viernes, 20 de agosto de 2021
El Papa no tiene razón
jueves, 19 de agosto de 2021
Cerebros pirateados
miércoles, 18 de agosto de 2021
Ate
Ate es para Pierre Grimal la personificación del Error, una divinidad ligera, cuyos pies solo se posan sobre la cabeza de los mortales sin que ellos lo sepan.
Hesíodo en la Teogonía (vv. 226-232) dice que es hija de Eris, la Discordia y hermana y compañera de la Ilegalidad, por lo que la considera la personificación de la falta o de la injuria, especialmente de la debida a la obcecación de la mente: La aborrecible Eris produjo el molesto Trabajo, el Olvido, el Hambre, los lacrimosos Dolores, los Combates, las Peleas, los Asesinatos, las Batallas, las Matanzas de hombres, los Discursos mendaces, las Disputas, la Ilegalidad con Ate, su compañera (Δυσνομίη τ' Ἀάτην τε, συνήνθεας ἀλλήλλῃσιν) y a Horco, el que más daña a los terrestres hombres cuando perjuran voluntaraimente (traducción de Luis Segalá y Estaleya). A veces se identifica a la hija con la madre. No menciona a su padre, que según Homero era Zeus.
Cuenta la leyenda que cuando Zeus precipitó a su hija Ate desde lo alto del Olimpo, fue a caer allá en Asia Menor, en una colina que tomó su nombre, la colina de Ate, donde Ilo levantó la ciudad de Ilión, o sea Troya, por error. Por eso acabará
siendo destruida. Pero lo importante no es esa ciudad, origen de la
primera guerra mundial, sino el hecho de que Zeus al arrojarla del
cielo, le cerró para siempre las puertas del Olimpo, y por eso el
Error es una triste herencia de la Humanidad que habita entre nosotros y puede llevarnos a cometer un acto alocado y desastroso que acarree nuestra ruina y la de los demás.
martes, 17 de agosto de 2021
Miedo y presión farmacológica
A veces los periodistas, aunque pueda parecerle mentira a alguien, dicen más verdad de la que pretenden cuando se les escapa algo que a lo mejor no querían decir pero que resulta razonable e incluso contradice a veces la narrativa oficial que habitualmente suelen predicar. Me dio la sensación de que pasaba algo de esto y se les había escapado algo a su pesar cuando leía distraídamente lo que habían escrito las periodistas Mónica Zas Martos y Marta Borraz coautoras del artículo “El miedo por los vulnerables y la presión de las farmacéuticas avivan la fiebre por la tercera dosis en los países ricos” que publicaba el deleznable Diario.es el otro día.
No me refiero al título citado del artículo, bastante claro por cierto, ni a la explicación subsiguiente, que era esta: Estados Unidos, Alemania, Francia y Austria se han sumado a la decisión de Israel de inyectar una dosis de refuerzo a los más vulnerables, una estrategia puesta encima de la mesa por las empresas, según los expertos, reforzada por la idea de atajar los contagios entre los mayores; ni me refiero tampoco a la constatación que hacían de que: Solo el 1% de la población empobrecida ha recibido alguna dosis anti-COVID mientras crece la presión para el tercer pinchazo, sino a las siguientes frases que no me pasaron desapercibidas, tratándose de una reflexión aparentemente trivial pero muy significativa y no de una información como las dadas previamente: Los virus no son lo único que se transmite a gran velocidad por el mundo. Hay polémicas o debates que comienzan de forma residual y se propagan hasta dar lugar a una fiebre colectiva como el caso de la tercera dosis en Occidente (subrayado mío).
Ya intuíamos que los virus se viralizaban, valga la redundancia, como demostraba el uso del adjetivo 'viral' antes ya de que se declarara el SARS COV-2. La docta Academia además de recoger la esperada acepción de “concerniente o relativo a los virus” incluye: Dicho de un mensaje o de un contenido: Que se difunde con gran rapidez en las redes sociales a través de internet. Lo que aprendemos ahora es que los virus son información, genética o productiva, si se quiere matizar más, pero información al fin y al cabo que modifica nuestro comportamiento una vez que nuestrras células la alojan o procesan, o como dice la FDA: A virus is a small collection of genetic code, either DNA or RNA, surrounded by a protein coat.
