jueves, 25 de septiembre de 2025

¡Por güebos!

Por uebos y Manda uebos no son expresiones malsonantes ni contienen faltas de ortografía de grueso calibre como pudieran parecer a primera y simple vista: uebos es un término recogido en el diccionario de la docta Academia, aunque en desuso, que se ha visto confundido y sustituido por hipercorrección no sé si política, gramatical o por ambas a la vez por "huevos".
 
Se trata de un arcaísmo, sí, pero que, empleado en situaciones que son desgraciadamente de una actualidad muy rabiosa, como suele decirse, sirve para constatar una realidad que nos apremia. 
 
Si hacemos el análisis sintáctico, aplicando las viejas artes de la gramática que nos enseñaban en la escuela,  resulta que "uebos" es el sujeto y no el complemento directo de la frase 'manda uebos' porque si analizamos morfológicamente el término,  resulta que no es  un sustantivo plural, como pudiera parecer de entrada ni son por equivalencia fonética los huevos de las gallinas ni los testículos de ningún macho según la exitosa metáfora que evoca la forma oval de los testículos y que aventaja en popularidad a 'pelotas',  sino singular, porque si fuera plural el verbo debería concertar con él en número y decirse en congruencia *mandan uebos. Es singular como demuestra la expresión latina de la que procede mandat opus, utilizada en lenguaje jurídico en el ámbito judicial, que significa que la necesidad obliga por la fuerza, por lo que es una expresión coloquial que muestra desaprobación o incredulidad ante algo que se considera excesivo, llamativo, irracional y totalmente inesperado. 'Por uebos' se utiliza con el significado de 'sin motivo aparente, porque sí'. Etimológicamente significaría  'por obligación', porque como dice la gente, a la fuerza obligan y ahorcan.  
 
Tampoco, huelga decirlo, es en su origen una expresión sexista ni políticamente incorrecta, contra lo que pudiera parecer, pues en principio no hay ninguna alusión a los órganos genitales masculinos ni al sexo por ningún lado.
 
La evolución de la palabra es muy sencilla:  OPUS conserva la /s/ final, que no es marca de plural (porque ha evolucionado como dios, que también acaba en /s/ y resulta que es singular, como bien saben los monoteístas que dicen que Dios sólo hay uno y verdadero, llámese Dios, Alá o Jehová, y que para el plural hay que añadir –es: dioses), la /u/ se abre en /o/ > opos; la /p/ intervocálica se sonoriza y se convierte en /b/: obos, y finalmente la o breve y tónica diptonga en /ue/: uebos.  Si queremos escribirlo de una manera más fonética y acorde con la pronunciación, deberíamos hacerlo así: güebos: manda güebos.  

La palabra es castellana vieja. Aparece varias veces en el primer monumento de la literatura española que ha llegado a nosotros, el Cantar de Mío Cid. En el cantar primero, por ejemplo, que trata del destierro del Cid, en el trato de Martín Antolín con los judíos: Nos uebos avemos en todo de ganar algo, que quiere decir: “nosotros tenemos la necesidad en todo de ganar algo”. 
 
El problema es que mucha gente no entiende ya esta expresión en su sentido originario y cree que contiene una alusión sexual metafórica y explícita, y hay quienes llegan incluso a decir que hay que hacer algo “por cojones”, lo cual sí es una grosería malsonante, e incluso, algunas feministas contratacan esta expresión que tildan de machista,  diciendo “por ovarios” para contrarrestar, ovarios que no dejan de ser los órganos hueveros donde se forman los óvulos, huevitos o huevecillos. 
 
  
Pero nada de eso está en el origen, aunque la confusión resulte no poco significativa. También hay quienes modifican, tal es el éxito de la metáfora aplicada a los testículos masculinos, la expresión por "manda cojones", dando por supuesto que los huevos son los cojones, sustituyendo una palabra que nada tenía que ver con los atributos masculinos en cuestión, o centrándonos en otra parte de la anatomía, "manda narices", de donde derivan las expresiones con el verbo 'tener': "la cosa (sujeto) tiene (verbo) huevos, cojones o narices (complemento directo)".
 
El Ministerio de Igualdad -que igual da que exista o que dejé de existir, sirviendo para lo poco que que sirve, que no deja de ser mucho a la hora de sostener el tinglado- se descuelga con una zafia campaña no voy a decir que de mal gusto, pero sí de muy poco acierto, como aquella otra del Ministerio de Sanidad de "Hoy follas seguro", protagonizada por un conocido actor, que busca “sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de una transformación cultural hacia masculinidades más igualitarias y corresponsables, y lo hace a través del lema “por huevos”, una expresión muy asociada al universo masculino, al que se ha dado la vuelta con sentido del humor, resignificándola” (sic). 
 
La campaña institucional juega con la metáfora de los huevos para promocionar masculinidades más feministas como dice la letra pequeña de los carteles. 
La letra pequeña: Por una masculinidad más libre, más diversa, más feminista. 

miércoles, 24 de septiembre de 2025

A propósito de Casanchaquis

Nicos Casanchaquis, o como prefieren transcribir algunos su nombre Nikos Katzantzakis (1883-1957), es un célebre escritor griego conocido entre nosotros más que por la lectura de sus libros, por tres películas de desigual interés basadas en tres de ellos: El que debe morir (1957) de Jules Dassin, basada en Cristo de nuevo crucificado, la espléndida Zorba el Griego, dirigida por Mijalis Cacoyannis en 1964, y La última tentación de Cristo, dirigida por Martin Scorsese en 1988. Casanchaquis en su Carta a El Greco, un libro de memorias sobre su apasionada vida, relata una ocasión en la que, contemplando unas feroces máscaras africanas en un museo, se hace a sí mismo la siguiente reflexión digna de interés:

Un domingo lluvioso me paseaba lentamente en un museo y contemplaba las máscaras salvajes africanas, hechas de madera, de piel, de cráneos humanos, y me esforzaba en aclarar el misterio de la máscara. Ahí está, pensaba, nuestro verdadero rostro, nosotros somos esos monstruos de fauces ensangrentadas, de labios colgantes, de ojos espantosos. Tras el rostro hermoso de la mujer que amamos, aúlla una máscara repugnante, tras el mundo visible, el caos; tras el dulce rostro de Cristo, Buda. A veces, en los terribles momentos del amor, del odio o de la muerte, desaparece el encanto engañoso y vemos el terrorífico espectáculo de la verdad.

