sábado, 23 de marzo de 2024

Pareceres XLIII

211.- La Sagrada Familia. Al parecer el propio Jesús de Nazaré, inseminado artificialmente por el Espíritu Santo, no era hijo único, como se nos ha hecho creer torticeramente a lo largo de los siglos, sino que tenía varios hermanos, hecho que se desprende de la atenta lectura de los evangelios canónicos: Leemos en Marcos, 6, 3, y en Mateo 13, 55, entre otras menciones que pueden rastrearse en el Nuevo Testamento: ¿No es éste acaso el carpintero, hijo de María y hermano de Santiago y José, Judas y Simón?). Así que nada de familias con un único pensamiento o hijo único, o a lo sumo con una parejita heterosexual, no, nada de eso: la Sagrada Familia era una familia numerosa, como las que había antaño, y no como las unipersonales que hay ahora, que no son familia ni nada parecido.

La Virgen María azotando al Niño Jesús ante tres testigos, Max Ernst (1926)   

212.- ¡Símbolo franquista, fuera de la vista! Algún poetastro venido a menos se ha sacado de la manga este ripio de doce sílabas, compuesto de dos hemistiquios hexasilábicos de ritmo trocaico, con rima total o consonante en -ista (sin haberlo procurado, he compuesto un pareado), para corearlo en alguna manifestación autorizada, desfile militar o procesión religiosa o laica, que todo es lo mismo. Su carácter reivindicativo salta a la vista. Se trata de exigir al gobierno de turno que desmantele los símbolos de la España del caudillo F.F.: algún que otro busto, alguna que otra estatua ecuestre, algún que otro letrero de alguna que otra calle, por ejemplo la del 18 de Julio, que recuerda con su ominosa fecha el alzamiento nacionalista, que quedan por ahí. Pues no, mejor que no nos los quiten, que los dejen donde están por el bien de nuestra (des-)memoria histórica: a ver si así caemos en la cuenta de que en realidad nada ha cambiado, si se exceptúa la simbología y nomenclatura. ¿Qué más da que en las monedas aparezca la faz del caudillo que la de su sucedáneo el monarca borbónico? ¿Qué más da incluso que a la vieja moneda, la peseta aquella, se le haya cambiado el nombre, si lo fundamental es que sigue habiendo monedas y que el dinero sigue contando y sonando? 

 213.-Sociedad tripartita.- La sociedad neoliberal, al igual que la medieval o feudal, es tripartita. Hay laboratores, que son los que se dedican a la producción de inutilidades. Hay bellatores, que son los cuerpos y fuerzas armadas de seguridad del Estado, ejército y policía básicamente. Y hay oratores, que son los políticos e intelectuales encargados de gobernar, es decir, de mentir. Estos últimos son la clase sacerdotal, el antiguo clero, en el que se incluyen los periodistas que reconstruyen periódicamente el establecimiento. Su función es justificar el capitalismo, y que los laboratores cumplan su función subordinándose al mercado, convirtiéndose en mercancías, y que los bellatores sostengan la guerra que es la paz, es decir el (des-)orden establecido. 

214.- No somos nadie. Tenemos un nombre propio y unos apellidos, títulos académicos, un empleo, un “curriculum uitae”, es decir una historia, o una biografía detrás, una propiedad o una cuenta bancaria (o, si no lo tenemos, aspiramos a ello porque nos han metido en la cabeza que eso es importante, cifrando en ello el status de nuestro grado de felicidad), pero, a pesar de todo eso y por debajo de esa máscara, sentimos lo que late en lo más hondo (y el pueblo a veces lo reconoce y lo dice cuando se muere alguien), ay, que no somos nada, no somos nadie.

 215.- Ruido de tanques: Uno que fuera mandatario del régimen actual carpetovetónico que conocemos y padecemos en esta sufrida y curtida piel de toro ibérico -conocer es sufrir, la ciencia acarrea sufrimiento, escrito está-, pronunció en su momento la siguiente y muy significativa perla cultivada: “El ruido de los tanques es ahora el ruido del Estado democrático”. Era una declaración de un ahora ex-ministro del régimen. En ella se le escapaba algo más que una opinión personal: le salía un vislumbre de algo muy cercano a la verdad, por decirlo de un modo solemne, o, por lo menos, de algo muy próximo a la denuncia de la mentira: el Estado democrático es el estado autoritario, militarista, patriarcal, violento, dictatorial, totalitario de toda la vida -en fin, todo lo que nos sugiere el paso pesado de los tanques- legitimado tras la segunda guerra mundial y la caída del muro de Berlín por el pueblo en los comicios electorales. Ruido de tanques que, por otra parte, no deja de oírse en películas de hazañas bélicas y en los noticiarios de actualidad, como algo inminente, ahora que la Unión Europea decide -resuenan tambores que llaman a las armas cada vez más cercanos- rearmarse porque no hay paz sin guerra.

viernes, 22 de marzo de 2024

Verde, que te quiero verde

   La Unión Europea aspira al objetivo ideal y por lo tanto inalcanzable de "net zero emissions",  “cero emisiones” o “cero neto o absoluto de emisiones”, o sea, ningunas emisiones (de CO2). Por ejemplo, entre otras medidas, que no se fume no ya en los bares y restaurantes, que eso ya está prohibido desde hace tiempo, sino en las terrazas de dichos establecimientos públicos... Se acabará prohibiendo fumar en todos los espacios públicos y hasta privados, por lo que el tabaco quedará reservado a la clandestinidad de los retretes. El siguiente paso será pedirnos que dejemos de respirar por el bien del planeta. A fin de cuentas, cuando respiramos, según lo que nos enseñaban en la escuela, inhalábamos oxígeno y exhalábamos lo que entonces se llamaba anhídrido carbónico y ahora dióxido de carbono o CO2, que es lo mismo pero con otro nombre.

