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viernes, 6 de octubre de 2023

Coup d'État y Health dictatorship

    Hace años Mercedes Milá decía en un programa de televisión de Sánchez Dragó a propósito de las medidas que se pretendían implantar contra una amenaza futura de gripe, cosas como esta, que tras el coup d'état -digámoslo en francés, para que no suene muy fuerte- que se llamó “la pandemia”, no han vuelto a escucharse en la tele ni a decirse. 
 
 
   -¡Que no se preocupe la gente de la gripe A, de verdad! ¡Que no se preocupe la gente! Se puede hacer la misma vida que se hacía, y más en nuestro país. Es que, vamos a ver, o sea: ¿Cómo puede ser esto de que resulte que le vayan a convencer a nadie de que hay que vacunar a toda la población cuando realmente lo que hay que hacer en la vida es no vacunarse de nada -esto aparte-, vacunar a la población, estar preparados con mascarillas, no dar besos, estornudar y hacer así (se tapa la boca con el codo). Pero, vamos a ver ¿esto qué es? ¿Una gran comedia? ¡Esto es la coña marinera! Alguien tendrá que dar la cara, digo yo, ¿no?. Alguien tendrá que dar la cara para explicar que nos han metido en una gran trampa”.
 
    Se quedaba corta Mercedes Milá cuando citaba la vacunación universal, la mascarilla, la prohibición de los besos (y abrazos) y el tapado de boca con el codo al toser o estornudar como los hitos de la gran comedia... Le faltó añadir algo que ni siquiera el Dictador había soñado poder hacer en las Españas: el arresto domiciliario de la población, llamado confinamiento, la exigencia de un certificado de buena salud que se obtenía automáticamente tras la sumisión gratuita a la inoculación experimental y dosificada o tras hacerse una prueba negativa que costaba dinero y fallaba más que una escopeta de feria -porque había que demostrar que uno no estaba enfermo, por aquello de in dubio contra reum: uno es culpable mientras no se demuestre su inocencia- para poder viajar y entrar en bares y restaurantes, declarar el toque de queda (que se llamó para disimular “restricción de movilidad nocturna”), y en caso de enfermar había que permanecer en el hogar-dulce-hogar, no fueran a colapsarse los hospitales, que estaban semivacíos y no estaban para albergar a todos los enfermos potenciales que había, que era toda al fin la población. 
 
    No es ninguna boutade pretendidamente graciosa que quiere impresionar al lector decir que hemos vivido una health dictatorship -digámoslo en la lengua del Imperio, para que se disimule un poco su crudeza, porque algunos no quieren mentar a la bicha de la dictadura en este país no solo democrático ya, sino progresista. 
  


 
    Desde que en el mes de marzo del 2020 fue declarada la pandemia coronaviral universal por la OMS subvencionada por el capital privado y estatal -aunque más al parecer por el primero que por el segundo, pero para el caso es lo mismo-, los denominados “negacionistas de la pandemia” intentaron denunciar el engaño organizado por los políticos, medios de comunicación y organizaciones sanitarias del mundo -léase acaso en orden inverso- movidos todos por el poderoso caballero don Dinero. 
 
    A los “negacionistas de la pandemia”, es decir, a aquellos que negaban su verdad, pero no podían negar su impostada realidad, se les aplicó una nueva etiqueta: la de “teóricos de la conspiración”, una denominación que trata de presentar el hecho de la conspiración como una teoría de unos chalados que ven lo que no hay, no como algo que hacía falta estar ciego para no ver, o peor que eso, para no querer verlo, porque ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver. 
 
    Pero no solo hay que denunciar que los principales accionistas de la industria farmacéutica y de los medios de comunicación sean unos nombres propios como por ejemplo las mayores gestoras de activos del mundo Vanguard, Blackrock y State Street, sino que lo que está detrás de ellas y de otros tantos fondos buitre es el Dinero, que es también el principal accionista de nuestras democracias.
 
