lunes, 11 de marzo de 2024

Los trinos del demonio

El sueño de Tartini, Léopold Boilly (1824)
 
Son 'antifascistas' porque el fascismo es ya un adversario-comodín que les permite no rebelarse contra el capitalismo neoliberal, el único y auténtico enemigo.
 
 Cuando el fascismo es un fantasma del siglo pasado, organizan unas jornadas antifascistas que culminarán en una manifestación a guisa de exorcismo religioso.
 
 Las redes sociales y la conexión continua a la Red Informática Universal intentan paliar un sentimiento de soledad a la vez que, paradójicamente, lo fomentan.
 
 No solo algunos desaprensivos hicieron negocios con la pandemia, sino que la pandemia, calificada popularmente de 'plandemia', fue el mayor negocio programado.
 
 Amor conyugal: La etimología subyacente de la palabra 'cónyuge' revela una imagen terrorífica: la del yugo que empareja a los dos bueyes, los unce y los subyuga.
 
 Lo que le preocupa al Gobierno actual (y a todos los gobiernos habidos y por haber) es la continuidad de su negocio, España, por ejemplo, y su gobernabilidad.
 
 Europa, la princesa que dio nombre a nuestro continente, seducida, arrebatada y violada por el toro de Zeus, está a punto de dar a luz un monstruo horripilante.
 
 La paz se define siempre en relación con la guerra, y si se acabó la posguerra, como ha declarado un analista político, es porque estamos viviendo la preguerra.
 
 La máquina de propaganda gubernamental de las altas instancias no deja de funcionar, tratando ahora de legitimar una posible “guerra preventiva” contra Rusia.
 
 Si Europa va como Mambrú a la guerra a la que la empujan sus dirigentes -¡qué dolor, qué dolor, qué pena!- no volverá viva sino muerta que llevan a enterrar.
 
 ¿A quién le interesa dividirnos entre nacionales y extranjeros, cristianos y musulmanes, creyentes y agnósticos, izquierdas y derechas, sino al Poder ejecutivo?
 
 La catástrofe no es que todo se venga a bajo de repente, como suele pensarse, sino que, como pontificó Walter Benjamin, todo siga igual: eso es lo catastrófico.
 
 La rebeldía contra la imposición de una identidad sexual no consiste en ser cisgénero ni tampoco trasgénero, posturas que no hacen sino reforzar la identidad.

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