El barón de Münchhausen es un personaje literario creado por el escritor alemán Rudolf Erich Raspe en 1785 y basado en un personaje real, que se hizo popular por contar historias de aventuras fantásticas y disparatadas que nunca le habían sucedido, como cabalgar sobre una bala de cañón, viajar a la Luna y salir de una ciénaga tirándose de la trenza de su propia coleta hacia arriba, o bien, según otra versión, dependiendo de quién cuenta la historia, de los cordones de sus botas, de donde viene el término inglés bootstrapping, que en principio significaba obviamente algo imposible y después se convierte en la metáfora de un éxito logrado sin apenas recursos.
El paciente diagnosticado con síndrome de Münchhausen, que es una enfermedad mental según la biblia psiquiátrica, tiene una necesidad patológica de asumir el papel de enfermo, de malade imaginaire de Molière. Es un trastorno psiquiátrico que se caracteriza por inventar dolencias para asumir el rol de enfermo y reclamar cuidados o atención de los demás. El paciente lo hace con síntomas físicos o psicológicos fingidos o producidos intencionadamente. El origen de su motivación y su necesidad de llamar la atención no son conscientes muchas veces para el paciente, pero eso no excluye la existencia de síntomas físicos o psicológicos verdaderos.
Caricatura del barón por Gustave Doré (mendace ueritas: en lo falso la verdad)
Sucede algo parecido cuando el cuidador de un niño pequeño, que suele ser con frecuencia la madre, inventa síntomas falsos o los provoca reales para que parezca que el niño está enfermo, y justificar así su papel de abnegada cuidadora entregada y ejemplar madre de familia.
El síndrome de Münchhausen es un trastorno mental facticio o artificial grave en el cual una persona engaña a los demás haciéndose el enfermo, enfermándose a propósito o llegando a lastimarse a sí mismo para reclamar su atención, pero también puede producirse, y es lo que me interesa subrayar aquí ahora, cuando los miembros de una familia o las personas responsables del cuidado de otras declaran falsamente que otros, por ejemplo los niños, están enfermos, lesionados o afectados.
Llevado esto del terreno privado a lo público, hay, por lo tanto, un
síndrome de Münchhausen inducido por las autoridades sanitarias y
por la prensa al servicio de los gobiernos como el que estamos
padeciendo en la actualidad todos los españoles, y diría que todos
los europeos y americanos, por lo menos, a los que nos hacen creer,
aplicándonos la puritana prueba del algodón que siempre va a
detectar alguna impureza, que estamos contagiados aunque no tengamos
síntoma alguno de enfermedad o, en su defecto, que podemos estarlo
por contacto con los demás, por aquel dicho que Hobbes tomó de
Plauto de que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini
lupus), que Victor Hugo recreó como homo homini monstrum, un mostro,
y que la OMS ha convertido en homo homini virus: que somos un virus,
o sea, un veneno los unos para los otros. Es decir, que o somos
enfermos de hecho o, al modo aristotélico, lo somos en potencia
porque podemos incubar el virus en los próximos catorce días, con lo que nos enferman privándonos de salud.
Tratar a la gente que no está enferma como si de hecho lo estuviera, obligándola a tomar medidas profilácticas demenciales como el distanciamiento social, la imposición de mascarillas naso-bucales, la cuarentena o aislamiento, que en España se convirtió en arresto domiciliario, el lavado compulsivo de manos con geles hidroalcohólicos en lugar de con agua y jabón, la reducción a seis personas como máximo de las reuniones sociales o familiares, que son ahora el foco de la infección, y lo que venga, que ya se verá y puede ser cualquier cosa, es obligarla a adoptar el síndrome de Münchhausen.
¿Por qué los Estados tienen la necesidad de inducirnos dicho síndrome? La respuesta es bien sencilla: porque necesitan justificar su existencia. Las autoridades sanitarias que velan por nuestra salud deben privarnos de ella, es decir, considerarnos pacientes sujetos a su autoridad, para justificar que haya un Estado Terapéutico, que es la última de las reencarnaciones de Leviatán, el Estado Totalitario, que nos está tocando padecer en los albores del siglo XXI.
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