 
 
    Por eso los medios de comunicación no fueron los únicos que defendieron con uñas y dientes los intereses de las farmacéuticas y no volvieron a decirse ni a escucharse cosas como aquellas que decían Mercedes Milá e Iñaki Gabilondo, sobre el que escribíamos en El periodismo como sostén de la realidad. También lo hicieron los gobernantes y políticos de prácticamente la totalidad de los países del mundo, sin ni siquiera importar a qué facciones políticas pertenecían. Por vez primera en la historia de la humanidad, quizá, políticos de derechas e izquierdas, liberales y conservadores, estaban sorprendentemente de acuerdo en todo, servidores del Régimen democrático que le impone el Dinero al Estado, para a su vez imponérselo a la gente.

martes, 15 de febrero de 2022

Un presente más brillante

  De Jordan Henderson sacamos hace tiempo una entrada titulada Sonriéndole a la vida a propósito de un significativo cuadro suyo que comentábamos allí. Hoy volvemos sobre su obra pictórica para mostrar uno de sus últimos trabajos relacionado con la dictadura sanitaria también denominada eufemísticametne 'Nueva Normalidad' que llevamos padeciendo durante casi dos años. 
 
     Jordan Henderson en Brighter future ('Un futuro más brillante'), pese lo siniestro de dos imágenes laterales de este a modo de tríptico, quiere transmitirnos con la imagen central una cierta esperanza. 
 
 
Un futuro más brillante, Jordan Henderson
 
    En el centro del siniestro cuadro, un adulto y una niña, un padre y una hija, vestidos ambos con motivos alegres de gran colorido que contrastan con los cráneos descarnados laterales como la vida con la muerte, abren y dejan entrever un escenario natural que se opone a los esqueletos enmascarillados y acribillados con jeringuillas de los dos extremos. Tras ellos se entrevé un atardecer otoñal. 
 
    El motivo de la calavera sostenida por unas manos lo había desarrollado Henderson en un cuadro anterior titulado Safe and sanitized ('Seguro e higienizado'), donde unas manos esposadas que simbolizan la privación de libertad sostienen un cráneo amordazado con una mascarilla roja a guisa de mordaza. Aquí repite ese motivo añadiéndole las jeringuillas de vacunas clavadas aleatoriamente en los cráneos.  
 
 Safe and sanitized, Jordan Henderson

     El edificio que se eleva sobre la multitud a la izquierda es una de las estructuras más emblemáticas de los CDC (Centers for Disease Control and Prevention), los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades, algo así como nuestro Ministerio de Sanidad estadounidense, en su sede de Atlanta, Georgia. 
 
 Edificio de los CDD en Atlanta (Georgia)
    
     A la derecha se alza el inconfundible edificio del Capitolio de los Estados Unidos. La Estatua de la Libertad de bronce que corona su cúpula ha sido sustituida aquí por el Caduceo, en el que dos serpientes se enroscan alrededor de una vara alada, un símbolo antiguo que algunos confunden con el báculo de Asclepio, o de Esculapio en su versión latina, el dios de la medicina, pero que es atributo de Hermes, el Mercurio romano y dios del comercio, por lo que simboliza la sociedad de consumo, aunque Henderson juega con la ambigüedad que genera el símbolo: la medicina comercializada. Ironía de Henderson: la libertad ha sido desplazada por el Comercio y la Medicina prostituida a él. 
 
 
 
    También a la derecha se encuentra el antiguo símbolo de la medicina, precisamente, que todavía se utiliza ampliamente, la Vara de Asclepio (una serpiente única enroscada alrededor de un bastón). Aquí la serpiente se eleva por encima de sus "pacientes", a los que aterroriza, y el pomo de la parte superior de la vara es un cráneo humano diminuto empalado en la aguja de una gran jeringuilla. Esta interpretación de la Vara de Asclepio capta con mayor precisión el espíritu de la medicina profiláctica moderna. 
 
