jueves, 2 de mayo de 2024

Día internacional del trabajo

    En el cartel institucional del Ministerio de Trabajo y Economía Social del Gobierno de España se lee: "Día internacional del trabajo". La efeméride se festeja con un diseño gráfico bastante ilustrativo de la realidad laboral: En primer término se ve una futbolista, habida cuenta de su larga coleta, que es un guiño feminista a la campeona del mundo y máxima goleadora de la selección española, pisando un balón que en realidad es un reloj que marca las tres y que a la vez parece un sol resplandeciente. Lo más sorprendente de todo es la figura central y lo que significa y conlleva: que el balompié se considere un trabajo y que sea el centro de la composición. 

    Tras ella a la derecha una camarera con una bandeja en alto que va a servir tres vasos de trago largo, o quizá jarras de cerveza; una limpiadora con su fregona y su caldero respectivos, y un albañil colocando ladrillos en un muro tras una hormigonera; a la izquierda, una química con bata blanca, gafas y una probeta de laboratorio; un jardinero con un rastrillo, visera y traje verde con franjas reflectantes amarillas, y un ciclistas que, a primera vista parecería que está practicando deporte, pero que en realidad es un ráider o repartidor de comida rápida a domicilio en bicicleta, que carga a sus espaldas con la mercancía. 

 

    Gráficamente queda así reflejado el mundo del trabajo que se festeja internacionalmente el primer día de mayo, y que en esta ocasión ha sido alentado por el Gobierno de España que reivindica -¿a quién, a los empresarios, al dinero mismo?- "reducir la jornada laboral para vivir mejor", con un eslogan ambiguo donde los haya porque reducir la jornada laboral no significa eliminarla ni muchísimo menos, como podría parecer a simple vista, sino todo lo contrario: reducirla es una forma sutil de fortalecerla, e incluso de aumentarla o intensificarla si se pretende hacer el mismo trabajo en menos tiempo. 

     Como el trabajo no puede ocupar todo el tiempo del que disponemos porque sería insufrible, hay que dosificarlo, hacer que alterne con el ocio, para eso se creó la semana laboral con su fin de semana, lo mismo que las vacaciones, que sirven para recargar las pilas y volver al tajo con renovadas fuerzas y energías. El trabajo justifica así la imposición del calendario laboral con sus días de trabajo y sus festivos, y sus puentes y vacaciones. Sin el trabajo, el calendario no tendría ningún sentido, como tampoco el reloj que cuenta las horas.

 

     Se habla ahora incluso de ampliar el fin de semana a tres días: viernes, sábado y domingo, y reducirla efectivamente a cuatro días, lo que lejos también de acabar con el concepto de "semana laboral", como parece a simple y primera vista, lo que hace es robustecerlo todavía más. 

    El eslogan gubernamental dice "para vivir mejor", porque de alguna manera está reconociendo que el trabajo no es vida propiamente dicha, sino que esta comienza cuando uno sale de trabajar y olvida el sufrimiento acumulado. El eslogan gubernamental parece liberador porque es como si dijera lo que verdaderamente todo el mundo quiere en su fuero interno: Eliminar la jornada laboral para vivir. Pero no dice "eliminar" sino reducir un poco, unas minutos, unas horas, para poder no vivir simplemente, sino sobrevivir un poco mejor. 

 

    Estos buenos propósitos gubernamentales del Ministerio de Trabajo y Economía Social -¿quién ha inventado el sintagma "economía social"?-  no pueden ir acompañados de una reducción de salario y consiguiente merma en los haberes de los trabajadores, sino, paradójicamente, de todo lo contrario: un aumento de sueldo, por eso los trabajadores que han festejado el día internacional del trabajo no trabajando y saliendo a manifestarse a la calle en procesiones organizadas por los sindicatos mayoritarios reivindican "menos trabajo y más salario", lo que lejos de suponer una amenaza para el mercado laboral es su apoteosis. Así los trabajadores pueden ir tirando un poco más, aguantando hasta el día jubiloso de la jubilación en el que dejen de trabajar definitivamente y sigan cobrando por haber dedicado los mejores años de su vida a la servidumbre laboral hasta que mueran.

miércoles, 1 de mayo de 2024

La fascinación del Santo Padre

     Cuenta el venerable Beda que el papa Gregorio I se acercó un día casualmente a la plaza del mercado de Roma donde unos mercaderes exponían su mercancía recién llegada a la vista y codicia del público. Se abrió paso el Santo Padre entre la muchedumbre que se agolpaba para ver lo que se mercaba en la subasta y pujar si se terciaba en el regateo. Gregorio descubrió, movido por la curiosidad del espectáculo, una entre las demás mercaderías que le fascinó -fascinación es en efecto, la palabra, habida cuenta de su significado etimológico de 'falo divino'- desde el primer momento. No eran cosas sino personas las que, convertidas en mercancía, estaban en venta y pública almoneda: cuerpos semidesnudos, bien torneados, de una mirada arrogante y un tanto fiera, en la flor de la edad, de porte delgado y esbelto.

