lunes, 27 de septiembre de 2021

ADVERSVS PAEDAGOGOS

Psicagogo, del griego ψυχαγωγός (psychagogós), es un compuesto de ψυχή (psyché) «alma» pero también «mente» y ἄγωγός (agogós) «conductor, director, guía».

Está hecho a imagen y semejanza de demagogo, de δῆμος (demos, «pueblo») «conductor del pueblo», y pedagogo, de παιδός (paidós, «niño») «conductor del niño». 

El -agogo es el experto que sabe a dónde hay que llevar al pueblo, al niño y el alma. Psicagogo, como hiperónimo, engloba a los hipónimos demagogo y pedagogo. 

Psicagogo era en la antigüedad un epíteto del dios griego Hermes en su calidad de guía de los espíritus de los difuntos en su viaje al reino de los muertos. 


Hermes guiando las almas de los pretendientes muertos a los infiernos, Jan Styka (1858-1925)

Los pedagogos son, pues, psicagogos que han menospreciado la enseñanza, desarrollando el concepto compensatorio y fraudulento de “inteligencia emocional”. 

El sacerdocio psicopedagógico o pedopsicagógico, tanto monta, se consagra al culto del logro de la felicidad imposible y a la aceptación de la realidad. 

Los psicopedagogos han sustituido en la escuela semilaica de hoy a sacerdotes y curas de almas, desempeñando la labor de confesores y directores espirituales. 

Han desterrado de la enseñanza el despertar de la inteligencia, fomentando la afectividad y el pensamiento positivo bobalicón del sonríe y el mundo te sonreirá. 

Han desarrollado una jerga vacía de contenido, un lenguaje políticamente correcto e inclusivo, cuyo envoltorio retórico oculta la más absoluta e inane vacuidad. 

La calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje se ha resentido sobremanera, reduciéndose a educación y a mero adoctrinamiento que embota el sentido crítico. 

¿Pública o privada? Para unos la educación debe estar en manos del Estado, para otros de la familia. Nadie cuestiona el qué, sino sólo quién debe impartirla. 

La psicopedagogía se impone a la docencia o transmisión tradicional de los conocimientos: importa más el despropósito de "aprender a aprender" que los saberes. 

La pedopsicagogía apuesta por una enseñanza no memorística, olvidando que sin el desarrollo de la memoria no puede haber proceso de aprendizaje ni enseñanza. 

No es grave que el niño cometa faltas ortográficas o tenga pocos conocimientos teóricos y vocabulario, con tal de que sobrelleve feliz su reclusión y socialice. 

Departamentos de Orientación. Su existencia en los centros educativos ha mermado el sentido natural de orientación y fomentado el desnorte o pérdida del norte. 

 Las almas en el Aqueronte  Adolf Hiremy-Hirschl (1889)

No perdamos de vista a dónde conduce Hermes psicagogo y psicompompo las almas de los mortales: al reino de los muertos, esto es, a la aceptación de la Realidad.
 
La hipótesis de la escuela como herramienta y motor de cambio social ha resultado falsa: la educación no transforma, sino que consolida el estado de las cosas. 

El papel que desempeña la escuela en el entramado social de reproducción del sistema la convierte en un instrumento más de dominación al servicio del Poder. 

La función esencial de la escuela es el adoctrinamiento profundo; sin embargo escandaliza más la catequesis superficial sea nacionalista, sexual o religiosa. 

¿Enseñar a pensar? A nadie le hace falta que le enseñen a pensar ni qué tiene que pensar, basta con que le dejen pensar libremente, libre la mente de ataduras. 


La función de la escuela es domesticar simultáneamente a grandes contingentes de población aún no conformada, hacinados en aulas, para que entren por el aro. 

Contra la asignatura de Economía, la moderna catequesis laica y apostolado de la nueva religión del Capital, que fomenta el espíritu emprendedor y empresarial. 

Hemos asistido religosamente, y así nos va ahora, al entronamiento dictatorial de la economía mercantil neoliberal en la enseñanza y la educación obligatorias. 

¿Qué es lo que te enseñan en la escuela? Te enseñan a aprender, entre el aburrimiento y la mansedumbre gregaria del aborregamiento, a obedecer sin rechistar. 

En el centro educativo donde yo trabajaba sustituyeron el bronco timbre que señalaba el principio y final de las clases por música amable con idéntica función. 