En ese sentido resulta interesante la constatación que hacen las citadas periodistas de que los virus “no son lo único que se transmite a gran velocidad por el mundo”, porque también hay “polémicas o debates” es decir, ideas u opiniones, que se transmiten como los virus haciéndose virales, a gran velocidad por la Red, propagándose hasta dar lugar a una fiebre colectiva, es decir, a generar síntomas como este de la fiebre. La información es el auténtico virus. No se olvide que el virus es un código informatizado. Información, es por ejemplo, la necesidad o conveniencia al menos de la susodicha “tercera dosis”. Ya en el titular reconocían las autoras del artículo que la fiebre (muy interesante la sintomática metáfora clínica que cuando la utilizamos dice más cosas que las que queríamos decir y de alguna manera habla y obra por nosotros) de la tercera dosis estaba avivada por el miedo (fundado porque ya está sucediendo) a que los vulnerables, que ya están vacunados (y presuntamente inmunizados), contraigan el virus, así como por la presión de las farmacéuticas; en resumen, pánico y presión.
En cuanto a lo primero, parece que es un miedo bastante razonable dentro de lo razonable que puede ser el miedo irracional, si tenemos en cuenta que los vacunados, pese a lo que digan los periodistas a veces, no están inmunizados y de hecho pueden contraer el virus. Por poner un ejemplo leído en la prensa local de Cantabria de anteayer: En los últimos 14 días ha habido 70 ingresos hospitalarios en Cantabria que tenían la pauta completa, lo que supone un 42% de pacientes covid que ha registrado la región.
Lo que implica que esas personas, que no son simples casos farmacológicos asintomáticos que han resultado positivos tras una prueba de laboratorio, sino casos clínicos que han necesitado hospitalización, disponían, habida cuenta de la “pauta completa” o doble dosis de vacunación, ya de un teórico pasaporte sanitario que les permitiría, por ejemplo, viajar por la Unión Europea sin ninguna restricción e incluso entrar en el Reino Unido exhibir una PCR realizada como mínimo 72 horas antes como condición imprescindible ni tener que guardar cuarentena después y realizar otras dos PCR,s. algo que resulta por lo menos paradójico y por lo más incomprensible. Tienen un salvoconducto que acredita que están inmunizados y como consecuencia de ello pueden viajar y desplazarse sin restricciones pero sin embargo están contagiados -y, se deduce de ello, son contagiosos, por lo que se desmorona la coartada de la inmunización colectiva o de rebaño. ¿Cómo es posible que dispongan de tal salvoconducto con licencia para contagiar una enfermedad que ha matado a tantísimas personas? ¿No se revela aquí la falsedad de dicho documento que no merece por lo tanto el adjetivo de “sanitario”, ni siquiera el metafórico de “verde”, aludiendo a la luz del semáforo que nos da vía libre?
Resulta curioso cómo la libre circulación de las personas carente de salvoconducto o papeles (vamos a decirlo así aunque nos refiramos a un ridículo código QR que nos remite a una página web donde aparece nuestro nombre propio y apellidos registrado como vacunado) recibe un serio golpe del Estado como es la prohibición, mientras que la de los capitales, tan campantes, no encuentra ningún obstáculo que se interponga en su camino a los denominados paraísos fiscales. Se suprimieron las antiguas fronteras en la Unión Europea pero se han creado ahora mismo otras nuevas más segregacionistas e infranqueables. La movilidad numérica sanitaria de la vieja Europa se parece cada vez más al universo matricial digital con libertad restringida y condicionada que a un espacio de libertad y de apertura.
Alguien, un diablejo que parece un ángel, me susurra al oído que es por el bien común, por nuestra seguridad, que la vacuna nos hace libres, como el trabajo en los campos de exterminio nazis según aquella divisa en la lengua de Goethe de ARBEIT MACHT FREI, que ahora podíamos sustituir por IMPFUNG MACHT FREI, o sea la inyección nos hace libres, como cacareó con otras palabras el atolondrado presidente del gobierno español, que en el fondo es un tontaina muy listillo, al calor de un mitin en plena campaña electoral madrileña, soltando la siguiente ecuación, que era una perla: Libertad hoy es vacunar, vacunar y vacunar. Nos proporcionaba así el doctor en economía la definición seguramente más original por lo estrambótica y rocambolesca que haya dado nunca alguien de libertad. Y no contento con decirlo una vez, repitió hasta tres veces el verbo “vacunar”, como si quisiera inocularnos verbalmente de ese modo el sacrosanto suero libertario en tres dosis sucesivas.
En cuanto a lo segundo, que era la presión de la industria farmacéutica, cuya codicia es insaciable... poco o nada puedo yo decir que no se haya dicho ya.