La iglesia de Cristo nunca se opuso a la esclavitud, sino que propugnaba que se diera un trato humanitario a los esclavos lo que, lejos de desautorizar la servidumbre proclamando la igualdad de todos los seres humanos, le daba a ésta carta de naturaleza de hecho. Al fin de cuentas, Dios era nuestro Señor y todos los seres humanos éramos, a más de sus criaturas, sus siervos. 

No se escandalizó Gregorio de que se subastaran esclavos. Lo que le embargó fue la emoción íntima de un placer estético. Sintió un íntimo cosquilleo en el escroto o funda de los testículos, como si su miembro viril estuviera a punto -Dios no lo quisiera- de alcanzar una erección pecaminosa.

San Gregorio y los británicos: "No son anglos, sino ángeles"
 

No sabía a quién mirar con más detenimiento, pues en cada cual encontraba algún rasgo que lo hacía particularmente bello. Tenían la piel blanca y casi desprovista de vello, si acaso una ligera pelusa sombreaba las piernas como un baño de oro o florecía en los sobacos o en las ingles, los rasgos armoniosos y delicados, y estaba claro que, a pesar de su equívoca belleza de espíritus súcubos, no eran mujeres -a uno le había visto bien a las claras las verijas; a otro le vio las nalgas y juró que nunca había visto trasero más tentador y seductor a ninguna puta, ni siquiera el culo de su preferida del Trastévere, una muy bella moza entre cuyas piernas hallaba consuelo. Pero había algo muy femenino y, por lo tanto, diabólico y luciferino en aquellos cuerpos, no le cabía la menor duda de eso.

No podían considerarse bárbaros aquellas angelicales criaturas. Tenían, además, el aire de patricios altivos y no de vulgares plebeyos, las greñas rubias como las espigas de trigo que sueñan convertirse en pan ázimo, y largas y muy hermosas, y los ojos, cuya mirada ya se ha dicho que albergaba la arrogancia acaso de su antigua libertad, cerúleos como las aguas del mar que refleja el cielo. 

El Sumo Pontífice preguntó a los tratantes, sin quitar la vista de encima a los prisioneros de guerra y a sus desnudos cueros, de qué rincón del mundo procedían aquellas criaturas. “Son de la isla de Britania, de la nación de los anglos -le respondieron-, donde todos tienen más o menos las mismas pintas de traza y aspecto”.  

"¡No son anglos, son ángeles!"

Gregorio, que nunca había visto a nadie igual, preguntó sin quitarles la vista de encima si ya habían recibido las aguas sagradas del bautismo o si todavía eran bárbaros infieles y salvajes aquellos isleños. “Aún son paganos, Santidad” le respondieron. “¡Ay!” Exclamó Gregorio con un suspiro que le salió del alma, que le brotó de lo más hondo de las entretelas del corazón y sus adentros-, "¡Qué pena! ¡Qué lástima que una juventud tan lozana como esta esté todavía a merced del Príncipe de las Tinieblas! ¡Qué pesadumbre que unos cuerpos tan hermosos alberguen unas almas hueras del don de la gracia del divino sacramento! Si son... -exclamó con una lágrima de verdad en los ojos, visiblemente emocionado ante tanta belleza tan turbadora, una lágrima que no le dejaba acabar la frase ahogándole la voz-, si son como los propios ángeles del Cielo".

    Poco después serían enviadas hordas de monjes católicos, apostólicos y romanos desde la Ciudad Eterna por orden del Santo Padre a evangelizar a anglos y sajones, a los que no deslumbraron con la luz del Evangelio, sino que los dejaron, inculcándoles la fe y la moral judeocristiana, literalmente ciegos.

martes, 30 de abril de 2024

¿Quién es el puto amo?

    Uno de los usos del adjetivo malsonante “puto, a”, al menos en el español que se habla actualmente en las Españas, es, colocado delante de un sustantivo, el de aumentativo o enfatizador, que sirve tanto para expresar conceptos positivos (de puta madre, o en grado superlativo: de putísima madre) como negativos (de puta pena, de puto culo...). 
 
    Recuerdo a propósito del primer ejemplo la anécdota de un estudiante norteamericano de español que, no habiendo entendido bien el sentido de la expresión de puta madre, que por otra parte oía muy a menudo cuando a la gente le iban bien las cosas, la trafulcaba y decía puta tu madre, incluyendo un posesivo cariñoso y afectivo que convertía la expresión positiva en uno de los mayores insultos y ofensas contra la madre de un interlocutor, el cual se veía así indirectamente tachado de hideputa. 
 
 
    Es frecuente oír la expresión "soy el puto amo", sobre todo en registros coloquiales, no exenta de cierta chulanganería cuando alguien quiere alardear ante sus amigos y conocidos con fanfarronería de alguna de sus habilidades. Decimos que alguien es “el puto amo” cuando es el mejor en algo, el líder supremo, el campeón absoluto en lo suyo –o al menos el que creemos que lo es– y cuando despierta nuestra admiración y envidia más profunda, ya se trate de un deportista coronado de éxitos, de alguien experto en lo suyo o de un político muy bien valorado. 
 