 
En su esfuerzo por desentrañar el misterio de las máscaras, descubre que la máscara es nuestro auténtico o verdadero rostro. En su cita, sin embargo, se me escapa por completo el sentido de la contraposición que establece entre Buda y Cristo, salvo que Buda represente la nada del nirvana. Su descubrimiento me trae a la memoria lo que escribió Séneca en latín: 'Nadie puede llevar puesta la máscara mucho tiempo' (Nemo enim potest personan diu ferre). 

Máscara se decía, por cierto, en latín: 'persona', palabra de origen etrusco (phersu), que significaba 'máscara de actor' y de ahí 'personaje teatral' que la llevaba, y por extensión nuestra moderna 'personalidad' y 'persona', un cultismo empleado en todas las épocas, según Coromines, y popularizado por lo menos desde fines de la Edad Media entre nosotros en un mundo en que todo tiende a estar cada vez más personalizado y, etimológicamente, más enmascarado. Cita Coromines que la expresión 'la persona' se gramaticalizó en castellano como pronombre impersonal con el sentido de “uno, la gente en general”, sobre todo en textos jurídicos y morales, algo parecido al uso de omne/ome ('hombre') como sujeto indeterminado, en favor de los usos impesonales que acabaron triunfando de 'uno' y 'se'. 

Epitafio y variación

Cuando uno en persona llega en avión a Heraclio, la capital de la isla de Creta, cuyo nombre recuerda hoy al héroe griego Heraclés o sea a Hércules, se encuentra con que el aeropuerto donde aterriza lleva el nombre del escritor Nicos Casanchaquis, porque aquí fue donde nació nuestro autor cuando la ciudad se llamaba Megalo Castro, y se hallaba bajo dominio turco. En Heraclio reposan hoy sus restos mortales bajo una cruz desnuda. La iglesia ortodoxa griega no permitió que fuera enterrado en un cementerio por lo que su tumba se halla sobre una de las murallas de la ciudad. El epitafio del prolífico escritor cretense, reza  lo siguiente sobre la lápida: "No espero nada, no temo nada, soy libre" (Δεν ελπίζω τίποτα Δε φοβάμαι τίποτα Είμαι λέφτερος).



Arcás, nuestro dibujante griego moderno más clásico, se nos descuelga, por su parte, con una variación un tanto paródica del epitafio del escritor cretense, conservando la primera frase pero modificando significativamente las dos siguientes: un rostro entristecido y compungido, dice:  "No espero nada, lo temo todo, ¿soy libre?".

Si comparamos el texto de la lápida del escritor y el de la viñeta de Arcás observamos que además  de las significativas variaciones de la segunda línea -supresión de la negación y sustitución de la palabra 'nada' por 'todo'- el texto concluye con un expresivo signo de interrogación griego ";". La afirmación jubilosa de la tumba del escritor "soy libre" se convierte en la viñeta de Arcás en una pregunta poco menos que retórica o por lo menos irónica: ¿Soy libre? 

martes, 23 de septiembre de 2025

Pareceres LXXXV

416.- The right side of History. Yo no sé cuál es el lado correcto de la Historia del que tanto se oye hablar últimamente a los políticos profesionales de uno y otro signo, indiferentes en el fondo. Es sin duda una expresión grandilocuente, muy a la moda, que sirve para 'congregar acólitos' en torno a la bandería del gobierno o, en su caso, de la oposición. En España se ha viralizado a propósito de Gaza y Palestina para distraer a la opinión pública de los asuntos nacionales. ¿Por quién tomar partido? Por una Palestina libre, por supuesto, libre de Israel y de sí misma. Lo que está pasando allí es una tragedia de grueso calibre, algo atroz y condenable, pero nada distinto de lo que ocurre en cualquier guerra.  ¿Quienes estuvieron en el lado correcto de la Historia en la guerra de Troya, los griegos vencedores o los troyanos derrotados? ¿Los cartagineses o los romanos que echaron sal en Cartago? ¿Los moros o los cristianos? ¿César o Pompeyo? ¿Putin o Zelensky? Sin duda alguna, el lado correcto de la Historia es el de los vencedores. Siempre podemos darle la vuelta al argumento y hacer como Catón y declarar nuestro amor por la causa de los derrotados, y decir que pese a que a los dioses del cielo les agradó la causa victoriosa a nosotros nos agrada la vencida. Pero cualquier guerra que se encause es siempre horrible y execrable. No hay crímenes específicos de guerra porque la guerra  de por sí es un crimen de lesa humanidad. No olvidemos los muertos que han caído como moscas en Yemen, medio millón en la última década, la mayor hambruna y crisis humanitaria en el mundo moderno, en Sudán, más de ciento cincuenta mil en los últimos dos años, en Siria, medio millón de sirios asesinados, en el Sahel en tantos y tantos puntos del planeta que ahora no son relevantes, y, por supuesto, también en Palestina. No olvidemos la tragedia olvidada del pueblo saharaui. Ahora no se habla de ellos, pero se hablará de estos y de muchos otros 'conflictos' cuando convenga para distraer nuestra atención de otros asuntos que nos conciernen más directamente (la vivienda, la sanidad, la carestía de 'la vida', como llaman sarcásticamente al índice de precios al consumo, y un larguísimo etcétera), pero podemos sentirnos orgullosos creyendo, hipócritas fariseos, que estamos en el lado correcto de la Historia. 

 417.- Cisgéneros y tra(n)sgéneros.  Se preguntaba una periodista no poco ingenua en un artículo que sacaba el Periódico Global, alias El País, si era legítimo que actores y actrices cisgénero -atención al neologismo, que, al igual que cis(s)exual, indica que alguien se identifica con su sexo biológico, es decir, que reconoce que tiene los órganos sexuales que la madre naturaleza le ha atribuido- interpretaran en el cine o el teatro a personajes tra(n)s(género) -que son los que no se identifican con el sexo biológico que tienen. Según la mentada periodista, debería dárseles visibilidad a los actores y actrices tra(n)s haciendo que ellos interpreten sus propios roles. El debate, se mire por donde se mire, resulta ridículo y carente además de recorrido. ¿Cómo no va a ser legítimo eso, y lo contrario, si la esencia del actor es precisamente ser lo que no es interpretando cualquier papel sobre las tablas del teatro del mundo? ¿No puede un actor o una actriz encarnar a un asesino sin necesidad de serlo, o a un vegetariano siendo carnívoro?

