lunes, 16 de octubre de 2023

Las calles

    Durante la pandemia era desolador contemplar el vacío de las calles, la soledad de las calles, la desolación de las calles: vacío, soledad, desolación. La calle, el espacio público, se había convertido de la noche a la mañana en una fuente de contagio. Se nos recluía en nuestra privacidad bajo arresto domiciliario y las autoridades sanitarias decían que era por nuestro propio bien. Era  como un castigo, como cuando de pequeños nuestros padres nos castigaban sin salir de casa, sin poder ir a jugar, sin poder echarnos a la calle...
 
    Fuera había peligro de muerte. Estaba en el aire, que así se volvía irrespirable. La consigna más coreada era "Quédate en casa". Si por alguna razón había que salir para hacer acopio de víveres o por cualquier otra necesidad, había que hacerlo con la debida justificación enmascarado y guardando la distancia de seguridad establecida con los otros. El virus eran los otros, y los otros éramos nosotros.
 
    Al mismo tiempo, se instauraba la vigilancia del vecindario desde las ventanas y balcones. Se denunciaba a quien osaba romper el confinamiento. Las cámaras de vigilancia, silenciosas, hacían su labor. 
 
  
    La calle, que había constituido hasta entonces la red social y había sido el ágora y el foro en el que se hablaba, se encontraba uno callejeando con los demás y quizá también consigo mismo al dejar que los demás lo encontraran a uno, se caminaba, se paseaba, se soñaba, se trabajaba o se sufría, se hallaba por orden gubernamental deshabitada. 
 
    En otros tiempos las calles y los parques estaban llenos de vida, eran la segunda vivienda de la gente, que pasaba gran parte de su tiempo en la calle, fuera de su casa. Ahí jugaban niños y niñas, ahí se tomaba la fresca en verano, se charlaba y se compartían las noticias de lo que ocurría. 
 
Ni un alma en las calles
 
     La calle era también un espacio de subsistencia, donde las gentes con menos recursos o sin trabajo temporalmente se buscaban la vida a través de la venta ambulante (siempre perseguida tanto entonces como ahora), la recogida de chatarra, el afilado de cuchillos, la venta de pequeños hurtos o la prostitución de quienes tenían que "hacer la calle". 
 
    Pero las calles se han convertido en carreteras para el tráfico rodado. Los coches se han apoderado de ellas, tanto para circular como para su estacionamiento. Las calles ya no son un lugar de encuentro ni de juegos infantiles en las ciudades.
 
 
    Y las calles, los espacios públicos, se convertían en espacios publicitarios: las grandes marcas comerciales y los partidos políticos las ocupaban con sus mensajes que incitan al consumo compulsivo de inutilidades y con consignas propagandísticas durante las «fiestas electorales». 
 
 
 
       Finalizado el experimento de la pandemia, se diría que las calles han vuelto a ser lo que eran, pero no es verdad, porque la gente ya no es como era: hemos cambiado mucho. No hemos salido ilesos y sin magulladuras. Poco a poco, la gente se ha ido retirando de las calles, refugiándose en su casa y en la virtualidad de las redes sociales y en los seriales televisivos que nos distraen de la realidad. 
 
    Pero es que hay más: Sin duda, la calle se ha convertido en un espacio de control y disciplina gracias a las cámaras de vigilancia, los guardias de seguridad privados en la entrada de bancos y grandes almacenes, y gracias a la policía, que ahora denomina a su labor d entro del estado policial "hacer pedagogía".

domingo, 15 de octubre de 2023

Alabad a Dios (y II)

    La exhortación apostólica de Bergoglio, es, lejos de toda pretensión teológica, un alegato en favor del pensamiento único políticamente corregido y neoliberal de índole progresista del capitalismo ecológico. La única cita bíblica que adorna la exhortación es «Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno» (Génesis 1, 31). El Cambio Climático no puede ser creación de Dios, porque entonces sería bueno, y no lo es, es obra de sus humanas e irresponsables creaturas y criaturas

    ¡No podemos pensar, ante semejantes desastres naturales como padecemos -fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, inundaciones, sequías, tornados...- en un Dios colérico y airado, a más de punitivo como era sin duda el mismísimo Yavé o Jehová, Señor de Israel y de los Ejércitos, que decretó el diluvio universal del que solo se salvó el arca de Noé, y posteriormente las diez plagas sobre Egipto para que el faraón dejara marchar a su pueblo, que era el pueblo elegido!

      Pero el Papa Francisco, que ya bendijo la bondad de la vacuna de ARN mensajero contra la enfermedad del virus coronado como si fuera la Hostia consagrada y cuerpo de Cristo, y dijo que inocularse dicho suero experimental era un acto de amor, prefiere presentarse alejado del viejo Dios veterotestamentario, como su homónimo santo franciscano, patrono de la ecología y del medio ambiente al servicio del capitalismo, en esta exhortación apostólica contra la crisis climática  dedicada a todas las personas de buena voluntad (sic). 