    En este último sentido, el ex alcalde de Valladolid y actualmente Ministro de Transporte y Movilidad Sostenible del Gobierno de España ha dicho que el presidente del ejecutivo progresista, que se había retirado durante cinco días a meditar para decidir si dimitía o seguía con la carga del cargo, era "el puto amo". Comparando a dos presidentes socialistas españoles, dijo del cronológicamente primero que tuvo "mucho predicamento en el exterior", pero que el actual "no es que tenga predicamento, es que... es el puto amo" Y añadía: "Esa es la realidad." Y su auditorio, entregado, irrumpía en aplausos. Así que volvía a repetirlo: "¡Es el puto amo!" Y la expresión era aplaudida por su auditorio y recibida con alborozo. 
 
 
    Lo curioso era el argumentario que esgrimía: el actual presidente sabe inglés y por lo tanto no necesita ningún traductor o intérprete a su lado para desenvolverse en los foros internaciones, como si saber inglés fuera mérito imprescindible o condición sine qua non para ejercer la presidencia del gobierno, de forma que cualquier licenciado en filología o estudios ingleses podría muy bien ocupar esa dignidad. Y ha insistido varias veces en esto, afeando a su rival, que necesitaría un intérprete, porque no es capaz de chapurrear nada en la lengua del Imperio. 
 
    Así razonaba el ministro, diciendo que la izquierda, los hijos de los trabajadores, entre los que se incluía él, incluía al presidente y a todo su auditorio, "estamos mejor preparados que ellos". Copio sus palabras literales, que no tienen desperdicio: "Permitidme que os diga una cosa, esto -hay gente que podrá decir que no es importante- pero, hombre, que los hijos de los trabajadores, que somos nosotros, seamos los más preparados frente a los que han tenido todas las oportunidades del mundo, todas, en nuestro país, que seamos los de la izquierda, eh, los hijos de los trabajadores, los que podemos poner encima un currículum, una educación y una formación, y una preparación para la vida de hoy, para el siglo XXI, y los que han tenido todas las posibilidades no sean capaces todavía ni siquiera de chapurrear un poquito de inglés, y pretendan ir a representar a nuestro país a los foros internacionales con un traductor al lado, cosa que ya no pasa, no le pasa a ningún líder de ningún país del mundo, es..." No acaba la frase. 
 
 
    Al parecer el requisito imprescindible, que el presidente actual del gobierno cumple, es poder hablar inglés, para decir "yes, of course", o amén, como se decía antaño, a lo que está mandado, a la Alianza Atlántica, pongo por ejemplo. Y en ese sentido no puede decirse que nuestro presidente sea él el puto amo, título que le correspondería más bien al presidente norteamericano, que está gagá y senil por otra parte, sino que sería más bien el último de sus vasallos. 
 
    Pero no nos engañemos ni nos hagamos ilusiones. El título de Puto Amo, con mayúsculas honoríficas, no le corresponde a ningún político, ni a ningún individuo personal con nombre propio y apellidos, sino a... ¿A quién le corresponderá? No a los que mandan, porque los mandamases son al fin y al cabo los más mandados. ¿Quién será entonces el puto amo del mundo de verdad? ¿Alguien lo sabrá?

lunes, 29 de abril de 2024

"La vraie vie est absente"

    Si le metemos al traductor de Gúguel la frasecita que escribió el poeta adolescente Arthur Rimbaud (1854-1891) en su Descenso a los infiernos "La vraie vie est absente",  nos da la siguiente traducción: "falta la vida real". Ante este resultado que le deja a uno ojiplático, porque uno esperaba la traducción literal "La verdadera vida está ausente" o, en su defecto, "La vida verdadera está ausente", con inversión del adjetivo, llama bastante la atención que traduzca "vraie" verdadera por real, equiparando -craso error- la verdad con la realidad, cuando lo que quería decir el poeta de Charleville era precisamente que la vida real era una farsa, un simulacro, una pseudo-vida. 
 
 Arthur Rimbaud
 
    Pero el traductor electrónico de esta santa casa que nos aloja nos dice, y se queda tan ancho, "la vida real". Traducir "falta" en vez de "está ausente" es comprensible, pero traducir "vraie" por real no lo es en absoluto. 
 
    Recurro a otro traductor electrónico DeepL y me da los siguientes resultados, igualmente disparatados: "La vida real está ausente", con sus variantes alternativas "la vida real no existe" y "falta la vida real". Esta confusión de la realidad y la verdad es bastante significativa e insidiosa y no debería pasarnos desapercibida.
 
 
     ¿Qué podemos decir de ello? Que se ha perdido en la traducción la intención de la frase, lo que quería decir, y se ha trafulcado totalmente. "Vraie" significa "verdadera" y la duda que nos cabe es la colocación del adjetivo, si antepuesto o pospuesto al sustantivo. Tanto en francés como en español la posición habitual del adjetivo es después del nombre, pero hay algunos que pueden anteponerse, aunque no sin riesgo de que a veces cambie el significado: No es lo mismo, en efecto, un hombre pobre, donde pobre quiere decir que no tiene recursos económicos  que un pobre hombre, donde significa desgraciado, infeliz. Como no es lo mismo un "viejo amigo" que un "amigo viejo". Con estos ejemplos se ve que ciertos adjetivos, los llamados "adverbiales", si se anteponen al sustantivo, expresan una cualidad circunstancial, mientras que si van detrás expresan una cualidad propia o sustancial. Expresan significados análogos a los de los adverbios, pero no dejan de ser formalmente adjetivos con moción de género y número. Estos adjetivos no son intersectivos: no aportan cualidades o propiedades a los sustantivos. 
 