 

418.- ¿Un Estado o dos Estados? Hay quien dice que la solución al problema palestino es la imposición de un único Estado sobre el territorio considerado Tierra Santa. Las opiniones, las hay para todos los gustos, se dividen entre quienes creen que ese Estado debe ondear la bandera de Israel y los que creen que la de Palestina. Ese Estado único, además, podría ser aglutinante, o exclusivo, y en este último caso, enteramente judío -aunque habría que definir qué pureza de sangre o de religión se requiere para el caso-, con expulsión de los palestinos, o totalmente palestino con expulsión de los judíos invasores. Hay, por otra parte, quienes son partidarios de la creación de dos Estados: el actual de Israel, que debería replegarse y dejar de invadir la franja de Gaza y la Cisjordania, y el de Palestina. Tanto unos como otros abordan el problema desde una óptica estatal, como si el Estado en cualesquiera de sus formas -uno, bien inclusivo o bien exclusivo, o dos y reconocidos por el resto de la comunidad internacional- fuera la solución del problema, cuando no puede serlo de ninguna manera porque precisamente la imposición del Estado es lo que creó el problema en 1948. ¿Sería una locura, me pregunto yo, proponer que no haya ningún Estado en ese territorio? Ni uno exclusivo ni inclusivo ni dos tampoco, sino todo lo contrario: ningún Estado en la denominada Tierra Santa donde ninguna bandera ensangrentada -y todas lo están sin excepción- ondearía a los vientos.

 419.- Reducción de la población. El 11 de septiembre del año del Señor de 2025 vigente, la revista británica The Economist publicó un artículo bajo el título Peak human, que sugería que habíamos alcanzado el tope de población en el planeta, y decía: «No te preocupes por el colapso global de la fertilidad. Un mundo con menos personas no sería del todo malo», acompañado de una imagen inquietante y provocadora: un aparcamiento de coches casi vacío y una pareja humana con un niño y un globo dirigiéndose hacia el único auto aparcado, el suyo, simbolizando un planeta despoblado. Este mensaje, presentado con una frialdad calculada, minimiza o relativiza la gravedad de la caída demográfica global. Parece querer sugerir que «sobra gente en el mundo», por lo que la reducción de la población no es ningún problema, sino una solución. No se puede negar que las tasas de fertilidad están cayendo a un ritmo no sé si alarmante, pero sí muy rápido desde luego, lo que puede deberse a múltiples factores: presiones económicas debidas al costo de la 'vida', la postergación de la maternidad, problemas de vivienda, políticas gubernamentales como la antigua de China de un solo hijo... Decir que eso no es malo del todo es una declaración cuando menos provocativa. ¿Qué significa esto? ¿Que hay que «eliminar» a una parte de la humanidad para aliviar los problemas del planeta? La imagen del estacionamiento vacío, con sus líneas blancas desoladas y su atmósfera casi post-apocalíptica, refuerza la idea de un mundo «mejor» sin gente. Hay quien ha censurado la portada como inaceptable y ha visto en ella una clara declaración de intenciones. ¿Salvaríamos el Planeta? El problema se plantea cuando la reducción de la población no solo se consigue con el colapso de la fertilidad, sino también con el aumento de la mortalidad y con la 'muerte asistida'. 

 

420.- Dinero efectivo. -Los defensores a ultranza del dinero en efectivo enarbolan la consigna: “¡El dinero efectivo es libertad!”, y se declaran enemigos del dinero digital que consideran, no sin razón, que es control social, por lo que recomiendan pasar a la acción y pagar siempre en metálico, con billetes y monedas, evitando los establecimientos que exijan pagos con tarjetas y huyendo del inminente Euro digital, que la Unión Europea se dispone a implementarnos. Consideran que la imposición de la moneda digital va a aumentar el control social, como si no estuviéramos ya suficientemente controlados. La creación del dinero digital, en efecto, guarda relación con la Agenda 2030, que fomenta precisamente la digitalización para financiar los ambiciosos ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), y con la emisión de monedas digitales, como el euro digital, del Banco Central (CBDC, Central Bank Digital Currency) en la lengua del Imperio: Al parecer, el dinero digital coexistirá en un principio con el dinero en efectivo. Recordemos los más viejos que el 1 de enero de 2002 entró el euro en funcionamiento en la eurozona, sustituyendo a las viejas monedas, que en principio coexistieron con él hasta el 28 de febrero en que desapareció la peseta. Posiblemente acabe sucediendo lo mismo con el dinero físico en un mundo cada vez más digitalizado. En todo caso, la crítica del dinero digital y la defensa del metálico, no afecta para nada a la esencia inmaterial del dinero y del capitalismo, y eso conviene recordárselo a los que se aferran a sus billetes y monedas como si fueran el avaro de Molière y les fuera la vida en ello, una vida que, efectivamente, se les va. 

 

lunes, 22 de septiembre de 2025

Electrodoméstica televisión

    Quizá merezca la pena volver a ver (o ver por primera vez si no se ha visto antes) El televisor (trastorno obsesivo-compulsivo), una de aquellas terroríficas Historias para no dormir que vi y me impresionó cuando tenía quince años, un terror en este caso que no es de índole sobrenatural, sino que emana de la naturaleza del 'inofensivo' electrodoméstico del título, un mediometraje rodado para la pequeña pantalla que digiera en 1974 Narciso Ibáñez Serrrador.
 
    Enrique, interpretado magistralmente por Narciso Ibáñez Menta, es un hombre gris y rutinario, un españolito medio de la época que se mata a trabajar revisando cuentas en un banco de ocho de la mañana a doce de la noche para brindarles lo mejor a su mujer, Susana, una conmovedora María Fernanda D'Ocón, y a sus hijos.
 
    Su vida cambia radicalmente cuando hace realidad su sueño de adquirir un televisor de veinticuatro pulgadas a todo color que instala en el salón de su pisito colmenero. A partir de ese momento, Enrique descubre un mundo nuevo, un universo invasivo lleno de maravillas que ignoraba y de peligros sin cuento en el que se funden y confunden la realidad y la ficción televisada.
 

    'El televisor' no solo es un relato que nos arrastra hacia el abismo de la locura de su protagonista, sino que conserva, cincuenta y un años después, parece mentira, su carácter visionario y premonitorio, todo un alegato contra la sociedad del espectáculo y el reality show y mucho más que una crítica satírica, como han querido ver algunos, de la televisión del régimen franquista, porque su calado político y premonitorio va más allá de la realidad de aquel entonces y llega a nosotros, adquiriendo proporciones descomunales con la oferta audiovisual de las plataformas actuales y la vida virtual paralela que nos proporcionan las redes sociales. 
 
