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martes, 8 de febrero de 2022

Buenos y malos ciudadanos

    El portavoz del gobierno francés, el benjamín Gabriel Attal, hablando por boca de ganso como le corresponde a su condición gubernamental, dado que está autorizado por su cargo a opinar en nombre y representación del gobierno de su país, por lo que no expresa ideas o palabras propias, sino que repite como buen pupilo, con fórmula más moderna, la voz de su amo, que en este caso es el señor Emmanuel Macron, el monarca absoluto de la Macronía, que es en loq ue se ha convertido el país galo, declaró al periódico Le Parisien que el presidente del gabinete de su país planeaba “en la era post-Covid”(sic, porque el hito determina un antes y un después) “perseguir la redefinición de nuestro contrato social”, lo que implica, y aquí viene lo más interesante, el establecimiento de "deberes que están por encima de los derechos, desde el respeto a la autoridad hasta las prestaciones sociales".

 


     No estoy llamando ganso en el sentido moderno de la palabra al monarca de la Macronía atribuyéndole las gansadas o cualidades de torpe, patoso, desgarbado y sin gracia que el vulgo confiere, la verdad sea dicha,  sin mucha razón, a este palmípedo, sino en el sentido clásico que denominaba ganso al ayo o preceptor de los niños, al pedagogo, diríamos hoy con helenismo más flagrante, como metáfora humorística dado que el ganso cuando cría a sus polluelos, muestra una actitud excesivametne vigilante y atenta, yendo siempre a la zaga de sus pupilos a los que guía a picotazos.

    Una cosa es respetar la autoridad cuando obra legítimamente y otra es pretender que hay que respetarla siempre, en todo caso, independientemente de cómo obre. En cuanto a las prestaciones sociales es lógico que estas, como se da en algunos países, estén condicionadas a ciertas obligaciones, pero otra cosa muy distinta es que se conviertan en prebendas otorgadas a los ciudadanos juzgados según su comportamiento moral, lo cual supone situarnos en un orden maniqueo que distingue entre ciudadanos 'buenos' y 'malos' más que ante un orden jurídico. Pero esto, que añade moral a la ley, conduce a la denuncia de los “malos ciudadanos”, definidos según el criterio de obediencia a la autoridad, para la que se exige un respeto incondicional y una obediencia ciega. El monarca absoluto de la Macronía había cacareado directamente a propósito de la inoculación: “Los deberes están antes que los derechos”, y para él la vacunación era un deber al que no podía sustraerse ningún ciudadano.

     Nos hallamos ante el intento de imponer una sociedad disciplinaria en la que ya no habría derechos inalienables, sino derechos sujetos al buen comportamiento de los ciudadanos, según el modelo chino del crédito social en el que el Estado otorga 'puntos' al ciudadano para gozar de bonificaciones, y de libertades, como dice Agamben, sujetas a autorización. 

     En la misma ocasión dijo el monarca de la Macronía como un vulgar matón de colegio que quería “enmerder” (traducción suave: cabrear; un poco más fuerte: joder) a los no-vacunados, a los que consideraba unos irresponsables y malos ciudadanos. Previamente había proclamado la simplista falacia de Macron: "Le vaccin sauve des vies, le virus tue", dando por sentada la virtud salvífica de la vacuna y el carácter letal del virus. Distinguir ahora entre buenos y malos ciudadanos, según se sometan por ejemplo a la inoculación o no, es introducir una categoría moral en un marco jurídico que no debería admitirla bajo ningún concepto.

    Cada derecho lleva aparejados unos deberes, eso lo entiende cualquiera. Pretender lo contrario, que un deber lleve aparejados unos derechos es un disparate. Lo primero es lo primero: lo primero son los derechos. No se deben anteponer los deberes a los derechos, por lo que los comentarios del señor Macron sobre los deberes que deben anteponerse a los derechos son inaceptables.

     La prevalencia de los deberes sobre los derechos es el lema de todos los gobiernos totalitarios y autoritarios. Decir que hay que cambiar el cotnrato social para que los deberes están antes que los derechos es redefinir una dictadura fascista, por muy democrática que se pretenda. Se están negando los derechos individuales, subordinándose a los derechos de la colectividad fijados por el Estado -el gobierno determina el Bien Común-, pero al negarse los derechos individuales se están negando también, sopretexto de salvaguardarlos, los de la colectividad. Los derechos de todos son los de cada uno, y viceversa.