Los ciudadanos que produce el sistema educativo creen participar en la toma de decisiones políticas cuando lo único que hacen es ir cada cuatro años a votar. 

La escuela fomenta la inteligencia artificial en detrimento de la natural generando robots obedientes y trabajadores que obran de manera mecánica sin emoción. 


Miles de profesores soportan malamente una profesión cuyo único sentido es imponer la obediencia ciega y la sumisión total que demanda el sistema educativo. 

Hay profesores que, rebelándose contra su labor tradicional, se convierten en sumisos animadores socioculturales, lo que no tiene nada de malo... ni de bueno.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Dos cuestiones vexilológicas

1ª Cuestión vexilológica: Nueva Zelanda vs. Australia (y viceversa): Suele haber discordia entre Nueva Zelanda y Australia a cuenta de la similitud de sus respectivas banderas nacionales, ambas azules, ambas con la del Reino Unido de Gran Bretaña inserta en la cuarta parte de la tela, en la franja superior izquierda, en recuerdo de la época imperial y colonial, y con varias estrellas en el firmamento azul... Las dos son muy similares, de hecho, y el gobierno neozelandés ha acusado en varias ocasiones a Australia de copiar su enseña, pero no son iguales... Si nos fijamos bien, ambas tienen estrellas: cuatro la de Nueva Zelanda y seis la de Australia; las neozelandesas son rojas, mientras que las australianas son blancas; las primeras tienen cinco puntas, las segundas siete, salvo una más pequeña que las otras que tiene cinco en el caso de la australiana... 

 Bandera de Nueva Zelanda

¿Son banderas distintas o son prácticamente iguales? ¿Son una copia la una de la otra? ¿Cuál de cuál? En estas y parecidas cuestiones bizantinas se entretienen, a falta de otra cosa mejor que hacer,  los vexilólogos. En verdad no podemos hablar nunca de banderas distintas, porque todas, bien miradas, por mucho que se diferencien, son en el fondo la misma,  todas son idénticas, bien miradas, por muy distintas que sean, porque todas y cada una representan lo mismo.

 Bandera de Australia

Asimismo todos los himnos son iguales, por muy solemnes o rimbombantes que suenen: no dejan de ser la misma tachunda de la marcha militar. Recuerdo el escándalo que se organizó en el final de la copa Davis en Australia en 2003. Había ganado el equipo español, y se oyó en la ceremonia de entrega de premios el himno nacional español sí..., pero de la segunda república, el himno de Riego, interpretado por un trompetista, ante el estupor de los propios deportistas y algunos aficionados presentes que, no reconociéndolo como propio, lo abuchearon. El secretario español para el deporte de aquel entonces reaccionó con indignación considerando lo que parece que fue un error como “una provocación y una grave ofensa”. 

Algo parecido sucedió más recientemente en Italia cuando, estando presentes los diarcas españoles, el rey Felipe VI y el emérito Juan Carlos I en un acto oficial, sonó el himno nacional español, la Marcha Real,  cantada con la letra aquella de José María Pemán de los tiempos de Franco y Maricastaña (¡Viva España...Gloria a la Patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del Sol. Triunfa España..., etc.)


2º Cuestión: Cantabria vs. Polonia (y viceversa): Pero hay casos en que no se trata de un notable parecido, sino de práctica igualdad. Juzgad vosotros, si no lo creéis así, cómo la enseña de Cantabria y la de Polonia, por ejemplo, son exactamente iguales, o decidme, en caso contrario, cuál es la diferencia a primera vista entre una y otra, porque yo no la veo. La bandera nacional de Polonia, oficial desde 1919, está formada por dos franjas horizontales de idénticas dimensiones: la superior es blanca y la inferior, carmesí. 

