miércoles, 14 de octubre de 2020

Sueño de una sombra, el hombre (Traduciendo a Píndaro)

Suscribo lo que dice Rubén Bonifaz Nuño, uno de los traductores de Píndaro al castellano: Es ya lugar común, y constituye verdad innegable, la afirmación de que la poesía de Píndaro es intraducible. En efecto, si se leen las versiones que de tal poesía se han intentado en diferentes lenguas, incluso la latina, y se comparan con su original, se echará de ver al punto que no son otra cosa que algo como sombra suya desfigurada. Una afirmación que podría generalizarse, añado yo, a cualquier otro poeta, y a la poesía en general que es intraducible de una lengua a otra si no se recrea y canta en verso y ritmo, pero centrémonos en Píndaro.

Sirva como ejemplo de lo que dice Bonifaz Nuño, una pequeña muestra de los conocidísimos versos 95, 96 y 97 de la octava Pítica de Píndaro, un epinicio dedicado a cantar la victoria de un tal Aristómenes de Egina, que logró la corona en la especialidad del pugilato en los juegos píticos celebrados en Delfos, epinicio compuesto en el año 446 a. de C. 

 
ἐπάμεροι· τί δέ τις; τί δ᾿ οὔ τις; σκιᾶς ὄναρ / ἄνθρωπος. ἀλλ᾿ ὅταν αἴγλα διόσδοτος ἔλθῃ, / λαμπρὸν φέγγος ἔπεστιν ἀνδρῶν καὶ μείλιχος αἰών. 

August Boeckh los tradujo al latín así: Diem unum viventes! quid tandem est quis? quid non quis? Umbrae somnium homo. Sed quando splendor ab Iove datus venit, fulgens lumen adest hominibus et suavis vita. 

Traducción literal de Rubén Bonifaz Nuño en prosa -o verso libre de la tiranía del verso- , publicada por la UNAM: ¡Efímeros! ¿Qué es alguien? ¿Y qué no es alguien? De una sombra es el sueño / la gente. Pero cuando el fulgor dado de Zeus es venido / deslumbrante luz de los hombres adviene, y como miel una edad. 

Píndaro exalta a un vencedor en los Juegos Olímpicos, Giuseppe Sciuti (1872) 

Traducción literal en prosa -o verso libre de la tiranía del verso- de Alfonso Ortega, atenta al contenido, publicada por Gredos: ¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? ¡Sueño de una sombra / es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, / hay luz brillante entre lo shombres y amable existencia. /

Traducción de Ignacio Montes de Oca publicada en Madrid en 1833 en heptasílabos y hendecasílabos castellanos, con rimas consonantes: El hombre es flor de un día / ¿qué soy? o ¿qué no soy? ¿quién me diría? / Sombras somos: ¿qué digo? / de sombra fugitiva sueño vano; / mas si Jove al abrigo / nos presta de su manto soberano, / aureola esplendente / dorará nuestra vida eternamente. 

 Los luchadores (Galería de los Ufizi, Florencia)

No me resisto a incluir esta versión al francés que hace Marguerite Yourcenar en su preciosa antología particular de la poesía grecolatina La Couronne et la Lyre de los susodichos versos de Píndaro, que ella titula: LE SORTE DE L'HOMME: ...Éphémeres! / Qu'est l'homme? Que n'est pas l'homme? L'homme est le rêve / d'une ombre... Mais quelques fois, comme / un rayon descendu d'en haut, la lueur brève / d'une joie embellit sa vie, et il connaît / quelque douceur... ("LA SUERTE DEL HOMBRE: ...¡Efímeros! / ¿Qué es el hombre? ¿Qué no es el hombre? El hombre es el sueño / de una sombra... Pero a veces, como / un rayo caído de lo alto, el resplandor breve / de un gozo embellece su vida, y conoce / alguna dulzura...") 
 
Resulta curioso, por lo que al contenido se refiere, cómo han vertido al castellano la primera palabra del fragmento de Píndaro:  ἐπάμεροι: efímeros, seres de un día, (el hombre es) flor de un día. El helenismo griego 'efímeros' significa, en efecto, "que dura un día", o como lo traduce al latín August Boeckh unum diem viventes "que viven un solo día". El diccionario de la Academia recoge el término cuya etimología remonta al griego bizantino ἐφήμερος ephḗmeros 'de un día' para explicar el iotacismo o pronunciación de la "e" larga como "i", con el significado en primer lugar de "pasajero, de corta duración" y en segundo lugar su significado etimológico de "que tiene la duración de un solo día".
 

martes, 13 de octubre de 2020

Del síndrome inducido de Münchhausen

El barón de Münchhausen es un personaje literario creado por el escritor alemán Rudolf Erich Raspe en 1785 y basado en un personaje real, que se hizo popular por contar historias de aventuras fantásticas y disparatadas que nunca le habían sucedido, como cabalgar sobre una bala de cañón, viajar a la Luna y salir de una ciénaga tirándose de la trenza de su propia coleta hacia arriba, o bien,  según otra versión, dependiendo de quién cuenta la historia, de los cordones de sus botas, de donde viene el término inglés bootstrapping, que en principio significaba obviamente algo imposible y después se convierte en la metáfora de un éxito logrado sin apenas recursos. 

