martes, 17 de octubre de 2023

La religiosa y el pecado

    No sé muy bien si ha sido el cuadro de El Pecado de Heinrich Lossow (1843-1897) el que me ha traído a la memoria la canción francesa de Brassens La religiosa o si ha sido esta la que me ha traído a aquel. El caso es que se me han presentado relacionados entre sí por una parte el óleo de Lossow que representa a un cura y una monja practicando sexo en el templo, al lado de lo que parece una pila de agua bendita, sin que la celosía que los separa impida el gozoso contacto carnal, y por otro lado la canción de Georges Brassens (1921-1981), que me he entretenido traduciendo en metro y rima. 
 
    La versión que hago, un tanto libre, me separa en cuanto a la letra del original (traduttore, traditore) en algunos puntos, pero me acerca más a él en cuanto a la música. La letra cuenta no pocas fantasías que van en aumento de una monja y unos monaguillos que, al verla o imaginarla con sus ojos desorbitados, que comienzan tocando la campanilla y acaban en su calenturienta imaginación masturbándose al final de la canción. No sabemos en estos versos si admirar más el talento o el tacto del inmenso poeta que era Georges Brassens al tocar un tema tan escabroso como es la castidad nada natural y forzada de tantos sacerdotes y religiosas católicos, apostólicos, romanos.
 

 El pecado, Heinrich Lossow (1880)
 
    Consta la canción de diez quintetos, y cada uno está formado por cinco versos de arte mayor, alejandrinos, es decir de catorce sílabas partidos por la mitad en dos hemistiquios heptasilábicos, con rima ABABA. El quinto verso comienza siempre, a modo de estribillo recurrente, mencionando a los monaguillos. 
 
    El tíulo de El Pecado del óleo de Lossow me trae enseguida a la cabeza una frase de Ralph Waldo Emerson (1803-1882), el poeta norteamericano, que dice: "Creemos en nosotros mismos como no creemos en los demás. (We believe in ourselves as we do not believe in others). Nos permitimos a nosotros mismos todas las cosas, y lo que llamamos pecado en los demás es experiencia para nosotros (We permit all things to ourselves, and that which we call sin in others is experiment for us)", y es que lo que denominamos pecado (carnal) no es sino una gozosa celebración de la carne que ni las rejas de la celosía del convento pueden impedir.  


 
    Su blanca toca a todos sorprende en la capilla; / si el cristiano sucumbe de su hermosura en pos, / el pagano y ateo, no es poca maravilla, / creerían a veces hasta en el mismo Dios. / Y ya los monaguillos tocan la campanilla... 
 
    Se dice que debajo de su toca fatal / que enarbola en la misa con no poco rigor, / esta monjita esconde, qué escándalo total, / una larga coleta y rizos en redor. / Y ya los monaguillos se agitan ante tal...
 
    Se dice que debajo del sayo, vanidades, / lleva coquetamente unas medias de raso, / encajes de puntillas, ligas, frivolidades, / todo lo que hace, en fin, que el diablo venga al caso. / Y ya los monaguillos piensan obscenidades... 
 
    Se dice que de noche -más alucinaciones- / mientras duermen las sores roncando sin complejo / o bien devotamente rezan sus oraciones, / ella se despelota delante del espejo; / los pobres monaguillos sufren calenturones... 
 
    Se dice que se mira desnuda con agrado / de frente, de perfil y también el trasero / después de sin pudor su atuendo haber colgado / del crucifijo que hace las veces de un perchero. / Y ya en los monaguillos se insinúa el pecado... 
 
 
    Se dice que hace al cielo mirando el comentario: / “¡Señor, qué buen trabajo en cuanto a proporción!”/ después que con malicia añade al inventario: / “¡El arco de mi espalda es una bendición!”. / Y ya los monaguillos sufren un buen calvario... 
 
    Se dice a media noche, madre, y va empeorando, / que se mezclan con raros acordes al compás / la voz enamorada de ángeles suspirando / y la voz de la monja que grita "¡otra vez!, ¡más!". / Y están los monaguillos, infelices, sudando... 
 
    Y el cura, por los chismes que escucha atomentado, / cree que el buen Jesús, así es como razona, / en su cabeza ya, ay, de espinas coronado, / necesidad no tiene de encima más corona. / Y ya los monaguillos se han algo meneado. 
 
    Todo son chismorreos, sueltas a la maldita, / infundadas calumnias que esparce Satanás. / No hay mechas ni ricitos so la toca bendita / ni una larga melena, sino el cráneo a ras. / Y ya los monaguillos ponen buena carita... 
 
    En su alma no hay pasiones que puedan asentarse, / no hay sospechosas ligas bajo el sayo tenaz / ni en la frente de Cristo veréis cuernos alzarse; / él, dichoso en su cruz, puede dormir en paz / y ya los monaguillos, tristones, masturbarse.
 
Monja arrodillada rezando, anverso y reverso del cuadro de Martin van Meytens (1731)
 
 

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