jueves, 17 de febrero de 2022

Del triunfo y victoria de la Ciencia

    La ciencia progresa que es una barbaridad, como decía el otro, pero el progreso de la ciencia consiste en mejorar sus explicaciones con la pretensión de llegar a una explicación que sea definitiva y verdadera para lo que debe contradecirse constantemente, tarea inacabable. Las cosas necesitan explicaciones y de buscarlas se encarga la ciencia, pero esas explicaciones no se encuentran en las cosas mismas, sino en el lenguaje que habla de ellas. La causa -origen de nuestra palabra cosa- "es algo siempre escurridizo, que nunca deja de resbalar entre pertenecer a la esplicación (sic) de las realidades o pertenecer a las realidades que ella esplica (sic)", como dice Agustín García Calvo en los prolegómenos a su traducción de De rerum natura de Lucrecio. De ahí que se recurra a la multicausalidad, es decir, en lugar de buscar una única causa supuestamente verdadera se presentan varias causas que se saben esencialmente falsas para no dejar las cosas sin explicación. Pero el problema no reside en encontrar la causa, sino la cosa, que se da por supuesta, o sea, que suponemos que está ahí, independientemente de la palabra que la nombra y que la crea. Y eso es mucho suponer.   

  

El triunfo de la Ciencia, Jordan Henderson

      Jordan Henderson se hace eco en dos de sus obras del triunfo y de la victoria de la Ciencia, con mayúscula como corresponde a su apoteosis, ya que es la nueva Religión, sobre la libertad y la verdad respectivamente. En primer lugar, el Triunfo de la Ciencia, en el que una alegoría de la Ciencia, personificada como una mujer con bata blanca, mascarilla, guantes y gafas sanitarias y una espada ensangrentada ha cortado la cabeza a otra y la enarbola con su mano derecha recordándonos la escultura de Perseo con la cabeza de Medusa de Benvenuto Cellini. 

Perseo con la cabeza de Medusa,  Benvenuto Cellini (1545)
 

    La mujer, que yace decapitada en el suelo y que es pisoteada por la Ciencia, es, según el artista, Libertas, una vieja diosa romana que personifica la Libertad.  El aura de luz que desprende su cabeza, ese sol luminoso, subraya la idea de triunfo. Un pie de la Ciencia triunfante pisa a la Libertad, que llevaba en la mano un bastón con un gorro frigio -de color rojo, como el de los libertos en la antigüedad, y los revolucionarios franceses en la edad moderna. Con el otro pie la Ciencia pisotea una serpiente que, enroscada sobre el báculo de Asclepio o Esculapio representa la vieja medicina curativa que también ha sido derrotada, al igual que la libertad. Un gato con el lomo erizado contempla, como nosotros, el horror de la escena.


 La Victoria de la Ciencia, Jordan Henderson


    En segundo lugar, la Victoria de la Ciencia. El mismo motivo: una mujer con las mismas características que la otra, sólo que ahora levanta su espada ensangrentada, pisotea a otra, a la que ha decapitado, y que representa a VERITAS, la Verdad en latín. Si alguien se pregunta por qué estas alegorías de la ciencia, la libertad y la verdad son mujeres, se debe sin duda a que en latín los tres términos eran de género gramatical femenino SCIENTIA, LIBERTAS Y VERITAS, género gramatical arbitrario que conservan en castellano. Un papel en sus manos lleva escrita la palabra TRUTH para que no quepa duda de que lo que ha vencido la Ciencia es la verdad, por lo que podemos reinterpretar esta alegoría como el triunfo de la mentira.
La Victoria resulta más macabra y terrorífica, si cabe, que el Triunfo porque no tiene como trasfondo un paisaje natural. La sangre también abunda más tanto en el suelo como en la bata blanca. La mujer con la bata blanca no sólo representa en ambos cuadros el triunfo y la victoria de la Ciencia, como dice el título de los lienzos, sino que sugiere además que el crimen se ha cometido en nombre de la medicina y la sanidad. 

    Viene a decirnos con estos dos óleos el artista que la Ciencia no es ni liberadora ni verdadera, sino todo lo contrario: se alza sobre los cadáveres de la Libertad y de la Verdad, que han sido asesinadas y son por ella pisoteadas. No tiene ningún sentido contraponer Ciencia y Religión, porque la Religión del siglo XXI es la Ciencia, y de la nueva fe religiosa se puede decir, como de la vieja, que es el opio del pueblo, y que en nombre de ella, como dijo Lucrecio, se han cometido "scelerosa atque impia facta", acciones criminales y despiadadas.   

miércoles, 16 de febrero de 2022

El 'green pass' o la alegoría del semáforo verde.

    Que lo verde sea lo autorizado y lo rojo lo que no lo está no deja de ser una convención como otra cualquiera, y es por lo tanto arbitraria como cualquier convención. Se cuenta que en China se trató durante la Revolución Cultural de invertir el significado y de hacer que la luz roja del semáforo diera paso libre y la verde prohibiera el paso a vehículos y peatones, basándose en que el rojo era el color del partido y de la bandera comunista y, por lo tanto, el color nacional, pero parece que el intento fue caótico porque la gente no sabía muy bien a qué atenerse, y unos, apegados a la tradición, funcionaban según la antigua convención, y otros, más jóvenes, seguían las directrices de las nuevas ordenanzas del Partido.


     Que el rojo sea el color de la prohibición se justifica argumentando que es el color de la sangre, y el derramamiento de sangre es señal de peligro. Es además el rojo uno de los primeros colores que se ve en el espectro, el más llamativo, mientras que el verde, que se asocia en política al ecologismo, y en lenguaje sanitario a los quirófanos, resulta más relajante. Quizá por eso al salvoconducto -es un decir- que se han sacado de la manga -es otro decir- gobiernos como el italiano, imitando los colores de los semáforos, le dicen, ávidos de anglicismos, “green pass”, o sea, “pase verde”, como si fuese un semáforo que se pone verde y que nos da paso y vía libre. 
 
Unos ciudadanos muestran el pasaporte covid para acceder a un recinto.

   La fotografía de arriba muestra un hecho, hasta ahora insólito, como si fuera lo más normal del mundo. El comentario del periódico de donde está tomada, completamente falso, dice: “El certificado covid europeo muestra su utilidad para la salud y la economía.” El certificado covid europeo es el green pass de los italianos.  Utilidad para la salud no le veo yo ninguna, porque los poseedores de dicho documento pueden contraer la enfermedad y contagiarla como todo quisque (o más). Que se le llame "pasaporte sanitario" entre nosotros tampoco tiene mucho sentido. Si sanidad es sinónimo de salud, cosa que dudo, no debería llamarse así, a no ser que entendamos lo de sanitario como “expedido por el Ministerio de Sanidad”: un certificado burocrático que dice que el poseedor ha recibido una o dos o tres inyecciones hasta la fecha, lo que no quiere decir que no sea contagioso y que esté sano o que esté más sano que alguien que no lo haya hecho, pero tiene acceso libre. Tampoco le veo yo la utilidad para la economía, por mucho que lo diga el periódico.