 


El paciente diagnosticado con síndrome de Münchhausen, que es una enfermedad mental según la biblia psiquiátrica,  tiene una necesidad patológica de asumir el papel de enfermo, de malade imaginaire de Molière. Es un trastorno psiquiátrico que se caracteriza por inventar dolencias para asumir el rol de enfermo y reclamar cuidados o atención de los demás. El paciente lo hace con síntomas físicos o psicológicos fingidos o producidos intencionadamente.  El origen de su motivación y su necesidad de llamar la atención no son conscientes muchas veces para el paciente, pero eso no excluye la existencia de síntomas físicos o psicológicos verdaderos. 

Caricatura del barón por Gustave Doré (mendace ueritas: en lo falso la verdad)

 

Sucede algo parecido cuando el cuidador de un niño pequeño, que suele ser con frecuencia la madre, inventa síntomas falsos o los provoca reales para que parezca que el niño está enfermo, y justificar así su papel de abnegada cuidadora entregada y ejemplar madre de familia. 


El síndrome de Münchhausen es un trastorno mental facticio o artificial grave en el cual una persona engaña a los demás haciéndose el enfermo, enfermándose a propósito o llegando a lastimarse a sí mismo para reclamar su atención, pero también puede producirse, y es lo que me interesa subrayar aquí ahora, cuando los miembros de una familia o las personas responsables del cuidado de otras declaran falsamente que otros, por ejemplo los niños, están enfermos, lesionados o afectados. 

 

"El barón de Münchhausen es el mayor cuentatrolas que ha habido en el mundo"

Llevado esto del terreno privado a lo público, hay, por lo tanto, un síndrome de Münchhausen inducido por las autoridades sanitarias y por la prensa al servicio de los gobiernos como el que estamos padeciendo en la actualidad todos los españoles, y diría que todos los europeos y americanos, por lo menos, a los que nos hacen creer, aplicándonos la puritana prueba del algodón que siempre va a detectar alguna impureza, que estamos contagiados aunque no tengamos síntoma alguno de enfermedad o, en su defecto, que podemos estarlo por contacto con los demás, por aquel dicho que Hobbes tomó de Plauto de que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus), que Victor Hugo recreó como homo homini monstrum, un mostro, y que la OMS ha convertido en homo homini virus: que somos un virus, o sea, un veneno los unos para los otros. Es decir, que o somos enfermos de hecho o, al modo aristotélico, lo somos en potencia porque podemos incubar el virus en los próximos catorce días, con lo que nos enferman privándonos de salud.

 

Tratar a la gente que no está enferma como si de hecho lo estuviera, obligándola a tomar medidas profilácticas demenciales como el distanciamiento social, la imposición de mascarillas naso-bucales, la cuarentena o aislamiento, que en España se convirtió en arresto domiciliario, el lavado compulsivo de manos con geles hidroalcohólicos en lugar de con agua y jabón, la reducción a seis personas como máximo de las reuniones sociales o familiares, que son ahora el foco de la infección,  y lo que venga, que ya se verá y puede ser cualquier cosa, es obligarla a adoptar el síndrome de Münchhausen.

 

¿Por qué los Estados tienen la necesidad de inducirnos dicho síndrome? La respuesta es bien sencilla: porque necesitan justificar su existencia. Las autoridades sanitarias que velan por nuestra salud deben privarnos de ella, es decir, considerarnos pacientes sujetos a su autoridad, para justificar que haya un Estado Terapéutico, que es la última de las reencarnaciones de Leviatán, el Estado Totalitario, que  nos está tocando padecer en los albores del siglo XXI.

lunes, 12 de octubre de 2020

Dos alegorías revolucionarias de Joseph Chinard

Entre numerosas obras maestras, el museo parisino del Louvre custodia una pequeña obra de arte en terracota del escultor neoclásico francés Joseph Chinard (1756-1813) conocida como La razón (o el Genio de la Razón), con los rasgos de Apolo hollando con sus pies a la Superstición, fechada en 1791, y el parisino museo Carnavalet, por su parte, posee otra obra suya también en terracota del mismo año y complementaria de la anterior: “La Autoridad del Pueblo” con los rasgos de Júpiter fulminando a la Aristocracia. Se trata de dos alegorías mitológicas que representan a los dos dioses más importantes de la cultura clásica grecolatina: Apolo como personificación de la Razón y Júpiter como encarnación del poder respectivamente.

Ambas obras, que le habían sido encargadas, iban a servir como bases de candelabros que aportarían algo de luz que destruyera las tinieblas, las famosas luces de la Revolución Francesa. 

Que Apolo represente la razón, después de Nietzsche, que contrapuso lo apolíneo a lo dionisiaco, no  nos resulta muy extraño; más extraño es lo segundo, que Júpiter, el monarca del Olimpo, el padre y rey de dioses y hombres, encarne la autoridad del pueblo o la, diríamos hoy, democracia.  En todo caso, la obra de Chinard, como veremos, representa la adhesión política del artista a las nuevas ideas de la Revolución Francesa, de la que fue un firme partidario.

