domingo, 28 de junio de 2020

Follas novas

Recuerdo a Quique, mi compañero de pupitre del Instituto de Bachillerato. De él aprendí que los profesores no siempre tienen razón. Estábamos en clase de Literatura Española, y nuestro barbudo profesor progre y barrigudo de aquellos años de oprobiosa dictadura franquista nos explicaba la lección de Rosalía de Castro y el romanticismo gallego, que era lo que tocaba entonces. 

Al llegar a la obra poética de Rosalía, nos mandó subrayar el título “Follas novas”, que se apresuró a traducirnos como "Hojas nuevas" para deshacer cualquier equívoco,  y que pronunció a la latina o a la italiana, “folas” en vez de “follas”, quizá para evitar el cachondeo general de toda la clase,  quizá por ignorancia de la lengua de Rosalía. 

 Rosalía de Castro (1837-1885)

Quique me dio un codazo entonces y me dijo por lo bajo muy indignado que en gallego se decía “follas novas” con elle, como follar, y no “folas novas”, con ele, como había dicho el profe, que eso no era gallego. Yo, que no sabía a quién debía hacer más caso, si al profesor de Lengua y Literatura o a mi compañero de pupitre, me decanté al fin por este último, que era de la Coruña y era amigo mío, aunque el compañero de atrás se reía de nosotros diciendo que a ver si íbamos a saber nosotros y, especialmente, Quique más que el profesor… 

Efectivamente, en gallego se pronuncia, como en portugués folhas y el francés feuilles, e incluso en italiano foglie con elle, por así decirlo, pese a que haya desaparecido la letra y el fonema prácticamente a causa del yeísmo general. Todas estas formas derivan de la palabra latina folia, que era el plural de folium, del que conservamos el cultismo folioque se reinterpretó como singular femenino, evolucionando después en castellano a hoja, de donde nuestra hojarasca y el verbo hojear.


Quique me contó que la morriña, esa muertecita de la que hablaba la poesía de Rosalía de Castro existía, porque él padecía aquel sentimiento de nostalgia infinita de Galicia, de destierro del paraíso, una profunda sensación de abandono íntimo y de soledad o desolación que un gallego sufría cuando estaba mucho tiempo lejos de su madre edípica, Galicia. 

 Adiós, ríos; adiós, fontes. (Cantares Gallegos, 1863) Canta Amancio Prada.

Recuerdo aquí su nombre, amistad y trato de tres o cuatro años por haber sido él, Quique, Enrique, el primer gallego que conocí y que me hace evocar la dulzura de la Galicia verde y húmeda de la lluvia sempiterna, la Galicia que se siente desamparada, peregrina, compostelana y ausente de sí misma como si fuera una encarnación viva de la Virxe da Soidade, la Virgen y Madre de la Soledad con el corazón atravesado por la tristeza de numerosos puñales.

sábado, 27 de junio de 2020

Lo dulce y lo amargo: dulceamargo

Leyendo a Salviano de Marsella: (El profeta dice): ¡Ay de los que dicen dulce a lo amargo y amargo a lo dulce! Vae his qui dicunt dulce amarum, et amarum dulce. Y hay que aferrarse a la verdad por todos los medios de forma que lo que hay en una cosa esté también en las palabras ac per hoc modis omnibus tenenda ueritas, ut quod in re est, hoc et in uerbis sit; aquellas cosas que contienen en sí dulzura se llamen dulces, las que amargura amargas quae in se dulcedinem habent, dulcia, quae amaritudinem amara dicantur.” (Salviano, Del gobierno de Dios VIII, 1, traducción propia). 

La fórmula que utiliza Salviano para decir que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, o mejor dicho, calificarlas con los adjetivos correspondientes es: quod in re est, hoc et in uerbis sit, contraponiendo in re (en la cosa, en la re-alidad) con in uerbis (en las palabras, en el lenguaje). 

Cuando dice quod in re est no se refiere a la cosa o res propiamente dicha, a su sustancia, sino a sus cualidades. No se refiere al sustantivo, sino a sus adjetivos, por utilizar la terminología gramatical. Y contrapone como ejemplo, trayendo una cita de la Biblia, lo dulce y lo amargo. 

La referencia de Salviano nos lleva al libro del profeta Isaías (5, 20), que cito por la traducción de la Biblia de Nácar-Colunga que manejo: ¡Ay de los que al mal llaman bien / y al bien mal; / que de la luz hacen tinieblas, / y de las tinieblas luz; / y dan lo amargo por dulce, / y lo dulce por amargo! 



La cita completa de Isaías no se refiere sólo a los adjetivos amargo y dulce, que recoge Salviano, sino a los sustantivos luz y tinieblas, y a los abstractos morales “el bien” y “el mal”, que veo que en la Vulgata latina corresponden a adjetivos neutros sustantivados. 