    La Unión Europea quiere, además, que actualicemos nuestras viviendas según los parámetros que ella establezca para hacerlas sostenibles o dignas de sostén(imiento).

    La Unión Europea, en resumidas cuentas, apuesta por la green economy por decirlo así en inglés, que es la lengua del Imperio y queda mucho más elegante que en castellano 'economía verde', aunque nosotros podríamos añadir el hemistiquio lorquiano “que te quiero verde”, para que resuene más lírico y poético. 


    Uno sospecha, porque uno tiene ya sus años y desengaños, que la cosa de la green economy va de verde por el color de los billetes. Recuerdo que era ese el color de los billetes de mil pesetas de mi juventud, que eran verdes, como aquel que representaba a don Benito Pérez Galdós... (Más tarde saldrían otros del Banco de España  con otras tonalidades de 2.000, 5.000 y hasta 10.000 pesetas... antes de abandonar la vieja moneda y entrar en el Euro que hizo que se subieran automáticamente los precios). 

 

    La ecuación dinero=verde, pensaba yo, ingenuo de mí, que sería por lo que decían de que era el verde el color de la esperanza... y que podía uno esperar conseguir con él toda clase de bienes y servicios. Pero no, la cosa parece que fue al revés: el verde empezó a utilizarse por sus cualidades físicas, y de ahí derivaron luego las metafísicas.

    Parece que la equiparación física del verde con el dinero nos vino del otro lado del Océano Atlántico, del Nuevo Mundo, cuando a finales del siglo XIX los billetes de dólar se tiñeron de ese color para evitar las falsificaciones, hasta el punto de que en la actualidad casi la cuarta parte del papel moneda o billetes de banco que circulan por el universo mundo está tintado de color verdoso entre otras tonalidades como el amarillo, el gris y el azul. 

    Pero la pervivencia de la ecuación a lo largo de los años tiene también mucho que ver con la equiparación metafísica de lo que los expertos denominan el simbolismo emotivo del color que identifica el color verde con el inmenso poder del dinero, y también con la tranquilidad y la calma, asociadas al verde quirófano. 

    El rojo y el verde son en principio colores vivos, relacionado el primero con la sangre del reino animal y el segundo con la clorofila del reino vegetal. Pero además el color verde tiene otras connotaciones lingüísticas relacionadas con la juventud o no madurez, así como con la lujuria. Pensemos por ejemplo en expresiones como 'chiste verde' o 'viejo verde' en español. Pero ambos colores se oponen en el simbolismo del semáforo, donde la luz roja indica prohibición y la verde vía libre, simbología que se ha incorporado a la red informática universal: los do's y don'ts: las cosas que se deben hacer y las que no.  

    En otras palabras, la economía verde, so pretexto de proteger el medio ambiente (tanto el reino animal como el vegetal), capitaliza las tragedias ambientales producidas por la explotación del propio sistema capitalista, generando "fuentes renovables" de negocios energéticos para la clase dominante transnacional. Y, al mismo tiempo, cumple una función apotropaica, ya que desvía la mirada del verdadero ambientalismo, que coincide con el anticapitalismo. Pintar el capitalismo de verde es una operación de maquillaje. No se resuelve el problema que la propia existencia del capitalismo crea, sino que se justifica usando la ecología como coartada.  

Una verdad como una casa
 

    Volviendo a la Unión Europea,  no quiere ninguna emisión de CO2, y por otro lado fabrica bombas que siembran la muerte tanto del reino animal como vegetal y que están muy lejos de lograr la reducción de los gases de efecto invernadero que dicen que persiguen, y nos va mentalizando de que la guerra es inevitable. Entre nosotros ya lo ha vomitado la impresentable ministra del gremio de la Guerra, la llamada Hormiga Atómica: "La amenaza de guerra es absoluta". 

    Lo mejor habría sido no haber entrado nunca en dicha Unión, pero una vez dentro, lo mejor que podemos hacer es salir cuanto antes de la Unión Europea, que es la unión en realidad no de los europeos sino de las clases dominantes europeas contra las clases trabajadoras, o si se prefiere, los pueblos de Europa, como se demuestra examinando las pocas medidas en beneficio de la gente y las muchas en interés de los bancos y del gran capital tanto farmacopólico como bélico que toman.

jueves, 21 de marzo de 2024

Oyendo una canción con los ojos cerrados

    Una de las más bellas canciones, de las muchas que nos dejó el llorado Luis Eduardo Aute, es Queda la música, cuya letra, ante la contemplación de una vieja fotografía de juventud, acierta a decir lo siguiente: 
 
 
Miro el instante que ha fijado la fotografía / (...) /
 Nada queda en ese trozo de papel, todo es alquimia. / Veo que es la prueba más veraz de que todo es mentira. / Esos rostros ya no llevan nuestros nombres. / Son dos máscaras perdidas en la noche. 
 