Analicémoslas un poco:

 

Lo que pisotea la Razón personificada como Apolo es la superstición, es decir, la religión y el fanatismo, sobre los que se impone. El dios Apolo, identificado con el Sol, el viejo dios griego Helio, con una corona de rayos solares sobre su cabeza, se yergue completamente desnudo y dotado de una belleza sensualmente femenina en calidad de efebo imberbe, sorprendentemente alado, lo que es una innovación propia del artista dentro de la iconografía tradicional del dios, sobre una nube portando en su mano derecha una antorcha. Las luces tanto del Sol como de la antorcha representan, obviamente, la razón, que se impone a lo que tiene a sus pies: una monja acurrucada completamente vestida que no puede ver esa luz debajo de la nube oscurantista, y que personifica la superstición de la Iglesia, con dos símbolos cristianos en sus manos: un crucifijo y un cáliz. Chinard fue encarcelado en Roma por orden papal en el Castel Sant'Angelo debido al carácter subversivo de esta obra que atacaba claramente a la Iglesia que él pastoreaba y la fe que la sostenía.



Lo que pisotea Júpiter es la Aristocracia, el Antiguo Régimen. Resulta curiosa, por lo insólita que es, como hemos dicho, la identificación de Júpiter con la Autoridad del Pueblo. Por lo demás, la iconografía de Júpiter es la habitual: caracterizado con la majestuosa águila real a su lado y un haz de rayos fulminantes en su diestra, aparece con cierta majestad regia, dotado de barba y cabellos rizados, completamente desnudo, como Apolo, lo que no suele ser habitual en la representación de este dios, pisoteando el rostro de la aristocracia, símbolo del antiguo régimen, representada por un hombre con una espada y símbolos feudales rotos. La pieza es, obviamente, una alegoría de la Revolución Francesa.

Ambas obras se complementan tanto por su simbolismo alegórico como por su composición escénica. En cuanto al significado, ya se ha dicho que representan el triunfo de la razón y del pueblo -en realidad la burguesía, la nueva clase social emergente y adinerada que va a sustituir a la otra  y a imponerse al pueblo- sobre la religión y el antiguo régimen y la nobleza hereditaria de la sangre respectivamente. Por lo que se refiere al grupo escultórico, ambas obras tienen dos planos: el superior donde aparecen los dos dioses clásicos desnudos -estamos ante una obra neoclásica que exalta la desnudez sin tapujos- y caracterizados directa o indirectamente con alas, elemento que subraya su caracter celestial,  que se sobreponen al inferior y  terrenal: una monja arrodillada y un aristócrata o "noble" derribado y pisoteado.   

domingo, 11 de octubre de 2020

Mensajes contra la nueva normalidad

El 61% de los enfermos de virus coronado en Cantabria son asintomáticos, según el consejero de sanidad de la taifa. Pero ¿hay enfermedad que sea asintomática?

Invisible a ojos vista, el virus, igual que el infierno de Sartre, son los otros, vectores del agente patógeno, que siempre inspiran paranoica desconfianza.

No hay que pedir al gobierno que rebaje el IVA de las mascarillas, ni siquiera que sean gratuitas, sino que levante la obligación irracional de utilizarlas.

Triunfa en el mundo la versión sanitaria, higiénica y laica de la ciega fe religiosa que encendió la hoguera infernal de las vanidades del fanático Savonarola.

 

Ahorcado Girolamo Savonarola, su cadáver fue quemado en una hoguera de las vanidades en la Plaza de la Señoría de Florencia, y arrojadas al Arno sus cenizas.

Obsesionados con el aséptico puritanismo de la salud... pero la salud, la buena de verdad, no consiste en cuidarse, sino en todo lo contrario: en el descuido.

A las autoridades sanitarias no les interesa el tratamiento médico que cura las dolencias de hoy, sino la prevención de inexistentes enfermedades del futuro.   

Si el hombre es desde Aristóteles politikòn zóon, un animal social ¿por qué se decretan desde las altas esferas seis pies de distanciamiento físico o social? 

Una epidemia sostenida por los media sirve de muy burda coartada puritana para legitimar el golpe de estado contra el pueblo que impone la dictadura sanitaria. 

Cuanto más se saltan los jóvenes irresponsablemente el distanciamiento social y demás normas sanitarias, más se propaga el virus, resurrección laica del pecado.

Síndrome de Estocolmo perfecto: No hay un secuestrador y un secuestrado distintos, sino que son uno mismo el raptor y el rehén de sí mismo, víctima y verdugo. 

Izquierda y derecha son un trampantojo del Estado impuesto mediante el sufragio universal al pueblo convertido en electorado de una u otra opción indiferente. 

Izquierda y derecha son dos caras contrapuestas, no contrarias sino complementarias de la misma y falsa moneda de los de arriba para engañar a los de abajo. 

Truecan tácitamente el lema plautino de Hobbes de homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre, por homo homini virus: ...un virus para el hombre.

El Leviatán hobbesiano, Estado omnipotente, porta en la diestra la espada y en la siniestra el báculo, símbolos respectivos de su poder terrenal y espiritual.