 
Cúpula del Capitolio en Guásinton con la estatua de la Libertad
 
    Un futuro más brillante se titula el trabajo de Henderson. Quizá nos sobra la palabra "futuro" en el título del cuadro, porque lo que se adivina no es el porvenir, sino una realidad distinta que se abre ya cuando se cierra el siniestro escenario de la Nueva Normalidad fomentada por los gobiernos del mundo y por esa serpiente que se enrosca sobre el báculo de Asclepio, el dios al que los médicos le juran que lo principal de su tarea es no hacer daño (primum non nocere), símbolo del que se ha apropiado la OMS, por lo que está aquí también representada: la Organización Mundial de la Salud, cuyas siglas forman en inglés un acrónimo significativo: WHO (World Health Organization). ¿Quién -who en la lengua del Imperio- es el responsable en última instancia de la pandemia universal? La respuesta está en dicha lengua una vez que levantamos el tono interrogativo de pregunta.
 

domingo, 31 de octubre de 2021

¿Chochea Noam Chomsky?

    No se puede negar que Noam Chomsky  es uno de los mayores intelectuales de la izquierda americana. Como lingüista, su gramática generativa y transformativa, mejor que 'transformacional' como se 'tradujo' entre nosotros generative and transformational grammar,  y su distinción entre la estructura superficial y la profunda de la frase han caído ya en el olvido. Él, sin embargo, ha sido uno de los críticos más implacables de las guerras llevadas a cabo por el Imperio en el mundo entero, es decir, de la política internacional de los Estados Unidos.

    Aunque estemos de acuerdo con él en sus críticas, no podemos estarlo  en sus adhesiones: ha apoyado los movimientos socialistas autoritarios sudamericanos y nacionalismos emergentes independentistas tales como el escocés y el catalán, entre nosotros, lo que no se entiende muy bien en alguien que se ha definido a veces como afín al movimiento libertario, esencialmente antinacionalista. Su crítica desde un punto de vista ácrata tiene valor en cuanto negativa, pero queda desautorizada totalmente desde el momento en que se hace positiva y favorable a movimientos como los citados que pretenden un cambio cosmético del mundo para que todo siga igual al fin y a la postre. 

Noam Chomsky (1928-...)
  
    El caso es que últimamente ha hecho unas declaraciones a favor del aislamiento de las personas que han rechazado la vacuna contra el virus coronado porque son, dice él, un peligro para la comunidad, afirmación gratuita sin ninguna evidencia científica cuando comienza a vislumbrarse que el auténtico peligro pueden constituirlo, antes bien, los que se han inoculado la proteían vírica y están favoreciendo la aparición de variantes del virus coronado. Ya antes se mostró poco crítico con las derivas que tomaron la mayoría de los gobiernos del mundo, y apoyó los encierros, el uso de las mascarillas, y todas las medidas que la élite imponía a toda la población. Algunos han pensado que chochea con los noventa y tantos años que tiene a sus espaldas, y que, como suele decirse, ha naufragado en la vejez, pero en realidad su opinión no está nada lejos de la opinión de la clase dominante y casta a la que siempre ha pertenecido en su versión de izquierda sistémica dentro del Instituto Tecnológico de Masachuses (MIT, acrónimo del Massachusetts Institute of Technology).

    En unas recientes declaraciones, en efecto, del 24 de octubre afirma que los que rechazan la vacuna son como los conductores que no respetan el código de circulación y se saltan un semáforo en rojo poniendo en peligro su vida y la de los demás. La única actitud conveniente, según él, es apartarlos de la comunidad, y que si no lo hacen voluntariamente hay que obligarles a hacerlo: They should have the decency to remove themselves from the community. If they refuse to do that, then measures have to be taken to safeguard the community from them. 

    Cuando el entrevistador le pregunta qué habría que hacer para alimentar a estas personas aisladas del resto, Chosmky, ni corto ni perezoso, responde en primer lugar que ese es su problema: Well, that’s actually their problem, y añade poco después, que habría que darles de comer como se les da a los prisioneros en la cárcel, con lo que se muestra como lo que es: no como un antiautoritario, sino como un firme y convencido partidario de la actual dictadura sanitaria globalizada y del apartheid que crea una clase de ciudadanos capitidisminuidos que han perdido su estatus anterior y ven ahora mermados sus derechos.