Tumba de Arthur Rimbaud (Charleville)
 
     Al hilo de esto se me ocurre preguntarme si era lo mismo "la verdadera vida" que "la vida verdadera", y parece que no es el mismo caso, lo que no significa que sean expresiones sinónimas, porque hay una pequeña diferencia: la verdadera vida quiere decir "lo que es la vida verdaderamente, la vida que importa" mientras que en el segundo caso significa la 'vida auténtica, que se ajusta a la verdad, objetiva', contrapuesta a 'falsa'. 
 
    El propio poeta de Charleville escribe en la misma obra "La vie est la farse à mener par tous". Meto esa frase en el traductor de esta santa casa y me da la siguiente versión: "La vida es una broma para todos", cuando la traducción esperable sería: la vida es la farsa que todos llevamos a cabo, o más literalmente: la vida es la farsa que todos hemos de llevar a cabo. O si se prefiere una traducción más libre, libérrima, y literaria: La vida es un baile de máscaras en el que todos participamos. 
 
 
    La verdadera vida está ausente, escribió Rimbaud, porque la vida que está presente es falsa, no es vida propiamente dicha, sino una forma de muerte y mortificación. No se puede decir que la verdadera vida sea la vida ideal tampoco, la vida que hemos soñado o deseado o con la que hemos fantaseado, porque no podemos dar una definición positiva de ella, sino siempre negativa: Esto no es vida, como siente y dice cuando habla con el corazón en la mano la gente. Quizá eso es lo que quería decir Adorno cuando cita al inicio de sus Minima moralia la frase Das Leben lebt nich: "La vida no vive".

domingo, 28 de abril de 2024

"Generando sinergias"

    A uno le producen arcadas las declaraciones de la Ministra de Sanidad del Reino de las Españas a propósito del aumento de los mal llamados gastos de defensa, gastos militares en realidad, que defiende su gobierno. La ministra que ha dicho muchas veces que nuestro país es puntero en materia sanitaria y en la lucha contra el tabaquismo, cambia ahora la salud, que debería ser lo suyo, por las balas.
 

    La locutriz televisiva le pregunta: -Fíjese, le quiero hablar también de ese aumento en el coste de defensa, que nos hemos enterado además de una forma así muy anecdótica. A Sumar ¿cómo se le queda el cuerpo cuando en el Consejo de Ministros el Gobierno firma un aumento en el coste de defensa? 
 
    La ministra, que parece incapaz de articular una frase y acabarla cuando la empieza,  contesta: -...Bueno, por lo que yo sé, eh, España está en un coste de defensa bastante inferior ¿no? Quiero decir que estamos en unos costes de defensa que son bajos, eh, y bueno, pues,... no, no me sé exactamente, eh, los datos pero, pero bueno quiero decir que en relación a otros países tenemos, eh, costes de defensa y los costes de defensa, bueno, pues siempre están ahí en el presupuesto. Esto es innegable. 
 
    Obsérvese cómo en la respuesta poco articulada que da no hay ningún razonamiento ni coherencia lógica. Estamos gastando poco en defensa en relación con otros países. Pero no sabe los datos, solo sabe que es poco. Y no se para a pensar si eso es bueno o malo. Simplemente dice que como es poco hay que gastar más para ponerse a la altura de los demás, porque los gastos de defensa “siempre están ahí, en el presupuesto”.
 
    Eso le parece que es innegable. Vamos, que si a alguien se le ocurre negarlo y decir que no había que gastar ni un céntimo en el ejército, seguro que va y lo llama negacionista de extrema derecha.
 
    Mientras la sanidad pública que ella regenta agoniza, le parece a la señora ministra que el gasto militar español es bajo, así que hay que aumentarlo.  Los progres en el Consejo de Ministros y Ministras, como los Verdes en Alemania, que se han pasado al caqui, como la socialdemocracia siempre, son favorables a ponerse a la altura de los demás, que es en este caso la altura del betún.
 
 
     Esta Ministra incapaz de articular un discurso mínimamente coherente, que echa las campanas al vuelo afirmando que nuestro país está liderando muchas cosas: somos líderes en trasplantes, somos líderes en ensayos clínicos, somos líderes en terapias avanzadas y "somos líderes en muchas materias de sanidad no siempre conocidas", palabras literales suyas, ha defendido también, siguiendo la visión del Estado Emprendedor, del Estado-que-avanza, que-se-hace-cargo, que-innova de la economista Adriana Mazzucato, la colaboración entre Estado y capital, entre el capital público y el privado -capital al fin y al cabo uno y otro- con una metáfora médica de fácil comprensión para los pacientes febriculosos, es una pauta de anestesista básica, dice: Está el paracetamol por un lado y, por el otro, está el ibuprofeno. Lo puedes tomar separado. Si los tomas juntos cada cuatro horas, tienen un efecto sinérgico. Hay políticas públicas y privadas que también tienen este efecto. Ha venido a decir, con la comparación, que la sanidad pública y la privada tienen un efecto sinérgico, o sea, colaborador, en román paladino, y que colaborando obtienen un "win-win" o beneficio mutuo.