     Pero frente a esa constatación, el estribillo viene a consolarnos con su alegre melodía y su “queda la música” asociado a ella. 
 
    La fotografía que inmortalizó aquel instante para la eternidad lo mató para siempre. La cámara fotográfica es una metáfora de la pistola: disparó una bala. Ahora que está mal vista como cosa paleolítica la caza de animales salvajes, la fotografía viene a sustituir a la escopeta en los safaris fotográficos. La fotografía ha inmortalizado el instante, lo ha matado. Por eso, como escribe Susan Sontag, todas las fotografías son un memento mori. Pero frente al imperio de la imagen que no refleja la realidad sino que, al contrario, aspira, invirtiendo el proceso, a que la realidad se acomode a ella, nos queda el sonido, la palabra y su música, que nos entra por el oído, y nos hace cerrar los ojos y soñar, y sugerir no una sino mil imágenes.
 
    Hay una escena, precisamente, en la película Cerrar los ojos de Víctor Erice (2023) que resulta muy significativa. Un célebre actor español, Julio Arenas, interpretado magistralmente por José Coronado, desaparecido misteriosamente, es dado por muerto pese a que nunca se encontró su cadáver. Años después, su íntimo amigo, el director Miguel Garay, interpretado por Manolo Soto, se reencuentra casualmente con él, y descubre que ha perdido la memoria y no sabe quién es. 
 

    Miguel le pregunta si no le conoce, y él le responde que no, que no sabe, que cree que no. Miguel empieza entonces a hacer nudos marineros y descubre cómo Julio los hace y deshace inconscientemente. Como música de fondo se oye durante toda la escena el vaivén de las olas del mar.
 
 
    -¿Dónde has aprendido a hacer esos nudos? -Le pregunta. 
    -Me salen solos. 
  -¿Sabes cómo se llaman?... Nudos marineros. Tú y yo los aprendimos en el mismo sitio. (Le muestra entonces  una fotografía en blanco y negro y le dice).
 
 
    -¡Mira! Marineros de primera. En El Rayo, nuestro barco. Es el nombre que hay en la cinta de los lepantos. 
    -¿Lepantos? 
    -Sí, eso que llevamos en la cabeza. ¿Qué dice ahí? “Destructor Rayo”. Este es Miguel Garay, que soy yo. Este es Julio Arenas, que eres tú. 
    -Ese no soy yo, no. (Mira entonces a su amigo y le dice): Y este otro tampoco eres tú... No soy yo.
 
    Julio le dice que esos no son ellos: ni él ni su amigo. Y lo que está diciendo es verdad. Pero ambos tienen razón: son ellos y no son ellos. Son, porque lo fueron y eso constituye su identidad, y no lo son porque su identidad no es verdadera. Lo que viene a decirle Julio a su amigo es, como cantaba Aute:
 
  Creo, que tú y yo no somos más que dos desconocidos, / Otros, dos extraños que en el tiempo se han hecho asesinos / De esos dos niños de la fotografía / Que, abrazados, van bailando por la vida.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Quieren guerra

    Consideran los que mandan en Europa que hay que preparar a la población para que aguante con resiliencia, que es como llaman ahora a la resignación, lo que nos están echando encima: más guerras y más pandemias en pro de la industria armamentista y de la farmacopólica respectivamente. Así como los gobiernos democráticos europeos gastaron cantidades ingentes de dinero en vacunas experimentales contra el bicho coronado, mascarillas, guantes, pruebas diagnósticas y demás parafernalia enriqueciendo al farmacopolio y a la corruptela política que enseguida sacó tajada del negocio y fomentando de paso las nuevas tecnologías de la (in)formación e incomunicación (telemedicina, tele-educación, tele-entretenimiento, telegestión... ) ahora destinan enormes partidas de dinero a los juguetes bélicos y a la tecnología militar por aquello de reactivar la economía.

    "Preparémonos para la guerra": han sido las palabras pronunciadas en los últimos días por el presidente galo, más peligroso que un mono con dos pistolas, que ya jugó un papel estelar durante la pandemia insistiendo en vacunar a todo Cristo viviente, y que no quiere perder protagonismo ahora. Por eso propuso enviar tropas europeas a Ucrania. La locura se ha apoderado del viejo continente de la mano de sus presidentes de gobierno, de la diplomacia europea y del engendro de la Comisión Europea. Quieren llevarnos a la guerra como sea. Los principales mandatarios europeos, víctimas de una locura colectiva, se han puesto de acuerdo mediante señales de humo en tañer los tambores de guerra. Hasta los Verdes en Alemania, esos ecologistas que querían salvar el planeta, han revelado la auténtica tonalidad del color político que los define, que es el caqui de los uniformes militares

    La ministra de Defensa española, la Hormiga Atómica, nos dice que la amenaza de guerra "es total y absoluta". Hay que justificar el sacrificio económico que supone la inversión que están llevando a cabo.  La amenaza no es abstracta, sino muy concreta y real. Ha dicho que Putin está dispuesto a atacarnos con armas nucleares, y tenemos que ser conscientes del riesgo en que vivimos. Llama especialmente la atención cómo la izquierda progresista española de salón, que está gobernando para que no gobierne la extrema derecha, ha pasado del “No a la guerra” y del “No es no”, al sí incondicional sin paliativos. 