 

Non est potestas super terram quae comparetur ei  (No hay poder en la tierra que se le compare)
 

Retransmiten por todos los medios la danza de la Muerte, y la gente, que tiene el pavor incrustado en cuerpo y alma, renuncia a la vida para poder sobrevivir. 

La inflación informativa de propaganda gubernamental sanitaria produce tal empacho que acaba desembocando en una histérica alucinación colectiva y delirante. 

Frente a la creencia de que el contacto humano propaga enfermedades y muerte, la creencia contraria de que hace la vida más llevadera y más, acaso, vividera. 

¿Preservas, protegiendo tus vías respiratorias en la soledad del bosque, a este de tu contagio, o defiendes tus pulmones de su aire que pueda estar contaminado?

 

sábado, 10 de octubre de 2020

Seguiriyas a palo seco

La seguiriya es uno de los muchos palos del flamenco. La seguiriya gitana más pura, la que surge del cante más hondo, se canta a palo seco, o sea, sin acompañamiento musical de guitarra.

Estructuralmente se compone de cuatro versos:  hexasílabos el primero, segundo y cuarto, hendecasílabo el tercero (6-6-11-6), modelo silábico emparentado con las jarchas. Riman el segundo y el cuarto en consonante o asonante. Pero prima el sentimiento sobre la forma, de modo que no es raro encontrarse con seguiriyas con otras métricas.

 

Esta voz no es mía, / que es la de cualquiera / que canta las penas de todos, nuestras,  / ni propias ni ajenas.

Tengo yo una pena / grande que no tengo, / que a mí me tiene ella y no me deja / que ande yo contento.

Pido yo a la luna / en el hondo cielo, / que caiga muerto aquí ahora, si es falso / lo que a ti te quiero.

Veo a mucha gente, / no te veo a ti / y el corazón, de la jaula del pecho / se quiere salir.

Dizque en las estrellas / ay, escrito está, / mi sino, madre mía, y el futuro, / y eso no es verdad.

Morirme quisiera, / dejar de existir, / que esta farsa, madre, que llaman vida / es un sinvivir.

Sin traje de luces,/ desnudo en el ruedo, / lidiando, sin capote y sin espada, / al toro del miedo.

Loco de remate / creo yo que estoy, / si en esta vida lo he perdido todo / menos la razón.

No quiero la plata / ni oro de este mundo, / me cago en todos los dineros, solo /pido un beso tuyo.

Si te vas, me matas; / llévame contigo / que yo no tengo, solito en el mundo, / ni amiga ni amigo.

No hay Dios que nos valga, / justicia tampoco, / en este mundo, donde acaba uno / o preso o loco.

Como una cabra, / corazón salvaje, / yo siempre tiro al monte, donde no hay / cabrero que guarde.

Sin querer te quiero, / ni mandarme nadie; / no hay Dios, ley, mandamiento o gobierno / que al corazón mande. 

Yo, señor doctor, / sufro de locura, / pero no me encierre usted ni me cure / esta chifladura.

 Dispara tu flecha, / chiquillo Cupido, / y haz que esa mujer de mí se encariñe, / y acueste conmigo.

 Se murió mi niño, / se me quedó atrás, / cuando me viene vivo su recuerdo, / rompo yo a llorar.

Rota la garganta, / de lo hondo del pecho / me sale a palo seco así el quejido / del cante del pueblo.

viernes, 9 de octubre de 2020

Cita con Marco Aurelio

Una cita del sabio emperador Marco Aurelio, al que se trae aquí a cuento no por emperador sino por sabio estoico, menciona la peste (λοιμὸς, loimós, en su lengua, que es la de Homero, pues aunque el emperador gobernó en latín desde Roma, pensó y escribió en griego), que causó auténticos estragos durante su reinado (Meditaciones 9.2.4,5): Pues la destrucción de la inteligencia es una peste mucho mayor que cualquier contaminación y alteración del aire que nos rodea. Pues esta es la peste de los animales en cuanto son animales, mientras que aquella la de los hombres en cuanto son hombres. λοιμὸς γὰρ διαφθορὰ διανοίας πολλῷ γε μᾶλλον ἤπερ ἡ τοῦ περικεχυμένου τούτου πνεύματος τοιάδε τις δυσκρασία καὶ τροπή· αὕτη μὲν γὰρ ζῴων λοιμός, καθὸ ζῷά ἐστιν, ἐκείνη δὲ ἀνθρώπων,καθὸ ἄνθρωποί εἰσιν. 

 
 Marco Aurelio (121-180) a caballo en bronce, museos Capitolinos.

De alguna manera Marco Aurelio lamenta que la falta de inteligencia, o, como él dice, su destrucción (διαφθορά διανοίας), -porque no es que nos falte, sino que la tenemos todos gratuitamente desde que hacemos uso de razón, entendimiento y lengua, y lo que sucede es que se atrofia, como todo en esta vida, si no se usa, por lo que acaba desvaneciéndose-, es la auténtica peste, mucho más que la otra epidemia, la real, la peste antonina de los años 165 al 180 d. C.