San Francisco de Asís

     Viene en ella Bergoglio a interpretrar el cántico del hermano Sol de su homónimo Francisco de Asís de alabanza al Señor por todas sus criaturas (lauderis, domine deus meus, propter omnes creaturas tuas): alabado seas, Señor Dios mío, por todas tus criaturas), e inicia su canto al hermano Sol -bendiciendo la energía solar que nos brinda- como símbolo perfecto de Dios, a la Hermana Luna y a las Estrellas, al hermano Viento, -y a través de él a la energía eólica-, a la hermana Agua y al hermano Fuego, a la madre Tierra, que es el nombre del planeta que ahora hay que salvar, evitando la mención de la emsión de las energías fósiles cuyo abandono predica, y finalmente a nuestra hermana Muerte, de la que ningún ser vivo puede escapar, y que se presenta de distinta manera para los que mueren en pecado mortal -¡ay de ellos!- y para los que en la hora de su muerte se encuentran a sí mismos conformes con la santísima voluntad divina, porque a ellos una segunda muerte no podrá perjudicarles. 

     El pontificado de Bergoglio se muestra así cerrado a la trascendencia, horro del espíritu y entregado a la inmanencia y a los poderes de este mundo, olvidando el mensaje de Jesús ("Mi Reino no es de este mundo"). Sus postulados coinciden con el pensamiento único políticamente correcto o corregido del proyecto de globalización neoliberal capitalista.

    El pecado original es la contaminación del planeta de la que somos responsables y nuestra tarea religiosa es su salvación para entregárselo a las futuras generaciones. Los herejes de esta nueva iglesia liberal y progresista son los negacionistas del cambio climático y los escépticos, que deberían ir al infierno de cabeza a visitar a Satanás. 

    Gracias a Bergoglio, el pensamiento único políticamente correcto se convierte en pensamiento único teológicamente correcto. La culpa es del hombre. Podría tratarse de un castigo divino pero eso conllevaría afirmar la existencia de un Dios todopoderoso, que quizá no es bueno.

  

    Las últimas palabras de la exhortación son bastante confusas. Dicen: «Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo." Y habría que añadir, no sólo para sí mismo, sino también para todos sus congéneres. Un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios, es decir, que se presenta como el vicario de Cristo, el que hace las veces de la divinidad, en la Tierra, el nuncio apostólico, es el peligro público mayor.

sábado, 14 de octubre de 2023

Ahavat Israel (Amor a Israel)

    Ahavat Israel significa “amor a Israel”, o más literalmene: amor al pueblo judío. Es un principio fundamental de la Torá basado en el precepto bíblico “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18).
 
 
    En 1963 Hannah Arendt, tras la publicación de su Eichmann en Jerusalén, recibe el reproche epistolar de Gershom Scholem, que era un renombrado estudioso del misticismo judío que había establecido su hogar en Israel, sionista y al mismo tiempo crítico del sionismo y sus excesos. Consideraba a Arendt una hija desagradecida que se negaba a volver al calor paternal de la nación judía, y la acusa de su vacilante apoyo a Israel y en general de un déficit de amor por el pueblo judío: En la tradición judía existe un concepto -escribió Scholem-, difícil de definir pero bastante concreto, que conocemos como “ahavat Israel” (amor al pueblo judío) (...) En ti, querida Hannah, como en tantos intelectuales que vinieron de la izquierda alemana, encuentro pocos rastros de este [amor]'”.
 
 
    He aquí la contestación de Hannah Arendt al reproche: Tiene toda la razón en afirmar que yo no profeso un 'amor' tal [Ahabath Israel: 'amor al pueblo judío'] y esto debido a dos razones: en primer lugar, nunca en mi vida he 'amado' a ningún pueblo o colectivo, ni al alemán, ni al francés, ni al americano, ni por ejemplo a la clase obrera o nada similar en este nivel. Realmente amo tan solo a mis amigos y soy completamente incapaz de otra forma de amor. En segundo lugar, empero, este amor a los judíos me parecería sospechoso, ya que yo misma soy judía. No me amo a mí misma ni a aquello que sé que de alguna manera pertenece a mi sustancia. (…)
 
    No 'amo' a los judíos y no 'creo' en ellos, sino que sólo pertenezco a este pueblo de manera natural y fáctica. También se podría hablar en términos políticos de estas cosas y en este caso deberíamos hablar de la cuestión del patriotismo. Seguramente estaríamos ambos de acuerdo en que no puede haber un patriotismo sin oposición y crítica constantes. En todo este asunto yo sólo le puedo conceder una cosa, y es que la injusticia cometida por mi propio pueblo desde luego me altera más que la injusticia cometida por otros pueblos". 
 