    Extraña esta opinión en alguien que se ha mostrado como él muy lúcido y crítico con la política del Imperio durante las últimas décadas, y que se ha proclamado muchas veces heredero del socialismo y del anarquismo clásicos. Pero era mentira, el anarquismo y socialismo decimonónicos eran antiparlamentarios y contrarios a la (pseudo)democracia representativa que padecemos, por lo que han estado fuera de la clasificación derecha/izquierda, que son las dos alas de la oligarquía capitalista que surgió de la revolución francesa y burguesa de 1789.

    No hace falta decir que los que actualmente se llaman socialistas y comunistas, y en general progresistas, como el sedicente 'gobierno de progreso' español, sirven tan bien como las derechas y aun mejor que estas al sistema capitalista que los nutre porque lo hacen solapadamente.

    Noam Chomsky no es un antisistema, sino todo lo contrario: un santón prosistema. No chochea. Cualquiera que escuche su entrevista, entiende que sus opiniones son coherentes con lo que siempre ha defendido. Y para algunos el de Chomsky es otro mito más que se derrumba. 

jueves, 15 de julio de 2021

De la tiranía sanitaria actual

    Si los medios informativos no hablasen de la dichosa covid-19, hipnotizándonos en una suerte de alucinación colectiva, la gente no sabría que “eso”, sea lo que sea, ha existido alguna vez o existe todavía. La realidad sería diferente: los síntomas de la susodicha enfermedad se interpretarían como una gripe ordinaria más o menos perniciosa o una típica o atípica neumonía y se tratarían clínicamente, como se ha hecho siempre, y nadie aceptaría las ordenanzas sanitarias totalitarias impuestas de confinamiento, distanciamiento social y enmascarillamiento de las personas sanas, ni tampoco la inyección de dos dosis de un preparado preventivo que no sirve para curar sino para evitar, en el mejor de los casos, que se coja "algo" que no tiene un índice de letalidad significativo y que médicamente no justifica la asunción de ninguna de las susodichas medidas demenciales. 
 
 
 
    El nombre, en este caso “covid-19”, el acto nominalista de nombrar una cosa, la hace existir, ya sea subrayándola y extrayéndola del ruido de fondo, o haciéndola surgir de la nada como por arte mágica de encantamiento. La ingeniería social, al igual que el abracadabra, consiste en poner nombre a las cosas para que existan, borrando el gesto y provocando la ilusión de que ocurre espontáneamente por sí mismo y no como un acto performativo del lenguaje. 
 
 
En un IES (Instituto de Educación Secundaria)  de Málaga

     El poder político, por su parte, aplica todos los recursos de este nominalismo a su alcance para dar a entender que las cosas por él nombradas no dependen de su voluntad, sino que existen objetivamente al margen de su denominación, lo que permite establecer el dominio simbólico de una narrativa oficial gubernamental en la mente, que es el sistema operativo, de las personas. 
 
     La llamada crisis sanitaria en realidad no es tal cosa, es una crisis meramente política que repercute en la mentalidad y en la forma  de ver las cosas de la mayoría de la gente. Desde el punto de vista de la salud, la covid-19 no es un problema, pero sirve de argumento para llevar al mundo entero a una "nueva normalidad", a una sociedad "contactless", es decir, sin contacto humano, siguiendo un programa en el que desaparece la interacción social, que es controlada en la medida de lo posible y sustituida al fin por artefactos tecnológicos. 
 
    Para conseguir este objetivo paulatinamente, los gobiernos, sin importar su sesgo político de izquierdas o derechas, que resulta indiferente, promulgan medidas de control social irreversibles sin que ninguna de ellas sea capaz de anular a las demás. 
 