 

    Esa guerra es contra Rusia, que nunca ha hecho nada contra Europa. De hecho, si somos rigurosos con la memoria histórica, es Europa la que atacó varias veces a Rusia, aunque con resultados desafortunados, y  es Rusia la que liberó a Europa del nazismo en su momento. Pero en el viejo continente prefiere seguir la grotesca narrativa de Jólivuz que nos presenta a los estadounidenses como únicos liberadores.

    Sin embargo, la nueva narrativa que nos imponen presenta a Putin como si fuera el mismísimo Hitler, y la nueva Rusia como el nazismo 2.0, mientras que Zelenski y el batallón Azov ucraniano serían hermanitas de la caridad campeonas de la democracia y los derechos. 

    De hecho resulta significativo cómo se oculta que la guerra es contra Rusia diciendo que es en defensa de Ucrania. El presidente del Gobierno de las 17 Españas, en su cuenta de la Red Social, agradece a la industria armamentística su "compromiso con el apoyo a Ucrania" y que genere empleo de alta cualificación. Está meridianamente claro que quieren guerra.

    Desde hace semanas la narrativa oficial está tratando de mentalizarnos y de justificar la guerra preventiva contra una Rusia ávida de invadir Europa y de lanzar su potencial atómico contra nosotros. Guásinton incluso ha hecho saber que si Ucrania se rinde, la guerra con Rusia sería inevitable, cosa que no se entiende, porque de hecho Ucrania no es miembro de la Alianza Atlántica ni del engendro de la Unión Europea. Realmente no debería sorprendernos que Occidente, liderado por los atlantistas, entrara realmente en guerra con Rusia, porque de lo que se trata es de mantener la hegemonía imperial anglosajona y norteamericana del dólar, para lo que Rusia y China son un obstáculo. 

Guernica, Pablo Picasso (1881-1973) 

    Se ha olvidado el valor de la diplomacia y la negociación. La paz no cotiza en bolsa, como demuestra la que le ha caído al Papa por sugerir que Ucrania debía enarbolar la bandera blanca y negociar la paz.... El gobierno ucraniano ha dicho que ellos sólo tienen una bandera, que es la suya, y que él se meta en sus asuntos. 

    Mientras tanto, el Guernica de Picasso sigue siendo la imagen perfecta del bombardeo informativo al que nos someten a todas horas nuestros mandatarios desde los medios a su alcance: quieren guerra, nos la están echando encima a todas horas como nos echaron el bicho coronado. Es su política, es decir, cuestión de economía.

martes, 19 de marzo de 2024

El día que empezamos a perder (la razón)

    Espléndido artículo de Ana Iris Simón publicado en El Periódico Global, alias El País, el 16 de marzo, a propósito del cuarto aniversario del 14-M , "el día en que empezamos a vencer", según la retórica de la propaganda de La Moncloa, y que Ana Iris Simón contratitula El día que empezamos a perder (sin la innecesaria y pedantesca preposición y cambiando la victoria del gobierno por la derrota del pueblo y de la gente), día en que perdimos la razón y empezamos a aplaudir a las ocho al Estado terapéutico que decía protegernos y al gobierno que se jacta ahora de la 'lección de patriotismo cívico' que dio la sociedad española sometiéndose a la dictadura sanitaria. 

 

    "Se cumplen cuatro años del contagio de la covid en España y el Gobierno lo conmemoró el pasado jueves 14-M porque el 8 ya estaba pillado. Lo que comenzó el 14 de hace cuatro años (y duró meses, incluso años) fue la cascada de "medidas anticovid: encierros de dudosa legalidad (niños casi dos meses sin salir y ancianos con enfermedades vasculares que no pudieron moverse), absurdos toques de queda nocturnos de dudosa efectividad, caos territorial que imponía cierres por municipios y comunidades autónomas con niveles de contagio similares, tomaduras de pelo como desrecomendar la mascarilla al principio (porque no había) para después hacerla obligatoria hasta en un bosque solitario, despliegues masivos para fumigar con lejía desde calles hasta playas contra un virus que no se transmitía por las superficies, la grotesca danza legislativa (ahora solo pueden salir a la calle los del perro, ahora los convivientes pero de uno en uno, ahora los niños hasta 12, ahora hasta 14, ahora los viejos, pero solo en tal franja horaria). Todo ello culminado por las presiones para inyectarnos una vacuna experimental a cambio de no ser condenados al ostracismo o a no perder el derecho al movimiento, en mitad de una campaña de desinformación que cada vez exigía más vacunados para alcanzar la "inmunidad colectiva" mientras reconocía menos efectividad a la vacuna.