    Cuando Arendt dice que nunca ha "amado" -entre comillas- a ningún pueblo o colectivo (I have never in my life 'loved' any people or collective), quiere decir que nunca ha amado ninguna etiqueta impuesta a la gente,  ninguna abstracción o idea definidora de un grupo de personas, y cuando dice que es incapaz de otra forma de amor, se refiere a que solo quiere a seres de carne y hueso, no abstracciones ideales como esas de "pueblo judío" o, como si dijéramos nosotros, "pueblo español". Si la palabra "pueblo" puede ser una palabra realmente popular, al añadirle un adjetivo determinante como "judío" o "español", estamos convirtiéndola en una abstracción que es imposible amar, porque estamos haciendo que caiga sobre el pueblo la maldición definitiva y definidora del Estado, estamos matando al pueblo que había por debajo y que no tiene la culpa de haber nacido bajo el imperio de un Estado.
 
    El patriotismo crítico que propone en su segundo párrafo la lleva a afirmar que la injusticia que comete su propio pueblo, el pueblo al que pertenece,  le duele más que la cometida por otros, lo que nos recuerda al "Me duele España" unamuniano.
 
    La viñeta de Caín que reza "Yo soy español para poder ser antiespañol" viene a decirnos que nadie mejor que un español para declararse antiespañol por eso mismo, porque uno se rebela contra la nacionalidad que se le ha impuesto. Español no se nace, se hace uno a la fuerza, y ese hacerse no deja de ser una contradicción, un tira y afloja constante. El patriotismo crítico consiste en odiar las patrias, empezando por la propia que le ha tocado a uno en su desgracia.
 
 

viernes, 13 de octubre de 2023

Alabad a Dios (I)

    En la página oficial del Vaticano se puede leer en ocho idiomas la exhortación apostólica del papa Bergoglio Laudate Deum (Alabad a Dios), publicada el pasado 4 de octubre,  en la que Su Santidad se nos presenta como una especie a medias entre Francisco de Asís, santo patrono de la ecología y el medio ambiente, y la activista Greta Thunberg, preocupado como está más por el irrefutable Cambio Climático y por anatematizar a aquellos que lo niegan y a los que lo ponen en duda razonable, a quienes trata de herejes de la nueva religión de la Ciencia, que por la existencia de Dios
 
    Según escribe allí el Santo Padre:  Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra (sic, por la metáfora) que son sólo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos. 
 

 
      Pueden leerse en su exhortación cosas de hondo calado teológico, dicho sea con la debida ironía, como esta: Si hasta ahora podíamos tener olas de calor algunas veces al año, ¿qué pasaría con un aumento de la temperatura global de 1,5 grados centígrados, del cual estamos cerca? Esas olas de calor serán mucho más frecuentes y con mayor intensidad. Si llega a superar los 2 grados, se derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida, con enormes y gravísimas consecuencias para todos
 
    El párrafo más significativo, según mi punto de vista, es este en el que se despacha contra los escépticos: En los últimos años no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta constatación. Mencionan supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho de que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento. Olvidan mencionar otro dato relevante: que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo. El aumento del nivel del mar y el derretimiento de los glaciares pueden ser fácilmente percibidos por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a causa de estos hechos
 
 
    No menciona Bergoglio que entre esas personas, hay algunos científicos que no están de acuerdo con el relato oficial del que él se hace portavoz, como antes se hiciera apóstol de la Santísima Vacuna, que salvaba vidas y era un acto de amor. Dichos científicos si no niegan la mayor, que es el Cambio Climático, niegan el origen humano de dicho cambio, contra el dogma que establece el inquilino del Vaticano, o al menos osan ponerlo en duda. Pero Su Santidad tiene mucha fe en el Cambio Climático, y en el origen humano de dicho fenómeno.  Por eso afirma rotundamente: Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático. La culpa -el pecado original, diríamos- del Cambio Climático es humana -antrópica, como apostilla pedantemente. 
 
    Pero el razonamiento roza el ridículo cuando afirma en el punto 7, dentro del apartado “Resistencias y confusiones”, que las dos manifestaciones de dicho Cambio son tanto el calentamiento como el enfriamiento del planeta y critica así a los que contraponen ambos fenómenos: Para ridiculizar a quienes hablan del calentamiento global, se acude al hecho de que suelen verificarse fríos también extremos. Se olvida que éste y otros síntomas extraordinarios no son más que diversas expresiones alternativas de la misma causa: el desajuste global que provoca el calentamiento del planeta. Tanto las sequías como las inundaciones, tanto los lagos que se secan como las poblaciones arrasadas por maremotos o desbordes, tienen en definitiva el mismo origen.  
 
 
 
    Tiene que admitir que tanto el calentamiento como el frío extremo son expresiones del mismo fenómeno que es el Cambio Climático, pero previamente nos ha hablado sólo del aumento de la temperatura global de 1,5 grados y de 2 grados... 
 
