viernes, 20 de agosto de 2021

El Papa no tiene razón


    Su Santidad el Papa ha lanzado un mensaje al mundo destinado a sostener la iniciativa "it's up to you" que en la lengua del Imperio quiere decir algo así como es cosa tuya, depende de ti y hasta es tu responsabilidad, una campaña de incitación a la vacunación anticovidiana que se lleva a cabo en los Estados Unidos y en otros países del continente americano, predicando las virtudes teologales de la sacrosantísima 'vacuna'. 
 
      Dichas virtudes teologales según la doctrina de la Iglesia Católica, si no recuerdo mal,  son fe, esperanza y caridad. Ha llamado a todos los fieles creyentes -fieles porque tienen fe a pie juntillas en sus sagradas creencias-, y ha predicado que Gracias a Dios y al trabajo de muchos, hoy tenemos vacunas para protegernos del covid-19. Ellas traen la esperanza para acabar con la pandemia, y los ha convocado a todos a inmunizarse por 'amor”, que es lo que significa caridad. Ha establecido así el Santo Padre una nueva Alianza entre Dios y la Ciencia, que es la nueva religión cientificista de nuestro tiempo que excomulga a todos los que no creen en ella.
 
    En ese sentido ha proclamado: Vacunarse con vacunas autorizadas por las autoridades competentes* es un acto de amor; y ayudar a que la mayoría** de la gente lo haga es un acto de amor;  amor a uno mismo, amor a los familiares y amigos, amor a todos los pueblos (...) Le pido a Dios para que cada uno pueda aportar su pequeño grano de arena, su pequeño gesto de amor -por más pequeño que sea, el amor siempre es grande-, aportar esos pequeños gestos para un futuro mejor. Que Dios los bendiga y muchas gracias .
 
    La alocución del Papa es en castellano pero va con subtítulos en inglés para que lo entienda todo el mundo.
 
 
    No ha aclarado el Papa en su alocución digital urbi et orbi si el green pass o pasaporte 'sanitario' que acredita que estás vacunado será requisito imprescindible para entrar en el Cielo (lo que significa que los que no dispongan de él irán de cabeza al infierno a las calderas de Pedro Botero). 
 
    No tiene razón Su Santidad, el infalible Supremo Pontífice de Roma en lo que dice, en primer lugar por la propia pretensión de tener razón (cuando es ella, la razón, que es lo común, la que nos tiene a nosotros,  y no nosotros a ella; ella la que habla por nosotros y no nosotros los que hablamos por ella), y en segundo lugar porque está emitiendo una opinión (y haciendo propaganda de paso y juego a la industria farmacéutica) con todas las buenas intenciones del mundo que quiera y con las que, ya se sabe, está pavimentado el suelo del infierno. Heraclito de Éfeso nos advirtió de que siendo la razón común, viven los más como teniendo un pensamiento privado suyo (τοῦ λόγου δ' ἐόντος ξυνοῦ, ζώουσιν οἱ πολλοὶ ὡς íδίαν ἔχοντες φρόνησιν). Nadie está libre de emitir opiniones personales, pero debería hacerlo en todo caso con humildad, máxime cuando se ostenta un cargo tan importante como es la cátedra del de vicario de Cristo en la Tierra, admitiendo su relatividad, su condición de creencia particular sin pretender saber algo que se ignora.

 
    No tiene razón el Supremo Pontífice porque no le cabe ninguna duda, porque ha dejado la duda fuera, porque cree saber qué es eso que llama 'vacuna' y qué efectos tiene; y no lo sabe. No lo sabe porque le sobra fe, que eso es lo suyo, le sobran creencias. Heraclito nos regala una preciosa metáfora: las creencias humanas son juguetes de niños (παίδων ἀθύρματα, paídon athýrmata), juegos que divierten y entretienen, pero que nos ocultan la razón verdadera de las cosas. La razón, desde luego, no le asiste al Supremo Pontífice; es más, le ha faltado en esta ocasión, y mucho:  ha renunciado a ella al haber  bendecido, como si de una Guerra Santa o Cruzada se tratase, la hostia de la Santísima Vacuna. 
 
 
 *Que haya autoridades competentes es una petición de principio que casi nunca se da porque las autoridades lo que tienen es un poder autoritario -potestas-, pero no competencia -auctoritas- en la materia sobre la que ejercen su gobierno. Creer que esas autoridades sanitarias son personas insobornables, además de competentes, que nunca cederán a la prensión de la industria farmacéutica y al chantaje del que son objeto es una suposición muy gratuita.
 
**Afortunadamente ha dicho la "mayoría" y no "toda la gente", por lo que deja a algunos fuera. 

jueves, 19 de agosto de 2021

Cerebros pirateados

    Leo con interés el artículo del historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari Los cerebros “hackeados” votan, publicado en El País el 6 de enero de 2019, que me decepciona al final bastante porque, después de hacer unos descubrimientos que ponen en tela de juicio la democracia liberal, hace una defensa a ultranza de dicho régimen que “ha demostrado que es una forma de gobierno más benigna que cualquier otra alternativa”. Me recuerda mucho a la célebre impostura de Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno posible, con excepción de todos los demás”. Lo que sí ha demostrado la democracia es que, buena o mala, es la forma de gobierno más eficaz hoy por hoy en todo el mundo, porque es la que se ha impuesto y consolidado, la que se acepta con más resignación y la que nos toca padecer. 
 

    No obstante, el artículo hace algunos descubrimientos que hay que tener en cuenta, como el que se desprende de su título, donde aparece el concepto de cerebro “hackeado”, con terminología informática sajona, -jaqueado, escribiría yo, a riesgo de interpretar el término en la jerga ajedrecística como jaque al rey, o pirateado, mejor con vocablo griego más nuestro. Viene a decirnos Yuval Noah Harari que las nuevas tecnologías pueden “corroer la libertad humana desde dentro” (cursiva mía), más que los viejos regímenes autoritarios que lo hacían desde fuera.

    El libre albedrío, que caracterizaría al homo sapiens, no es una realidad científica, escribe, sino un mito “que el liberalismo heredó de la teología cristiana”, según la cual Dios premia y castiga las buenas y malas acciones de los seres humanos, fruto como serían de su libre arbitrio. Niega Yuval Noah Harari el libre albedrío de los seres humanos afirmando que efectivamente tomamos decisiones “libremente” pero que estas no son verdaderamente libres, porque nuestra mente no es libre. No somos, por lo tanto, seres libres como pretenden la tradición cristiana y la Ilustración, sino que somos “animales pirateables”. Nuestras decisiones dependen de muchísimos factores que las condicionan y nos condicionan a nosotros, ya que no controlamos nuestros pensamientos e ideas sino que son ellos los que nos controlan a nosotros. 
 