 El Ministerio de Sanidad está "generando sinergias" con la industria farmacéutica. Defender la colaboración de lo público y lo privado como la mezcla de paracetamol e ibuprofeno es cosa grave: cuando te lo recetan y te dicen que mezcles ambos productos puedes darte por jodido, como se dice vulgarmente, porque es que no tienes nada bueno.
 
      ¿Qué hemos aprendido de la pandemia? Aparte de que hay que estar en forma, chavalote, para poder correr cuesta arriba con mascarilla puesta como Dios manda sin ahogarse, es que para defender la sanidad pública hay que aumentar el gasto militar, de lo que puede colegirse que la industria farmacéutica está ligada a la de armamento.

sábado, 27 de abril de 2024

Notas marginales

Hay un adoctrinamiento perverso que no consiste en inculcarle a la infancia una ideología política o religiosa, sino la sumisión a la Realidad, falsa como es. 
 
 Se ha instalado entre nosotros una nueva forma de gobernar que consiste en vivir en un perpetuo estado de alarma emergente que causa la tensión que padecemos.
 
 Dicen que el Ejército y los militares son los mayores defensores de la paz, pero no es verdad: la paz que aman no es sino la victoria que resulta de la guerra.


  El nacionalsocialismo y el fascismo son los viejos fantasmas del pasado que suelen emplearse para desviar la atención de las nuevas formas de dominio mercantil.

  El trabajo, fuente de accidentes laborales graves y mortales, mata siempre a la gente, que se mata yendo al trabajo, se mata trabajando y se mata a trabajar.

 El enemigo actual y auténtica amenaza es el régimen democrático que padecemos, y no lo vemos porque nos ponen otros vestiglos fantásticos horribles por delante.
 
 Habría que precisar mejor el aforismo de Jules Renard de “La muerte de los otros nos ayuda a vivir”, como “...nos ayuda a creernos vivos” por contraposición.


 Preocuparse o, lo que es lo mismo, ocuparse de algo antes de que suceda no facilita que vaya a pasar en el futuro, y estropea además el presente complicándolo.
 
Requiescat In Pace. Desear a los muertos que descansen en paz es un reconocimiento implícito de que la existencia es struggle for life y una guerra sin cuartel. 
 
 Nos engañaron con que las vacunas evitaban la muerte. Sale la verdad del pozo y reconocen treinta y cinco mil muertos en España a causa del virus... vacunados.
 

Muere, atropellado por un automóvil, un ráider, 'jinete' en la lengua del Imperio, que se ganaba y jugaba la vida repartiendo comida a domicilio en bicicleta.  

El síndrome de desgaste profesional, trabajador quemado o burnout en la lengua del Imperio es la consecuencia de la explotación laboral que uno se autoinflige.

La gente que no sabe leer y escribir, si aún queda algún analfabeto por fortuna y gracia de Dios en las Españas, no comete nunca al hablar faltas ortográficas.

viernes, 26 de abril de 2024

Guerra higiénica (y II)

    Cuatro años después de la declaración de guerra al virus, hemos pasado del capitalismo vírico al capitalismo bélico.  Ahora el camino hacia la guerra tradicional se presenta como la mejor receta médica: Europa debe recuperar la “higiene democrática”. Rusia y China son peligrosos víruses que hay que erradicar mediante sanciones y bloqueos.

       La guerra es una higiene, otra vez, democrática. Recuérdese la metáfora del cordón sanitario que las democracias neoliberales occidentales tanto de derechas como de izquierdas quieren poner al fascismo y a la extrema derecha, o al totalitarismo, como si ellas mismas no fueran la expresión más cabal de eso mismo que quieren acordonar. 
 
    Hablamos de democracias liberales, pero, como dice la gente, donde hay capitán no manda marinero. Solo una única mano fuerte puede guiar la nave del Estado, escribía Platón precisamente para rechazar la democracia. Eso también lo comparten la pandemia y la guerra que se ha instalado en el imaginario colectivo europeo: con ellos se ha instaurado la figura del Gran Timonel más temible que todos los dictadores: el Capital todopoderoso, de los fondos de inversión que antes invirtieron en farmacia y ahora lo hacen en multinacionales energéticas y en industria militar, sin olvidar la industria tecnológica que está detrás de todo. 
 
    Nuestro pasado sacrificio fue en nombre de la Ciencia, que era la nueva religión, y hoy lo es la defensa de la democracia, que ha venido a sustituirla. Con la pandemia se crearon algunas metáforas. El Estado de alarma, de excepción, de sitio o como quiera denominarse se ha convertido en la nueva normalidad, se convierte en la regla.  La suspensión temporal de los derechos se hace permanente, como denunció Agamben, y como reconocía la gente de a pie cuando decía "esto que nos ha caído de arriba no puede ser bueno" y "ha venido para quedarse".
 

     De una alarma vamos saltando a otra: antiterrorista, climática, vírica, bélica... Por eso no se oye ningún NO a la guerra. No sería raro no vamos a decir mañana, sino hoy mismo que a las ocho de la tarde sonara la sirena y algunos, acostumbrados como están a hacer lo que les mandan, salieran a aplaudir a los balcones.
 