    Tiene mucha fe el Santo Padre en el Cambio Climático, desde luego, una fe de carbonero a prueba de bombas, por lo que resulta que como contrapartida tiene poquísima razón.

jueves, 12 de octubre de 2023

Del engaño y el desengaño

    El Discurso Troyano subtitulado En defensa de la no conquista de Ilión (Troya ) de Dion de Prusa (40-120 de nuestra era), también llamado Dion Crisóstomo o Dion Coceyo, que de las tres formas suele apellidarse a su autor, es una refutación del relato y argumento de la doctrina común- y tradicionalmente aceptada sobre la guerra de Troya. Téngase en cuenta que los poemas de Homero, la Ilíada y la Odisea, que versan sobre dicha guerra, principalmente el primero de ellos, constituían los libros básicos de lectura y de enseñanza en todas las escuelas griegas de la antigüedad, y de hecho eran los poemas nacionales y se diría que fundacionales de la Hélade. 
 
 
    Dion, que en la mayoría de sus discursos no tiene empacho en elogiar a Homero, al que admira sobremanera, en este se despacha a gusto contra él reprochándole que haya mentido y engañado a sus lectores. No niega que haya habido guerra de Troya, pero sí que la ciudad fuera destruida por los griegos, ya que, en dicha guerra fueron los troyanos, según él, los vencedores y los griegos los vencidos que volvieron a la Hélade con el rabo entre las piernas. Niega también que Aquiles matara a Héctor, el caudillo troyano, ya que fue al revés, según él, Héctor el que mató a Aquiles, hecho que Homero enrevesó y tergiversó. 
 
     Lo que plantea Dion en general, sin llegar a negar nunca la historicidad de la guerra de Troya, es la versión oficial de que Troya  fue conquistada y destruida por los griegos, alimentada por Homero y todos los que escribieron sobre el tema siguiendo su estela, que nos engañaron presentando una ficción como una realidad. 
 
 
    Pero lo más conmovedor de este discurso, que probablemente no era más que un ejercicio escolar, no es su argumentario, sino el comienzo del exordio, que nos plantea una cuestión que no deja de estar siempre en el candelero: lo fácil que es el engaño y lo difícil que resulta como consecuencia de ello el desengaño.

    A menudo se le ha atribuido a Mark Twain sin mucho fundamento de su constancia, por otra parte, la frase siguiente: "Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados" (It's easier to fool people than to convince them that they have been fooled, en la lengua del Imperio). Sin embargo Dion de Prusa dejó escrito en griego hace muchos años algo parecido, para él lo difícil es enseñar, en el  sentido de decir algo verdadero, lo fácil engañar, subrayando, además, que no solamente nos engañan los demás, sino que también nos engañamos nosotros mismos.
 
 
    Yo tengo por cierto más o menos que es difícil enseñar a todos los hombres pero fácil engañarlos, y aprenden con trabajo, si aprenden algo, de los pocos que saben, pero enseguida son engañados por los muchos que no saben; y no sólo por los demás, sino también por ellos mismos. Pues la verdad es amarga y desagradable para los ignorantes; la mentira, en cambio, dulce y placentera. Como, según creo, también a los que sufren de la vista el ver la luz del sol les resulta insoportable, pero la oscuridad un alivio y amable, aunque no les permita ver. 
 
    (He aquí el texto original: οἶδα μὲν ἔγωγε σχεδὸν ὅτι διδάσκειν μὲν ἀνθρώπους ἅπαντας χαλεπόν ἐστιν, ἐξαπατᾶν δὲ ῥᾴδιον. καὶ μανθάνουσι μὲν μόγις, ἐάν τι καὶ μάθωσι, παρ᾿ ὀλίγων τῶν εἰδότων, ἐξαπατῶνται δὲ τάχιστα ὑπὸ πολλῶν τῶν οὐκ εἰδότων, καὶ οὐ μόνον γε ὑπὸ τῶν ἄλλων, ἀλλὰ καὶ αὐτοὶ ὑφ᾿ αὑτῶν. τὸ μὲν γὰρ ἀληθὲς πικρόν ἐστι καὶ ἀηδὲς τοῖς ἀνοήτοις, τὸ δὲ ψεῦδος γλυκὺ καὶ προσηνές. ὥσπερ οἶμαι καὶ τοῖς νοσοῦσι τὰ ὄμματα τὸ μὲν φῶς ἀνιαρὸν ὁρᾶν, τὸ δὲ σκότος ἄλυπον καὶ φίλον, οὐκ ἐῶν βλέπειν).

miércoles, 11 de octubre de 2023

Estentóreo Esténtor

    Esténtor es un personaje mitológico muy secundario que ocupa muy poco espacio en los diccionarios al uso. The Oxford Classsical Dictionnary, que tiene 1592 páginas, le dedica sólo estas líneas: a man who became proverbial from Homer's stateman that he had a 'brazen voice' equal to that of fifty other men (Il. 5. 785-6). He died after his defeat by Hermes in a shouting contest: tenía un vozarrón de bronce igual al de cincuenta hombres juntos y murió tras desafiar en un concurso de mega(lo)fonía al dios Hermes, el mensajero de los dioses, señor además del comercio y, lo que es lo mismo, el latrocinio, de la banca y del mercado. 