De ella escribe Eutropio en su Breviario (8.12) : "Bajo su reinado (se refiere a Marco Aurelio), en efecto, hubo una epidemia de peste tan grande que después de la victoria sobre Persia murieron de la enfermedad en Roma y a lo largo de Italia y las provincias un gran número de ciudadanos y casi todas las tropas militares" (Sub hoc enim tantus casus pestilentiae fuit ut post uictoriam Persicam Romae ac per Italiam prouinciasque maxima hominum pars, militum omnes fere copiae languore defecerint).


La peste antonina, también llamada la plaga de Galeno(*),  asolaba el mundo romano por aquel entonces, como la del virus coronado de 2019 que asoló durante la primavera de 2020 nuestro país y la vieja Europa, y que se denominós incorrectamente “pandemia”, cuando no dejaba de ser una “epidemia”: algo que, como el Estado, está por encima -ἐπί epí, en griego- del pueblo, pero no afecta a todo el pueblo, al pueblo entero, a toda la población, que es lo que quiere decir πανδημία (pandemía) propiamente en griego, compuesto de παν todo y δήμος pueblo.

La auténtica amenaza que se cierne sobre todo el pueblo, la verdadera pandemia letal, podemos decir nosotros, parafraseando a Marco Aurelio, es la poca inteligencia de la que hacemos uso, la pérdida de la razón y sentido comunes, que es, encima, contagiosa.



*galeno: Coloquialmente es un sinónimo de médico, en el sentido de persona facultada para ejercer la medicina. Deriva precisamente del nombre propio del médico personal del emperador Marco Aurelio, Claudio Galeno de Pérgamo (129-c.201-216), al que se le atribuye el célebre aforismo, que otros asignan sin embargo a Hipócrates, el padre de la medicina: “Cito longe fugias et tarde redeas”. Era su consejo ante la peste: “Huye lejos rápidamente y vuelve tarde”. El proverbio entre nosotros se hizo célebre durante el Renacimiento bajo la fórmula que transmite don Antonio de Cartagena: “Huir de la pestilencia con tres eles es prudencia: luego, lexos y luengo”. Es una traducción de los tres adverbios latinos: cito (o su sinónimo mox), longe, tarde. Lo de que había que salir corriendo de la peste y no regresar hasta que hubiera pasado es cosa que han hecho algunos médicos saltándose a la torera el juramento hipocrático. Para evitar el contagio atienden, es decir, desatienden desde su despacho telefónicamente a los pacientes, sin visitarlos ni reconocerlos.

jueves, 8 de octubre de 2020

Contra el Estado Terapéutico

 (A Thomas S. Szasz, que denunció el Estado Terapéutico, in memoriam)

 

La forma de distraer la atención de la auténtica conspiración mundial que es la dictadura sanitaria es calificar de "conspiracionista" a quien osa denunciarla.

 

Tras la primera y segunda ola, llega la tercera: pasan a primer plano los suicidios, fruto del delirio colectivo derivado del empecinamiento gubernamental.

Toda persona sana es un enfermo inconsciente e irresponsable que ignora el diagnóstico y pronóstico de su enfermedad, y contagia su despreocupación a los demás.

 

Quod licet Ioui non licet boui: Lo que se permite a Júpiter no se le permite al buey: seducir y montar, fogoso semental, a la joven y bella Europa por ejemplo.

 

Hay quienes, muchos, aceptan como verdaderamente real lo que de hecho es falso, y rechazan por considerarlo falso lo que es en realidad verdadero de verdad. 

 


Solemos prestar mucha atención, demasiada, a la adquisición de nuevos hábitos, y demasiado poca o ninguna a lo más importante, a desprendernos de los viejos.

 

Tarde o temprano todos acabamos siendo declarados enfermos mentales, según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, la biblia del psiquiatra. 

  

Contra Dios, ateísmo; contra el Estado, anarquismo; contra el antroponcentrismo y el Hombre, medida de todas las cosas según Protágoras, además: antihumanismo.

 

Si filosofía es el amor a la sabiduría, fobosofía es el miedo y odio a la misma, que califica torticeramente a la verdad de brutal y a la mentira de piadosa.

 

El patógeno inquilino que invade nuestras células es la metáfora bélica perfecta y enemigo ideal que justifica la segregación de las ovejas negras del rebaño. 

 

 

 

Tanto decirnos que viene el lobo, que tengamos cuidado con él, y al fin fue peor el matadero al que nos llevó el "buen" pastor que el hipotético lobo carnicero.

 

(De Cavafis) Al fin se hizo la noche y los invasores no llegaron. Los negacionistas afirmaban que los bárbaros no existían. ¡Lástima, porque eran una solución!

 

La idea paternalista y religiosa de que el Estado tiene el deber moral de proteger a las personas de sí mismas no justifica éticamente la coerción autoritaria.



 

Era un sarcasmo sangrante considerar como hacía la opinión pública gran filántropo al famoso multimillonario, a él, que no amaba a la humanidad, sino el dinero.

 

El Estado Terapéutico, so capa de salud pública, nos arrebata la libertad, más preciosa que la vida: o somos agentes patógenos en acto, o lo somos en potencia. 

 


 

Nuestra vida es una enfermedad de la que se ha apoderado la clase médica desde la cuna hasta la sepultura: ni nacemos ni morimos en casa, sino en el hospital.