    Enrique se convierte en un teleadicto, deja incluso de trabajar y traga todo lo que le echan por la tele, sentado en el sillón ante la pequeña pantalla desde que empieza la carta de ajuste hasta la despedida y cierre de la emisión. Cuando su esposa le ruega que vuelva al trabajo y que deje de ver televisión, le responde: 
-No puedo, Susana. No puedo regresar hasta que no sepa si el autor que quiere estrenar su obra pudo por fin estrenarla, no puedo si no sé si ese policía gordo y simpático se retira o no, o si encuentra a su hermano. Necesito saber el desenlace de todos esos problemas. 
Susana.- Es que no puedes seguir viviendo así. 
Enrique.- Antes sí que no vivía, pero la televisión me ha dado muchas vidas. Pero mañana, Susana, mañana lo arreglaré todo para que el televisor no sea peligroso.
 
    Enrique fabrica una caja de cartón, que pone delante de la pantalla a modo de tapa con un pequeño agujero para poder ver él lo que pasa y que no pueda salir esa realidad de la televisión por el agujero diminuto. 
 
    Susana comprende entonces que Enrique, como Alonso Quijano, el Caballero de la Triste Figura, ha enloquecido y pide ayuda a un psiquiatra. 

 He aquí el diálogo entre el loquero y el loco de Enrique: 
 
-¿Por qué puso usted esta caja delante de la pantalla? 
-Por mi familia, no quiero que a ellos les ocurra nada. (...) 
-¿A qué se refiere? 
-Al horror. ¿Qué ocurriría si Quique, Quique, mi hijo menor -tiene doce años- , qué ocurriría si viese a los niños que yo he visto el otro día, si a uno de esos niños se le ocurre salir del televisor y entrar en casa y mis hijos lo ven. 
-¿Qué niños? 
-Los desfigurados, quemados por el napalm y todos esos cadáveres de guerrilleros palestinos y las bombas que estallan en Oriente. Hace días que me di cuenta pero ya era tarde. 
-¿Se dio cuenta de qué? 
-De que todo lo que sale por aquí es mentira, o es maldad, porque Canon,Canon parece simpático ¿eh? No sé, será porque es gordo y le gusta comer, pero Canon mata. Y Caine, a pesar de no usar armas, a pesar de su filosofía oriental, de su aparente bondad, Caine también mata. Y los concursos. Se da dinero, se muestran muchos billetes de mil y la gente sonríe, pero solo ganan una o dos parejas, solo ganan los que concursan y yo sé que hay millones que no lo ganan y lo necesitan... Y los dibujos animados, qué cosa más estúpida. De pronto comprendí que los dibujos animados también matan. Vemos a un ratón travieso que corre tras un gato, pero corre para ponerle una bomba que estalla o lo empuja por la nieve hasta hacerle caer en un precipicio. El gato y el ratón y el pato y el conejito sobreviven siempre, sí, pero siguen tratando de matarse los unos a los otros, y hay un hombre, bueno no sé cómo se llama, un hombre que habla de los animales, que defiende a los animales. ¡Que va! Lo que hace es mostrar cómo los animales se matan los unos a los otros o cómo los hombres matan a los animales. Hasta la misa es mentira porque no vale. 
-Pero usted tiene que comprender que la televisión es simplemente un espectáculo del que no se puede abusar, como no se debe abusar del cine o del teatro. Debe usted seleccionar los programas y ver solo unos pocos... 
-No, no es solo eso... 
-...o no verlos. 
-Por un tiempo debe usted de dejar de ver televisión. 
-No puedo. 
-¿Por qué? 
-Porque ya no sé pensar. Aquí, en este estante, yo tenía libros. Ahora solo tengo revistas de televisión para conocer las programaciones y estar al tanto. Aquí tenía libros. Y los libros me hacían imaginar, pero ya no, no sé imaginar, porque ahí me lo ofrecen todo imaginado por otros, y mal imaginado. Aquí tenía discos y le parecerá estúpido pero antes me gustaba mucho Beethoven... Hace días que no puedo recordar los compases de la quinta sinfonía. Trato de recordarlos... Ahora... Me estoy concentrando ¿eh? No puedo, no, no puedo. Las únicas músicas que en estos momentos me están pasando por la cabeza son esas que dicen: “Qué suavidad, todo esplendor, para el cabello es lo mejor”, o esas otras que dicen “Siempre sea alegre, siempre sea joven, sienta burbujas en su corazón" (Llora) ¡Ay! 
-¿Usted me permite? 
-Sí, claro. 
-Voy a abrir la tapa del televisor para hacerle ver que esto es solo un aparato electrónico lleno de cables, de lámparas y … 
-¡No lo haga! 
-¿Por qué no? 
-Sería como abrir una catarata de maldad... Aquí dentro está la violencia, la sangre, el horror, la mentira, todo está aquí, tratando de salir e invadir las casas. Hasta los locutores, que parecen hombres y mujeres normales, no lo son porque solo hablan de guerras, de asesinatos, de raptos, de linchamientos... 
-Pero si usted ve todo eso ¿por qué sigue viendo televisión? 
-Porque la necesito, porque ya no sé pensar. Es ella la que piensa por mí. 
 
  
    No voy a destripar el final, absolutamente genial y kafkiano. Pero resulta interesante ver cómo un producto de la televisión se vuelve y revuelve contra la propia televisión que lo ampara. El espectáculo de la sociedad que nos ofrecen los medios de (in)comunicación de masas nos ha convertido en la sociedad del espectáculo que con tanta lucidez analizó -desmenuzó- Guy Debord, y antes que él el mito de la caverna de Platón. Querámoslo o no, somos el producto de esa sociedad espectacular en el peor sentido de la palabra, que es el etimológico. El espectáculo nos lo sirven en bandeja, bien entrados ya en el siglo XXI, las redes sociales de la Red Informática Universal, no solo la añeja televisión familiar que solo vemos, muy de cuando en cuando ya, los mayores, es decir, los viejos, siendo para muchos la única compañía de su soledad. Hoy el televisor y su trastorno obsesivo-compulsivo es el teléfono móvil que tantas utilidades nos proporciona y tanto nos utiliza haciéndonos agachar la cabeza religiosamente como si de un piadoso devocionario se tratara.
 