 
     
    No hace falta recurrir a ninguna suerte de teoría de la conspiración como hace el autor cuando menciona para asustarnos a los hackers informáticos, que se limitan, según él, por ahora “a analizar los productos que compramos, los lugares que visitamos, las palabras que buscamos en Internet”, pero dentro de unos pocos años “podrían correlacionar el ritmo cardiaco con los datos de la tarjeta de crédito y la presión sanguínea con el historial de búsquedas”. 

    Si nos empeñamos en conocernos a nosotros mismos, siguiendo el viejo adagio del templo de Delfos, nos daremos cuenta de la imposibilidad de la tarea: No es posible que el conocedor sea objeto de su propio conocimiento.  Conócete a ti mismo debería significar: reconoce tu ignorancia. No sabes quién eres. Sin embargo, nuestros piratas, esos peligrosos hackers que cita el autor, sí lo saben, pueden saber lo que nosotros no sabemos, porque tienen nuestros datos, como si dijéramos nuestra alma, porque pueden hacer que se nos antoje cualquier cosa, es decir, cualquier idea, y vendérnosla. Cuando descubren lo que nos interesa, lo que amamos y lo que odiamos, nuestros gustos personales, opiniones y prejuicios, pueden ya manipularnos, nos conocen mejor que nosotros mismos y que la madre que nos parió, por lo que pueden apretar nuestras tuercas. No es que descubran nuestros intereses ocultos, sino que fomentan que desarrollemos unos gustos personales, opiniones particulares, nuestras propias ideas, una personalidad propia, en definitiva, que ellos acaban diseñando y controlando mejor que nosotros. Nos han inculcado unas ideas que no son propias, sino comunes, pero de las que nosotros nos apropiamos como si fueran carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, y las defendemos a capa y espada, idiotas que somos,  como nuestra más íntima posesión. Cuando uno se da cuenta de que “estos pensamientos no son míos, no son más que ciertas vibraciones bioquímicas”, comprende también que no tiene ni idea de quién ni de qué es. Uno se conoce a sí mismo, cuando reconoce que no sabe quién es.
 
  
    El autor, después de hacer estas clarividentes revelaciones y formularnos la inquietante pregunta retórica de “¿Cómo vivir cuando comprendemos que somos animales pirateables, que nuestro corazón puede ser un agente del Gobierno, que nuestra amígdala puede estar trabajando para Putin y la próxima idea que se nos ocurra perfectamente puede no ser consecuencia del libre albedrío sino de un algoritmo que nos conoce mejor que nosotros mismos?”,  se muestra sin embargo no poco ingenuo considerando que se puede hacer un uso positivo de la tecnología y crear un poderoso antivirus contra el pirateo de nuestros datos.

    Yuval Noah Harari se pregunta: “¿Qué hacer?” Y se responde diciendo que hay que defender la democracia liberal porque, como decíamos al principio, es un mal menor, pero al mismo tiempo hay que “desarrollar un nuevo proyecto político más acorde con las realidades científicas y las capacidades tecnológicas del siglo XXI”. No sé cómo se entiende eso. ¿En qué quedamos entonces? Yo diría que lo que hay que hacer es mucho más sencillo que todo eso: Ya lo sugiere el propio autor, basta con dejar de creer en el libre albedrío, y, reconocer, con Agustín García Calvo entre nosotros, que cuando creemos que hacemos lo que queremos estamos haciendo en realidad lo que nos mandan: «Si cada uno no creyera que hace lo que quiere, sería imposible que hiciera lo que le mandan.».

miércoles, 18 de agosto de 2021

Ate

    Traigo aquí unos versos (90-94) del canto XIX de la Ilíada de Homero en tres traducciones diferentes para presentar a Ate, un significativo personaje femenino de la mitología griega, con distintas versiones de su nombre propio, que en realidad es un nombre común ascendido de categoría que en principio remonta a un verbo ἀάομαι aáomai que significa  "turbar el espíritu, trastornar, engañar". He aquí los mentados versos en boca de Agamenón, que trata de justificarse,  en su versión original: ἀλλὰ τί κε ῥέξαιμι; θεὸς διὰ πάντα τελευτᾷ, / πρέσβα Διὸς θυγάτηρ Ἄτη, ἣ πάντας ἀᾶται, / οὐλομένη. τῇ μέν θ᾽ ἁπαλοὶ πόδες· οὐ γὰρ ἐπ᾽ οὔδει / πίλναται, ἀλλ᾽ ἄρα ἥ γε κατ᾽ ἀνδρῶν κράατα βαίνει / βλάπτουσ᾽ ἀνθρώπους· κατὰ δ᾽ οὖν ἕτερόν γ᾽ ἐπέδησεν.
 
    Comenzamos por Rubén Bonifaz Nuño, que traduce Ate por Ajenación: ¿Pero qué iba yo a hacer? Lo cumple todo una diosa, / la augusta hija de Zeus, Ajenación, que a todos engaña, / funesta; y los pies de ella, tiernos, pues no sobre el suelo / se apoya, pero ella en las testas de los hombres camina, / golpeando a las gentes, y encadenó a uno de dos, a lo menos
 
    Continuamos con Emilio Crespo Güemes, que traduce Ate por Ofuscación: Mas ¿qué podría haber hecho? La divinidad todo lo cumple. / La hija mayor de Zeus es la Ofuscación y a todos confunde / la maldita. Sus pies son delicados, pues sobre el suelo no / se posa, sino que sobre las cabezas de los hombres camina / dañando a las gentes y a uno tras otro apresa en sus grilletes
 
    Y acabamos la muestra con Agustín García Calvo, que traduce Ate por Yerra, que sólo figura en el diccionario de la RAE como variante de hierra, con el significado de acción de marcar con hierro al ganado. Sin embargo figura yerro (del latín errare: vagar, vagabundear, equivocarse) como falta o delito cometido, por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas de un arte, y absolutamente, contra las leyes divinas y humanas. Por lo que yerra, su femenino, es neologismo creación de García Calvo para este personaje: Mas ¿qué iba yo a hacer?: diosa es la que cumple y trae todo eso, / Yerra, la hija de Zeus veneranda, que a todos en yerro / hunde, maldita; suaves sus pies: pues nunca en el suelo / pisa, que sobre cabezas de hombres anda con tiento / a hacerlos caer; y a uno que otro atrapa de cierto. 
 