     Aquellos días vivimos la larga espera de una nueva normalidad sufriendo cada día una nueva anormalidad nacional o internacional, pública o privada: nuevas tasas y pasaportes, prohibido quedarse parado en la calle, prohibido hablar en un autobús, prohibido circular en ambos sentidos en este pasillo, prohibido pasar por caja con el carrito de la compra en la orientación indebida. Al entrar a un bar tiene que ponerse la mascarilla, dar dos pasos hasta la mesa y volver a quitársela. En el coche tiene que conducir con su pareja (con la que convive) sentada en el asiento diagonalmente opuesto. Esperando el metro no pueden sentarse juntos, han de mantener distancia de seguridad hasta que puedan entrar a hacinarse en el vagón. Multas de 500 euros por no hacer la compra en el supermercado más cercano al domicilio, mientras las mismas élites que han pasado años arrasando el comercio local se dedicaban a firmar contratos millonarios en China o Turquía para obtener mascarillas, respiradores y todo aquello a lo que pudiesen pegarle una mordida los satélites de Ayuso o Ábalos.
 
     Hace cuatro años hubo un golpe de Estado neoliberal a gran escala que redujo los ingresos de la clase trabajadora a pesar del tímido escudo social para contenerlo. Pues eran los obreros quienes sufrían las obligaciones de las leyes covid, mientras que los empresarios recibían recomendaciones. Luego los esquilmaban mediante multas exageradas que se cebaban con los más pobres para los cuales era más difícil no transgredir ninguna "normativa covid" sin tener el lujo del teletrabajo, vivienda digna, transporte propio o poder de compra. Llegó a haber personas sin hogar multadas por saltarse el confinamiento.

    En el anuncio conmemorativo que ha lanzado el Gobierno estos días aparece una cuarentena divertida, familiar y nostálgica donde la gente vive en un pisazo con ventanales al exterior, o en amplias casas donde han instalado desde un gimnasio propio hasta un pequeño estudio de pintura. No fue el 14-M de 2020 "el día que empezamos a vencer". como reza la campaña, sino a perder. La cabeza, la dignidad y los derechos fundamentales."

lunes, 18 de marzo de 2024

Variaciones sobre tema presocrático

En el aire
la vida
sentenciada
de muerte.
Aire y fuego y agua y tierra

En el fuego
ardiente
del maldito
infierno.
Fuego y agua y tierra y aire.
 

 Con el agua
al cuello, 
y los labios
sedientos.
Agua y tierra y aire y fuego.

En la tierra
de nadie
que es la tierra
de todos.
Tierra y aire y fuego y agua.

domingo, 17 de marzo de 2024

Más trinos del demonio

El demonio me susurra al oído que Su Santidad el Papa también a veces en su fuero interno, como todo el mundo, se caga en Dios y en todo lo que hay alrededor.
 
 
 
Dice en algún sitio Freud que el derecho en su origen no era más que violencia bruta, por lo que no puede dejar de renunciar al apoyo esencial de la violencia.
 
Tucídides en La historia de la guerra del Peloponeso llama a la guerra “severa maestra” (o “maestro”, porque pólemos es masculino en griego): didáscalo brutal.
 
Un agencia de viajes oferta destinos cercanos y asequibles para no quedarse en casa en Semana Santa a quienes creen que yéndose se van a librar de sus cadenas.
 
El jefe del gobierno teutón instó a los países europeos a producir material militar masivamente a raíz de la amenaza duradera, según él, que Rusia representa.
 
Las relaciones digitales, que acercan a las personas que están lejos pero alejan a las que están cerca, aíslan a los individuos, si cabe, más de lo que están.
 
 
A la sociedad feudal tripartita de laboratores, bellatores y oratores se han sumado ahora, so pretexto de liberación, las laboratrices, bellatrices y oratrices.
 
 Toda decisión, etimológicamente, es tajante dado que decidere significaba en latín 'cortar de un hachazo, guillotinar hasta degollar a la víctima sacrificial'.
 
Alerta de la Agencia Estatal de Meteorología ante la previsible amenaza de una intensa ciclogénesis explosiva: confinamiento domiciliario: quédate en tu casa.
 
 La Unión Europea y la comunidad científica, según el Periódico Global, “trabajan en la prevención para el futuro”: prevenir el futuro es hacer que se presente.
 
 
Confesémonos, por lo que pueda acontecer, antes de cometer el pecado que vamos a ejecutar irremisiblemente a fin de que Dios, Nuestro Señor nos coja confesados.
 
 Memoria histórica: Planteémonos esta cuestión: ¿por qué nos obligaron a llevar mascarilla durante la pandemia si no había evidencia científica que lo avalara?

No es que os tomaran el pelo con el bozal pandémico, ni que la pandemia toda fuera la sarcástica tomadura de pelo que fue, sino que fue peor: os lo creísteis.

Un idiota es un idiota. Dos idiotas son dos idiotas. Diez mil idiotas son un partido político”. Aunque no lo escribió Kafka, no deja de ser cierto sin embargo.