    En la sociedad del espectáculo la realidad y la ficción se confunden constantemente hasta el punto de que nos convierten a los espectadores en seres alienados. El estado natural del hombre posmoderno es el de la enajenación mental orquestada por los medios que, so pretexto de comunicarnos, nos incomunican, y so pretexto de informarnos nos desinforman conformándonos como orates víctimas de ataques de delirios colectivos que alteran nuestra percepción de la realidad impostada por una virtualidad que ha sido concebida para modificar las creencias y opiniones del público sometido al espectáculo y a la propaganda comunicativa e informativa del Poder. 
 
 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Así es la realidad (o la tomas o la dejas)

    De la palabra neolatina realitas, realitatis, acuñada en la Edad Media a partir del adjetivo del bajo latín realis, reale, derivado del sustantivo clásico res rei 'cosa', 'propiedad', surgió hacia 1607 nuestra famosa 'realidad', que como tal no existía en la antigüedad grecorromana. De ella derivó con decimonónica posterioridad nuestro 'realismo' para dar nombre a la corriente artística y vital que, contrapuesta al romanticismo y, falsamente, al idealismo porque las cosas no dejan de ser ideas -tanto como podemos decir que las ideas son cosas-, quiere atenerse a la realidad.
 
    Posteriormente a la entrada de la realidad en nuestro vocabulario, en la segunda mitad del siglo XVII entró en las lenguas modernas el verbo 'realizar', a través del francés 'réaliser' con el sentido jurídico de 'convertir en dinero', que es uno de los más antiguos usos jurídicos del término, porque lo que subyace por debajo las cosas, como veremos, es la propiedad que otorga Don Dinero, el más poderoso de todos los caballeros.
 
 

    Es curioso cómo también en francés durante el siglo XX se empleó el verbo con el sentido de 'comprender, hacerse cargo', como préstamo del inglés to realize, que vendría a ser algo así como 'aceptar la realidad tal como es'. Y a esta realización -en realidad cosificación o conversión en dinero o, propiamente, nomismatopoiesis- contribuye la moderna expresión “autorealización” o “realización personal”, en la que uno se convierte a sí mismo en dinero como si fuera el rey Midas palpándose y transformándose en oro.
 
    Es curiosa en inglés la expresión real state para referirse a la tierra, incluyendo lo que está natural- o artificialmente sobre ella o en ella, registrada desde la década de 1660, pero ya en inglés medio 'real' se utilizaba en derecho haciendo referencia a la propiedad inmobiliaria emparejada con y distinguida de la personal. La expresión 'real time', en la segunda mitad del siglo XX, alude al tiempo real (como si hubiera otro que no estuviera cosificado o convertido en dinero) durante el que se produce un acontecimiento o suceso.
 
    Real, entre nosotros, se aplica a lo que ciertamente existe, en oposición a lo que es imaginario o fingido: como, causa real de alarma; un suceso real; una persona real, y no un fantasma o una sombra, y a lo que ha llegado a ser o a suceder, en oposición a lo que es posible, probable, concebible, aproximado, estimado o adivinado.
 
  
    En este sentido es particularmente elocuente el término compuesto y de origen clásico latino república, tomado del latín res publica: la cosa pública, el Estado, aplicado por antonomasia a la forma de Estado que rigió a Roma en el siglo de oro de su literatura y que posteriormente, cuando había cambiado el Régimen para seguir igual, siguió denominándose al Imperio para disimular: la administración política y económica que se le impone al pueblo.
 
    El lingüista Michiel De Vaan remonta la etimología de la palabra 'res' a la raíz protoindoeuropea *Hreh-i- "riqueza, bienes", de donde deriva el sánscrito rayim, rayah "propiedad, bienes" y el avéstico raii-i- "riqueza". 
 
    Que las cosas son una creación del dinero lo sugiere un curioso derivado de la palabra latina 'res', que es precisamente 'res' con el sentido de 'cabeza de ganado' o, como la define la docta Academia: 'Animal cuadrúpedo de ciertas especies domésticas, como del ganado vacuno, lanar, etc., o de los salvajes, como venados, jabalíes, etc.' Entró en castellano hacia 1200 por una concreción de sentido semejante a la sufrida por la palabra 'ganado', que propiamente significaba 'bienes adquiridos'. Por razones de índole fonética no parece posible la hipótesis de que venga del árabe rá's cabeza, cabeza de ganado, como hay quien ha postulado. 
  
    La palabra "reo", que se utiliza en español para referirse a una persona acusada o culpable de un delito, también tiene su origen en el latín, y está relacionada con "res, rei" (cosa, asunto). En latín, "reus, rei" originalmente significaba "el que está involucrado en una res" (es decir, en un asunto o causa, que es el origen de nuestra 'cosa', especialmente judicial). Este término hacía referencia tanto al demandante como al demandado, ya que ambos estaban implicados en un caso o litigio. Con el tiempo, el uso de "reus" se restringió principalmente para designar al acusado o culpable de un delito. Así, "reo" en español conserva esta conexión con el ámbito legal y judicial, derivando directamente de "reus" y, en última instancia, vinculándose a "res" como el "asunto" o "cosa" que está en discusión o juicio. De ahí que al reo se le denominara encausado o, con más precisión, 'accusatus'.

sábado, 20 de septiembre de 2025

Condenado a sostener el peso del mundo

Contra Copérnico y la evidencia de la Ciencia, 
he sido condenado a sostener, igual
 que tú, lector hipócrita, mi semejante,
hermano mío, igual que Atlante, aquel titán 
que dio al Océano su nombre propio, el peso 
  inmenso de este mundo nuestro y bóveda
celeste sobre mi cabeza, espaldas y hombros,
 que tan endebles son y apenas lo soportan,
 con su inmensa gravedad y con titánico
 esfuerzo, lo que me sume en el profundo hastío
 del que colabora sin querer con el sistema
 vigente de dominio, sosteniendo una
 realidad que se nos impone siendo falsa  
como la única que hay y verdadera,
por lo que sólo ya me queda la blasfemia
 del que maldice al creador del universo.
 

 

viernes, 19 de septiembre de 2025

IA

    Se habla mucho de la inteligencia artificial, capaz no solo de reproducir contenidos ya creados, sino de generar nuevos contenidos a partir, como hace, de la consulta de los enormes bancos de datos que tiene a su disposición en la nube tecnológica y que no caen objetivamente del cielo, sino que son seleccionados, filtrados y, a veces, sesgados subjetiva- y previamente por quienes los producen: empresas, gobiernos, ideólogos. 
 
    Resulta evidente que si estos datos que maneja son incorrectos o están sesgados, reproducirán esos sesgos o errores sin que nos demos mucha cuenta de ello. Esto conlleva una manipulación narrativa que puede favorecer una única versión en detrimento de otras, lo que no deja de ser preocupante.  
 