     Recordemos a los rastreadores, aquellos profesionales encargados de seguir el rastro de todas aquellas personas que hubieran estado en contacto con un positivo -el enemigo portador del virus- para controlar la situación según los protocolos. 
 
     Recordemos los Códigos de Rápida Respuesta o códigos QR, erre que erre, que eran el salvoconducto o pasaporte sanitario que nos daba acceso a volar y a entrar en establecimientos públicos: bares, restaurantes...
 
    Recordemos el control policial en cada esquina revisando tu permiso de movimiento o el tique de la compra. 
 
 
    Recordemos a los sanitarios disfrazados de astronautas que nos apuntaban a la cabeza con una pistola termométrica. 
 
    Recordemos que si no estábamos vacunados nos negaban el pase para visitar a nuestros familiares hospitalizados.
 
    Recordemos al Ejército desplegado en cada pueblo rociando con gel casas y aceras, como si el virus estuviera allí depositado. 
 
   Recordemos la presencia militar de los tres ejércitos en las calles y en las pantallas, y el vocabulario bélico omnipresente.
 
    Recordemos cómo nos enseñaban a ponernos y quitarnos la mascarilla y los guantes, como si fuéramos idiotas.
 
      Recordemos a la regenta de la UE que nos instruía en un vídeo que se hacía viral, mezclando pedagógicamente la teoría y la práctica y predicando con su ejemplo, cómo había que lavarse correctamente las manos con agua y con jabón.
 
 
     Hemos a raíz de todo aquello aprendido muchas cosas que pueden sernos muy útiles en caso de guerra y que forman parte de la economía bélica: racionamiento en las compras (sólo se podían comprar artículos de primera necesidad, recuérdese la discusión sobre lo que era necesario para cada cual y lo que no), toques de queda, e incineración de ancianos muertos en las residencias de los que sólo daban a sus familiares las cenizas. 
 
   Recordemos cómo hace cuatro años no voy a decir que renunciamos a la libertad que no teníamos en nombre de la seguridad que nunca tendremos, pero sí que abrazamos lo que llamaron Nueva Normalidad con resignada mansedumbre. Por eso ahora, en 2024, no va a ser muy difícil que sigamos haciendo lo mismo so pretexto de la amenaza de una guerra a las puertas, acostumbrados como estamos a seguir dócilmente los protocolos. Estos lodos precisamente vienen de aquellos protocolos.

jueves, 25 de abril de 2024

Pareceres XLVI

226.- Ningún lugar donde esconderse. Los mayorales de los gobiernos del mundo compiten entre sí en ver quién puede etiquetar y cómo hacerlo mejor a su respectiva ganadería. Se han logrado grandes avances en este campo gracias al diseño de la identidad biométrica para las reses -del latín res rei 'cosa', y también 'propiedad'- que somos las personas. Gracias al reconocimiento facial, los usuarios ya no tenemos que llevar encima ningún documento: nuestra cara es nuestra identidad, el espejo de nuestra alma, nuestra huella 'digital': la máscara, la persona. Al principio será algo voluntario, siempre por nuestra seguridad y comodidad. Pero acabará imponiéndose por la fuerza, ya lo veremos, y al final no habrá ningún lugar donde esconderse.
 
 
 227.- Psicólogos de guardia en acción. Que los psicólogos son los nuevos curas de almas, los sacerdotes laicos del siglo XXI es algo de lo que no me cabe ninguna duda. Cuando hay un accidente con víctimas humanas lo primero que hacen ahora es enviar urgentemente una legión de psicólogos de guardia a atender a las familias de los fallecidos con su consuelo laico. El Gran Hermano ya no manda curas cristianos, no vayan a ser los familiares ateos, agnósticos, musulmanes o budistas: las familias de las víctimas están siendo atendidas psicológicamente por equipos de Cruz Roja, con sus chalecos visibles, a la espera de identificar a sus allegados fallecidos en el trágico accidente. ¿Para qué los mandan? Para que los supervivientes acepten la realidad, para que se resignen. En el fondo es la misma resignación cristiana de siempre pero sin Cristo, reforzada con consumo masivo de tranquilizantes y ansiolíticos o disolventes de ansiedades y terapia de grupos. Psicólogos, vendedores de humo, mercachifles de dura y cruda realidad en cómodos plazos y mesuradas dosis: doradores de píldoras. Aceptación de la realidad. ¡Qué triste! Tantos años de estudio para hacernos tragar la realidad por un tubo sin que se nos indigeste. Almas enfermas las nuestras: por poco nos venimos a bajo: la separación de una pareja, la muerte de un familiar o un ser querido: cosas ellas que son imposibles y que, sin embargo, pasan. Ellos están para levantarnos el ánimo y el ánima, para levantar la moral y la realidad, pase lo que pase, para sostenerla y no enmendarla, para que no dejemos de creer: en definitiva, para que traguemos. 
 