     Tanto el nombre -pase, paso- como el color -verde- que evoca el green pass son una regulación del tráfico. Y ya sabemos lo que ocurre en las ciudades donde hay semáforos que regulan el tráfico: se organiza el caos sobre ruedas. Se preguntaba, a propósito de esto, Chicho Sánchez Ferlosio si se ha puesto el guardia a dirigir el tráfico a despecho de los semáforos porque se ha formado un embotellamiento fuera de lo común o se ha formado un embotellamiento fuera de lo común porque el guardia se ha puesto a dirigir el tráfico a despecho de los semáforos. Adivina la respuesta. 

    Lo que quieren los gobiernos es controlar nuestro paso como si fueran un semáforo. Controlan así nuestra obediencia, nuestra sumisión, y por eso utilizan esos colores: rojo prohibición, verde vía libre.


    Quizá lo más sensato es que no hubiera semáforos reguladores del tráfico por respeto a los daltónicos, que no distinguen el color rojo del verde (por lo que no sé si la Dirección General de Tráfico que se encarga de organizar el caos en nuestras carreteras les concederá el permiso de conducir) o que, de haberlos en los lugares peligrosos, por ejemplo en los cruces de caminos,  sólo tuvieran un color que no fuera ni el rojo ni el verde, sino el ámbar de la precaución, o, mejor dicho, del cuidado. Cuando uno llega a ese punto tiene que tener cuidado. Simplemente.

martes, 15 de febrero de 2022

Un presente más brillante

  De Jordan Henderson sacamos hace tiempo una entrada titulada Sonriéndole a la vida a propósito de un significativo cuadro suyo que comentábamos allí. Hoy volvemos sobre su obra pictórica para mostrar uno de sus últimos trabajos relacionado con la dictadura sanitaria también denominada eufemísticametne 'Nueva Normalidad' que llevamos padeciendo durante casi dos años. 
 
     Jordan Henderson en Brighter future ('Un futuro más brillante'), pese lo siniestro de dos imágenes laterales de este a modo de tríptico, quiere transmitirnos con la imagen central una cierta esperanza. 
 
 
Un futuro más brillante, Jordan Henderson
 
    En el centro del siniestro cuadro, un adulto y una niña, un padre y una hija, vestidos ambos con motivos alegres de gran colorido que contrastan con los cráneos descarnados laterales como la vida con la muerte, abren y dejan entrever un escenario natural que se opone a los esqueletos enmascarillados y acribillados con jeringuillas de los dos extremos. Tras ellos se entrevé un atardecer otoñal. 
 
    El motivo de la calavera sostenida por unas manos lo había desarrollado Henderson en un cuadro anterior titulado Safe and sanitized ('Seguro e higienizado'), donde unas manos esposadas que simbolizan la privación de libertad sostienen un cráneo amordazado con una mascarilla roja a guisa de mordaza. Aquí repite ese motivo añadiéndole las jeringuillas de vacunas clavadas aleatoriamente en los cráneos.  
 
 Safe and sanitized, Jordan Henderson

     El edificio que se eleva sobre la multitud a la izquierda es una de las estructuras más emblemáticas de los CDC (Centers for Disease Control and Prevention), los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades, algo así como nuestro Ministerio de Sanidad estadounidense, en su sede de Atlanta, Georgia. 
 
 Edificio de los CDD en Atlanta (Georgia)
    
     A la derecha se alza el inconfundible edificio del Capitolio de los Estados Unidos. La Estatua de la Libertad de bronce que corona su cúpula ha sido sustituida aquí por el Caduceo, en el que dos serpientes se enroscan alrededor de una vara alada, un símbolo antiguo que algunos confunden con el báculo de Asclepio, o de Esculapio en su versión latina, el dios de la medicina, pero que es atributo de Hermes, el Mercurio romano y dios del comercio, por lo que simboliza la sociedad de consumo, aunque Henderson juega con la ambigüedad que genera el símbolo: la medicina comercializada. Ironía de Henderson: la libertad ha sido desplazada por el Comercio y la Medicina prostituida a él. 
 
 
 
    También a la derecha se encuentra el antiguo símbolo de la medicina, precisamente, que todavía se utiliza ampliamente, la Vara de Asclepio (una serpiente única enroscada alrededor de un bastón). Aquí la serpiente se eleva por encima de sus "pacientes", a los que aterroriza, y el pomo de la parte superior de la vara es un cráneo humano diminuto empalado en la aguja de una gran jeringuilla. Esta interpretación de la Vara de Asclepio capta con mayor precisión el espíritu de la medicina profiláctica moderna. 
 
 
Cúpula del Capitolio en Guásinton con la estatua de la Libertad
 
    Un futuro más brillante se titula el trabajo de Henderson. Quizá nos sobra la palabra "futuro" en el título del cuadro, porque lo que se adivina no es el porvenir, sino una realidad distinta que se abre ya cuando se cierra el siniestro escenario de la Nueva Normalidad fomentada por los gobiernos del mundo y por esa serpiente que se enrosca sobre el báculo de Asclepio, el dios al que los médicos le juran que lo principal de su tarea es no hacer daño (primum non nocere), símbolo del que se ha apropiado la OMS, por lo que está aquí también representada: la Organización Mundial de la Salud, cuyas siglas forman en inglés un acrónimo significativo: WHO (World Health Organization). ¿Quién -who en la lengua del Imperio- es el responsable en última instancia de la pandemia universal? La respuesta está en dicha lengua una vez que levantamos el tono interrogativo de pregunta.
 

lunes, 14 de febrero de 2022

Peligroso asomarse al interior

    Si no existiera el miedo, habría que inventarlo para someter a la ciudadanía. Caviló en su fuero interno el Ministro del Interior del Gobierno del país. No lo proclamó a la prensa porque no podía declarar algo así con la boca grande a los medios de comunicación en la rueda de prensa. Pero estaba firmemente convencido de ello. No tenía por qué preocuparse de corroborar esa hipótesis. No necesitaba inventar el terrorismo porque ya existía realmente en el país desde tiempos muy remotos. Era el monstruo que había creado el propio Ministro del Interior para poder combatirlo y justificar su propia existencia, la existencia de su Ministerio, y en última instancia del Gobierno.