    La inteligencia artificial, si se caracteriza por algo más, es por la eyaculación precoz de sus respuestas, que puede hacer que perdamos el hábito de investigar, verificar la información recibida y comparar con espíritu crítico sus fuentes. Nos da respuestas rápidas y simples pero falsas a menudo porque es más artificiosa que inteligente, pese a su nombre, que es AI (Artificial Intelligence) en la lengua del Imperio, y al revés en la nuestra: IA (Inteligencia Artificial y Artificiosa). Pero deberíamos percatarnos, si la utilizamos, de que no solo hay que verificar sus fuentes, tratando de hallar los documentos originales en los que se basa, sino también, como sugiere el texto de la viñeta de Tute ('No sé si la IA me sirve más a mí o yo a ella')  darnos cuenta de que si la utilizamos por activa, nosotros mismos, por pasiva, estamos siendo por ella utilizados. 
     En la escuela, los que nos hemos dedicado a la enseñanza, sufriéndola en primer lugar como alumnos y haciéndola padecer después como profesores, hemos encontrado narrativas simplificadas, omisiones preocupantes y una pedagogía que, con demasiada frecuencia, pretendía formar las mentes, imbuyéndolas de ideas preconcebidas, en lugar de liberarlas de las establecidas. La escuela no forma espíritus libres capaces de cuestionar el Estado, los libros de texto e incluso los algoritmos de la IA que inundan nuestras vidas con "verdades" preconcebidas que resultan falsas al fin y al cabo, sino ciudadanos conformistas. 
 
    Por eso es la nueva estrella del conocimiento que puede responder a todas nuestras preguntas en un abrir y cerrar de ojos, producir artículos, estadísticas y resúmenes históricos por lo que para los más ingenuos es una aliada formidable, es, a poco que veamos lo que hace, una astuta manipuladora. 
 
    Si los libros de texto escolares eran poco o nada fiables porque nos daban una imagen sesgada de la historia nacional -su objetivo era la Formación del Espíritu Nacional- imaginemos lo que una IA mal calibrada podría hacer con miles de millones de datos malinterpretados o sesgados, una IA que está ya en todas partes, ubicua como Dios padre: en los motores de búsqueda, los asistentes virtuales e incluso en las recomendaciones de las plataformas que frecuentamos para evadirnos de la realidad.
 
     Si no la usamos con recelo, nos volverá aún más dependientes de una "verdad" prefabricada. Lo primero que se nota son los filtros que contiene. En cuanto se le pide información fuera de lo habitual, te advierte del peligro, te devuelve al perímetro o se niega a seguir generando. Hay temas controvertidos que no está programada para tratar, porque es lover, no hater y  huye del fomento de los discursos de odio. Es la corrección política personalizada, capaz de decirnos una cosa y, al mismo tiempo, la contraria sin que se tambaleen sus cimientos. 
 
    Teniendo en cuenta que, ya ahora, muchos la utilizan como asesor personal para todo en todos los ámbitos, podemos imaginar cómo será aún más cuadriculado el pensamiento único y dominante difundido a través de la IA, que viene a sustituir a nuestro cerebro: piensa por nosotros, y nos encauza cuando nos 'equivocamos'.
 
   Epílogo poético
    En una ocasión le pedí a ChatGPT que compusiera un jaicu sobre un tema que, podía asegurarse de antemano, nadie o muy pocos habían tratado antes: la morcilla burgalesa. Y me ofreció este: Negra en la sartén, / Canta la grasa al fuego; / Llora el cuchillo. Una negra morcilla estaba friéndose en la sartén, y presentaba la imagen surreal de un cuchillo que lloraba acaso por la sangre derramada. Me dí cuenta enseguida de que no era un jaicu normativo porque prosódicamente no respondía en castellano al esquema clásico de pentasílabo, heptasílabo, pentasílabo, que es la coda de nuestra seguidilla: el primer verso negra en la sartén, dado su final oxítono, es decir, su última sílaba era tónica,  debía contarse con una sílaba más de las que tiene en el cómputo castellano: ne-graen-la-sar-tén 5 + 1 = 6, tratándose ya de un hexasílabo y no pentasílabo.
    Se lo hice saber y enseguida compuso otro jaicu sobre el mismo tema donde el primer verso era un tetrasílabo oxítono, había aprendido la lección, por lo que se convertía en un pentasílabo castellano, dado su final agudo: Sangre y arroz, / Crujen sueños de cerdo / Bajo la luna. Era, evidentemente, un contenido nuevo y respondía cabalmente al esquema del jaicu, que es una estrofa de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente, sin rima. Había desglosado lo que es una morcilla de Burgos: sangre de cerdo y arroz. Y había incluido una imagen poética típica “bajo la luna”. Cualquier poeta moderno podría haberlo compuesto. 
     
    Le pedí enseguida que generara un jaicu en inglés sobre el tema que quisiera, y, dicho y hecho, compuso el siguiente: Silent falling snow, / A world transformed in soft white, / Winter's gentle peace, cuyo esquema rítmico sería: + - + - + / - + - + - + - / + - + - + (donde el signo '+' indica sílaba tónica y '-' sílaba átona). Si contamos las sílabas, son, efectivamente: 5, 7 y 5, como el bordón de la seguidilla, pero, habida cuenta de los finales oxítonos, se convierten en el cómputo métrico castellano en 6, 8, 6, que podría traducirse rítmicamente, por ejemplo, así: En silencio nieva, / creando un suave mundo blanco, / dulce paz de invierno.
    La composición de estos jaicus se basa, lógicamente, en una definición muy controvertida del jaicu, que es, digámoslo brevemente, la que trae la güiquipedia, que no atiende para nada a la verdadera estructura rítmica de la estrofa japonesa, que coincide más con el ejemplo inglés que con los castellanos. El resto es arte combinatoria.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Teletipos de actualidad

La empresa armamentista se jacta en el Periódico Global de crear más de treinta mil empleos. El narcotráfico y la prostitución también crean puestos de trabajo.
 
Desde el río Jordán hasta el mar: ¿Un Estado? ¿Israel? ¿Palestina? ¿Dos Estados, uno israelí y otro palestino? Ningún Estado. El Estado nunca es la solución.
 
¡Si este año cumples los dieciocho, dice el Gobierno, tienes el Bono Cultural Juvenil! ¡Cuatrocientos euros dan para mucha Cultura! ¡Solicita tu Bono Cultural!