El grito, Edvard Munch (1893)
 
    Los dos versos que se citan de la Ilíada, a propósito del grito que profirió la diosa Hera, que toma la figura de Esténtor y se desgañita con su poderosa voz de bronce para animar a los guerreros griegos a combatir frente a Troya, son estos: Στέντορι εἰσαμένη μεγαλήτορι χαλκεοφώνῳ, / ὃς τόσον αὐδήσασχ᾽ ὅσον ἄλλοι πεντήκοντα: asemejando al gran Esténtor, de voz abronzada, / que voceaba tan fuerte como si fuera cincuenta.
 
    Un hexámetro del satírico Juvenal, dentro ya de la literatura latina, también lo menciona (XIII, 112) tu miser exclamas, ut Stentora uincere possis: Gritas tal, desgraciado, que puedes a Esténtor ganarlo
 
     Un poco más generoso, el Diccionario de Mitología Griega y Romana de Pierre Grimal, dice lo siguiente de este personaje: En la Ilíada se cita una sola vez a un Esténtor que gritaba como cincuenta hombres. Este Esténtor, cuyo nombre se ha hecho proverbial, no era conocido por los comentaristas por otras fuentes, los cuales cuentan, sin embargo, que se trata, al parecer, de un tracio que había rivalizado en un concurso de gritos con Hermes (el “heraldo” de los dioses), y una vez vencido, habría sido inmolado. 
 
 
    Esto es lo que trae, por su parte, el diccionario de la docta academia de nuestra lengua sobre el adjetivo “estentóreo”, derivado de su nombre propio: Dicho de la voz o del acento: Muy fuerte, ruidoso o retumbante
 
    Esténtor no tiene más poder que el ruido de sus decibelios. No hay detrás de su voz ningún mensaje, ningún pensamiento, ninguna razón: sólo el ruido, sólo una poderosa voz ejecutiva amplificada. Esténtor es sólo un heraldo: un medio de comunicación: un megáfono que alza la voz. Pero su papel no deja de ser muy importante, porque, como reconoce Aristóteles, en su Política: Pues ¿quién podría ser general de una multitud tan grande?, o, ¿quién será su heraldo, como no sea un Esténtor? 
 
 
     En realidad Esténtor, sugiere Aristóteles, es el heraldo de Ares, el dios de la guerra, el dios que lleva la voz cantante. Esténtor es la voz amplificada de su amo, golpea los sentidos como un gong al que reaccionamos instintivamente. Nunca da razones, sino órdenes. La reflexión y la meditación son procesos que requieren del silencio más que del ruido ensordecedor. 
 
    Escribía Paul Valéry en alguna parte que observaba una disminución preocupante, una suerte de obnubilación de nuestra sensibilidad: “Nosotros, modernos, somos muy poco sensibles. El hombre moderno tiene los sentidos embotados, soporta el ruido que se sabe, soporta olores nauseabundos, deslumbramientos violentos y demencialmente intensos o contrastados; está sometido a una trepidación perpetua; tiene necesidad de excitantes brutales, sonidos estridentes, bebidas infernales, emociones breves y bestiales.”
       

martes, 10 de octubre de 2023

Artillería de mensajes breves y un bucle

La mayoría sólo expresa opiniones personales, mas si alguien formula algo razonable, no se oye, o, si se oye, no se escucha, asordado en el runrún mayoritario. 
 
Dijo o escribió con toda la razón del mundo Agustín García Calvo: «Si cada uno no creyera que hace lo que quiere, sería imposible que hiciera lo que le mandan».
 
Aunque disminuye el impacto de los incendios provocados, aumenta sin embargo la cobertura mediática que los vincula con el cambio climático insistentemente.
 
Mienten El Diario Montañés, La Voz de Asturias, El País, El Heraldo de Aragón, ABC... La única noticia veraz de cualquier periódico es su fecha de publicación.
 
Carpe diem: Hasta el vino de la mejor cosecha, si lo guardas demasiado tiempo en tu bodega para que envejezca y adquiera rancia solera acaba avinagrándose. 
 
En el diccionario Multa paucis “enemigo” es el contrario en la guerra, y “guerra” es rompimiento de paz entre dos o más naciones; y profesión y arte militar
 
Lo más sospechoso de algunas soluciones, escribió Ferlosio, es que se las encuentra siempre que se quiere, presentándosenos antes, añado yo, que los problemas. 
 

 
Si no ha sucedido ninguna desgracia gorda en el mundo esta mañana, experimentamos como un vacío existencial, y decimos: No trae nada interesante el periódico. 
 
Hay un hacer por hacer que no es sino hacer lo que ya está hecho y no merece la pena rehacer, que nos conduce a la hiperactividad de un activismo sin sentido. 
 
 Nuestro nombre propio, el nombre con el que nos bautizaron o nos inscribieron en el registro civil y se nos conoce no deja de ser otro más de los pseudónimos. 
 
¿Qué quiere el pueblo? El pueblo no sabe lo que quiere, sabe lo que no quiere, y, si lo sabe, no es lo que quiere, sino lo que le mandan que quiera, lo mandado. 
 