 Net zero emissions. ¿Emisiones cero neto para un futuro sostenible? ¡Toma futuro que se sostenga! Dijo el demonio soltando un fétido pedo infernal insoportable.

sábado, 16 de marzo de 2024

"Mariposa en cenizas desatada"

    Escribía mi admirado Juan Manuel de Prada un artículo titulado Macaón en su columna Animales de Compañía, publicado en XLSemanal, donde confesaba que cuando era niño había sido coleccionista de mariposas, que cazaba durante sus vacaciones de verano en Verín (Orense). Recordando aquellos días de la infancia escribe con fervor sacramental: Eran veranos alumbrados por un sol eucarístico que se posaba sobre las mariposas y las transmutaba en joyas refulgentes de pedrería.

    Pero entre todas las mariposas había una, la Papilio Machaon, que era el cromo que siempre faltaba para completar la colección del álbum, la más difícil de conseguir, que compara, haciendo gala de otro símil religioso muy de su gusto, con una llama de Pentecostés, cuando los discípulos de Jesucristo fueron poseídos por el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego el quincuagésimo día después de la Pascua.

    Alguna vez -escribe- pude contemplar con detenimiento la majestad de una macaón en reposo: mientras libaba las flores, extendía su envergadura casi mitológica y mostraba los ocelos rojizos, ribeteados de azul cobalto, que ilustraban sus alas posteriores (...) Yo estaba convencido de que en aquellas alas rayadas de amarillo se cobijaba -añade en el trance de un arrebato místico- la indescifrable escritura de Dios. 

 


    Finalmente logró capturar una después de perseguirla, escribe, incansablemente por valles y montañas, entre retamas y malezas en las que acababa ahogándome (ella siempre sobrevolaba majestuosa), salvando barrancos donde más de una vez estuve a punto de despeñarme (ella los salvaba sin inmutarse, ajena a las leyes de la gravedad), internándome entre zarzamoras que siempre me cobraban un impuesto de arañazos. Recuerdo la belleza jeroglífica de sus alas sacudiéndose epilépticamente en la red, recuerdo los dedos de mi padre (que era quien se encargaba de ensartar las mariposas con un alfiler sobre el corcho) tiznados o alumbrados de aquel polvillo de levísimo oro, recuerdo la lenta agonía de la macaón (...).

      La preciada mariposa fue incorporada a la colección. Escribe De Prada que hoy, cuando contempla tantos años después la mariposa disecada presidiendo la colección de lepidópteros, colgando en la pared de su habitación en casa de sus padres, siente que allí quedó atrapada su infancia “atravesada para siempre también por un alfiler”.

    En la mitología griega, Macaon era hijo de Asclepio, el romano Esculapio, dios de la medicina, que tenía el don que había recibido de su padre de curar hasta las más graves heridas. Logró sanar las llagas de los héroes griegos, como la úlcera de Filoctetes. Según Virgilio, Macaón entró en la fortaleza de Troya metido en el caballo. Pero él, que había salvado de la muerte tantas vidas, no pudo evitar la hora de la verdad de la muerte propia. Según unos murió a manos de la amazona Pentesilea, según otros, víctima de Eurípilo. Murió como nuestra propia infancia, "mariposa en cenizas desatada", según la imagen del hendecasílabo falecio de Góngora, el poeta, que simboliza con ese símil la fugacidad de la belleza. 

     Vivir es sobrevivir a un niño muerto, como escribió Genet en alguna parte. Pero no olvidemos que esa muerte no es natural, ninguna muerte lo es -no hay tal cosa como muerte natural-, sino fruto de un asesinato. La macaón ha muerto atravesada por un alfiler, como el toro de lidia que recibe la mortal estocada en el ruedo de la plaza.

 

    Parafraseando al poeta vasco Joxean Artze (1939-2018), autor de uno de los poemas más bellos y breves que conozco, convertido en canción popular por la música que le puso Mikel Laboa, podemos decir: Si no la hubiera capturado y clavado el alfiler,  nunca habría sido mía, se me habría escapado. Pero así, disecada, ha dejado de ser mariposa que volaba. Y yo...  yo lo que amaba era su vuelo.

viernes, 15 de marzo de 2024

Encima, con recochineo.

    Se ríen de nosotros a la puta cara desde La Moncloa, es decir, desde el Gobierno de las diecisiete Españas, con este vídeo propagandístico y bochornoso de la pésima gestión gubernamental que peor no pudo ser de la pandemia. Nos muestran cómo el día 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma que iba a durar quince días,  nos salvaron la vida haciendo que nos muriéramos de asco. Pero ¡cómo nos venden la encerrona como un autentico paraíso, algo idílico, ecológico y hasta liberador! Sí, porque el gobierno nos liberó del mal. Resulta escandaloso cómo el Poder se ha apoderado del discurso libertario para justificar su ejercicio impositivo de ordeno y mando en pro de nuestra libertad y nuestra vida. 