 Bandera de Polonia

Según el Estatuto de Autonomía de Cantabria de 1981: "La bandera propia de Cantabria es la formada por dos franjas horizontales de igual anchura, blanca la superior y roja la inferior." Siendo puristas, no es lo mismo el color rojo que el carmesí. Si entramos en el campo semántico de este color, nos encontramos con que las lenguas disponen de numerosos matices para reflejar las distintas tonalidades más o menos intensas o encendidas de este color tan primario: escarlata, colorado, grana, carmesí, granate, púrpura, carmín, rubí, bermellón... Pero en la práctica no diferenciamos la bandera polaca de la cántabra, a no ser que incluyamos los respectivos escudos en cada una de ellas… 

 Bandera de Cantabria

Me diréis que es coincidencia. No lo es, sin embargo, porque en el fondo, y bien miradas, todas las enseñas nacionales y pendones de comunidades autónomas y nacionalidades son idénticas, al margen de los colores y diseños que posean.

sábado, 25 de septiembre de 2021

"Todos tenemos que morir"

 “Todos tenemos que morir… ” Lo ha sentenciado la Dirección General de Tráfico del Ministerio del Interior del Gobierno de España atropellándonos con un tuite (twitt en la lengua del Imperio) que resucita el tópico literario del memento mori, condenándonos así a todos efectivamente a muerte. 



Sin embargo, un grupo políticamente correcto de feministas ha protestado por el uso machista que se hace del lenguaje y ha pedido que se tomen las medidas oportunas a fin de corregir el agravio que se les inflige a las mujeres(sic), fiel reflejo de la secular opresión masculina y patriarcal que sufren, excluyéndolas e invisibilizándolas al no mencionarlas.
 
Y proponen que, como contrapartida, se sustituya el lema por: “Todas tenemos que morir…” Y argumentan que no excluyen así al sexo masculino, ya que se sobreentiende “personas”, y por lo tanto, incluye a seres de ambos sexos y transexuales,  cosa bastante difícil de sostener porque si no se advierte previamente siempre parecerá que los varoncitos se libran de la condena a muerte que dicta el Ministerio del Interior del Gobierno de España, y no es así. 

Para incluir a todo el mundo, hombres y mujeres, no basta con sobreentender "personas", habría que decirlo explícitamente: "Todas las personas tenemos que morir…” o bien, con género gramatical masculino motivado por la concordancia, “Todos los seres humanos tenemos que morir…”, lo que alarga demasiado innecesariamente la frase y la contundencia del aserto.

Otros proponen que se escriba con arrobas pansexuales “Tod@s tenemos que morir...” o con asexuadas equis, semejantes a las incógnitas matemáticas, “Todxs tenemos que morir…”, o "Todos/as tenemos que morir", e incluso "Todo/as tenemos que morir..." con lo que resultan palabras ilegibles, siendo difícil si no imposible su pronunciación, pues a la hora de leer ahí hay que decidir qué vocal se lee, así que a ver cómo nos las apañamos.

Han llegado otros a pontificar que se escriba “Todes tenemos que morir…”, inventándose una especie de género neutro que, a parte de ser una imposición artificiosa que se le aplica a la lengua materna, suena a femenino plural asturiano, por lo que no resulta muy apropiado.
 
 
Pero la Ministra de Igualdad, doña Irene Montero, ha rizado el rizo del lenguaje inclusivo políticamente correcto abriendo un acto electoral con el siguiente saludo a la audiencia: "Buenas tardes a todos, y a todas y todes". Parece que ahí el "todes" no es género masculino ni femenino, ni neutro no marcado, sino neutro marcado dirigido a transexuales, asexuales y a quienes no admiten una sexualidad binaria. Si ya el "todos y todas" alargaba el mensaje, no digamos ahora lo que lo alarga innecesariamente el "todos, todas y todes", y más aún si tenemos que emplear adjetivos como "bienvenidos, bienvenidas y bienvenides".

Por lo que la mayoría de los feministas ha optado por que se diga, como el Dios de la corrección política manda: “Todos y todas tenemos que morir…”, aunque, bien mirado, no tenemos por qué empezar con la forma masculina y podríamos hacerlo con la femenina "Todas y todos tenemos que morir...", si no fuera porque esta cortesía gramatical (primero las damas) podría interpretarse también como rancia caballerosidad machista y patriarcal. El caso es que con esta fórmula incluimos  a todo el mundo,  no vaya a ser que se libren algunos listillos o algunas listillas de la muerte a la que la DGT nos condenaba  sin excepción. 


Han argumentado que no cuesta nada aplicar pequeñas pautas lingüísticas inclusivas como esta,  que fomentan, aseguran con ingenua candidez, la igualdad de género y acaban con las actitudes misóginas y discriminatorias  hacia el sexo femenino de las mujeres. 