Si recurrimos, en efecto, a la Vulgata, que es la traducción al latín del texto hebreo, leemos: væ qui dicunt malum bonum et bonum malum ponentes tenebras lucem et lucem tenebras, ponentes amarum in dulce et dulce in amarum

En latín las formas neutras del adjetivo “bonum” y “malum”, que teóricamente traducimos por “lo bueno” y “lo malo” cuando están sustantivadas, suelen verterse a veces también por sustantivos abstractos “el bien” y “el mal”, como hacen Nácar-Colunga. Este fenómeno nos lleva a considerar también que no sólo se pueden trastrocar los adjetivos, sino también los sustantivos, contra lo que nos reconviene el refranero castellano que dice que hay que llamar “al pan, pan” y “al vino, vino”. 

 Profeta Isaías, Capilla sixtina, Miguel Ángel

Parece que con los nombres de las cosas concretas y materiales no cabe mucha confusión. A nadie se le ocurre, y no sería de recibo llamar vino al pan o pan al vino.

El problema, tal como lo plantean Salviano y el propio profeta Isaías, se complica con los adjetivos, que son más subjetivos, por así decirlo, y lo que a uno le parece dulce a otro puede resultarle amargo y viceversa. 

Llegamos así al famoso dicho platónico de que los sofistas, aquellos intelectuales griegos contemporáneos de Sócrates, el último presocrático, que también era uno de ellos aunque no cobraba por serlo, eran capaces con sus enseñanzas o desenseñanzas de hacer del argumento menor o más flojo el de mayor peso, τὸν ἥττω λόγον κρείττω ποιεῖν, y por lo tanto de hacer ver lo blanco negro y lo negro blanco, y pasando de los colores a los adjetivos morales, de lo bueno malo y de lo malo bueno, propugnando el relativismo moral que condena el bíblico profeta. 

La poetisa griega Safó de Lesbo calificó a Eros, el amor, de dulce y amargo simultáneamente, incapaz de decidirse por una u otra cualidad exclusivamente, pero no lo dijo en dos palabras, sino, haciendo uso de la plasticidad de la lengua de Homero, en una sola compuesta y contradictoria: dulciamargo o, si se prefiere, dulceamargo (γλυκύπικρον) como lo tradujo García Calvo en aquellos dos versos: “Héme aquí que me aguija atormentador, / dulceamarga insufrible alimaña amor”.

jueves, 25 de junio de 2020

La coronación del virus entre el hiyab y la psyop.

Estamos viviendo una pesadilla apocalíptica de índole religiosa. La razón ha sido defenestrada. En su lugar hemos entronizado una teocracia islámica en el sentido etimológico de la palabra árabe islam, لإسلام, que significa sumisión, sometimiento

La mascarilla, que se ha convertido en una cuestión ética y moral que brinda a los creyentes una falsa sensación de seguridad, es el símbolo, además, de una nueva fe que no promete ya la salvación del alma, espiritual, sino del cuerpo. La mascarilla, dentro de esta nueva religión, es el Hiyab, el velo islámico. 

La inevitable Güiquipedia nos depara a propósito esta sorpresa etimológica: La palabra islām, de la raíz trilítera s-l-m, deriva del verbo árabe aslama, que significa literalmente ‘aceptar, rendirse o someterse’.​ Así, el islam representa la aceptación y sometimiento a la voluntad de Dios (de Dios, sí, que es la traducción castellana de la palabra árabe Al-Lāh الله que significa precisamente ‘el Dios’). Aunque Nietzsche certificó la muerte de Dios por boca de Zaratustra, sabemos que en verdad no murió sino que se reencarnó en el Estado, y no sólo en Él, sino también en el Capital, añadimos nosotros ahora, que son tal para cual, las dos caras, la política y la económica, de una misma y única moneda. 

Los fieles deben demostrar su sumisión venerándolo, siguiendo estrictamente sus órdenes y aboliendo el politeísmo y las creencias paganas anteriores. 

En palabras del arabista Pedro Martínez Montávez: Se dice habitualmente que islam significa sumisión total a Dios, lo que es indudablemente cierto, aunque no es menos cierto que ello corresponde a la traducción de solo una parte de la palabra. Queda una segunda parte por traducir, atendiendo a la raíz lingüística de la que deriva, que cubre el campo semántico del bienestar, de la salvaguarda, de la salud, de la paz. Quiere esto decir, sencilla y profundamente, que el creyente se somete a Dios, se pone en sus manos, porque tiene la seguridad de que así se pone a salvo. Obsérvese también que islam y salam —que es como en lengua árabe se dice paz— son términos hermanos, al derivar ambos de la misma raíz.​ 


Pero en realidad esto no es paz, sino una guerra camuflada: una guerra psicológica. Y conviene hacer creer que hemos vencido al virus, el Enemigo, porque era un objetivo hacerlo colectivamente. Esa era la consigna: «Juntos lo venceremos». 

Pero no cantemos epinicios todavía. El enemigo es muy traicionero porque permite la bondad de la evolución en muchas personas, sobre todo jóvenes pero que se convierten en portadores y transmisores asintomáticos que van a contagiar a las personas vulnerables... Así que nadie está libre de este apocalíptico enemigo, el peor de todos, el que todos y cada uno llevamos dentro: unos, los más vulnerables porque son sus víctimas, y otros, los más sanos, porque son los portadores víricos y potenciales verdugos. 

