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sábado, 27 de junio de 2020

Lo dulce y lo amargo: dulceamargo

Leyendo a Salviano de Marsella: (El profeta dice): ¡Ay de los que dicen dulce a lo amargo y amargo a lo dulce! Vae his qui dicunt dulce amarum, et amarum dulce. Y hay que aferrarse a la verdad por todos los medios de forma que lo que hay en una cosa esté también en las palabras ac per hoc modis omnibus tenenda ueritas, ut quod in re est, hoc et in uerbis sit; aquellas cosas que contienen en sí dulzura se llamen dulces, las que amargura amargas quae in se dulcedinem habent, dulcia, quae amaritudinem amara dicantur.” (Salviano, Del gobierno de Dios VIII, 1, traducción propia). 

La fórmula que utiliza Salviano para decir que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, o mejor dicho, calificarlas con los adjetivos correspondientes es: quod in re est, hoc et in uerbis sit, contraponiendo in re (en la cosa, en la re-alidad) con in uerbis (en las palabras, en el lenguaje). 

Cuando dice quod in re est no se refiere a la cosa o res propiamente dicha, a su sustancia, sino a sus cualidades. No se refiere al sustantivo, sino a sus adjetivos, por utilizar la terminología gramatical. Y contrapone como ejemplo, trayendo una cita de la Biblia, lo dulce y lo amargo. 

La referencia de Salviano nos lleva al libro del profeta Isaías (5, 20), que cito por la traducción de la Biblia de Nácar-Colunga que manejo: ¡Ay de los que al mal llaman bien / y al bien mal; / que de la luz hacen tinieblas, / y de las tinieblas luz; / y dan lo amargo por dulce, / y lo dulce por amargo! 



La cita completa de Isaías no se refiere sólo a los adjetivos amargo y dulce, que recoge Salviano, sino a los sustantivos luz y tinieblas, y a los abstractos morales “el bien” y “el mal”, que veo que en la Vulgata latina corresponden a adjetivos neutros sustantivados. 

Si recurrimos, en efecto, a la Vulgata, que es la traducción al latín del texto hebreo, leemos: væ qui dicunt malum bonum et bonum malum ponentes tenebras lucem et lucem tenebras, ponentes amarum in dulce et dulce in amarum

En latín las formas neutras del adjetivo “bonum” y “malum”, que teóricamente traducimos por “lo bueno” y “lo malo” cuando están sustantivadas, suelen verterse a veces también por sustantivos abstractos “el bien” y “el mal”, como hacen Nácar-Colunga. Este fenómeno nos lleva a considerar también que no sólo se pueden trastrocar los adjetivos, sino también los sustantivos, contra lo que nos reconviene el refranero castellano que dice que hay que llamar “al pan, pan” y “al vino, vino”. 

 Profeta Isaías, Capilla sixtina, Miguel Ángel

Parece que con los nombres de las cosas concretas y materiales no cabe mucha confusión. A nadie se le ocurre, y no sería de recibo llamar vino al pan o pan al vino.

El problema, tal como lo plantean Salviano y el propio profeta Isaías, se complica con los adjetivos, que son más subjetivos, por así decirlo, y lo que a uno le parece dulce a otro puede resultarle amargo y viceversa. 

Llegamos así al famoso dicho platónico de que los sofistas, aquellos intelectuales griegos contemporáneos de Sócrates, el último presocrático, que también era uno de ellos aunque no cobraba por serlo, eran capaces con sus enseñanzas o desenseñanzas de hacer del argumento menor o más flojo el de mayor peso, τὸν ἥττω λόγον κρείττω ποιεῖν, y por lo tanto de hacer ver lo blanco negro y lo negro blanco, y pasando de los colores a los adjetivos morales, de lo bueno malo y de lo malo bueno, propugnando el relativismo moral que condena el bíblico profeta. 

La poetisa griega Safó de Lesbo calificó a Eros, el amor, de dulce y amargo simultáneamente, incapaz de decidirse por una u otra cualidad exclusivamente, pero no lo dijo en dos palabras, sino, haciendo uso de la plasticidad de la lengua de Homero, en una sola compuesta y contradictoria: dulciamargo o, si se prefiere, dulceamargo (γλυκύπικρον) como lo tradujo García Calvo en aquellos dos versos: “Héme aquí que me aguija atormentador, / dulceamarga insufrible alimaña amor”.

lunes, 8 de junio de 2020

De los bagaudas

Según la inevitable Güiquipedia, los bagaudas eran los integrantes de numerosas bandas que participaron en una larga serie de revueltas o rebeliones, que se dieron en las Galias y las Hispanias durante el Bajo Imperio, y que continuaron desarrollándose hasta el siglo X. Sus integrantes eran principalmente soldados desertores de las legiones romanas o colonos que querían librarse de sus obligaciones fiscales, esclavos huidos, forajidos o indigentes que se enfrentaban a la opresión laboral tanto del sistema militar como del «prefeudal» de grandes propietarios que surgió en el Bajo Imperio. 