 
Póster de Paul Colin (1939)
 
    El confinamiento, por ejemplo, y el toque de queda -rebautizado ridículamente entre nosotros por el cráneo privilegiado del presidente del gobierno como “restricción de movilidad nocturna”- deben ser perpetuos aunque intermitentes para poderse sobrellevar cómodamente, el distanciamiento físico y el uso de mascarillas permanente, hasta el punto de que ahora, cuando en los reinos de taifas hispánicos se levanta la obligación de utilizarlas al aire libre, la ciudadanía acojonada sigue enmascarándose por voluntad propia, mostrando así que su voluntad coincide con la del Estado Terapéutico. 
 
    Y la reinyección deberá perpetrarse cada seis meses para actualizar el "pasaporte sanitario" de nuestro sistema inmunológico, la nueva versión del pase interno o salvoconducto de los viejos regímenes totalitarios, que se nos exigirá para entrar en un bar o un restaurante. Podrá darse entonces la curiosa paradoja de poseer uno la cartilla sanitaria al día y estar, sin embargo, contagiado y contagiar, teniendo vía libre a dichos establecimientos y otros eventos públicos, y podrá negarse el acceso a otro que no posea dicha licencia acreditativa pese a gozar de un óptimo estado de salud. 
 
 
 
    Al final se ve lo que importa: no se trataba de una cuestión sanitaria, sino de política obediencia. Lo que cuenta no es que contagies o no contagies, estés sano o no lo estés, que eso no le importa a nadie, si le importa a alguien, más que a ti, sino que obedezcas y te dejes inocular porque estás haciendo lo que Dios, es decir,  el Estado, manda, lo mandado.

sábado, 3 de abril de 2021

¡Trágala, perro! (Una estampa de Goya)

 


Explicación de esta estampa del manuscrito del Museo del Prado: El que viva entre hombres será jeringado irremediablemente: si quiere evitarlo habrá de irse a habitar a los montes y cuando esté allí conocerá también que esto de vivir solo es una jeringa.

...del manuscrito de la Biblioteca Nacional: No le echan mala lavativa a cierto Juan Lanas unos frailes que galantean a su mujer, y le ponen un taleguillo al cuello a manera de reliquia para que se cure y calle. La mujer se ve detrás cubierta por un velo, y un monstruo de enorme cornamenta preside la función autorizándolo todo nuestro Padre Prior.

...del manuscrito de Ayala: Intentan unos frailes curar a un pobre Marcos, colgándole al cuello una reliquia y echándole lavativas por fuerza.

Goya en este Capricho presenta, en primer término, a un fraile que sujeta una enorme jeringa preparada para el hombre arrodillado y suplicante, un Juan Lanas o un pobre Marcos, es decir, uno cualquiera, un buenazo y bobo que se somete y se presta sin oponer resistencia a todo lo que se quiere hacer de él, por muy vergonzoso y humillante que sea, al que va a administrar una lavativa. 

Al parecer Goya se inspiró en un suceso de la época. Un marido cornudo, engañado por un fraile, pretendió burlarse de su burlador y resultó burlado. Aquí no nos interesa mucho ahora porque el autor hace abstracción del caso particular y lo hace universal desarrollando la sátira de la sociedad española de su tiempo que es este nuestro todavía, en la que un estamento, la clerigalla, abusa de la gente obligándola a “tragar” lo inaceptable. El pueblo, por su parte, representado por el Juan Lanas o pobre Marcos arrodillado representa al inculto y supersticioso pueblo español.


Si donde el manuscrito de la Biblioteca Nacional dice “frailes” entendemos ahora “personal sanitario” y Juan Lanas o el pobre Marcos se quedan como símbolo de quienes padecemos las recomendaciones de las autoridades del Ministerio de Sanidad del Gobierno, tenemos una radiografía perfecta de lo que está sucediendo en España, sometida a la dictadura sanitaria decretada por una organización filantrópica (hay amores que matan, dice el refrán) como es la Organización Mundial de la Salud, que nos quiere tanto que nos hará sufrir por nuestro bien, como reza otro refrán.