El enemigo, para San Antonio y sobre todo con el rocío mañanero de la noche de san Juan (con la hoguera de san Juan, todos los males se van), como creían los antiguos, se ha replegado, perdiendo virulencia y retirándose a sus campamentos de invierno. Sencillamente, el virus ahora tiene un trabajo muy difícil de propagación en las condiciones meteorológicas actuales, por lo que, incapaces de seguir empanicándonos con él en la coyuntura actual, aseguran que, entre esporádicos brotes y rebrotes veraniegos, volverá en otoño, renovando la agresividad de su ataque en toda su crudeza, cuando las mascarillas se sustituyan por las bufandas, porque habrá una segunda ola de nuevas invasiones. 

El mensaje que transmiten las autoriades sanitarias para que asumamos responsablemente la realidad es que nos hallamos ante unos meses de calma tensa, pero que debemos prepararnos seriamente para un brote otoñal situado en el futuro inalcanzable por definición. 

Estamos viviendo una PSYOP, que en la lengua del Imperio es la abreviatura de psycological operation, es decir, de una operación psicológica, en el sentido de maniobra de guerra psicológica. 

Esto aparece, no me lo invento yo, en la página electrónica del Ministerio de Defensa del Gobierno de las Españas concerniente al Grupo de Operaciones Psicológicas: Las operaciones psicológicas (PSYOPS) tienen como objeto modificar la conducta de una parte de la población previamente elegida, influyendo en sus percepciones y actitudes. Y también esto otro: Las unidades PSYOPS son necesarias en cualquier operación militar, ya que éstas implican de una forma u otra la imposición de nuestra voluntad sobre la del adversario.

miércoles, 24 de junio de 2020

El peregrino y la peste

El devoto peregrino y Viaje de Tierra Santa es la crónica del viaje a Jerusalén que fray Antonio del Castillo realizó en 1627 y que le llevó siete años. 

Pasó bastante tiempo hasta que este franciscano viajero publicó su libro (Madrid, Imprenta Real, 1654), que llegó a ser el relato de peregrinación más reeditado desde mediados del siglo XVII, y se convirtió en algo así, diríamos hoy, como la guía oficial del viaje del peregrino  a Tierra Santa.

A su llegada al Cairo, escribe el reverendo padre sobre la peste que asoló la ciudad: (Cito por la edición parisina de 1666, libro II, capítulo tercero).  

“Sola esta ciudad tendrá, según nos afirmaron, cuatro millones de personas: y si nuestro Señor no proveyera de que viniesen aquellas pestes de tres en tres años, en todos aquellos países no cupiera la gente ya en el mundo. 

Viene la peste y no dura más que cuatro meses, Marzo, Abril, Mayo y Junio hasta el día de san Juan, porque esta noche, en cayendo el rocío, el día siguiente no hay más peste. 

El año que yo pasé por allí murieron ochocientas mil personas: otros años mueren un millón y más. 

Barrios viejos de El Cairo durante la epidemia de cólera a finales del siglo XIX.

Había día que morían cuarenta mil y más: porque la cuenta que hacían los mercaderes era decir: Esta ciudad tiene cuarenta mil calles, hay calles de más de legua y media, y otras pequeñas, contando de cada una un muerto, grande con pequeña, vienen a ser cuarenta mil los muertos cada día. 

Hubo día que por sola una puerta de la ciudad, se vieron salir cinco mil muertos. 

Ellos no se guardan de la peste: en muriendo uno, el otro se pone la camisa del muerto, porque dicen es gran favor de su Mahoma el que muere de peste, y así a nosotros los cristianos, que nos guardamos, y a los judíos, nos llaman bestias, porque dicen que la peste la envía Dios, y puede entrar por ventanas y techos.” 

martes, 23 de junio de 2020

Concepto de distanciamiento social

Eso que ahora se oye tanto -¿por qué será?- de “distanciamiento social” (social distancing en la lengua del Imperio, de donde se calca la expresión a las demás lenguas vasallas) era hasta hace bien poco una fórmula inexistente en nuestro vocabulario o, por lo menos necesitada de explicación. 

En español teníamos una expresión relativamente parecida, que era “guardar las distancias”, que venía a ser algo así como que no había que permitir excesiva familiaridad en el trato a los desconocidos, cosa que podía conseguirse por ejemplo evitando el tuteo y tratando a alguien de usted, o saludar ofreciéndo la mano fríamente en lugar de dar un par de besos... 

Pero no es lo mismo. Ahora no se trata de una medida individual que tomamos nosotros por desconfianza, precaución o recelo, sino colectiva de distanciamiento físico -algunos prefieren de hecho llamarlo así porque les suena más aséptico que “social”- que se nos ha impuesto desde arriba a todos y cada uno por la emergencia de la presunta crisis sanitaria y por nuestro propio bien, a fin de evitar el contagio del virus coronado en su versión actual o en futuras ediciones.