Escribe González Dávila: “El capitalismo es realmente culpable de lo que lo acusan, pero condenarlo sólo a él garantiza la impunidad del verdadero delincuente”. 
 
¿Quién será el verdadero delincuente que se esconde impunemente detrás del capitalismo? Tras el sufijo -ismo con que se reviste la palabra se oculta el Capital. 
 
La vulgaridad colonizó la tierra, escribe González Dávila. Sus armas han sido la televisión, la radio, la prensa: y ahora, además, en nuestra época, internet. 
 
 En esta sociedad cada cual repite siempre la misma acción como Sísifo, condenados a acarrear nuestra cruz en bucle sin fin una y otra vez. En esta sociedad...

 

Loop significa “bucle” en inglés y to loop the loop “rizar el rizo”. Si enlazamos las dos oes, formamos el símbolo matemático de infinito que John Wallis acuñó.

lunes, 9 de octubre de 2023

La guerra saludable del Estado

    De alguna forma Randolph Bourne (1886-1918), del que hablábamos aquí, fue un escritor maldito, no sólo por su aspecto físico de fácil caricatura debido a su baja estatura,  rostro deformado por los fórceps en el parto, y jorobado, como consecuencia de la tuberculosis vertebral que padeció a los cuatro años, sino sobre todo por su firme postura contracorriente opuesta a la primera guerra mundial, que lo enfrentó a casi todos los intelectuales norteamericanos tanto progresistas como conservadores, que apoyaban la participación de su país en la guerra que había estallado en Europa y que iba, según creían, a poner fin a todas las demás, actitud antibelicista por la que fue marginado y lo expulsaron de los medios progresistas, que rompieron definitivamente con él, cada vez más aislado y marginado, cuando, en abril de 1917, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y se unió a la Triple Entente. 
 
Randolph Bourne
 
     Logró publicar algunos artículos en pequeñas revistas como The Seven Arts, que tuvo que cerrar al año de fundada, o The Masses, que fue clausurada bajo la acusación de poner trabas al reclutamiento militar obligatorio. 
 
    El 22 de diciembre de 1918, apenas un mes después de finalizado el conflicto bélico, Bourne moría a los 32 años de edad víctima de la epidemia de la llamada gripe española provocada por la guerra a la que tan implacablemente se había opuesto. 
 
    En este apasionante alegato, que cautivó a John Dos Passos, Lewis Mumford o Noam Chomsky, el Estado se quita su máscara pacifista y muestra su verdadero rostro beligerante, que se sirve de la guerra para extender su dominio sobre otros Estados y para aplastar toda disidencia interna con leyes de excepción que acaban normalizándose. Bourne hace un análisis mordaz de cómo el intelectual progresista americano, aliándose con las fuerzas más reaccionarias, abandona su pacifismo e internacionalismo y pasa a defender una guerra humanitaria que se hace en nombre de la democracia, de la libertad y de la propia paz, y muestra la esencia totalitaria del Estado que impone un único discurso y pensamiento. 
 
    La denuncia de Bourne, viniendo a nuestros días, sigue viva más de un siglo después: tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, hemos visto cómo se fabricaba un relato único y un consenso a todos los niveles y se imponía una censura a todo asomo de crítica en torno al apoyo militar a Ucrania. Nadie defiende una solución diplomática y pacífica del conflicto: hay que responder militarmente a la intolerable agresión militar.  Políticos e intelectuales que habían criticado el imperialismo yanqui y habían dicho "No a la guerra" en otras ocasiones respaldaban ahora el envío de armas al gobierno de Zelensky, y lo recibían a este con las manos abiertas: un actor títere que viste siempre de soldado y que se pasea por todo el mundo impunemente reclutando dinero y armas para enviar a su pueblo al cementerio. 


     Sin embargo, esta unanimidad resultaría incomprensible sin el fenómeno de la guerra al virus declarada previamente por la OMS y seguida por casi todos los gobiernos desde marzo de 2020. Recordemos aquellas proclamas: “Lo paramos (al enemigo, que era el virus) unidos, detener el coronavirus es responsabilidad de todos y todas. Si te proteges tú, proteges a los demás”. No podía haber fisuras, había que unirse contra el enemigo, que era la encarnación del mal, como enseguida pasó a serlo Putin, el zar democrático de Rusia. Se puso en marcha la propaganda de guerra: censura de los fact-checkers, intoxicación informativa... 
 
    El impulso gregario que, en palabras de Bourne, alienta el Estado con el sostén de los intelectuales para aplacar el menor signo de disidencia, encontró en la pandemia su mejor plasmación: esta, y no otra, era la inmunidad de rebaño que perseguían quienes nos gobiernan, que, como señala con mucho acierto Giorgio Agamben, pretende instalarnos en un estado de excepción permanente. Y de la pandemia hemos pasado al apoyo incondicional a Ucrania que ni siquiera ha sido objeto de debate en las recientes elecciones españolas, donde todos los partidos, tanto del gobierno como de la oposición, igual que en la pandemia, están de acuerdo y no ponen trabas al apoyo a Ucrania.  
 