    Resulta que el Presidente del país más poderoso del mundo declara ahora, para atizar el fuego, que existe -con el verbo grandilocuente que se emplea para Dios y todas las abstracciones ideológicas- una amenaza terrorista global, es decir, del mundo mundial, creíble -con este adjetivo apelan a la vieja fe decimonónica para resucitarla-,  que ya no procede de un pequeño país árabe del que casi nadie ha oído hablar pero cuyo nombre inspira pavor, sino de todos y cada uno de sus súbditos, que somos nosotros, potenciales bombas contagiosas. Dicho Presidente, en el que algunos ingenuos creyeron ver alguna vez una esperanza de regeneración para la humanidad, se embarca con todo su equipo, por lo tanto, en luchar contra un fantasma que él ha creado, lo que en la lengua del imperio llaman: Global War on Terrorism o sea GWOT. 

Viñeta de Pastecca (Iván Tubau, 1973)
 
     El Ministerio del Interior pedía su colaboración a la ciudadanía desde su página web en la guerrra emprendida contra el  nuevo enemigo al que se le declaraba la guerra: “La colaboración ciudadana, que es fundamental para combatir el terrorismo y la delincuencia organizada, también lo es para enfrentarnos a este nuevo enemigo despiadado que surge ahora, muchísimo más temible que todos los anteriores habidos y que habrá. Por el cual motivo si Vd. tiene conocimiento, indicio o sospecha de su estado de salud o de sus vecinos que pudieran estar relacionadas con la propagación de este Virus, no dude en ponerse en contacto con nosotros: Vd. mismo puede ser un peligroso supercontagiador e ignorarlo: colabore con la policía sanitaria: denúnciese. Es por el bien de todos.”

    El Ministerio de Defensa del mismo país negociaba desde hacía mucho tiempo la venta de más de doscientos carros de combate a otro país que, lejos de ser una (pseudo-, como todas) -democracia, era una monarquía absoluta pero muy rica gracias a sus yacimientos petrolíferos y a las reservas recientemente descubiertas de minerales preciosos, una dictadura en la que la mujer vive fuertemente segregada y discriminada por razón de su sexo, y la homosexualidad está castigada como un delito de pena capital con muerte por ahorcamiento.

    Esta situación, lejos de ser un impedimento para el establecimiento de tratos comerciales y lejos de provocar una intervención humanitaria o invasión armada del primer país sobre el segundo, es ignorada y pasada por alto. Sin duda porque el suculento contrato que están a punto de firmar es multimillonario: supera los tres mil millones,  lo que constituye una suma astronómica, difícilmente imaginable.

 

 

    El dinero, aunque no proporciona la felicidad y es causa de desgracias múltiples, caviló el primer ministro, es siempre bienvenido en las arcas y los bolsillos de los magnates de un  país que pretende así solucionar de alguna manera la crisis económica que ellos mismos habían desencadenado y generado.

    La Ministra de Sanidad, por su parte, escuchaba boquiabierta las cavilaciones en voz alta del Ministro del Interior de su gabinete. Se dijo a sí misma, frotándose las manos: "Si no existiera el enemigo letal, habría que inventarlo sin duda alguna para poder combatirlo y derrotarlo, y sojuzgar a la ciudadanía convenciéndola de que todo el mundo es potencialmente contagioso. Hay dos posibilidades teóricas, se dijo a sí misma: lanzar un virus respiratorio severo agudo que obligue a toda la población, una vez perdidos el sentido común, además del olfato y el gusto, al uso de mascarilla (y aun doble mascarilla) en espacios exteriores e interiores, eso, o un virus gastrointestinal que obligue a llevar pañales en el culo a toda la población so pena  de en el momento menos pensado cagarse uno, si no los llevase, como suele decirse vulgarmente, por las patas abajo. El grupo de expertos debe estudiar ambas posibilidades y decantarse inmediatamente por el lanzamiento de uno de esos dos virus para avisar a la prensa y a todos los medios."  Hay que declarar, en todo caso, el Estado de Alarma para que la excepción se convierta en la regla. No importa que alguien diga que es anticonstitucional. Lo primero es la salud. Esa y no otra es la constitución de las personas. Sólo hace falta convencer a la gente, reducida a 'población' y 'ciudadanía', de que su vida y la de sus seres queridos corre peligro para justificar lo injustificable. 

 

    Por su parte, el Vicepresidente, que había sido cesado o que había dimitido, nunca se sabrá muy bien qué había pasado en aquel gabinete, hacía unas declaraciones explosivas a sus íntimos que casi pasaban desapercibidas: "Yo ya no soy político, puedo decir la verdad."   Mentía, evidentemente, porque político seguía siéndolo, como todo bicho humano: lo que ya no era era político profesional.

domingo, 13 de febrero de 2022

Varia

 


Según la EMA, s.e.u.o., se reportan 8.807 muertes hasta el 20 de enero a raíz de las vacunas COVID-19 en Europa. Sin embargo, según Eudravigilance hasta el 29 de enero 38.983. En todo caso, sean 38.983 o sean 8.907 los muertos son demasiados, ¿no es un sarcasmo seguir cacareando que las susodichas vacunas "salvan vidas"? 

oOo 

Dice una actriz: El teatro es terapéutico, es un alivio descansar de nosotros mismos. Lo dice el actor, que deja de ser el que es, que descansa de ser él mismo para ser otro, pero también puede decirlo el espectador que, durante la hora y media que dura más o menos pero por ahí la representación, se olvida de sí mismo, si la obra es buena, y se mete en la piel y el decorado de otro, aliviándose de la gravedad de sus problemas y de sí mismo. Quizá eso y no otra cosa sea la catarsis de la que hablaba Aristóteles, la terapia del teatro. 

 oOo

Por más vueltas que le doy, / no encuentro ningún sentido / a seguir siendo el que soy.

 Por más vueltas que le doy, / no sé yo de donde vengo / ni tampoco a dónde voy.

Por más vueltas que le doy, / modo alguno yo no encuentro / de poder saber quién soy.*

*Variante: de reconocer quién soy

oOo

¿Quién tiene la razón? Planteémonos la cuestión como un tetralema, es decir con cuatro posibles respuestas: -El que dice: 6 -El que dice: 9. -Los dos -Ninguno de los dos. -El que dice 6 no tiene la razón porque lo que para él es un 6, es su opinión personal, para su compañero -que puede ser el mismo desde otra perspectiva-  es un 9. -El que dice 9 no tiene la razón porque lo que para él es un 9, es su opinión personal, para su compañero -que puede ser el mismo desde otra perspectiva-  es un 6. -Ninguno de los dos tiene la razón porque una misma cosa no puede ser a la vez dos cosas distintas dependiendo del punto de vista o de la opinión personal de cada uno. -Los dos tienen la razón, pero una misma cosa no puede ser dos cosas distintas ni puede contradecirse según la perspectiva que se adopte. 
 