Nos recuerdan, además, que podemos guardar el distanciamiento físico y sin embargo “socializarnos” en redes y foros virtuales como estas mismas páginas donde podemos escribir y comentar... 




La expresión “social distancing” fue usada por primera vez por los funcionarios del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos en un informe de asesoramiento de 2007, según la inevitable Güiquipedia, donde se vieron obligados a explicar el término en una nota al pie de página, que decía así: Social distancing refers to methods for reducing frequency and closeness of contact between people in order to decrease the risk of transmission of disease. Examples of social distancing include cancellation of public events such as concerts, sports events, or movies, closure of office buildings, schools, and other public places, and restriction of access to public places such as shopping malls or other places where people gather. Es decir, según el traductor de google: “El distanciamiento social se refiere a métodos para reducir la frecuencia y la cercanía de contacto entre las personas a fin de disminuir el riesgo de transmisión de enfermedades. Los ejemplos de distanciamiento social incluyen la cancelación de eventos públicos como conciertos, eventos deportivos o películas, el cierre de edificios de oficinas, escuelas y otros lugares públicos, y la restricción del acceso a lugares públicos como centros comerciales u otros lugares donde las personas se reúnen”. 

Durante la gripe AH1N1 de 2009, inicialmente considerada también una pandemia, la OMS describió el distanciamiento social como "mantener al menos la distancia de los demás de un brazo, [y] minimizar las reuniones". Durante la epidemia de COVID-19, el CDC reformuló la definición de distanciamiento social como "permanecer fuera de los entornos congregados, evitar reuniones masivas y mantener la distancia de los demás (aproximadamente seis pies o dos metros) cuando sea posible". 

No está claro por qué precisamente seis pies y no dos o quince. Seis pies en el sistema métrico anglosajón vienen a ser 1,8288 metros, es decir, ni metro y medio ni dos metros exactamente, quizá de ahí venga la indefinición a la hora de traducirlo a nuestro sistema métrico decimal. 

 


"Distanciamiento social" realmente significa que hagamos lo que nos mandan las autoridades sanitarias pero no porque nos lo manden y nosotros obedezcamos sino porque estamos convencidos de que es lo mejor “por nuestro bien” para nosotros. No quieren imponérnosla, quieren que salga de nosotros. Están modificando nuestros comportamientos y haciendo que recelemos del contacto, que etimológicamente es contagio, de los otros, los demás. Así hay gente que si va por la calle y va a cruzarse con alguien que no lleva mascarilla, cambia de acera y evita a esa persona como si de la mismísima personificación de la peste se tratase. 

En todo caso es una medida inédita hasta ahora, propia del siglo XXI, nunca antes vista ni oída. No es una medida sanitaria que pretenda curar nada, sino, en todo caso, profiláctica, basada en la falacia de que vale más “prevenir que curar”, que es mucho mejor evitar que algo malo suceda antes que tener que solucionarlo una vez que haya sucedido. 

Esto podría tener algún sentido cuando sabemos a ciencia cierta que algo va a suceder, pero ¿quién sabe eso? ¿Cómo podemos estar seguros de que va a pasar algo que no ha pasado? La medicina, que no es una ciencia, debería curarse en salud, nunca mejor dicho, y hacer una cura de humildad y dedicarse, como buena curandera, a cuidar y sanar enfermos de carne y hueso, no a prevenir enfermedades. Porque esto que nos ha venido encima es un instrumento de represión política, destinado a mantener a las personas separadas, aisladas voluntariamente de los demás, a los que considera enfermos potenciales, pacientes en lenguaje clínico, evitando cualquier tipo de asambleas públicas y libres.

lunes, 22 de junio de 2020

¿Nueva normalidad o nueva normativa?

Norma era el nombre que los romanos daban en latín a la escuadra del carpintero o del albañil, es decir, a una herramienta forjada de hierro u otro metal, con dos ramas unidas en ángulo recto, en forma de letra L mayúscula, con la que se aseguraban, por ejemplo, ensambladuras de maderas. 

De este primer significado concreto pasó a tener el sentido figurado y abstracto de regla y de precepto. Cuando decimos que algo es normal, estamos en realidad diciendo que se adapta a la “norma”, que está hecho a escuadra. 

Con el sustantivo norma y el adjetivo normalis sucedía lo mismo que con regula, el nombre de la regla, y regularis: lo normal y lo regular es lo que responde al trazado de la escuadra o de la regla. 

Si consultamos el diccionario de la Academia, la situación se invierte en castellano: el primer significado que aparece de “norma” es el que en latín era el segundo y figurado: Regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etc. Y el segundo, el concreto que en latín era el primero: Escuadra que usan quienes arreglan y ajustan los maderos, piedras, etc. Conservándose la palabra, se ha invertido la prevalencia de sus dos significados. 


Últimamente se oye mucho la expresión “nueva normalidad”, que resulta un tanto contradictoria y paradójica y quizá, por eso mismo, se presta bien a ser un concepto manejado con éxito por la clase política, del estilo de otros que han tenido también mucho éxito como “realidad virtual” o “comida basura”. 

