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miércoles, 12 de abril de 2023

Bakunin y la biología

    Leo con interés las notas de “Releyendo a Bakunin”, que escribe la historiadora y autora de varios libros y artículos sobre anarcosindicalismo y anarcofeminismo Laura Vicente en su blog “Pensar en el margen”. 
 
     Cuenta Laura Vicente que había leído “Dios y el Estado” (1871) del anarquista ruso a los 20 años, y que, releído ahora, cuarenta años después, le había resultado más fructífera esta segunda lectura que aquella juvenil. 
 
    De sus notas, me llama la atención especialmente la contraposición que establece Mijail Bakunin entre “vida” y “ciencia”, y su apuesta por la primera en detrimento de la segunda. La palabra 'biología', como se sabe, es un compuesto de origen griego que contrapone ambos términos: bio 'vida' y logía 'ciencia', como si fuera sencillo saber qué es la vida. Pues bien, define el anarquista ruso la vida como la verdadera escuela del hombre, y la contrapone a la “ciencia”, tan admirada en el siglo XIX, a la que considera “la brújula de la vida, pero no la vida”. 
 
Bakunin, fotografiado por H.-A. Boissonnas (1876)
 
 
    Copio la cita: “La vida es fugitiva, pasajera, pero también palpitante de realidad y de individualidad, de sensibilidad, de sufrimientos, de alegrías, de aspiraciones, de necesidades y de pasiones. Es ella la que espontáneamente crea las cosas y todos los seres reales”. Y llama mi atención esta consideración de Bakunin que cita Laura Vicente: “...la ciencia tiene por misión única esclarecer la vida, no gobernarla”. 
 
 Su rechazo a esa posibilidad, comenta la autora del blog a este propósito, es contundente cuando señala que el gobierno de la ciencia y de los hombres de ciencia, no puede ser sino impotente, ridículo, inhumano y cruel, opresivo, explotador, malhechor. Se puede decir que los hombres de ciencia «no tienen ni sentido ni corazón para los seres individuales y vivientes».  Bakunin intuye «que el gobierno de los sabios, si se le deja hacer, querrá someter a los hombres vivos a experiencias científicas», y todavía va más lejos al afirmar que si los sabios, los expertos, diríamos hoy apostillo yo, no pueden hacer experiencias sobre el cuerpo de los hombres, no querrán nada mejor que hacerlas sobre el cuerpo social y he ahí lo que hay que impedir a toda costa. 
 
 
    Bakunin parece presentir algo obvio en nuestro siglo XXI, como subraya Laura Vicente, que la biopolítica, como se ha dado en llamar, es decir, el ejercicio del poder, con la inestimable ayuda de la ciencia, sobre la vida de los individuos y las poblaciones, sería una realidad. Y puesto que para los «seres reales, compuestos no solo de ideas sino realmente de carne y sangre, la ciencia no tiene corazón», Bakunin afirma que lo que «predico es, pues, hasta un cierto punto, la rebelión de la vida contra la ciencia, o más bien contra el gobierno de la ciencia. No para destruir la ciencia (…) sino para ponerla en su puesto, de manera que no pueda volver a salir de él».  De hecho, hace tiempo que salió, concluye la nota de Laura Vicente.
 
   Bakunin desconfiaba de la ciencia y por ello del gobierno de la ciencia, al que estamos sometidos, y lo hemos estado especialmente durante los dos años de covid que hemos sufrido, 2021 y 2022, en los que se nos impuso la fe en la ciencia, como si fuera la nueva religión, olvidando que lo propio de la ciencia, a diferencia de las religiones, es la duda, no la fe. 
 
Nietzsche, fotografiado por G.-A. Schultze (1882)
 
     Respecto a la contraposición "Dios" y el "Estado" que hace Bakunin, será preciso esperar a Nietzsche y a su novela filosófica "Así habló Zaratustra", (1883), donde se establecerá la muerte de Dios y la aparición del Nuevo Ídolo: En algún lugar existen todavía pueblos y rebaños, pero no entre nosotros, hermanos míos: aquí hay Estados. ¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abridme ahora los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos. Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Estado, soy el pueblo.»