    Hay que saludar la traducción al castellano de La guerra es la salud del Estado de Randolph Bourne, que publica entre nosotros ediciones El Salmón.

domingo, 8 de octubre de 2023

Difficile est saturam non scribere

    El gran poeta satírico romano Décimo Junio Juvenal dejó escrita una sentencia que se ha vuelto proverbial y lapidaria en estos malos tiempos para la lírica y la épica que corren: Difficile est saturam non scribere, que no hace falta traducir al castellano porque a fin de cuentas nuestra lengua, pese a tantos anglicismos, sigue siendo latín degenerado. En efecto, estos tiempos, pésimos para la líríca y la épica, son idóneos para la sátira, que se convierte así en un instrumento capaz de llegar a las mentes obtusas de la inmensa mayoría de la gente que no quiere saber nada porque tienen muchas, demasiadas ideas imbuidas y opiniones personales, de las que no son capaces de desembarazarse a fin de poder razonar sin su rémora. 
 
    Dicen que España es tierra de sátira. Algunos buenos ejemplos encontramos, desde luego, por ejemplo en el cine magistral de Berlanga: una película como Bienvenido Mr. Marshall (1953) es una afilada crítica antiamericana en medio de una oprobiosa dictadura. Otras películas de Berlanga como Plácido (1961), sobre la campaña franquista de “siente un pobre a su mesa”. o El verdugo (1963), contra la pena de muerte, por no hablar ya de las más recientes: La escopeta nacional, Patrimonio nacional o Nacional III, que consituyen la Trilogía de la familia Leguineche, o la espléndida La vaquilla (1985), sobre nuestra guerra civil, o Todos a la cárcel (1993) y la última París-Tombuctú (1999), que revela que Berlanga quedó ácrata para siempre. 
 
    Durante la dictadura fue sin duda la revista satírica y humorística La codorniz, que se publicó desde 1941 hasta 1978, la representante de la sátira hispánica bajo unas condiciones de censura bastante grandes. Por ejemplo, esta portada sobre la transición/transacción democrática publicada en 1975:


   En los últimos años del franquismo, apareció otra revista satírica Hermano Lobo, el "semanario de humor dentro de lo que cabe", que no era mucho, publicada entre 1972 y 1976, que destacó por las viñetas de algunos dibujantes como Summers:
 
 

  El relevo de ambas lo tomó El Jueves, que publicó su primer número en 1977, y sigue en la actualidad en los quioscos. Ha tenido no pocos encontronazos con la censura, por ejemplo esta portada de 2007, que representa una caricatura del entonces príncipe Felipe y la princesa Letizia manteniendo relaciones sexuales para obtener los 2.500 euros que el Gobierno prometía por cada hijo. La revista fue secuestrada y condenados sus dos dibujantes en lo que no deja de ser uno de los atentados más sangrantes contra la libertad de expresión. 
 
-¿Te das cuenta? Si te quedas preñada... ¡Esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida!
 
    El Jueves con Historias de la Puta Mili, la serie de cómic de Ivà, que se convirtió en película que nos metió en la retina al cruel y estúpido sargento chusquero Arensibia, digno representante de los ejércitos españoles, y tan alejado de la imagen actual del mílite profesional. O la Biblia contada a los pasotas, de José Luis Martín. Son buenos ejemplos de esa sátira española.
 
    Los ejemplos de sátira anteriores se refieren al cambio de régimen, la crítica de la monarquía y de la religión. Entrados ya en el tercer milenio, la sátira debe buscar otros derroteros. He aquí algunos ejemplos que surgen a bote pronto: Afirmaciones sin sentido repetidas hasta la saciedad por los políticos y periodistas como que nos invaden los okupas o los alienígenas, que la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres y el exceso de mortalidad entre gente joven y en buen estado de salud, la mayoría deportistas, se debe al cambio clímático, cosa que no se puede negar porque recae uno en la herejía de la iglesia de la Ciencia, que es la nueva religión y opio, por lo tanto, del pueblo, están en boca incluso de los más reputados periodistas, y a fuerza de repetirlas parece que adquieren verosimilitud. 
 
 
     La mera puesta en cuestión de la existencia del cambio climático, o del virus por falta de fe es un crimen equiparable al cuestionamiento de la existencia de Dios en la Edad Media, no digamos ya la negación, el mayor y más reprobable de todos los crímenes. Otro de los dogmas de la religión de la ciencia es el de las vacunas: Todo el mundo sabe que las vacunas son buenas porque sí, se ha repetido hasta la saciedad en todos los idiomas para adoctrinar a los incrédulos que son safe and effective (seguras y efectivas), razón por la cual es imposible que sean malas. Y punto redondo. Si te mueres, será por la ola de calor extremadísimo.  Las farmacéuticas se oponen a pagar indemnizaciones por los efectos secundarios adversos de sus vacunas alegando que los gobiernos sabían lo que compraban. Algunos han estado a punto de palmarla -otros la palmaron y ya no están entre nosotros- tras la última dosis por la ola de calor extremo que nos invadía a causa del cambio climático durante la canícula. 
 