Con lo de “nueva normalidad” quieren sugerirnos que, después de la situación extraordinaria de haber padecido el arresto domiciliario de un confinamiento y cierre de fronteras no sólo nacionales sino hasta provinciales y municipales, volvemos al estado anterior, pero bajo algunas condiciones restrictivas, por lo que no se trata de la normalidad de toda la vida, previa a dicho estado de alarma o de excepción, sino a una nueva situación. 

Pero, en realidad la normalidad no puede ser algo nuevo. Esto es contradictorio totalmente. Porque la vuelta a la normalidad es el retorno a lo mismo de siempre. Y esto que nos venden ahora no es lo mismo de siempre. No nos engañemos.


No deja de ser un oximoro, o “aguda estupidez”, como decían los clásicos, es decir, una figura retórica del estilo de “silencio ensordecedor” o de “sensata locura”. Pero no es como las mencionadas: “silencio ensordecedor” es una contradicción capaz de suscitar la emoción poética de un concepto nuevo; y “sensata locura” transmite, además, algo de sabiduría que abre la mente a la paradoja rompiendo la barrera entre lo cuerdo y lo alocado. 

“Nueva normalidad” es un oximoro no literario ni tampoco filosófico, sino huero como una cáscara vana, que sólo busca el efectismo del lenguaje, favorecido por la aliteración de la letra inicial ene, para ocultar un concepto insustancial, no poco hipócrita además. Creado recientemente por políticos e intelectuales orgánicos no muy inteligentes, por cierto, aunque sí muy listos, ha saltado de la lengua de Goethe (donde parece que se acuñó el concepto sociopolítico de neue Normalität) a todas las demás, popularizado enseguida en todo el mundo por todos los gobiernos. 

Lo que sí puede ser algo nuevo no es la normalidad, sino la normativa que se aplica. En realidad debería decirse, para no engañar a nadie y llamar a las cosas por su nombre: nueva normatividad, la de una normativa que consiste en guardar dos metros de distancia física con los demás y mascarilla en lugares públicos entre otras profilaxis. 

Y esto, salta a la vista enseguida, no es la normalidad normal de toda la vida, valga la redundancia, lo que se nos viene encima, sino, al contrario, una anormalidad (de ab-normalis, con el prefijo separativo ab: alejado de la norma) o subnormalidad (de sub-normalis que está por debajo -sub- de la norma) enorme (con el prefijo centrífugo e/ex, y con el sentido de que se sale de la norma y por lo tanto resulta desproporcionado y desmedido en cuanto a su tamaño).

domingo, 21 de junio de 2020

Gracias a la naturaleza

Un fragmento del divino Epicuro dice: Gracias a la bendita Naturaleza, porque hizo que lo necesario fuera fácil de adquirir, y lo difícil de adquirir innecesario (χάρις τῇ μακαρίᾳ Φύσει, ὅτι τὰ ἀναγκαῖα ἐποίησεν εὐπόριστα, τὰ δὲ δυσπόριστα οὐκ ἀναγκαῖα).

Se ha dicho que aquí Epicuro está divinizando a la naturaleza, cosa harto extraña en un ateo como él, cuyo ateísmo no negaba directamente la existencia de los dioses, sino su interés por los asuntos humanos. En realidad, se trata de  una prosopopeya o personificación, es decir, una figura estilística literaria a la que recurre el autor para llamar la atención del lector, lo que explica que el término "naturaleza" aparezca escrito casi siempre con letra inicial mayúscula en las ediciones modernas, como corresponde a los nombres propios.  


La palabra que traducimos por "naturaleza" se dice en griego physis φúσις, de donde nos vienen a las lenguas modernas los términos relacionados con ella de física para lo natural y metafísica, lo que está más allá para lo sobrenatural, y también fisioterapia, fisonomía y fisiología, por ejemplo. El término griego encuentra su equivalente latino en "natura", de ahí que el adjetivo físico sea de alguna manera sinónimo de natural, y no sólo de corporal, material o real

En la frase epicúrea hallamos el aoristo del verbo poieo ποιέω “hacer”: el presente se convierte en pasado añadiéndole a la raíz del verbo el llamado aumento silábico y la sigma que caracteriza en griego a esta forma verbal. De este verbo poieo ποιέω derivan los helenismos poema, poeta, poesía, que conforman la trinidad poética: el poeta el es creador, el poema lo creado y la poesía la creación, lo que no deja de ser curioso porque el verbo en principio sólo significa “hacer”, pero adquirió enseguida la connotación de “crear”, es decir, de hacer algo que no está hecho previamente, por lo que se aplicó a las obras de arte de las Musas.