Nix, la Noche Gustave Moreau (1880)
 
 
    ¿Quién es esta Ate? Según el padre Homero, Ate es la culpa que a todos ciega, hasta a Zeus mismo, cuando Hera lo engañó a propósito del nacimiento de Heraclés, al que ella odiaba con toda su alma. Zeus anunció solemnemente a los dioses que el niño que iba a nacer era hijo suyo que reinaría sobre todos los hombres, pero Hera detuvo el parto inminente de Heraclés y adelantó el de Euristeo, por lo que Zeus, cuando se dio cuenta del engaño del que había sido objeto por parte de su hermana y esposa, arrojó del cielo a Ate, personificación del engaño. 
 
     Me da a mí que el día en que Zeus echó del monte Olimpo a patadas a su hija mayor Ate, por haberle engañado y confundido debió de coincidir con el día en que la Justicia, Astrea, la Virgen, abandonó nuestro planeta en plena Edad de Hierro y subió a los cielos y se catasterizó como la constelación de Virgo. 


 
    En los versos 126-131 del mismo canto, se narra este episodio de la expulsión del cielo: Y al punto a Yerra agarró por sus bien-ungidos cabellos, / en sus entretelas dolido, y juró con juro muy recio / que nunca al Olumpo ya más ni a los estrellares del cielo / a entrar volvería Yerra, la que hunde a todos en yerros / (tal dicho, a revuelta de brazo, del cielbo abajo sereno / él la arrojó; y cayó en las humanas obras de presto)
 
    Se puede considerar, por lo tanto, que a raíz de esa expulsión abunda la mentira en la Tierra. El diccionario de griego-francés de Anatole Bailly define Ate por un lado como azote enviado por los dioses como castigo por una falta, en parte ceguera espiritual, extravío, locura. También es la falta cometida a consecuencia del extravío del espíritu. Usada en plural la palabra, significa 'engaños, mentiras'. Como consecuencia de todo ello, Ate es también la desgracia, la ruina misma. Y por otro lado, Ate es también la Fatalidad, la diosa de la desgracia que inspira todas las malas acciones y que provoca todas las calamidades. Como diosa del castigo y de la venganza, se la equipara a veces con las Erinias.

    Ate es para Pierre Grimal la personificación del Error, una divinidad ligera, cuyos pies solo se posan sobre la cabeza de los mortales sin que ellos lo sepan.

    Hesíodo en la Teogonía (vv. 226-232) dice que es hija de Eris, la Discordia y hermana y compañera de la Ilegalidad, por lo que la considera la personificación de la falta o de la injuria, especialmente de la debida a la obcecación de la mente: La aborrecible Eris produjo el molesto Trabajo, el Olvido, el Hambre, los lacrimosos Dolores, los Combates, las Peleas, los Asesinatos, las Batallas, las Matanzas de hombres, los Discursos mendaces, las Disputas, la Ilegalidad con Ate, su compañera (Δυσνομίη τ' Ἀάτην τε, συνήνθεας ἀλλήλλῃσιν) y a Horco, el que más daña a los terrestres hombres cuando perjuran voluntaraimente (traducción de Luis Segalá y Estaleya). A veces se identifica a la hija con la madre. No menciona a su padre, que según Homero era Zeus. 


Eris, la Discordia, hija de la Noche y madre de todas las calamidades.

    Cuenta la leyenda que cuando Zeus precipitó a su hija Ate desde lo alto del Olimpo, fue a caer allá en Asia Menor,  en una colina que tomó su nombre, la colina de Ate, donde Ilo levantó la ciudad de Ilión, o sea Troya, por error. Por eso acabará siendo destruida. Pero lo importante no es esa ciudad, origen de la primera guerra mundial, sino el hecho de que Zeus al arrojarla del cielo, le cerró para siempre las puertas del Olimpo, y por eso el Error es una triste herencia de la Humanidad que habita entre nosotros y puede llevarnos a cometer un acto alocado y desastroso que acarree nuestra ruina y la de los demás.

martes, 17 de agosto de 2021

Miedo y presión farmacológica

    A veces los periodistas, aunque pueda parecerle mentira a alguien, dicen más verdad de la que pretenden cuando se les escapa algo que a lo mejor no querían decir pero que resulta razonable e incluso contradice a veces la narrativa oficial que habitualmente suelen predicar. Me dio la sensación de que pasaba algo de esto y se les había escapado algo a su pesar cuando leía distraídamente lo que habían escrito las periodistas Mónica Zas Martos y Marta Borraz coautoras del artículo “El miedo por los vulnerables y la presión de las farmacéuticas avivan la fiebre por la tercera dosis en los países ricos” que publicaba el deleznable Diario.es el otro día.

    No me refiero al título citado del artículo, bastante claro por cierto, ni a la explicación subsiguiente, que era esta: Estados Unidos, Alemania, Francia y Austria se han sumado a la decisión de Israel de inyectar una dosis de refuerzo a los más vulnerables, una estrategia puesta encima de la mesa por las empresas, según los expertos, reforzada por la idea de atajar los contagios entre los mayores; ni me refiero tampoco a la constatación que hacían de que: Solo el 1% de la población empobrecida ha recibido alguna dosis anti-COVID mientras crece la presión para el tercer pinchazo, sino a las siguientes frases que no me pasaron desapercibidas, tratándose de una reflexión aparentemente trivial pero muy significativa y no de una información como las dadas previamente: Los virus no son lo único que se transmite a gran velocidad por el mundo. Hay polémicas o debates que comienzan de forma residual y se propagan hasta dar lugar a una fiebre colectiva como el caso de la tercera dosis en Occidente (subrayado mío).

    Ya intuíamos que los virus se viralizaban, valga la redundancia, como demostraba el uso del adjetivo 'viral' antes ya de que se declarara el SARS COV-2. La docta Academia además de recoger la esperada acepción de “concerniente o relativo a los virus” incluye: Dicho de un mensaje o de un contenido: Que se difunde con gran rapidez en las redes sociales a través de internet. Lo que aprendemos ahora es que los virus son información, genética o productiva, si se quiere matizar más, pero información al fin y al cabo que modifica nuestro comportamiento una vez que nuestrras células la alojan o procesan, o como dice la FDA: A virus is a small collection of genetic code, either DNA or RNA, surrounded by a protein coat.