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el género gramatical no se da en todas las lenguas. En algunas, como en inglés se ha visto reducido a los pronombres personales de 3ª persona  (he/she/it, pero sólo en singular; en plural sólo hay they), y eso no hace a los hablantes de la lengua del Imperio menos machistas, imperialistas o patriarcales  que nosotros, por ejemplo.
 
Y lo que hay que recordarles a estos feministas bienintencionados es que de buenas intenciones está empedrado el infierno, y que valía más que se olvidaran de lo que les enseñaron en la escuela de que el género gramatical masculino significa “hombre o macho” y el femenino “mujer o hembra”, porque eso es, sencillamente, mentira: ahí están los gorros y las gorras, los huevos y las huevas, los charcos y las charcas, los bancos y las bancas para desmentirlo.

Mientras tanto, la DGT, responsable del caos organizado del tráfico por esas calles de asfalto, carreteras  y autopistas de Dios por donde circulan los automóviles innecesarios a toda velocidad como si supieran a dónde van, cuando no van a ninguna parte, coches fúnebres que conducen a peatones atropellados y reducidos a la condición servil de chóferes, nos aconseja que seamos prudentes y nos pongamos el cinturón de seguridad para no morir antes de tiempo... que ya nos llegará la hora, nuestra hora, la hora de nuestra muerte, de la que no nos libra ni Dios.

viernes, 24 de septiembre de 2021

La mala prensa de Diógenes

Primero: Los psicólogos se han sacado de la manga un  complejo y se lo han endilgado a Diógenes: el  “complejo de Diógenes”. Podríamos padecerlo en la actualidad cualquiera de nosotros, todo el mundo,  pero el propio Diógenes no lo padeció por lo que sabemos de él nunca. Diógenes de Sinope no se dedicaba a acumular basura en su casa -casa que no tenía, hoy sería un homeless, un sintecho- ni trastos inútiles de los que se negaba a desprenderse, como ordinariamente hacemos casi todos nosotros. De hecho, según se cuenta de él, sólo tenía en su vejez tres únicas posesiones, además de su libertad, que era la más preciada de todas ellas: un manto con el que se cubría de las inclemencias del tiempo, un bastón sobre el que se apoyaba al andar,  y una escudilla para beber agua. Se dice que un día vio a un niño que bebía agua de un manantial  cogiéndola con las manos: ese día comprendió que le sobraba una de sus tres pertenencias, y tiró la escudilla, pues el niño le había dado una lección: para beber agua no necesitaba un vaso ni nada parecido cuando podía servirse del cuenco de sus propias manos.

Diógenes, filósofo cínico, en el buen sentido etimológico de la palabra del que hablaré luego,  se reía precisamente del afán acaparador de sus conciudadanos, que somos nosotros mismos, porque, como cantó Machado, "hoy es siempre todavía". Diógenes se burla de nuestro afán de poseer cosas, afán que nos hace olvidar que las cosas “o las tienes o las gozas”, como decía el otro, es decir, que para disfrutar de una cosa es condición imprescindible que no sea de nuestra propiedad: la posesión mata el goce del usufructo. Y él se caracterizaba, precisamente, por su desprendimiento, como revela la anécdota  referida. Quizá sea en la memoria colectiva de la humanidad el hombre que menos cosas haya poseído; por no poseer no tenía ni casa, como queda dicho: los atenienses le regalaron un barril, si no era un tonel, o más probablermente una gigantesca ánfora, para que durmiera dentro a resguardo de las inclemencias del tiempo.
 
 

Y segundo: El dibujante Erlich, de ingenio muy agudo habitualmente, saca una viñeta muy poco afortunada en el periódico El País ridiculizando a Diógenes. La viñeta imita en todos sus detalles el célebre lienzo de Monsiau, como puede comprobarse comparándolos. La anécdota es famosa. Se trata de la visita que le rindió el gran Alejandro,  que había oído hablar del sabio que como Sócrates sólo sabía que no sabía nada, y decidió conocerlo en persona. Se contaba de él que cuando le preguntaron en una ocasión que de dónde era, había contestado con un neologismo que inventó y que hemos heredado nosotros,  y desvirtudado, trivializándolo, todo hay que decirlo. Respondió: "kósmou polítees" en griego, o sea, cosmopolita, en román paladino, es decir, ciudadano del mundo, lo que viene a ser: de todos los sitios en general y de ninguno en particular.