      Hago a propósito la siguiente reflexión sobre cómo algunos postulados antagonistas han sido asimilados por el sistema contra el que se alzaban, dándoles la vuelta y apuntando en la dirección contraria, convirtiendo su orientación antisistema en todo lo contrario, en prosistema. Algunos postulados del movimiento libertario, en efecto, han sido asimilados por el Estado, como demuestran las políticas de libre elección de identidad de género, de activismo climático que pretende lograr un capitalismo verde y sostenible, la cultura de la cancelación de lo que no es políticamente correcto y se opone a lo anterior, la cultura güoque del despertar ("recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte...)  y la agresión intelectual que lo acompaña.  Las críticas a la globalización son tachadas enseguida desde el Poder y sus medios afines como teorías conspiranoicas procedentes de la extrema derecha. Muchos gobiernos de diversas tendencias justifican su existencia argumentando que si no gobernasen ellos lo haría la ultra derecha más extrema. O nosotros, dicen como el viejo chiste, o el caos, que también somos nosotros. 

    El anarquismo en el Poder ¿Cuando se había visto tal desfachatez? Pues aquí y ahora mismo, por ejemplo, cuando se cumplen cuatro años de la infamia de aquel Real Decreto-de la realeza y de la realidad- 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, y, encima, se celebra con recochineo.


    El confinamiento de la población sana y la parafernalia de las mascarillas y demás se decretó sin ningún fundamento científico ni ético que lo avalara y con toda la impunidad del mundo, por la pura crueldad salubrista de la barbarie paternalista del Estado terapéutico que vela por la salud de sus súbditos. La soberbia sanitaria del ogro filantrópico -algo había que hacer porque había que hacer algo, aunque no se supiera qué, porque de lo contrario íbamos todos a morir-  queda impune. Y si la Iglesia se empeñaba antaño en salvar almas para el Cielo, el Estado se empeña hogaño en salvar vidas para el mundo.

    No deberíamos olvidar a poca memoria histórica que conservemos lo que hizo el Gobierno con los niños y con los adolescentes, cometiendo un auténtico crimen de Estado. No se me ocurre otro nombre. Mintieron descaradamente para hacernos creer que las tiernas criaturas infantiles eran “bombas” de infecciones a fin de vacunarlas sin ninguna garantía ni beneficio de su salud, sino todo lo contrario, encerrarlas en casa, con absurdas normas y protocolos demenciales, sin ninguna ética ni humanidad. 

    Y ahora nos lo pintan desde la Moncloa con imágenes tan idílicas que no hay violencia doméstica, no hay depresión, no hay malos tratos, sino solo arte, deporte, teletrabajo, armonía familiar y conyugal..., y dan ganas de decir que venga, que vuelva otra pandemia y volvamos a encerrarnos todos, cada cual en su casita, y Dios, que es el Estado, en casa de todos. 

    Querían salvar a los vejestorios sacrificando a los jóvenes. ¡Qué lástima que no se hubiera proclamado una ley transespecífica que hubiera permitido a los niños declararse especie canina para poder gozar del asueto de un paseo diario como ellos! En España desde el 14 de marzo la infancia y la adolescencia estuvieron confinadas en sus domicilios,  castigadas por su propio bien sin poder salir de casa para nada. ¡Quién fuera perro, soñaban algunos!


    Explícales a los enanos que no vean a sus abuelos si no es por video conferencia y, cuando los vean de cuerpo presente, que no los abracen ni besen ni los toquen. Ciérrales la calle y los parques infantiles, que se pongan bozal hasta en el patio del colegio cuando vayan al cole  y que no se acerque a sus compañeros y amigos. Háblales del mágico suero que quizá les enferme a ellos un poquito nada más pero que podrá evitar que muera una viejecita o un ancianito que no conocen, a los que salvarán la vida si se dejan poner un indoloro pinchacito. Y cuando estén tristes y deprimidos y les duela el alma, les dices que es por su propio bien y por el bien de todos y de todas.

    ¿No recordamos los aplausos a las ocho, el Resistiré, que se convirtió en el himno de la sumisión que ellos denominaron 'resiliencia', la policía de los balcones, las ruedas de prensa con las Fuerzas del Orden, virólogos y militares, las noticias a todas horas de muertos y contagiados, el terrorismo informativo a que nos sometían día y noche, los vergonzosos salvoconductos para entrar en lugares públicos y para viajar y un larguísimo etcétera...?  

     Si volviera otra pandemia (y es muy posible que la Organización de la Mala Salud nos tenga preparada otra bien pronto), repetirían los mismos errores uno a uno, desde el arresto domiciliario al cierre de la enseñanza, pasando por la imposición de mascarillas y el pasaporte de vacunación. No han aprendido nada de Suecia, el único país que se libró de tanta barbaridad.

    En las diecisiete Españas lo que tenemos son un gobierno central muy progresista e izquierdista de salón y sus sucursales autonómicas que no saben nada de salud pública, que no estuvieron a la altura porque lo último que hay que hacer ante una epidemia es encerrar a las personas sanas, que deben exponerse a ella para inmunizarse naturalmente, lección de primero de inmunología. Tenemos un gobierno que persiste, para más inri, en su manipulación para ocultar la brutalidad del arresto domiciliario y las mascarillas obligatorias, incapaz de reconocer sus errores, el error de haber hecho un terrible experimento cuyas consecuencias e increíbles daños no han evaluado ni quieren evaluar. Encima se van de rositas porque lo hicieron por nuestro bien, y por el suyo, como está empezando a verse ahora.