    En ese sentido resulta interesante la constatación que hacen las citadas periodistas de que los virus “no son lo único que se transmite a gran velocidad por el mundo”, porque también hay “polémicas o debates” es decir, ideas u opiniones, que se transmiten como los virus haciéndose virales, a gran velocidad por la Red, propagándose hasta dar lugar a una fiebre colectiva, es decir, a generar síntomas como este de la fiebre. La información es el auténtico virus. No se olvide que el virus es un código informatizado. Información, es por ejemplo, la necesidad o conveniencia al menos de la susodicha “tercera dosis”. Ya en el titular reconocían las autoras del artículo que la fiebre (muy interesante la sintomática metáfora clínica que cuando la utilizamos dice más cosas que las que queríamos decir y de alguna manera habla y obra por nosotros) de la tercera dosis estaba avivada por el miedo (fundado porque ya está sucediendo) a que los vulnerables, que ya están vacunados (y presuntamente inmunizados), contraigan el virus, así como por la presión de las farmacéuticas; en resumen, pánico y presión. 

 


    En cuanto a lo primero, parece que es un miedo bastante razonable dentro de lo razonable que puede ser el miedo irracional, si tenemos en cuenta que los vacunados, pese a lo que digan los periodistas a veces, no están inmunizados y de hecho pueden contraer el virus. Por poner un ejemplo leído en la prensa local de Cantabria de anteayer: En los últimos 14 días ha habido 70 ingresos hospitalarios en Cantabria que tenían la pauta completa, lo que supone un 42% de pacientes covid que ha registrado la región.

    Lo que implica que esas personas, que no son simples casos farmacológicos asintomáticos que han resultado positivos tras una prueba de laboratorio, sino casos clínicos que han necesitado hospitalización, disponían, habida cuenta de la “pauta completa” o doble dosis de vacunación, ya de un teórico pasaporte sanitario que les permitiría, por ejemplo, viajar por la Unión Europea sin ninguna restricción e incluso entrar en el Reino Unido exhibir una PCR realizada como mínimo 72 horas antes como condición imprescindible ni tener que guardar cuarentena después y realizar otras dos PCR,s. algo que resulta por lo menos paradójico y por lo más incomprensible. Tienen un salvoconducto que acredita que están inmunizados y como consecuencia de ello pueden viajar y desplazarse sin restricciones pero sin embargo están contagiados -y, se deduce de ello, son contagiosos, por lo que se desmorona la coartada de la inmunización colectiva o de rebaño. ¿Cómo es posible que dispongan de tal salvoconducto con licencia para contagiar una enfermedad que ha matado a tantísimas personas? ¿No se revela aquí la falsedad de dicho documento que no merece por lo tanto el adjetivo de “sanitario”, ni siquiera el metafórico de “verde”, aludiendo a la luz del semáforo que nos da vía libre?

    Resulta curioso cómo la libre circulación de las personas carente de salvoconducto o papeles (vamos a decirlo así aunque nos refiramos a un ridículo código QR que nos remite a una página web donde aparece nuestro nombre propio y apellidos registrado como vacunado) recibe un serio golpe del Estado como es la prohibición, mientras que la de los capitales, tan campantes, no encuentra ningún obstáculo que se interponga en su camino a los denominados paraísos fiscales. Se suprimieron las antiguas fronteras en la Unión Europea pero se han creado ahora mismo otras nuevas más segregacionistas e infranqueables. La movilidad numérica sanitaria de la vieja Europa se parece cada vez más al universo matricial digital con libertad restringida y condicionada que a un espacio de libertad y de apertura.

    Alguien, un diablejo que parece un ángel, me susurra al oído que es por el bien común, por nuestra seguridad, que la vacuna nos hace libres, como el trabajo en los campos de exterminio nazis según aquella divisa en la lengua de Goethe de ARBEIT MACHT FREI, que ahora podíamos sustituir por IMPFUNG MACHT FREI, o sea la inyección nos hace libres, como cacareó con otras palabras el atolondrado presidente del gobierno español, que en el fondo es un tontaina muy listillo, al calor de un mitin en plena campaña electoral madrileña, soltando la siguiente ecuación, que era una perla: Libertad hoy es vacunar, vacunar y vacunar. Nos proporcionaba así el doctor en economía la definición seguramente más original por lo estrambótica y rocambolesca que haya dado nunca alguien de libertad. Y no contento con decirlo una vez, repitió hasta tres veces el verbo “vacunar”, como si quisiera inocularnos verbalmente de ese modo el sacrosanto suero libertario en tres dosis sucesivas.

    En cuanto a lo segundo, que era la presión de la industria farmacéutica, cuya codicia es insaciable... poco o nada puedo yo decir que no se haya dicho ya.

 

    Volviendo, pues, sobre el artículo de las dos periodistas que venían a decir que el virus no era lo único que se viralizaba, habría que añadir que, en efecto, la información a través de todos sus medios tradicionales y sobre todo digitales ya en nuestra era es lo único que se transmite a mayor velocidad que los virus y las bacterias y demás gérmenes o microbios entre la gente por el mundo. Y recordando la paradoja de McLuhan de que “el medio es el mensaje”, podemos afirmar que la Red Informática Mundial, la World Wide Web que abreviamos WWW, es el auténtico virus que se viraliza a gran velocidad, y el que mueve ahora a los gobiernos de Occidente (empezando por el pueblo elegido de Israel, y siguiendo por sus aliados de Estados Unidos, Alemania, Francia y Austria, como señala el artículo de las citadas periodistas) a plantearse ya la tercera dosis vacunal para evitar que se propague la fiebre colectiva, movidos, no se olvide, por el miedo y por la presión farmacológica.

lunes, 16 de agosto de 2021

La doncella, la albahaca y el estudiante de Salamanca

    Se contaba en Don Benito,  allá en Extremadura, provincia de Badajoz, que una vez apareció por allí un estudiante de Salamanca y vio a una moza del pueblo que estaba regando una mata de aromática albahaca, y le pareció muy bella la doncella, pero seguramente, pensó, sería analfabeta y de modales y gustos poco refinados, una moza rústica al fin y al cabo y sin habilidad para desenvolverse en ambientes urbanos y cortesanos, impropia de su condición social estudiantil, así que le preguntó para avergonzarla:

    Damisela que riegas la mata, ¿cuántas hojitas tiene la albahaca?

