Un fragmento de Heraclito de Éfeso, el 49 de la edición de Diels-Kranz dice: Uno para mí diez mil, si es el mejor. En versión original griega: εἷς έμοὶ μύριοι έὰν ἄριστος ἦι. Esta sentencia puede relacionarse, como ya indicó Marcovich en su edición del autor, con el fragmento de Demócrito de Abdera núm. 98 de los mismos D.-K., que dice: La amistad de una persona inteligente es mejor que la de todas las que no lo son juntas, o en la traducción de García Bacca: La amistad de un solo hombre inteligente vale más que la de todos los imbéciles juntos (en griego original ἑνὸς φιλίη ξυνετοῦ κρέσσων ἀξυνέτων πάντων).
Vienen a decir ambos fragmentos, el de Heraclito y el de Demócrito, que lo importante es la calidad, no la cantidad, porque el número aritmético no debe tenerse en cuenta para nada. Vienen a coincidir así los tradicionalmente opuestos Demócrito, el burlón, y Heraclito, el llorón.
Desde antiguo, en efecto, suelen contraponerse ambos sabios presocráticos, ya en la propia literatura grecolatina, de lo que nos dan cuenta muchos tratamientos pictográficos y literarios: un Heraclito llorón contrapuesto a un Demócrito contento y sonriente frente al mundo y sus vicisitudes, como dos actitudes ante la vida, como si dijéramos optimismo y pesimismo.
Baltasar Gracián, por ejemplo entre nosotros, en su Agudeza y arte de ingenio (1648) dice al respecto: Extravagantes y paradojos fueron los dos encontrados sabios, Demócrito y Heráclito; aquél, de todas las cosas se reía, éste, de todas lloraba: con que significaron bien la miseria de la vida humana. Sor Juana Inés de la Cruz, por su parte, recoge la contraposición en sus versos: Uno dice que de risa / sólo es digno el mundo vario; / y otro que sus infortunios / son sólo para llorados. Viene la monja a decirnos que en el mundo todo es opinión, es decir, que todo depende del cristal o de la actitud con que se considere.
Pero frente a esta contraposición entre risa y llanto ante los males del mundo, cabe decir que así como no hay razones para la una tampoco las hay para el otro, y que quizá la solución de la antinomia sea estar en la tristeza contento, y en la alegría triste: IN TRISTITIA HILARIS, IN HILARITATE TRISTIS. O mejor, combatir la tristeza con la hilaridad, y la hilaridad con la tristeza.
Sin embargo, ambos sabios coinciden -coincidientia oppositorum- de alguna forma en estos fragmentos que estamos comparando en el valor de la calidad por encima de la cantidad.
Vale más la mejoría que la mayoría.
Ahora bien ¿en qué consiste esa mejoría? El fragmento de Heraclito lo deja en el aire, pero el de Demócrito lo dice bien claro: En la inteligencia, una inteligencia que no se adquiere por la suma de personas y pareceres personales, cada cual con su opinión por aquello de que a cada uno le corresponde la suya propia, como nos recuerda el verso de Terencio tan repetido y proverbial: quot homines, tot sententiae, suus cuique mos, que reformularíamos mejor como quot homines, tot opiniones: cuantos hombres, tantas opiniones, cada cual la suya propia.
La inteligencia, precisamente, consiste en apartarse de las opiniones personales y en seguir la razón que a todos nos es común, como podemos reconocer a cada paso que damos y nos topamos con ella, si nuestras creencias e ideas y opiniones propias no nos lo impiden, razón a la que Antonio Machado llama Verdad, con mayúscula: ¿Tu verdad? no, la Verdad; / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela.
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