De poco vale, como aquí vemos, que el humillado Juan Lanas o pobre Marcos junte sus manos y suplique clemencia o caridad. De nada le sirve el taleguillo colgado del cuello a modo de reliquia para que se cure, es decir, la mascarilla obligatoria en el exterior a la vista de todos, que ya está preparada la descomunal jeringuilla, es decir la inyección del suero milagroso y purgativo, que el frailazo va a endilgarle por salva sea la parte de su anatomía.

Algo hay de sádico en la expresión de los frailes que deja corto al marqués de Sade. Estos, en efecto, disfrutan sintiendo el gozo que están cometiendo y la atrocidad que van a llevar a cabo, gritando "¡Trágala, perro!", como leemos en el texto. Es los que los ministros de sanidad de los gobiernos nos espetan. El pobre Marcos o Juan Lanas -da igual su nombre, mutato nomine de te -es decir, de nosotros- fabula narratur- acabará dando gracias a Dios por la merced que el personal sanitario le ha infligido inyectándole el suero milagroso que aliviará sin duda su enfermedad inexistente.

Goya nos ha legado, quizá sin querer, quizá queriendo, en este grabado con su lenguaje simbólico la descripción magistral no de un hecho concreto de un momento histórico y los actores que en él intervinieron, sino el retrato universal y atemporal de lo que estamos viviendo ahora, jeringados como estamos en aras de la Salud, ese enfermizo ideal que nos enferma. Hay un macho cabrío en el trasfondo que preside la escena. ¿A quién representará? De algún modo es el Padre Prior que no sólo no impide que esto suceda, sino que lo autoriza.

El comentario del Museo de El Prado viene a decirnos que así es nuestra vida: esto del vivir es una geringa (sic). El argumento que utilizan las autoridades sanitarias es que es por nuestro bien y nuestra quebrantada salud, y de rebote, por el bien y la salud de los demás, que se antepone como ideal perverso a la libertad y dignidad de la propia vida de todos y de cada uno. Encima, tendremos que darles las gracias por obligarnos a comulgar con piedras de molino.

miércoles, 3 de marzo de 2021

Como el santo Job

El Poder sólo nos da derechos y libertades para podérnoslos mejor arrebatar. Nos da libertad provisional, condicional, como alternativa a la privación total de libertad que suponen la prisión o el arresto domiciliario en los que también podemos incurrir. El reo, y todos lo somos una vez que han desaparecido las presunciones de inocencia y de salud, disfruta de su libertad provisional bajo ciertas condiciones. 
 
Cuando el Poder que nos ha dado ciertos derechos y libertades nos los quita,  no nos queda otra que hacer como el santo Job, que dijo tras rasgar su vestidura, raparse la cabeza y postrar su rostro en tierra: "El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!". 
 
Y es que convertidos todos en pacientes por el Estado Terapéutico u Ogro Filantrópico, según la adecuada expresión que acuñó el poeta Octavio Paz, y que les viene de perlas a algunos sedicentes filántropos, hay que reconocer que tenemos más paciencia, en todos los sentidos de la palabra, que el santo Job, al que por cierto la Iglesia católica reconoce como modelo de santidad y lo incluye en su santoral, celebrando su onomástica el 10 de mayo. 
 
El santo Job, Léon Bonnat (1880)
 
El Señor le había dado a Job la riqueza de siete hijos y tres hijas y numerosos amigos, criados y ganados. Pero Satán se presentó ante el Señor argumentándole sabiamente que el amor que Job le profesaba se debía a sus numerosas bendiciones, es decir, que era un amor interesado. Ante lo cual el Señor decide poner a prueba a Job permitiéndole a Satán que le ataque donde más le duele: en sus bienes, su familia, su ganado, pero que a él no lo toque... 
 