Albahaca o basílico
 

    Y ella, que no sabía muy bien al principio qué contestar al estudiantón, turbada por su engreída altanería, le respondió al fin: -Se lo diré cuando usted me diga, bachiller, que sabrá usted contar, cuántas estrellas hay en el cielo y arena en el desierto y la mar.

    La respuesta de la muchacha debió de parecerle al estudiante no poco inteligente, pues en efecto hay cosas incontables, como las estrellas del cielo y las arenas de los desiertos y de las playas, pero de alguna forma todas las cosas lo son, incluso las verdes hojas de la albahaca que estaba regando la muchacha. El estudiante quiso avergonzar a la joven porque no sabía contar, pero la muchacha le demostró al estudiante que había cosas que él, que sabía contar, porque eso habría aprendido seguramente en Salamanca, no podía numerar.  

    Quod natura non dat Salmantica non praestat. Salamanca no te presta lo que no te da la naturaleza, dice el viejo adagio latino, aludiendo a que la inteligencia de las cosas no la da ningún título académico. ¿Qué es lo que da entonces Salamanca, prototipo de Universidad? Títulos que no te hacen más sabio que aquella humilde moza de Don Benito o de donde fuera que no sabía contar pero que le sacó a relucir dos ejemplos de la infinitud de lo sin fin y le sacó los colores al estudiantón.

 

    La respuesta popular de la doncella me trae el recuerdo de los cultos hendecasílabos falecios del poema de los besos de Catulo: Me preguntas que cuántos besos tuyos, / Lesbia, son suficientes y me bastan. / Tan gran número como el de la arena / libia que hay en Cirene rica en silfio / entre el templo de Júpiter ardiente / y el sepulcro sacral del viejo Bato, / o de estrellas que en noche silenciosa / ven furtivos amores de los hombres; / que le beses con tantos otros besos / basta al loco, y le sobra, de Catulo, / que ni puedan contarlos los chismosos / ni una pérfida lengua echar mal de ojo.

    En el poema de Catulo, en efecto, el poeta le dice a su amada, oculta bajo el pseudónimo de Lesbia, en honor de la poetisa Safó de Lesbos,  que los besos que le pide que le dé son innumerables como las arenas del desierto del Norte de África, o como las numerosas estrellas del cielo por la noche, contraponiendo una imagen diurna y cálida con otra nocturna y fría de la infinitud. 

    Se trata, en efecto, de un poema repleto de alusiones culteranas: la ciudad de Cirene, que producía silfio o laserpicio, una planta que tenía muchos usos culinarios, medicinales y se empleaba también en perfumería, el famoso templo de Júpiter Amón, en el oasis de Siwa, en el límite del desierto ardiente de Libia. Y se alude también al sepulcro, en realidad cenotafio del viejo Bato, el primer rey de Cirene y fundador de esta populosa ciudad de la costa de Libia, donde floreció una escuela filosófica hedonista, la escuela cirenaica. Pero la alusión cultísima de Catulo se refiere sin duda a su admirado poeta griego Calímaco (310-240), que nació en Cirene, precisamente. 

El beso, Gustave Klimt (1907-1908)
 

    Tras toda esa parafernalia helenística y alejandrina del poema de Catulo, late, sin embargo, la misma reivindicación de lo sin fin que hace la doncella que no sabía contar. Contar los bienes que tiene uno, es decir, saberlos, saber el número supone ser consciente de la felicidad que se posee, lo que aumenta el riesgo de perderla: uno podía librarse del mal de ojo de la envidia, tanto propia como ajena, si no era consciente de los bienes que poseía.

domingo, 15 de agosto de 2021

De la servidumbre voluntaria

    Étienne de La Boétie fue amigo de Montaigne. De la Boétie murió a la edad de Cristo crucificado, a los 33 años, asistido hasta el último instante por su íntimo amigo.

 Étienne de la Boétie (1530-1563)

   Montaigne, en De l'Amitié, el más bello quizá de sus Ensayos y una de las cumbres más altas de la literatura francesa del siglo XVI, cantó su amistad. “Por lo demás, lo que nosotros llamamos ordinariamente amigos y amistad, no son más que alianzas y familiaridades trabadas por alguna conveniencia o comodidad, por medio de la que se entretienen nuestras almas. En la amistad de la que yo hablo, se mezclan y confunden la una en la otra, con una mezcolanza tan universal que borran y no encuentran ya la costura que las ha unido. Si me fuerzan a decir por qué yo le quería, siento que no puedo expresarlo más que respondiendo: porque era él, porque era yo.”

    Su concepto de la amistad va un poco más lejos que el de Cicerón en su diálogo De amicitia. En efecto, Cicerón dice allí, por boca de uno de sus personajes, Verus amicus est tamquam alter idem: un verdadero amigo es como otro igual que tú, otro idéntico a ti, donde se ha querido ver el origen de la expresión "alter ego": un verdadero amigo sería un "otro yo". Pero Montaigne va más lejos y dice que su amigo De la Boétie no era su otro yo, su alter ego, sino él mismo.

    Étienne de la Boétie a los dieciocho había escrito, además, un desconcertante y breve ensayo que lleva el título de “Discurso de la servidumbre voluntaria”. Un libro lúcido y desengañado donde los haya, donde se desmitifica el tópico del supuesto amor por la libertad que tenemos los miembros y 'miembras' de la especie humana. No hay tal cosa, concluía el compañero de Montaigne, «lo único que los hombres no desean es la libertad, y no por otra razón que ésta: porque, si la deseasen, la obtendrían». 

 El pueblo no sólo ha perdido su libertad, sino que ha ganado su servidumbre. 

    No hay, por lo tanto, pulsión más honda en los hombres y en sus mujeres que la de servidumbre, por supuesto voluntaria. Es verdad que Séneca había escrito siglos atrás algo así como “Nulla seruitus turpior est quam uoluntaria”: Ninguna servidumbre es más vergonzosa que la voluntaria, no hay ninguna esclavitud más estúpida que la que uno quiere y acepta.


    Lo que ahora el joven Étienne de la Boétie viene a decirnos es que no hay despotismo posible o dictadura sin la complicidad activa del siervo. Y pone en ello la «enfermedad mortal» del ser humano, el placer masoquista del esclavo, su embrutecimiento al que los hombres llaman vida. «¿Es eso, acaso, vivir feliz?», se pregunta irónicamente. Y, con desgarro aun más ácido, en lugar de responder, repite la pregunta para que siga viva, para que nosotros nos la hagamos, para que no nos apresuremos a buscarle una respuesta: «¿Es eso, acaso, vivir?». Y ¿qué es la libertad? La libertad es precisamente lo único que los hombres no desean. Mejor ser siervos: más fácil, más seguro. ¿Llamamos a eso vivir? Lo hacemos.

