viernes, 15 de marzo de 2024

Encima, con recochineo.

    Se ríen de nosotros a la puta cara desde La Moncloa, es decir, desde el Gobierno de las diecisiete Españas, con este vídeo propagandístico y bochornoso de la pésima gestión gubernamental que peor no pudo ser de la pandemia. Nos muestran cómo el día 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma que iba a durar quince días,  nos salvaron la vida haciendo que nos muriéramos de asco. Pero ¡cómo nos venden la encerrona como un autentico paraíso, algo idílico, ecológico y hasta liberador! Sí, porque el gobierno nos liberó del mal. Resulta escandaloso cómo el Poder se ha apoderado del discurso libertario para justificar su ejercicio impositivo de ordeno y mando en pro de nuestra libertad y nuestra vida. 

      Hago a propósito la siguiente reflexión sobre cómo algunos postulados antagonistas han sido asimilados por el sistema contra el que se alzaban, dándoles la vuelta y apuntando en la dirección contraria, convirtiendo su orientación antisistema en todo lo contrario, en prosistema. Algunos postulados del movimiento libertario, en efecto, han sido asimilados por el Estado, como demuestran las políticas de libre elección de identidad de género, de activismo climático que pretende lograr un capitalismo verde y sostenible, la cultura de la cancelación de lo que no es políticamente correcto y se opone a lo anterior, la cultura güoque del despertar ("recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte...)  y la agresión intelectual que lo acompaña.  Las críticas a la globalización son tachadas enseguida desde el Poder y sus medios afines como teorías conspiranoicas procedentes de la extrema derecha. Muchos gobiernos de diversas tendencias justifican su existencia argumentando que si no gobernasen ellos lo haría la ultra derecha más extrema. O nosotros, dicen como el viejo chiste, o el caos, que también somos nosotros. 

    El anarquismo en el Poder ¿Cuando se había visto tal desfachatez? Pues aquí y ahora mismo, por ejemplo, cuando se cumplen cuatro años de la infamia de aquel Real Decreto-de la realeza y de la realidad- 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, y, encima, se celebra con recochineo.


    El confinamiento de la población sana y la parafernalia de las mascarillas y demás se decretó sin ningún fundamento científico ni ético que lo avalara y con toda la impunidad del mundo, por la pura crueldad salubrista de la barbarie paternalista del Estado terapéutico que vela por la salud de sus súbditos. La soberbia sanitaria del ogro filantrópico -algo había que hacer porque había que hacer algo, aunque no se supiera qué, porque de lo contrario íbamos todos a morir-  queda impune. Y si la Iglesia se empeñaba antaño en salvar almas para el Cielo, el Estado se empeña hogaño en salvar vidas para el mundo.

    No deberíamos olvidar a poca memoria histórica que conservemos lo que hizo el Gobierno con los niños y con los adolescentes, cometiendo un auténtico crimen de Estado. No se me ocurre otro nombre. Mintieron descaradamente para hacernos creer que las tiernas criaturas infantiles eran “bombas” de infecciones a fin de vacunarlas sin ninguna garantía ni beneficio de su salud, sino todo lo contrario, encerrarlas en casa, con absurdas normas y protocolos demenciales, sin ninguna ética ni humanidad. 

    Y ahora nos lo pintan desde la Moncloa con imágenes tan idílicas que no hay violencia doméstica, no hay depresión, no hay malos tratos, sino solo arte, deporte, teletrabajo, armonía familiar y conyugal..., y dan ganas de decir que venga, que vuelva otra pandemia y volvamos a encerrarnos todos, cada cual en su casita, y Dios, que es el Estado, en casa de todos. 

    Querían salvar a los vejestorios sacrificando a los jóvenes. ¡Qué lástima que no se hubiera proclamado una ley transespecífica que hubiera permitido a los niños declararse especie canina para poder gozar del asueto de un paseo diario como ellos! En España desde el 14 de marzo la infancia y la adolescencia estuvieron confinadas en sus domicilios,  castigadas por su propio bien sin poder salir de casa para nada. ¡Quién fuera perro, soñaban algunos!


    Explícales a los enanos que no vean a sus abuelos si no es por video conferencia y, cuando los vean de cuerpo presente, que no los abracen ni besen ni los toquen. Ciérrales la calle y los parques infantiles, que se pongan bozal hasta en el patio del colegio cuando vayan al cole  y que no se acerque a sus compañeros y amigos. Háblales del mágico suero que quizá les enferme a ellos un poquito nada más pero que podrá evitar que muera una viejecita o un ancianito que no conocen, a los que salvarán la vida si se dejan poner un indoloro pinchacito. Y cuando estén tristes y deprimidos y les duela el alma, les dices que es por su propio bien y por el bien de todos y de todas.

    ¿No recordamos los aplausos a las ocho, el Resistiré, que se convirtió en el himno de la sumisión que ellos denominaron 'resiliencia', la policía de los balcones, las ruedas de prensa con las Fuerzas del Orden, virólogos y militares, las noticias a todas horas de muertos y contagiados, el terrorismo informativo a que nos sometían día y noche, los vergonzosos salvoconductos para entrar en lugares públicos y para viajar y un larguísimo etcétera...?  

     Si volviera otra pandemia (y es muy posible que la Organización de la Mala Salud nos tenga preparada otra bien pronto), repetirían los mismos errores uno a uno, desde el arresto domiciliario al cierre de la enseñanza, pasando por la imposición de mascarillas y el pasaporte de vacunación. No han aprendido nada de Suecia, el único país que se libró de tanta barbaridad.

    En las diecisiete Españas lo que tenemos son un gobierno central muy progresista e izquierdista de salón y sus sucursales autonómicas que no saben nada de salud pública, que no estuvieron a la altura porque lo último que hay que hacer ante una epidemia es encerrar a las personas sanas, que deben exponerse a ella para inmunizarse naturalmente, lección de primero de inmunología. Tenemos un gobierno que persiste, para más inri, en su manipulación para ocultar la brutalidad del arresto domiciliario y las mascarillas obligatorias, incapaz de reconocer sus errores, el error de haber hecho un terrible experimento cuyas consecuencias e increíbles daños no han evaluado ni quieren evaluar. Encima se van de rositas porque lo hicieron por nuestro bien, y por el suyo, como está empezando a verse ahora.

     No tiene desperdicio ver las imágenes del vídeo que emplean, cómo maquillan la gran infamia que fue la pandemia y como justifican su gestión como la mejor en aquellas circunstancias. No sabían qué hacer. Pero hay países, como Suecia, por ejemplo, insisto, que lo hicieron mucho mejor. Pero no reconocerán nunca sus errores y se empecinan en presentarse como nuestros salvadores: nos han salvado y han salvado el planeta, que pudo respirar un poco sin tantísimas emisiones de dióxido de carbono.

1 comentario:

  1. La concurrencia de la estupidez, la vileza y el empeño TRANS-formativo, hacen del complejo médico-industrial todo un complemento ideal y estratégico del otro complejo militar-industrial para poder mover y a mayor velocidad más cantidad de Dinero.

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