El Poder sólo nos da derechos y libertades para podérnoslos mejor arrebatar. Nos da libertad provisional, condicional, como alternativa a la privación total de libertad que suponen la prisión o el arresto domiciliario en los que también podemos incurrir. El reo, y todos lo somos una vez que han desaparecido las presunciones de inocencia y de salud, disfruta de su libertad provisional bajo ciertas condiciones.
Cuando el Poder que nos ha dado ciertos derechos y libertades nos los quita, no nos queda otra que hacer como el santo Job, que dijo tras rasgar su vestidura, raparse la cabeza y postrar su rostro en tierra: "El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!".
Y es que convertidos todos en pacientes por el Estado Terapéutico u Ogro Filantrópico, según la adecuada expresión que acuñó el poeta Octavio Paz, y que les viene de perlas a algunos sedicentes filántropos, hay que reconocer que tenemos más paciencia, en todos los sentidos de la palabra, que el santo Job, al que por cierto la Iglesia católica reconoce como modelo de santidad y lo incluye en su santoral, celebrando su onomástica el 10 de mayo.
El Señor le había dado a Job la riqueza de siete hijos y tres hijas y numerosos amigos, criados y ganados. Pero Satán se presentó ante el Señor argumentándole sabiamente que el amor que Job le profesaba se debía a sus numerosas bendiciones, es decir, que era un amor interesado. Ante lo cual el Señor decide poner a prueba a Job permitiéndole a Satán que le ataque donde más le duele: en sus bienes, su familia, su ganado, pero que a él no lo toque...
Satán, el “enemigo”, no es todavía en el relato del Libro de Job el espíritu maligno demoníaco de la literatura posterior, sino un hijo de Dios, agente divino cuya misión es contrastar el valor de las acciones humanas y aquilatar el grado de virtud de los justos. Satán, pues, con permiso del Señor, ataca a Job y le causa múltiples desgracias: la enfermedad de la sarna, el ataque de caldeos y sabeos a sus criados, la muerte de sus reses, la pobreza, el repudio de su mujer y la muerte de sus hijos.
Terminadas las pruebas y a pesar de todo lo ocurrido, Job continúa siendo fiel al Señor, por lo que Él le restituye su anterior felicidad y riqueza con más del doble de lo que tenía, acrecentando su capital inicial, con lo que se ve la relación entre el poder y el dinero.
"Evita las reuniones sociales y sé prudente en todos tus contactos" (¿Orden o consejo?)
Darle a la gente derechos y libertades es la mejor manera para luego poder quitárselos y acallar las protestas contra el Poder, diciéndonos: "Son ustedes libres siempre que obedezcan".
Es lo que le recuerda Crisótemis a su hermana Electra en la tragedia de Sofoclés que lleva el nombre de esta última: "...si libre yo he de ser / en todo a los que mandan hay que obedecer" (versos 341 y s.), lo que es decir que el libre ha de comportarse como el esclavo si no quiere perder el privilegio de ciertas libertades formales que no tiene el esclavo. Pero si hay algún privilegio que separa al libre del esclavo es precisamente el de no tener que obedecer en todo a los tiranos.
Ahí está la contradicción.
El modelo que se está imponiendo en la situación actual es ese que se llama precisamente "estado de excepción", que tiene la ventaja de imponerse por igual a toda la población "sin excepción", como su nombre indica, y no sólo a vagos y maleantes, como aquella ley franquista... Poco importa que a veces tome otros nombres como "estado de alarma" o de "sitio" o como quiera que se llame. En el lenguaje justificativo que desde arriba se maneja, lo de la "excepción" es una constante marcada a hierro, hasta el punto de que no es una excepción, como ellos dicen, sino la regla, o la Nueva Normalidad, como la han bautizado.
Hay un progreso, enorme en los últimos tiempos, en esa obediencia debida que se le exige a la población para poder conservar sus derechos y libertades (que quedan reducidos al derecho y la libertad de seguir obedeciendo). Vienen a decirnos que no nos quitan la libertad, que nos rebajan un poco su intensidad, que nos la modulan porque nos están poniendo a prueba, como le pusieron al santo Job.
Justifican la privación de libertad por la excepcional gravedad de la situación, que los medios de información, conformación y formación de masas (mass media, en la lengua del Imperio) amplifican hasta la exageración, pero son ellos mismos los que declaran que la situación es excepcional. Las autoridades sanitarias pueden hacer lo que les venga en gana con la gente cuando haya una situación excepcional que lo justifica, y habrá una situación excepcional que lo justifique cuando a ellos o a alguno de sus superiores jerárquicos política- y económicamente les venga en gana, sin que sea discutible nunca esa realísima gana.
La maquinaria se ha puesto en funcionamiento y si alguien consigue alguna vez demostrar que no había hecho falta ponerla en marcha... será demasiado tarde.
Las autoridades sanitarias han declarado que hay “pandemia” y con su sola declaración la han creado de la nada como por arte de magia, y todos, o al menos la mayoría, que no son pocos, han creído en ella. Es una declaración performativa que hace lo que dice, que construye la realidad, contra la que no cabe otra que la deconstrucción, como decían los filósofos posmodernos para referirse a la destrucción. Intentarán justificar la excepcionalidad de la situación echando mano de la ciencia, pero la ciencia que nos sirven como coartada no es ciencia sino vulgarización para que creamos en ella a pie juntillas, como la nueva epifanía que es de la vieja religión, pero no es la verdad, sino más bien todo lo contrario.
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