 

sábado, 14 de agosto de 2021

"Tú, cuya mano..."

    Tengo para mí que el bellísimo poema de Agustín García Calvo (1926-2012) "Tú, cuya mano..." (incluido en su libro Canciones y Soliloquios, núm. 5, publicado por editorial Lucina, Madrid 1982) puede estar inspirado en un verso que Propercio le dedicó a Cintia (1.11.23):  tu mihi sola domus, tu, Cynthia, sola parentes: Tú sola eres mi hogar, tú, Cintia, mis padres. Que también puede entenderse como: Tú eres mi único hogar, tú, Cintia, mis padres. Y teniendo en cuenta la polisemia de "domus" en latín: podríamos entender que no sólo es su hogar, sino también su casa, su familia e incluso su patria. 


    El verso de Propercio recuerda también a aquellos hexámetros de Homero (Ilíada, 6, 429-430), en los que Andrómaca le confiesa su amor a Héctor diciéndole que no se vaya a la guerra porque él es todo lo que le queda, lo más valioso para ella: "Héctor, y tú para mí eres padre y madre patrona, / y hermano también, y también mi florida prenda de bodas".  (Traducción de A. G. C.). O también, en la traducción de Emilio Crespo Güemes: "¡Oh Héctor! Tú eres para mí mi padre y mi augusta madre, / y también mi hermano, y tú eres mi lozano esposo". 

    Y también nos recuerda, claro está, aquel pasaje del evangelio de Mateo sobre la vida de Jesús (Mateo, 12, 46-49), donde se valoran más los lazos de afinidad que los de parentesco o sangre, y que dice así en la traducción del griego de Nácar-Colunga que manejo: "Mientras Él hablaba a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle. Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte. Él, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos".
 
    Habría que añadir otra influencia, sobre todo en lo que a la estructura sintáctica se refiere, que es el soneto de Keats que comienza O thou whose face hath felt the Winter's wind, que tradujo el propio García Calvo como "Tú cuya faz ha herido el viento del invierno".

 Agustín García Calvo
 
En "Tú, cuya mano..." el poeta  habría eliminado el nombre propio (Cynthia, que era un pseudónimo, como vienen a ser todos los nombres propios al fin y al cabo) y lo sustituye por el pronombre de segunda persona: un tú indefinido que puede ser cualquiera, cualquier otra persona o cosa con la condición de que no sea yo. Ese tú indefinido que se repite cinco veces -dos en el verso properciano- al comienzo de cada estrofa es para el autor lo más importante, lo que para otros es la patria, los padres, Dios, las leyes y el ejército, todas y cada una de esas personas y cosas juntas. Ese tú es para el poeta lo más valioso,  a pesar de lo que piensan y se creen todas esas instituciones: que no es nada.

El poema se convierte así en una espléndida canción de amor hacia lo que no tiene nombre "ni apellido", hacia lo desconocido, hacia lo que no se sabe, donde se suceden imágenes de belleza y fuerza evocadora como esas "nubes blancas", "praderas de la verde África", "rojos leones" de gran colorido, o esa preciosa evocación de un beso donde se confunden la lengua y la saliva "de puro sabrosa y templada", todo ello dentro de una perfecta estructura que va recogiendo y repitiendo al final de cada estrofa  la última palabra de las anteriores


He aquí la letra, a la que puso música el llorado Chicho Sánchez Ferlosio, que la cantaba con mucha gracia en el Teatro Español de Madrid en 1982.
 

Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.

viernes, 13 de agosto de 2021

'No tienen escrúpulos'

    En latín scrupulus 'piedrecilla puntiaguda' es el diminutivo de scrupus, que es el nombre del guijarro puntiagudo, por lo que la diferencia entre uno y otro término se reduce al tamaño, pero además, en sentido figurado, significaba también 'angustia, preocupación, inquietud', aludiendo a la china que, diminuta y afilada, planteaba a menudo problemas a los legionarios romanos durante sus largas marchas cuando se interponía entre el pie y la sandalia abierta pues les ponía ante un dilema: o continuar la marcha sufriendo la molestia recurrente o detenerse para sacarse la pedrezuela del calzado interrumpiendo el avance de la columna, lo que les ocasionaría sin duda la amonestación de sus superiores.

    Es el origen de nuestro término escrúpulo que la docta Academia define como sigue: “Duda o recelo que punza la conciencia sobre si algo es o no cierto, si es bueno o malo, si obliga o no obliga; lo que trae inquieto y desasosegado el ánimo.” 

 

    Poco a poco la expresión “tener escrúpulos”, sacada del lenguaje militar, pasó a hacer referencia a cualquier otra preocupación ante la conducta que había que adoptar. Así leemos en Cicerón por ejemplo la expresión alicui ex animo scrupulum euellere ('arrancarle a uno una preocupación de su alma'). Recoge la docta Academia las expresiones coloquiales “escrúpulo de Marigargajo o del padre Gargajo” para referirse a los escrúpulos ridículos y sin fundamento y “escrúpulo de monja” para los exagerados y pueriles.

     Lógicamente, no hay ningún problema cuando una piedrecilla se mete en el calzado de un caminante cualquiera que vaya solo: lo normal, si no tiene mucha prisa, es detenerse y sacarse el guijarro del calzado y continuar caminando. El problema se plantea cuando el alivio de la molestia puede ocasionar otros problemas como pérdida de tiempo, por ejemplo, o interrupción de la disciplina de la marcha militar.


    Los tribunos, generales, senadores y caballeros, en general, que hacían el camino a caballo o se hacían llevar en cómodas literas, no tenían nunca escrúpulos porque no pisaban tierra, a diferencia de los peones peregrinos que hacen el camino a pie, igual, por cierto, que nuestros gobernantes y mandamases de hoy en día, que siempre van en coches oficiales o en aviones, muy poco escrupulosos ellos. De ahí que, al no tener escrúpulos, obren sin ellos, es decir sean capaces de hacer algo que está mal a la vista de todo el mundo o que al menos debería de incomodarles, pero eso, por el contrario, no les causa, sin embargo, ningún trastorno o remordimiento de conciencia, ni el menor sentimiento de culpa o de responsabilidad, porque tienen el poder, porque son los que mandan, eso es lo que se creen, aunque, por otra parte, también  por paradójico que pueda resultar, pobrecitos ellos, son los más mandados.

jueves, 12 de agosto de 2021

Don Miguel de Unamuno y la ortografía

¡Qué feroz insistencia la de los padres y los maestros en torcer lo derecho y corroborar lo torcido de sus naturales instintos (de los niños)! (Miguel de Unamuno, Acerca de la reforma de la ortografía castellana, 1896).


