¡Atención a la amenaza de la nueva y por ahora última variante de la variante Ómicron, la subvariante BA-5, del virus pandémico que puede arruinarnos el verano!
Dicen que necesitamos dosis de recuerdos para olvidarnos -oximoro genial- de la pandemia y la pandémica fatiga de soportar las restricciones que hemos padecido.
La visión compulsiva de series y películas sirve para pasar las horas muertas, es decir, para matar las vivas a fin de que no nos enteremos del crimen cometido.
Series y películas sustituyen la realidad por la ficción y no nos dejan ver, absortos en su contemplación pasiva, que la realidad misma es quimérica ficción.
Hacer turismo para engañarse uno a sí mismo, que, vaya a donde vaya, cambiando de paisaje y paisanaje, si abre bien los ojos, verá siempre lo mismo por doquier.
La luz al final del túnel que dicen algunos que ven es la de un tren en marcha que viene hacia nosotros resuelto y decidido a atropellarnos a gran velocidad.
El poder al que vivimos sometidos hoy es el más tóxico que puede haber, un virus incrustado como está en todas y cada una de nuestras más recónditas neuronas.
Hay que ser idiota rematado para soportar la existencia, que no la vida, que llevamos a diario, y a Leviatán, la peor divinidad de la mitología que nos venden.
Uno tiene la necesidad de matar a los demás, es decir, de certificar que los demás se mueren, para sentirse vivo, de ahí el éxito de las esquelas necrológicas.
La rebelión contra el dinero está mal pagada desde el momento en que el dinero, huelga decir, es la moneda con que el mundo nos paga, nos apacigua y nos apaga.
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