 Todos los políticos profesionales sean de la ideología que sean, tanto de izquierda como de derecha, desempeñan bien su función, trabajan pero no para nosotros.
 
A buenas horas, mangas verdes: La Comisión Europea admite ahora que aprobó las inyecciones contra la enfermedad del virus coronado sin datos de total seguridad.
 
Finalmente han acabado por admitir que inyectaron a la población del viejo continente, sin completar todas las fases de seguridad, un fármaco experimental.
 Por algo será. Hemos pasado del “algo habrá hecho” al “algo habrá dicho” y pronto, de seguir así, pasaremos al “algo habrá pensado (que no tenía que pensar)”.
 
Decir que algo parece una bandera falsa presupone que puede haber banderas verdaderas, lo que es radicalmente falso porque falsas son todas las banderas.
 
Entre las virtudes de la vacuna contra el herpes zóster, vulgo culebrilla, destaca el poder proteger contra un ataque cardiaco y un accidente cardiovascular.
 
 ¿Es necesario el sexo prematrimonial durante el noviazgo? Cada cual tiene su opinión, pero a mí me parece que no son necesarios ni el matrimonio ni el noviazgo.

El calentamiento global generado por el hombre causó este verano en Europa dos de cada tres muertes por el calor provocado por los gases de efecto invernadero.
 
 La exposición a las noticias nacionales e internacionales a través de radio, televisión y redes sociales tiene sobre nuestra salud mental un impacto negativo.
 
 Si la dictadura te tapa la boca, la democracia te deja largar todo lo que quieras por la mui, porque hace caso omiso, sorda como una tapia, digas lo que digas.
 
  “Lo que das cuando pagas impuestos vuelve a ti, vuelve a todos”. Lo que se va no vuelve, y, además, ni tú ni yo somos todos, a pesar de la Agencia Tributaria. 
 
Pese a las gafas que llevamos para ver mejor, estamos más predispuestos a creer a pies juntillas y a ciegas que a ver: somos los perfectos ciudadanos ideales.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

A contrapelo, contra el Estado (y II)

    El estudio de James C. Scott se centra geográficamente sobre todo en la llanura aluvial meridional de Mesopotamia porque fue allí donde surgieron por primera vez los primeros estatículos. Reconoce, sin embargo, el autor que señalar con precisión el nacimiento del Estado primitivo es una tarea ardua, dada la escasez de yacimientos con pruebas arqueológicas e históricas convincentes, pero privilegia las siguientes características: territorialidad y un aparato estatal especializado: murallas, recaudación de impuestos y funcionarios, según lo cual la primitiva forma de Estado de Uruk estaba sin duda firmemente establecida para el 3200 a.e.c. [antes de la era común].
 
    El arqueólogo alemán Hans J. Nissen denomina al período que va de 3200 a 2800 a.e.c. la "era de la alta cultura" en el Oriente Próximo, durante la cual Babilonia fue, sin duda alguna, la región que producía “los órdenes económico, político y social más complejos”. 
Murallas de Babilonia (Iraq)  
     No por casualidad el acto fundacional icónico del establecimiento de una comunidad política sumeria era la construcción de la muralla de la ciudad. De hecho, en Uruk se levantó una muralla entre 3300 y 3000 a.e.c., época en que algunos piensan que habría reinado Gilgamés. 
 
    Uruk fue el pionero de la forma Estado que sería replicada a lo largo de la llanura aluvial mesopotámica por unas veinte ciudades-estado rivales o "unidades políticas equivalentes”,  lo suficientemente pequeñas como para que resultara posible caminar desde el centro hasta su último confín en un solo día.
 
    No cabe duda, escribe Scott, de que las murallas crean Estados en su doble aspecto de protección y de confinamiento. En la Epopeya de Gilgamés, rey fundador, se erigen las murallas de la ciudad para proteger a su pueblo. Bajo esta premisa, podría considerarse la creación del Estado como la obra conjunta (¿un contrato social, tal vez?) de súbditos agricultores y de su gobernante (y de sus guerreros e ingenieros) para defender cosechas, familias y ganado de los ataques de otros miniestados o de las razias de pueblos no estatales.  Como han observado algunos a propósito de la(s) Gran(des) Muralla(s) china(s): se construyeron no solo para retener a los agricultores contribuyentes dentro sino también para mantener a los bárbaros (nómadas) fuera. 
La Gran Muralla china en 1907
     La escritura, además de las murallas, crea Estados. Hay, además, un poderoso argumento que vincula administración estatal con escritura en el hecho de que, en Mesopotamia, parece haber sido utilizada con fines contables durante más de un milenio antes de que empezase siquiera a reflejar las glorias de la civilización que asociamos con la escritura: literatura, mitología, himnos de alabanza, listas de reyes y genealogías, crónicas y textos religiosos. 
 
    La magnífica Epopeya de Gilgamés, por ejemplo, data de la Tercera Dinastía de Ur, en torno al 2100 a.e.c., un milenio completo después de que se hubiese empleado por primera vez la escritura cuneiforme con fines estatales administrativos y comerciales. 
 
    El capítulo quinto del libro dedicado al control de la población, esclavitud y guerra, es sin duda uno de los más interesantes. Uno se ve tentado a afirmar que “sin esclavitud, no hay estado” aunque hubo esclavitud antes de los primeros estados. 
     Cita Scott al historiador Moses Finley, que afirmaba que la civilización griega se basó en el trabajo de los esclavos, que suponían una clara mayoría -quizá de hasta dos tercios- de la sociedad ateniense, considerándose una institución que se daba por hecho y cuya abolición nunca se planteó. Como sostenía Aristóteles, algunas personas, por carecer de facultades racionales, eran, por naturaleza esclavos y debían ser empleados, al igual que los animales de tiro como herramientas. 
 
    Por otra parte, la guerra de las Galias que narró y llevó a cabo Julio César aportó casi un millón de esclavos, y en la Roma y la Italia de Augusto los esclavos, representaban entre un cuarto y un tercio de la población. 
 
    Si el propósito de la guerra era, principalmente, la adquisición de esclavos, parece entonces razonable entender una buena parte de las expediciones militares más como razias esclavistas que como guerras convencionales. El Estado no fue el inventor de las guerras más que lo fue de la esclavitud. Pero, de nuevo, lo que sí hizo fue escalar estas instituciones hasta convertirlas en actividades estatales de primer orden, transformando así lo que habían sido unas modestas y constantes razias preestatales en busca de cautivos en algo parecido a una guerra con otros estados con idénticas intenciones.
 