Satán, el “enemigo”, no es todavía en el relato del Libro de Job el espíritu maligno demoníaco de la literatura posterior, sino un hijo de Dios, agente divino cuya misión es contrastar el valor de las acciones humanas y aquilatar el grado de virtud de los justos. Satán, pues, con permiso del Señor, ataca a Job y le causa múltiples desgracias: la enfermedad de la sarna, el ataque de caldeos y sabeos a sus criados, la muerte de sus reses, la pobreza, el repudio de su mujer y la muerte de sus hijos. 
 
Terminadas las pruebas y a pesar de todo lo ocurrido, Job continúa siendo fiel al Señor, por lo que Él le restituye su anterior felicidad y riqueza con más del doble de lo que tenía, acrecentando su capital inicial, con lo que se ve la relación entre el poder y el dinero.  


"Evita las reuniones sociales y sé prudente en todos tus contactos" (¿Orden o consejo?)
 
Darle a la gente derechos y libertades es la mejor manera para luego poder quitárselos y acallar las protestas contra el Poder, diciéndonos: "Son ustedes libres siempre que obedezcan".     Es lo que le recuerda Crisótemis a su hermana Electra en la tragedia de Sofoclés que lleva el nombre de esta última: "...si libre yo he de ser / en todo a los que mandan hay que obedecer"  (versos 341 y s.), lo que es decir que el libre ha de comportarse como el esclavo si no quiere perder el privilegio de ciertas libertades formales que no tiene el esclavo. Pero si hay algún privilegio que separa al libre del esclavo es precisamente el de no tener que obedecer en todo a los tiranos.
 
Ahí está la contradicción. El modelo que se está imponiendo en la situación actual es ese que se llama precisamente "estado de excepción", que tiene la ventaja de imponerse por igual a toda la población "sin excepción", como su nombre indica, y no sólo a vagos y maleantes, como aquella ley franquista... Poco importa que a veces tome otros nombres como "estado de alarma" o de "sitio" o como quiera que se llame. En el lenguaje justificativo que desde arriba se maneja, lo de la "excepción" es una constante marcada a hierro, hasta el punto de que no es una excepción, como ellos dicen, sino la regla, o la Nueva Normalidad, como la han bautizado.
 
Hay un progreso, enorme en los últimos tiempos, en esa obediencia debida que se le exige a la población para poder conservar sus derechos y libertades (que quedan reducidos al derecho y la libertad de seguir obedeciendo). Vienen a decirnos que no nos quitan la libertad, que nos rebajan un poco su intensidad, que nos la modulan porque nos están poniendo a prueba, como le pusieron al santo Job.
 
El justo Job y Satán, xilografía coloreada de las Crónicas de Núremberg (1493)
 
Justifican la privación de libertad por la excepcional gravedad de la situación, que los medios de información, conformación y formación de masas (mass media, en la lengua del Imperio) amplifican hasta la exageración, pero son ellos mismos los que declaran que la situación es excepcional.  Las autoridades sanitarias pueden hacer lo que les venga en gana con la gente cuando haya una situación excepcional que lo justifica, y habrá una situación excepcional que lo justifique cuando a ellos o a alguno de sus superiores jerárquicos política- y económicamente les venga en gana, sin que sea discutible nunca esa realísima gana. 
 
La maquinaria se ha puesto en funcionamiento y si alguien consigue alguna vez demostrar que no había hecho falta ponerla en marcha... será demasiado tarde. Las autoridades sanitarias han declarado que hay “pandemia” y con su sola declaración la han creado de la nada como por arte de magia, y todos, o al menos la mayoría, que no son pocos, han creído en ella. Es una declaración performativa que hace lo que dice, que construye la realidad, contra la que no cabe otra que la deconstrucción, como decían los filósofos posmodernos para referirse a la destrucción. Intentarán justificar la excepcionalidad de la situación echando mano de la ciencia, pero la ciencia que nos sirven como coartada no es ciencia sino vulgarización para que creamos en ella a pie juntillas, como la nueva epifanía que es de la vieja religión, pero no es la verdad, sino más bien todo lo contrario.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Dictadura sanitaria