Alejandro Magno, que ya era el dueño de medio mundo, lo encontró tumbado tomando el sol y se presentó, arrogante, ante él como el hombre más poderoso de la Tierra que era en aquel entonces. Le dijo que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por él, a darle lo que le pidiera, fuera lo que fuere. La respuesta irreverente de Diógenes no pudo ser más genial, sin dejar de ser respetuosa. De hecho sigue resonando a través de los siglos todavía: “-Apártate, por favor, me estás quitando el sol que estaba tomando. Sólo te pido eso, gracias”. 

El pintor francés Nicolas-André Monsiau (1754-1837) dibujó así el famoso encuentro. 
 
Y es que Diógenes no era un cínico en el sentido moderno de la palabra, sino en el etimológico o verdadero. “Cínico”, del genitivo griego "kynós" perro, de donde sale el adjetivo "kynikós",  significa “canino, perruno”,  porque Diógenes había tomado como modelo de vida al perro que vaga por las calles sin dueño, paradigma de libertad, y que es el mejor amigo del hombre. En ese sentido era cínico Diógenes: rabiosamente libre, diríamos, como un perro callejero y sin dueño.

Ahora bien, el auténtico cínico, en el sentido moderno de la palabra, es Alejandro, que, deslumbrado por la respuesta de Diógenes, dijo que de no haber sido quien era, Alejandro Magno, le hubiera gustado ser Diógenes. Alejandro es el primer cínico de la modernidad. Nada le hubiera impedido, si hubiera querido de verdad, renunciar al Poder que encarnaba y haber seguido el ejemplo del filósofo y la "senda de los pocos sabios que en el mundo han sido".
 
 
El Diógenes del humorista Erlich le pide al poderoso algo que jamás le hubiera pedido Diógenes por muy muerto de hambre que estuviera: “Dame algo de comer”. Quiere así el dibujante presentarnos a Diógenes como una transposición de la Grecia moderna y de "su" cacareada crisis económica, que es también la nuestra y la del dinero en general, y reflexiona sesudamente escribiendo debajo “La crisis griega reescribe la historia”.

Pues bien, hay que decir que no, que la mala prensa que tiene Diógenes no corresponde a la realidad histórica ni tiene por lo tanto  ningún fundamento. Se debe al triunfo de Alejandro, es decir, del cinismo moderno, porque, en primer lugar, Diógenes, el Perro, no tuvo nunca el complejo que ahora le atribuyen, y en segunda y no menos importante instancia, Diógenes nunca le hubiera pedido a un hombre tan arrogante como Alejandro la limosna de un mendrugo de pan: nunca hubiera reivindicado nada al Estado del Bienestar.

Lo mismo se puede decir de la Grecia moderna, a la que algunos le echaron la culpa de nuestras propios males y frustraciones, olvidando que parte de lo poco bueno que tenemos, si no todo, nos viene de allí, como la luz del sol, ex Oriente lux, esa luz que nos sigue quitando el opaco Alejandro, el más mandado de todos los mandamases.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Más cromos para el álbum

 

No deseaba tanto un simple fin de semana o güiquén, sino el único ujapién o final feliz deseable: el fin de la semana, el mes y el año, sin reloj ni calendario.

oOo

 
La prensa, no contenta con reportar sucesos, daba cuenta de hechos futuros -¡qué contradicción!- no sucedidos: se esperan mañana cientoveinte mil manifestantes.

oOo

 
 La Consejería de Sanidad diseña su planificación para captar cual secta pedófila al 45% de los adolescentes aún sin inmunizar y redimirlos gracias al pinchazo.
 
oOo
 
 
Por distraerse, olvidar cosas y corretear se diagnostica a muchos niños un Trastorno donde no lo hay de Déficil de Atención e Hiperactividad, y son medicinados.
 
oOo
 

Sociedad hipocondríaca, empeñada como está en vivir un futuro saludable, se desvive tanto por él que deja de vivir ahora y de abrevar en las aguas del olvido.

oOo

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

El durmiente del valle

    Un soneto de Rimbaud me fascinó desde la primera vez que lo leí. He intentado varias veces traducirlo al español y tratado de reproducir su ritmo, su música. En cuanto a la letra, me he separado a veces mucho del original (ya se sabe: traduttore, traditore: 'traductor, traidor'); por ejemplo, en el verso 12, donde el poeta de Charleville dice: Les parfums ne font pas frisonner sa narine ("los perfumes no hacen estremecerse la ventana de su nariz"), yo, obligado por el alejandrino partido en sus dos hemistiquios y la rima en "ío" que me había impuesto hice este hallazgo: "No le dan los perfumes ningún escalofrío". 


Manuscrito de "Le dormeur du val" Octubre 1870. Arthur Rimbaud.


 De verdor hay un hoyo donde un riachuelo canta

Añadiendo a las hierbas locamente desmayos

De plata; donde el Sol, de la montaña tanta,

Brilla; es un vallecito que hace espuma de rayos.



Boquiabierto, un soldado joven, casco caído,

Y bañándose en fresco berro azul su testuz,

Duerme; en la hierba, al aire libre, está tendido,

Blanco en su lecho verde, donde llueve la luz.



Los pies entre los lirios, duerme. Está risueño

Cual sonreiría un niño enfermo, echa un sueño:

Naturaleza, mécelo cálida; tiene frío.



No le dan los perfumes ningún escalofrío;

Está durmiendo al sol, la mano sobre el pecho

manso. Dos hoyos rojos tiene en costal derecho.


El hombre herido, Gustave Courbet (1840)

    La traducción, a veces, nos obliga a crear, o, mejor dicho, a recrear lo que otros han creado antes. En este caso se trata de un espléndido poema con un final inesperado: En el último verso del soneto descubrimos que el soldado que creíamos vivo, durmiendo plácidamente al sol tal vez una siesta en mitad de una naturaleza idílica con la mano sobre el pecho, está en realidad muerto, como el hombre herido que pintó Courbet treinta años antes de que Rimbaud escribiera este espléndido soneto a los dieciséis años, como cualquiera de nosotros mismos, muertos en vida. 

martes, 21 de septiembre de 2021

Recuerdos de la mili

 Había en San Andrés del Rabanedo,

en tierras leonesas, un campamento,

el Centro de Instrucción y Reclutamiento

núm. 12, donde aullaba el viento.

Vega, sotos y montes, y entre el olmedo

río que fluye y trae, vivo, el recuerdo

  de las voces de mando de los sargentos

de las que apenas se oyen lejanos ecos.

Cae ahora la nieve. Cunde el silencio.

Sobre los fríos páramos, vaho el aliento.

En la noche estrellada, tú solo dentro

de guardia en la garita del universo.


¿Qué al Ferral del Bernesga hoy te ha traído?

¿Qué en estos andurriales se te ha perdido?

Fuiste a servir al Rey y ya has cumplido.

Ya juraste bandera, y soldadito,

ya te has incorporado a tu destino.

Y ha pasado ya un largo cuarto de siglo:

todo ha cambiado y sigue siendo lo mismo.

Líbrate del soldado que eres tú mismo,

líbrate del cuartel que va contigo,

donde, si te descuidas, te matan vivo,

donde te hacen un hombre si no andas listo.

Húndete en la memoria del puro olvido,

líbrate de las patrias y patriotismos, 

vuelve a tu pura infancia como un chiquillo.


lunes, 20 de septiembre de 2021

Debajo de la máscara

    Escribe Lucio Anneo Séneca en De clementia, 1, 1, 6: «Nemo enim potest personam diu ferre, ficta cito in naturam suam recidunt.» Nadie en efecto puede llevar una máscara durante mucho tiempo, las cosas fingidas vuelven pronto a su estado natural.


    La palabra latina persona, derivada del etrusco 'phersu', origen de nuestro término 'persona' y de sus derivados 'personaje', 'personal', 'personalidad', 'personalismo' y 'personalizar' y de compuestos como 'unipersonal' y 'pluripersonal', significaba en latín 'máscara de actor' porque los actores llevaban siempre una máscara que los caracterizaba y que además servía como caja de resonancia, por lo que también equivalía por extensión a 'personaje teatral', y de ahí deriva el sentido de papel desempeñado en la vida.

    Viene a decirnos el sabio cordobés que nadie puede desempeñar un mismo papel en la vida durante mucho tiempo, porque cualquier papel que se desempeñe no deja de ser una ficción que representa uno en su puesta en escena cotidiana.  


     En lengua griega, al actor se le denominaba ὑποκριτής hypokrités, de donde procede nuestro 'hipócrita' y nuestra 'hipocresía', que propiamente era la acción de desempeñar un papel teatral, y que nuestra docta Academia define como 'fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan', que serían los que están por debajo de la máscara, si no fuera porque la máscara es el propio rostro.

    Pero la propia palabra 'máscara' no procede del latín ni del griego, sino que viene probablemente del árabe máshara, según Corominas, que significaba 'bufón, payaso, personaje risible', y de máscara derivan mascarada, enmascararse como se hace en carnaval, el mascarón de proa y la mascarilla que nuestras autoridades sanitarias, tan desautorizadas ellas, nos obligan a imponernos en lugares cerrados y en los abiertos cuando no podamos mantener la distancia de seguridad (sic) por nuestro propio bien, que suele ser la disculpa que se esgrime cuando se nos está haciendo daño.   

domingo, 19 de septiembre de 2021

De uexillis (sobre las banderas)

    La vexilología (del latín uexillum “bandera” y del griego λόγος lógos discurso, razonamiento, tratado”) es la disciplina que estudia el diseño, significado y la forma de las banderas, pendones y estandartes.

    Una de las primeras cosas que salta a la vista en el estudio de esta disciplina es la relevancia de los colores. El rojo, por ejemplo, es el color más frecuente porque se ve a primer y simple vistazo. Históricamente era el color del estandarte que se izaba sobre la tienda del general romano, y que se usaba para dar la señal de combate.
 
  
    El uexillum era, en efecto, una pequeña pieza de tela cuadrada, generalmente de llamativo color rojo, enganchada en un travesaño horizontal fijado en el extremo de una lanza del que colgaba verticalmente, engalanada en ocasiones con un bordado inferior de flecos y unas bandas laterales. Se trata pues de una bandera que junto al águila y a los diferentes emblemas que identificaban a los manípulos representaba a las diversas centurias de infantería o escuadras de la caballería romanas. Su función era evidente: la rápida formación de cada unidad agrupada detrás de su centurión y de su portaestandarte. Igualmente el general de cada legión tenía como uexillum una enseña propia con el nombre de la legión y el suyo propio clavado ante su tienda. La expresión latina sub uexillo designaba a los hombres movilizados en armas integrados en las legiones y cohortes auxiliares, organizadas en torno a sus enseñas.

    La importancia de las banderas y estandartes en la vida militar (y en la civil, que es su trasunto) se ha mantenido sin grandes variaciones desde la antigüedad hasta nuestros días.
  
     Tertuliano ya anticipó, en el siglo II de nuestra era cristiana, lo que podríamos llamar la religión de las banderas, a las que él  denomina signa, en su Apología contra los gentiles XVI, 8: Religio tota castrensis signa ueneratur, signa adorat, signa iurat, signa omnibus deis praeponit: Toda la religión castrense venera las enseñas, adora las enseñas, jura por las enseñas y pone las enseñas por encima de todos los dioses


    Todavía recuerda uno, haciendo uso de su particular memoria histórica, y a pesar de lo mucho que ha llovido desde entonces,  la ceremonia de la jura de fidelidad a la bandera de los reclutas españoles cuando había servicio militar obligatorio en esta curtida piel de toro: ¡Soldados! ¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción (sic) su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre? Los soldados contestaban al unísono: ¡Sí, lo juramos!  No todos, algunos, si no muchos, callábamos, pero nuestro silencio, sordo como era,  no se oía. 
 
 
    El glorioso coronel o general o lo que fuera aquel militroncho con estrellas que nos tomaba el juramento replicaba:  Si así lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis desprecio y castigo, como indignos hijos de ella.  Y añadía alzando el tono de voz para adquirir mayor solemnidad: ¡Soldados!, ¡Viva España! ¡Viva el Rey! A lo que la mayoría, pero no todos, nunca todos, respondía al unísono: ¡Viva! Algún hijo indigno de la patria respondía, harto de servir al Rey, por lo bajo: ¡Muera! A continuación comenzaba el desfile de uno en uno: cada recluta pasaba bajo la bandera y agachando la cabeza acercaba el trapo a su boca para darle un simbólico beso. Recuerdo a un sargento chusquero que el día del ensayo decía a la tropa:  Imaginad que la bandera es vuestra propia novia, coño, y besad la bandera con ganas y cariño, sin asco, morreándola.  
   

sábado, 18 de septiembre de 2021

Fumar es un placer

    Hubo un tiempo no del todo muy lejano en que era políticamente correcto fumar, era un rito de paso de la infancia a la adolescencia, significaba que si eras chico o chica y fumabas, dejabas ipsofacto de serlo y ya eras mayor, podías ser considerado un adulto, un hombre o, en su caso, una mujer hecha y derecha, como solía decirse. Y fumar no estaba mal visto, e incluso era signo de buena educación tolerarlo en público aunque uno no fuera fumador. Y además, fumar, como rezaba aquel cuplé que cantaba Sarita Montiel, que esperaba fumando al hombre que más quería, era "un placer genial, sensual", y el humo embriagador del cigarrillo acababa prendiendo "la llama ardiente del amor". 

    Resulta curioso cómo el nombre de la chaqueta que se ponía para fumar (smoking jacket en la lengua del Imperio) sobre el traje de etiqueta de caballero a fin de no impregnarlo del olor del tabaco, acabó designando en nuestra lengua al propio traje del caballero: el esmoquin, adaptación del gerundio inglés smoking.  

 


     Pero lo más pasmoso de todo es que llegó a decirse que el tabaco era saludable o, al menos, no era perjudicial para la salud. Había numerosos anuncios televisivos. La industria tabacalera cacareaba a través de su publicidad que había “evidencia científica” (scientific evidence, en la lengua del Imperio) de que el tabaco no era nocivo, como nos muestra este viejo anuncio de propaganda de Chesterfield aparecido en la prestigiosa revista Life de 23 marzo de 1953, que decía que después de diez meses de estudios los especialistas médicos concluían que no había efectos adversos en nariz, garganta y senos nasales en los fumadores de esos cigarrillos.  De los pulmones no decían nada. 

 

    El suave sabor que anhelan las madres expectantes (o mujeres embarazadas).        

      Comparando la imagen publicitaria de arriba de la mujer preñada que está fumando con la fotografía de la que está recibiendo la vacuna abajo, veo cierta similitud, salvando las distancias temporales: En ambos casos se afirmaba que era saludable la ingestión de algo para las embarazadas (el humo del tabaco entonces, ahora la vacuna). Con el paso del tiempo se ha acabado reconociendo que el tabaco era bastante perjudicial tanto para la madre como sobre todo para el bebé que estaba gestando. ¿Sucederá lo mismo con la vacuna? ¿Tendrá que pasar el tiempo para que lo sepamos?


    ¡Cómo ha cambiado el discurso! Ahora el Estado, a través de sus Autoridades Sanitarias, nos dice que el tabaco es perjudicial para la salud, y que puede llegar a matar. Fumar está prohibido por decreto ley en todos los lugares públicos. Durante la crisis sanitaria actual, sin embargo, se dispensaba a los fumadores del uso de la mascarilla cuando era obligatoria en exteriores siempre que puedan guardar la distancia de seguridad con el resto de la gente: al parecer los viruses no viajan en el humo del cigarro. A partir de 2003 aparece en todas las cajetillas la advertencia de lo malo que es el tabaco que se despacha en los estancos, y que en España había sido un monopolio estatal -del mismo Estado que ahora nos advierte de su peligrosidad mortal- durante el franquismo hasta que en 1999 se privatizó y convirtió en monopolio del Capital... La primera ley antitabaco española se promulgó en 2006, y se endureció en 2011 prohibiendo la habilitación de espacios públicos para fumadores que contemplaba la anterior.
 
    ¿Qué ha pasado para que cambie tanto la narrativa oficial? A corto plazo el cigarrillo calmaba la ansiedad del momento de la embarazada que estaba nerviosa, era innegable, pero a largo plazo se ha visto después, con el paso del tiempo, que era cancerígeno, por lo que se llegó a decir "El tabaco mata lentamente", a lo que los fumadores jóvenes que estaban empezando a desarrollar el hábito adictivo solían replicar "no tenemos ninguna prisa". Muchos jóvenes hoy en día a la hora de pedir un cigarrillo a algún colega le dicen desafiantes con la misma insolencia: "¡Pásame la muerte!", la muerte que les da la vida.