 

La Iglesia procuraba la salvación de nuestras almas inmortales; el Estado Terapéutico, la salud de nuestros cuerpos con igual celo: sanos y salvos moriremos.

 

¿Dónde está la frontera, si es que existe un límite, entre la medicina preventiva e invasiva y la sobremedicalización que padecemos hoy de la vida cotidiana?

 

Me opongo a la persecución de que soy objeto por motivos médicos que esgrimen la coartada de la salud pública por obra y gracia de las autoridades sanitarias.

 

El Estado Terapéutico implantado en el mundo gracias a la invención de la pandemia es la reencarnación del bíblico, tiránico y descomunal Leviatán totalitario. 

 

 

 

El doctor Stockman de Ibsen es tachado como "enemigo del pueblo" por denunciar que las aguas del balneario, principal atracción turística, están contaminadas.

 

Todos somos y estamos enfermos, y debemos colaborar por nuestro propio bien y el de la comunidad con las autoridades sanitarias, sacrificando nuestra libertad.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Tancas a la japonesa

La tanca (o tanka, si se prefiere escribir así)  es un poema estrófico japonés compuesto de cinco versecillos de 5,  7,  5,  7 y 7 sílabas en ese orden, del que se desprendieron los tres primeros para dar origen al jaicu o jaicú, sin que por ello dejaran de seguir cultivándose ellas, confiriéndole al jaicu una cierta conclusión o cierre definitorio. Tanto los pentasílabos como los heptasílabos son agudos, lo que no quiere decir que sean especialmente ingeniosos, sino que en su última sílaba recae siempre el acento. En la métrica castellana, el pentasílabo y el heptasílabo oxítonos cuentan como hexasílabo y octosílabo respectivamente, pero no dejan de ser por eso versos de  cinco y de siete sílabas. 
 
Un ejemplo:

Si llego a saber / que llamaba la vejez, / no le abro el portal; / si por mí pregunta, di: / "No conozco a ese señor". 
 
Versión libre de una tanca japonesa anónima, que he conocido en traducción inglesa de Geoffrey Bownans y Anthony Thwaite, tomada de su libro The Penguin Book of Japanese Verse (Londres: Penguin Books, 2009), y que así dice en inglés: If I had known / That old age would call, / I'd have shut my gate, / Replied "Not at home!" / And refused to meet him.

 

He aquí algunas de cosecha propia, donde se respeta la pausa intermedia entre las dos unidades rítmicas: el jaicu inicial 5-7-5, y los dos heptasílabos añadidos como coda:

Érase una vez, / una vez que nunca fue, / que era y ya pasó. / Empezaba el cuento así / y jamás llegaba al fin.

Íbamos los tres, / cuando anochecía ya: / tú, la luna y yo; / junto a la orilla del mar, / olas que vienen y van.

Sorbo, triste, el té / en el Centro Comercial / que es el mundo ya; / aguachirle en infusión / sin aroma ni sabor.

No sé qué iba a hacer / yo sin mí; podría ser / tal que así feliz. / Si ella está, no quepo yo, /  ni ella cabe estando yo.

Vuelven a tañer / las chicharras su canción / una y otra vez; / el verano vuelve a ser / lo que nunca ya será.

Bajo el encinar/ no corría el aire, y yo/ descubrí el amor;/ perdí la virginidad/ y es eso lo que gané.  

Confinado estoy / dentro de mi propio ser, / mi agridulce hogar; / no te vaya yo a infectar, / contagioso dizque soy.

¿Soy feliz? No sé. / Creo que lo fui una vez / y que la olvidé; / no me deja, sin querer, / su recuerdo vivo en paz.

martes, 6 de octubre de 2020

Variaciones sobre tema de Plutarco (Moralia, De cómo se debe escuchar, I, 18)

Tema de Plutarco: γὰρ ὡς ἀγγεῖον ὁ νοῦς ἀποπληρώσεως ἀλλ᾽ ὑπεκκαύματος μόνον ὥσπερ ὕλη δεῖται, ὁρμὴν ἐμποιοῦντος εὑρετικὴν καὶ ὄρεξιν ἐπὶ τὴν ἀλήθειαν.

Versión propia: Pues la mente, como un vaso, no necesita relleno, sino, como la leña, sólo la llama que origine impulso investigador y avidez por la verdad.  

 

 

 Partenón, Frederic Edwin Church (1871)


Variaciones:

Dedica Plutarco su tratado sobre cómo se debe escuchar a su joven amigo Nicandro, recién alcanzada la mayoría de edad tras haber tomado la vestimenta varonil.

 

La naturaleza, le dice Plutarco a su joven amigo, nos dio a cada uno de nosotros dos orejas y una sola lengua, para que menos hablemos y más podamos escuchar.

 

La mente, como el coloño de leña seca, sólo necesita la chispa que la espabile, y que queme y prenda fuego a la hojarasca de las ideas recibidas e inculcadas.

 

La mente no necesita que la rellenemos como si fuera un vaso vacío, sino, al contrario, que derramemos, colmada y atiborrada de ideas como está, su contenido.

 

El impulso que nos mueve a investigar y el apetito por la verdad, esa tierra desconocida, crían en nuestro corazón aborrecimiento hacia la mentira dominante.


La inteligencia, como la leña, aguarda una centella que la encienda a fin de que resplandezca el fuego del conocimiento y destruya la falsedad de las ideas.

 

La mente es como una vasija atiborrada y rebosante de ideas que la colman, que impiden, si no nos desprendemos a tiempo de ellas, la inteligencia de las cosas.

 

Para que una vasija se convierta en un recipiente adecuado para contener un líquido, debe estar no sólo vacía, sino limpia también de posos y trazas anteriores.

 

La mente no es un cáliz presto a llenarse y vaciarse, sino el haz de leña seca que espera la chispa que pueda encender la lumbre que nos ilumine y nos caliente.

 

Hay jóvenes que, una vez emancipados, no logran sin embargo la libertad, sino que se subyugan a sí mismos: tiranos más terribles que pedagogos y maestros. 

lunes, 5 de octubre de 2020

De la democracia, según Cappelletti

Ángel J. Cappelletti (1927-1995), fue doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y profesor de enseñanza secundaria y universitaria. Publicó más de cuarenta libros como fruto de su investigación política y filosófica. Su obra se enfoca hacia dos grandes vertientes: el pensamiento libertario anarquista y la filosofía griega, estudiando a los presocráticos, especialmente a Heraclito, y a Platón, así como autores latinos tales como Lucrecio y Séneca. 


Resulta especialmente interesante su artículo “Falacias de la democracia”, del que ofrezco la siguiente reseña: 

Para los griegos, "democracia" significaba "gobierno del pueblo", como revela la etimología, y eso quería decir simplemente "gobierno del pueblo", pero no de sus "representantes", como se entiende hoy en día. 

Sin embargo, hay que tener en cuenta enseguida que la palabra griega “pueblo (demos)” quería decir el conjunto de todos los ciudadanos atenienses libres y varones mayores de edad, del que estaban excluidos, por lo tanto, todas las mujeres, esclavos y extranjeros afincados en Atenas, así como todos los menores de edad, habida cuenta de las tres lacras de este sistema democrático que restringen el significado de la palabra "pueblo (demos)": esclavitud, familia patriarcal, xenofobia. 


Cuando se compara la democracia directa griega con la democracia moderna, instaurada en Europa y América a partir de la Revolución Francesa, siempre indirecta y representativa, se dice que los Estados modernos son mucho más grandes que las ciudades-estado de la antigüedad y que el concepto de pueblo es mucho más amplio, dado que incluye a las mujeres y no hay esclavos, lo que hace en la práctica imposible un gobierno directo del pueblo, que no puede regirse sino por medio de aquellos a quienes elige y en quienes delega su poder. Pero, apunta Cappelletti, en esa formulación está ya implícita una falacia. ¿Por qué los Estados modernos tienen que ser tan grandes? 

Ya algunos como Rousseau vieron muy bien la necesidad de que los Estados fueran lo más pequeños posible para que pudiera funcionar en ellos la democracia. Y uno de los más ilustres ideólogos de la democracia moderna, Jefferson, sabía bien que el mejor gobierno es el que menos gobierna. 

Por otra parte, la idea del sufragio universal tropieza enseguida con una grave dificultad. El ejercicio de la libertad política y del derecho a elegir resulta injusto sin la igualdad económica. Nuestra democracia representativa ignora este hecho. Sería preciso acabar con las desigualdades económicas, si se pretende tener una auténtica democracia. 

 

Ya antes de Marx, los así llamados "socialistas utópicos", como Saint-Simon, veían claramente que no puede haber verdadera democracia política sin democracia económica y social. Aunque legalmente todos los votos son equivalentes y todos los ciudadanos iguales, en realidad, nadie deja de ver que esto es un sarcasmo. 

De la desigualdad económica deriva también la desigualdad cultural, lo que hace que en nuestras modernas democracias “y, particularmente, en la norteamericana arquetípica, la educación resulta cada día más costosa y más inaccesible a la mayoría, mientras la ultra-especialización alienante se impone cada vez más sobre la formación humanística.” 

Por otra parte, la inmensa mayoría de los gobernantes es lamentablemente inculta, incapaz de pensar con lógica, por lo que, subraya Cappelletti, “bien se puede hablar en nuestros días de la recua gubernamental.” 

Quizá la formulación más sugestiva de su artículo sea la siguiente, que subrayo: La gran ventaja que la democracia representativa tiene, a los ojos de los poderosos del mundo, consiste en que con ella el pueblo cree elegir a quienes quiere, pero elige a quienes le dicen que debe querer. 

Si el pueblo deja de favorecer con su voto “a quienes le dicen que debe querer”, puede cambiar periódicamente de gobernantes. De esta forma se perpetúa el sistema. El que se ha equivocado no es el gobierno, sino el votante que lo eligió. Cambian los gobiernos para que nunca deje de haber Gobierno. 

Por otra parte, la democracia representativa conlleva en su propio concepto otra grave falacia, mentira o posverdad. ¿Cómo se puede decir que el representante que elegimos, diputado o senador, alcalde o concejal, por referirnos a nuestras elecciones municipales, representa nuestra voluntad, cuando dura en su cargo cuatro o cinco años y nuestra voluntad, voluble como es, varía, sin duda alguna, de año en año, de mes en mes, de día en día? 