Recuento de esclavos nubios en el antiguo Egipto.
      Tras el colapso de los imperios antiguos se habla de edades oscuras, pero ambos conceptos deben replantearse, argumenta James C. Scott: ¿edades oscuras para quién? Quizá no para el bienestar humano. Lo que caracteriza a estas edades oscuras es la huida de la guerra, de los impuestos, del reclutamiento forzoso, de las malas cosechas y de las epidemias provocadas por el hacinamiento. 
 
    Hay que tener en cuenta que la historia de los pueblos no-estatales la escriben los escribas de la corte, que los consideran retrasados y salvajes, bárbaros, o según los funcionarios chinos, "crudos", lo que se oponía a "cocidos", estigmatizando a aquellos pueblos que no se habían convertido en súbditos estatales. 
 
    Hay que pensar que gran cantidad de bárbaros, pues, no eran pueblos primitivos que se habían quedado atrás, sino, más bien, refugiados políticos y económicos que habían huido a la periferia para escapar de la pobreza inducida por el Estado: los impuestos, la esclavitud y la guerra. Sin idealizar la vida de los bárbaros, el abandono del espacio estatal en favor de la periferia se sentía menos como una expulsión a las tinieblas de afuera que como una mejora de las condiciones de vida, cuando no como una auténtica emancipación.

martes, 16 de septiembre de 2025

A contrapelo, contra el Estado (I)

    Leo con interés la reseña que hace la historiadora Laura Vicente del libro del politólogo y antropólogo James C. Scott “El arte de no ser gobernados”, publicado originalmente en inglés en 2009, que desarrollaba la tesis de que durante cientos de años en las tierras altas del sudeste asiático, millones de personas vivieron sin ser gobernadas por un Estado. Huyeron de las zonas bajas en las que el Estado recaudaba impuestos, sometía a la población a trabajo esclavizado y los alistaba en el ejército hacia las zonas montañosas. Adaptaron su economía a esa condición (agricultura itinerante y de rozas) por decisión propia y no por retraso o falta de civilización. Nos han convencido, y no es verdad,  de que el Estado es desarrollo y civilización y vivir sin Estado, igualitaria- y libremente, sería todo lo contrario. 

    Escribe Laura Vicente: La huida del Estado es parte de la historia, pero se ha ignorado sistemáticamente y no ha tenido un lugar legítimo en la narrativa hegemónica de la civilización pese a su importancia histórica. Emociona saber que, en zonas extensas, por ejemplo, Zomia pero también en el castigado Oriente Medio, en Europa o en América (pone ejemplos de ello), han existido comunidades relativamente libres, no estatalizadas, rodeadas de Estados. Es cierto que para ello tuvieron que huir a las montañas, las marismas, los pantanos, los litorales de los manglares o las laberínticas regiones estuarias (...).

    La reseña me ha llevado a descubrir a este autor, James C. Scott, y a leer con mucho interés su último libro publicado entre nosotros en 2022: Contra el Estado. Una historia de las civilizaciones del Próximo Oriente antiguo, en el que lamenta que tanto los restos arqueológicos como los primeros documentos escritos en jeroglíficos o escrituras cuneiformes son documentos estatales: impuestos, unidades de trabajo, censos tributarios, genealogías reales, mitos fundacionales, leyes. No hay testimonios que se contrapongan, y los esfuerzos por leer esos textos a contrapelo o contracorriente ('against the grain', en inglés, que es por cierto el título original del libro que aquí se ha traducido 'Contra el Estado') resultan, a la vez, heroicos y excepcionalmente difíciles. 

    Recojo algunas de sus observaciones: Cabe suponer que un buen número de pueblos nómadas poseían sistemas de escritura (a menudo tomados prestados de pueblos sedentarios). El problema radicaría en que escribirían normalmente en materiales perecederos (corteza, hojas de bambú, cañas) y con fines no estatales o administrativos como memorizar hechizos y poesías de amor, por lo que no se han conservado. Las pesadas tablillas de arcilla de la llanura aluvial meridional de Mesopotamia son, claramente, la tecnología de escritura de un pueblo sedentario y estatalizado, y es por ello por lo que, en gran parte, ha sobrevivido.

    Por lo general, cuanto más grandes son los archivos estatales que se conservan, más páginas se dedican a ese mismo reino histórico y a su autorretrato. Y, sin embargo, esos primeros Estados que aparecieron en los limos aluviales o arrastrados por el viento en la Mesopotamia meridional, Egipto y el río Amarillo eran minúsculos tanto demográfica como geográficamente. No eran más que un borrón en el mapa del mundo antiguo y no mucho más que un error de redondeo en una población mundial total estimada en unos veinticinco millones en el año 2000 a.e.c. [antes de la era común] Se trataba de pequeños nodos de poder rodeados por un vasto paisaje habitado por pueblos no estatales -también conocidos como bárbaros-. 


    A pesar de Sumeria, del Imperio acadio, de Egipto, Micenas, de los olmecas o los mayas, de la cultura del valle del Indo y de la China Qin, la mayor parte de la población mundial continuó, durante largo tiempo, viviendo fuera del alcance inmediato de los Estados y de sus impuestos. Resulta arbitrario y notablemente difícil determinar en qué preciso momento el panorama político pasó a quedar definitivamente dominado por los estados nacionales actuales. En una estimación generosa, hasta hace cuatrocientos años, un tercio del planeta seguía ocupado por cazadores-recolectores, cultivadores itinerantes, pastores y horticultores independientes, mientras que los Estados, por ser esencialmente agrarios, quedaban en gran medida confinados a esa pequeña porción del planeta apta para el cultivo. 
 
    Es posible que gran parte de la población mundial nunca se haya topado con ese sello distintivo del Estado: el recaudador de impuestos. Muchos, tal vez la mayoría, pudieron entrar y salir del espacio estatal y cambiar sus modos de subsistencia, y contaron con una razonable posibilidad de evadir la pesada mano del estado. Así pues, si situamos la era de la definitiva hegemonía estatal en torno al año 1600 e.c. [era común], podemos afirmar que el Estado solo ha dominado las dos últimas décimas del 1% de la vida política de nuestra especie.

    Al focalizar nuestra atención en los lugares excepcionales en los que aparecieron los primeros Estados, nos arriesgamos a olvidar el hecho clave de que, en la mayor parte del mundo, hasta hace bien poco, no había Estado alguno” (pág. 30 de la traducción española).