Adivina adivinanza

Vio un pastor en la montaña / lo que no ve el Rey de España, / lo que Dios, que todo ve, / no ha podido nunca ver.

Hay otras versiones de este acertijo que ejemplifica sin querer el principo de identidad. El hecho de que en algunas, como la siguiente, intervenga el Rey de Castilla, si no es una rima forzada, delata su posible antigüedad. 

Vio en la montaña un pastor / lo que no el Rey de Castilla / ni el Pontífice en su silla / ni Dios, con ser Dios, lo vio.

Un hombre en el campo ve / lo que el Rey no ve en su villa; / ni el Pontífice en su silla, / ni Dios con su gran poder, / tampoco ha podido ver.

(Solución:  La respuesta correcta sería “otro como él”. No puede responderse “un pastor”, porque eso también podrían verlo el Rey de España, el pontífice o Dios mismo. Sin embargo ni el Rey de España (o el de Castilla), ni el Papa ni Dios pueden ver otro como ellos porque sólo hay uno, habida cuenta de la monarquía y del monoteísmo.

 oOo

RIP

       Los antiguos romanos les deseaban a sus muertos que la tierra les fuera leve, es decir, que no les pesase: STTL: sit tibi terra leuis. Los cristianos utilizaron en seguida el acrónimo RIP: Requiescat In Pace sobre las tumbas, que en estos tiempos en que ya no se estudia latín se ha sustituido por su traducción DEP: Descanse En Paz. En la lengua del Imperio, curiosamente, el acrónimo latino RIP, responde a Rest In Peace, lo mismo básicamente que el inglés.


    Me preguntaba yo por qué les deseábamos a los muertos la paz, y me venía enseguida a la mente la idea metafórica de que la vida es una guerra, y que sólo al final del camino se encotraba la paz, como cantaba el llorado Franco Battiato en Nómadas (1988): camminatore che vai cercando la pace al crepuscolo, la troverai, la troverai alla fine della strada. Un bello epitafio: "Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo, la encontrarás, la encontrarás al final de tu camino." 


     Y en seguida me venía a la mente el célebre fragmento de Heraclito de que la Guerra es padre de todos “de todos rey, y a los unos los señaló dioses, a los otros hombres, a los unos los hizo esclavos, a los otros libres”. En griego la metáfora es más poderosa que en castellano porque la guerra se dice ho pólemos y tiene género gramatical masculino. Algunos traductores prefieren, de hecho, traducir el término griego por un sinónimo de guerra que sea de género gramatical masculino en epsañol como: “El combate es el padre de todos, de todos rey...”, pero las palabras masculinas “combate” o “enfrentamiento” o “confrontamiento”, que también podrían valer como sinónimos, no tienen la misma fuerza semántica que “guerra”, mucho más poderosa y sugerente.
 
    La visión de la vida como guerra hace que imaginemos la muerte como la paz de la guerra. Bellum omnium contra omnes: la guerra de todos contra todos, como escribió varias veces el filósofo Thomas Hobbes, sólo que él se refería a las condiciones de vida del ser humano antes de su organización estatal, y ahora hay que referirlas a la organización que nos ha impuesto Leviatán.  

sábado, 12 de febrero de 2022

El simbolismo de la estaca

    El cantautor catalán Lluis Llach compuso una canción, L'estaca en 1968, que se convirtió enseguida en todo un himno prohibido contra la dictadura franquista en primer lugar, y que alcanzó enseguida la categoría de un símbolo contra todo tipo de dictaduras o ataduras. Actualmente se cuentan hasta cincuenta versiones de esta canción en francés, inglés, corso, vasco, occitano, italiano, sueco...  La canción, compuesta originalmente en catalán, se ha traducido a numerosas lenguas, y ha llegado a popularizarse tanto que, según la inevitable Güiquipedia, en algunos lugares se considera que es una canción autóctona, convertida en un símbolo de lucha por la libertad. Al parecer ha sido himno del sindicato polaco Solidarnosc, de la revolución tunecita de 2011 y hasta de un club de rugby... Compuesta y cantada originalmente en catalán, se ha interpretado también como un alegato a favor de la independencia de Cataluña del  garrote del Estado español. Si Cataluña logra la independencia algún día, la canción sin embargo podrá seguirse cantando: la estaca en ese caso ya no representaría a España, sino a la propia Cataluña. Es lo bueno de algunos símbolos, que valen para todas las circunstancias.

 

          La letra es un diálogo entre un abuelo llamado Siset y un joven. El viejo le dice al muchacho que si no ve la estaca a la que están amarrados y que les impide andar. Si no ve la atadura, jamás podrá liberarse de ella. Pero esa atadura no es solo individual, sino colectiva, por eso es preciso tirar fuerte todos juntos para romperla.

    La expresión 'estar a (la) estaca' es en la jerga marinera estar con sujeción, sin poder separarse de un lugar. De ahí que se diga que si alguien está a la estaca está reducido a pocos medios, a escasas facultades, como dice la docta Academia con su inmensa pedantería, y, en definitiva, que tiene poca libertad. El verbo 'estacar', por su parte, significa clavar en tierra una estaca y atar a ella una bestia. Se ha empleado sobre todo, en la esfera caballeresca, para sujetar al caballo. Por lo que el simbolismo de la estaca está relacionado íntimamente con la falta de la libertad, dado que es el obstáculo que  impide el movimiento circunscribiéndolo a un punto.

  En la siguiente imagen se insiste precisamente en esto último, en tirar todos juntos de la cuerda que nos ata a la estaca, que por otro lado está podrida, para que caiga, por lo que no será difícil derribarla. La canción se convierte enseguida en un himno que se corea, que anima tanto a cantar el estribillo como, haciendo lo que dice la letra, a tirar todos juntos de la cuerda para liberarnos de la sujeción.

 

        El problema de esta imagen es que no refleja la atadura individual de cada uno de los que están tirando de la cuerda para derribarla: es una exhibición de tiro de cuerda en equipo. Deberíamos suponer una única estaca a  la que todos estamos amarrados por una cuerda individual, de modo que tirando todos y cada uno de ella podamos troncharla.

     He aquí la letra, compuesta por Lluis Llach a los veinte años, en versión original y traducida al castellano:

      L'avi Siset em parlava / de bon matí al portal / mentre el sol esperàvem / i els carros vèiem passar. 