Volviendo,
pues, sobre el artículo de las dos periodistas que venían a decir
que el virus no era lo único que se viralizaba, habría que añadir
que, en efecto, la información a través de todos sus medios
tradicionales y sobre todo digitales ya en nuestra era es lo único
que se transmite a mayor velocidad que los virus y las bacterias y
demás gérmenes o microbios entre la gente por el mundo. Y
recordando la paradoja de McLuhan de que “el medio es el mensaje”,
podemos afirmar que la Red Informática Mundial, la World Wide Web
que abreviamos WWW, es el auténtico virus que se viraliza a gran
velocidad, y el que mueve ahora a los gobiernos de Occidente
(empezando por el pueblo elegido de Israel, y siguiendo por sus
aliados de Estados Unidos, Alemania, Francia y Austria, como señala
el artículo de las citadas periodistas) a plantearse ya la
tercera dosis vacunal para evitar que se propague la fiebre
colectiva, movidos, no se olvide, por el miedo y por la presión
farmacológica.
lunes, 16 de agosto de 2021
La doncella, la albahaca y el estudiante de Salamanca
Se contaba en Don Benito, allá en Extremadura, provincia de Badajoz, que una vez apareció por allí un estudiante de Salamanca y vio a una moza del pueblo que estaba regando una mata de aromática albahaca, y le pareció muy bella la doncella, pero seguramente, pensó, sería analfabeta y de modales y gustos poco refinados, una moza rústica al fin y al cabo y sin habilidad para desenvolverse en ambientes urbanos y cortesanos, impropia de su condición social estudiantil, así que le preguntó para avergonzarla:
–Damisela que riegas la mata, ¿cuántas hojitas tiene la albahaca?
Y ella, que no sabía muy bien al principio qué contestar al estudiantón, turbada por su engreída altanería, le respondió al fin: -Se lo diré cuando usted me diga, bachiller, que sabrá usted contar, cuántas estrellas hay en el cielo y arena en el desierto y la mar.
La respuesta de la muchacha debió de
parecerle al estudiante no poco inteligente, pues en efecto hay cosas
incontables, como las estrellas del cielo y las arenas de los
desiertos y de las playas, pero de alguna forma todas las cosas lo
son, incluso las verdes hojas de la albahaca que estaba regando la
muchacha. El estudiante quiso avergonzar a la joven porque no
sabía contar, pero la muchacha le demostró al estudiante que había
cosas que él, que sabía contar, porque eso habría aprendido
seguramente en Salamanca, no podía numerar.
Quod natura non dat Salmantica non praestat. Salamanca no te presta lo que no te da la naturaleza, dice el viejo adagio latino, aludiendo a que la inteligencia de las cosas no la da ningún título académico. ¿Qué es lo que da entonces Salamanca, prototipo de Universidad? Títulos que no te hacen más sabio que aquella humilde moza de Don Benito o de donde fuera que no sabía contar pero que le sacó a relucir dos ejemplos de la infinitud de lo sin fin y le sacó los colores al estudiantón.
La respuesta popular de la doncella me trae el recuerdo de los cultos hendecasílabos falecios del poema de los besos de Catulo: Me preguntas que cuántos besos tuyos, / Lesbia, son suficientes y me bastan. / Tan gran número como el de la arena / libia que hay en Cirene rica en silfio / entre el templo de Júpiter ardiente / y el sepulcro sacral del viejo Bato, / o de estrellas que en noche silenciosa / ven furtivos amores de los hombres; / que le beses con tantos otros besos / basta al loco, y le sobra, de Catulo, / que ni puedan contarlos los chismosos / ni una pérfida lengua echar mal de ojo.
En el poema de Catulo, en efecto, el poeta le dice a su amada, oculta bajo el pseudónimo de Lesbia, en honor de la poetisa Safó de Lesbos, que los besos que le pide que le dé son innumerables como las arenas del desierto del Norte de África, o como las numerosas estrellas del cielo por la noche, contraponiendo una imagen diurna y cálida con otra nocturna y fría de la infinitud.
Se trata, en efecto, de un poema repleto de alusiones culteranas: la ciudad de Cirene, que producía silfio o laserpicio, una planta que tenía muchos usos culinarios, medicinales y se empleaba también en perfumería, el famoso templo de Júpiter Amón, en el oasis de Siwa, en el límite del desierto ardiente de Libia. Y se alude también al sepulcro, en realidad cenotafio del viejo Bato, el primer rey de Cirene y fundador de esta populosa ciudad de la costa de Libia, donde floreció una escuela filosófica hedonista, la escuela cirenaica. Pero la alusión cultísima de Catulo se refiere sin duda a su admirado poeta griego Calímaco (310-240), que nació en Cirene, precisamente.
