viernes, 10 de junio de 2022

Los doctores Knock y Carrel y la iatrocracia (I)

    El personaje de ficción del doctor Knock que puso en escena Jules Romains en su inolvidable Knock o El triunfo de la medicina (1923) y que desarrolló posteriormente en el ensayo Doctor Knock. Fragmentos de la Doctrina Secreta recogidos por Jules Romains (1949) guarda, a mi modo de ver, varios puntos en común con la figura del biólogo, médico, cirujano, investigador científico, eugenista y escritor francés Alexis Carrel (1873-1944), que obtuvo con 35 años el premio Nobel de Medicina en 1912, convirtiéndose en el científico más joven en recibir ese galardón.

    El personaje de teatro del doctor Knock había pasado de ser el médico rural de Saint-Maurice, pueblecito francés que convirtió todo él en un centro sanitario considerando enfermos asintomáticos, valga la contradictio in terminis como hemos visto que ha valido tanto en tiempos recientes, hospitalizando a todos sus habitantes, en el exitoso director del White Plains Institute de Nueva York de prestigio internacional, que investigaba sobre la inmortalidad y la iatrocracia, dos aspiraciones que comparte con el personaje de la realidad Alexis Carrel, que emigró por su parte a Estados Unidos, donde comenzó a trabajar en 1906 en el Instituto Rockefeller para la Investigación Médica en Nueva York. Una vez jubilado, Carrel regresó a la Francia ocupada por los nazis y colaboró con el gobierno de Vichy. Su muerte en 1944 evitó que fuera investigado acusado de colaboración. 

 

     Ambos doctores, en efecto, estaban obsesionados por la inmortalidad, y ambos eran partidarios de la creación de un organismo médico internacional que ejerciera su poder sobre los gobiernos en asuntos sanitarios. 

    Dejando aparte la primera obsesión, que en el caso del doctor Knock se traducía en el logro de la vacuna antitanática que otorgaría a la humanidad la victoria sobre la muerte, y en el caso del doctor Carrel se concretaba en el trasplante de órganos enfermos por órganos sanos de modo que pudiéramos reparar nuestros cuerpos y mantenernos saludables durante más tiempo de lo normal, en cuya técnica fue pionero, y centrándonos en la iatrocracia o gobierno de la casta médica que ambos proponían, esto es lo que escribe en 1935 Carrel en su célebre libro El hombre, ese desconocido,  un best seller que batió récords de ventas y fue traducido a muchas lenguas: Una minoría ascética y mística adquiriría rápidamente un poder irresistible sobre la mayoría amante de placeres y ciega. Sería capaz, por persuasión o tal vez por la fuerza, de imponerle otras formas de vida. Contrapone el gobierno de una oligarquía, una minoría -ascética y mística como dice él-,  a una mayoría hedonista y ciega, y es partidario de que esa minoría imponga “otras formas de vida” y que lo haga por las buenas -mediante la persuasión, dice él- o por las malas -usando la fuerza.

 

    Alexis Carrel, precisamente, con su característica cofia blanca, y Charles Lindbergh fueron portada de la prestigiosa revista Time en 1938, retratados frente a un sofisticado tubo de cristal, bajo el título sensacionalista: “Buscando la fuente de la juventud”.

    Por su parte, la iatrocracia que plantea el doctor Knock no es ya local, como había logrado en el pueblecito francés de Saint-Maurice, sino mundial o, como se prefiere decir ahora, global. Se trata de crear un sistema de gobierno universal “con poderes dictatoriales” basado en la medicina y la entelequia de la salud. Propone la creación de una todopoderosa O.M.U. (Organización Médica Universal) que sustituya a la impotente O.N.U., que se había refundado en 1945, después del fracaso de la Sociedad de Naciones de 1919 a la hora de evitar la II Guerra Mundial. 

    Se hacía eco sin d unuda Jules Romains de la creación de la OMS (Organización Mundial de la Salud, WHO según sus siglas en inglés: World Health Organization) que se llevó a cabo en 1948, un año antes de la publicación de su opúsculo, una organización no gubernamental que aspira a dirigir la política sanitaria de todos los gobiernos.

    Pero para lograr el empoderamiento de esa organización mesiánica y salvífica que obra desinteresadamente, lo que es mucho suponer dados sus conflictos de intereses con la industria de la Gran Farmacia,  será necesario en nombre del bien común declarar una amenaza que provocque un coup d'État sigiloso que logre la sumisión efectiva de la humanidad a la iatrocracia. Jules Romains y su doctor Knock la denominaron “Epidemia 235”. Pero el nombre es irrelevante; mutato nomine... Podía haber sido cualquier otra amenaza:  la gripe aviar, la peste porcina, las vacas locas, la covid-19, la viruela del mono... Y suma y sigue. Pero ha sido, precisamente, la enfermedad del virus coronado cosecha 2019, sin duda, como hemos visto a lo largo de estos últimos  años, el pretexto para instaurar de facto, nadie sabe cómo ha sido pero ha venido para quedarse y habitar entre nosotros, aunque todavía no de iure, una dictadura prácticamente mundial, conculcando las libertades formales de los ciudadanos en nombre de la Ciencia y bajo el pretexto de salvar vidas que de lo contrario se habrían malogrado.


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