 
 228.- ¿Vale más prevenir que curar? Pocas frases son más cacareadas que esta de  “más vale prevenir que curar”, y su mensaje parece irrefutable. Sin embargo, hay un problema: ¿Qué es lo que se pretende prevenir? La enfermedad, por supuesto. Según esta frase, la prevención conduciría a la salud entendida como ausencia de enfermedad. Pero ¿quién determina si uno está enfermo? Doctores tiene la Iglesia de la Ciencia para eso. Los médicos determinarían quién está enfermo y quien está sano porque no está enfermo. Esta definición de salud como ausencia de enfermedad entra en conflicto con la definición de la OMS de  salud, que dice que "la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no simplemente la ausencia de enfermedad o dolencia". Pero según esta definición, nadie estaría nunca sano porque nadie alcanzaría ese estado de completo bienestar físico, mental y social... Según la definición de la OMS todos estaríamos enfermos. Los médicos y otros profesionales de la salud no son las personas que definen la salud. Se necesita un debate mucho más amplio, y deshacerse de la palabra “prevención”, con su definición deficitaria de salud, podría provocar el debate, porque la gente se sorprenderá de que se abandone una palabra tan querida. Hay que insistir en que no siempre es mejor prevenir que curar. Pero la medicina preventiva que te pone la venda antes de que te hagas la herida está desbancando cada vez más a la medicina curativa, y no deja de ser un despilfarro de dineros. 
 
 
229.- Monarquía o república. Un político indepe(ndentista) reivindica la República "para pasar de ser súbditos a ciudadanos de pleno derecho” oponiendo 'súbditos' a 'ciudadanos de pleno derecho', como si los ciudadanos no fueran también súbditos, y más aún que súbditos, los súbditos más sumisos y perfectos, porque, ignaros de su condición, no se rebelan contra sus cadenas, creyéndose sujetos libres y no advirtiendo la contradicción de ser libre y ser o estar sujeto a un sistema, régimen político o ciudadanía, sea cual sea, ya sea de índole monárquica o sea ya republicana.  
 

230.- El Gran Dictador. Una frase atribuida a un político importante cuyo nombre, nacionalidad o lengua no importa mucho, y, además, la atribución no está consolidada -en interné hay muchas atribuciones de citas falsas- dice: “El dictador más difícil de odiar es uno mismo”. Y tiene toda la razón del mundo no porque la haya dicho quien la ha dicho, que no lo sabemos a ciencia cierta ni ahora nos importa mucho, sino porque cualquiera que la oiga reconoce enseguida que hay en ella algo, si no es mucho, de verdad y sabiduría, y cualquier la suscribiría después de haber vencido la extrañeza de escucharla por primera vez, ya que la razón es común a todos y no propiedad privada de ningún cráneo privilegiado. Y si seguimos el hilo del razonamiento que nos abre la frase, podemos afirmar que la voluntad de uno mismo es también el déspota más difícil de desenmascarar, y, por lo tanto, el tirano más costoso de derrocar. Y, sin embargo, algo nos dice desde dentro que es preciso acabar con la tiranía, proceda de donde proceda, venga de quien venga. Es preciso acabar, por amor de lo que no sabemos, es decir, de la libertad, con el Gran Dictador, con la voluntad de uno mismo.

miércoles, 24 de abril de 2024

Guerra higiénica (I)

    La cosa, si no recuerdo mal, empezó hace cuatro años cuando los gobiernos le declararon la guerra al famoso virus. Recordemos las palabras del presidente francés: Nous sommes en guerre (contre le virus). Hace cuatro años el enemigo era el virus, el virus chino, se decía, otorgándole una denominación de origen bárbara, ajena al Occidente grecorromano y cristiano. 
 
    El presidente español declaró, como el francés y tantos otros de la vieja Europa, el estado de alarma, y más tarde, el toque de queda, que denominó con el ridículo eufemismo rimbombante  de “restricción de movilidad nocturna” porque según él lo de “toque de queda” era algo cutre, una expresión trasnochada, de otros tiempos, de cuando la guerra. Nos ocultaba capciosamente así que la guerra era aquello mismo que estábamos viviendo entonces y no otra cosa, y esto mismo que estamos viviendo aquí y ahora, esta paz. 
 
       Para hacernos olvidar que la guerra era orgüelianamente la paz, hace dos años, además, retransmitieron la película de larga duración La Guerra de Ucrania, que oficialmente había comenzado con la invasión rusa el 22 de febrero de 2022, pero verdaderamente llevaba un recorrido mucho más largo sobre el terreno.  El zar ruso, se dijo medio en serio medio en broma, había conseguido acabar con el virus, convirtiéndose en el nuevo virus contra el que había que luchar. 
 
     Bob Moran, en la que es sin duda una de sus mejores viñetas, representó magistralmente este cambio de decorado. De un escenario teatral desaparecía el atrezo de la pandemia, el rótulo mismo de la palabra "pandemic" en inglés,  que era rápidamente sustituido por la utillería de guerra  y la palabra correspondiente en la lengua de Chéspir, que es "war", que a partir de ahora iba a estar enfocada en primer plano en el centro del escenario, bajo la batuta del director de orquesta.
 
    La guerra era la higiene que se imponía por doquier, haciéndose realidad las palabras del Manifiesto Futurista (1909) de Marinetti, que se anticipó a las dos guerras mundiales del siglo XX y a todos los manifiestos de las vanguardias artísticas: Queremos glorificar la guerra —única higiene del mundo—, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer.  
 