    La cajera de Mercadona, explotada como está por la empresa, cuando ve que algún cliente se lleva un producto sin pagar, en lugar de hacer la vista gorda y actuar como si no hubiera pasado nada, sale en su persecución gritando: ¡Al ladrón, al ladrón! Siendo así la propia trabajadora la que se constituye en parte activa de la empresa y de su propia explotación. Se impone colaborar con las fuerzas y sistemas de seguridad que nos vigilan, pagar los impuestos abusivos “en beneficio de todos”, porque es lo progresista, mientras que lo fascista y propio de la extremadísima derecha es desobedecer al poder que establece tales normas, como vimos durante la pandemia, cuando fueron las izquierdas quienes hicieron causa común con los Estados y corporaciones farmacéuticas bajo el lema de “la salud ante todo”.

sábado, 7 de octubre de 2023

Coincidentia oppositorum

    Un fragmento de Heraclito de Éfeso, el 49 de la edición de Diels-Kranz dice: Uno para mí diez mil, si es el mejor. En versión original griega: εἷς έμοὶ μύριοι έὰν ἄριστος ἦι. Esta sentencia puede relacionarse, como ya indicó Marcovich en su edición del autor, con el fragmento de Demócrito de Abdera núm. 98 de los mismos D.-K., que dice: La amistad de una persona inteligente es mejor que la de todas las que no lo son juntas, o en la traducción de García Bacca: La amistad de un solo hombre inteligente vale más que la de todos los imbéciles juntos (en griego original ἑνὸς φιλίη ξυνετοῦ κρέσσων ἀξυνέτων πάντων). 
 
     Vienen a decir ambos fragmentos, el de Heraclito y el de Demócrito, que lo importante es la calidad, no la cantidad, porque el número aritmético no debe tenerse en cuenta para nada. Vienen a coincidir así los tradicionalmente opuestos Demócrito, el burlón, y Heraclito, el llorón. 
 
Demócrito riendo y Heraclito llorando, Peter Paul Rubens (1636-1638)
 
      Desde antiguo, en efecto, suelen contraponerse ambos sabios presocráticos,  ya en la propia literatura grecolatina, de lo que nos dan cuenta muchos tratamientos pictográficos y literarios: un Heraclito llorón contrapuesto a un Demócrito contento y sonriente frente al mundo y sus vicisitudes, como dos actitudes ante la vida, como si dijéramos optimismo y pesimismo.
 
    Baltasar Gracián, por ejemplo entre nosotros, en su Agudeza y arte de ingenio (1648) dice al respecto: Extravagantes y paradojos fueron los dos encontrados sabios, Demócrito y Heráclito; aquél, de todas las cosas se reía, éste, de todas lloraba: con que significaron bien la miseria de la vida humana. Sor Juana Inés de la Cruz, por su parte, recoge la contraposición en sus versos: Uno dice que de risa / sólo es digno el mundo vario; / y otro que sus infortunios / son sólo para llorados. Viene la monja a decirnos que en el mundo todo es opinión, es decir, que todo depende del cristal o de la actitud con que se considere. 
 
    Pero frente a esta contraposición entre risa y llanto ante los males del mundo, cabe decir que así como no hay razones para la una tampoco las hay para el otro, y que quizá la solución de la antinomia sea estar en la tristeza contento, y en la alegría triste: IN TRISTITIA HILARIS, IN HILARITATE TRISTIS. O mejor, combatir la tristeza con la hilaridad, y la hilaridad con la tristeza. 
 
    Sin embargo, ambos sabios coinciden -coincidientia oppositorum- de alguna forma en estos fragmentos que estamos comparando en el valor de la calidad por encima de la cantidad. 
 
    Vale más la mejoría que la mayoría. Ahora bien ¿en qué consiste esa mejoría? El fragmento de Heraclito lo deja en el aire, pero el de Demócrito lo dice bien claro: En la inteligencia, una inteligencia que no se adquiere por la suma de personas y pareceres personales, cada cual con su opinión por aquello de que a cada uno le corresponde la suya propia, como nos recuerda el verso de Terencio tan repetido y proverbial: quot homines, tot sententiae, suus cuique mos, que reformularíamos mejor como quot homines, tot opiniones: cuantos hombres, tantas opiniones, cada cual la suya propia
 
    La inteligencia, precisamente, consiste en apartarse de las opiniones personales y en seguir la razón que a todos nos es común, como podemos reconocer a cada paso que damos y nos topamos con ella, si nuestras creencias e ideas y opiniones propias no nos lo impiden, razón a la que Antonio Machado llama Verdad, con mayúscula: ¿Tu verdad? no, la Verdad; / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela.