“Todos
tenemos que morir… ” Lo ha sentenciado la Dirección General de Tráfico
del Ministerio del Interior del Gobierno de España atropellándonos con un tuite (twitt en la lengua del Imperio) que resucita el tópico literario del memento mori, condenándonos así a todos efectivamente a muerte.
Sin
embargo, un grupo políticamente correcto de feministas ha protestado
por el uso machista que se hace del lenguaje y ha pedido que se tomen
las medidas
oportunas a fin de corregir el agravio que se les inflige a las
mujeres(sic),
fiel reflejo de la secular opresión masculina y patriarcal que sufren,
excluyéndolas e invisibilizándolas al no mencionarlas.
Y proponen que, como contrapartida, se sustituya el lema por: “Todas tenemos que morir…” Y argumentan que no excluyen así al sexo
masculino, ya que se sobreentiende “personas”, y por lo tanto, incluye a seres
de ambos sexos y transexuales, cosa
bastante difícil de sostener porque si no se advierte previamente
siempre
parecerá que los varoncitos se libran de la condena a muerte que dicta
el Ministerio del Interior del Gobierno de España, y no es así.
Para incluir a todo el mundo, hombres y mujeres, no basta con sobreentender "personas", habría que decirlo explícitamente: "Todas las personas tenemos que morir…” o bien, con género gramatical masculino motivado por la concordancia, “Todos los seres humanos tenemos que morir…”, lo que alarga demasiado innecesariamente la frase y la contundencia del aserto.
Otros proponen que se escriba con arrobas pansexuales “Tod@s tenemos que morir...” o con asexuadas equis, semejantes a las incógnitas matemáticas, “Todxs tenemos que morir…”, o "Todos/as tenemos que morir", e incluso "Todo/as tenemos que morir...", con lo que resultan palabras ilegibles, siendo difícil si no imposible su pronunciación, pues a la hora de leer ahí hay que decidir qué vocal se lee, así que a ver cómo nos las apañamos.
Han llegado otros a pontificar que se escriba “Todes tenemos que morir…”, inventándose una especie de género
neutro que, a parte de ser una imposición artificiosa que se le aplica a la
lengua materna, suena a femenino plural asturiano, por lo que no resulta muy
apropiado.
Pero la Ministra de Igualdad, doña Irene Montero, ha rizado el rizo del lenguaje inclusivo políticamente correcto abriendo un acto electoral con el siguiente saludo a la audiencia: "Buenas tardes a todos, y a todas y todes". Parece que ahí el "todes" no es género masculino ni femenino, ni neutro no marcado, sino neutro marcado dirigido a transexuales, asexuales y a quienes no admiten una sexualidad binaria. Si ya el "todos y todas" alargaba el mensaje, no digamos ahora lo que lo alarga innecesariamente el "todos, todas y todes", y más aún si tenemos que emplear adjetivos como "bienvenidos, bienvenidas y bienvenides".
Por lo que la mayoría de los feministas ha optado por que se diga, como el Dios de
la corrección política manda: “Todos y
todas tenemos que morir…”, aunque, bien mirado, no tenemos por qué empezar con la forma masculina y podríamos hacerlo con la femenina "Todas y todos tenemos que morir...", si no fuera porque esta cortesía gramatical (primero las damas) podría interpretarse también como rancia caballerosidad machista y patriarcal. El caso es que con esta fórmula incluimos a todo el mundo, no vaya a ser que se libren algunos listillos o algunas listillas de la muerte
a la que la DGT nos condenaba sin excepción.
Han argumentado que no cuesta nada aplicar pequeñas pautas lingüísticas inclusivas como esta, que fomentan, aseguran con ingenua candidez, la igualdad de género y acaban con las actitudes misóginas y discriminatorias hacia el sexo femenino de las mujeres.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el género gramatical no se da en todas las lenguas. En algunas, como en inglés se ha visto reducido a los pronombres personales de 3ª persona (he/she/it, pero sólo en singular; en plural sólo hay they), y eso no hace a los hablantes de la lengua del Imperio menos machistas, imperialistas o patriarcales que nosotros, por ejemplo.
Y
lo que hay que recordarles
a estos feministas bienintencionados es que de buenas intenciones está
empedrado el infierno, y que valía más que se olvidaran de lo que les
enseñaron en la
escuela de que el género gramatical masculino significa “hombre o macho”
y el
femenino “mujer o hembra”, porque eso es, sencillamente, mentira: ahí
están los gorros y las
gorras, los huevos y las huevas, los charcos y las charcas, los bancos y
las bancas para desmentirlo.
Mientras tanto, la DGT, responsable del caos organizado del tráfico por esas calles de asfalto, carreteras y autopistas de Dios por donde circulan los automóviles innecesarios a toda velocidad como si supieran a dónde van, cuando no van a ninguna parte, coches fúnebres que conducen a peatones atropellados y reducidos a la condición servil de chóferes, nos aconseja que seamos prudentes y nos pongamos el cinturón de seguridad para no morir antes de tiempo... que ya nos llegará la hora, nuestra hora, la hora de nuestra muerte, de la que no nos libra ni Dios.
Mientras tanto, la DGT, responsable del caos organizado del tráfico por esas calles de asfalto, carreteras y autopistas de Dios por donde circulan los automóviles innecesarios a toda velocidad como si supieran a dónde van, cuando no van a ninguna parte, coches fúnebres que conducen a peatones atropellados y reducidos a la condición servil de chóferes, nos aconseja que seamos prudentes y nos pongamos el cinturón de seguridad para no morir antes de tiempo... que ya nos llegará la hora, nuestra hora, la hora de nuestra muerte, de la que no nos libra ni Dios.
Puestos a buscar un término inclusivo me inclino por “imbécil” que encima nos hace únicos y como especie.
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