martes, 2 de marzo de 2021

Mascarilla, pandemia, televisión

El amuleto (del latín amuletum "objeto pequeño que se lleva encima, al que se atribuye la virtud de alejar el mal o propiciar el bien") que es la mascarilla se impuso gracias a la invención de la pandemia por obra y gracia de la OMS.  La pandemia, por su parte,  se propagó y viralizó por el universo mundo por el influjo de los medios de información, conformación y formación de masas (mass media, en la lengua del Imperio). Si hubiésemos estado libres de su maleficio pernicioso, otro gallo más saludable nos habría cantado. La pestilencia no habría existido de no ser por la retransmisión televisiva. En el término "televisiva" incluyo la nueva epifanía de la caja tonta que es la Red Informática Universal y las Redes Sociales, en cuya maraña se ven atrapados y enzarzados los mileniales, que ya no ven la tele, y los más incautos de nosotros, es decir, la mayoría, aunque no la totalidad de la población. Siempre hay alguna gente, aunque sea poca, que se salva. 

Lo mismo se podría decir de ese otro talismán  que es la vacuna, ese suero milagroso que ya le está haciendo efecto a uno sin habérselo inoculado todavía, como la purga de Benito, que le curó el prolongado estreñimiento al susodicho sin habérsela tomado, haciendo que se cagara por las patas abajo, como suele decirse vulgarmente, delante del boticario antes de haberse administrado el poderoso laxante. A los que les han puesto la inyección, les hace el efecto placebo al inmunizarlos de un peligro inexistente, si no les causa otros más graves estragos, daños secundarios colaterales y adversos que ya se verán con el tiempo, -los secundarios son patentes enseguida, los primarios se verán más a largo plazo-  porque aún es demasiado pronto para evaluarlos, dado que la vacuna se halla en fase de experimentación generalizada en la mayoría, aunque afortunadamente no en la totalidad de la población. Ahora bien, si como parece algunos se contagian y contagian un virus "mutante" después de haberse vacunado, ¿de qué sirve la vacunación? Siempre hay alguna gente, por poca que sea, que se salva.

La buena noticia después de un año es que al parecer están descendiendo los "casos" de la dichosa pandemia de todos los demonios en todo el mundo desde hace algún tiempo.

¿Se deberá al amuleto de la mascarilla y demás medidas profilácticas de supuesta barrera y contención como la distancia social y los cierres, lockdowns en la lengua del Imperio, confinamientos y cuarentenas? Parece que va a ser que no es por eso. En los raros países del universo mundo como Suecia o Bielorrusia donde no se impusieron dichas medidas represivas y draconianas también están descendiendo los llamados “casos”, y lo que es más importante, las hospitalizaciones y las muertes en la mayoría aunque no en la totalidad de la población. 


¿Se deberá la remisión al mágico talismán de las vacunas? Pues parece que va a ser que tampoco, porque la disminución se da en países donde van muy adelantados en eso de los pinchazos, como Israel, en efecto, pero también en otros como sus vecinos de Líbano o Palestina donde no hay jeringuillazos y donde también están disminuyendo los “casos”, hospitalizaciones y muertes de la mayoría aunque no de la totalidad de la población.

¿Desde cuándo se observa este fenómeno? Pues parece que desde hace cosa de un mes o así. ¿Habrá desaparecido milagrosamente la peste de la faz de la Tierra? Pues va a ser que tampoco. ¿Qué ha sucedido entonces? Pues parece que hay una explicación muy simple pero no sencilla: A mediados de enero la OMS, que es la madre del cordero y responsable de la plaga, avisó de que la mayoría de las pruebas de laboratorio que se estaban haciendo en todo el mundo para la detección del presunto virus arrojaban elevados índices de falsos positivos, es decir, de "casos" de enfermos que no sabían que lo estaban, asintomáticos, porque se estaban haciendo mal, cosa que se sabía desde el principio y que algunos científicos honrados denunciaron sin que se les hiciera ningún caso porque no interesaba a la industria farmacéutica. 

A raíz de esa fecha, los laboratorios, sin dejar de hacer nunca pruebas y más pruebas que hasta entonces habían servido para mantener viva la fe en la pandemia, se aplicaron el cuento y comenzaron a hacerlas según las nuevas directrices, encaminadas como estaban a certificar el éxito del amuleto de la vacuna, porque ahora sí que le interesaba a la industria fabricante a la que sirve la OMS.  Y claro está: se produce el milagro, pero no por la vacunación, que está todavía en pañales, sino porque se demuestra que la pandemia es una creación e invención de los laboratorios, que estaban realizando las pruebas adrede para arrojar altos índices de contagios y que cundiera el pánico, como se les había sugerido, a fin de que todo dios quisiera inmunizar se, o sea, vacunarse.

Así que no sólo descienden los “casos”, sino también, lo que parece más difícil de creer, los ingresos en los hospitales y las muertes. Pero el virus no ha desaparecido por arte de magia. ¿Qué ha sucedido entonces? ¿Ha dejado la gente de ingresar en los sanatorios y unidades de cuidados intensivos y morirse? No, la gente ha seguido hospitalizándose y muriéndose más bien a su pesar, como siempre, pero ya no de virus coronado, popularmente "covi", sino de otras cosas. Ha habido gente, por ejemplo, que ha fallecido de una neumonía como siempre, pero no de una neumonía "covi", porque le han hecho la prueba y, oh milagro, ¡ha resultado negativa! Ya no está contagiada la mayoría, que nunca la totalidad de la población. Siempre hay gente, por poca que sea que se salva, aunque le cueste algo más librarse de la superchería de los amuletos.  
 


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