Tras toda esa parafernalia helenística y alejandrina del poema de Catulo, late, sin embargo, la misma reivindicación de lo sin fin que hace la doncella que no sabía contar. Contar los bienes que tiene uno, es decir, saberlos, saber el número supone ser consciente de la felicidad que se posee, lo que aumenta el riesgo de perderla: uno podía librarse del mal de ojo de la envidia, tanto propia como ajena, si no era consciente de los bienes que poseía.
domingo, 15 de agosto de 2021
De la servidumbre voluntaria
sábado, 14 de agosto de 2021
"Tú, cuya mano..."
Tengo para mí que el bellísimo poema de Agustín García Calvo (1926-2012) "Tú, cuya mano..." (incluido en su libro Canciones y Soliloquios, núm. 5, publicado por editorial Lucina, Madrid 1982) puede estar inspirado en un verso que Propercio le dedicó a Cintia (1.11.23): tu mihi sola domus, tu, Cynthia, sola parentes: Tú sola eres mi hogar, tú, Cintia, mis padres. Que también puede entenderse como: Tú eres mi único hogar, tú, Cintia, mis padres. Y teniendo en cuenta la polisemia de "domus" en latín: podríamos entender que no sólo es su hogar, sino también su casa, su familia e incluso su patria.
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
viernes, 13 de agosto de 2021
'No tienen escrúpulos'
En latín scrupulus 'piedrecilla puntiaguda' es el diminutivo de scrupus, que es el nombre del guijarro puntiagudo, por lo que la diferencia entre uno y otro término se reduce al tamaño, pero además, en sentido figurado, significaba también 'angustia, preocupación, inquietud', aludiendo a la china que, diminuta y afilada, planteaba a menudo problemas a los legionarios romanos durante sus largas marchas cuando se interponía entre el pie y la sandalia abierta pues les ponía ante un dilema: o continuar la marcha sufriendo la molestia recurrente o detenerse para sacarse la pedrezuela del calzado interrumpiendo el avance de la columna, lo que les ocasionaría sin duda la amonestación de sus superiores.
Es el origen de nuestro término escrúpulo que la docta Academia define como sigue: “Duda o recelo que punza la conciencia sobre si algo es o no cierto, si es bueno o malo, si obliga o no obliga; lo que trae inquieto y desasosegado el ánimo.”
Poco a poco la expresión “tener escrúpulos”, sacada del lenguaje militar, pasó a hacer referencia a cualquier otra preocupación ante la conducta que había que adoptar. Así leemos en Cicerón por ejemplo la expresión alicui ex animo scrupulum euellere ('arrancarle a uno una preocupación de su alma'). Recoge la docta Academia las expresiones coloquiales “escrúpulo de Marigargajo o del padre Gargajo” para referirse a los escrúpulos ridículos y sin fundamento y “escrúpulo de monja” para los exagerados y pueriles.
Lógicamente, no hay ningún problema cuando una piedrecilla se mete en el calzado de un caminante cualquiera que vaya solo: lo normal, si no tiene mucha prisa, es detenerse y sacarse el guijarro del calzado y continuar caminando. El problema se plantea cuando el alivio de la molestia puede ocasionar otros problemas como pérdida de tiempo, por ejemplo, o interrupción de la disciplina de la marcha militar.
Los tribunos, generales, senadores y caballeros, en general, que hacían el camino a caballo o se hacían llevar en cómodas literas, no tenían nunca escrúpulos porque no pisaban tierra, a diferencia de los peones peregrinos que hacen el camino a pie, igual, por cierto, que nuestros gobernantes y mandamases de hoy en día, que siempre van en coches oficiales o en aviones, muy poco escrupulosos ellos. De ahí que, al no tener escrúpulos, obren sin ellos, es decir sean capaces de hacer algo que está mal a la vista de todo el mundo o que al menos debería de incomodarles, pero eso, por el contrario, no les causa, sin embargo, ningún trastorno o remordimiento de conciencia, ni el menor sentimiento de culpa o de responsabilidad, porque tienen el poder, porque son los que mandan, eso es lo que se creen, aunque, por otra parte, también por paradójico que pueda resultar, pobrecitos ellos, son los más mandados.
jueves, 12 de agosto de 2021
Don Miguel de Unamuno y la ortografía
¡Qué feroz insistencia la de los padres y los maestros en torcer lo derecho y corroborar lo torcido de sus naturales instintos (de los niños)! (Miguel de Unamuno, Acerca de la reforma de la ortografía castellana, 1896).
miércoles, 11 de agosto de 2021
Desnuda, la verdad
“...y la verdad desnuda” Francisco de Quevedo.