 

No hay falacia más ridícula que la del mandatario que afirma que la mayoría lo apoya porque hace cuatro años lo votó. La democracia representativa se enfrenta así a este dilema: o los gobernantes representan real y verdaderamente la voluntad de los electores, y entonces la democracia representativa sería automáticamente democracia directa, o los gobernantes no representan en sentido propio tal voluntad, y entonces la democracia deja de serlo para convertirse en aristocracia de una clase política, que es lo que sucede hoy. 

Un representante puede saber de finanzas, o de educación, o de agricultura, o de política internacional, o de salud pública, pero no puede saber de todas esas cuestiones al mismo tiempo (non omnia possumus omnes). Sin embargo, en los debates parlamentarios opina y debe decidir sobre todas ellas. Es obvio que opinará y votará sobre lo que no sabe. Si él puede asesorarse gracias a los expertos o "sabios" que tiene a su disposición, y aprender así de quienes saben, también podemos hacerlo sus electores sin necesidad de delegar nuestra ignorancia, como habitualmente hacemos, en ningún represente. 

En general, el elector elige a ciegas, vota listas cerradas de hombres y mujeres que no conoce, cuya actitud, honestidad y modo de pensar ignora. Vota con la fe del carbonero en la dirección de su partido, y cruza los dedos. Pero, si esto es así, -se pregunta Cappelletti- “¿no sería preferible reintroducir la ticocracia* y, en lugar de realizar costosas campañas electorales, sortear los cargos públicos como los premios de la lotería? Este procedimiento no deja de tener un fundamento racional, si se supone que todos los hombres son iguales e igualmente aptos para gobernar.”

*ticocracia: neologismo griego compuesto de τύχη (týche "suerte, azar")   y κρáτος ("dominio, poder") que significa gobierno por sorteo.

domingo, 4 de octubre de 2020

De las mascarillas

“Persona” significa “máscara” en latín. La personalidad, tal que la máscara, es algo ajeno a nosotros, el papel que ponemos en escena en el teatro de la vida.


El dicho latino alicui aliquam personam imponere significa hacerle a uno desempeñar un papel, asignarle la máscara de un personaje, es decir, una personalidad. 

 

La mascarilla, aunque la personalicemos, nos despersonaliza, borra nuestra expresividad, anula nuestra sonrisa, nos impone una personalidad y un personaje. 


Le parecía a Cicerón que los ojos del actor ardían literalmente a través de la inexpresiva máscara: ex persona mihi ardere oculi hominis histrionis uiderentur. 

 

A los portadores del escapulario del Carmen, signo externo de devoción mariana, la Virgen les promete que su alma va a salvarse y no a pudrirse en el infierno.

(Wear a mask and safe your life) Ponte mascarilla y salva no ya tu vida, sino la de los demás, porque el apestado eres tú, aseguran las autoridades sanitarias. 

 

La segunda ola, desaparecida ya la epidemia en la vieja Europa, consiste en la secuela de efectos secundarios y colaterales, peores que la propia enfermedad. 

 

-¿Cómo es posible que el virus se ensañe con tanta virulencia en España, el país que aplicó el cerrojazo más severo del mundo? -Por esa misma e idéntica razón.

 

Que nos obliguen a portar mascarilla y a sumar a su precio el Impuesto de Valor Añadido del 21% revela la intimísima relación que hay entre Estado y Capital.

 

Si no se sanciona al que infringe la ley, que no simple recomendación, de portar mascarilla, la mayoría democrática y obediente se siente y se ve como estafada.

 

El vudú sólo hace mella en los que creen en él, como el agua de la fuente de la Virgen de Lourdes, que sólo cura a los que tienen fe, no a los descreídos. 

 

Tesis doctoral por escribir: Ritos (ablución de manos, distancia social...) y amuletos (mascarilla) que, so pretexto científico, crean una nueva religión. 

 

"Wear a mask or go to jail" 

La mascarilla no nos libra del virus, sino de multa, detención o reproche de los afirmacionistas, que son creyentes a pies juntillas en el relato del gobierno.

 

La mascarilla es un amuleto como el devoto escapulario de la Virgen del Carmen, talismán al que se atribuyen poderes mágicos, vano exorcismo contra el virus. 

 

La epidemia ya había concluido en el país pero no las medidas excepcionales y desproporcionadas que había impuesto el gobierno a la gente a fin de someterla.


El éxito pandémico: todos estamos apestados porque los que no lo están en acto, lo están en potencia. Todos somos, aunque no lo seamos de hecho, contagiosos.

 

El éxito de la pandemia consiste en considerarnos a todos contagios por activa y por pasiva, bien en acto o bien en potencia, según la falacia aristotélica. 

 

El arte médica se ha vuelto profiláctica en vez de curativa. No trata enfermedades, se dedica a prevenirlas; a tal fin necesita, para que existan, inventarlas. 

 

La gran peste de Marsella de 1720 supuso el primer confinamiento general de una ciudad: murió la mitad de su población y la plaga se propagó por la Provenza.