     No tiene desperdicio ver las imágenes del vídeo que emplean, cómo maquillan la gran infamia que fue la pandemia y como justifican su gestión como la mejor en aquellas circunstancias. No sabían qué hacer. Pero hay países, como Suecia, por ejemplo, insisto, que lo hicieron mucho mejor. Pero no reconocerán nunca sus errores y se empecinan en presentarse como nuestros salvadores: nos han salvado y han salvado el planeta, que pudo respirar un poco sin tantísimas emisiones de dióxido de carbono.

jueves, 14 de marzo de 2024

Cuarto aniversario del 14M

     Tanto que les gusta a los medios de fabricación de noticias señalar efemérides del calendario para recordar aniversarios de sucesos importantes con el número correspondiente al día del mes y la letra con la que empieza el mes (11M, 11S, 23F, 15M, 20N, 8M, 12O...), propongo uno más para que no se nos olvide: 14M.

    Hoy, 14 de marzo de 2024, pridie Idus Martias, fecha que en el antiguo calendario romano era la víspera de las fatídicas idus de marzo,  hace ahora exactamente cuatro años, el presidente del gobierno de las Españas se dirigía al país en estos lamentables términos: “Buenas tardes, estimados compatriotas, en el día de hoy acabo de comunicar al Jefe del Estado la celebración mañana de un consejo de ministros extraordinario para decretar el estado de alarma en todo nuestro país, en toda España, durante los próximos quince días...” Nótese cómo el presidente del Ejecutivo ya sabía lo que iba a pasar al día siguiente antes de que pasara, futurólogo avezado que era, y comunica al Jefe del Estado que al día siguiente, mañana, decía él, el consejo de ministros extraordinario iba a tomar una decisión irreversible que ya estaba previamente tomada -¿por quién, si no fue por él, que ahora se apunta el tanto de haber salvado millones de vidas secuestrándolas?-, siguiendo el ejemplo de Italia, que la había tomado una semana antes. Ya sabían las dos más altas autoridades del Estado la decisión que se iba a tomar porque lo exigía la excepcionalidad de la coyuntura.

     Su discurso estaba trufado de los adjetivos "excepcional" y "extraordinario" aplicados a la situación que estábamos viviendo. Poco después la excepción se convertiría en la regla, la nueva normalidad o normativa, que se llamó, inaugurándose una dictadura sanitaria que nos prohibía salir de casa a las personas sanas, declarándonos enfermos asintomáticos contagiosos en una cuarentena que en principio iba a durar no más de quince días, y que contra su nombre, acabó durando más de cuarenta días y cuarenta bíblicas noches. 

   Se anunciaba así el primer confinamiento o arresto domiciliario de toda la población que iba a extenderse a los "próximos quince días" -iba a ser solo la puntita, como suele decirse, lo que nos iban a meter por detrás, pero acabaron metiéndonosla toda entera y vera-  y se fue prolongando hasta el 21 de junio del mismo año (a lo largo de tres meses y ocho días, exactamente 100 días), y que se denominó "estado de alarma", bajo ridículos eslóganes como "todo saldrá bien", que resultó ser una patochada irrisoria de pésimo gusto, o "yo me quedo en casa" e imperativamente "¡quédate en casa!" y con los vergonzosos aplausos de los afectos al Régimen a las ocho en punto de la tarde, que se asomaban a las ventanas y balcones a vitorear con recochineo a los sanitarios y a las fuerzas armadas. Más tarde llegaría la "reducción de movilidad nocturna", ridículo eufemismo con que se maquillaba el bélico 'toque de queda'.

 

    Hemos aprendido a lo largo de estos años que si se nos infunde convenientemente por todos los medios el miedo a la muerte estamos dispuestos a dejar de vivir y a morir, poniendo entre paréntesis nuestro modo de vida y nuestra relación con las personas y las cosas, so pretexto de proteger nuestra salud que, al parecer, estaba teóricamente en gravísimo peligro. 

    Pensar como creen algunos mentecatos todavía que no se han bajado del guindo que aquello se acabó gracias a las medidas farmacológicas -libertad es vacunar y vacunar y vacunar, decía nuestro "querido presi, te queremos" tripitiendo la palabra 'vacunar' porque había que ponerse la tercera dosis ya que no había dos sin tres- o gracias a las medidas sanitarias no propiamente farmacéuticas  tales como la mascareta, el propio confinamiento y la distancia social y todas las ridiculeces de la 'new normal' como el salvoconducto sanitario equiparable al antiguo certificado bochornoso de buena conducta que vino para quedarse es algo que ya ni los virólogos sostienen porque sería tan ingenuo como creer que la gripe estacional se acaba todos los años gracias a la vacuna...    

    Y también hemos aprendido que lo que sucedió una vez y que parecía imposible que pudiera pasar, más propio de una película terrorífica de ciencia ficción que de la realidad, puede tranquilamente volver a suceder porque se ha sentado precedente instalándose sin rechistar en el inconsciente colectivo.

    Lo que hemos vivido ha sido sobre todo un gran experimento de laboratorio social, político y económico, en el que se han puesto en evidencia nuevos paradigmas que vamos a llamar neoliberales, aunque no sean nuevos ni liberales propiamente dichos, de gobernar cosas y personas con el beneplácito de la mayoría de la población y éxito notable.