El pasado lunes 2 de octubre la investigadora húngara Katalin Karikó, vicepresidente de BioNTech, la farmacéutica asociada con Pfizer, y el estadounidense Drew Weissman, financiado por BioNtech desde 2018, fueron galardonados ex aequo con el Premio Nobel de Medicina 2023 por “sus descubrimientos sobre las modificaciones de las bases de los nucleósidos que permitieron el desarrollo de vacunas de ARNm eficaces (sic) contra la COVID-19". Acudieron a recibir el galardón, como se ve en la fotografía, enmascarados, no fueran a contagiar o contagiarse, lo que da idea del valor que le dan ellos mismos a la seguridad de los eficaces fármacos que han desarrollado y que, se supone, han incorporado.
Los investigadores enmascarados, galardonados con el Nobel 2023
Aunque los premios Nobel de Literatura (no se lo concedieron a Borges), de la Paz y de Economía estaban bastante desprestigiados y mancillados por su politización (recuérdese, por ejemplo, el otorgado a Barack Obama en 2009 por la contribución a la paz del mundo de los miles de soldados que envió a luchar por la causa a los frentes abiertos por Estados Unidos a lo largo y ancho del planeta), esto era lo que faltaba: la guinda del pastel. Uno suponía que los Nobel otorgados a científicos e investigadores, a diferencia de políticos y economistas, tanto monta, eran honestos y desinteresados económicamente, imperdonable ingenuidad.
Pero no hay que olvidar que Alfred Nobel, el fundador de este premio que lleva su nombre, inventó la dinamita, es decir, un explosivo que utiliza nitroglicerina y que si explota manda a la gente a ver a Satanás. Como penitencia, instauró estos galardones.
Desde hace tres años se debate la eficacia y peligrosidad de las vacunas contra la covidicia; hasta ahora los debates eran interminables, pero a partir de ahora se cierran en falso al otorgar este premio Nobel, que viene a reforzar la narrativa dominante de que los sueros anticovidiciosos de ARN mensajero han sido “safe and effective”, seguros y efectivos, que su inoculación masiva ha sido la razón por la que se finiquitó o más bien se normalizó o gripalizó la pandemia, y que, por lo tanto, su administración ha salvado millones de vidas.
Ya hemos hablado de la falacia lógica que subyace aquí del post hoc ergo propter hoc: lo que viene después es la causa de lo anterior. Es la misma que nos hace pensar que cuando acaba la epidemia de gripe estacional que se da casi todos los años -si exceptuamos los dos pandémicos-, se debe a la vacunación antigripal. O que amanece, dicho de otra manera, porque el gallo cantó quiquiriquí.
No vamos a hablar de los efectos adversos graves, muchos mortales y algunos peor que mortales, y de los muchísimos menos graves que ha causado la experimentación de esa terapia génica que ahora resulta galardonada con el Nobel, ni del hecho, experimental también, de que por primera vez se esté aplicando a niños en la actualidad la vacunación contra gripe (y, de paso, contra la covidicia) como si fueran conejillos de las Indias...
No vamos a recordar que en la Alemania nazi, el sádico doctor Mengele, el doctor Muerte, fue galardonado con el reconocimiento público de su labor, él, responsable de tantos experimentos, crímenes y torturas a sus congéneres humanos. Pero no, no vamos a hablar de eso.
Es el capitalismo de “las partes interesadas”, el interés de las corporaciones mejor posicionadas y el espejo del Nobel para que la “competencia”, orgullosa de la “excelencia empresarial” a la que todo se subordina, se vista de gala. Los artífices de este reino, con los expertos y científicos a su servicio, pretenden que asumamos que todo, incluido nosotros, sea un mero instrumento para la supervivencia de sus delirios, encarnados en sus cuotas de dividendos, reconocimientos y beneficios. «En este mundo despiadado solo sobreviven los fuertes, los triunfadores de la batalla económica (la guerra no tiene fin, cada victoria sirve para exacerbar aún más la competencia). El éxito sirve de máscara al valor supremo, el poder, y por eso las empresas hacen apología de sus héroes». (Nicole Aubert y Vicent de Gaulejac)
ResponderEliminarComo dice Kariana Acevedo (https://t.me/akashacomunidad/2922 ): «Alfred Nobel creó explosivos cuya finalidad era matar gente. Punto. Supongo que no le gustó demasiado ser recordado por ese ‘pequeño’ detalle. Esto es común entre empresarios con m-u-c-h-o dinero; al final, desean ser recordados como filántropos humanistas, no como mercaderes que pisotean lo que tengan que pisotear, incluyendo vidas humanas, para lograr vender más.
en la Alemania Nazi también se dieron reconocimientos al Dr. Joseph Mengele – el Dr. Muerte – que fue responsable de centenares de experimentos y torturas a humanos. De hecho, resulta interesante que su trabajo fue apoyado por al menos 20 científicos a los que les fueron otorgados en diferentes momentos de su carrera un premio Nobel (https://www.theguardian.com/world/2005/mar/22/research.germany ). Así que no tiene por qué extrañarnos que se le confiera este ‘honor’ a Katalin Kariko y a Drew Weissman. Simplemente, es congruente con lo que hace la Fundación Nobel».
"En este mundo despiadado sólo sobreviven los fuertes..." darwinismo puro y duro.
EliminarKarina Acevedo -gracias por el enlace-, muy lúcida. Muy buena la comparación de vacunas ARN mensajero y la pura dinamita de Alfred Nobel.
¡Dan el Nobel de Medicina a dos que se sacan de la manga una vacuna que no funciona contra una enfermedad que no existe! ¡Vivir para ver!
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