El viejo Siset me hablaba / al amanecer, en el portal, / mientras esperábamos la salida del sol / y veíamos pasar los carros.

Siset, que no veus l'estaca / on estem tots lligats? / Si no podem desfer-nos-en / mai no podrem caminar! 

 Siset: ¿No ves la estaca / a la que estamos todos atados? / Si no conseguimos liberarnos de ella / nunca podremos andar.

Si estirem tots, ella caurà  / i molt de temps no pot durar, / segur que tomba, tomba, tomba / ben corcada deu ser ja. / Si jo l'estiro fort per aquí / i tu l'estires fort per allà, / segur que tomba, tomba, tomba, / i ens podrem alliberar. 


Si yo tiro fuerte por aquí / y tú tiras fuerte por allí, / seguro que cae, cae, cae, / y podremos liberarnos. / Si tiramos todos, ella caerá. / Ya no puede durar mucho tiempo. / Seguro que cae, cae, cae, / pues debe estar ya bien podrida.

  Però, Siset, fa molt temps ja, / les mans se'm van escorxant,/ i quan la força se me'n va / ella és més ampla i més gran. 

 ¡Pero, ha pasado tanto tiempo así! / Las manos se me están desollando, / y en cuanto abandono un instante, / se hace más gruesa y más grande.

Ben cert sé que està podrida / però és que, Siset, pesa tant, / que a cops la força m'oblida. / Torna'm a dir el teu cant: 

 Ya sé que está podrida, / pero es que, Siset, pesa tanto, / que a veces me abandonan las fuerzas./ Repíteme tu canción.

Si estirem tots, ella caurà... 

 Si tiramos todos, ella caerá...

L'avi Siset ja no diu res, / mal vent que se l'emportà, / ell qui sap cap a quin indret / i jo a sota el portal. 

 El viejo Siset ya no dice nada; / se lo llevó un mal viento / - él sabe hacia donde -, / mientras yo continúo bajo el portal.

I mentre passen els nous vailets / estiro el coll per cantar / el darrer cant d'en Siset, / el darrer que em va ensenyar. 


Y cuando pasan los nuevos muchachos, / alzo la voz para cantar /
el último canto de Siset, el último que me enseñó. 

 Si estirem tots, ella caurà... 

 Si tiramos todos, ella caerá...

 


     Puede suceder como escribíamos en Confidencias de un paquidermo, recreando la fábula de Jorge Bucay, que esa estaca ya no exista, o que sólo exista ya en nuestra mente, porque es fruto de nuestra educación, o que siendo insuficiente para detenerlos, como les sucede a los elefantes adultos, estos no hagan amago de tirar de ella y se limiten a moverse en círculo, sin alejarse de la tranca. Cuando son jóvenes, son encadenados a una estaca de la que entonces no tienen fuerzas para liberarse. Cuando son adultos, siguen encadenados a la misma estaca, ridícula ya, de la que ya no les costaría nada zafarse dada la robustez que ha adquirido su masa corporal, pero ni siquiera lo intentan porque han aprendido la lección, porque creen que es imposible.  No en vano se ha dicho muchas veces que las cadenas más difíciles de romper y las prisiones de la que es prácticamente imposible escapar, porque son las de máxima seguriad, son las mentales.  El que no sabe que está prisionero nunca intentará escapar de la prisión.  

viernes, 11 de febrero de 2022

De maestros y pedagogos

    El 29 de enero del año pasado, día del docente en la comunidad autónoma de Cantabria, se rindió homenaje a los 250 docentes que se habían jubilado a lo largo del curso 2019-2020, entre los que me cuento. El acto conmemorativo, mucho más reducido que en años anteriores como consecuencia de la pandemia, reunió en el patio central del Parlamento a una pequeña selección de representantes institucionales y miembros de la comunidad educativa de Cantabria. Además del presidente de Cantabria, el señor Revilla, y la consejera de Educación, la señora Lombó, convocaron a seis docentes en representación de los jubilados, de los que sólo se dio la palabra al exdirector del IES “Villajunco” de Santander en representación del estamento, quien centró su halagüeña intervención, según leo en la prensa, en el hecho de que la educación en España en general y en Cantabria en particular "no ha hecho más que mejorar", y aunque no todo en los últimos 40 años ha sido bueno, dijo, el balance "es muy positivo". Aseguró que los alumnos "salen mejor preparados" de los centros que antes, lo que desde mi punto de vista es harto discutible. Finalmente agradeció a las autoridades allí presentes su "esfuerzo y desvelo porque la educación fuese la adecuada". 
 
    En la información periodística se leía además que el Gobierno de Cantabria entregaría a los 250 docentes jubilados,  un regalo institucional que no hemos recibido (bueno, al menos yo) consistente en una acuarela de la pintora campurriana Alicia Cañas y un ejemplar del libro “Vidas maestras”, en el que previametne habíamos sido invitados a participar los docentes jubilados enviando una colaboración escrita cuyo contenido se dejaba (cito textualmente de la convocatoria) “totalmente a la voluntad de los participantes, siempre que tenga relación con el mundo de la educación. Y podrá ser la descripción de la trayectoria profesional del propio docente, o alguna reflexión concreta sobre la enseñanza y su evolución, o alguna anécdota, o cualquier cosa que el profesor o profesora considere oportuna”. 
 
    Yo envié mi colaboración titulada “Maestros vs. pedagogos”. No sé si habrá sido publicada, no me consta, pues, puesto al habla con la Consejería de Educación este verano se me dijo en primer lugar que podía pasarme a recogerlo para acto seguido telefonearme y decirme que había sido un error, que el volumen estaba en la imprenta, de donde parece que no ha debido de salir todavía. No tengo constancia de que este año, se haya celebrado ningún homenaje institucional a los docentes jubilados durante el curso 2020-2021, supongo que debido a la sexta ola de la pandemia que nos invade. Ante lo cual, ofrezco aquí el texto que escribí para "Vidas maestras" y que puede servir como contrapunto al panegírico vertido por el exdirector del Instituto santanderino en el acto solemne al que no se nos dio la oportunidad de asistir.
 
 
    Agradezco la invitación a participar en el libro Vidas Maestras 2020 que he aceptado con la intención de hacer una breve reflexión sobre la evolución de la enseñanza en lo que me ha tocado vivir desde mi trayectoria profesional como profesor de lenguas clásicas, desarrollada íntegramente en Cantabria, salvo los dos cursos que estuve destinado en Cuenca, mi primer destino definitivo, que al principio sentí como un destierro pero que acabé agradeciendo al MEC, enamorado enseguida de esa ciudad encantadora. 
 
