En español teníamos una expresión relativamente parecida, que era “guardar las distancias”, que venía a ser algo así como que no había que permitir excesiva familiaridad en el trato a los desconocidos, cosa que podía conseguirse por ejemplo evitando el tuteo y tratando a alguien de usted, o saludar ofreciéndo la mano fríamente en lugar de dar un par de besos...
Pero no es lo mismo.
Ahora no se trata de una medida individual que tomamos nosotros por desconfianza, precaución o recelo, sino colectiva de distanciamiento físico -algunos prefieren de hecho llamarlo así porque les suena más aséptico que “social”- que se nos ha impuesto desde arriba a todos y cada uno por la emergencia de la presunta crisis sanitaria y por nuestro propio bien, a fin de evitar el contagio del virus coronado en su versión actual o en futuras ediciones.
Nos recuerdan, además, que podemos guardar el distanciamiento físico y sin embargo “socializarnos” en redes y foros virtuales como estas mismas páginas donde podemos escribir y comentar...
La expresión “social distancing” fue usada por primera vez por los funcionarios del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos en un informe de asesoramiento de 2007, según la inevitable Güiquipedia, donde se vieron obligados a explicar el término en una nota al pie de página, que decía así: Social distancing refers to methods for reducing frequency and closeness of contact between people in order to decrease the risk of transmission of disease. Examples of social distancing include cancellation of public events such as concerts, sports events, or movies, closure of office buildings, schools, and other public places, and restriction of access to public places such as shopping malls or other places where people gather. Es decir, según el traductor de google: “El distanciamiento social se refiere a métodos para reducir la frecuencia y la cercanía de contacto entre las personas a fin de disminuir el riesgo de transmisión de enfermedades. Los ejemplos de distanciamiento social incluyen la cancelación de eventos públicos como conciertos, eventos deportivos o películas, el cierre de edificios de oficinas, escuelas y otros lugares públicos, y la restricción del acceso a lugares públicos como centros comerciales u otros lugares donde las personas se reúnen”.
Durante la gripe AH1N1 de 2009, inicialmente considerada también una pandemia, la OMS describió el distanciamiento social como "mantener al menos la distancia de los demás de un brazo, [y] minimizar las reuniones".
Durante la epidemia de COVID-19, el CDC reformuló la definición de distanciamiento social como "permanecer fuera de los entornos congregados, evitar reuniones masivas y mantener la distancia de los demás (aproximadamente seis pies o dos metros) cuando sea posible".
No está claro por qué precisamente seis pies y no dos o quince. Seis pies en el sistema métrico anglosajón vienen a ser 1,8288 metros, es decir, ni metro y medio ni dos metros exactamente, quizá de ahí venga la indefinición a la hora de traducirlo a nuestro sistema métrico decimal.
"Distanciamiento social" realmente significa que hagamos lo que nos mandan las autoridades sanitarias pero no porque nos lo manden y nosotros obedezcamos sino porque estamos convencidos de que es lo mejor “por nuestro bien” para nosotros. No quieren imponérnosla, quieren que salga de nosotros. Están modificando nuestros comportamientos y haciendo que recelemos del contacto, que etimológicamente es contagio, de los otros, los demás. Así hay gente que si va por la calle y va a cruzarse con alguien que no lleva mascarilla, cambia de acera y evita a esa persona como si de la mismísima personificación de la peste se tratase.
En todo caso es una medida inédita hasta ahora, propia del siglo XXI, nunca antes vista ni oída. No es una medida sanitaria que pretenda curar nada, sino, en todo caso, profiláctica, basada en la falacia de que vale más “prevenir que curar”, que es mucho mejor evitar que algo malo suceda antes que tener que solucionarlo una vez que haya sucedido.
Esto podría tener algún sentido cuando sabemos a ciencia cierta que algo va a suceder, pero ¿quién sabe eso? ¿Cómo podemos estar seguros de que va a pasar algo que no ha pasado? La medicina, que no es una ciencia, debería curarse en salud, nunca mejor dicho, y hacer una cura de humildad y dedicarse, como buena curandera, a cuidar y sanar enfermos de carne y hueso, no a prevenir enfermedades. Porque esto que nos ha venido encima es un instrumento de represión política, destinado a mantener a las personas separadas, aisladas voluntariamente de los demás, a los que considera enfermos potenciales, pacientes en lenguaje clínico, evitando cualquier tipo de asambleas públicas y libres.
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