    La guerra se ha glorificado declarándola bajo el manto de la higiene -sanitaria en el primer caso y democrática en la lucha contra los regímenes totalitarios de las potencias emergentes que ponen en peligro la hegemonía de la alianza atlántica-, y en ese sentido se glorifica constantemente la labor del ejército -el militarismo- y el patriotismo deportivo. Marinetti, que sentenció que un automóvil cualquiera era más bello que la Victoria de Samotracia,  quería glorificar el gesto destructor de los anarquistas que ponían bombas, el terrorismo, que lejos de atentar contra el sistema lo que hacía era, como se ve, fortalecerlo. Y lo que se glorifica de ese modo son las ideas que matan porque son las que dan sentido a la vida, los nuevos dioses que exigen sacrificios humanos por los que se debe morir, y también el desprecio de la mujer, que va de la mano de su poderío o empoderamiento que las equipara a los varones.  
 
     
    Otra viñeta de Bob Moran representa lo que parece la caricatura de Winston Churchill habida cuenta de su puro y sombrero emblemáticos pintando en un lienzo la blanca paloma de la paz con la rama de olivo en el pico  con unos botes de pintura que son:  sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, haciéndose eco de su famosa frase: I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat ("Sólo puedo ofrecer sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor"). Viene a ser una expresión moderna de la justificación que ya se dio desde los romanos de la guerra: si uis pacem, para bellum: si quieres la paz, dispara la pistola.

martes, 23 de abril de 2024

Cuidado, porque Sanidad...

    Resulta conmovedor que una cadena de televisión como “La Secsta”, que te llamaba idiota en 2021 si no ponías el brazo para que te pincharan inyectándote algo, no se sabía muy bien qué, se retracte de alguna forma ahora dando una información como la que sigue a propósito del pasaporte y de la vacuna del virus coronado. 
 
    Pero no deja de ser lamentable cómo lo hacen: deprisa, corriendo y mal en un par de minutos escasos. A la vez que te están diciendo lo que estás oyendo, estás viendo que el Real Madrid no sé qué y no se cuánto, una mosca superior te informa de que a las 22,30 echan no sé qué película, que si La Real Sociedad y el Getafe... Y las imágenes de los que hablan se mezclan con escenas de hospitales y vacunaciones. Y encima a veces ni se entiende lo que dicen, hablan deprisa, se atropellan, se interrumpen, como deseando pasar página y a otra cosa mariposa... Pero lo dicho, dicho queda, y por si acaso lo transcribo yo ahora aquí, para que quede constancia escrita, salvo error u omisión. 
 
 
    -Cuidado porque Sanidad admite ahora que sí, que más de treinta y cinco mil vacunados se murieron a causa del coronavirus. 
    -Sí, esto se ha sabido durante el fin de semana. La primera noticia es que el Ministerio de Sanidad contestaba a la Asociación Liberum, que llevan desde 2020 denunciando que el pasaporte cóvid y la obligación de ponernos la vacuna era un engaño y una imposición, y lo estaba denunciado. Bueno, finalmente el Ministerio de Sanidad reconoce que siete millones y medio de personas vacunadas se terminaron contagiando del cóvid y fallecieron más de treinta y un mil personas. Y estamos hablando solo de personas fallecidas. Pero la novedad del día de hoy es que, además, el Ministerio de Sanidad hace una segunda respuesta que exigía que tuviera responsabilidades. Y esto es lo que dicen. Lo escuchamos en un comunicado del Ministerio de Sanidad: “El ciudadano que recibe voluntariamente una asistencia sanitaria debe asumir los efectos adversos derivados de la misma, si prestó su consentimiento informado”. Lo que viene a ser que si nosotros nos metíamos en la página de Sanidad, ya se nos advertía de que había riesgos asociados a la vacuna. Lo que dicen los abogados es que esto es una auténtica vergüenza porque la gente de a pie no se está todo el día metiendo en la página del Ministerio de Sanidad para ver qué efectos adversos tiene una vacuna que en su día fue prácticamente obligatoria. 
    -Pero si es que, aparte, es igual: o sea, ya te abocaban a que te tenías que vacunar sí o sí. 
    -Es que no podías escoger. 
 
 
    -O esta o esta. No podías escoger. Esto no es verdad. No es una cuestión de que te metías en la página. Es que por narices te tenías que vacunar. 
    -Claro porque había, no era una obligación, porque es ilegal, pero sí que es verdad que si no nos vacunábamos, no teníamos certificado cóvid, y por tanto no nos podíamos mover en ocasiones de la ciudad.
    -No podías moverte ni podías hacer nada... 
  -De entrada, si no te vacunabas, ni viajabas ni tenías la consideración de nadie, porque eras un apestado .
    -Claro, la libertad de movimientos se daba con ese pasaporte cóvid y el pasaporte te lo daban con la vacuna. 
    -Es que ahora, claro, es “haberte metido a la página”, pero ¿cómo que en la página? 
     -¡Si no podías entrar ni a un restaurante...! 
    -Nada, no podías hacer absolutamente nada, no podías salir de casa.
 oOo 
 
La vacuna ya estaba preparada antes que el virus.       
 
    ¿Qué cara se les pondrá cuando se enteren de que la vacuna que se pusieron había comenzado a elaborarse en mayo de 2019, antes de que surgiera el virus coronado a finales de ese mismo año, a tenor de un documento desclasificado ahora según informa Reseau International?