     He conocido siete leyes educativas si no me confundo haciendo la cuenta, en los últimos cuarenta años, cosa que se dice enseguida. Me entero, además, de que ya se está preparando una nueva reforma que no parece que vaya a ser mejor que las anteriores. 
 
     La generalización de la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años que conllevó la LOGSE (1990) lejos de haber sido una conquista social y un progreso como pretenden sus defensores no significó una mayor y mejor alfabetización de la población sino lo contrario desde mi punto de vista: una devaluación de la enseñanza. Es ilustrador el cambio de nombre de los antiguos Institutos Nacionales de Enseñanza Media, como el de Camargo donde yo estudié, que ahora se denominan IES Institutos de Educación Secundaria, modificación trivial en lo que concierne al adjetivo “secundaria”, pero significativa en la sustitución de “Enseñanza” por “Educación”. 
 
    Lo que he ido viendo a lo largo de estos años es cómo la figura del pedagogo ha ido ganando relevancia hasta el punto de constituirse casi en un cargo directivo de los centros educativos, en detrimento de las figuras del maestro y el profesor. 
 
    El pedagogo era en la antigua Roma un esclavo generalmente griego, que se ocupaba de llevar a los niños a la escuela (scholé es palabra griega que significa ocio, tiempo libre, correlato latino de ludus y de lo lúdico) y se encargaba de su educación, pero no como profesor de determinadas materias sino como supervisor de su proceso. 
 
    Según Corominas, la palabra entró en nuestra lengua hacia 1490 con el significado de “ayo, preceptor”, propiamente “acompañante de niños”. El término, desde el punto de vista etimológico, es similar a “demagogo”, ese insulto que los políticos profesionales se lanzan a la cara unos a otros a menudo no sin fundamento, y por eso está teñida de un fuerte matiz despectivo: el demagogo sería el político que, so pretexto de encarnar y representar la soberanía popular, conduce al pueblo en su propio provecho, y no guiado por el bien común: el que lo manipula, el que sólo busca su voto para aprovecharse de él y traicionarlo. 
 
    Y es que “agogós” quiere decir conductor en la lengua de Homero; “ped-” es niño, como en pediatra, y “demo” pueblo, como en democracia. Pueden relacionarse, por lo tanto, desde el punto de vista etimológico ambos helenismos, la pedagogía y la demagogia, los pedagogos y los demagogos, por el elemento que tienen en común, que es la "agogé". El niño, en el primer caso, y el pueblo, en el segundo, serían las dos caras de la misma moneda, caracterizada por ser algo que debe ser manipulado y conducido a alguna parte por algún experto, llámese líder, pedagogo o demagogo. Quizá no sería mala cosa que abandonásemos la pretensión pedagógica de insertar a los niños en el sistema convirtiéndolos en adultos, y la pretensión demagógica, que viene a ser la misma que la otra, de gobernar a nuestros semejantes. 
 

     La connotación positiva de la que se ha impregnado la palabra pedagogo, al contrario de demagogo, ya le chirriaba un poco a don Antonio Machado. El poeta de los campos de Castilla y las soledades, a través de su heterónimo Juan de Mairena, dejó escrito: Un pedagogo hubo: se llamaba Herodes. Y es que el pedagogo es el que conduce al niño hacia la madurez, el Mentor que lo educa y saca de él lo mejor que tiene y lleva dentro para que se autorrealice. El pedagogo sabe muy bien a dónde lleva al niño, conoce la meta, que es la integración en la sociedad tal como está organizada, para lo que el niño debe labrarse un futuro que no existe más que como promesa o amenaza, dejar de ser un niño y convertirse en un adulto, lo que no deja de ser una forma de adulteración y, hasta cierto punto, si se me permite la hipérbole, de crimen. Ya lo dijo Jean Genet en alguna parte: "Vivir es sobrevivir a un niño muerto". Y según Machado, los pedagogos son los modernos ejecutores de la matanza de los inocentes. 
 
    Los modernos pedagogos suelen arrimar el ascua a su sardina y amoldan la etimología del término “educación” al campo semántico propio de su especialidad, previamente definido. Suelen decir que se remonta al latín educere que significa educir, es decir, sacar algo, hacer que salga. Ellos no pretenden instruir al niño como nosotros, los maestros y los profesores, sino orientarlo según sus intereses y despertar su vocación. Pero resulta que la acción de educere es en latín no la educatio, sino la eductio, es decir, en castellano, la educción o acción de educir, término recogido en el diccionario de la RAE., con el significado de “sacar algo de otra cosa, deducir”, a imagen y semejanza de inducción, deducción, conducción y demás compuestos. 
 
    Hay en latín otro verbo muy parecido que es educare, cuya acción es, propiamente, la educatio, de donde deriva nuestra educación. Ambos verbos, educere y educare no son sinónimos sino antónimos. Un romano como Varrón nos explica la diferencia: educit obstetrix, educat nutrix: La comadrona u obstetra educe, ayuda al parto; la nodriza alimenta. 
 
    La educación, pues, está más relacionada etimológicamente con la gastronomía y el campo semántico de la alimentación que con la tocología y la mayéutica socrática o el psicoanálisis. Prueba de ello son los términos alumno y alma mater, los dos emparentados precisamente con el verbo alere, que significa “alimentar”: alumnus es el alimentado, el nutrido, el criado, y alma mater, la madre nutricia o nodriza, como se denominó en principio a la Iglesia y posteriormente a la Universidad de Bolonia, la más vieja de Europa. La metáfora es evidente: la Universidad sería la madre que amamanta culturalmente a sus hijos, que son los estudiantes. 
 
     En castellano la palabra educación es un neologismo documentado en el siglo XVII, aunque debió de comenzar a usarse a finales del XVI, según Corominas, como sinónimo de crianza, instrucción y adoctrinamiento. Los primeros educadores fueron los obispos en el seno de la Iglesia, que se veía a sí misma como la Madre Iglesia, de la que los fieles, concebidos como alumnos, no deberían destetarse porque fuera de la Alma Mater no había ninguna salvación: extra ecclesiam nulla salus. Es ahora el Estado el que ha adquirido la función de madre nutricia, y ha considerado que toda la ciudadanía debe ser educada obligatoriamente: extra scholam nulla salus: fuera de la escuela no hay ninguna salvación. 
 