 Miguel de Unamuno (1864-1936)

Don Miguel de Unamuno nos ha legado un retrato entrañable de un maestro de escuela llamado Gárcia y no García,  decidido partidario de la ortografía fonética. Su  propuesta era la siguiente:  “Para cada sonido un solo signo y para cada signo un solo sonido. Suprimía la c y la qu, escribiendo ka, ke, ki, ko, ku y za, ze, zi, zo, zu. Así, kerer, kinto y zera, zinturón. Su grito de guerra -que él escribía gerra- era: “¡Muera la qu!”.

De él escribe Unamuno: “...él era Gárcia y no García, y defendía la prosodia de su apellido con una tozudez heroica. Era menester que no le devorasen los Garcías, los vulgares Garcías. Un García cualquiera podía conformarse con la ortografía oficial y transigir con la qu y con la hache; pero él, Gárcia, él era un rebelde que iba a revolucionar por la ortografía fonética el pensamiento todo de las generaciones futuras.”

Las pretensiones del maestro rural chocaron enseguida con la tozuda realidad de los vulgares Garcías, los conformistas, los que a todo decían amén. No en vano García es el apellido más común en la geografía de nuestra sufrida piel de toro que sigue siendo España, donde la tauromaquia es la fiesta nacional y está declarada de interés para los turistas. Así continúa don Miguel: “Pero el pueblo se alarmó, y creyó que aquel hombre heroico y abnegado estaba trastornando los entendimientos de los niños puestos a su cuidado, que a estos niños les convenía aprender la ortografía oficial y no otra, que si escribían azer en vez de hacer, zikatero en vez de cicatero y keso por queso, no harían carrera, y empezó una campaña contra el pobre maestro. Él que escriba sus cartas como quiera -decían los vecinos-; pero a nuestros hijos que les enseñe a escribir como Dios manda. Dios era la Real Academia Española de la Lengua. Y querían que les enseñase a escribir hasta septiembre y obscuro y subscriptor, como yo no escribo nunca.”

Es curioso que las tres palabras que cita Unamuno como correctas ortográficamente puedan escribirse hoy también con corrección setiembre, oscuro y suscriptor, y en estos dos últimos casos es la forma más habitual, quedando ya como obsoletas las formas con bs que él citana como académicas.


Nuestro maestro de escuela acabará claudicando ante los requerimientos de su mujer, que le recrimina que van a echarlo de la escuela y no van a admitirlo en ninguna parte, y sus hijos van a morirse de hambre. Lo que dice la abnegada esposa y madre de familia representa, según Unamuno, la voz de la sabiduría del pueblo, pero se trata de una voz popular "de la claudicación, de la mansedumbre”.

El cuento, que lleva por título “Gárcia, mártir de la ortografía fonética”, concluye así: “Al fin llegó el desenlace de la tragedia, la catástrofe. El pobre Gárcia sucumbió. Enseñaría a escribir como la Academia manda, enseñaría a escribir obscuro con la b, y enseñaría la qu y la hache y la ce. Pero antes se haría García. O sea, la muerte civil, el suicidio intelectual. Y desde que se convirtió en García y enseñaba ortografía académica, el pobre hombre fue como un cadáver ambulante. Y sobrevivió poco. La pena le mató.”

Por otra parte, en su escrito de 1896 Acerca de la reforma de la ortografía castellana, aborda don Miguel de Unamuno el mismo tema desde una perspectiva, no ya literaria como en el susodicho cuento, sino ensayística, aunque es a veces difícil deslindar la narración del ensayo en Unamuno .

Muchos maestros se quedarían sin trabajo, porque ya no tendría ningún sentido hacer aprender a niños y niñas las normas ortográficas, “aquellas reglitas, llenas de encanto tradicional e impregnadas de dulces recuerdos infantiles”. No sería necesario someter a los pobres chiquillos a ese martirio para que no fueran “ordinarios” porque, como dice Unamuno, no por eso iban a llegar a ser “extraordinarios”. 

 
Si adoptásemos la escritura fonológica, una vez aprendidas bien las letras, todos seríamos capaces de escribir bien sin necesidad de memorizar unas reglas incomprensibles que sólo se conservan por prurito arqueológico, cosas tan abstrusas como, por poner un solo ejemplo y tomando para el caso la ge y la jota, lo que pasa con estas letras, que no ofrecen ninguna dificultad cuando van seguidas de las vocales a, o y u, pero sí cuando preceden a e o a i, por lo que hay que aprender porque sí, sin más explicaciones,  que rugir y rugido se escriben con ge, pero crujir y crujido con jota... 


No hace falta conservar la ortografía tradicional para demostrar el origen latino del castellano, como dice don Miguel, y pretenden los puristas conservadores: No necesita el castellano, para conservar su pureza y el sello de su abolengo, el que le planten esos caireles, y flecos, y borlas llenas de jeroglíficos; que no por vestir a la antigua usanza a un quidam cualquiera, resultaría con aire de nobleza. Sin toga vieja y remendada es el castellano latín hasta los tuétanos.

A la pregunta que se formula don Miguel: ¿Cuál es, en efecto, el principal y hondo obstáculo (¿por qué no ostáculo?) a la reforma de la ortografía? Él mismo nos da una respuesta no sin ironía: Si se adoptase una ortografía fonética sencilla, que, aprendida por todos pronto, hiciera imposibles, o poco menos, las faltas ortográficas, ¿no desaparecería uno de los modos de que nos distingamos las personas de “buena educación” de aquellas otras que no han podido recibirla tan esmerada? Si la instrucción no nos sirviera a los ricos para diferenciarnos de los pobres, ¿para qué nos iba a servir? Y más adelante concluye: Adoptar una ortografía sencilla y fácil, que haga imposibles las faltas ortográficas, es algo así como adoptar un uniforme. Y si no nos distinguimos por el traje, ¿qué será de nosotros? Si al que lleva levita, se la quitan, y con ella la ortografía y el bachillerismo, y le cortan las uñas chinescas (1), ¿qué queda del caballero? Le han quitado el caballo al caballero: queda un simple hombre.