Tenemos más derivados de este verbo griego en castellano, por ejemplo los acabados en -peya: epopeya, etopeya, onomatopeya y prosopopeya, donde salen a relucir otros términos griegos: epos ἔπος, narración; etos ἔθος, carácter; ónoma ὄνομα, nombre; prósopon πρόσωπον, rostro. Pero también son derivados de este verbo los términos acabados en -pea, como farmacopea y melopea, que nos llevan a fármacon φάρμακον droga y a melos μέλος, música

En la frase de Epicuro aparecen los términos compuestos: eupórista εὐπόριστα fácil de adquirir o viable y dyspórista δυσπόριστα, difícil de adquirir o inviables, con los prefijos eu- ευ- bueno, fácil, y dys- δυς- difícil. El segundo término de la palabra nos remite a póros πόρος, el nombre griego del paso, vado, puente, camino... Estos prefijos perviven en castellano para lo bueno  en eufemismo, eufonía, euforia, eutanasia... y para lo malo en díscolo, disentería, disfasia... En cuanto al término póros πόρος, llegamos a la aporía, con la alfa inicial que es prefijo negativo, al callejón sin salida filosófico que la Real Academia define como "enunciado que expresa o que contiene una inviabilidad de orden racional". 


Volviendo a la sentencia epicúrea, no he encontrado ninguna formulación parecida en Lucrecio, su fiel escudero latino, y sí, sin embargo, en Séneca. En la Consolación a su madre Helvia XI, 1, del estoico cordobés leemos una formulación muy parecida a la primera parte de la sentencia de Epicuro: nihil homini natura quod necessarium faciebat fecit operosum: La naturalena no le hizo nada trabajoso al hombre lo que le hacía necesario.

sábado, 20 de junio de 2020

"Asoma la tierra con sus frutos"


Ἴδε πῶς ἔαρος φανέντος   Mira cómo al aparecer la primavera 
Χάριτες βρύουσιν ῥόδα·   las Gracias hacen brotar las rosas;
ἴδε πῶς κῦμα θαλάσσης   mira cómo la ola de la mar
ἁπαλύνεται γαλήνηι·   se disuelve en la bonanza;
ἴδε πῶς νῆσσα κολυμβᾶι   mira cómo se zambulle el ánade, 
ἴδε πῶς γέρανος ὁδεύει.   mira cómo pasa la grulla.
ἀφελῶς δ’ ἔλαμψε Τιτάν,   Brilló Titán(1) abiertamente
νεφελῶν σκιαὶ δονοῦνται,   se van las sombras de las nubes,
τὰ βροτῶν δ’ ἔλαμψεν ἔργα,   brillaron las obras de los hombres.
καρποῖσι γαῖα προκύπτει,   Asoma la tierra con sus frutos, 
καρπὸς ἐλαίας προκύπτει·   asoma el fruto del olivo.
Βρομίου στέφεται νᾶμα   El licor de Dioniso se corona,
κατὰ φύλλον κατακλόνον   por hojas y por ramas descendiendo
καθελων ἤνθισε καρπός.    el fruto ya maduro de la vid. 
(Anacreóntica XLVI) 

NOTA.- (1) Alusión a Helios, el Sol, denominado aquí Titán, hijo del titán Hiperión y de la titánide Tía, vástagos ambos de  Urano y de Gea


 Anacreonte, Eugène Guillaume (1849-51)


En la edición de la Loeb Classical Library se ha suprimido el verso  καρποῖσι γαῖα προκύπτει,  considerado espurio por el editor.  Esta es la traducción inglesa, que no incluye dicho verso, que, métricamente confuso y además de difícil interpretación, parece que no sólo no fue escrito nunca por Anacreonte, sino tampoco por el imitador que compuso esta oda a la primavera.  See how the Graces swell the rosebuds now that spring has appeared; see how the waves of the sea become gentle in the calm weather; see how the duck dives and the crane makes its journey. Titan shines strongly, the shadows of the clouds are driven on, the fields of mortals shine, the olive-fruit peeps forth, the juice of Bromius fills out by leaf and by branch; the crop flourishes and blossoms.

Una versión latina de este poema atribuido a Anacreonte, pero que no es de él, sino de alguno de sus muchos imitadores y seguidores del período alejandrino o romano, cuyos nombres propios no conocemos, y que son los que paradójicamente le han dado la fama al poeta jonio en los tiempos modernos, cuya obra, además, sólo se conserva fragmentariamente, dice: sola frugibus grauescunt:  los huertos se recargan de frutos. Nuestro Anacreón castellano, don Francisco de Quevedo, parafrasea así el verso: "la tierra, agradecida a los gañanes, / escondida en las flores que ha parido". 

viernes, 19 de junio de 2020

Estoicamente

Resulta curiosa la noticia que han publicado algunos periódicos de que, durante el confinamiento que hemos sufrido, muchos lectores han acudido a los escritos de Epicteto, Séneca y el emperador Marco Aurelio, es decir, a los filósofos estoicos antiguos buscando algo de consuelo. 

En el mundo anglosajón lo constata el editor de Random House, y en el hispano, la editorial Gredos, especializada en traducción de textos clásicos, que corrobora la demanda de los Pensamientos del emperador sabio Marco Aurelio. 

Del estoicismo lo que nos ha llegado es el tardío romano, que se avenía bastante bien con el Poder, pero nos falta el estoicismo primitivo, de raigambre más cínica y socrática, cuyos textos no se han conservado. 

