-Hagámonos esta pregunta: ¿Nos habríamos enterado de que existía una pandemia universal si no nos hubieran informado de ella?
-Sinceramente, no.
-Y aquí quien manda es la OMS, que declaró el 11 de marzo la pandemia universal (aunque lo que dijo era: COVID-19 can be characterized as a pandemic. (COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia; nótese el “can be characerized”, y no el “is” que cararearon los medios hasta la saciedad, un pequeño matiz no sin importancia). Conque los medios empezaron a divulgar a los cuatro vientos la dichosa palabra: pandemia, pan-de-mia universal. Y la gente empezó a repetir que había una pandemia, sin saber muy bien qué era una pandemia.
-Ya, y mientras tanto le habían dado el cambiazo de significado a la palabra.
-En efecto, la OMS había previamente modificado la definición de pandemia. Antes se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad A pandemic is the worldwide spread of a new disease o también A pandemic disease is a disease that occurs in epidemic proportions that occurs in many countries simultaneously, someone worldwide, aunque su mortalidad específica o letalidad fuera insignificante (un 0,16 % la que nos ocupa, como la gripe de todos los inviernos, poco más o menos). Esta definición le permite a cualquier país declarar la pandemia con muy pocos casos, y activar los protocolos correspondientes; Italia, por ejemplo, lo hizo cuando solo contaba cuatro muertos.
-¿Qué hacen los gobiernos para acabar con ella?
-Pues unos, los "buenos", como el nuestro según sus apologetas, implementan medidas draconianas, que salvan vidas (antes se salvaban "almas", ahora se salvan "cuerpos"), otros, los "malos", según los primeros, no implementan medidas sociales sino que prefieren favorecer los intereses del capital y, sencillamente, no actúan: laissez faire, laisser passer. Y así les va, muriéndoseles la gente a miles.
-Pero a nosotros también se nos han muerto muchos a millares...
-Sí, calla, pero mira lo que decía el presidente del gobierno, que si no nos llegan a encerrar se habrían muerto muchísimos miles más.
-Y eso ¿cómo lo sabe?
-Pues por su comité de expertos que le asesoran...
-Ah, claro, doctores tiene la Iglesia, bueno, en este caso el Estado. Pero todavía hay algún ingenuo que crea que hay gobiernos "buenos" y "malos".
-Pues eso creen algunos, quienes para no parecer muy maniqueos te dirán que los hay "malos" y "menos malos", porque no es cuestión de "sí o no", sino de "más o menos"...
-Siempre queda gente con muchas creencias a cuestas.
-Los buenos gobiernos apelan a la responsabilidad civil...
-¿A qué llaman responsabilidad?
-Es la versión laica de la culpabilidad, la vieja culpa del catecismo de toda la vida. Uno responde de sus actos, asumiendo su autoría, se arrepiente de sus pecados y hace propósito de enmienda. ¿No has leído estos días en la prensa moralizante la parábola del treintañero negacionista que acudió a una fiesta para contagiarse del virus coronado?
-No.
-Pues eso: Un estadounidense murió en Texas de la peste después de contagiarse en una fiesta ad hoc, donde había de todo menos Covid, creía él, porque negaba su existencia, organizada por una persona infectada. La idea era juntarse, pasárselo bien y ver si el virus era real y si alguien lo contraía, según explicó la directora médica del Hospital Metodista de San Antonio.
-¿Y qué pasó?
-Pues que la salud del joven, cuya identidad e historial clínico se desconoce -ya sabes, protección de datos- y además no importa, porque al final resultó que todo era mentira, empezó a deteriorarse hasta su hospitalización y posterior fallecimiento en el Hospital al cabo de una semana. Antes de morir, le confesó a la enfermera que lo atendía: «Cometí un error. Fui negacionista. Me arrepiento de ello. Pero ya es demasiado tarde. Pensé que este virus no existía, pero existe... y, además, mata".
-Muy aleccionadora la parábola. Y muy en la línea de las políticas de los gobiernos que nos meten miedo últimamente y amenazan con los brotes y los rebrotes que brotan y vuelven a rebrotar.
-Mira lo que dice un político, uno cualquiera de los muchos de ese gremio. Su nombre propio y filiación política es lo de menos: “La responsabilidad individual es la única garantía para mantener a raya la Covid-19″.