 Uñas chinescas

(1)  Entre los chinos era síntoma de elegancia y refinamiento mantener las uñas largas y cuidadas, al menos la del dedo meñique, porque eso denotaba que uno no necesitaba trabajar con las manos como un vulgar asalariado y que pertenecía, por lo tanto, a la clase privilegiada y a la “buena sociedad”, como dice Unamuno.  Dejarse largas todas las uñas hubiera sido bastante incómodo. Las uñas chinescas como el gastar corbata entre los occidentales son un medio que sirve para distinguirse exteriormente del pueblo inculto y grosero, como la aplicación de las normas de ortografía, que revelan que uno ha sido alfabetizado y sufrido la escolarización obligatoria, lo que, por otra parte no impide que sea, digo yo, un analfabeto funcional, o sea, alguien que sólo lee y escribe lo que está mandado, que es lo que Dios manda.

miércoles, 11 de agosto de 2021

Desnuda, la verdad

 “...y la verdad desnuda” Francisco de Quevedo.

La verdad saliendo del pozo, J-L. Gérôme (1896)

El cuadro de Jean-Léon Gérôme “La verdad saliendo del pozo” alude, al parecer a unas palabras del filósofo griego Demócrito, que vivió a caballo entre los siglos V y IV antes de Cristo, que nos transmite Diógenes Laercio en sus Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, y que en su lengua griega (“una lengua sonora de supremos encantos, / la más bella nacida de unos labios humanos” según cantó el poeta), dicen así: ἐτεῇ δὲ οὐδὲν ἴδμεν: ἐν βυθῷ γὰρ ἡ ἀλήθεια, lo que quiere decir: pero en realidad nada sabemos; pues la verdad está en el pozo. La palabra que traducimos por pozo βυθo/j significa también abismo, fondo, fondo del mar, fondo del agua. Viene a decirnos Demócrito que la verdad, como las famosas llaves de la cantilena infantil, están en el fondo del mar, matarilerilerile, en el fondo del mar, matarilerilerón o, como “nuestro gozo en un pozo”, donde es la rima consonante fácil la que ha originado el dicho. 

Séneca escribe en De beneficiis VII, 1, 5, quizá influenciado por Demetrio el cínico, según reconoce: Inuoluta ueritas in alto latet: Envuelta, la verdad yace oculta en el fondo del mar. Y al final de sus Naturales Quaestiones VII, 34: At mehercule (...) uix ad fundum ueniretur, in quo ueritas posita est, quam nunc in summa terra et leui manu quaerimus. Y sin embargo... apenas llegaríamos, a fe mía, al fondo del abismo en que está colocada la verdad, que hoy nuestra indolente mano busca en la superficie de la tierra

Pero la verdad del lienzo de Gérôme, a diferencia de la del filósofo griego, está saliendo del pozo y está, además, desnuda. ¿Por qué está desnuda la verdad que emerge? La palabra griega alétheia (ἀλήθεια), que traducimos por verdad, significa en realidad “descubrimiento”,  “sin tapujos”, compuesta como está del prefijo negativo a- "no" y de létheia "ocultamiento", y por lo tanto, quiere decir desvelamiento, que es la operación de quitar los velos, de sacar a la luz. Se la representa desnuda porque no tiene nada que ocultar.

Nuda Veritas, Gustav Klimt, 1889
El cuadro que pintó Gustav-Klimt en 1889 titulado “Nuda Veritas”, esto es, “La verdad desnuda”, lleva un texto del poeta alemán Friedrich Schiller en su encabezamiento que dice: Kannst du nicht allen durch deine That (forma arcaica por Tat) und dein Kunstwerk, mach es wenigen recht. Vielen gefallen ist schlimm. 'Si no puedes gustar a todos con tu modo de actuar y tu arte, contenta a unos pocos. Gustar a muchos es peligroso”. La inscripción, se combina con la desnudez de la figura femenina que representa a la Verdad y que sostiene un espejo en el que no se mira ella, sino que, vuelto a los espectadores, nos invita a mirarnos nosotros en él. 

 Nec mergitur o La Verdad saliendo del pozo, Édouard Debat-Ponsan (1898)

Nec mergitur o La Vérité sortant du puits de Édouard Debat-Ponsan representa a la Verdad semidesnuda saliendo del pozo, como en la tela de Gérôme, y con el espejo para que nos miremos en él, al igual que el lienzo de Klimt, pero sus enemigos (un noble enmascarado y un clérigo) pretenden que no salga y que se hunda. Sin embargo ella, como el lema de la ciudad de París no se hunde en el pozo, “fluctuat nec mergitur”: es batida por las olas y no se hunde, porque la verdad, igual que el aceite en el agua acaba siempre saliendo a flote, sube siempre a la superficie pese a todos los pesares.

Cuenta una leyenda cuya fuente desconozco que un día se cruzaron la Verdad y la Mentira en su camino, se saludaron y trabaron conversación enseguida y amistad. La Mentira comentó que hacía un día espléndido y que las aguas del lago invitaban a sumergirse en ellas, lo que era verdad, por cierto, y le propuso cordialmente a la otra: -¿Por qué no nos damos un baño? Dicho y hecho. Ambas, que vestían de modo muy diverso, se desnudaron, pues no se habían inventado todavía los sedicentes "trajes de baño" y la gente se bañaba sin falso pudor en cueros. Se lanzaron, pues, a disfrutar del baño desnudas como estaban. Al cabo de unos instantes, la Mentira, no poco envidiosa, salió corriendo del agua y le robó la ropa a la otra, dejando la suya a cambio, que era mucho más andrajosa, y huyó alejándose de allí y gritando: "Hay que guardar la ropa antes de echarse a nadar, amiga mía". La Verdad, entristecida, salió del agua y vio lo que le había dejado la otra. No quiso vestir aquellos hábitos andrajosos que había dejado la Mentira, y decidió permanecer desnuda, pero todos los que la veían se alejaban escandalizados de ella. Conque, entristecida, decidió volver hacia atrás y sumergirse en el líquido elemento del lago. Desde entonces la gente prefiere aceptar a la Mentira disfrazada de Verdad que a la Verdad desnuda que, sin embargo, acabará irrumpiendo algún día, desnuda como está, y saliendo a la superficie...