestra mente es más bien una incesante fábrica de verdades. Pero el genio del lenguaje nos enseña exactamente lo contrario: nos advierte (de) que lo natural de una mente es urdir mentiras, que lo propiamente mental es la mentira, que quienes se fían de lo que su propia mente les dicta estarán siempre engañados; o, todavía peor, que son embusteros redomados”. Y añade más adelante, con una expresión que el autor repite como si se tratara de un mantra: “Los fatuos hijos de Descartes (sic) urden con su mentirosa mente cualquier desvarío y piensan orgullosamente que se han hecho una idea clara y cierta de las cosas. Cuando lo cierto es que tener una “idea clara y cierta” de las cosas suele ser el primer y más delator indicio del error (negrita mía); pues sólo los imbéciles tienen ideas claras y ciertas de las cosas complejas”.