jueves, 8 de octubre de 2020

Contra el Estado Terapéutico

 (A Thomas S. Szasz, que denunció el Estado Terapéutico, in memoriam)

 

La forma de distraer la atención de la auténtica conspiración mundial que es la dictadura sanitaria es calificar de "conspiracionista" a quien osa denunciarla.

 

Tras la primera y segunda ola, llega la tercera: pasan a primer plano los suicidios, fruto del delirio colectivo derivado del empecinamiento gubernamental.

Toda persona sana es un enfermo inconsciente e irresponsable que ignora el diagnóstico y pronóstico de su enfermedad, y contagia su despreocupación a los demás.

 

Quod licet Ioui non licet boui: Lo que se permite a Júpiter no se le permite al buey: seducir y montar, fogoso semental, a la joven y bella Europa por ejemplo.

 

Hay quienes, muchos, aceptan como verdaderamente real lo que de hecho es falso, y rechazan por considerarlo falso lo que es en realidad verdadero de verdad. 

 


Solemos prestar mucha atención, demasiada, a la adquisición de nuevos hábitos, y demasiado poca o ninguna a lo más importante, a desprendernos de los viejos.

 

Tarde o temprano todos acabamos siendo declarados enfermos mentales, según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, la biblia del psiquiatra. 

  

Contra Dios, ateísmo; contra el Estado, anarquismo; contra el antroponcentrismo y el Hombre, medida de todas las cosas según Protágoras, además: antihumanismo.

 

Si filosofía es el amor a la sabiduría, fobosofía es el miedo y odio a la misma, que califica torticeramente a la verdad de brutal y a la mentira de piadosa.

 

El patógeno inquilino que invade nuestras células es la metáfora bélica perfecta y enemigo ideal que justifica la segregación de las ovejas negras del rebaño. 

 

 

 

Tanto decirnos que viene el lobo, que tengamos cuidado con él, y al fin fue peor el matadero al que nos llevó el "buen" pastor que el hipotético lobo carnicero.

 

(De Cavafis) Al fin se hizo la noche y los invasores no llegaron. Los negacionistas afirmaban que los bárbaros no existían. ¡Lástima, porque eran una solución!

 

La idea paternalista y religiosa de que el Estado tiene el deber moral de proteger a las personas de sí mismas no justifica éticamente la coerción autoritaria.



 

Era un sarcasmo sangrante considerar como hacía la opinión pública gran filántropo al famoso multimillonario, a él, que no amaba a la humanidad, sino el dinero.

 

El Estado Terapéutico, so capa de salud pública, nos arrebata la libertad, más preciosa que la vida: o somos agentes patógenos en acto, o lo somos en potencia. 

 


 

Nuestra vida es una enfermedad de la que se ha apoderado la clase médica desde la cuna hasta la sepultura: ni nacemos ni morimos en casa, sino en el hospital.

 

La Iglesia procuraba la salvación de nuestras almas inmortales; el Estado Terapéutico, la salud de nuestros cuerpos con igual celo: sanos y salvos moriremos.

 

¿Dónde está la frontera, si es que existe un límite, entre la medicina preventiva e invasiva y la sobremedicalización que padecemos hoy de la vida cotidiana?

 

Me opongo a la persecución de que soy objeto por motivos médicos que esgrimen la coartada de la salud pública por obra y gracia de las autoridades sanitarias.

 

El Estado Terapéutico implantado en el mundo gracias a la invención de la pandemia es la reencarnación del bíblico, tiránico y descomunal Leviatán totalitario. 

 

 

 

El doctor Stockman de Ibsen es tachado como "enemigo del pueblo" por denunciar que las aguas del balneario, principal atracción turística, están contaminadas.

 

Todos somos y estamos enfermos, y debemos colaborar por nuestro propio bien y el de la comunidad con las autoridades sanitarias, sacrificando nuestra libertad.

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