Ahavat Israel significa “amor a Israel”, o más literalmene: amor al pueblo judío. Es un principio fundamental de la Torá basado en el precepto bíblico “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18).
En 1963 Hannah Arendt, tras la publicación de su Eichmann en Jerusalén, recibe el reproche epistolar de Gershom Scholem, que era un renombrado estudioso del misticismo judío que había establecido su hogar en Israel, sionista y al mismo tiempo crítico del sionismo y sus excesos. Consideraba a Arendt una hija desagradecida que se negaba a volver al calor paternal de la nación judía, y la acusa de su vacilante apoyo a Israel y en general de un déficit de amor por el pueblo judío: En la tradición judía existe un concepto -escribió Scholem-, difícil de definir pero bastante concreto, que conocemos como “ahavat Israel” (amor al pueblo judío) (...) En ti, querida Hannah, como en tantos intelectuales que vinieron de la izquierda alemana, encuentro pocos rastros de este [amor]'”.
He aquí la contestación de Hannah Arendt al reproche: Tiene toda la razón en afirmar que yo no profeso un 'amor' tal [Ahabath Israel: 'amor al pueblo judío'] y esto debido a dos razones: en primer lugar, nunca en mi vida he 'amado' a ningún pueblo o colectivo, ni al alemán, ni al francés, ni al americano, ni por ejemplo a la clase obrera o nada similar en este nivel. Realmente amo tan solo a mis amigos y soy completamente incapaz de otra forma de amor. En segundo lugar, empero, este amor a los judíos me parecería sospechoso, ya que yo misma soy judía. No me amo a mí misma ni a aquello que sé que de alguna manera pertenece a mi sustancia. (…)
No 'amo' a los judíos y no 'creo' en ellos, sino que sólo pertenezco a este pueblo de manera natural y fáctica. También se podría hablar en términos políticos de estas cosas y en este caso deberíamos hablar de la cuestión del patriotismo. Seguramente estaríamos ambos de acuerdo en que no puede haber un patriotismo sin oposición y crítica constantes. En todo este asunto yo sólo le puedo conceder una cosa, y es que la injusticia cometida por mi propio pueblo desde luego me altera más que la injusticia cometida por otros pueblos".
Cuando Arendt dice que nunca ha "amado" -entre comillas- a ningún pueblo o colectivo (I have never in my life 'loved' any people or collective), quiere decir que nunca ha amado ninguna etiqueta impuesta a la gente, ninguna abstracción o idea definidora de un grupo de personas, y cuando dice que es incapaz de otra forma de amor, se refiere a que solo quiere a seres de carne y hueso, no abstracciones ideales como esas de "pueblo judío" o, como si dijéramos nosotros, "pueblo español". Si la palabra "pueblo" puede ser una palabra realmente popular, al añadirle un adjetivo determinante como "judío" o "español", estamos convirtiéndola en una abstracción que es imposible amar, porque estamos haciendo que caiga sobre el pueblo la maldición definitiva y definidora del Estado, estamos matando al pueblo que había por debajo y que no tiene la culpa de haber nacido bajo el imperio de un Estado.
El patriotismo crítico que propone en su segundo párrafo la lleva a afirmar que la injusticia que comete su propio pueblo, el pueblo al que pertenece, le duele más que la cometida por otros, lo que nos recuerda al "Me duele España" unamuniano.
La viñeta de Caín que reza "Yo soy español para poder ser antiespañol" viene a decirnos que nadie mejor que un español para declararse antiespañol por eso mismo, porque uno se rebela contra la nacionalidad que se le ha impuesto. Español no se nace, se hace uno a la fuerza, y ese hacerse no deja de ser una contradicción, un tira y afloja constante. El patriotismo crítico consiste en odiar las patrias, empezando por la propia que le ha tocado a uno en su desgracia.