El estoicismo, que toma su nombre de la Estoa o Pórtico de Atenas, no lejos del ágora, donde se reunían estos filósofos a charlar y a discutir, fue fundado por Zenón de Cicio, nacido en Chipre, que se instaló en Atenas poco después de la muerte de Alejandro Magno y de su maestro Aristóteles. 

Zenón fue discípulo del cínico Crates de Tebas, por lo que se puede afirmar que el estoicismo deriva del cinismo, y ambos de Sócrates. Los estoicos, sin embargo, son menos escandalosos que los cínicos en el comportamiento. Se cuenta la anécdota de que cuando Crates e Hiparquia hicieron el amor a la vista del público, consumando su cinogamia o matrimonio perruno, poniendo así en práctica la anaideia o desvergüenza que predicaban teóricamente, Zenón se interpuso entre ellos y los curiosos tendiendo un tupido velo, interponiendo un manto entre los ojos ajenos y el espectáculo, como si hubiera bajado el telón. 

Los estoicos, por otro lado, son más rigurosos en el razonamiento teórico que los cínicos. Como escuela formal de filosofía, cultivaron la física y la lógica, dándoles un armazón sistemático de doctrina, algo de lo que se habían desentendido los cínicos. 

En cuanto a su pensamiento político, los estoicos primitivos no fueron menos radicales que los cínicos. No se han conservado estos escritos, pero tenemos algunas noticias indirectas. Según ellas, Zenón de Cicio afirmaba que en las ciudades no había que construir ni templos ni juzgados ni gimnasios, que la esclavitud era indigna del ser humano, que hombres y mujeres debían ser y vestir iguales, sin ocultar ninguna parte del cuerpo. Propugnaba que no había que vivir ordenados por Estados ni naciones sino en el cosmopolitismo predicado por Diógenes, siendo todos los hombrees compatriotas y conciudadanos del mundo, así como la abolición del dinero y la propiedad privada. En resumen, el estoicismo primitivo era cosmopolita y defensor de la igualdad del género humano, y la división de la humanidad en naciones era un absurdo. 

Tomo de Luis Andrés Bredlow la noticia de que dos estoicos antiguos Esfero de Borístenes y Blosio de Cumas participaron en política intentando cambiar la sociedad. 

El primero de ellos en Esparta, cuando en el año 227 antes de Cristo asistió como encargado de reorganizar la educación pública al rey Cleómenes, que “en una suerte de revolución desde arriba, liquida el poder político de los oligarcas, admite a la ciudadanía a los pobres y redistribuye la tierra en lotes iguales entre todos”. 

 Séneca, Amadeo Ruiz Olmos (1913-1993)

Blosio de Cumas, otro estoico de esta primera hornada, fue cien años después asesor en Roma de Tiberio Graco, el primer reformador social de la república romana. “Tras el asesinato de Graco, Blosio participó en el Asia Menor en la insurrección de los heliopolitas, el primer movimiento social del mundo antiguo que luchó abiertamente y sin concesiones por la abolición de la esclavitud”. (Luis Andrés Bredlow, "Cínicos y Estoicos",  incluido en Días rebeldes. Crónicas de insumisión, edit. Octaedro 2009...).

Esos movimientos, como tantos otros, fueron derrotados; y la filosofía estoica que luego se difundió entre la aristocracia del Imperio Romano ya no era la de Zenón y sus primeros discípulos, sino una variante harto más conservadora, que es la que conocemos por los escritos de los estoicos imperiales –Séneca, Epicteto, Marco Aurelio–, los únicos que nos han llegado íntegros, en los que persiste un vago ideal humanitario y cosmopolita, pero que ya no intentan cambiar el mundo sino que lo aceptan estoicamente tal y como es. 

Hay, por lo tanto, importantes diferencias entre los primeros estoicos, en general afincados en Grecia, y los del periodo romano, que son los que ahora se releen porque son los que se han conservado, y que aceptaron participar en los gobiernos. Ya se ha mencionado que Marco Aurelio fue emperador. 

Tanto Marco Aurelio, que gobernó en latín, como Epicteto escribieron en griego. Séneca, sin embargo, lo hizo en latín. Sus textos han llegado hasta el presente y, traducidos al inglés, al alemán, al francés, al castellano y a otros idiomas, siguen sirviendo de enseñanza y consuelo para muchos lectores. 

Para los estoicos la felicidad residía en la imperturbabilidad o ataraxia, que consistía en no dejarse arrastrar por las agitaciones mundanas, librándose uno de deseos y temores. El estoico perseguía la serenidad, por lo que no daba entrada a la turbación universal. Más que un conformismo, suponía una negación de la realidad, un intento de que no nos afectaran las noticias del mundo.

Quizá por eso mismo se han vuelto a leer los escritos de estos filósofos. Hemos recurrido a estos autores como consuelo, para tomarnos todo esto que nos estaba pasando con estoicismo, con resignación, como si fuera un mal menor. 

 Estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio

Ofrezco, como muestra de uno de estos autores, un botón: Se trata de un texto de Marco Aurelio. El 14 del libro primero de sus Pensamientos o Meditaciones en traducción de Antonio Gómez Robledo (Bibliotheca scritporum Graecorum et Romanorum Mexicana, UNAM 1992): 

Así debieras vivir tres mil años, o aún treinta mil, acuérdate que ninguno pierde, al morir, otra vida que ésta, que vive, ni vive otra que la que pierde. La vida más larga y la más breve vienen así a reducirse a lo mismo. El presente es igual para todos, y lo que perece es, por tanto, igual, y lo que se pierde aparece así como indivisible. En cuanto al pasado y al futuro, no podríamos perderlos, porque ¿cómo podría alguien despojarnos de lo que no tenemos? 

Acuérdate, pues, siempre de estas dos cosas: la primera, que no todo, desde la eternidad, es uniforme y gira en círculo, por lo que no hay ninguna diferencia entre asistir al mismo espectáculo por cien o doscientos años o por un tiempo infinito; y la segunda, que el hombre más harto de años y el que muere en seguida pierden lo mismo, porque es del presente sólo de lo que son privados, por ser lo único que poseen y no se pierde lo que no se posee.

jueves, 18 de junio de 2020

Un verso de Juvenal: Et propter uitam uiuendi perdere causas

El libro Miseria de la filosofía de Carlos Marx fue la respuesta a Filosofía de la miseria de Proudhon, célebre por haberse preguntado «Qu’est-ce que la propriété?» (¿Qué es la propiedad?) Y haber respondido: «C’est le vol». (Es el robo). La propiedad sería, según Proudhon, una apropiación indebida de algo que naturalmente no nos pertenece. 

En Miseria de la filosofía Marx adorna su texto con una cita latina que le reprocha a Proudhon: "Et propter uitam uiuendi perdere causas". Marx no lo menciona, pero el verso es de Juvenal, sátira VIII, 84. 

Carlos Marx, que tenía una sólida formación clásica y se doctoró con una tesis sobre la diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro, hace una traducción libre, según la cual, Proudhon: “Para salvar su sistema, consiente en sacrificar su base”. 

En otra ocasión, vuelve a citar este mismo verso de Juvenal en un artículo periodístico publicado en Neue Oder Zeitung el 12 de junio de 1855 para subrayar la paradoja dialéctica de cómo el capitalismo está abocado con el progreso de su desarrollo a su propia destrucción. 



La traducción literal del hexámetro no es difícil, aunque no conviene desgajarla del verso anterior, del que depende: Summum crede nefas animam praeferre pudori / et propter uitam uiuendi perdere causas (Juzga nefasto lo más preferir la vida a la honra / y la razón perder de vivir por mor de la vida). 

Juvenal criticaba así las desmesuradas pretensiones de la aristocracia de su tiempo, que se vanagloriaba de sus antepasados pero no estaba a su altura. A diferencia de la riqueza y los apellidos, la virtud no puede heredarse. Aquellos son, sin ella, honores vacíos porque, para Juvenal, la virtud es la única nobleza verdadera. 

Byung-Chul Han, en su último libro publicado en España La desaparición de los rituales (2020) escribe: “La vida que se somete al dictado de la salud, la optimización y el rendimiento se asemeja a un sobrevivir. Carece de todo esplendor, de toda soberanía, de toda intensidad. Juvenal, aquel escritor satírico romano, lo formuló de forma muy certera: Et propter uitam, uiuendi perdere causas: A fin de permanecer con vida, perder lo que constituye el sentido de la vida”. 

Byung-Chul Han no toma la cita directamente de Juvenal, sino indirectamente a través  de La felicidad, el erotismo y la literatura de Georges Bataille, que así la comenta: “Perder, con tal de permanecer vivo, lo que es el sentido de la vida, eso es lo que anuncia la soberanía del trabajo, subordinando todas las cosas al miedo a la muerte.” 

Al margen de todos estos válidos contextos, podemos entender la frase en el siguiente sentido: Para conservarnos biológicamente hablando, por puro instinto de conservación, digamos, dejamos de preocuparnos de los motivos que hacen la vida digna de vivirse. Es como si por salvar el cuerpo, hubiéramos vendido el alma, por expresarlo en términos cristianos. O como si nos empeñásemos en vivir a toda costa, sea como sea, por mero instinto de superviencia (ζωή, zoé) cuando la vida (βíος, bíos) ya no merece ni ese nombre ni la pena de vivirla.

martes, 16 de junio de 2020

Cuatro cosas

Hablando nos sobrevino una revelación que, de puro obvia que es, suele pasar desapercibida: ¿No te das cuenta de que siempre son los demás los que se mueren? 

Un intelectual orgánico de la izquierda española celebra el conformismo rebañego y escribe: "Durante el confinamiento hemos descubierto el placer de obedecer". 
La lucha contra la exposición de niños y adolescentes a las pantallas fracasó al decretarse durante la pandemia el distanciamiento social que ya antes existía. 

Bajo la máscara de la razón y la lógica apareció el verdadero rostro de la locura: La prohibición de acercarnos a los demás, considerados enemigos potenciales.