     Los modernos pedagogos han minusvalorando los contenidos, e intentando enseñar a los maestros y profesores a hacer su labor, presentando como novedoso lo que se venía haciendo desde siempre mejor o peor, y proclamando consignas tales como que lo importante no era enseñar algo en concreto, fuera lo que fuere, sino enseñar a aprender, y que, por lo tanto, los estudiantes no tenían que aprender nada en particular que no fuera “aprender a aprender” (sic), como si no supieran hacerlo, intentando elevar lo que es de sentido común a la categoría de ciencia, utilizando un lenguaje críptico para los profanos y reservado a los iniciados, con lo que se pierde, irremediablemente, el sentido común. 
 
     El principal problema de la enseñanza primaria y de la secundaria, que yo conozco mejor, es que ya no se enseña prácticamente nada, sino que so pretexto de impartir educación se imparte poca enseñanza, promocionándose la devaluación continua de los contenidos y apoyándose en sofisticados argumentos propios de los sofistas griegos, que podían argumentar una cosa y, acto seguido, la contraria.
 
     Frente a esta situación, me gustaría anteponer la nobleza de la figura y del término “maestro”, que procede del latín “magister”, y que está formado sobre el adverbio “magis” que significa “más”, por lo que el magister era el más importante, porque enseñaba, frente a su contrario, que era el “minister”, de donde deriva nuestra palabra “ministro”, formada sobre el adverbio “minus” que quiere decir menos, por lo que significaba el que es menos, el sirviente. La etimología determina la distancia que va del magisterio al ministerio. 
 
     No quisiera acabar esta reflexión sin recordar al filósofo Platón, quien dijo que “la educación no es como la proclaman algunos sofistas que afirman que, cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen, como si en unos ojos ciegos pusieran la visión”. Al contrario, en todos y cada uno de nosotros reside la facultad de aprendizaje. No hace falta que nadie nos la inculque, pero quizá sí que alguien, un maestro, nos abra los ojos, nos enseñe. 
 

jueves, 10 de febrero de 2022

La porra y el bastón

    Escribía en 1984 el cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, hermano del escritor, una carta al entonces presidente del Gobierno Felipe González, recogida en el volumen “Canciones, poemas y otros textos”,  que era un alegato contra la porra policial, en la que le rogaba que aprovechando los diez millones de votos que sostenían su proyecto político eliminara la porra del armamento policial. Los argumentos que utilizaba eran de todo tipo: La porra sólo sirve en realidad para minar, castigar y humillar a quien ya se tiene neutralizado y sin escapatoria. La porra estorba para correr, tanto si se intenta pegar mientras se corre como si se lleva colgada, y el poder correr es esencial en cualquier situación de violencia (...) La porra y lo que representa, no sólo como símbolo para todos sino también como muda instrucción impartida a quien reglamentariamente tiene que llevarla, induce, a corto y a largo plazo, a situaciones de violencia que se prestan a la escalada. Sin porra, el guardia usará más la cabeza.
 

    Leído este alegato treinta y ocho años después -ignoro si el presidente del gabinete socialista leyó la carta, lo que sí es cierto es que si la leyó, hizo caso omiso, o sea ningún caso de la recomendación de Chicho-, resulta que me entero ahora de que el Ministerio del Interior sustituye las porras de goma por porras extensibles metálicas: más de veinte mil de dichas porras de acero cuyo precio asciende a los dos millones de euros (unos ochenta euros cada una), llamadas eufemísticamente 'bastones policiales extensibles', y “bastones policiales defensivos', van a ser empleadas principalmente por los policías destinados en Seguridad Ciudadana y las Unidades de Intervención Policial, más conocidos como antidisturbios. Obsérvese cómo ha desaparecido la palabra "porra" sustituída por el eufemismo "bastón", en apariencia, aunque sólo en apariencia, menos agresivo, porque el bastón tiene un uso primordial que es apoyarse en él al caminar, y secundariamente puede servir para golpear, pero en el caso de la porra su uso único es como arma de aporreo.

    Estos bastones, hechos con acero o aleación de máxima calidad, pasan de los 26 centímetros cuando está plegados a un poco más del doble en toda su extensión y pesan poco más de medio quilo. Se trata, siempre según el Ministerio, de un elemento de fácil portabilidad que va siempre con el policía, discreto,  dado su reducido tamaño" y poseedor además de "un efecto psicológico disuasorio por su efecto ruidoso al desplegarse".

 


     La Dirección General de la Policía también ha elaborado un protocolo específico sobre su uso en el que se detalla que, en caso de golpear con el bastón extensible a una persona, el agente deberá evitar hacerlo en vertical “de arriba hacia abajo”, además de no hacerlo “bajo ningún concepto” en “la cabeza, cuello, clavícula o columna vertebral”, prohibiéndoles a los agentes que lo usen como “técnica de estrangulación”. Dicho protocolo añade que estas defensas solo se utilizarán para “reducir, inmovilizar o detener” a personas que muestren “una resistencia activa que ponga en riesgo a los agentes o terceras personas”, que pueden actuar de manera violenta o lo hayan hecho, que amenacen con un arma blanca u otro objeto peligroso o estén a punto de poner en riesgo su vida. Y siempre después de “haber agotado las vías de diálogo, negociación y mediación previas”. El protocolo prohíbe usarlas “con mujeres embarazadas o con menores de edad penal [hasta los 18 años] siempre que esta condición sea perceptible”, así como “con personas de edad avanzada o personas débiles de salud”. 

 


     Según el Ministerio, las porras extensibles -aunque las llamemos 'bastones' siguen siendo porras, sólo que mucho peores- no solo servirán para reprimir a manifestantes y asegurar la seguridad ciudadana, dado que tienen algunas cualidades de índole no represiva: “se puede utilizar como instrumento de rescate, en el caso de personas atrapadas en el interior de un vehículo o para la autoexcarcelación, en caso de accidente, ya que su diseño permite romper las lunas del vehículo, así como actuar como palanca para facilitar la apertura de los espacios confinados". Estas utilidades, sin embargo, son secundarias y colaterales de la principal, que sigue siendo aporrear.

    Estas armas, además, poseen una mayor resistencia y dureza que las tradicionales defensas semirrígidas, así denominan a las tradicionales porras de goma, portando además en su extremo final una punta de polímero endurecido, se supone que para mayor contundencia, lo que no corresponde -esto no se le escapa a nadie un poco espabilado- al principio que debe guiar la actuación de los cuerpos policiales de procurar la menor lesividad posible. 