-Bueno, dejemos aparte el género femenino que le dan al palabro porque la "d" final es abreviatura de 'disease', o sea, enfermedad, que tiene género gramatical femenino en castellano, vayamos al meollo del asunto: ¿Qué es la responsabilidad? ¿En qué consiste la cualidad de ser responsable?
-Pues a nuestra capacidad de respuesta. El
éxito de las medidas profilácticas del gobierno se debe precisamente a
la creencia de que es nuestra responsabilidad “de todos y cada uno”
parar, por ejemplo, el virus. Recuérdense aquellos eslóganes: “Este
virus lo paramos entre todos”, acompañados de los inevitables aplausos y
los pensmaientos positivos: “Todo saldrá bien”. La llamada a la
responsabilidad individual es, en realidad, una llamada a la
responsabilidad colectiva, que se hace de uno en uno, recordándonos que
una masa es una suma de individuos, y que un individuo es un ingrediente
de la masa donde todos son intercambiables.
-¿Qué dice la etimología?
-Pues, según Coromines, la palabra “responsable” hizo su aparición en nuestra lengua no hace mucho tiempo, en 1737 y el sustantivo “responsabilidad” un poco más tarde, en el siglo XIX. Es una palabra culta derivada del latín responsum, que es el participio del verbo respondere que significaba garantizar y responder, compuesto del prefijo intensivo re- y el verbo simple spondere que significaba prometer, de ahí nuestros esponsales y nuestros esposos y esposas, y también nuestra correspondencia y corresponsales.
-Pero ¿por qué le llaman responsabilidad cuando quieren decir obediencia?
-Muy sencillo, porque la respuesta que se espera de nosotros, votantes y contribuyentes, es esa misma, la obediencia a lo que está mandado. En eso y no otra cosa consiste ser responsable: en tener la capacidad de responder a lo que se nos pide cumpliéndolo y no cuestionándolo. Uno de los significados de la palabra en nuestro diccionario lo dice todo: Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente. Si alguien realiza un acto libremente, se responsabiliza de él, es decir, reconoce y acepta las consecuencias derivadas de ese hecho: responde en el sentido de “da cuenta” de lo que ha hecho cuando se le pregunta por ello.
-¿Se puede hacer algo contra toda esta locura sinsentido?
-Frente a esto, sólo cabe, en sentido contrario, hacer una llamada a la irresponsabilidad, a decir que no, nosotros no somos responsables y no tenemos por qué obedecer a lo que está mandado y ordenado. Al principio de la pandemia universal me llegó un comentario de un conocido que decía lo siguiente: “Me flipa muchísimo la cantidad de gente que entiende el confinamiento como una restricción del gobierno y no como una responsabilidad civil” (Hoy habría que sustituir la palabra "confinamiento" por “nueva normalidad”, porque esto, aunque haya cambiado de nombre, ha venido para quedarse, como reconoce la gente por lo bajo, y ahora se llama así). Y yo le dije: Así es como hay que entenderlo, como lo entiende “cantidad de gente”, como lo que es: una restricción del gobierno. Estas medidas, aparte de su nula eficacia clínica, se quieren presentar no como lo que son realmente, imposiciones del gobierno, sino como obligaciones de la voluntad de los súbditos, una “responsabilidad civil”, ese mantra que tanto se repite últimamente, que viene a decir que la responsabilidad de los ciudadanos es obedecer a lo que les manda el gobierno.
-¿Se puede acabar de una vez por todas con esta dichosa pandemia sin morir en el intento?
-Sí, minimizando y ridiculizando su existencia. El humor puede destruir la seriedad de lo que está mandado que creamos. Sigamos el consejo del sofista Gorgias: desarmar la risa con la seriedad y la seriedad con la risa. Y, por supuesto, hay una forma muy sencilla para los que no tengan a estas alturas, con la que nos está cayendo encima, mucho sentido del humor o hayan perdido el mucho o poco que tenían: dejar de hacerse tests. Si dejamos de hacernos tests, dejará de haber positivos y negativos y dejará, sin más, así de fácil, de haber contagiados y pandemia. Esa es la forma más efectiva de acabar con esta pandemia de todos los demonios.
-¿Hay vacuna disponible y eficaz contra la peste?
-Sí, muy barata y al alcance de todos, y que aceptarían hasta los que están en contra de las vacunas porque no tiene ningún efecto secundario ni colateral: dejar de creer en la pandemia.