viernes, 12 de marzo de 2021

Almas muertas

Chíchikov es un personaje misterioso que llega un buen día a la ciudad para emprender un negocio no menos misterioso. Entabla relaciones con los hombres más importantes del lugar y les hace una extraña proposición:

...Me gustaría comprar unos campesinos… —dijo Chíchikov, vacilante, y sin llegar a completar la frase.

Permítame que le haga algunas preguntas —dijo Manílov—. ¿Cómo querría comprarlos? ¿Con la tierra o simplemente para llevárselos, es decir, sin tierra?

No, no quiero exactamente campesinos —dijo Chíchikov—. Quiero comprar los muertos…

¿Cómo dice, muy señor mío? Disculpe… Soy un poco duro de oído y me ha parecido oír una curiosa formulación…

Me propongo adquirir los muertos que, por lo demás, aún figuren en el censo como vivos —explicó Chíchikov.

(Fragmento de la novela “Almas muertas” de Nikolai V. Gogol (1809-1852), publicada en 1842 y subtitulada “Las aventuras de Chíchikov”, considerada por muchos la primera gran novela de la literatura rusa moderna).

Antes de la emancipación de los siervos en 1861, y siervos eran la mayoría de los campesinos rusos, estos eran una propiedad, un bien que podía comprarse y venderse, por el que los dueños tenían que pagar un impuesto al Estado, como se tributa por la posesión de cualquier otro bien. El cobro de impuestos a los terratenientes se basaba en el número de siervos (o «almas» que es como se denomina en ruso a los siervos, lo que explica el título de la novela), que el propietario tenía en su haber, ya que la riqueza de un propietario se medía por el número de «almas» que figuraban a su nombre.

 

Chíchikov lo sabe y por eso quiere hacerse dueño de un gran número de ellas. Estos registros eran realizados mediante un censo, pero los censos no solían actualizarse frecuentemente. Cuando llegaba la recaudación de impuestos, los terratenientes a menudo se encontraban en la obligación de pagar por los siervos que ya no vivían, porque eran “almas muertas” que a efectos legales estaban todavía vivas porque no habían sido dadas de baja en el registro de propiedades por defunción. Chíchikov, que como él mismo afirma tiene "por costumbre respetar la ley a pie juntillas”, lo hace de forma legal, procediendo a la redacción de una escritura de compraventa pero no de las almas muertas efectivamente, sino escriturando las que figuran en el censo como que están vivas todavía. 

Lo que pretende Chíchikov, que llega a reconocer en algún momento que es “un miserable y el peor de los canallas”, es comprarles por una suma insignificante de dinero el mayor número posible de siervos difuntos a los propietarios terratenientes que visita. Lo hace con el pretexto de liberarlos de una presión fiscal innecesaria, y a fin de labrarse él de este modo un buen nombre que se traduce en una fortuna y un porvenir, como se suele decir, convirtiéndose en un hombre respetado y venerado en la sociedad de la época.

Gogol quemando el manuscrito de la segunda parte de Almas muertas, Iliá Repin (1909)

Una vez adquiridas suficiente almas de los muertos, el gobierno central, según la cantidad de «siervos» que posea, y llega a poseer unos cuatrocientos, le adjudicará tierras, con lo que se retirará a una granja y logrará obtener un préstamo enorme por ellos, consiguiendo la adquisición de la riqueza que deseaba. 

Muchos influencers de nuestro tiempo compran followers o seguidores y sus correspondientes likes para aumentar su prestigio en las redes sociales y monetizar su nombre propio, es decir para convertir en oro todo lo que tocan como el legendario rey Midas,  a través de la publicidad, emulando quizá sin saberlo a Chíchikov.

1 comentario:

  1. «La riqueza de un propietario se medía por el número de “almas”», y la de estos nuevos señores de las mentes así proceden, tal parece un regressus del progreso.

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