   Lo paradójico de este caso es que el gobierno socialista o progresista, como prefiere autodenominarse, ha eliminado las porras de goma, como pedía Chicho al presidente de aquel primer gabinete socialista, sustituyéndolas por otras metálicas mucho más efectivas y eficaces. "Son tan modernos / que provocan la envidia / de otros gobiernos", cantó en sus Coplas Retrógradas. Vemos aquí un ejemplo más de cómo algunas reclamaciones ingenuas de la gente son enseguida asimiladas por el orden establecido. La reivindicación  popular que se coreaba durante la transición y que no va a ser atendida por el Poder, porque supondría la desaparición del Estado mismo y de la violencia institucional que ejerce, era "Disolución de los cuerpos represivos".  

miércoles, 9 de febrero de 2022

Seis mensajes antivirales y una reflexión

Lo que denominaron 'pandemia' nunca fue tal cosa, sino un simulacro perfectamente orquestado por la sociedad del espectáculo, cuyas secuelas persisten todavía.

  Diez mil millones de inyecciones y hay más infecciones que nunca mientras que en países empobrecidos poco inoculados apenas hay casos. ¿Habrá alguna relación?
 
 
 
  No se ve el peligro que representa un no-vacunado para la comunidad, cuando la infección afecta tanto a los inyectados como a los que no han querido inocularse. 
 
 A partir del jueves el virus será confinado por las autoridades sanitarias en interiores no ventilados, por lo que dejará de circular en espacios exteriores.
 
 
 
 ¡Qué difícil ocultar el exceso de mortalidad que se está registrando a pesar de la intoxicación informativa de los medios de formación de la pública opinión! 

 Obligado a llevar mascarilla en la calle, asegura que seguirá llevándola por seguridad aunque deje de ser obligatoria, y espera que no le obliguen a quitársela.

  oOo

 

Un gerifalte autonómico defiende a capa y espada el uso de la mascarilla en espacios exteriores: “Es un símbolo de que la pandemia está entre nosotros”. No es un símbolo, sino un fetiche u objeto de culto al que se le atribuyen poderes sobrenaturales que no tiene, y que tiene, por el contrario, el poder de hacer realidad el simulacro de pandemia que pretende conjurar dándole carta de naturaleza. Dicho de otra manera, la mascarilla no es un símbolo de que la pandemia esté entre nosotros, sino que es ella y no un presunto virus letalísimo la auténtica pandemia que habita entre nosotros. El personal sanitario de los hospitales protocolizados por las autoridades sanitarias desautorizadas por la ciencia del sentido común porta doble mascarilla a fin de reforzar así el embeleco.

martes, 8 de febrero de 2022

Buenos y malos ciudadanos

    El portavoz del gobierno francés, el benjamín Gabriel Attal, hablando por boca de ganso como le corresponde a su condición gubernamental, dado que está autorizado por su cargo a opinar en nombre y representación del gobierno de su país, por lo que no expresa ideas o palabras propias, sino que repite como buen pupilo, con fórmula más moderna, la voz de su amo, que en este caso es el señor Emmanuel Macron, el monarca absoluto de la Macronía, que es en loq ue se ha convertido el país galo, declaró al periódico Le Parisien que el presidente del gabinete de su país planeaba “en la era post-Covid”(sic, porque el hito determina un antes y un después) “perseguir la redefinición de nuestro contrato social”, lo que implica, y aquí viene lo más interesante, el establecimiento de "deberes que están por encima de los derechos, desde el respeto a la autoridad hasta las prestaciones sociales".

 


     No estoy llamando ganso en el sentido moderno de la palabra al monarca de la Macronía atribuyéndole las gansadas o cualidades de torpe, patoso, desgarbado y sin gracia que el vulgo confiere, la verdad sea dicha,  sin mucha razón, a este palmípedo, sino en el sentido clásico que denominaba ganso al ayo o preceptor de los niños, al pedagogo, diríamos hoy con helenismo más flagrante, como metáfora humorística dado que el ganso cuando cría a sus polluelos, muestra una actitud excesivametne vigilante y atenta, yendo siempre a la zaga de sus pupilos a los que guía a picotazos.

    Una cosa es respetar la autoridad cuando obra legítimamente y otra es pretender que hay que respetarla siempre, en todo caso, independientemente de cómo obre. En cuanto a las prestaciones sociales es lógico que estas, como se da en algunos países, estén condicionadas a ciertas obligaciones, pero otra cosa muy distinta es que se conviertan en prebendas otorgadas a los ciudadanos juzgados según su comportamiento moral, lo cual supone situarnos en un orden maniqueo que distingue entre ciudadanos 'buenos' y 'malos' más que ante un orden jurídico. Pero esto, que añade moral a la ley, conduce a la denuncia de los “malos ciudadanos”, definidos según el criterio de obediencia a la autoridad, para la que se exige un respeto incondicional y una obediencia ciega. El monarca absoluto de la Macronía había cacareado directamente a propósito de la inoculación: “Los deberes están antes que los derechos”, y para él la vacunación era un deber al que no podía sustraerse ningún ciudadano.

     Nos hallamos ante el intento de imponer una sociedad disciplinaria en la que ya no habría derechos inalienables, sino derechos sujetos al buen comportamiento de los ciudadanos, según el modelo chino del crédito social en el que el Estado otorga 'puntos' al ciudadano para gozar de bonificaciones, y de libertades, como dice Agamben, sujetas a autorización. 

     En la misma ocasión dijo el monarca de la Macronía como un vulgar matón de colegio que quería “enmerder” (traducción suave: cabrear; un poco más fuerte: joder) a los no-vacunados, a los que consideraba unos irresponsables y malos ciudadanos. Previamente había proclamado la simplista falacia de Macron: "Le vaccin sauve des vies, le virus tue", dando por sentada la virtud salvífica de la vacuna y el carácter letal del virus. Distinguir ahora entre buenos y malos ciudadanos, según se sometan por ejemplo a la inoculación o no, es introducir una categoría moral en un marco jurídico que no debería admitirla bajo ningún concepto.

    Cada derecho lleva aparejados unos deberes, eso lo entiende cualquiera. Pretender lo contrario, que un deber lleve aparejados unos derechos es un disparate. Lo primero es lo primero: lo primero son los derechos. No se deben anteponer los deberes a los derechos, por lo que los comentarios del señor Macron sobre los deberes que deben anteponerse a los derechos son inaceptables.

     La prevalencia de los deberes sobre los derechos es el lema de todos los gobiernos totalitarios y autoritarios. Decir que hay que cambiar el cotnrato social para que los deberes están antes que los derechos es redefinir una dictadura fascista, por muy democrática que se pretenda. Se están negando los derechos individuales, subordinándose a los derechos de la colectividad fijados por el Estado -el gobierno determina el Bien Común-, pero al negarse los derechos individuales se están negando también, sopretexto de salvaguardarlos, los de la colectividad. Los derechos de todos son los de cada uno, y viceversa.