Dictadura sanitaria (cf. fr. dictature sanitaire, ing. health dictatorship, al. Gesundheitsdiktatur) parece un concepto nuevo, definido por los movimientos de oposición a las medidas coactivas de los estados so pretexto de lucha contra el virus coronado para acusar a los gobiernos de imponer restricciones a las libertades ciudadanas de reunión y asociación, manifestación y libertad de movimiento, básicamente. Parece que el adjetivo calificativo “sanitaria” aplicado al sustantivo “dictadura” con el que algunos definen la coyuntura política que estamos atravesando justifica de alguna manera la opresión y privación de libertad que conlleva una “dictadura”. Es como si legitimara la urgencia extraordinaria de un poder autoritario por mor de garantizar la pública salud.

El término “dictadura” lo hemos heredado del latín dictatura. En el paso de una a otra lengua se sonorizó la oclusiva dental sorda -t- intervocálica, fenómeno que la convirtió en -d-. Está formado sobre el verbo dictare que en principio es un verbo frecuentativo de dicere (decir), por lo que su significado primitivo era “decir una y otra vez, repetir”, pero enseguida pasó a connotar “para que conste por escrito”, es decir, “dictar”, como en los dictados escolares, por lo que se convirtió pronto en sinónimo de ordenar, mandar.

El sufijo -tura, que conservamos en muchas otras palabras como estatura, cultura, natura, literatura, modificado en el caso que nos ocupa en -dura, tiene una valor doble: por una parte se trata del llamado participio de futuro activo latino (morituri, los que van a morir; nasciturus, el que va a nacer, etc.), pero por otra tiene la forma colectiva del neutro plural, que acabó convirtiéndose en sustantivo femenino de la primera declinación. Lectura, por ejemplo, representa en principio el conjunto de textos que vamos a leer, para acto seguido pasar a ser el proceso de leerlos, el nombre de la acción que va a ejecutarse. Natura, que es el nombre latino de la naturaleza, representa en principio el conjunto de seres que van a nacer, es decir la pluralidad de naturus (reformulado en latín mismo con el sufijo incoativo -sc- como nasciturus). 

Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma, Juan Antonio Ribera (c. 1806)
 

Conocido es el primer dictator romano, Cincinato, que fue revestido con poderes extraordinarios por el senado romano ante el peligro de una invasión militar, y que una vez cumplido su encargo, abandonó el cargo y volvió a sus labores agrícolas. Su ejemplo inspiró el nombre de la ciudad estadounidense de Cincinnati (Ohio), nombre puesto en honor de los "cincinatos", una asociación que honraba a George Washington, al que consideraba un «cincinato», es decir, un ejemplo de civismo que decidió retirarse de la política en 1796, renunciado a un tercer mandato como presidente de los Estados Unidos.

Pero la expresión "dictadura sanitaria" que estamos analizando no es tan nueva como parece.  La epidemia de gripe de 1918-19, llamada “gripe española” sirvió de gran revulsivo para sensibilizar a médicos y a la opinión pública en general de las penosas condiciones sanitarias que atravesaba España y de la escandalosa falta de organización y estructura sanitaria, argumentándose entonces la necesidad de una «dictadura sanitaria», expresión utilizada por primera vez entonces, por lo que yo he averiguado, en algunas publicaciones médicas de la época, que no hacía sino preparar el terreno, al menos en parte, para la dictadura de Primo de Rivera que vino después, que, como más tarde haría también la segunda república española, implementaría medidas higiénicas y sanitarias en favor de la población.

Volviendo al comienzo de este texto, calificar una dictadura de sanitaria, es como si estuviéramos tratando de sanearla, de considerarla buena o, al menos, si no un bien en sí mismo, un mal necesario. Pero no hay males necesarios, como hemos razonado muchas veces. La expresión “mal necesario” lo que hace es, sin querer a veces, justificar la necesidad del mal, en este caso de la dictadura, que como nos dicen las autoridades sanitarias sería necesaria hasta que dispongamos de una vacuna de la que no disponemos.