La primera noticia de estas revueltas se tiene en la Galia, a finales del siglo III, concretamente en el año 284, recién nombrado emperador Diocleciano. Nos informa escuetamente, como es habitual en él, Eutropio (Breuiarium ab urbe condita IX, 20, traducción de Emma Falque en Biblioteca Clásica Gredos) Ita rerum Romanarum potitus cum tumultum rusticani in Gallia concitassent et factioni suae Bacaudarum nomen inponerent, duces autem haberent Amandum et Aelianum, ad subigendos eos Maximianum Herculium Caesarem misit, qui leuibus proeliis agrestes domuit et pacem Galliae reformauit  (Habiendo tomado así Diocleciano el Imperio Romano, se encontró con que los campesinos habían iniciado una revuelta en la Galia, y que habían dado a su facción el nombre de bagaudas, y tenían como jefes a Amando y Eliano, por lo que envió a Maximiano Herculio como César para someterlos. Este venció a los campesinos con ligeras escaramuzas y restauró la paz en la Galia).

 Busto del emperador Maximiano Herculio

Otra fuente histórica es Aureliano Víctor, quien en su De Caesaribus 39, 17 dice, hablando de Diocleciano (traducción propia): Namque ubi comperit Carini discessu Helianum Amandumque per Galliam excita manu agrestium ac latronum, quos Bagaudas incolae uocant, populatis late agris plerasque urbium tentare, Maximianum statim fidum amicitia quamquam semiagrestem, militiae tamen atque ingenio bonum imperatorem iubet (Pues cuando descubre tras la partida de Carino que Heliano y Amando habiendo formado en la Galia una tropa de campesinos y salteadores de caminos, a los que los naturales del lugar llaman bagaudas, una vez asolados ampliamente los campos, querían tomar la mayoría de las ciudades, ordena emperador inmediatamente a Maximiano en quien confía por su amistad aunque medio campesino, sin embargo bueno en la milicia y por su carácter). 

Y también (19) Sed Herculius in Galliam profectus fusis hostibus aut acceptis quieta omnia brevi patraverat (Pero Herculio (es decir, Maximiano) habiendo partido hacia la Galia, una vez ahuyentados los enemigos o hechos prisioneros, hubo dejado en poco tiempo todo tranquilo).

De los bagaudas escribirá un elogio, o al menos una justificación, Salviano de Marsella en el siglo V d. C. en su Sobre el gobierno de Dios (Hay traducción española de José Francisco Escribano Maenza, Xeito ediciones, 2019): Malunt enim sub specie captivitatis uiuere liberi quam sub specie libertatis esse captiui (Prefieren en efecto vivir libres bajo apariencia de cautiverio que ser cautivos bajo apariencia de libertad). Y continúa: Itaque nomen ciuium Romanorum aliquando non solum magno aestimatum, sed magno emptum, nunc ultro repudiatur ac fugitur; nec uile tantum sed etiam abominabile paene habetur: (Así pues la condición de ciudadanos romanos, que fue en alguna ocasión no sólo estimada, sino apreciada en mucho, ahora de por sí es rechazada y evitada; y no se considera sólo despreciable sino además casi abominable). 

El contexto histórico es que la presión fiscal imperial era tal, en plenas invasiones bárbaras, que para muchos eran preferibles los bárbaros, a los recaudadores de impuestos imperiales. El momento de auge de los bagaudas coincide con el de mayor incidencia de las invasiones germánicas del siglo V, en plena decadencia del Imperio, cuando se produce el segundo movimiento bagáudico. 

Estas revueltas se trasladan también a la provincia Tarraconense y a territorio vascón, dentro de nuestra península, en el marco de la crisis social y económica del Bajo Imperio Romano. Los enfrentamientos se produjeron precisamente en un momento en el que el mundo romano se afrontaba una presión que no conocía parangón en los límites occidentales, desempeñando un importante papel en la desintegración del Imperio. 

Los historiadores relacionan los bagaudas con la crisis que vive el Bajo Imperio Romano, acentuada con las invasiones bárbaras. En este contexto no era de extrañar que algunos campesinos, sobre todo pequeños propietarios, intentasen librarse de la opresión fiscal y  abandonasen los cultivos y se dedicaran al pillaje y al saqueo de los grandes latifundios imperiales, lo que explica que un diccionario de latín como el de Félix Gaffiot se refiera a los Bagaudae (o Bacaudae) como "brigands qui ravagèrent la Gaule", o sea, "bandidos que saquearon la Galia". 

El movimiento bagáudico, que se va a dar a lo largo del siglo V tanto en la Galia como en algunos puntos de la península ibérica, no deja de ser una reacción de resistencia y de oposición a un orden político y económico que era perjudicial. Para algunos son los primeros revolucionarios de la era cristiana.